Carta del Primado polaco al Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana
Varsovia, 22 de febrero de
2022
En la fiesta de la Cátedra
de San Pedro
Estimado Monseñor Georg:
La Iglesia Católica en
Alemania y en Polonia están unidas por más de mil años de historia común. Ella
surge del depósito de la fe apostólica en Jesucristo, que, puesta en manos de
San Pedro, fue transmitida a los sucesores de los apóstoles -los obispos- que
dirigen, enseñan y santifican las distintas Iglesias locales. «Y yo también te
digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas
del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de
los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo
lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos» (San Mateo XVI, 18-19).
Parroquia Puerto Claro Marzo 2022 |
Esta comunión de fe se
expresa claramente en las figuras de los santos que veneran tanto los católicos
polacos como los alemanes. Pienso en San Bruno de Querfurt, Santa Eduviges de
Silesia, Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y San Maximiliano
María Kolbe.
De particular importancia
en nuestras relaciones es también el intercambio de cartas sobre el perdón que
marcan el inicio de un importante y muy necesario proceso de reconciliación,
tras las difíciles experiencias de la Segunda Guerra Mundial. Tanto Karol
Wojtyla como el beato cardenal Stefan Wyszyński lo apoyaron. En años
posteriores, encontró su expresión concreta en el apoyo espiritual y material
que recibimos de los católicos alemanes durante el periodo comunista en nuestra
Patria.
Por todas estas razones,
la Iglesia católica de Alemania es muy cercana y muy importante para mí.
Teniendo en cuenta esta comunión de fe y de historia entre Polonia y Alemania,
quisiera expresar mi profunda preocupación e inquietud por las informaciones
que se han recibido recientemente de algunas esferas de la Iglesia católica en
Alemania.
Por ello, con espíritu de caridad cristiana, me tomo la libertad de dirigirle -como Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana- esta carta, llena de atención fraterna y con espíritu de responsabilidad compartida por el depósito de la santa fe apostólica que Cristo nos confió.
Como pastores de la
Iglesia, somos conscientes de que en el mundo se libra una batalla
espiritual. «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes» (Efesios
VI, 12). Cristo ganó la victoria sobre Satanás, y es responsabilidad de la
Iglesia hacer realidad esa victoria en el mundo. Permítame, querido hermano
en el episcopado, compartir mi inquietud sobre la validez de las afirmaciones
hechas por algunos círculos de la Iglesia católica en Alemania, especialmente
en el contexto del «camino sinodal».
La tentación de buscar la plenitud de la verdad fuera del Evangelio
La Iglesia católica en
Alemania es importante en el mapa de Europa, y soy consciente de que irradiará
su fe o su incredulidad a todo el continente. Por lo tanto, veo con
inquietud las acciones del «camino sinodal» alemán
hasta ahora. Observando sus frutos, se tiene la impresión de que el Evangelio
no siempre es la base de la reflexión. Esto ha ocurrido a lo largo de la
historia. Basta pensar en la llamada «Biblia de Jefferson» (T. Jefferson, The
Life and Morals of Jesus of Nazareth, Rough Draft Printing, 2015). El
presidente norteamericano afirmó con firmeza que los Evangelios contienen
frases sumamente sabias y elevadas, que sin duda provienen directamente de
Jesús, pero también frases necias y triviales, que deben provenir de apóstoles
incultos. Convencido de que tenía el criterio para distinguir una frase de
otra, decidió hacerlo con unas tijeras. Así se compuso un apócrifo moderno que,
según su autor, es mejor que el original. No se puede excluir que el proprium
christianum -lo que es característico del cristianismo- se exprese
precisamente en estos fragmentos más difíciles de la Biblia que caen bajo
la «tijera de Jefferson».
Jaime Herrera Sacerdote 2022 |
La tentación de creer en la infalibilidad de las ciencias sociales
Una de las
tentaciones en la Iglesia de hoy es comparar constantemente las enseñanzas de
Jesús con los desarrollos actuales de la psicología y las ciencias sociales. Si algo del Evangelio no concuerda con el estado
actual de los conocimientos de estas ciencias, los discípulos, queriendo salvar
al Maestro para que no quede comprometido a los ojos de sus contemporáneos, tratan
de «actualizar» el Evangelio. La tentación de «modernizar» concierne
de manera particular al ámbito de la identidad sexual. Se olvida, sin embargo,
que el estado del conocimiento científico cambia con frecuencia y a veces de
forma dramática, por ejemplo, debido a los cambios de paradigma.
