TEMA : “DAR
A CADA UNO LO QUE DIOS HA QUERIDO”.
FECHA:
DIA OCTAVO /VIRTUD DE LA JUSTICIA /MES DE MARÍA 2021
Estamos
mediando las virtudes llamadas “morales” o “cardinales” que son esenciales para
la relación interpersonal y para la vida en sociedad. La persona no es una “isla”, es decir, no vive solo en el mundo, por lo que las
virtudes cardinales son basilares, de tal manera que la Prudencia, la Templanza,
la Justicia y la Fortaleza, constituyen una urgencia para nuestros días en
Chile, donde el camino de la violencia se ha instalado en algunos grupos como
opción de vida desde hace dos años.
Ante
lo anterior, hoy nos detendremos en la virtud de la justicia, a la que el Papa Juan Pablo II
exhortó a vivir a los jóvenes hace tres décadas atrás en su recordada visita: “No puede haber auténtico crecimiento humano
en la paz, en la justicia, en la libertad si Cristo no se hace presente con su
fuerza salvadora”…”Cristo no nos pide que permanezcamos indiferentes ante la
injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la
construcción de una sociedad más
cristiana, una sociedad mejor, para esto es preciso que alejemos de nuestra
vida el odio, que reconózcanos como engañosa, falsa, e incompatible con su seguimiento toda la ideología
que proclame la violencia y el odio como
remedios para conseguir la justicia ¡el amor vence siempre!” (Papa
Juan Pablo II, Santiago Chile 2 abril 1987).
IGLESIA PUERTO CLARO VALPARAISO 2021 |
En
la actualidad percibimos que el endiosamiento de lo transitorio, junto con
relativizar todo, termina esclavizando
al hombre y la sociedad a las modas, incluida –por cierto- la tentación de
hacer de la virtud de la justicia una suerte de “gelatina” que baila al ritmo
de los tiempos. Prueba de ello es que la virtud de la justicia es exigible en
algunos casos y circunstancias que luego, pasado el tiempo y lugar ya no
amerita su obligatoriedad: El germen de la violencia es la falta de la vivencia
de la virtud de la justicia de manera permanente.
La
justicia es una virtud que se opone a la malicia de nuestra voluntad. Por ello,
implica dar a cada uno lo que corresponde y merece. Debemos respetar lo que es
de los demás, no sólo en el plano material
como es la propiedad de una cosa,
sino –también- de la fama y la honra, que son bienes ajenos que la calumnia y
difamación suelen dañar -severa y masivamente-
por medio de las diversas redes
sociales, cuyo uso no parece tener para la gran mayoría que las utiliza, un criterio moral que, además, se encamine al
respeto del bien común.
La
virtud cardinal de la justicia respeta la autoridad, tal como lo indica el
cuarto mandamiento del dado por Dios en el Monte Sinaí a Moisés. Sin duda, la
ideología constructivista hace que esta virtud sea de las que menos se estime y
considere en la vida actual. Por esto, recurrimos a la enseñanza segura del
Catecismo de Nuestra Iglesia Católica que nos dice: “La justicia es una virtud moral que consiste en la constante y firme
voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la
religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de
cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la
equidad respecto a las personas y al bien común” (número
1807).
Entre
los aspectos que destaca la Iglesia en la santidad de un creyente está la
permanente rectitud de los pensamientos y la conducta hacia el prójimo, lo que
el corazón de la Virgen Madre fue único, pues al ser poseedora de la todas las
gracias, las virtudes brillaban en cada una de sus acciones.
De
modo particular, su disponibilidad y entrega a los designios de la voluntad de
Dios, que de modo insospechado para ella, le invitó a ser portadora del Autor de
la salvación del mundo. Entregó al Señor lo que le pertenecía (a Dios) por
medio de la vivencia de la virtud de la religión, por su arraigada piedad y,
por el amor por todo lo relacionado con
el Señor, al que estuvo consagrada desde pequeña.
Por
ello, nuestra Madre del Cielo se destacó por su servicio, amor y gratitud al
Señor, lo que hizo que enfrentada ante
el más injusto acto de la humanidad de todos los tiempos, como fue condena a quien
“todo lo hizo bien”, se mantuviese (Ella)
en plena sintonía con Dios y en plena
sintonía con aquellos que Jesús le encomendó desde lo alto del Monte Calvario.
SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ CHILE |
El
enseñamiento, la falta de misericordia, y la venganza, como aquellas recurrentes
frases “la justicia en nuestras manos”,
“tribunales populares”, “ni perdón ni olvido” son lo totalmente
opuesto a un acto de justicia según el querer de Dios, y deben ser desechados
prontamente de nuestra alma para que no se transformen en un “cáncer espiritual”.
Según
esto, la justicia hacia Dios implica
el pilar de la vivencia de la justicia hacia nuestro prójimo: El primer
mandamiento es –al decir de Jesús- “amar
a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todo nuestro ser”. Las
mismas palabras pronunciadas por el Señor no pueden pretender ser puestas en el
“tacho de lo obsoleto” por cuantos enseñan mutiladamente la virtud
de la justicia.
Es
precisamente ese amor de primacía a Dios lo que hace posible una profundización
en la vida personal y sociedad de la justicia, y la ausencia de la piedad, el
alejamiento de Dios, y el eclipse de la fe, constituyen el caldo de cultivo para la
expansión de los virus pestilentes de
aquellas ideologías –alguna de ellas condenada por la Iglesia como “intrínsecamente
perversa”- añejas y nuevas que terminan edificando una vida personal no sólo
menos religiosa sino que por ello menos humana. A pocos días de asumir, en su
segunda catequesis, el Papa venido de un país lejano (Polonia) dijo: “Si
se tambalea la justicia, el amor también corre peligro” (8 Noviembre 1978).
No
debemos temer a Dios en su justicia porque en su “implementación” Él es nuestra plena libertad que viene a satisfacer
todas nuestras ansias y todas nuestras necesidades. El amor rebasa la justicia.
No hay amor sin justicia ni puede haber justicia sin amor.
Recordemos
el episodio de Zaqueo quien busca y encuentra a Jesús, en su caso, porque se convierte a Cristo, cambia de vida. Por esto, con resolución dice:
“La mitad de lo que tengo se lo daré a
los pobres”. La primera reacción apunta a la vivencia de la caridad y, luego se encamina a la virtud de la justicia
al prometer “restituir dos veces lo
malamente habido”.
No
se puede dar a los demás lo que es de ellos sin la vivencia de la caridad. Concluimos,
recordando una de las nueve bienaventuranzas: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de ser justos porque
quedarán satisfechos” (San Mateo V, 6).
¡Que
Viva Cristo Rey!
COLEGIO MACKAY REÑACA MES DE MARÍA 2021 |
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