TEMA : “!ERES VALIOSO A MIS OJOS!” (ISAÍAS
43,4).
FECHA:
HOMILÍA SOLEMNIDAD SANTÍSIMA TRINIDAD / 2024.
Hoy es el día de las
frases cortas e importantes. El Evangelio contiene tres líneas solamente, la
segunda lectura de San Pablo a los Romanos es aún más breve, y la primera lectura
son unos cuantos versículos. En total menos que el relato completo del episodio
de los peregrinos de Emaús, o del relato de la parábola del hijo prodigo.
¿Por qué tan escueta la liturgia
de la Palabra de este domingo? Porque las verdades más sublimes son prístinas y
parecen no requerir mayor explicación, toda vez que la evidencia de lo que es
esencial resulta del todo manifiesto.
Es lo que celebramos hoy
en el día del Señor: La Solemnidad de la Santísima Trinidad: La verdad primera,
que proclamamos en el Credo de los Apóstoles, que aprendemos en el Catecismo de
la Iglesia, y que permanentemente a enseñado la Iglesia como fiel depositaria
de una verdad que no ha sido por la sola inteligencia que ha conocido sino por la
directa revelación venida de lo alto, según leemos en el episodio de la
creación del hombre.
Dios mismo ha querido
dejar explicitado que es comunidad de vida eterna y todopoderosa, de tal manera
que existe siempre y hace de su obra creada un destello de su amor por lo que
sólo podemos decir, al contemplar las grandezas del universo que “todo
lo hecho es bueno”. Dios no hace basura, esta es consecuencia del pecado en
la vida del hombre que ensucia con persistencia lo que está de suyo hecho para
mantener una relación de amistad con su Creador.
Los niños tiene una capacidad de soñar una vida siempre
mejor, los niños tienen una pureza que fue reconocida por el mismo Cristo, los
niños se saben pertenecientes al lado positivo de la balanza por lo que les
resulta como “connatural” el procurar ver y hacer el bien, tal como Teresita
del Niño Jesús solía repetir con insistencia: “Allí donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor”.
El niño tiene esa
resistencia a claudicar a la hora de hacer el bien a los demás, un niño
habitualmente actuará de manera desinteresada para ayudar a quien más lo
necesita, por esto, Jesús los alzó como ejemplo de vida moral al afirmar: “De los que son como ellos es el Reino de
Dios”, lo que no apuntaba sólo a una promesa a ser cumplida en la
Bienaventuranza eterna, sino ya a dar muestra del Reino de Dios iniciado, en lo
que vivimos cotidianamente.
Como Sacerdote Capellán en
los Colegios me toca frecuentemente administrar el sacramento de la confesión
y, ahí puedo percibir que cuando uno les
dice a los niños, al momento de cumplir la penitencia, “ahora
colocamos las manos juntas para orar”, ellos cierran los ojos y con toda
piedad imploran confiados en la bondad de un Dios que les perdona realmente,
con lo cual, vemos que los niños nos
enseñan la claridad de las relaciones con Dios por la piedad, y con el prójimo
por la caridad.
El actual Obispo de Roma
en la invitación a celebrar la Primera Jornada Mundial de los Niños –como
aquella iniciada en 1985 por el Papa Juan Pablo II con los jóvenes- les dijo,
luego de enumerar una serie de virtudes propias de la infancia, una frase muy
hermosa: “! Yo también espero aprender de
vosotros!”, como han procurado hacer tantos niños santos en el pasado, como
más cercanamente en el tiempo no nos han faltado aquellas vidas ejemplares de
los mejores hijos de la Iglesia en el amanecer de sus vidas.
El himno entonado en esta
primera Jornada Mundial de la Niñez en una de sus estrofas dice: “Somos la alegría y la esperanza. Somos la
novedad del mundo. Traemos nuestro canto de paz y una sonrisa para los que ya
no la tienen”. ¡Todo un programa de vida! para nuestros niños, llamados a
ser el centro de nuestras prioridades, de nuestras intenciones y programas, más
allá de ser una simple consigna temporal: Los niños deben estar en primer lugar
porque son el futuro del mundo y de la Iglesia.
La alegría de los niños
va más allá de ser un sentimiento pasajero, que se tiene por un rato y luego se
pasa. La verdadera alegría del cristiano tiene gran sintonía con la virtud de la fe: No está
encerrada sólo en los momentos favorables, sino que puede mantenerse y ser
descubierta en medio de las mayores adversidades, por eso, la alegría no es una moda, que suele ser sólo
un recuerdo luego del paso de una temporada…La fe es resiente ante la
adversidad, y la verdadera alegría lo es ante las calamidades exteriores e
interiores.
Muchas veces, los padres
al llegar a casa cansados luego de una agobiante jornada laboral, descubren en
la gracia y chispeza de los niños
(sus hijos) que los males se “evaporan” tras una simple sonrisa. La irrupción de los
niños en la vida pública de Jesucristo siempre fue en momentos donde merodeaban
los rostros severos y los seños fruncidos.
Así por ejemplo, cuando
los Doce Apóstoles discutían sobre quién sería el más importante en el Reino de
Dios, y cada uno sacaba a relucir lo que habían hecho por Jesús, lo que habían
dejado por seguirle, lo que cada uno poseía y sobresalía del resto es en ese
preciso momento cuando el Señor coloca a un menor en medio de ellos y les dice: “De los que son como ellos es el Reino de los cielos”.
En el Santo Evangelio
Jesús nos enseña que el criterio esencial para ser grande es hacerse pequeño,
doblegando la lógica ilógica del mundo al ámbito de lo necio, surgiendo de
inmediato una pregunta: “¿De qué le sirve
al hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”. ¡Mal negocio es
invertir todo por una simple bagatela, como lo es –también- el acto de
desperdiciar una eternidad por un instante!
Por esto, diremos que “servir es reinar” según lo cual, quien si vive para servir, si sirve para
vivir, y en este ámbito se ubican
nuestros niños, a los que la Iglesia en el mundo entero no deja de reconocer
sus virtudes y de enviar a ser testigos de la alegría de quienes creen en Dios,
que no permanece alejado y ajeno a nuestra vida sino, que se ha mostrado como
cercano, al punto de hacerse en todo semejante
nosotros menos en el pecado, siendo “tan
Dios y tan hombre a la vez”.
“Yo
estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”: Con
esta frase cierra Jesús sus palabras, lo cual nos revela en su mayor plenitud a un Dios que no juega a las encendidas con
quien le busca con sinceridad, que no se oculta ante la pureza y avidez de
quien procura mantener un alma de niño
confiando en Dios –especialmente- en aquellos momentos que se nos presentan
cuesta arriba.
Sin duda, recuerdo aquel
estribillo de un conocido cantautor de la Madre Patria, que decía: ¡Vamos
subiendo mi cuesta que arriba mi calle se vistió de fiesta! El corazón del
creyente comprende que a pesar de lo escarpado de las dificultades que se
puedan presentar Dios no cansa, Dios no agobia, Dios no oprime, por el
contrario: Infunde una fuerza nueva a los debilitados, clarifica con un
permanente amanecer a quien vive en la incertidumbre y, como enseñaba el gran
Papa Benedicto XVI: “Dios nunca es rival de
nuestra libertad sino que es su primer garante”. A la Virgen María: Hija
del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo imploramos, en la
Solemnidad de la Santísima Trinidad por la santidad, por la fe y por la caridad
de los niños en el mundo entero que hoy celebran su Primera Jornada Mundial. ¡Que
Viva Cristo Rey!
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