La mutabilidad es inherente
a la propia naturaleza de la ciencia, que sólo dispone de un fragmento de todo
el conocimiento posible. Descubrir los errores y analizarlos es el motor del
progreso de la ciencia.
Sin embargo, algunos
errores científicos han tenido consecuencias dramáticas. Basta pensar en
teorías científicas como el racismo y la eugenesia. Basándose en los avances
científicos más recientes, el Congreso de Estados Unidos aprobó en 1924
la Ley de Origen Nacional, que imponía cuotas migratorias
restrictivas a las personas procedentes del sur y el centro de Europa y
prohibía casi por completo la inmigración asiática. La razón principal era la
creencia de que pueblos como los italianos y los polacos, por ejemplo, eran
racialmente inferiores. Por otra parte, basándose en los conocimientos de la
eugenesia, se calcula que en el siglo XX se esterilizó por la fuerza a unas
70.000 mujeres pertenecientes a minorías étnicas en Estados Unidos (cf. G.
Consolmagno, «Covid, fede e fallibilità della scienza», La
Civiltà Cattolica 4118, pp. 105-119). En este caso y en otros, se
habla de los llamados «errores científicos». Junto a ellos,
sin embargo, hay también «falacias ideológicas». Estas
subyacen, por ejemplo, en el cambio de actitud hacia la sexualidad que se
observa actualmente (J. A. Reisman, E. W. Eichel, Kinsey, Sex and
Fraud: The Indoctrination of a People, Huntington House Publication,
Lafayette 1990; J. Colapinto, As Nature Made Him. The Boy Who Was
Raised as a Girl, Harper Perennial, Nueva York-Londres-Toronto-Sydney
2006).
El proceso de
desarrollo del conocimiento no se detiene con nuestra generación. Las
generaciones que vengan después de nosotros también tendrán que dejar de lado
los libros de, por ejemplo, psicología o ciencias sociales, que hoy se
consideran infalibles. ¿Cómo debe
responder entonces la Iglesia al estado actual del conocimiento científico para
no repetir el error que cometió con Galileo? Se trata de un serio desafío
intelectual que debemos asumir, apoyándonos en la Revelación y en los sólidos
logros de la ciencia.
La tentación de vivir con un complejo de inferioridad
Soy consciente de que los
católicos -no sólo en Alemania, sino también en Polonia- viven actualmente bajo
la presión de la opinión pública, que hace que muchos de ellos sufran una especie
de complejo de inferioridad. Los discípulos de Cristo en general, escribe el
Papa Francisco, se ven hoy amenazados por «una especie de complejo
de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y
sus convicciones. (...) Terminan ahogando su alegría misionera en una especie
de obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás» (Evangelii
gaudium, 79).
El Papa Francisco, en un
discurso al personal de la Curia Romana, subrayó que hoy en Europa ya no
vivimos en un «sistema cristiano» (Francisco, Discurso a
la Curia Romana con ocasión de las felicitaciones navideñas, 21
dic. 2019). El mundo se ha vuelto más pluralista en muchos aspectos. Una fuente
importante de este cambio en el Viejo Continente es «una profunda crisis
de fe que afecta a muchas personas.» La fe «ya no
constituye un presupuesto obvio de la vida común; de hecho, frecuentemente es
incluso negada, burlada, marginada y ridiculizada». Lamentablemente, «el
dios de este siglo cegó el entendimiento de muchos» (2 Corintios IV,
4). No soportan la sana doctrina, sino que multiplican los maestros según
sus propios deseos (2 Timoteo IV, 3). De ahí la validez de la advertencia a
los romanos: «no os conforméis a este siglo; mas transformaos por
la renovación de vuestra alma, para que experimentéis cuál sea la buena
voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos XII,2).
