TEMA : “POR LA PRUDENCIA SABEMOS CUAL ES EL
CAMINO”.
FECHA
: DÍA CUARTO /VIRTUD DE LA PRUDENCIA / MES DE MARIA 2021
Durante
este Mes de María estamos meditando las virtudes teologales y morales a la luz
de la vida de la Virgen María, quien por haber sido revestido su corazón de
toda gracia, pudo tener una vivencia permanente y plena de cada una de las
virtudes, primero de las denominadas “virtudes
teologales” que buscan directamente la perfección de nuestra amistad con
Dios como son la fe, la esperanza y la caridad, y luego, en el ejercicio de las llamadas virtudes cardinales que buscan una vida virtuosa hacia los demás
procurando -con ello-la gloria de Dios.
En
la antigua Roma, la avenida principal de una ciudad se llamaba “cardo”, hacia
la cual todos los caminos llegaban y partían. Probablemente, de esto deviene
parte del refrán: “Todos los caminos
conducen a Roma”…Y, con seguridad viene la denominación de los “cuatro puntos
cardinales: Norte, Sur Este, y Oeste”. ¿Por qué se llaman “cardinales” a las
virtudes de la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza? Porque como aquella
avenida central, que era la columna vertebral de Roma, tales virtudes son el
camino principal que conduce las numerosas demás virtudes cuyo número total
llega a cincuenta, según Santo Tomás de Aquino.
¿Qué
buscamos al crecer en una determinada virtud? Respondemos: “Procurar llegar a ser semejantes a Dios” (San
Gregorio de Nisa). Pues, si Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza, y teniendo en cuenta que Jesús en virtud de su encarnación y
redención nos permite tener una segunda naturaleza, al hacernos hijos redimidos
en Él y por Él, entonces, todo nuestro
actuar, nuestras palabras, y pensamientos han de buscar la mayor perfección que
sólo mora en Dios. No podemos achatarnos en la búsqueda de la santidad, no
debemos andar con pequeñeces en lo que se refiere a la búsqueda de
identificarnos con Cristo. Quien está llamado a volar como las águilas no puede
andar en la vida “a vuelo de gallineta”.
En
la antigüedad se decía que esta virtud no se aprende por los libros sino
conociendo a personas prudentes. Sólo la capta quien la vive. Es definida como “un hábito propio de la razón práctica”. Esto
implica actuar de acuerdo a lo que es mejor en cada situación con el fin de
conseguir el resultado deseado.
En
todo momento debemos pensar en las consecuencias que nuestras palabras y
acciones generan en las personas. Esta virtud nos ayuda a saber en qué momento
hemos decir y actuar buscando el mayor bien posible, de la misma manera que nos
permite evitar hacer el menor daño posible.
Para
que nos escuchen bien es necesario ni gritar destempladamente ni susurrar de
modo imperceptible, de modo semejante diremos que la virtud cardinal de la
prudencia implica discernir y optar en
el aquí y ahora por lo mejor posible.
Quizás
el ícono del ejercicio de la virtud de la prudencia en la vida de la Virgen
María lo encontramos en el episodio de las Bodas en Caná de Galilea, donde
interviene la Madre de Jesús con una claridad, oportunidad, firmeza que
sorprenden desde hace dos milenios. ¡Cómo aquel primer milagro de Jesús fue
precipitado por las palabras, silencios y espera de la Madre del Hijo!
La
Virgen no se acercó a los novios, ni a los dueños de casa, ni a los mayordomos:
Sólo se acercó a Jesús, y en privado expuso lo que a todas luces sería un
bochorno para los esposos, que hoy daría paso a burlas y memes en abundancia.
Su
delicadeza inicial luego se transforma en una audaz convicción que se trasluce
en sus palabras: “Hagan ustedes, todo lo
que Jesús les diga”. Muy alejada de la simpleza, o de expresiones de
pequeñeces que ocultar ilimitados orgullos, por el contrario ordena y refiere a
totalidad a la hora de obedecer a su hijo y Dios.
La
virtud de la prudencia no puede cobijarse en cálculos humanos, en
justificar usar medios malos para obtener fines buenos. Eso sería una
prudencia prostituida, una prudencia mancillada, y una prudencia caricaturizada.
Dice
la Santa Biblia: “El hombre prudente
medita sus pasos” (Proverbios XIV, 15). Esto
implica que de manera habitual el espíritu de oración nos conduce a evaluar
según el querer de Dios nuestros pasos, buscando en todo momento hacer el bien
que es el agrado de nuestro Dios.
Por
ello, la improvisación anexa a la flojera, el apresuramiento unido a la
pasividad, el atolondramiento consecuencia de la distracción, son siempre
efectos de la falta de la virtud de la prudencia, en tanto que, nunca –tampoco- dicha virtud puede ser confundida
con la timidez, el temor, el doblez o la simulación.
Nuestra
Madre del Cielo a la que honramos en este cuarto día de su Mes Bendito nos da
el ejemplo de prudencia cuando San Lucas, su mejor confidente, escribe que Ella:
“guardaba todo en su corazón”, por lo
que evaluaba cada uno de sus pasos a la luz de lo que el Señor le había pedido:
“Serás la Madre del Mesías esperado”.
La regla de sus pasos no usaba la medida de su interés autónomo, ni sus humanas
capacidades, ni sus derechos o empoderamientos, sino que, exclusivamente su caminar estaba dado por la
fuerza de su fe.
Si
al autor de toda gracia ella traería al mundo, como pensaríamos que mediría sus
palabras y actos desde la virtud moral de la prudencia. Sin cobardía ni
temeridad; sin pausas ni prisas desmedidas, sin arrogancia ni falsos abajismos,
vemos que nuestra Madre Santísima supo caminar en este mundo al paso del querer
de Dios gracias a la vivencia de la virtud de la prudencia lo que la alza como
vivo emblema de amor a Dios.
Nuestro Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que por medio de la virtud
cardonal de la prudencia “aplicamos sin
error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas
sobre el bien que queremos hacer y el mal que queremos evitar” (número
1086).
En
la Biblia encontramos por lo menos 35 versículos que refieren directamente a la
virtud de la prudencia, por lo que la vida de un cristiano no puede prescindir
del ejercicio de ella si acaso quiere identificarse
con la vida de Jesucristo. Seguir a Cristo es caminar en las vida por la senda
de la prudencia, tal como enseñó San José María Escrivá de Balaguer: “Dios y audacia –la audacia n es
imprudencia- La audacia no es osadía, no hagas caso. Siempre los “prudentes”
han llamado locura a las obras de Dios ¡adelante, audacia!” (Camino, 479).
¡Que
Viva Cristo Rey!
ORACION CAIDOS II° GUERRA MUNDIAL |
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