TEMA :
CAMINAMOS DESDE LA ESPERANZA DE LA VIRGEN MARÍA”
FECHA: HOMILIA DÍA PATRONAL PUERTO CLARO SEPTIEMBRE 2022
Tratándose
de las palabras pronunciadas por nuestro Señor, resulta algo infructuoso poder
decir cuáles son las mas” importantes, pues proviniendo de Él nada deja de
tener relevancia.
Adorable
como Dios que es, todo lo que se refiere a su persona resulta primordial, y
respecto a su condición –libremente asumida- que es su humanidad hace que cada
momento adquiera una trascendencia con incidencia en la vida eterna. Mientras
que nuestras palabras se las lleva el viento, las pronunciadas por el Señor,
durante su vida, tienen aroma de eternidad.
Mas,
considerando lo anterior, las palabras iniciales dichas en contextos únicos,
confieren un engaste que da un sello
primordial tal como aconteció en el primer y último sermón dado por Jesús en lo
alto de dos montañas: El Sermón de las Bienaventuranzas, en el Monte Eremos
ubicado a orillas del Mar de Galilea, y –el último- en el Monte Calvario.
¡Dos
alturas, dos encuentros! En ambos, la presencia de la Virgen Madre se devela de
manera evidente, pues sabemos que en medio de la predicación de Jesús, en una
ocasión le avisaron al Señor que fuera del lugar –en el cual escuchaba una
multitud- se encontraba su madre junto a parientes cercanos, ante lo cual Jesús,
con una expresión aparentemente distante, dará el más puro de los
reconocimientos: “¿Quién es mi madre?
¿Quiénes son mis parientes cercanos? “¡Lo sabía perfectamente! ¿Qué fin
tuvo aquella pregunta? Lo hizo para dar un “piropo” a su madre, con lo cual,
quedaba alzada en un lugar principal en el camino de la redención.
En
efecto, como medianera de toda gracia, nuestra Madre del Cielo, que hoy
honramos como nuestra Patrona, parroquial y citadina, cruza toda la vida de Jesús,
y en todo momento su figura es realzada por el Señor de tal manera que no nos
cansaremos de afirmar que el camino de parecernos a Jesús pasa por ver, acoger
y dar a conocer a María como Madre, como Maestra.
No
es de Cristo, y por ello no ha de serlo de su Iglesia, dejarse seducir por la
“tentación” de ocultar los actos de afecto y obediencia hacia aquella que de
pie acompañaba a su Hijo y Dios en momentos que ofrecía su alma. Diremos
entonces, que desde la cumbre Jesús nos dejó la cumbre de su amor al legarnos
el tesoro que albergaba su alma antes de decir: “!Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!”.
Si
la predicación de Jesús estuvo acompañada en todo momento por la figura de su
Madre, entonces, nuestra misión como discípulos y apóstoles, continuadores del
mandato de “ir al mundo entero”, de “enseñar todo lo que Jesús dijo”, y de
tener una vivencia sacramental cuyo inicio es el bautismo, pasa por la devoción
permanente hacia la Virgen, cuya misión es –en todo momento- conducirnos a
Jesús, tal como se lo dijo a los novios en Caná de Galilea: “Haced todo lo que Jesús os diga”.
Tanto
en lo dicho en el monte de la Ascensión, tradicionalmente situado en el Tabor,
como la exhortación hecha en su primer milagro, el Señor utiliza la expresión “todo” la cual, no admite recortes,
rebajas, ni ofertas como suelen hacerlo quienes están a los pies del mundo que,
para “atraer” las almas a Dios muestran una enseñanza llena de vaguedades e
incertezas, con el fin de acomodarse al modernismo. El drama es que el costo de
dichos “ofertones” envueltos en –a
veces- expresiones de acogida, resiliencia y hasta misericordia lo termina
saldando siempre la sangre derramada por Cristo en la Cruz.
Es
verdad, el amor de Cristo siempre puede más, porque es divino, mas ello no nos
faculta –en modo alguno- a colocar nuestra voluntad, nuestros criterios, y
nuestros deseos sobre la libérrima voluntad de Dios. Sin duda, estamos en
tiempos donde nos vemos enfrentados ante una disyuntiva irrenunciable: o cumplimos
en todo lo que Dios quiere, o terminamos obedeciendo los dictámenes de los
enemigos del alma, descritos en el Evangelio como son “el demonio, el mundo y
la carne”.
La
Virgen como Madre nos enseña con su ejemplo a organizar toda nuestra vida desde
la voluntad de Dios, procurando alejarnos siempre de todo lo que nos separa de
Dios y su obra. Sin duda es un enemigo poderoso de nuestra vida espiritual el
secularismo que conlleva a actuar servilmente a las modas, costumbres e
ideologías que estructuran la sociedad marginando a Dios. A pesar de su poder
seductor y extensión estamos llamados a mostrar a ese mundo que Dios vence
siempre.
Dar
prioridad a Dios antes que al mundo nos hace vivir en una paz verdadera porque
viene de la amistad con Dios, en tanto que el espíritu mundano sólo nos trae
temores, angustias e insatisfacción, que parecen ser los espíritus reinantes en
la sociedad actual.
Particularmente en nuestra ciudad de
Valparaíso que ha visto durante los últimos años vandalizar permanentemente su
infraestructura y profanar algunos de sus principales templos, sumada a la
necedad de impedir proyectos e iniciativas de privados que favorecerían el
desarrollo y fortalecimiento de tantos hogares que lo requieren con urgencia.