Bautizo Iglesia Cerro Toro 2022 |
Fieles a la
enseñanza de la Iglesia, no debemos ceder a las presiones del mundo ni a los
patrones de la cultura dominante, ya que esto puede llevarnos a la corrupción
moral y espiritual. Evitemos la repetición de eslóganes desgastados y de
reivindicaciones estándar como la abolición del celibato, el sacerdocio de las
mujeres, la comunión de los divorciados y la bendición de las uniones entre
personas del mismo sexo. La «actualización» de
la definición de matrimonio en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE no
es razón para alterar el Evangelio.
La tentación del pensamiento corporativo
Soy consciente de que la
Iglesia en Alemania está perdiendo constantemente sus fieles y el número de
sacerdotes disminuye año tras año. Por ello, busca formas de mantener a los
fieles con ella y de animar a los jóvenes a elegir el sacerdocio. Sin embargo,
al hacerlo, parece enfrentarse al riesgo del pensamiento corporativo: «no
hay suficientes empleados, así que bajemos los criterios de contratación».
De ahí que la exigencia de
abolir la obligación del celibato sacerdotal se incluyera en el texto «Compromiso
con el celibato en el ministerio sacerdotal», que tuvo su primera
lectura en la asamblea del «camino sinodal» de
Fráncfort del Meno el 4 de febrero. La respuesta a la cuestión de la
relación entre la exigencia del celibato sacerdotal y el número de vocaciones
ya la dio San Pablo VI: No se puede asentir fácilmente a la idea de que con la
abolición del celibato eclesiástico, crecerían por el mero hecho, y de modo
considerable, las vocaciones sagradas: la experiencia contemporánea de la
Iglesia y de las comunidades eclesiales que permiten el matrimonio a sus
ministros, parece testificar lo contrario» (Sacerdotalis celibatus, 49).
Las causas de la crisis
son otras. Los clérigos nos hemos convertido a menudo en poco más que
expertos en políticas sociales, migratorias y medioambientales, lo que ciertamente
no requiere una vida de celibato. Sin embargo, Cristo -como señala el
Papa Francisco- no necesita clérigos obsesivamente preocupados por su tiempo
libre y que «necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como
si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta
al amor de Dios que nos convoca a la misión» (Evangelii gaudium, 81).
Los fieles merecen sacerdotes que se pongan plenamente a disposición de Cristo.
Cristo llama a los discípulos «a
estar con él» (San Marcos
III, ,14). Lo que atrae a la gente a la Iglesia y al sacerdocio no es otra
oferta de vida fácil, sino el ejemplo de una vida totalmente consagrada a Dios.
En este contexto, el «camino
sinodal» alemán retomó también la cuestión de la ordenación de las
mujeres al votar el texto «Las mujeres en los ministerios y oficios
de la Iglesia» en Frankfurt am Main el 4 de febrero. San Juan Pablo
II zanjó definitivamente esta cuestión. «con el fin de alejar toda duda sobre
una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de
la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos
(cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad
de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe
ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia» (Juan
Pablo II, Ordinatio Sacerdotalis, 4)
Esto ha sido recordado
repetidamente por el Papa Francisco: «en referencia a la ordenación
de las mujeres, la Iglesia se ha pronunciado y ha dicho: «No». Lo ha dicho Juan
Pablo II, pero con una formulación definitiva. Ésa está cerrada, esa
puerta, pero sobre esto quiero decirle algo. Ya lo he dicho, pero lo repito. La
Virgen María era más importante que los Apóstoles, los obispos, los diáconos y
los sacerdotes» (Francisco, Conferencia de prensa durante el vuelo de
regreso de Río de Janeiro a Roma, 28.07.2013).
