TEMA : “NUESTRO SELLO, NUESTRA IDENTIDAD”.
FECHA: CONSEJO PROFESORES SAINT PETER´S 09/2024
Estos últimos días hemos visto
muchos análisis de expertos referidos al desastroso resultado de la selección
nacional de futbol en medio del proceso de para lograr un cupo al Campeonato
Mundial a desarrollarse en América del Norte el año 2026. A ello se suma la
locuacidad de los que ven futbol y opinan profusamente. Unos y otros, suelen
clavar unívocamente sus dardos acusadores en el entrenador.
Curiosamente, los jugadores pasan
a un segundo plano a pesar de ser ellos quienes juegan en la cancha y profitan
fuera de ella. Ninguna culpa real es reconocida, pues con un lenguaje
envolvente terminan no asumiendo las responsabilidades.
Recuerdo que en el Colegio con
insistencia se invitaba a asumir las responsabilidades de nuestras acciones
aunque estas fueran gravosas: lo primero, la verdad. Ahí se terminaba dando la
cara ante los padres cuyo actuar era eco de las palabras del inspector de
turno, que no dudaba en hacer realidad lo anunciado con frecuencia: el que iba
de una llamada de atención verbal, una anotación o un castigo sabatino.
Mas, en la actualidad, constatamos
que asumir responsabilidades no goza de prestigio, por el contrario, hay una
cultura que promueve la evasión a la hora de enfrentar los actos personales,
diluyendo las consecuencias en medio de diversas corazas.
La primera: Una “moral laxa” emanada de la denominada
“teoría de las circunstancias”, que son tantas que al final nunca se
termina siendo responsable de nada. Toda culpa sobreviene en que “se dieron
las cosas” por lo que nunca uno es culpable de algo.
En segundo lugar, la “elasticidad
etaria” de la infancia y adolescencia, llegando al extremo de
hablar de “niños” cuando ya han egresado del aparataje escolar. Los medios de
comunicación y comentarios de redes sociales suelen referirse a una niñez mayorcita
como segundo escudo exculpatorio. Hace unos días vi en un canal nacional a una
conocida periodista evitar nombrar como delincuente a quienes ya poseían
mayoría de edad. Era unos niños veinteañeros que habían ultimado a una persona
para robarle.
En tercer lugar, subyace
profundamente una mentalidad del “buen salvaje”. Término que
algunos adjudican al primer filósofo griego Hesíodo (700 años antes de Cristo),
y que suele hacer referencia a una supuesta bondad natural que sería mancillada
con la influencia de otros individuos y culturas. Es como una especie de talibanismo
ecológico aplicado a la vida moral de la persona, donde se impone una
mentalidad que se es “naturalmente bueno” y es la sociedad la que corrompe o
ensucia una prístina conciencia, mentalidad con la cual se pretende “derogar”
las consecuencias del pecado original presentes en nuestra naturaleza.
Se argumenta que los niños son
generosos, bondadosos y veraces, aplicando unas pautas formativas que
prescinden de toda precaución, salvedad, aviso, y ¡qué decir! de una sanción o
un castigo.
El hecho que los padres de
familia envíen a sus hijos a nuestro Colegio y no otro dice relación porque
libre e informadamente han tomado esa determinación. Lo han hecho por las
características que nuestro plan formativo encierra, que es distinto al de
otros establecimientos.
El que nuestro establecimiento
haya celebrado el pasado mes de Junio ciento seis años de vida ininterrumpida,
el que crecientemente sea poseedor en el tiempo de muy buenos resultados
académicos, el que los alumnos se vean distintos en ceremonias y actividades interescolares, y que tenga nuestro Colegio un signo
religioso en su vida, escudo e historia, muestra un sello distintivo que
debemos procurar no sólo mantener sino acrecentar.
El conformarse con lo hecho puede
hacernos olvidar que el agua para mantenerse fresca debe correr como un canal
evitando quedarse estancada. De modo semejante, no basta con no hacer las cosas
malamente, lo que de suyo está bien, sino que la perfección personal e
institucional apunta a positivamente hacer el bien cada vez mejor.
En la Festividad del Dulce Nombre
de María recordamos especialmente el testimonio que dio Miss Mary Cook de
Wilkins como directora durante cinco décadas. Una vida entera dedicada a la
formación de nuevas generaciones, recordando que entre sus alumnos estaban
insertos sus propios hijos, lo que daba un tono muy especial a la educación
impartida caracterizada por un “señorío maternal”.
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