martes, 1 de octubre de 2024
lunes, 30 de septiembre de 2024
VIA CRUCIS SACERDOTE MÁRTIR CRISTERO 1927
I. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Contempla, alma mía, a tu divino
Redentor en el Pretorio. Es crudelísimamente azotado, coronado con agudas
espinas, burlado y sentenciado a muerte. Jesús todo lo sufre por ti en silencio
y con amor infinito. Vuelve ahora tu mirada al Sagrario. Considera el silencio
de Jesús y el amor sin medida que te tiene, no obstante que con tus
irreverencias, pensamientos malos, afectos pecaminosos y demás crímenes, de
continuo lo azotas, escarneces, coronas con bárbara crueldad y sentencias a
muerte.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra pasión! Vos inocentísimo, y yo el
abominable reo que merece sentencia de muerte eterna.... Pero no la deis contra
quien tanto os ha costado; os prometo no más pecar, imitaros en vuestro
silencio en medio de mis penas y volveros amor por amor. Madre llena de dolor…
Jesús mío, misericordia. Las almas de los fieles difuntos, por la misericordia
de Dios, descansen en paz. Así sea.
II. JESÚS SE ABRAZA CON LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús es cargado con la
pesadísima cruz de tus iniquidades. Con qué alegría, con cuánto amor la recibe,
la abraza, la estrecha contra su divino Corazón y la lleva por ti. También en
el Sagrario, ¡qué cruces tan pesadas cargas sobre Jesús! tus frialdades,
ultrajes y tal vez sacrilegios. Y Jesús abraza estas cruces con amor infinito y
las aceptaría aún más pesadas con tal de ganarte, alma mía.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Es cierto que os he cargado con las cruces de mis iniquidades; pero yo os prometo aliviaros con mi respeto, alabanzas, al amor y reparaciones a Vos en el Sagrario, y con la aceptación amorosa de todas las cruces que os dignéis mandarme. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
III. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús cae por primera vez bajo el
peso de la cruz. Tu Salvador yace por tierra; su rostro divino, encanto de los
cielos, confundido con el asqueroso polvo. A Jesús en la Eucaristía no le
faltan mortales caídas. Muchas veces habrá tenido que descender, por fuerza de
la obediencia a sus ministros; a ti, mal dispuesto a recibirle. Jesús se ha
visto entonces obligado a unir su Corazón Santísimo contigo, tierra sucia y
hedionda, charca de vicios. ¡Qué humillación, qué caída, qué amor de Jesús!
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Cómo me angustio, Dueño mío, al considerar vuestra caída bajo el peso de la Cruz y las incontables que habéis sufrido, con tanta paciencia, viniendo sacramentado a mi corazón. Perdonadme, Señor, y ya me apresuro a levantaros con mi arrepentimiento y a consolaros con el firme propósito de jamás acercarme a la Mesa de los Ángeles sin una fervorosa y digna preparación. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
IV. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE
BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ
REDIMISTE AL MUNDO.
María encuentra al Hijo de sus
entrañas en la calle de la amargura. ¿Cómo lo ve? Sangre, lodo y esputos velan
su encantadora Faz. Agudas espinas ciñen sus sienes; su cuerpo es una fuente de
sangre. La Madre sufre el más cruel de los martirios, contemplando de esta
suerte a su Hijo Divino. El Sagrario es frecuentemente calle de amargura para
María; ahí contempla a su Jesús de nuevo perseguido, llagado, agonizante por
los crímenes de sus mismos hijos.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Virgen dolorosa y Madre tiernísima, cese vuestro llanto, cese vuestra agonía. El verdadero culpable y verdugo, así como de Jesús, os ofrece sus lágrimas y su dolor, y os promete no olvidar vuestras penas, amaros con todo el corazón y, unido a Vos, amar sin medida a vuestro Hijo en la Eucaristía. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
V. EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A
CARGAR CON LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Los sayones obligaron al Cirineo
a llevar la Cruz del moribundo Salvador, no porque la compasión los moviera a
ello, sino para tener el infernal capricho de contemplarlo crucificado en el
Gólgota. Desde el Tabernáculo, Jesús está continuamente pidiendo un Cirineo que
lo consuele y repare con amor y servicio las ingratitudes de sus hijos. «¿No
habrá un alma que quiera sacrificarse por mí? Busco una víctima para mi
Corazón, ¿dónde la hallaré?
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Si hasta ahora he sido vuestra cruz, de hoy para siempre seré vuestro Cirineo; he oído vuestras angustias quejas y me determinan a deciros desde lo íntimo de mi alma: «Yo quiero sacrificarme por Vos, víctima vuestra quiero ser; dadme vuestra cruz, dadme vuestro amor, nada más os pido». Madre llena de dolor..... Jesús mío, misericordia..... Las almas de los fieles difuntos......
