sábado, 12 de octubre de 2024


TEMA  :   “LA EVANGELIZACIÓN NO TIENE ATARDECER”

FECHA: DOMINGO XXVIII° /DÍA DE LA HISPANIDAD 2024

“La claridad que de ella nace no conoce noche” (Sabiduría VII, 10).

Queridos hermanos: ¡Qué hermoso versículo es el que hemos escuchado del libro de la Sabiduría! En los tiempos que vivimos constituye una invitación a la esperanza lo que nos recuerda el reconocimiento que hizo el Papa Pablo VI a toda América cuando lo llamó “el continente de la esperanza”. Mas cercanamente en el tiempo, el Papa Benedicto XVI repitió cuatro veces tal denominación, lo que manifiesta su plena vigencia mostrando la vocación recibida por el acto de predilección del Señor hacia nuestras tierras que hoy repiten con el Salmo XVIIC: “Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Cantemos al Señor un canto nuevo. Pues ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado su victoria”.

Sin duda, aquella claridad que no conoce la noche se refiere a la convicción nacida de la fe recibida que le permite avanzar en medio de las aguas turbulentas de una modernidad que se percibe como autónoma. No obstante, las múltiples gracias dadas por Dios, el hombre y la sociedad de la que forma parte, suele olvidarse de ellas y avanzar por un camino propio olvidando que sólo unido al Señor y procurando cumplir los designios sus mandamientos, podrá realizarse y crecer, y por tanto, ser una esperanza para las generaciones que vienen.

Resulta sorprendente el hecho que las civilizaciones prehispánicas mantenían sujetos a sus habitantes a las fuerzas ciegas del cosmos, rindiendo culto con sacrificios humanos a los elementos de la naturaleza, lo cual -también en nuestros días- parece emerger como maleza cuando se endiosa la naturaleza presentando la vida humana como un estorbo. Sin duda, el ecologismo hecho ideología no da espacio alguno a la libertad humana. ¡Para alguno ecologistas radicales vale mas un árbol que una vida humana!

Lo anterior nos hace ver la oportunidad de la pregunta inicial hecha hoy a nuestro Señor: “Qué he de hacer para tener en herencia Vida Eterna?” (San Marcos X, 17), y la urgencia de dar respuesta a la segunda: “¿Quién se podrá salvar?” (versículo 26).

En medio de un ambiente marcadamente secularizado, la fiesta que hoy celebramos nos invita a tener presente que hace 528 años se colocó el estandarte de la cruz por primera vez en nuestro suelo americano, a la vez que la presencia de Jesús Sacramentado se hizo realidad en cada lugar que iba siendo descubierto, lo cual, constituyó un verdadero encuentro, que permitiría formar una cultura en creciente sintonía fina con los preceptos de Jesús.

En efecto, la respuesta que da el Señor a la primera pregunta es: “¡Ya sabes los mandamientos!”, lo que implica que Jesús no sólo apunta a la memoria sino sobre todo a la conciencia, como voz interior de Dios, que “permite conocer” cada uno de los preceptos divinos.

El Señor al pensar en cada uno de nosotros, nos creó para: “conocerle, servirle y amarle”, y así ser partícipes un día de la Vida Eterna. Precisamente, ha inscrito en la conciencia sus designios por lo que, rectamente formada nos permite dar cumplimiento a la voluntad de Dios por medio del seguimiento fiel a cada uno de sus mandamientos.

Queridos hermanos: Hoy nos unimos a la alegría de conmemorar el Día de la Hispanidad.  Nada que valga la pena se obtiene sin un grado de sacrificio, en tanto que suele acontecer que aquello que mas se termina valorando es lo que mas esfuerzo a costado obtener.

Esto no es obstáculo para que un creyente no aprecie debidamente -aún más- aquellas gracias, dones y virtudes que el Señor concede de manera gratuita por su pura liberalidad. La expresión griega “jaris” se traduce al latín “gratia”, lo cual, en el Evangelio significa habitualmente el amor gratuito y misericordioso de Dios. que se nos manifiesta y entrega en la persona de Jesús.

En ambas dimensiones respecto de la gracia implorada y de la gracia recibida, vemos que confluye el esfuerzo de civilización y apostolado en orden a hacer partícipes de los mejores bienes poseídos a quienes eran encontrados en el continente que se presentaba como una esperanza.

En efecto, con la llegada de los primeros misioneros a América el anhelo de cumplir los mandatos del Señor: “Id al mundo entero enseñanza todo lo que Yo os he enseñado y bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Respecto de la Santa Misa Jesús  -explícitamente-  les dijo: “! ¡Hagan esto en mi memoria!”, fueron tenidos como una prioridad, pues daban cumplimiento al explicito mandato de la Iglesia en voz del Romano Pontífice, el cual mediante la Bula Inter Caetera (3 de mayo de 1493) exhortaba a hacer de los lugares descubiertos un espacio de verdadera evangelización como lo prueba el hecho que lo primero que realizaban al llegar a cada lugar era celebrar la Santa Misa y alzar el estandarte de la cruz. Así lo señala el primer documento dado por el Papa entonces: “Entre las obras agradables a la divina Majestad y deseables para nuestro corazón existe ciertamente aquella importantísima, a saber, que principalmente en nuestro tiempo, la fe católica y la religión cristiana sean exaltadas y que se amplíen y dilaten por todas partes y que se procure la salvación de las almas y que las naciones bárbaras sean receptivas a la fe”.

Hoy tenemos la certeza que no estaríamos aquí como creyentes sin que hace mas de cinco siglos no hubiesen hecho la gran obra de evangelización quienes nos trajeran la fe a nuestras tierras, pues comprendieron que no hay misión mas noble que procurar trabajar sin descanso en orden a instaurar el Reinado Social de Cristo, particularmente ante el desafío de una sociedad renuente al Santo Evangelio…la disyuntiva de hoy es la misma que en tiempos del Señor: O reina Cristo o reina Satanás. Por ello importa crear una cultura dende Cristo no sea un adorno ni un accesorio, donde se rece como creyente y se sufrague como creyente.

La convicción común que hubo entonces fue recordar que el Señor Jesús dijo: “A quien mucho se le dio, mucho mas se le pedirá”. Por tanto, ellos estaban convencidos que su propio destino eterno se encontraba vinculado a lo que terminarían haciendo y por la razón que lo harían, procurando actuar con rectitud de conciencia buscando que fuese el mayor número de cristianos los que alcanzasen la salvación, al interior de la Iglesia.

Imploramos a Nuestra Señora del Pilar en este día para que el Señor Jesús por medio de su Madre nos conceda la gracia de dar razón de nuestra esperanza procurando hacer de toda nuestra sociedad imagen del Reino de Cristo que ya se iniciado y, en medio de nuestro apostolado se encamina a su plena realización.    ¡Que Viva Cristo Rey!














No hay comentarios:

Publicar un comentario