martes, 11 de diciembre de 2018

A TIEMPOS MALOS, ALMAS SANTAS


“A TIEMPOS MALOS, ALMAS SANTAS”.
FECHA: HOMILIA PRIMERA COMUNIÓN 2018  /  PUERTO CLARO

La vida de todo católico se ve exigida por dos realidades, cuya rivalidad resulta evidente y no admite tregua alguna: Dios y la gracia frente al pecado y el demonio. Muchas veces hemos visto en las caricaturas y dibujos animados como “Los Picapiedra” que sobre el personaje animado –en ocasiones- se representan dos imágenes que uno suele ser un “ángel bueno “y otro un “ángel malo”, según lo cual emergen las buenas o las malas intenciones. Lo que aparece en la ficción de una serie de dibujos animados adquiere un realismo dramático en la vida de cada persona al constatar que los buenos propósitos e intenciones con frecuencia se ven mutilados ante la irrupción del mal. El mismo Apóstol San Pablo escribió: “Lo bueno que quiero hacer no hago, y el mal que quiero evitar sui hago…¿Qué es esto?” Luego será el mismo que dará la respuesta: “Es la concupiscencia”, aquella tendencia al mal que es consecuencia del pecado original, cuya culpa fue borrada en el bautismo más cuyas consecuencias perduran a lo largo de toda nuestra vida terrena.

El mal se vence con el bien. Durante este año, que se inició con la esperanza depositada en la visita a Chile del actual Romano Pontífice a nuestra Patria, a poco andar del comienzo del Año Eucarístico, las nubes del pecado de algunos consagrados pareció eclipsar el gozo, la esperanza y la vitalidad, de un número significativo de feligreses, cuyas certezas y quereres se vieron profundamente afectados…!Tanto tiempo apoyados en organigramas, pastorales, y metodologías, que como castillo de naipes se derrumbaron estrepitosamente! 1La vía a la chilena de la Babel eclesiástica del siglo XX cayó ante los ojos del mundo entero!
En medio de todo ello, vuestros padres optaron por participar junto a ustedes niños en la preparación de la Primera Comunión, en instancias donde la suspicacia, la desconfianza y las miradas reduccionistas a la fe imperaban, no vacilaron un momento en decir a Cristo y a su Iglesia: “Aquí estamos, Señor para hacer tu voluntad”, revirtiendo las huellas de la miseria humana con el bálsamo poderoso de la gracia venida de  lo alto. En estos meses comprendieron que el amor siempre puede más, que el amor es más fuerte, porque Dios es fiel a sus promesas y permanece a nuestro lado para siempre.



Por esto, la Biblia nos dice que “evitemos el mal y hagamos el bien”, lo que implica vivir hoy al “modo católico”. Así lo dijo San Alberto Hurtado: “Esta muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien”, lo que en el caso de ustedes niños exige, a partir de este día, un cambio de vida que han de procurar mantenerlo con el mismo fervor, el mismo ímpetu, la misma pureza, que lo hacen hoy.

El fervor es expresión de la fe profesada: En este tiempo han asistido todos los domingos a la Santa Misa, y a lo largo de la semana se han esforzado por dedicar un tiempo a rezar por ustedes y por el mundo entero. En la catequesis recibida han conocido la vida de los patriarcas, profetas del Antiguo Testamento que anunciaron la venida del Señor…”que nacería de una Virgen Madre”…”que provendría de la estirpe del Rey David”…”que nacería en Belén”…”que su llegada estaría anunciada por una estrella”…todo lo cual se cumplió con el nacimiento de Jesucristo.


Por otra parte, por medio de la virtud de la piedad han experimentado que el corazón se dilata de amor y confianza en Dios, lo cual invita, y aún más nos exige, darlo a conocer a todos los que están a nuestro alrededor, habida consideración que es bueno que lo bueno se comunique, y no hay mayor bien que amar y ser amado por Dios.
La primacía del amor de Dios implica que el esforzarse por cumplir su voluntad abarque todo lo que somos y tenemos, de tal manera que su presencia en nuestra vida no sea un simple adorno, una valiosa antigüedad, o un accesorio utilizable según las particulares conveniencias. ¡Para tantas personas hoy Jesús no es más que un adorno social en decadencia o una ayuda pasajera prescindible!


No es así para ustedes y sus familias, quienes gradualmente han ido descubriendo la riqueza que implica conocer a Cristo y su Iglesia, teniendo presente que es el Señor quien nos ha buscado, es el Señor que ha dado el primer paso, es el Señor el que nos ha elegido. Por medio del fervor y la virtud de la piedad respondemos a este amor de Dios…toda vez que “amor con amor se paga”.
Conocer a Cristo: Nada resulta más atrayente para un creyente que esforzarse por imitar el estilo de vida de Jesús: sus criterios, pensamientos, deseos y querer, a la vez que el acto de compartir los indecibles dolores, incomprensiones y sufrimientos que padeció. Sólo quien conoce a Cristo podrá vivir como Cristo.