VI. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO
DE JESÚS.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
La Verónica enjuga con su velo el
rostro de Jesús. No la retraen de acto tan piadoso, la ferocidad de los
verdugos ni el temor de aparecer ella sola como la única que no se avergüenza
del divino Sentenciado a la muerte en cruz. Aunque pocas, no faltan almas
abrasadas de amor por la Eucaristía; almas que, hollando el infierno, el
funesto «qué dirán» del mundo y su propia flaqueza, tienen su morada en el
Sagrario y ahí, como otras Verónicas, dulcifican las amarguras de Jesús con sus
constantes reparaciones. Alma mía, ¿no envidias morada y ocupación tan santas?
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Bien conocéis y sufrís hondamente mi debilidad y bajeza al obrar a impulsos de mis pasiones y del respeto humano. ¡Cuántas veces, a la sombra de qué dirán, os he abandonado y he renegado de Vos! ¿Qué hacer ahora? Venceré mis pasiones, pisotearé el respeto humano y viviré mis pasiones, pisotearé el respeto humano y viviré con Vos en el Sagrario. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
VII. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús cae por segunda vez en
tierra. Sus dolores son más intensos que en su primera caída. Con qué
dificultad se levanta; le falta el alimento. Y a medida que decrece su
fortaleza, multiplicase el encarnizamiento de sus verdugos. A golpes y fuertes
sacudidas, como si tu Dios fuera una bestia, lo obligaban a proseguir. Así de
crueles y humillantes son las segundas caídas de Jesús Hostia, al ser recibido
sacrílegamente por aquellos corazones que han gustado las delicias de su amor,
y a quienes incontables veces ha dado el abrazo y el ósculo del perdón. ¿Has
sido tú del número de estas almas verdugos?
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! He abusado
de vuestro amor paciente; me he escudado con vuestra misericordia para
ofenderos con más saña y libertad. Perdón, mil veces perdón, y haced que
vuestras misericordias las aproveche en lo venidero para reparar, con todos mis
actos, los sacrilegios que sufrís en el Santísimo Sacramento. Madre llena de
dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
VIII. JESÚS CONSUELA A LAS
PIADOSAS MUJERES.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús consuela a las hijas de
Israel. ¡Oh, caridad incomparable del Salvador! Hallase sumergido en el mar
amargo de todas las angustias y de todos los dolores, y, no obstante, como que
olvida sus propios tormentos para consolar a las afligidas mujeres que lloran
por Él. No de otra suerte, sino como Consolador divino, aparece Jesús en el
Sagrario. A los que sufren, a los que lloran, a los fatigados por la cruz, a
todos sin excepción llama y dice: «Venid a Mí y yo os aliviaré». Ve, alma mía,
vuela al Corazón de Jesús que te espera en su prisión de amor. Él te dará paz,
consuelo, fortaleza y perseverancia.
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Consoladme, Jesús mío; Vos no ignoráis mis necesidades y mis angustias; y
enseñadme, como a las hijas de Jerusalén, a llorar primero mis pecados que se ha
multiplicado sobre los cabellos de mi cabeza, para llorar después con un
corazón muy puro, vuestra sacratísima pasión. Madre llena de dolor… Jesús mío,
misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
IX. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús cae por tercera vez en
tierra. Si su omnipotencia y el deseo omnipotencia y el deseo infinito de
padecer aún más por ti, no lo animaran, no hubiera podido levantarse. Tan
lastimosa fue la caída de tu Salvador. ¡Se levanta por fin! Contempla la cumbre
del Calvario, y agonizante, pero gozoso sigue subiendo. Estas terceras caídas,
mortales y doloras sobre toda ponderación, las sufre Jesús en la Eucaristía al
descender al criminal corazón de las personas que le están especialmente
consagradas. «Si mi enemigo me ultrajase, lo sufriría ciertamente, pero que tú,
hijo mío, quien se sienta conmigo a la Mesa; que tú me ultrajes, ¡ah!, no lo
puedo sufrir».
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Os agradezco con vuestro
mismo amor infinito la paciencia que me habéis tenido: ¡Cuánto me amáis y a qué
precio tan subido me habéis rescatado! A vuestro ejemplo, os prometo levantarme
siempre que tenga la desgracia de caer, subir gozoso el Calvario que me
preparéis y reparar con especialidad las ofensas que recibís de vuestras almas
predilectas. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los
fieles difuntos…
X. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Bárbaramente, arrancan a Jesús
sus vestiduras, renovando todas sus llagas y exacerbando todos sus dolores.
Pero sobre todo considera, alma mía, la afrenta que recibe tu Redentor y la
vergüenza que sufre al quedar desnudo ante la soldadesca. ¡Cómo satisface por
las deshonestidades! Mil cruces le hubieran sido menos duras que este ultraje a
su santidad. Contempla la desnudez de Jesús en el Sagrario. ¡Qué pobreza! Los
palacios de los hombres están recubiertos de oro y seda, mientras que el
olvidado Tabernáculo carece, a las veces, aún de los blancos pañales de Belén.
Es más pobre que la pobre choza del mendigo.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Me avergüenzo y arrepiento
de mis impurezas, causa de vuestra afrentosa desnudes, y os pido, por esta
vuestra pena, imprimáis en mi alma un odio constante e inmenso a vicio tan
detestable y bestial. Desnudadme de todo apego a las criaturas y cubridme con
el ropaje de vuestra gracia, para abrigaros con él siempre que tenga la
felicidad de recibiros en mi pecho. Madre llena de dolor… Jesús mío,
misericordia… Las almas de los fieles difuntos.
