TEMA : “DULCE NOMBRE DE MARIA”.
FECHA:
MES DE MARIA / DIA PRIMERO / AÑO 2023
Una vez más nos reunimos
para celebrar a la Virgen María. Durante un mes completo –diariamente- iremos recorriendo
las denominadas “letanías lauretanas”, que son “súplicas” o “rogativas”
hechas con una denominación o advocación dada a la Madre de Dios. L a Iglesia
ha definido las letanías como “forma de oración a la virgen, recomendada por el Magisterio, que
consiste en una prolongada serie de invocaciones dirigidas a la Virgen, que al
sucederse una a otra de manera uniforme, crean un flujo de oración
caracterizado por una insistente alanza y súplica” (Sagrada
Congregación Culto Divino, año 2002).
El Mes de María es
celebrado en todo el orbe católico en diferentes épocas: en España, Alemania y
Francia se hace durante los meses de mayo y octubre, en tanto que en Chile se
inició como una práctica de piedad al
interior del Pontificio Seminario para lo cual, un sacerdote (Rodolfo Vergara
Antúnez)
compuso dos oraciones que son las que
proclamamos hasta nuestros días, memorizadas por nuestros antepasados y probamente
las recitarán las generaciones futuras. Hacerlo de manera sistemática durante
un mes, encierra la riqueza que tiene un verdadero ejercicio espiritual mariano
inserto en medio de la vorágine de la última parte del año, marcada por el
cansancio y la monotonía, que pueden
afectar la relación y vida cotidiana en el hogar, el trabajo y el Colegio.
Por eso, miramos a la
Virgen María e invocamos su dulce y santo
nombre que un día fue pronunciado por el mismo Jesús, que los ángeles se
arrodillan al sólo oírlo, y el mundo creyente venera con oraciones, procesiones
y cantos. Más de alguien podrá preguntarse ¿será casualidad que sea el nombre
más usado en todo el mundo para nombrar a una mujer?
Sin duda, fueron los padres
de la Virgen –San Joaquín y Santa Ana- quienes luego de su nacimiento le
llevaron al templo a cuatro días de nacida y pusieron el nombre de “María”, por
una especial inspiración recibida del Espíritu de Dios. Porque el Señor todo lo
hace bien, escogió entre todas las mujeres del mundo a la Virgen para ser su
madre, cautivado por su pureza y confianza, más sobre todo por su humildad, por
lo que tampoco fue casualidad el nombre que la Madre del Salvador recibiría.
El nombre de “María” significa: “Señora”, lo que implica la participación en el señorío del mismo
Dios quien le confiere la misión de ser intercesora de todas las gracias que
nos confiere, por ello, la Virgen
participa de modo singular –como nadie más- del poder de Dios hecho
servicio hacia quien lo implora y
necesita.
El poder de la Virgen que
proviene del que le ha sido conferido por Dios, no es por imposición, ni se
apoya en la fuerza, sino que tiene su eficacia por la generosidad, el amor y el
buscar a quien más lo necesita…su poder es un servicio que se nutre con el acto
de ayudar a los demás, en cada una de las necesidades, especialmente, en todo lo que se refiere a la búsqueda, encuentro y vivencia con su Hijo y
Dios.
Recordemos que no hay
mayor carencia ni pobreza que aquella que nace de alejarse de Dios por el
pecado, lo que constituye la raíz de toda otra pobreza, por lo que el primer
interés de la Virgen Santa, más que ser sólo una “solucionadora de problemas materiales” es facilitar el reencuentro de los hijos con
Dios.
En la lengua egipcia el
nombre de la Virgen significa “la
preferida de Dios”, lo que evoca su condición y vocación única de ser la
Madre del Mesías. ¡Nadie más ha recibido esa misión! Sin duda, podemos pensar
en cómo Dios estará atento a las peticiones de la Virgen tal como Jesús estuvo
presto a obedecer las súplicas hechas por su madre en Caná de Galilea, donde
unos novios atribulados fueron testigos del poder de intercesión de la Madre de
Jesús. Como entonces, el señorío de la Virgen se manifiesta –ahora- en un
servicio diligente y humilde, por lo que, podemos confiar plenamente en la
eficacia de auxilio. Habitualmente, con la Virgen María, y con Dios caemos en
la tentación de tener una piedad
interesada, incluso de hacer del Señor Jesús y su Madre como obligados
proveedores de nuestro requerimientos, al punto que obtenido lo implorado
olvidamos el necesario acto de gratitud.
Si en el Cielo los
ángeles y Jesús mismo honran a la Virgen Madre, ¡cómo no hemos de hacerlo
nosotros, simples creaturas necesitadas de su gracia! Por ello, la gratitud
nunca debe faltar al momento de rezar ante la imagen de Nuestra Madre, cuyo
nombre –Dulce y Santo- es “María”, en virtud de su permanente ayuda en bien de
nuestras almas y santidad. ¡Que Viva Cristo Rey!
¡ENSEÑANZA
DE LOS SANTOS SOBRE EL NOMBRE DE MARÏA!
BEATO
RAIMUNDO JORDANO: “No importa lo endurecido y falto de
confianza que pueda estar un corazón, el nombre de esta Virgen Bendita tiene
tanta eficacia que con sólo pronunciarlo ese corazón se ablandará
maravillosamente”.
SAN
METODIO: “”Tu nombre, Oh Madre de Dios, está lleno de gracias
y bendiciones divinas”.
SAN
BUENAVENTURA: “Que tu nombre, Oh María no puede pronunciarse sin traer alguna gracia a aquel que lo
hace con devoción. Permítenos, oh Señora, que a menudo podamos acordarnos de
nombrarte con amor y confianza, ya que esta práctica muestra la posesión de la
gracia divina, o bien es una petición para que la recobremos pronto”.
TOMÁS
DE KEMPIS: “Los demonios temen a la Reina del Cielo a tal punto
que sólo con oír pronunciar su gran nombre, huyen de la persona que lo dice
como si se tratara de fuego ardiente”.
SANTA
BRÍGIDA: “No hay pecador en la tierra, por más apartado que
pueda estar del amor de Dios, del cual el demonio no esté inmediatamente
obligado a huir, si se invoca su sagrado nombre con la determinación de
arrepentirse”.
SAN
EFRÉN: “El nombre de María es la llave de las puertas del
Cielo”.
SAN
GERMANO: “Que el último movimiento de mi lengua sea para
pronunciar el nombre de la Madre de Dios, qué dulce, qué segura es aquella
muerte que está acompañada y protegida por la pronunciación de este nombre, ya
que Dios sólo concede la gracia de invocarlo a aquellos a quienes Él estás por
salvar”.
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