En el mundo moderno, la
igualdad es a menudo mal entendida y equiparada con la uniformidad. Toda
diferencia es tratada como un signo de discriminación. Además, el sacerdocio es
a menudo malinterpretado como una fuente de dominación y una carrera
eclesiástica en lugar de un servicio humilde. Juan Pablo II, en su enseñanza
sobre el sacramento del Orden reservado a los hombres, se refirió a la propia
voluntad de Cristo y de la Tradición, al tiempo que señalaba la «complementariedad
de los sexos». Las mujeres tuvieron un papel muy importante en la vida
de Jesús; junto a Santiago y Juan, tenemos a María y Marta. Ellas fueron las
primeras testigos de la Resurrección. Por último, tenemos a la Santísima Virgen
María, sin cuyo consentimiento no se habría producido el misterio de la
Encarnación y de quien Jesús aprendió a ser humano. Aunque Cristo violó los
cánones aceptados en la sociedad judía sobre la relación entre hombres y
mujeres, como en su conversación con la samaritana, no dejó la menor duda de
que el sacerdocio era una vocación exclusivamente masculina (Mulieris
dignitatem, 26; Ordinatio Sacerdotalis, 2). Sin embargo, esto
no ha impedido que las mujeres desempeñen en la Iglesia funciones tan
importantes, y a veces quizá más, que las de los hombres. La lista de mujeres
santas que han influido significativamente en el destino de la Iglesia es
larga. Incluye a Santa Hildegarda de Bingen, Santa Catalina de Siena, Santa
Eduviges Reina de Polonia, Santa Teresa de Ávila y Santa Faustina.
Además, en uno de los
cuatro foros del «camino sinodal» se votó un documento
de trabajo titulado «Vivir en relaciones exitosas», que respalda
la práctica errónea y escandalosa de bendecir las relaciones entre
personas del mismo sexo e intenta cambiar la enseñanza de la Iglesia sobre el
pecado de los actos homosexuales.
El Catecismo distingue
claramente entre las inclinaciones homosexuales y los actos del mismo sexo.
Enseña el respeto a todo ser humano independientemente de su inclinación, pero condena
inequívocamente los actos del mismo sexo como actos contra natura (Romanos I,
24-27; 1 Corintios VI, 9-10).
A pesar del
clamor, del ostracismo y de la impopularidad, la Iglesia católica -fiel a la
verdad del Evangelio y al mismo tiempo motivada por el amor a todo ser humano-
no puede callar y consentir esta falsa visión del hombre, y mucho menos
bendecirla o promoverla.
La inadmisibilidad de
bendecir a las parejas del mismo sexo fue reiterada por la Congregación para la
Doctrina de la Fe en una carta fechada el 22 de febrero de 2021: «En
consecuencia, para ser coherentes con la naturaleza de los sacramentales, cuando
se invoca una bendición sobre algunas relaciones humanas se necesita –más allá
de la recta intención de aquellos que participan– que aquello que se bendice
esté objetiva y positivamente ordenado a recibir y expresar la gracia, en
función de los designios de Dios inscritos en la Creación y revelados
plenamente por Cristo Señor. Por tanto, son compatibles con la esencia de
la bendición impartida por la Iglesia solo aquellas realidades que están de por
sí ordenadas a servir a estos designios. Por este motivo, no es lícito impartir
una bendición a relaciones, o a parejas incluso estables, que implican una
praxis sexual fuera del matrimonio (es decir, fuera de la unión indisoluble de
un hombre y una mujer abierta, por sí misma, a la transmisión de la vida), como
es el caso de las uniones entre personas del mismo sexo» (Congregación para la
Doctrina de la Fe, Responsum a un dubium sobre las
bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo).
La tentación de sucumbir a la presión
La crisis de
la Iglesia en Europa es hoy, ante todo, una crisis de fe. Para hablar de Dios,
primero hay que hablar con Dios, que vive en lo más profundo de nuestro
corazón, donde saboreamos la verdad (R. Sarah, Służyć prawdzie [Servir a la verdad],
Editorial de las Hermanas de Loreto, Varsovia 2021, p. 148). La crisis de fe
es una de las razones por las que la Iglesia experimenta dificultades a la hora
de proclamar una doctrina teológica y moral clara.