XI. JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús es clavado en la Cruz. Le
mandan los verdugos se tienda sobre ella y obedece al punto. «Jesús fue
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Taladran después con gruesos
clavos sus santísimos pies y manos. Contempla, alma mía, a tu Padre; te espera
con los brazos abiertos. El amor tiene como clavado a Jesús en la Eucaristía.
«Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos»... «Mis delicias son
estar con vosotros, hijos de los hombres». Y la obediencia de Jesús en este
Sacramento, ¡qué incomprensible es! Aunque el sacerdote sea otro Judas, lo
obedece ciegamente ¡Qué responderás de tu falta de sujeción, de tu habitual
desobediencia a tus superiores?
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Para
enseñarme a obedecer, Vos, nuestro Dios, os sujetáis a vuestros verdugos, y yo,
vilísima criatura a Vos mismo desobedezco, como otro ángel rebelde. Pero,
Salvador y modelo mío, ya no será así; os prometo sujetarme pronta, voluntaria
y ciegamente a todos mis superiores, sean quienes fueren. Madre llena de dolor…
Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos.
XII. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús muere en la Cruz: «E
inclinando su cabeza, entregó su espíritu». Alma mía, contempla, si puedes, tu
obra. No los sayones, sino tus propios pecados, han arrancado la han arrancado
la vida a tu Salvador. ¿Aunque no estás satisfecha? Jesús no puede hacer nada
más por ti: su inmaculada Madre, su sangre, su vida, todo te han entregado. La
muerte de Jesús se repite sin cesar en nuestros altares. Bajo las especies de
pan y de vino es inmolado por el Sacerdote y ofrecido al Padre como Hostia de
propiciación por los pecados. También aquí se entrega totalmente a sus hijos:
cuerpo, sangre, alma y divinidad; todo se da a quien lo quiere recibir. Jesús,
en el Sagrario, ¿qué más puede hacer por ti?
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Yo, inhumano, os he dado la
muerte, y Vos, misericordiosísimo, me habéis dado la vida y vida eterna. «¿Qué
devolveré al Señor por todos sus beneficios?» Aquí estoy, Señor, dispón de mí
según vuestra divina voluntad. Mas no sé ni puedo deciros. Madre llena de
dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
XIII. JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Bajan de la Cruz el cuerpo divino
del Salvador y lo depositan en los brazos de su afligidísima madre, ¿No
conocéis a vuestro Hijo, Señora? Es el mismo «hermosísimo entre los hijos de
los hombres que llevabais a vuestros pechos virginales». Su amor lo ha desfigurado.
Y tú eres, alma mía, el reo y eres también el verdugo. El sacerdote puede bajas
algunas veces a Jesús, Hostia del Sagrario donde ha sido ultrajado, al corazón
de verdaderos amantes; de almas que saben como María, compadecer a su Dios y
lavar y ungir su destrozado cuerpo con lágrimas de arrepentimiento y con besos
de amor. Sé tú, alma mía, no ya verdugo, sino del número dichoso de estas almas
reparadoras.
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Virgen
dolorosa, yo quiero reparar mi crimen y así mitigar vuestro quebranto. Para
conseguirlo, adoptadme por hijo, hacedme participante de vuestros dolores y
dadme con largueza vuestra compasión y amor siempre que tenga la felicidad de
recibir a vuestro Jesús en la Eucaristía, para consolarlo y amarlo dignamente.
Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos.
XIV. JESÚS ES DEPOSITADO EN EL
SEPULCRO.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
La Santísima Virgen deja el
cuerpo de su Hijo en el sepulcro y ahí deja también su purísimo y lacerado
corazón, como guardia fiel que cuida el más rico de los tesoros. María tiene
que volver al a ciudad deicida. «¡Grande como el mar es su quebranto!»....
«¡Oh, vosotros que cruzáis por el camino de la vida, atended y ved si hay dolor
semejante a su dolor!» El Sagrario es, ¡ay!, por el abandono en que se halla,
un sepulcro para el Corazón amante de Jesús. Ahí está Él, por el amor infinito
que te tiene, real y verdaderamente presente, de día y de noche y siempre
esperándote. Alma mía, enciérrate con Jesús en el Sagrario, haz ahí tu morada
eterna. Jesús es tu tesoro, tu corazón, tu bienaventuranza.
ORACIÓN ¡Oh, Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Recibid, en
reparación de mis crímenes que claman venganza al Cielo, mi última y la más
fervorosa y humilde de mis promesas: llorar mis pecados, nunca más ofenderos,
vivir con Vos en el Tabernáculo y trabajar cuanto pueda, por vuestra gloria.
Corazón Eucarístico de mi Dios, si tengo que separarme del Sagrario por mis
deberes, concededme el inmerecido don de que mi alma jamás se separe de este
divino Nido, testimonio el más elocuente del infinito amor que me tenéis. Ahí
en el Sagrario, quiero vivir eternamente.
