viernes, 2 de agosto de 2024

 TEMA  :   “COMPETÍ, LLEGUE A LA META, Y CONSERVÉ LA FE”

FECHA:   HOMILÍA  ANIVERSARIO  SAINT  PETER’S  /  2024

En poco menos de un mes, la denominada Ciudad de la Luz -París- se verá inundada de deportistas provenientes de todo el mundo para dar inicio a las olimpiadas. Por largos años los deportistas de múltiples disciplinas competirán para obtener la victoria y la posibilidad de romper una marca mundial.

¿llegará cualquier persona a esa competencia? La respuesta es obvia: sólo los que clasificaron para ello, es decir, obtuvieron un rendimiento sobresaliente en cada una de las naciones que representan.

La segunda lectura de este día, nos habla de la comparación que hace San Pablo, con una “carrera”: He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe”. Desmenucemos esta frase del Apóstol de los gentiles, y descubriremos una verdadera pedagogía para alcanzar la santidad.

“He competido en la noble competición”: Como aquel apóstol hubo muchos israelitas que tuvieron la oportunidad de conocer y aceptar a Jesús como el Mesías esperado, como San Pablo hubo muchos jóvenes que un poco antes y después que él, realizaron estudios serios de la escritura que se impartía en una de las mas prestigiosas escuelas rabínicas de la época. ¿Dónde está la diferencia? ¿Por qué sólo él acogió a Jesucristo en su vida al punto de ofrecerla voluntariamente por profesar a Cristo muerto y resucitado?

La gracia dada por Dios, tanto a San Pablo como a San Pedro fue por libre elección de Dios, no fue por sus talentos capacidades o conocimientos. Con toda seguridad hubo quienes respecto de religión sabían mas y sabían menos que ambos, pero Dios puso su mirada en ellos y les concedió la gracia no sólo para competir, sino para hacerlo de manera noble. Esa gracia es participación en la vida divina, la cual, se recibe desde el sacramento del bautismo.

El lema de nuestro colegio es de origen romano: “Labor Omnia vincit” es de un texto de Virgilio que hace hincapié en el esfuerzo personal para obtener con el trabajo bien hecho un logro imperecedero. 

 

 

 

En el refranero popular diremos que aquellas cosas que mas valen son las que mas cuestan lograr, y es algo que experimentamos con frecuencia, cuando  buscamos algo grande como es un primer lugar en ámbito deportivo, una virtud moral o teologal por practicar mas permanentemente, una meta de comprarnos algo valioso que requiere de privaciones durante un tiempo, en fin,  sólo quien alguna vez se esforzado por llegar a un primer lugar, por mejorar sus calificaciones, por dar un mejor bienestar a los suyos, sabe que la mejor competencia se da al interior del corazón que por medio de la gracia recibida de Dios se encamina a dar la batalla  por algo, se encamina a competir mas que con otros, a hacerlo consigo mismo en el plano de la virtudes.

Aquí encontramos algunas palabras poco usadas hoy: sacrificio, esfuerzo, dedicación, y responsabilidad. Todas ellas encierran una realidad muy precisa: Asumir en primera persona nuestros deberes cotidianos, los cuales -para un creyente- tienen como un “aroma” de Dios, y de los atributos que le son propios: bondad, belleza, perpetuidad, y perfección.

De ese aroma debemos esforzarlos por hacer bien nuestro trabajo, el que para un alumno implica el estudio con todo lo que implica: A veces se nos puede hacer cuesta arriba por su creciente dificultad, en otras, a causa de nuestra negligencia los resultados pueden ser discretos, pueden darse desencuentros personales y familiares que mantengan distraída nuestra necesaria dedicación, esto conlleva cierto cansancio, aburrimiento, y hasta molestia.

Frente a ello, San Juan de la Cruz solía repetir: “Dios no cansa, Dios no aburre”, lo cual, con su presencia implorada en la oración, nos permite descubrir una novedad en lo monótono, nos permite llenar de fantasía lo que parece irrevocable, nos faculta en encender los prístinos ideales eclipsados por la tibieza.

Doce años de escolaridad primaria y secundaria, sin contar los tres años de prebásica, pueden sonar mucho tiempo cuando formamos parte de ellos, mas cuando hemos egresado nos parece un tiempo breve aquel período de colegio.

Para toda época de nuestra vida, convendrá practicar lo que un santo contemporáneo repetía con frecuencia: “Hacer de manera extraordinaria, lo ordinario de cada día”, procurando hacer percibir por medio del apostolado y testimonio personal que hay un algo de Dios en las realidades mas sencillas, simples y breves de nuestra vida.

 

 

Así lo han entendido los Santos a lo largo de dos milenios, entre los cuales destaca nuestro Patrono San Pedro Apóstol, el cual, debió vencer las múltiples tentaciones que sobrevenían con las armas de la generosidad y la fe, que le permitieron ir cambiando su manera de vivir al modo humano de sus gustos e instintos, mutando por la gracia y perseverancia, al modo de Dios, develando con mayor nitidez que fuimos creados “a imagen y semejanza de Dios”.

“He llegado a la meta”: Nuestro Colegio cumple ciento seis años. Entre las generaciones encontraremos un sinfín de oficios y profesiones que cada uno de ellos ha ejercido siguiendo una vocación específica, entre los cuales anualmente recordamos cada seis de junio, a cuantos escucharon el llamado de Jesús: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los suyos”. La pétrea placa en el acceso del Colegio incluye el nombre de cada, y una frase que está -igualmente- replicada en el más antiguo reloj de nuestro Colegio: “Yo soy la resurrección y la vida”.

Los héroes de la fe que son los Santos que con certeza “han llegado a la meta”, Por lo que una vez mas diremos: ¡Cielo perdido, todo perdido, Cielo ganado, todo ganado!. Sin duda,  nuestra misión en el ámbito de la educación no sólo incluye sino que privilegia con “determinada determinación” (Santa Teresa de Ávila), la formación religiosa y valórica lo cual, implica que el objetivo central de todo el proceso educativo apunta a alcanzar la meta no sólo de una humana realización personal, ni sólo de un éxito en mundo laboral y profesional, sino en procurar que lleguen a la meta que es ser reconocidos y convocados por Jesús: “Ven, Bendito de mi Padre al lugar preparado para ti desde toda la eternidad”.

Finalmente, dice el Apóstol: “He conservado la fe”. Estas palabras las expresa con la certeza de estar próximo a ser condenado a muerte…por un instante, luego la eternidad. Converso desde el judaísmo más radical, pasó de ser perseguidor a seguidor de Cristo demostrando con las obras de su nueva vida que el Señor había cambiado su corazón con la gracia venida de lo alto.

Antes de conocer a Jesucristo estaba lleno de revanchismo, de un malsano espíritu violentista, el egoísmo le había llevado a ensimismarse prescindiendo de los demás. Sólo desde que Jesús se presentó ante Él, la vida de San Pablo cambió como la del pescador de Cafarnaúm como fue nuestro Patrono. Dedicaron el resto de su vida a servir al Señor buscando vivir al modo de Dios, lo cual, fue el más necesario y mejor camino para buscar el bien de quienes estaban junto a ellos.

¡Que Viva Cristo Rey!













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