TEMA : “UNO QUIERE LO QUE DIOS QUIERE”.
FECHA:
DIA SEGUNDO /MES DE MARIA / AÑO 2021.
En
lo que hoy se denomina una película de culto, filmada el año 1993 teniendo como protagonista a Arnold Schwarzenegger
hay una escena donde un niño es invitado
a un estadio en el cual se desencadena una serie de hechos violentos hasta la
misma caída de un helicóptero en medio del estadio. A pesar de todo, explosiones,
disparos, estampida de asistentes el niño cumple lo pedido por el protagonista
de la película: “¡Quédate en este lugar!”
y, el joven así lo hace. ¡Por que no huye
como todos? ¿Por qué permanece en el
lugar que le dijeron? Porque esperaba el cumplimiento de la palabra dada por el
protagonista de la película que se llama de hecho “El Ultimo Gran Héroe” (Last
Action Hero).
Citamos
esta película porque hoy nos detendremos en la virtud teologal de la esperanza,
la cual, es necesaria para caminar en la
vida en medio de los momentos difíciles.
La
virtud que recordamos no se limita a ver algo simplemente como posible o
realizable. Como una especie de “corazonada”.
La Esperanza sobrenatural implica un grado de certeza que permite vivir en
seguridad, siendo como un estanque vital que nos permite subsistir, tal como un
pez nada seguro en su interior, el creyente “se
mueve por la vida” esperando el pleno cumplimiento de todas las promesas de
Dios.
Muchos
piensan en ocasiones que Dios nada puede
hacer, olvidando lo que la virtud teologal nos recuerda: Todo hecho negativo siempre
es transitorio y limitado. Lo malo es una excepción lo bueno es para siempre.
MISA MES DE MARIA AÑO 2021 |
El
creyente que sabe esperar siempre sabe que hay una salida porque confía en Dios
que no abandona. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica en cinco de
sus numerales a partir del 1817. La Esperanza es una virtud por medio de la
cual aspiramos a la Vida Eterna como felicidad plena. Es una seguridad apoyada
en la gracia que viene de lo alto, que infundida por el Señor en nuestra alma
supera todas las capacidades de la naturaleza.
¡Dios
es fiel! Sin la fe no hay verdadera esperanza. Esto nos hace afirmar que la
esperanza es un deseo confiado que nace de lo que Cristo ha prometido, no
reduciéndose al simple cálculo de posibilidades, de evaluación de capacidades,
o de variables favorables.
Nuestra esperanza se funda en el amor y voluntad de
Dios: Por lo que debemos esforzarnos por
querer lo que Dios quiere. Según esto: Lo que Dios quiere, yo lo quiero, lo que
Dios no quiere yo no lo quiero. No espero lo que no deseo.
La esperanza sobrenatural nos libera de egoísmo:
Todo lo que resulte según el querer de Dios es prueba de que me quiere. No es
lo mismo el conformismo que la conformidad, pues sólo el segundo permanece
anclado en la voluntad de Dios.
Deseo de plenitud y felicidad:
El hombre actual sueña mucho y despierto vive poco. Hacemos objetivos, planes, programas, y bien
nos podemos preguntar hoy: ¿Qué tienen que ver ellos con la voluntad de Dios? La esperanza purifica lo que deseamos. Debemos esperar bien
el bien…pero, hemos de desechar todo aquello que se transforma –finalmente- en
una desgracia.
La esperanza verdadera debe tener las perspectivas del
Reino de los Cielos: Sin cielo nuevo no hay
tierra nueva. Con el Señor todo se puede esperar. En el libro de los “Ejercicios
Espirituales” de San Ignacio de Loyola, en
el capítulo de Principio y Fundamento,
dice que: “El hombre es creado para
alabar a Dios y lo demás, fue hecho como
medio para alcanzar el fin. Me acerca a Dios lo tomo, me aleja de Dios lo dejo”.
Desear lo que nos conduce hacia el fin: La
esperanza es infundida por Dios para tener certeza tan necesaria para nuestro
tiempo que vive pisando gelatina en
sus verdades, acomodables a cualquier molde menos al que Dios ha establecido.
Queridos
hermanos: La esperanza nos permite valorar el hecho de que vale la pena sacrificarse durante poco
tiempo para vivir –luego- lo que es para siempre. Siempre recordemos que el tiempo de penurias
tiene duración y tiempo de los gozos es eterno. ¿Cómo no darnos cuenta de lo
que realmente podemos ganar y de aquello que irremediablemente podemos perder?
Para discernir correctamente esto, Dios nos concede la virtud de la esperanza,
que debemos implorar con insistencia en este día, especialmente en estos
tiempos en los cuales, algunos se
contentan con la mediocridad de despertar la violencia como camino de paz y
progreso, olvidando que el único paraíso
esperable es estar con Dios.
