TEMA : “EL
CAMINO ES JESUCRISTO”.
FECHA: DOMINGO
VIGÉSIMO QUINTO / TIEMPO COMÚN / AÑO
2021
Terminado
su viaje por el norte tan rico de milagros y enseñanzas, nuestro Señor ahora
parte hacia Jerusalén. ¿Qué es necesario llevar a ese lugar tan cosmopolita?
La respuesta nos la
entrega hoy el Señor. De los milagros pasamos a la enseñanza de los Apóstoles.
De la natal región de Galilea a la efervescente
y “quisquillosa” Judá… De una región
amistosa irán –ahora- hacia donde será crucificado.
El
verbo usado por San Marcos para hablar que Jesús será “entregado” es “paradidotai” que ya lo utilizó para
describir la muerte de Juan Bautista, para relatar la traición de Judas, y para
describir el papel del Sanedrín judío y la tibieza de Poncio Pilato,
todo lo cual, se inscribe en aquello que
misteriosamente Dios ha permitido por su
libérrima voluntad. Jesús es “entregado” a la cruz por la voluntad de su Padre
y que libremente acepta al decir: “Si es
posible pase de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Sacerdote Jaime Herrera |
Jesús cada vez que habla
de la resurrección lo hace subrayando el misterio de la Cruz, incluso, sobre la realidad de un sepulcro vacío. Debe hacernos
pensar por qué se detiene y rubrica el tema de la Cruz puesque que, “nadie
puede ser mi discípulo si no carga con su cruz de cada día”.
La
frecuente predicación de un “evangelio de
la prosperidad” evita por todos los medios anunciar la realidad de la cruz,
que finalmente no es otra cosa que reconocer que en ella se sacrificó Jesús por
cada uno de nosotros asumiendo que el precio de la salvación fue “la sangre derramada por Cristo” en la
cruz.
Es cierto que no goza hoy
como ayer tampoco de buena prensa hablar de la cruz, porque entonces era, como lo
es hablar hoy, de una guillotina o de
una horca, reservada a los mayores criminales, como algo extraño a la cultura reinante. ¿Qué
impresión nos daría ver a una persona que honra una soga de ahorcado o una
guillotina en miniatura en su cuello? Sin duda, como aquellos griegos que veían
en aquella cruz sólo un motivo de locura o necedad.
La diferencia es que en
la cruz se procura la muerte al fin pero solo luego del cuidado para provocar
el mayor dolor, como dejar morir sufriendo. Muy distinto de la pena de
muerte actual que se obtiene casi “instantáneamente”
es decir, donde la persona aparentemente “no
se da cuente de ello”.
No nos cansemos de
reconocer que la cruz no es algo baladí, sino que tiene una importancia
decisiva porque por ella nos obtuvo la salvación nuestro señor, realidad que se
renueva de manera “substancial” y “real” en cada Santa Misa, donde tenemos
la oportunidad de “revivir” incruentamente lo que cruentamente hizo Jesús en lo
alto del Monte Calvario.
No hay atajos que permitan
esquivar la cruz al momento de procurar ser buenos y verdaderos cristianos. Callar la cruz es
renegar de Cristo. Plantear una vida católica al margen del camino que
Jesús recorrió es ponerse no solo a la vera del camino, sino que implica
recorrer una senda desconocida y contraria a la que el Señor siguió y nos
invita a seguir.
Tan fundamental es esta
realidad que se juega aquí nuestra identidad. No temamos a quienes ven
en la Cruz un escándalo. ¡Lo es! Y ello porque el misterio pasa por descubrir que de ser el muro de una
muerte infranqueable se transforma en un puente que nos permite unir el cielo y
la tierra porque en ella esta pendiente Jesús.
Hoy
se ofrece una pseudo religiosidad con
un Cristo sin cruz, con un Cristo sin sacrificio, con un Cristo sin misa, pretendiendo
que la salvación viene por acuerdos, diálogos, revueltas, caída de fronteras, violencias,
en fin, por cualquier otro medio que no sea ni Jesús ni su cruz. Muchos
católicos la única cruz que vieron en su vida fue la que llevaron el día de su
primera comunión, luego de lo cual, se
dio paso al total olvido del sublime
misterio.
La semana pasada Jesús
hizo dos preguntas a sus discípulos: “¿Qué
dice la gente de mí?” Y, “¿Qué dicen
ustedes de mí?” En el santo Evangelio de hoy nuevamente hace una pregunta: “¿Qué disputabais entre vosotros por el
camino?”.