Amar a Cristo: Sabemos que sólo sea ama lo que se conoce. Por tanto, el saber más sobre Cristo nos conduce a tratarle con amor, que como todo amor verdadero tiene implicancias precisas: La exclusividad, da dar privilegio a estar con él, asumiendo que el día domingo y fiestas de guardar lo primero que haremos es ver el horario de ir a Misa completa, sólo después de ello vendrán otros compromisos. Ningún estudio, ninguna tarea, ningún partido de futbol, ningún cumpleaños,  ningún paseo, ninguna visita puede ser justificativo valido para quebrantar nuestra asistencia a cada Santa Misa en domingo y fiesta de guardar tal como son: el quince de agosto, primero de noviembre, ocho de diciembre y veinticinco de diciembre.
     


El amor a Cristo va de nuestro encuentro en cada misa para ir a los lugares donde el Señor quiera llegar por medio nuestro, Ustedes niños recuerden hoy aquella antigua oración que apunta a asumir nuestro apostolado en toda época: “Cristo no tiene manos, sólo tiene nuestras manos para realizar hoy su trabajo, Cristo no tiene pies, sólo tiene nuestros pies para guiar a los hombres en sus caminos; Cristo no tiene labios, sólo tiene nuestros labios  para hablar de Él a los hombres de hoy…Somos la única biblia que los hombres leen hoy…somos el mensaje de Dios escrito en obras y palabras”.
Vivir con Cristo: Lo que importa para dar a conocer a Cristo a los demás es amar a Cristo más que los demás, sólo así con la confianza puesta totalmente en Dios no como posibilidad,  sino en cuanto certeza, podrán contagiar virtuosamente a sus amigos recordado que el mejor apóstol de un niño es un niño, el mejor apóstol de un joven es otro joven. Por tanto, no crean en aquellos que afirman que hoy son muy pequeños para hablar de la fe a los demás, no se dejen cautivar en el futuro como jóvenes con la fantasía que invita a vivir un recreo en la vida de creyentes.


En las cosas del amor a Dios y de la verdad, mientras antes mejor, por esto,  desde el año 1910 la Iglesia, bajo la invitación del recordado Papa San Pío X (Quam Singulari), invita a los niños desde la más tierna edad a recibir a Jesús Sacramentado, que es el tesoro más preciado de nuestra Iglesia, hacia la cual se ha de encaminar y desde la cual de nacer toda virtualidad, todo apostolado, y toda vida espiritual. Entendamos con claridad: ¡Sin Eucaristía, no hay presencia real de Cristo en el mundo!  Ya se puede hablar de Jesús, ya se puede actuar como Jesús, pero recibirlo hoy en la Hostia santa es algo que ni los ángeles del Cielo pueden hacerlo, y….. toda una gracia que conlleva una responsabilidad.

Ustedes llevan una sencilla cruz de madera puesta a la altura de vuestro corazón. Les confieso que aun guardo aquella cruz que recibí un día 23 de octubre hace cuarenta y cinco años atrás…Ese día como cada uno de ustedes “me acerqué al altar de Dios, el Dios de mi alegría”, prometiendo que allí donde nadie lo quisiera, allí estaría; que allí donde estuviera postergado, yo lo ensalzaría, que allí donde fuese abandonado yo lo acompañaría.
En aquel hermoso día de Cristo Rey en que hice la Primera Comunión tuve la convicción que el haber conocido a Cristo, el haber amado a Cristo, me llevaría a procurar vivir como Cristo, de manera especial en la consagración perpetua como su sacerdote. Les confieso, como muchos lo pueden intuir, que para estar con Cristo en la Santa Misa, que para darlo a conocer como catequista desde los trece años en las poblaciones altas de la Ciudad Jardín nunca me interesó un ápice lo que otros pensaban,  decían, o hacían, sino que para mí lo fundamental era hacer lo que Dios quería.


Queridos hermanos: El año de preparación de mí Primera comunión en el mundo se decía entonces “Dios ha muerto”, “la libertad es libre”, en tanto que  al interior de nuestra Patria se venían viviendo  años de honda división y cruda violencia. Ustedes, en este día reciben la Primera Comunión, se han preparado en el año más difícil de toda la historia de la Iglesia y en medio de una sociedad cada vez más paganizada, en donde ya se habla de estar insertos en el germen de la apostasía general anunciada en el libro del Apocalipsis.
No duden un segundo en prometer ser fieles a Cristo, implorando que les conceda la gracia de la perseverancia final, cobijados junto a Jesús Sacramentado. Estoy seguro, que entre ustedes no faltarán almas generosas que aun en medio de múltiples vaivenes en la vida social y eclesial, opten por una consagración perpetua como sacerdotes y religiosas, y puedan decir que una vida entregada totalmente a Cristo es la que más y mejor vale la pena vivirla.
El Santo Rosario que está en vuestras manos implica mirar la vida de Cristo desde los ojos de la Virgen María. A Ella hoy la honramos como la Inmaculada, que fue concebida sin el pecado original y constituida como la llena de gracia, que nada niega al que con fe le implora.
¡Que Viva Cristo Rey!

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