VIDA DEL MARTIR JOSE MARÍA
ROBLES HURTADO
Siempre la Cruz y la Eucaristía
van íntimamente unidas, más aún, forman el mismo misterio de Cristo muerto y
resucito. Por eso, en su ferviente devolución eucarística. San José maría
Robles Hurtado, sacerdote diocesano de Guadalajara y mártir mexicano, escribió
un Vía crucis eucarístico para recorrer el camino de la Cruz junto a
Jesucristo, presente en la Eucaristía.
El camino de la Cruz marcó
fuertemente la vida de San José maría Robles: el 3 de mayo de 1888, día de la
Santa Cruz, nació en Mascota, Jalisco, y ese mismo día recibió el Sacramento
del Bautismo, que se sepultura con Cristo para resucitar con Él. La espiritualidad
cristiana del seminarista y el sacerdote José María Robles estuvo fuertemente
marcada por una profunda y ferviente devoción al Sagrado Corazón de Jesús,
presente en la Eucaristía, y estuvo siempre dispuesto a ofrecerse él mismo como
víctima de explicación por los pecados del mundo. Esta devoción trató de
comunicarla constantemente a las comunidades parroquiales donde él ejerció el
ministerio sacerdotal: Nochistlán, Zacatecas, y Tecolotlán, Jalisco; para eso
fundó la congregación religiosa de las Hermanas Víctimas del Corazón
Eucarístico de Jesús, quienes más tarde recibieron el nombre de Hermanas del
Corazón de Jesús Sacramentado, y a quienes siempre recomendó el amor y el
sacrificio por Jesús Eucaristía.
Entre los numerosos escritos,
llenos de piedad, que salieron de la pluma del Padre Robles durante los catorce
años de su vida sacerdotal, se encuentra esta meditación del Vía crucis, en que
nos invita a seguir los pasos de Jesús, cargando la cruz de cada día, como él
mismo lo hizo, soportado pacientemente la persecución y el sufrimiento, hasta
que, en la madrugada del día 26 de junio de 1927, perdonado a sus verdugos y
besando la soga con que sería ahorcado, murió colgado de las ramas de un roble.
El Señor le concedió lo que
ardientemente le había perdido: “Quiero amar tu Corazón, Jesús mío, con
delirio, quiero amarte con pasión, quiero amarte hasta el martirio”.
TEMA : “MODO
DE HACER EXAMEN” E.E. NÚMERO 43.
FECHA; RETIRO ESPIRITUAL ESTADIO ESPAÑOL 09/2004
Tomemos el texto de San Ignacio: “Modo
de hacer examen”, número 43: Contiene en si cinco puntos, El primer punto es dar
gracias a Dios nuestro Señor por los beneficios recibidos. El segundo,
pedir gracia para conocer los pecados y lanzadlos. El tercero, demandar
cuenta al ánima desde la hora que se levantó hasta el examen presente, de
hora en hora o de tiempo en tiempo; y primero del pensamiento, y después de la
palabra, y después de la obra, por la misma orden que se dijo en el examen
particular. El cuarto, pedir perdón a Dios nuestro Señor de las faltas.
El quinto, propone enmienda con su gracia.
Pedir a Dios Nuestro Señor tres
gracias: En primer lugar, conocimiento interno de la malicia del pecado. Conocer
profundamente malicia que rebasa la inteligencia odio profundo al pecado. Sacar
un gran amor a Jesucristo y un gran odio al pecado.
¿Cómo lograrlo? Por medio de
la oración por ello tomemos el episodio de los diez leprosos. ¿Qué
traducción usaremos? La de un sacerdote alemán Juan Straubinger asumiendo
previamente que no hay traducción perfecta que pueda trasladar las palabras de
un idioma a otro, pero sí es posible reconocer que hay algunas “traducciones” que
son más precisas que otras, por eso usamos una y no otras, que no son
recomendables, entre ellas la Biblia Latinoamericana y la Biblia de América.
¿Ejemplos? No es lo mismo decir: “llena de gracia” que afirmar: “favorecida
de Dios”…o afirmar que “había una muchedumbre junto a Jesús” que “estaban
apelotonados junto a Jesús”.
“Siguiendo su camino hacia
Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Al entrar en una aldea, diez hombres
leprosos vinieron a su encuentro, los cuales se detuvieron a la distancia. Y,
levantando la voz, clamaron: “Maestro Jesús, ten misericordia de nosotros”. Viéndolos,
les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y, mientras iban, quedaron limpios. Uno
de ellos, al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a Dios en alta
voz, y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús dándole gracias, y éste era
samaritano. Entonces Jesús dijo: ¿No fueron limpiados los diez? ¿Y los nueve
dónde están? ¿No hubo quien volviese a dar gloria a Dios, sino este extranjero?
Y le dijo: ¡Levántate y vete; tu fe te ha salvado!”.
