domingo, 25 de agosto de 2024

 TEMA  :    “LO TOMAS  O LO DEJAS!”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO XXI° TIEMPO COMÚN / AGOSTO / 2024.

Hoy culminamos las tres semanas en que hemos meditado el discurso más extenso pronunciado por el Señor denominado “El Pan de Vida”, donde Jesús reiteradamente habla de poder tener vida en abundancia recibiéndolo a Él con frecuencia. Al culminar, después de tantas afirmaciones, argumentaciones y palabras, humanamente podríamos pensar que dado quien las pronunció,  todos estarían de acuerdo…pero, no fue así, y todo indica que fue un pequeño resto el que permaneció fiel al Señor puesto que sentencia San Juan que a partir de este hecho “muchos decidieron abandonarle” (VI, 67).

Para un israelita resultaba absurdo aceptar la sola idea de “Comer carne humana” y beber “sangre” tal como eran las palabras literales de Jesús aquel día en Cafarnaúm. De hecho, la historia nos recuerda que la causa de los primeros cuestionamientos y ulteriores persecuciones a los cristianaos se dio porque eran acusados de “antropofagia”. El tema aparece en la historia en algunas épocas con mayor a menor fuerza, así en 1537 Francisco de Vitoria, autor del tema de la Guerra justa hizo un documento sobre la templanza donde trata el tema, al igual que durante la primera época de la evangelización de América iniciada en 1492 los misioneros verificaron en no pocos lugares se practicaba especialmente en la cultura Azteca donde sacrificaban 30.000 personas al año.

El tema que produce sobresalto hoy, también lo era en tiempos de Jesús por que el rechazo, sorpresa y mofa de la muchedumbre no era ajena a la mentalidad de aquellos años. Mas Jesús apunta a la institución de la Santa Misa, en la cual, Él se ofrece como “pan de vida” y “derrama su sangre para el perdón de los pecados”. No anuncia un sacrifico simbólico, no anuncia una presencia aparente, y esto queda claro de inmediato, para todos los que parten, que son los más, y para quienes se quedan junto a Él, que son los menos.

Asumir las palabras de Jesús no es tarea tan simple, requiere del don de la fe que nos permite ver con mayor nitidez aquello que nuestra vista observa, nos faculta comprender con mayor certeza lo que nuestra razón argumenta, por tanto, “comprender” lo dicho hoy por el Señor sólo puede ser asumido desde la realidad de un creyente.

A esto apunta el último versículo: “Nosotros creemos y sabemos que eres el Santo de Dios” (San Juan VI, 69).  Los Apóstoles entendieron que lo que Jesús dijo iba más allá de su humana comprensión, lo que no se ubica en lo irracional sino en lo trascendente y sublime. Por esto, en 1980, los primeros meses de su pontificado el Papa Juan Pablo II envió una Carta Apostólica a todos los obispos del mundo sobre la importancia de la Eucaristía bien celebrada en la Iglesia, que tituló “Inaestimabile Donum” (3 abril 1980), que significa un regalo tan valioso que no puede ser estimado como corresponde. ¿Quién no ha enmudecido ante un regalo?

Con frecuencia en la vida pastoral de la Iglesia los sacerdotes solemos escuchar de parte de algunos fieles que acceden o difieren a la recepción de un sacramento en la medida de su capacidad de entendimiento, lo cual, en el caso de la Santa Misa resultará en todo momento infructuoso, porque es una realidad que nos permite “tomar un trozo del Cielo” en expresión de Santa Teresa de Jesús de Los Andes. Siguiendo en esta línea cómo no recordar lo que San Pablo enseña respecto de la vida junto a Dios en el Cielo: “Ningún ojo a visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente ha imaginado, lo que Dios tiene preparado a quienes le son fieles” (1 Corintios II, 9).

Jesús nos invita a estar con Él: En la Eucaristía Jesús que tenía poder para hacer milagros realiza el mayor de los prodigios cual es, hacerse presente de manera “real y substancial” en las especies eucarísticas que aparentan el pan y el vino ya transformados en su Cuerpo y Sangre de Cristo.

En cada Santa Misa se renueva el sacrificio de Jesús en el Calvario, por lo que al comulgar tomamos a Cristo, que es el precio de nuestra redención. Por lo que nada hay más importante ni nada mejor que podamos hacer para estar con Jesús, verdadero Dios y hombre a la vez, que comulgar bien dispuestos en cada celebración eucarística.

Lo anterior, es consecuencia de la voluntad de Dios que ha dispuesto este camino para poder acercarnos a Él, por lo que durante nuestra vida tenemos la oportunidad de participar de la vida divina en Jesús presente en cada Santa Misa. Si nos abisma pensar en un Dios que asume la condición humana, ¿cuánto no ha de hacerlo el que ese Dios hecho hombre quede presente en medio nuestro en apariencia de pan y vino?.

Cantemos al amor de los amores: Con estas palabras que son el inicio del himno del Congreso  Eucarístico Internacional en Madrid el 1934, recordamos el poema escrito en la Edad de Oro de la Espiritualidad en la Madre Patria, fundado en el Cantar de los Cantares para reconocer a Jesucristo como el amor supremo, a quien y de quien emerge y converge toda la vida espiritual y apostólica  nuestra y de la Iglesia. La comunidad eclesial se forma y fortalece en la Santa Misa por lo que cualquier iniciativa que prescinda de la centralidad eucarística en su piedad terminará irremediablemente fracasando.

Fraternidad para salvar al mundo: En unas semanas se dará inicio al LIII° Congreso Eucarístico Internacional a realizarse en Ecuador. Aquel país no fue elegido al azar, sino por su arraigada devoción a Jesús Sacramentado manifestada en la belleza única de sus templos e imágenes religiosas. Se ha destacado -igualmente- su original condición geográfica que esta junto en la mitad del mundo, en el centro, lo cual permite destacar la Eucaristía en el centro de la vida del creyente, y a Cristo como el centro de nuestra sociedad.

No es casualidad que en  esas tierras el martirio de un católico ejemplar regase la fe de los creyentes, tal como aconteció un día seis de agosto de 1875, cuando el entonces presidente de Ecuador Gabriel García Moreno acudió a la Santa Misa diaria como era su costumbre y a la salida fue atacado por varias personas que lo apuñalaron reiteradamente, ante lo cual el se negó a defender, agonizando a los pies del Santísimo y proclamando una consigna,  que es un verdadero plan de vida, y particularmente necesario para nuestro tiempo: “!Dios no muere!”.

Ya lo dijo Jesús: “No teman a quien les puede quitar la vida, teman a los que puedan afectar vuestra alma y enviarla al infierno” (San Lucas XII, 5). Desde el centro geográfico del mundo, emerge en los días venideros una invitación desde Jesús sacramentado a estrechar los vínculos del espíritu fraterno, pues si adoramos al mismo Cristo el mayor signo de veracidad al apostolado será la vida fraterna al “estilo” de lo que Jesús nos ha invitado…”En esto reconocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros como yo os he amado” (San Juan XIII, 35).

¡Pues, Que Viva Cristo Rey!












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