I. JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Contempla, alma mía, a tu divino
Redentor en el Pretorio. Es crudelísimamente azotado, coronado con agudas
espinas, burlado y sentenciado a muerte. Jesús todo lo sufre por ti en silencio
y con amor infinito. Vuelve ahora tu mirada al Sagrario. Considera el silencio
de Jesús y el amor sin medida que te tiene, no obstante que con tus
irreverencias, pensamientos malos, afectos pecaminosos y demás crímenes, de
continuo lo azotas, escarneces, coronas con bárbara crueldad y sentencias a
muerte.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra pasión! Vos inocentísimo, y yo el
abominable reo que merece sentencia de muerte eterna.... Pero no la deis contra
quien tanto os ha costado; os prometo no más pecar, imitaros en vuestro
silencio en medio de mis penas y volveros amor por amor. Madre llena de dolor…
Jesús mío, misericordia. Las almas de los fieles difuntos, por la misericordia
de Dios, descansen en paz. Así sea.
II. JESÚS SE ABRAZA CON LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús es cargado con la
pesadísima cruz de tus iniquidades. Con qué alegría, con cuánto amor la recibe,
la abraza, la estrecha contra su divino Corazón y la lleva por ti. También en
el Sagrario, ¡qué cruces tan pesadas cargas sobre Jesús! tus frialdades,
ultrajes y tal vez sacrilegios. Y Jesús abraza estas cruces con amor infinito y
las aceptaría aún más pesadas con tal de ganarte, alma mía.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Es cierto que os he cargado con las cruces de mis iniquidades; pero yo os prometo aliviaros con mi respeto, alabanzas, al amor y reparaciones a Vos en el Sagrario, y con la aceptación amorosa de todas las cruces que os dignéis mandarme. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
III. JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús cae por primera vez bajo el
peso de la cruz. Tu Salvador yace por tierra; su rostro divino, encanto de los
cielos, confundido con el asqueroso polvo. A Jesús en la Eucaristía no le
faltan mortales caídas. Muchas veces habrá tenido que descender, por fuerza de
la obediencia a sus ministros; a ti, mal dispuesto a recibirle. Jesús se ha
visto entonces obligado a unir su Corazón Santísimo contigo, tierra sucia y
hedionda, charca de vicios. ¡Qué humillación, qué caída, qué amor de Jesús!
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Cómo me angustio, Dueño mío, al considerar vuestra caída bajo el peso de la Cruz y las incontables que habéis sufrido, con tanta paciencia, viniendo sacramentado a mi corazón. Perdonadme, Señor, y ya me apresuro a levantaros con mi arrepentimiento y a consolaros con el firme propósito de jamás acercarme a la Mesa de los Ángeles sin una fervorosa y digna preparación. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
IV. JESÚS SE ENCUENTRA CON SU MADRE.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE
BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ
REDIMISTE AL MUNDO.
María encuentra al Hijo de sus
entrañas en la calle de la amargura. ¿Cómo lo ve? Sangre, lodo y esputos velan
su encantadora Faz. Agudas espinas ciñen sus sienes; su cuerpo es una fuente de
sangre. La Madre sufre el más cruel de los martirios, contemplando de esta
suerte a su Hijo Divino. El Sagrario es frecuentemente calle de amargura para
María; ahí contempla a su Jesús de nuevo perseguido, llagado, agonizante por
los crímenes de sus mismos hijos.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Virgen dolorosa y Madre tiernísima, cese vuestro llanto, cese vuestra agonía. El verdadero culpable y verdugo, así como de Jesús, os ofrece sus lágrimas y su dolor, y os promete no olvidar vuestras penas, amaros con todo el corazón y, unido a Vos, amar sin medida a vuestro Hijo en la Eucaristía. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
V. EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A
CARGAR CON LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Los sayones obligaron al Cirineo
a llevar la Cruz del moribundo Salvador, no porque la compasión los moviera a
ello, sino para tener el infernal capricho de contemplarlo crucificado en el
Gólgota. Desde el Tabernáculo, Jesús está continuamente pidiendo un Cirineo que
lo consuele y repare con amor y servicio las ingratitudes de sus hijos. «¿No
habrá un alma que quiera sacrificarse por mí? Busco una víctima para mi
Corazón, ¿dónde la hallaré?
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Si hasta ahora he sido vuestra cruz, de hoy para siempre seré vuestro Cirineo; he oído vuestras angustias quejas y me determinan a deciros desde lo íntimo de mi alma: «Yo quiero sacrificarme por Vos, víctima vuestra quiero ser; dadme vuestra cruz, dadme vuestro amor, nada más os pido». Madre llena de dolor..... Jesús mío, misericordia..... Las almas de los fieles difuntos......
VI. LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO
DE JESÚS.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
La Verónica enjuga con su velo el
rostro de Jesús. No la retraen de acto tan piadoso, la ferocidad de los
verdugos ni el temor de aparecer ella sola como la única que no se avergüenza
del divino Sentenciado a la muerte en cruz. Aunque pocas, no faltan almas
abrasadas de amor por la Eucaristía; almas que, hollando el infierno, el
funesto «qué dirán» del mundo y su propia flaqueza, tienen su morada en el
Sagrario y ahí, como otras Verónicas, dulcifican las amarguras de Jesús con sus
constantes reparaciones. Alma mía, ¿no envidias morada y ocupación tan santas?