La lepra entonces era una enfermedad
mortal e incluía un componente social y moral hacia quien la padecía toda vez que
un leproso era expulsado de la familia, no podía acercarse a las ciudades, y
eran tratados, en el mejor de los casos, como -hoy quizás- se trata a un animal
callejero. A la dolencia física terminal se sumaba la exclusión en la vida
social porque se le acusaba de padecer un mal merecido, vale decir, la lepra
era vista sólo como un castigo divino.
El leproso tiene conciencia de lo
que padece: Nadie sabe mejor cómo se siente y los síntomas que el propio enfermo.
De modo semejante pasa con nuestro pecado, quien mejor sabe de lo que ha hecho y
de las consecuencias del mismo es el mismo pecador. Mas allá que otros sepan lo
mal que uno ha obrado, sólo el pecador puede asumir en toda su dimensión lo
realizado.
Aquellos leprosos sabían lo que
estaban padeciendo. Conocían respecto de las llagas físicas y espirituales. Como
los estigmas (heridas de Jesús en la Pasión) ellos sobrellevaban en su corazón
los frutos de las faltas de piedad, del egoísmo exacerbado y de las miserias de
la concupiscencia.
Tenemos que implorar a Jesús que
aumente nuestra fe. Las consecuencias del pecado se vencen con la fe depositada
en la persona de Jesús. Por esto es necesario recordar que el efecto de la
oración es profundizar la fe. Para abandonar el pecado es necesaria la fe, cuyo
objeto es el mismo Jesucristo.
¿Por qué en los vértices del
camino se colocaban antiguamente cruces con la frase: ¡Salva tu alma!
Porque se asumía que el perdón de los pecados de toda la humanidad y de todos
los tiempos fue vencido por Jesucristo en una cruz.
San Pablo dijo: “Valemos el
precio de la sangre derramada por Jesús”. En Carta a los Hebreos IX, 26
dice: “En la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por
el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”.
Entonces, a ella (la cruz)
no llegó el Señor sólo por las faltas del prójimo, o de quienes vociferaban ¡crucifícale,
crucifícale!, sino que subió voluntariamente al madero a causa de nuestros
pecados personales. Somos protagonistas y reales ejecutores de aquella
sentencia dada desde el pretorio: “! ¡Id a la cruz! Fue la orden de dada
por Poncio Pilato.
Siendo creyentes, el hecho de asumir
la gravedad de nuestros pecados no puede llevarnos a la desesperación sino mas
bien a la sincera y permanente conversión.
San Francisco de sales solía
repetir que los ángeles nos envidian ´porque podemos sufrir por Jesús y con Él.
Hay diversas maneras:
Primera forma: Llevar una cruz
en la mano. Se complacen contagiosamente en portarla para que otros se
sumen, para caminar tras de ella. Se lleva cono algo importante que debe ser
comunicado, que debe ser compartido.
La segunda: Tomarla estrechamente. Son aquellos que
abrazaban la cruz tomada firmemente, como unida (pegada) al cuerpo sabiendo respecto
del gran valor que esta tiene. Son almas que se complacen en sufrir. Por cierto,
es una actitud contraria al mundo que ve en el misterio de la cruz sólo “necedad
y locura” (San Pablo Primera carta a los Corintios I, 18:
Permítanme detenerme un momento en
el comentario que hace Monseñor Juan Straubingen sobre la locura de la cruz: “Halo
como un loco…San Pablo extrema el sarcasmo, diciendo que habría que estar loco
para afirmar que tales hombres son ministros de Cristo. A continuación añade el
Apóstol una impresionante lista de sus aventuras que podría formar un film
maravilloso, titulado el aventurero de Cristo” (cita número 23)
Llevan la cruz en silencio, como
los santos y mártires que no hacen ostentación alguna de sus padecimientos mas
que para tributar gloria a Dios. Gloriarnos de llevar por Cristo cada cruz.
La clave es aprender a sufrir sin
molestar a los demás, pues aun el mas pequeño sufrimiento ofrecido al Señor por
amor suyo sabemos porque Jesús lo dijo que no quedará sin recompensa.
la tercera; Los que parecen
arrastrarla. Son aquellos que se quejan cuando llevan la cruz, la
impaciencia siempre termina siendo insoportable para uno y para los demás. Son
quienes la llevan con tanta pena y cansancio que, aun siendo de Jesús, se asume
quejumbrosamente.
Muchas veces se tiende a comparar
las cruces, es decir, los sufrimientos para lo cual, se lleva cuenta de todo,
como pretendiendo pasar la factura al mismo Dios. Casi como quien guarda
las boletas para obtener reembolso se recuerda cada sufrimiento, pero
aumentando los propios y disminuyendo los del prójimo.
Para vencer el pecado se requiere
de la oración. San Ignacio de Loyola
escribe sus Ejercicios Espirituales con una prioritaria dimensión de conversión
personal. Comprendiendo que no está bien su vida, que no está “enfocado”
nos propone un cambio de vida en Cristo por medio de la oración.
El efecto de la oración es
profundizar la fe: ¡Que yo conozca lo malo que es pecar! Procurar no perder
nunca la gracia. Morir antes que pecar.
