TEMA : “UN DIOS CERCANO E ÍNTIMO A NOSOTROS”.
FECHA: HOMILÍA FIESTA ASCENCIÓN DEL SEÑOR / AÑO
2023
En medio de la
celebración de la cincuentena pascual, recordamos en este día la Fiesta de la
Ascensión del Señor, la cual, es una de
las más importantes del Año Litúrgico, porque Nuestro Señor entra a la mansión
del Cielo de una vez para siempre, donde estará sentado a la derecha de Dios
Padre intercediendo ante el Padre por cada uno de nosotros.
¡Se ha ido para quedarse!
Lo que a la mente de los hombres puede resultar contradictorio es posible para
Dios, de tal manera que desde la fe proclamamos que tan real y presente está
junto al Padre como en medio de nuestros altares hechos Eucaristía, como Palabra verdadera proclamada en la Biblia,
como vida en el alma que permanece en gracia.
Nuestro Señor retorna
junto al Padre y deja la misión de extender su obra a cada uno de sus
discípulos. Lo hace con la seguridad puesta en que el Espíritu Santo “capacitará” a los Apóstoles con los
siete de dones: Sabiduría, Inteligencia,
Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y santo Temor de Dios, los cuales permiten
sostener nuestra vida moral haciéndonos receptivos al seguimiento de la voluntad
de Dios.
Durante un breve tiempo
–intenso por cierto- de tres años los apóstoles se prepararon para la misión
que en este día les confiaría Jesús desde lo alto del Monte de la Ascensión:
¡Yo os envío! ¡Id al mundo entero! Para ello, sólo los envió cuando estos lo vieron y reconocieron
resucitado, con expresiones tan llenos de gozo como de fe: “Hemos visto al Señor”, “Ha resucitado realmente”, “Señor mío y Dios
mío”, resultando imposible no vincular esta misión con la venida del
Espíritu Santo que “hace nuevas todas las
cosas”.
Con ello, esa comunidad
formada y enviada por Jesús está revestida de una coraza que le defiende desde lo alto, lo que les hace enfrentar los
ambientes adversos y persecutorios no con la violencia sino con las palabras y
medios que enseñó Jesús tanto por los caminos de Galilea como por los sinuosos
senderos conducentes al Calvario donde no respondió a los golpes, insultos,
desprecios ni traiciones, sino con el bálsamo del perdón y el perfume del
silencio.
Mas, para poder tener un
talante apostólico y misionero al estilo de Jesús se requiere poseer un alma
regada por la gracia y unión con el Señor, lo cual, se fortalece por la oración
y la penitencia. Son estos dos últimos medios –quizás- los que más urgentemente
necesitamos para el apostolado y evangelización en nuestros días, toda vez la
autosuficiencia y el hedonismo hechos cultura mutilan cualquier esfuerzo por
hacer que las almas tengan como prioridad a Dios y sus caminos. ¡Dios no entra
allí donde el hombre está lleno de sí mismo!
Por esto, el testimonio
de vidas comprometidas con Jesucristo, signadas con la verosimilitud de lo realizado
tiene una fuerza apostólica que no sólo
conmueve sino que mueve eficazmente a un
cambio de vida. Es lo hecho por los Apóstoles que bajando del Monte de la
Ascensión, y llenos del Espíritu santo salieron a las calles regadas con la
sangre de Jesús ahora impregnadas con su palabra y ejemplo de vida en plena
sintonía con el Señor. Del encierro temeroso fueron presurosos a las plazas, de
la seguridad de un ambiente conocido al descubrimiento de horizontes
inexplorados.
Podríamos pensar que se
apoyarían en sus fuerzas autónomas, en sus capacidades personales, pero
humanamente no eran líderes ni superhombres. La grandeza de la misión de los
apóstoles fue que se apoyaron en la gracia del Señor, que se dejaron moldear
por el “Escultor del alma” que es el Espíritu
Santo, por lo que sus frutos fueron fecundos.
Hay muchas cosas y
momentos de los cuales hoy podemos dar gracias a nuestros jóvenes misioneros de
Punto Corazón que partirán de regreso a su tierra natal luego de haber servido
un tiempo en nuestras comunidades.
Sin lugar a dudas, nada
se obtendría si no hubiesen tenido en sus corazones el latido eucarístico de la
comunión frecuente, de la oración comunitaria del Breviario y de la adoración
personal, cara a cara ante el Santísimo, sin la lectura espiritual de los
santos y, finalmente sin una sana formación en la tradición y enseñanzas
continuas del Magisterio de la Iglesia.
Para nadie es un misterio
que son menguadas las vocaciones en nuestro tiempo, para la vida consagrada,
para el sacerdocio, para diversos voluntariados. Por lo que, tener a jóvenes
capaces de dar el paso decisivo de intervenir el camino trazado, colocando un
tiempo de servicio y misión, constituye un ejemplo de vida cristiana en
momentos donde las prioridades suelen estar muy lejanas de lo que nos enseña el
Evangelio.
¡Gracias jóvenes por
hacer de nuestras calles un Evangelio! ¡Gracias por llevar esperanza y consuelo
a tantos lugares y personas! ¡Gracias por ese tiempo que hizo de nosotros parte
del vuestro! ¡Gracias por enseñar que hay jóvenes que cruzan océanos sólo por
el interés de dar amistad y cercanía a quienes lo necesitan!
Como los discípulos
enviados por Jesús aquel día de la Ascensión debieron ir a lugares muy lejanos,
ustedes retornan a las tierras lejanas desde donde provienen, sabiendo que
Jesús indicó que aún un simple vaso de agua dado con amor no quedará sin
recompensa, aquello que han hecho en este tiempo cada uno recibirá con creces
aquel “céntuplo” anunciado en los
Evangelios, pues ¡Dios no se deja vencer en generosidad!
El recordado Papa
Benedicto XVI decía en Alemania que “los
verdaderos revolucionarios son los santos”. No necesitamos de los puños
cerrados del egoísmo y la violencia, urge de manos abiertas y generosas, limpias para dar y sostener, para acoger y
guiar.
Es el camino sembrado por
quienes les han precedido, es la senda que ustedes han seguido, y rezaremos
para que por mucho tiempo hayan numerosas nuevas vocaciones de jóvenes
misioneros que surjan para que el Santo Evangelio tenga el frescor de la
caridad de los jóvenes desde una vida santa y virtuosa.
Nuestra Madre del Cielo
será la Madre y Maestra que guíe vuestros pasos y determinaciones, a la vez que
agradecida porque han dado a conocer el nombre de su Hijo y Dios, obtendrá las
gracias que imploren y necesiten.
“Dobry powrót do domu” (dobry pobrut do domu) “Niech cie Bóg
blogoslawi” (Niech chie Bug Buwosuami)
¡Que Viva Cristo Rey!
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