San
Pablo Apóstol enseña al respecto que “nuestros
padecimientos momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna” (2
Corintios IV, 17). Sólo es posible esperar lo mejor de
quien es el mejor, esto implica: esperar en Dios quien, a su vez, nos permite “anhelar” con seguridad cualquier cosa
que nos quiera conceder, lo cual será
tenido por cada creyente como necesario para alcanzar la perfección o santidad.
Como
la Virgen María nos enseña a lo largo de toda su vida, el hecho de quedar en
las manos de Dios (¡Hágase en mí según tu
Palabra!) es lo más seguro y mejor para nosotros y nuestra sociedad, y, esto
se logra en virtud de la esperanza.
Chile
se ha transformado en un país pesimista: Del consabido “chaqueteo laboral” se ha pasado a uno mayor en su gravedad que es
el espiritual: Cuesta decir -por ejemplo- “estoy
muy bien” o que “me ha ido magnífico”.
Como que en fondo solemos pensar algo
debe ser falso porque no le puede ir bien,
ya se le pasará. La indumentaria gris sea ha mutado a un negro ambiental
que presagia una total falta de esperanza. El hermoso emblema de vivos colores
tricolor es ondeado por algunos con un paño negro ¿Eso es tener esperanza?
San
Juan de la Cruz: “Esperanza de Cielo
tanto logra cuanto espera”. La esperanza nutre la alegría con una razón
irrefutable. Derrotemos el pesimismo, en Chile se promueve aquel personaje “mala suerte” de “Los Picapiedra”. Eso
no es propio de quien espera que el Buen
Dios cumpla sus promesas. ¿Se imaginan a Abrahán sin esperanza? ¿Se
imaginan a Moisés sin esperanza?
Miremos
un momento las características de la verdadera esperanza:
Cierta: Se cumple si o sí.
A todo evento Dios no se deja vencer por las fuerzas de Satanás quien, coloca múltiples
escollos –aparentemente insalvables- para debilitar la confianza y con ello la
esperanza. Mas, nada prometido por el Señor puede dejar de realizarse por
ello, hablamos de una esperanza que está
apoyada en lo cierto no en la vaguedad.
Paciente: Tener esperanza
implica saber esperar. Son dos cosas distintas, porque se puede esperar en
medio de la ansiedad y el desasosiego que impulsan a adelantar acontecimientos
y a exigir que Dios actúe cuando y como lo queremos. Ya no se trata de esperar
los designios de dios sino del cumplimento de los nuestros.
Audaz: La esperanza
fortalece en medio de las dificultades. Por ello, no es una actitud de “cruzarse de brazos” de manera
indolente, sino que implica trabajar para cambiar todo lo que es injusto
actualmente según el querer de Dios.
Gozosa: Sabemos que una
de las armas poderosas de Demonio es quitar la esperanza en el corazón lo que
lleva finalmente a la desesperación. Esto nos hace actual de forma irracional
buscando soluciones desesperadas de las c uales luego nos podemos arrepentir, o
bien a un conformismo catatónico, donde se paraliza todo afecto y propósito,
viviendo un indiferentismo con marcado desinterés en bien del prójimo.
Todo
ello, llena de tristeza el corazón, por lo que la virtud teologal de la esperanza
al colocar la razón poderosa en la fidelidad de Dios, llena nuestra alma de una
alegría que traspasa cualquier eventualidad y se mantiene ante la más extendida
de las adversidades. ¡Quién sabe esperar sabe vivir en verdadera alegría! Este
es el tono social que tienen las naciones y comunidades mas creyentes.
Firme: El fiel creyente que tiene la virtud de la esperanza no se rinde nunca. No puede claudicar porque Dios es el que se ha mostrado como “fiel” y cumplidor de cada una de sus promesas. Dice el Apóstol Santiago: “Mirad cómo el campesino espera el fruto precioso de la tierra. Tened vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago V, 7-8).
Trascendente:
Las adversidades pueden transformarse en oportunidad solo si el Señor está
puesto como sujeto de nuestra esperanza. La vida en la tierra es un bien precioso
pero no es un bien supremo porque no es eterno. A este respecto, diremos que es el Señor nuestro Dios quien
marca las horas de nuestra vida, por lo que la esperanza verdadera y firme está
puesta en que Dios es fiel a sus promesas, y ningún virus –ni todos juntos-
puede hacer retrasar o desviar un ápice la voluntad de Dios.
Culminemos
este sermón en el segundo día del Bendito Mes de María entonando el himno Santa
María de la Esperanza, que recuerda como Ella esperó cuando todos vacilaban.
¡Que
Viva Cristo Rey!
SACERDOTE JAIME HERRERA 2021 |
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