TEMA DÉCIMO SÉPTIMO / MES DE MARÍA / AÑO
2017
MACKAY MES DE MARÍA 2017 |
1.
“Yo soy la puerta de las ovejas” (San Juan X, 7).
No a cualquier persona le
damos las llaves de nuestra casa. Por muy cercanos y amigos que sean, la llave de la puerta principal de nuestra
casa sélo se entrega cuando uno tiene la madurez suficiente para poder
conservarla y goza de la confianza de nuestra parte. ¿Por qué cuidamos una llave? Porque ella da acceso a algo que consideramos
de valor y propio.
Una vez que pasamos por
la puerta de entrada de la casa tenemos acceso a todas las habitaciones. Cruzar
el umbral del hogar nos llena de seguridad, porque estamos en casa, por lo que
cualquier contrariedad eventual queda relegada a un plano secundario una vez que
estamos al interior de la casa, y lo acontece con el solo paso de la puerta
principal.
Hoy, llegamos a una nueva
denominación de la Virgen en las Letanías Lauretanas: “María, Puerta del Cielo”.
En el Antiguo Testamento leemos en el libro del Génesis que al despertar de un sueño el patriarca Jacob
vio una escala y dijo: “Esta es la puerta
del Cielo” (Génesis XXVIII, 17), por esto, nuestra Iglesia –tempranamente-
reconoció a la Virgen María como la “Puerta
del Cielo”.
En efecto, al momento que
el Arcángel Gabriel le dice que será la Madre de Dios, la Virgen responde llena
de seguridad y confianza: “que se haga en
mí según tú palabra”, dando con ello, conformidad plena al proyecto de salvación
que Dios tenía y que pasaba por la aceptación de María Santísima.
Por esto, Ella es la puerta que nos trae a Jesús, el
verdadero Salvador del Mundo, en ello se fundamenta su mayor grandeza y se
apoya todo su poder. Dios no niega nada a su Madre, por esto, al recurrir a su intercesión lo hacemos con la
seguridad que no sólo escucha lo que imploramos sino que no dejará de
atendernos si acaso se trata del bien de nuestra alma y de tener más asegurada
nuestra entrada al Cielo, en cuya puerta
permanece de pie nuestra Madre Santísima.
Por un instante el
universo entero, el cielo y la tierra, estuvieron expectantes de la respuesta
que daría la joven Doncella de Nazaret, cuyo nombre era María, hija de San
Joaquín y Santa Ana.
¡Qué segundo más hermos
o habrá
sido aquel! Cuando la respuesta intuida en virtud aquella temprana consagración
de la Virgen Santísima presagiaba, por todas partes y por todos los medios, el carácter favorable de una respuesta, que
llenaría de gozo las más altas cumbres del Cielo, como en los abismos más
profundos, de cuantos desde el paraíso perdido anhelaban el cumplimiento de la
primera promesa de salvación (protoevangelio). (Génesis III, 15). Nuestro
Señor dijo de sí mismo: “Yo soy la puerta
de las ovejas” (San Juan X, 7).
2.
Al Cielo se entra por la Virgen María.
Quien muestra afecto y
devoción por la Virgen tiene el boleto
asegurado para entrar por la puerta
del cielo, de la cual María es la “conserje” que nos permite ingresar. No
hay atajo ni escala alternativa de emergencia a este respecto, todo ingreso a
la bienaventuranza eterna pasa por descubrir el rostro María aquí para verlo
allá.
Por eso, San Francisco de
Asís hizo colocar una cartel en la
entrada de la porciúncula: “Hic est porta
vitae aeterna”. ¡Aquí está la puerta de la Vida Eterna! con lo cual
reconocía el poder de intercesión de la Virgen en el ámbito de la salvación.
La “Puerta del Cielo” se llama María: Ella fue escogida por Dios para
ser la puerta por donde viniera el
autor de la Salvación del mundo, es la que está al final del camino de este mundo y al comienzo de la Vida Eterna,
VALPARAÍSO CHILE 2017
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a).
Creced en piedad mariana: María Santísima es el comienzo del
Cielo, su preludio. Dios ha querido ponerla como rostro maternal a lo largo de
toda nuestra vida, para que –especialmente- en los momentos más delicados
tuviésemos el resguardo seguro de su compañía y consejo eficaz.
Por esto, no debemos
escatimar esfuerzos por mostrar cariño y obediencia hacia aquella que
Jesucristo mismo vivió sujeto en todo “obedeciéndole”
a lo largo de su vida, y que le ha querido honrar en el Cielo alzándola como
quien recibe a los denominados “benditos
del padre” (San Mateo XXV, 34) de los cielos, que
cumplieron en su vida los mandamientos de Dios.
San Alfonso María de
Ligorio escribió que: “María es Puerta
del Cielo porque de la misma forma que
toda gracia o indulto que otorga el rey pasa por la puerta de su palacio, de
igual manera ninguna gracia desciende del Cielo a la tierra, sin pasar por las
manos de María”.
b).
Crecer en caridad fraterna: San Gregorio Magno, dice que “entra por la puerta que es Cristo , aquel
que por la gracia divina profesa las verdades de la fe, las guarda con la
caridad, y las manifiesta prácticamente con las obras”. Por ello, la fe
verdadera y la caridad operativa siempre van de la mano. En nuestra cultura se
suele separar indebidamente la fe y la caridad colocando las obras de
misericordia en otra vereda que la de lo que se profesa y celebra en los
sacramentos, olvidando que lo que nutre y hace eficaz cualquier obra buena es
que nazca del encuentro con Jesús, particularmente en la celebración de la
Santa Misa.
BAUTIZO PUERTO CLARO |
Por esto nuestra Madre
del Cielo es la primera interesada en vernos profesar todas las verdades enseñadas
por la Iglesia Santa en su magisterio perenne, como –también- ver que, tal como
aconteció en el amanecer de la vida de la Iglesia, el mundo no creyente
descubra –una vez más- en el buen trato reciproco de los hijos de Dios
(bautizados) el mejor argumento para reconocer a Cristo en su propia vida.
Por medio de esta caridad
fraterna muchos creerán en Jesús y la Iglesia, por esto el Mes de María es una
gran oportunidad no sólo para acercarnos
más a Dios, sino que lo es para atraer a
cuantos se han alejado de la plena comunión con nuestra Iglesia verdadera.
Oración: María, Puerta
del Cielo, paso perfecto que nos conduce a Jesús, sendero luminoso que protege
nuestro caminar. Déjame acercarme a ti con paso confiado, ilumíname para que
pueda verte en medio de las oscuridades. Déjame extender mi mano y tomar seguro
la tuya. Ayúdame a atravesar esta valle de dolor (lagrimas) y condúceme con la
mirada en alto, con los ojos puestos en tu Hijo, a quien tu nos conduces como
propósito de vida, pues para eso fuiste creada para ser la Puerta del Cielo, la
Puerta que conduce hacia Dios. Amén.
¡Que Viva Cristo Rey!
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