jueves, 30 de noviembre de 2017

“MARÍA, PUERTA DEL CIELO”

 TEMA DÉCIMO SÉPTIMO  /  MES DE MARÍA  /  AÑO 2017

MACKAY MES DE MARÍA 2017

1.     “Yo soy la puerta de las ovejas” (San Juan X, 7).

No a cualquier persona le damos las llaves de nuestra casa. Por muy cercanos y amigos que sean,  la llave de la puerta principal de nuestra casa sélo se entrega cuando uno tiene la madurez suficiente para poder conservarla y goza de la confianza de nuestra parte.  ¿Por qué cuidamos una llave?  Porque ella da acceso a algo que consideramos de valor y propio.

Una vez que pasamos por la puerta de entrada de la casa tenemos acceso a todas las habitaciones. Cruzar el umbral del hogar nos llena de seguridad, porque estamos en casa, por lo que cualquier contrariedad eventual queda relegada a un plano secundario una vez que estamos al interior de la casa, y lo acontece con el solo paso de la puerta principal.

Hoy, llegamos a una nueva denominación de la Virgen en las Letanías Lauretanas: “María, Puerta del Cielo”.

En el Antiguo Testamento leemos en el libro del Génesis que al despertar de un sueño el patriarca Jacob vio una escala y dijo: “Esta es la puerta del Cielo” (Génesis XXVIII, 17), por esto, nuestra Iglesia –tempranamente- reconoció a la Virgen María como la “Puerta del Cielo”.
En efecto, al momento que el Arcángel Gabriel le dice que será la Madre de Dios, la Virgen responde llena de seguridad y confianza: “que se haga en mí según tú palabra”, dando con ello, conformidad plena al proyecto de salvación que Dios tenía y que pasaba por la aceptación de María Santísima.
Por esto, Ella es la puerta que nos trae a Jesús, el verdadero Salvador del Mundo, en ello se fundamenta su mayor grandeza y se apoya todo su poder. Dios no niega nada a su Madre, por esto,  al recurrir a su intercesión lo hacemos con la seguridad que no sólo escucha lo que imploramos sino que no dejará de atendernos si acaso se trata del bien de nuestra alma y de tener más asegurada nuestra entrada al Cielo, en cuya puerta permanece de pie nuestra Madre Santísima.


Por un instante el universo entero, el cielo y la tierra, estuvieron expectantes de la respuesta que daría la joven Doncella de Nazaret, cuyo nombre era María, hija de San Joaquín y Santa Ana.
¡Qué segundo más hermos
o habrá sido aquel! Cuando la respuesta intuida en virtud aquella temprana consagración de la Virgen Santísima presagiaba, por todas partes y por todos los medios,  el carácter favorable de una respuesta, que llenaría de gozo las más altas cumbres del Cielo, como en los abismos más profundos, de cuantos desde el paraíso perdido anhelaban el cumplimiento de la primera promesa de salvación (protoevangelio). (Génesis III, 15). Nuestro Señor dijo de sí mismo: “Yo soy la puerta de las ovejas” (San Juan X, 7).



2. Al Cielo se entra por la Virgen María.
Quien muestra afecto y devoción por la Virgen tiene el boleto asegurado para entrar por la puerta del cielo, de la cual María es la “conserje” que nos permite ingresar. No hay atajo ni escala alternativa de emergencia a este respecto, todo ingreso a la bienaventuranza eterna pasa por descubrir el rostro María aquí para verlo allá.  

Por eso, San Francisco de Asís  hizo colocar una cartel en la entrada de la porciúncula: “Hic est porta vitae aeterna”. ¡Aquí está la puerta de la Vida Eterna! con lo cual reconocía el poder de intercesión de la Virgen en el ámbito de la salvación.

La “Puerta del Cielo” se llama María: Ella fue escogida por Dios para ser la puerta por donde viniera el autor de la Salvación del mundo, es la que está al final del camino de este mundo y al comienzo de la Vida Eterna,

                   VALPARAÍSO CHILE  2017
    

a). Creced en piedad mariana: María Santísima es el comienzo del Cielo, su preludio. Dios ha querido ponerla como rostro maternal a lo largo de toda nuestra vida, para que –especialmente- en los momentos más delicados tuviésemos el resguardo seguro de su compañía y consejo eficaz.
Por esto, no debemos escatimar esfuerzos por mostrar cariño y obediencia hacia aquella que Jesucristo mismo vivió sujeto en todo “obedeciéndole” a lo largo de su vida, y que le ha querido honrar en el Cielo alzándola como quien recibe a los denominados “benditos del padre” (San Mateo XXV, 34) de los cielos, que cumplieron en su vida los mandamientos de Dios.


San Alfonso María de Ligorio escribió que: “María es Puerta del Cielo porque  de la misma forma que toda gracia o indulto que otorga el rey pasa por la puerta de su palacio, de igual manera ninguna gracia desciende del Cielo a la tierra, sin pasar por las manos de María”.

b). Crecer en caridad fraterna: San Gregorio Magno, dice que “entra por la puerta que es Cristo , aquel que por la gracia divina profesa las verdades de la fe, las guarda con la caridad, y las manifiesta prácticamente con las obras”. Por ello, la fe verdadera y la caridad operativa siempre van de la mano. En nuestra cultura se suele separar indebidamente la fe y la caridad colocando las obras de misericordia en otra vereda que la de lo que se profesa y celebra en los sacramentos, olvidando que lo que nutre y hace eficaz cualquier obra buena es que nazca del encuentro con Jesús, particularmente en la celebración de la Santa Misa.
BAUTIZO PUERTO CLARO 


Por esto nuestra Madre del Cielo es la primera interesada en vernos profesar todas las verdades enseñadas por la Iglesia Santa en su magisterio perenne, como –también- ver que, tal como aconteció en el amanecer de la vida de la Iglesia, el mundo no creyente descubra –una vez más- en el buen trato reciproco de los hijos de Dios (bautizados) el mejor argumento para reconocer a Cristo en su propia vida.

Por medio de esta caridad fraterna muchos creerán en Jesús y la Iglesia, por esto el Mes de María es una gran oportunidad  no sólo para acercarnos más a Dios,  sino que lo es para atraer a cuantos se han alejado de la plena comunión con nuestra Iglesia verdadera. 

Oración: María, Puerta del Cielo, paso perfecto que nos conduce a Jesús, sendero luminoso que protege nuestro caminar. Déjame acercarme a ti con paso confiado, ilumíname para que pueda verte en medio de las oscuridades. Déjame extender mi mano y tomar seguro la tuya. Ayúdame a atravesar esta valle de dolor (lagrimas) y condúceme con la mirada en alto, con los ojos puestos en tu Hijo, a quien tu nos conduces como propósito de vida, pues para eso fuiste creada para ser la Puerta del Cielo, la Puerta que conduce hacia Dios. Amén.
¡Que Viva Cristo Rey!
     
              


    

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