Lo anterior, nos hace distinguir
entre tener un conocimiento positivo de los pecados: Considerando la
gracia santificante que se pierde. En tanto que hay un conocimiento negativo
de los pecados: Considerando la malicia en si misma del pecado.
El pecado es como una bomba que
detona en toda su fuerza en las puertas del infierno, ese es el derrotero de un
pecado mortal no confesado, de un impenitente.
Recordemos que aquel que peca (grave
o mortalmente) vuelve a crucificar a Jesucristo. Si tuviéramos más fe nunca
pecaríamos. El pecado renueva la causa de la pasión de Cristo. ¿Quién se
atrevería a infringir la más pequeña molestia a nuestro Señor?
¿Qué hice por Jesús crucificado desde
que tengo uso de razón? ¿Que he hecho a lo largo de toda mi vida consciente?
¿Estoy en gracia de Dios? ¿Qué
haré de ahora en adelante?
Tomemos la cruz de Jesucristo. Yo quiero
convertirme…Digamos: Señor yo te amo mucho: pero soy débil; Señor yo te amo,
pero soy ciego; Señor yo te amo mucho pero no se amarte.
Necesitamos crecer en estas tres virtudes: Humildad,
mortificación oración. Todas las faltas tienen su origen en la falta de oración.
“Quien bien ora bien vive” (San Agustín de Hipona). Culminemos esta segunda meditación con Jesús: “El
que no toma la cruz no es digno de mí”.
TEMA : “DAR
GRACIAS POR BENEFICIOS RECIBIDOS”.
FECHA: RETIRO ESPIRITUAL ESTADIO ESPAÑOL 09/2004.
La práctica de participar un
retiro espiritual está hecha para mejorar la relación con Dios. Por medio del silencio
y la soledad. Es lo que solicitamos al iniciar este retiro…que cada uno en el momento
de meditación personal busquemos un lugar “a solas” con el fin de evitar
las distracciones externas e internas. No basta con quedarse callados es
necesario escuchar lo que Dios, por medio de su Espíritu Santo nos quiere decir.
Son tantas y múltiples las
distracciones, la vorágine de las actividades que realizamos cotidianamente, la
información y conexión que nos llega ininterrumpidamente por los medios de
comunicación y la participación en las redes sociales hacen ver que el tiempo no
sólo no se detiene, sino que cada día, cada mes, cada año transcurren con mayor
diligencia. Es curioso, constatar que quienes ya tenemos algunos años y las
generaciones más jóvenes coinciden ¡por fin en algo! que es la prisa del
tiempo.
Junto con ser una oportunidad de
estar con Dios, el retiro nos ayuda a discernir. Como un cedazo separa
las partes más sutiles de las más gruesas, las impurezas de la harina, de modo
análogo, aquí distinguimos y ordenamos según el querer de Dios, evitando
hacerlo de acuerdo a nuestros criterios, a nuestros gustos y nuestros proyectos.
Dios es quien debe colocar fin, tiempo y medida a nuestros
anhelos. Muchas veces tenemos la tentación de ser ángeles olvidando ser buenos
hombres.
Creemos tener un globo terráqueo
en nuestras manos, y así parece serlo por medio del uso de un celular. ¡El
mundo parece estar en nuestras manos! La tentación es pensar como los antiguos…el
universo gira en torno nuestro porque creemos estar en el centro del cosmos.
Olvidamos dedicarnos primero a
recorrer el camino cercano a nosotros. Buscamos conquistar naciones sin antes
encauzar debidamente siquiera nuestros instintos y nuestro corazón. Consentir
esta tentación nos puede llevar a ser, en el plano del apostolado, luces para
el mundo y oscuridad en el hogar. Por esto es necesario ordenar según
Dios el corazón a través del buen uso del discernimiento espiritual.
En aquella gruta de la localidad
de Manresa San Ignacio de Loyola se refugio para meditar luego de visitar el Santuario
de la Virgen de Monserrat (distante sólo unos treinta kilómetros). Con tres
armas muy precisas permaneció once meses luchando al interior de su alma. Por
medio de la ayuda de la Santísima Virgen (la Gruta Manresiana mira hacia
Monserrat), del ayuno penitencial, la lectura de la Vida de Santos y, de la oración,
San Ignacio vivió una aventura mas fascinante que incluso las que tuvo como
militar en la batalla donde quedó herido.
En esos meses experimentó lo que
luego colocó por escrito y nos ha convocado en esta jornada.
Como san Ignacio podemos constatar
que nuestras limitaciones serán fiel compañía hasta la tumba. Hay una cierta
constante, una melodía de fondo que marca nuestra vida entera, y que debe ser motivo
no de “acostumbrarse” ni de tener una actitud “displicente” como
no dando importancia por lo reiterado, sino de combate, de vigilancia
permanente.
Previo al tema que nos llevará a
mirar la gravedad de nuestros pecados, nos abocaremos a descubrir que, si cada día
morimos algo, y ello es un hecho, bien -entonces- nos podemos preguntar ¿Por
qué no recordar que resucitamos algo? Habitualmente luego de recibir un saludo
muy temprano a quien me traslada cada primer Viernes de Mes a la Santa Misa al
Colegio Mackay, donde ejerzo como Capellán, el conductor me dice sonriente: “Un
día más, un día menos”.