El
recordado pintor Renzo Pequenino solía decir que la pobreza en nuestra ciudad
porteña se podía medir con la extensión del comercio ambulante de avenida
Argentina ¡Que diría hoy al ver las principales calles en esa situación!
El
emblema de nuestra ciudad hoy ha sido izado en el atrio de nuestro templo,
pues, en el aparece la imagen de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro, que
fue reconocida como “Patrona de Valparaíso” hace 231 años, y cuya devoción está
en el origen de la que un día fue reconocida como la “Perla del Pacífico”.
El
retorno a lo esencial a esta hora es impostergable, más aun, luego de haber
pasado por la experiencia de tener una ciudad hecha laboratorio de la ideología
progresista que ha terminado por ser una triste realidad.
Los
navegantes del Siglo XVII lanzaban salvas de honor a la Virgen de Puerto Claro
al llegar a la Bahía de Valparaíso, es que la presencia de la Virgen no sólo ha
de ocupar un lugar especial en nuestro afecto y devoción de nuestra Iglesia en
la vida litúrgica, sino que –también- en nuestra ciudad llamada a ser ciudad de
María.
Por
ello, el amor a Dios debe ser prioritario como lo fue en el Corazón de la
Virgen. En nosotros está la tarea no sólo de preservar sino de acrecentar todo
lo que haga feliz el corazón de Aquella que “cumple
en todo la voluntad de Dios”.
!
Cuántas gracias no dejará de conceder aquel Hijo que desde el Cielo contempla
un acto de cariño a su madre: si un vaso de agua fresca dado a quien lo
necesita no queda sin recompensa, cuánto más los recuerdos y gratitudes a la que
es denominada “Bienaventurada de
generación en generación”.
El
segundo y poderoso en enemigo de nuestra vida espiritual es el Demonio, que
sólo puede mentir y engañar con el único fin de menospreciar y abandonar los
mandamientos que Dios no ha dado, olvidando el proyecto original que el
Señor tiene para cada hijo renacido de
las aguas bautismales.
La
esencia de aquel ángel que se rebeló contra su Creador nace de la soberbia, de
alzar un proyecto propio y autónomo al margen de Dios que termina provocando la
jibarización de lo correcto con la
declinación evidente de una vida virtuosa, presentando el mal como un bien y enseñando
que el bien es un mal.
Para
obtener lo anterior suele -el Demonio- aprovecharse de la ignorancia de una
enseñanza no debidamente nutrida con una sana catequesis y formación religiosa;
suele amparase en la tentación consentida del temor del mundo creyente a la
hora de dar a conocer las verdades del
Evangelio; y. suele usar de la tibieza espiritual del creyente llamado a dar “razones de su fe” por medio de una vida
convencida y convincente.
El
remedio dado por Dios para defendernos de las asechanzas del Maligno lo
encontramos descrito inmediatamente cometido el pecado original, cuando dice
que gana la batalla quien no cometió pecado, tal como fue la Virgen María: De
Eva herida en el talón por la tentación surgiría aquella que victoriosa pisaría
al tentador con su talón…Desde el orgullo de Eva a la humildad del Ave. Esta es el arma que
paralogiza el poder del Demonio: ¡La humildad! Y esa virtud es la que
encontramos en el cántico del Magníficat: “¡Se
alegra mi espíritu en Dios mi salvador porque ha mirado la humildad de su
sierva!”.
En
este día de la Virgen de Puerto Claro recordamos que su figura ocupa un lugar
especial en el escudo y emblema del que un día fuera tenido como el primer
puerto de Chile. En la actual sede del municipio a los pies de quienes ingresan
a él, hay un hermoso mosaico con la expresión “Salve”, lo que para un creyente
es más que un detalle artístico, sino que es una palabra que recuerda a la
Virgen Madre que vela por cada uno de sus hijos, incluidos los que la olvidan y
menosprecian.
Rezamos
para que la virtud de la humildad que tuvo nuestra Madre del Cielo se
despliegue en quienes sirven como autoridad en nuestra ciudad para erradicar
todo tipo de soberbia.
Queridos
hermanos: Estamos a tres años de participar en un nuevo Jubileo de la Redención,
que se celebran cada veinticinco años, donde se puede obtener indulgencia
plenaria cada día, por uno y por nuestros difuntos, constituyendo un periodo de
grandes bendiciones y conversiones por medio de la recepción del sacramento de
la confesión.
Nuestra
Madre del Cielo nos acompañará en estos tres años restantes para prepararnos al
“año de gracia del Señor” (Isaías
LXI, 1-2) que tendrá como lema central: “Caminando
en Esperanza”, lo cual, va más allá de un espíritu mundano marcado de
positivismo, va más allá de ocultar pecados e infidelidades, va más allá del
caminar juntos pues hacen lo mismo quienes caen al abismo.
En
Septiembre, mes litúrgicamente Mariano al contener el mayor número de
celebraciones de la Virgen Madre, el Buen Dios ha querido revestir la
naturaleza con el inicio de la estación de la primavera descrita en el Cantar
de los Cantares: “Mira el invierno ha
pasado, ha cesado la lluvia y se ha ido. Han aparecido las flores en la
tierra”. Aquello que Dios no ha dejado de hacer en su creación, es lo que
de modo similar ha hecho por medio de la Virgen.
Como
católicos ¡y orgullosos somos de serlo! llevaremos
el rostro de María a cada persona, a cada familia, a cada institución que con
particular urgencia requiere de esa esperanza con aroma a cielo que anidó en el
corazón de la Virgen, incluso cuando de pie ante la cruz acompañó a Jesús, y no
dejó de dar animo a la Iglesia naciente representada por el alma joven de San
Juan.
¡Que Viva Cristo Rey !
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