TEMA : “MARÍA,
LA VIRGEN JUSTA”.
FECHA:
SEGUNDA MEDITACIÓN MES DE MARÍA /
2018.
Las
virtudes son hábitos que nos conducen a hacer un bien en un aspecto
determinado. Hay cuatro de estas virtudes que en el alma de la Virgen María
brillan ejemplarmente, por lo que las
generaciones la llamarán Bienaventurada alzándose como un verdadero ícono de
una vida buena…virtuosa.
En
este segundo día del Mes de María nos detendremos en la virtud de la
justicia, la cual consiste en dar a Dios y a los demás lo que les es debido,
respecto de Dios se llama “religión”,
que significa volver a unir, a ligar lo que de suyo debe estar ordenadamente
vinculado. Hemos salido de las manos de Dios, somos guiados por la Providencia
y en su presencia estamos llamados a vivir para siempre. El católico que crece
en la virtud de la justicia tiene una forma de comportarse rectamente: “Siendo juez no hagas injusticia, ni por
favor del pobre, ni por respeto al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”
(Levítico XIX, 15)…”Amos, dad a vuestros
esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros
tenéis un Amo en el cielo (que es Dios)”. (Colosenses
IV, 1).
¿Cuándo
decimos que una persona es justa? Cuando vemos que actúa correctamente, cuando
no se deja llevar por un interés
mezquino, cuando no está cegado por el egoísmo. Cuando en la Santa Biblia se
dice que Dios es “justo” esto se le
aplica de manera plena (total) porque en
Él nunca hay egoísmo, ceguera ni capricho.
La
maternidad de María, como acto de donación plena de sí misma, capaz de
engendrar y proteger al autor de toda gracia, sin duda se alza como un
testimonio creíble y ejemplar de quien vire la justicia la cual es dar a los demás aquello que le es debido.
Una madre tiene la capacidad para discernir lo que cada hijo requiere, una
madre es capaz de darse cuenta cuando un hijo está enfermo, una madre es capaz
de alimentar a sus hijos con lo que necesitan, aunque no sea del total agrado
de ellos.
Aquel
que vive la justicia demuestra amor porque, desprendido de sí mismo, abierto al prójimo, y
dispuesto a dar lo que corresponde está habituado a dar más de aquello que le
corresponde.
Desvincular
la justicia del amor y viceversa conlleva varias consecuencias como son: desear
enfermizamente a los demás con todo lo que implica el abuso y la colopatía
inserta entre relaciones sentimentales y amistosas, anhelo de ser considerado, creerse
indispensable olvidando que sólo Dios es “totalmente
necesario”, vivencia de solidaridades vanidosas, no aplicando lo dicho por
Jesús: “que no sepa tu mano izquierda lo
que hace tu derecha” (San Mateo VI, 3),
la búsqueda de una autonomía incluso del
cielo por medio del endiosamiento de la libertad.
Como
católicos hemos de mirar el ejemplo de nuestra Madre Santísima. Cómo Ella daba
a cada uno lo que era justo y necesario en cercanía, afecto, compañía, a la vez
que en todo primaba el amor. Como acontece con un regalo, lo fundamental es lo
que se regala, pero el envoltorio le reviste de un carácter muy particular, así
pasa con la vinculación entre “amor”
y “justicia”, tal como lo enseñó el
recordado Sumo Pontífice al inicio de su Pontificado, en un día al comienzo de
Mes de María: “Cristo nos ha dejado el
mandamiento del amor al prójimo. En este mandamiento se encierra todo lo que
concierne a la justicia. No puede haber amor sin justicia. El amor desborda la
justicia, pero, al mismo tiempo, encuentra su verificación en la justicia.
Hasta el padre y la madre, cuando aman al propio hijo deben ser justos con él.
Si vacila la justicia, también el amor corre peligro” (S.S.
Juan Pablo II, 8 de Noviembre de 1978).
En
este día al mirar a la Virgen María como ejemplo de la virtud moral de la justicia,
asumimos que:
a). Le importa el bien de todos, no sólo el personal:
La abnegación de la Virgen la vemos cuando va a ayudar a su prima Isabel
venciendo toda dificultad debido a su propio estado de embarazo.
b). El acto de perdonar una ofensa es la corona de la
virtud de la justicia: Así lo hizo nuestra
Madre cuando ante la humana injusticia acontecida en el Calvario hacia su Hijo
y Dios, fue capaz de perdonar y llenarse de misericordia. Porque Dios es amor
siempre está dispuesto a perdonarnos.
c). El cumplir los mandamientos es algo propio de la justicia:
Así lo vivió la Virgen María que fue
reconocida por Jesús como aquella que “cumple
en todo la voluntad del Padre que está en los cielos”.
¡Que
Viva Cristo Rey!

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