Hoy nos detenemos en el numero 43
de los Ejercicios Espirituales Inícianos. El primer punto -señala- es “dar
gracias a Dios por los beneficios recibidos” …hay que morir para vivir.
Solemos decir que “quien pega
primero, pega mas fuerte”. Esto que dice relación con el box o la lucha
libre se puede comparar con la disciplina interior de ser agradecidos por todo
lo que Dios no ha dejado de darnos.
La experiencia nos muestra que la
simple expresión “gracias” tiene la capacidad de cambiar actitudes, abrir
puertas, ampliar sonrisas. Sea en un restaurant, en el acceso a un banco, en la
portería de un condominio en todo lugar invariablemente habrá un ton o distinto
si acaso somos agradecidos con quien nos atiende. Es probable que en la visita
siguiente seamos mejor tratados que la primera vez puesto que nadie olvida la
palabra “gracias” tan fácilmente.
¡Qué decir de Dios mismo! Él no
se deja vencer en generosidad por lo que, si una persona es capaz de modificar
su trato permanente porque se le agradece lo hecho, cuánto más Dios mismo, que
es bondad infinita y sabiduría eterna no dejará de bendecir a quien le agradece
de manera permanente.
Sin duda, San Ignacio de Loyola
consideraba como algo fundamental la virtud de la gratitud. En la Gruta de
Mantesa durante meses fue recordando cómo Dios le bendijo y el bien que recibió
de otros a lo largo de su vida.
Del mismo modo como la gratitud
hace crecer el amor a Dios, la ingratitud tiene consecuencias, y es lo
que veremos en la segunda meditación de este Retiro Espiritual.
Hemos de repetir en cada
meditación la misma petición: ¡Conocimiento! No se trata de un conocimiento “para
saber” sino que es un conocimiento “para amar”.
El amor es la imitación del Verbo
que por mi (amor) salvación se hizo carne. Este conocimiento sobrepasa la
inteligencia y llega al corazón. Unión con nuestro Señor, es un amor de entrega,
y de ahí sobreviene la imitación.
Veamos el texto de la Natividad
en la traducción de Juan Straubinger tal como nos refieren los Ejercicios Ignacianos:
“En aquel tiempo, apareció un
edicto del César Augusto, para que se hiciera el censo de toda la tierra. Este
primer censo, tuvo lugar cuando Quirino era gobernador de Siria. Y todos iban a
hacerse empadronar, cada uno a su ciudad. Subió -también- José de Galilea, de
la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Betlehem,
porque él era de la casa y linaje de David, para hacerse inscribir con María su
esposa, que estaba encinta. Ahora bien, mientras estaban allí, llegó para ella
el tiempo de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito; y lo envolvió
en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la
hostería. Había en aquel contorno unos pastores acampados al raso, que pasaban
la noche custodiando su rebaño, y he aquí que un ángel del Señor se les
apareció, y la gloria del Señor los envolvió de luz, y los invadió un gran
temor.
El Ángel les dijo: ¡No temáis!
Porque os anuncio una gran alegría que será para todo el pueblo: Hoy os ha
nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo Señor. Y esto os
servirá de señal: hallaréis un niño envuelto en pañales, y acostado en un
pesebre. Y de repente vino a unirse al Ángel una multitud del ejército del
Cielo, que se puso a alabar a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y
en la tierra paz entre los hombres (objeto) de la buena voluntad. Cuando los
ángeles se partieron de ellos al Cielo, los pastores se dijeron unos a otros:
Vayamos a Betlehem y veamos este acontecimiento, que el Señor nos ha hecho
conocer. Y fueron a prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado
en el pesebre. Y al verle, hicieron conocer lo que les había dicho acerca de
este Niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de las cosas que les
referían los pastores. Pero María retenía todas estas palabras ponderándolas en
su corazón. Y los pastores se volvieron, glorificando y alabando a Dios por
todo lo que habían oído y visto según les había sido anunciado”.
La traducción tomada incluye entre
otras un breve comentario de los Betlemitas: “No hubo lugar en la hostería”.
¿No es ésta una figura del mundo y de cada corazón, donde los otros “huéspedes”
no dejan lugar para Él? Aquí vemos que no se distingue entre altos o bajos,
ricos o pobres, sino que había otras prioridades, otras necesidades, otras urgencias
entre aquellos habitantes que no daban espacio para Jesucristo. ¡No hay sitio
en toda aquella ciudad para Dios! ¿lo hay en nuestras ciudades hoy?
Tampoco hay sitio para la gracia
que Dios concede a raudales a quien la con persistencia y humildad la implora,
como no hay lugar para el amor por lo que los primeros en sufrir las
consecuencias son los mas débiles…niños y ancianos.
Pero subyace una gran diferencia entre
los betlemitas y nosotros…Aquellos no sabían lo que restaba pasando, pero
nosotros si lo sabemos, por tanto, es mucho mayor nuestra responsabilidad, y si
de culpabilidad se trata nosotros primeriamos pues al que mucho se le ha
dado más aún se le exigirá dice el Evangelio.