La autoridad del Papa y de
los obispos es más necesaria cuando la Iglesia atraviesa un momento difícil y
cuando se ve presionada a apartarse de las enseñanzas de Jesús. Cuando vive
dramas como los que vivieron los cristianos de Galacia. Es necesario proclamar
con fuerza: «no hay otro, sino que hay algunos que os inquietan, y
quieren pervertir el Evangelio del Cristo» (Gálatas I, 7)
Pablo VI, presionado por
su posición sobre la anticoncepción expresada en la encíclica Humanae
vitae, escribió: «¿Hay que rebajar la ley moral al nivel de lo
que la gente hace habitualmente, y reducir así la moral al nivel de la moral
(que, por cierto, mañana puede ser aún peor que hoy, y a dónde llegaremos
entonces)?
Padre Jaime Herrera Marzo 2022
O, por el contrario, ¿es
necesario mantener un ideal de alto nivel, aunque sea difícil de alcanzar,
aunque la persona común se sienta incapaz de alcanzarlo, o culpable? Creo
que, junto con todos los sabios, héroes y santos, diría: todos los verdaderos
amigos de la naturaleza humana y de la verdadera felicidad humana (creyentes y no creyentes),
aunque protesten y se resistan, agradecerán en su corazón a la autoridad que
tenga la suficiente luz, fuerza y confianza para no rebajar el ideal. Nunca
los profetas de Israel ni los apóstoles de la Iglesia aceptaron rebajar el
ideal, nunca suavizaron el concepto de perfección, nunca intentaron reducir la
distancia entre el ideal y la naturaleza. Nunca estrecharon el concepto de
pecado, al contrario» (Pablo VI, en: J. Guitton, Dialogi
z Pawłem VI [Diálogos con Pablo VI], Poznań 1969, p. 296).
En una línea similar, el
Papa Francisco escribió: «Dado que la fe es una sola, debe ser confesada en
toda su pureza e integridad. Precisamente porque todos los artículos de la
fe forman una unidad, negar uno de ellos, aunque sea de los que parecen menos
importantes, produce un daño a la totalidad. Cada época puede encontrar algunos
puntos de la fe más fáciles o difíciles de aceptar: por eso es importante
vigilar para que se transmita todo el depósito de la fe (cf. 1 Timoteo VI, 20),
para que se insista oportunamente en todos los aspectos de la confesión de fe. En
efecto, puesto que la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia, quitar algo a
la fe es quitar algo a la verdad de la comunión» (Lumen fidei, 48).
Querido hermano en el episcopado,
Nuestra actitud ante el
mundo no puede ser, en principio, negativa, pues Cristo no vino a condenar al
mundo, sino a salvarlo (San Juan XII, 47). Dios no quiere que el pecador muera,
sino que se arrepienta y viva (Ezequiel XXXIII, 11). Tenemos la tarea de
encontrar formas eficaces de llamar a la gente a la conversión. En esto
consiste también la misericordia de Dios. Jesús, al ver a la multitud, se
compadeció de ella, «porque eran como ovejas sin pastor; y les
comenzó a enseñar muchas cosas» (San Marcos VI, 34). Esta frase no
significa que en aquel tiempo no hubiera pastores en Israel, a cuyo cuidado
estaba confiado el rebaño de Dios. Sin embargo, existía un grave riesgo de que,
si los dirigentes fallaban, el pueblo de Dios, es decir, perteneciente a Dios,
se dispersara y muchas ovejas se perdieran o fueran presa de las fieras
depredadoras.
Sé -hemos hablado de ello
durante nuestros encuentros, incluso recientemente en Poznan- que se preocupa
profundamente por la suerte del rebaño que se les ha confiado, y que desea que
ninguna de las ovejas se extravíe; que cada uno de los fieles que se les ha
confiado pueda alcanzar la bendita vida eterna con Cristo.
Por tanto, permítame concluir
con las palabras, citadas al principio de la Carta de San Pablo a los Efesios:
«Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su
fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes
contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las
regiones celestes. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis
resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues,
firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de
justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo,
tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del
maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que
es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los
santos; y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a
conocer con denuedo el misterio del Evangelio, por el cual soy embajador en
cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar» (Efesios VI,
10-20).
Con expresiones de
profundo respeto y saludos fraternales en Cristo,
+ Stanisław Gądecki Arzobispo
Metropolitano de Poznan Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca.
Postura de Argollas Novios 2022 |
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