Eran tan evidentes las
desavenencias entre los discípulos que no quedaban recluidas a la intimidad de
una conversación sino que ya trascendían a discusiones en los caminos que
recorrían. El carácter fuerte de los discípulos queda de manifiesto en las
palabras y acciones, a veces impetuosas que expresaban, ante las cuales llegó a
decir Jesús: “Hombres duros para
entender, ¿hasta cuándo tengo que soportaros?”.
El interés, la ganancia,
la fama, el reconocimiento, que incluirían a los “likes” o “me gusta”
actuales, parecían cegar sus propósitos e intenciones tan generosas al momento
en que Jesús los llamó por primera vez. La preocupación por el poder lleva a
olvidar lo más necesario y a cegarse por lo más espurio, tal como lo hemos
visto hace unas semanas atrás donde para la obtención de un cargo se llegó a
inventar un cáncer, y otros veinte fueron capaces de revivir el sello y
firma de un notario fallecido.
Dejar
a Cristo de lado en el proyecto de vida no es gratuito,
tiene consecuencia a nivel personal y social. Se equivoca gravemente quien piensa que a
Dios le da lo mismo el ver cómo es tratado su Hijo unigénito hoy en nuestra
Patria.
Con
alegría no exenta de sorpresa he visto que las palabras pronunciadas por el
actual arzobispo de Santiago se ha puesto en la vereda de los derechos de Dios
que para el mundo creyente siempre y en toda época resultan irrenunciables,
entre ellos, el matrimonio creado por Dios entre un hombre y una mujer, por el
cual pasa el futuro del mundo, incluida, por cierto, la fresca vitalidad de una
vida gestada, vedada por la misma naturaleza a quien propicia uniones
estériles.
Feligreses Cerro Toro |
De la misma manera el
derecho primario de los padres de familia de elegir libremente la educación de
sus hijos en concordancia a sus valores practicados y a su fe proclamada.
Para ello, el estado debe aplicar el principio de subsidiariedad por medio del
cual vaya en ayuda de la tarea de los padres de familia, pero no como su
sustitución ni menos en su olvido en el derecho de enseñanza. ¡Ayudar no es
sustituir! ¡Ayudar no implica abusar! Una constitución escrita en papel no
tiene la finalidad de cambiar la naturaleza, más bien, ha de reconocer ese orden natural como camino
seguro en el fortalecimiento de la sociedad de la cual la familia es camino de
la iglesia, de una Iglesia en camino.
Este
camino tiene un engaste. Una armazón
que es la virtud de la humildad, que obtiene más seguridades que las que obsecuentemente
reciben quien detenta títulos, cargos, fuerzas, y capacidades. Si Cristo es
nuestro camino las huellas de su seguimiento son precisas, pasan por la cruz,
es decir, el sacrificio voluntariamente
asumido, y por la humildad a la que Jesucristo hoy simboliza icónicamente un
menor. Recordemos que para la sociedad judía de entonces las mujeres y
niños estaban relegados a un plano secundario tanto al interior de hogar como
fuera de él. Por esto, no dejaría de sorprender que (Jesucristo) indicase
“si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos”.
Hace
más de una década veía con preocupación que en el país del Norte la Iglesia apuntase
“las fichas” de su formación a buscar
“líderes católicos”, dictando extensos cursos de formación de liderazgo,
marketing, estadísticas y un sinnúmero de cursos para un estamento selecto
denominado “lideres”. No soy experto en Sagrada Escritura pero tengo certeza
que “líder” es una palabra inhabitual
en toda ella. Jesús no buscó lideres buscó creyentes, Jesús no eligió a los
selectos sino que escogió a los suyos entre los que estaban dispuestos a
moldearse por su gracia, no buscó en modo alguno a los que creían acabada su
conversión sino entre los que se esforzarían por hacerlo hasta la última de las
jornadas en este mundo.
Lo
anterior nos hace ver que cualquier época y lugar es el más propicio para
seguir a Cristo camino a Jerusalén si acaso lo hacemos con la virtud de la
humildad, tan exigua en un tiempo donde el hombre cree ser tan poderoso
como los antiguos albañiles de babel olvidando que sus “alturas” dependen de
arcilla que se difumina y las que alza
Dios están sobre roca firme.
Imploremos
finalmente a la “humilde esclava” del
Señor, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, Reina y Patrona de
Chile, para que nos obtenga del Cielo la
gracia de ser la Patria: Grande, Una, Libre y sobre todo creyente rechazando
–desde ya- cualquier intento de menospreciar, dividir, tiranizar y laicizar el
rincón del mundo que es “copia feliz del
Edén”… “que nos dio por baluarte el Señor”.
¡Que
Viva Cristo Rey! Amén.
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