Hay un texto del Apocalipsis que
siempre me ha llamado la atención. Está lleno de esperanza porque el Señor
muestra su divina y humana disponibilidad para venir a nuestra vida con la
exquisita delicadeza de no dejar de esperar nuestra respuesta, que Él sostiene,
en todo momento, con su gracia. Por ello, nuestra gratitud debe ser total y
permanente.
“Mira que estoy a la puerta y
llamo. Si alguien oye y me abre, entraré y cenaremos juntos”
(Apocalipsis III, 20). De este versículo algunos pintores han plasmado su visión
y perspectiva. Uno de ellos, don William Holman Hunt (1827-1910) se cuenta que al
momento presentar su óleo recibió una
pregunta que a muchos sorprendió pues evidenciaba que la puerta no tenia
manilla, por lo que era imposible entrar.
Con presteza el pintor respondió:
“Tiene razón que nos ninguna manilla ni llave alguna para entrar, porque la
puerta del corazón sólo se puede abrir desde el interior. Dios nunca fuerza la
entrada, ni se impone, ni nos obliga a aceptarle. Él llama a la puerta y
espera, pero si no queremos abrirle, no entrará. Dios respeta nuestra libertad
al máximo, y quiere obtener con su amor nuestra confianza y gratitud. Por eso
la puerta no tiene picaporte ni manillas. Jesús sólo puede entrar si le dejamos”.
Entonces, recordamos la sabiduría
del Sumo Pontífice Benedicto XVI que dijo: “Dios no es rival de nuestra
libertad sino su primer garante”. Según
esto, el acto de abrir la citada puerta desde el interior es parte de la gracia
de Dios que debe ser implorada.
Ahora, tendremos una media hora
de oración personal en silencio. Meditaremos de las gracias recibidas, Nos
detendremos en qué actitud habríamos tenido al ver llegar a la familia de
peregrinos en Belén…¿Hay lugar para Jesús en nuestro interior?
Igualmente, ¿Cuántas veces hemos
dejado al Señor esperando fuera de nuestra vida, fuera de nuestra familia,
fuera de nuestro trabajo?
Este cuadro está
relacionado con el pasaje bíblico que identifica a Cristo con la
frase «yo soy la luz del mundo, aquel que me siga no andará en las tinieblas,
pues tendrá la luz de la vida» (Juan, 8:12). Cristo llama a una puerta que
representa el alma humana y lleva un farol como representación física de esta
luz simbólica. El hecho de llamar a la
puerta se corresponde con otra cita bíblica: «¡Mira! Estoy de pie a la
puerta y toco. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, yo entraré en su casa y cenaré con él, y él conmigo»
(Apocalipsis, 3:20).
La figura de
Jesús es una mezcla iconográfica de profeta, rey y sacerdote, vestido con una larga túnica blanca y una capa roja con
filigranas abrochada en la parte superior del pecho con un broche de joyas;
lleva una corona y su cabeza resplandece con un halo luminoso. En la mano
izquierda lleva un farol cuyo resplandor se refleja sobre la túnica y en la
puerta a la que llama con la mano derecha. Esta puerta representa el alma
humana, sobre la que han crecido zarzas y ortigas, simbolizando la cerrazón de los que
se obstinan en escuchar el mensaje de Cristo. En la esquina inferior derecha
hay varias manzanas tiradas en el suelo, símbolo del pecado. Tras la figura de Jesús aparecen unos árboles en una
ambientación nocturna, con un cielo de iluminación lunar de color azul
verdoso, en el que titilan varias estrellas. Es conocida la anécdota que
Hunt pintó este cuadro a medianoche, iluminado por una lámpara de
aceite.
Las escena
tiene dos focos de luz, que fueron analizados por John Ruskin en una carta en The
Times el 5 de mayo de 1854: una es la del farol, de un tono
rojizo, que simboliza la conciencia y la revelación del pecado; la otra es la
de la aureola en la cabeza de Cristo, de tono amarillo, que simboliza la paz y
la salvación.
La imagen,
como en el resto de obras de Hunt, tiene una factura meticulosa y detallista,
ya que este pintor gustaba de recrear sus escenas hasta el más nimio detalle,
con una precisión casi fotográfica. También como es habitual en su estilo el
cromatismo es intenso, casi estridente, con un especial interés por los efectos
luminosos, otro de los sellos distintivos del artista, que estudió con
profundidad la luz artificial, como se denota en otras obras suyas ambientadas
en escenarios nocturnos, como Puente
de Londres en la noche del matrimonio del príncipe Carlos (1863-1866, Ashmolean
Museum, Oxford).
La imagen, en
su parte superior, tiene forma semicircular y en las enjutas, de color
dorado, figura la inscripción latina Me
non praetermisso, Domine! («No me pases por alto, Señor»).
Asimismo, en la esquina derecha, figura la firma W. Holman Hunt. La pintura fue
considerada por muchos como la representación de Cristo más importante y
culturalmente influyente de su tiempo.