TEMA
: “LA EVANGELIZACIÓN NO TIENE ATARDECER”
FECHA: DOMINGO XXVIII° /DÍA DE LA
HISPANIDAD 2024
“La claridad que de ella nace no
conoce noche” (Sabiduría VII,
10).
Queridos hermanos: ¡Qué hermoso versículo es el que hemos
escuchado del libro de la Sabiduría! En los tiempos que vivimos constituye una
invitación a la esperanza lo que nos recuerda el reconocimiento que hizo el
Papa Pablo VI a toda América cuando lo llamó “el continente de la
esperanza”. Mas cercanamente en el tiempo, el Papa Benedicto XVI repitió
cuatro veces tal denominación, lo que manifiesta su plena vigencia mostrando la
vocación recibida por el acto de predilección del Señor hacia nuestras tierras
que hoy repiten con el Salmo XVIIC: “Los confines de la tierra han
contemplado la victoria de nuestro Dios. Cantemos al Señor un canto nuevo. Pues
ha hecho maravillas. Su diestra y su santo brazo le han dado su victoria”.
Sin duda, aquella claridad que no conoce la noche se
refiere a la convicción nacida de la fe recibida que le permite avanzar en
medio de las aguas turbulentas de una modernidad que se percibe como autónoma. No
obstante, las múltiples gracias dadas por Dios, el hombre y la sociedad de la
que forma parte, suele olvidarse de ellas y avanzar por un camino propio
olvidando que sólo unido al Señor y procurando cumplir los designios sus
mandamientos, podrá realizarse y crecer, y por tanto, ser una esperanza para
las generaciones que vienen.
Resulta sorprendente el hecho que las civilizaciones
prehispánicas mantenían sujetos a sus habitantes a las fuerzas ciegas del
cosmos, rindiendo culto con sacrificios humanos a los elementos de la
naturaleza, lo cual -también en nuestros días- parece emerger como maleza
cuando se endiosa la naturaleza presentando la vida humana como un estorbo. Sin
duda, el ecologismo hecho ideología no da espacio alguno a la libertad humana.
¡Para alguno ecologistas radicales vale mas un árbol que una vida humana!
Lo anterior nos hace ver la oportunidad de la pregunta inicial
hecha hoy a nuestro Señor: “Qué he de hacer para tener en herencia Vida Eterna?”
(San Marcos X, 17), y la urgencia de
dar respuesta a la segunda: “¿Quién se podrá salvar?” (versículo
26).
En medio de un ambiente marcadamente secularizado, la fiesta que
hoy celebramos nos invita a tener presente que hace 528 años se colocó el
estandarte de la cruz por primera vez en nuestro suelo americano, a la vez que
la presencia de Jesús Sacramentado se hizo realidad en cada lugar que iba
siendo descubierto, lo cual, constituyó un verdadero encuentro, que permitiría
formar una cultura en creciente sintonía fina con los preceptos de Jesús.
En efecto, la respuesta que da el Señor a la primera pregunta es:
“¡Ya sabes los mandamientos!”, lo que implica que Jesús no sólo apunta a
la memoria sino sobre todo a la conciencia, como voz interior de Dios, que “permite
conocer” cada uno de los preceptos divinos.
El Señor al pensar en cada uno de nosotros, nos creó para: “conocerle,
servirle y amarle”, y así ser partícipes un día de la Vida Eterna. Precisamente,
ha inscrito en la conciencia sus designios por lo que, rectamente formada nos
permite dar cumplimiento a la voluntad de Dios por medio del seguimiento fiel a
cada uno de sus mandamientos.
Queridos hermanos: Hoy nos unimos a la alegría de conmemorar el
Día de la Hispanidad. Nada que valga la
pena se obtiene sin un grado de sacrificio, en tanto que suele acontecer que
aquello que mas se termina valorando es lo que mas esfuerzo a costado obtener.
Esto no es obstáculo para que un creyente no aprecie debidamente
-aún más- aquellas gracias, dones y virtudes que el Señor concede de manera
gratuita por su pura liberalidad. La expresión griega “jaris” se traduce
al latín “gratia”, lo cual, en el Evangelio significa habitualmente el
amor gratuito y misericordioso de Dios. que se nos manifiesta y entrega en la
persona de Jesús.
En ambas dimensiones respecto de la gracia implorada y de la gracia
recibida, vemos que confluye el esfuerzo de civilización y apostolado en orden
a hacer partícipes de los mejores bienes poseídos a quienes eran encontrados en
el continente que se presentaba como una esperanza.
En efecto, con la llegada de los primeros misioneros a América el
anhelo de cumplir los mandatos del Señor: “Id al mundo entero enseñanza todo
lo que Yo os he enseñado y bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo”.
Respecto de la Santa Misa Jesús -explícitamente- les dijo: “! ¡Hagan esto en mi memoria!”, fueron
tenidos como una prioridad, pues daban cumplimiento al explicito mandato de la
Iglesia en voz del Romano Pontífice, el cual mediante la Bula Inter Caetera
(3 de mayo de 1493) exhortaba a hacer
de los lugares descubiertos un espacio de verdadera evangelización como lo
prueba el hecho que lo primero que realizaban al llegar a cada lugar era
celebrar la Santa Misa y alzar el estandarte de la cruz. Así lo señala el
primer documento dado por el Papa entonces: “Entre las obras agradables a la
divina Majestad y deseables para nuestro corazón existe ciertamente aquella
importantísima, a saber, que principalmente en nuestro tiempo, la fe católica y
la religión cristiana sean exaltadas y que se amplíen y dilaten por todas
partes y que se procure la salvación de las almas y que las naciones bárbaras
sean receptivas a la fe”.
Hoy tenemos la certeza que no estaríamos aquí como creyentes sin
que hace mas de cinco siglos no hubiesen hecho la gran obra de evangelización
quienes nos trajeran la fe a nuestras tierras, pues comprendieron que no hay misión
mas noble que procurar trabajar sin descanso en orden a instaurar el Reinado
Social de Cristo, particularmente ante el desafío de una sociedad renuente al Santo
Evangelio…la disyuntiva de hoy es la misma que en tiempos del Señor: O reina
Cristo o reina Satanás. Por ello importa crear una cultura dende Cristo no sea
un adorno ni un accesorio, donde se rece como creyente y se sufrague como
creyente.
La convicción común que hubo entonces fue recordar que el Señor Jesús
dijo: “A quien mucho se le dio, mucho mas se le pedirá”. Por tanto, ellos
estaban convencidos que su propio destino eterno se encontraba vinculado a lo
que terminarían haciendo y por la razón que lo harían, procurando actuar con
rectitud de conciencia buscando que fuese el mayor número de cristianos los que
alcanzasen la salvación, al interior de la Iglesia.
Imploramos a Nuestra Señora del Pilar en este día para que el
Señor Jesús por medio de su Madre nos conceda la gracia de dar razón de nuestra
esperanza procurando hacer de toda nuestra sociedad imagen del Reino de Cristo que
ya se iniciado y, en medio de nuestro apostolado se encamina a su plena
realización. ¡Que Viva Cristo Rey!
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