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Bien conocéis y sufrís hondamente mi debilidad y bajeza al obrar a impulsos de mis pasiones y del respeto humano. ¡Cuántas veces, a la sombra de qué dirán, os he abandonado y he renegado de Vos! ¿Qué hacer ahora? Venceré mis pasiones, pisotearé el respeto humano y viviré mis pasiones, pisotearé el respeto humano y viviré con Vos en el Sagrario. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
VII. JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús cae por segunda vez en
tierra. Sus dolores son más intensos que en su primera caída. Con qué
dificultad se levanta; le falta el alimento. Y a medida que decrece su
fortaleza, multiplicase el encarnizamiento de sus verdugos. A golpes y fuertes
sacudidas, como si tu Dios fuera una bestia, lo obligaban a proseguir. Así de
crueles y humillantes son las segundas caídas de Jesús Hostia, al ser recibido
sacrílegamente por aquellos corazones que han gustado las delicias de su amor,
y a quienes incontables veces ha dado el abrazo y el ósculo del perdón. ¿Has
sido tú del número de estas almas verdugos?
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! He abusado
de vuestro amor paciente; me he escudado con vuestra misericordia para
ofenderos con más saña y libertad. Perdón, mil veces perdón, y haced que
vuestras misericordias las aproveche en lo venidero para reparar, con todos mis
actos, los sacrilegios que sufrís en el Santísimo Sacramento. Madre llena de
dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
VIII. JESÚS CONSUELA A LAS
PIADOSAS MUJERES.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús consuela a las hijas de
Israel. ¡Oh, caridad incomparable del Salvador! Hallase sumergido en el mar
amargo de todas las angustias y de todos los dolores, y, no obstante, como que
olvida sus propios tormentos para consolar a las afligidas mujeres que lloran
por Él. No de otra suerte, sino como Consolador divino, aparece Jesús en el
Sagrario. A los que sufren, a los que lloran, a los fatigados por la cruz, a
todos sin excepción llama y dice: «Venid a Mí y yo os aliviaré». Ve, alma mía,
vuela al Corazón de Jesús que te espera en su prisión de amor. Él te dará paz,
consuelo, fortaleza y perseverancia.
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión!
Consoladme, Jesús mío; Vos no ignoráis mis necesidades y mis angustias; y
enseñadme, como a las hijas de Jerusalén, a llorar primero mis pecados que se ha
multiplicado sobre los cabellos de mi cabeza, para llorar después con un
corazón muy puro, vuestra sacratísima pasión. Madre llena de dolor… Jesús mío,
misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
IX. JESÚS CAE POR TERCERA VEZ.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús cae por tercera vez en
tierra. Si su omnipotencia y el deseo omnipotencia y el deseo infinito de
padecer aún más por ti, no lo animaran, no hubiera podido levantarse. Tan
lastimosa fue la caída de tu Salvador. ¡Se levanta por fin! Contempla la cumbre
del Calvario, y agonizante, pero gozoso sigue subiendo. Estas terceras caídas,
mortales y doloras sobre toda ponderación, las sufre Jesús en la Eucaristía al
descender al criminal corazón de las personas que le están especialmente
consagradas. «Si mi enemigo me ultrajase, lo sufriría ciertamente, pero que tú,
hijo mío, quien se sienta conmigo a la Mesa; que tú me ultrajes, ¡ah!, no lo
puedo sufrir».
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Os agradezco con vuestro
mismo amor infinito la paciencia que me habéis tenido: ¡Cuánto me amáis y a qué
precio tan subido me habéis rescatado! A vuestro ejemplo, os prometo levantarme
siempre que tenga la desgracia de caer, subir gozoso el Calvario que me
preparéis y reparar con especialidad las ofensas que recibís de vuestras almas
predilectas. Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los
fieles difuntos…
X. JESÚS ES DESPOJADO DE SUS
VESTIDURAS.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Bárbaramente, arrancan a Jesús
sus vestiduras, renovando todas sus llagas y exacerbando todos sus dolores.
Pero sobre todo considera, alma mía, la afrenta que recibe tu Redentor y la
vergüenza que sufre al quedar desnudo ante la soldadesca. ¡Cómo satisface por
las deshonestidades! Mil cruces le hubieran sido menos duras que este ultraje a
su santidad. Contempla la desnudez de Jesús en el Sagrario. ¡Qué pobreza! Los
palacios de los hombres están recubiertos de oro y seda, mientras que el
olvidado Tabernáculo carece, a las veces, aún de los blancos pañales de Belén.
Es más pobre que la pobre choza del mendigo.
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Me avergüenzo y arrepiento
de mis impurezas, causa de vuestra afrentosa desnudes, y os pido, por esta
vuestra pena, imprimáis en mi alma un odio constante e inmenso a vicio tan
detestable y bestial. Desnudadme de todo apego a las criaturas y cubridme con
el ropaje de vuestra gracia, para abrigaros con él siempre que tenga la
felicidad de recibiros en mi pecho. Madre llena de dolor… Jesús mío,
misericordia… Las almas de los fieles difuntos.
XI. JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús es clavado en la Cruz. Le
mandan los verdugos se tienda sobre ella y obedece al punto. «Jesús fue
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». Taladran después con gruesos
clavos sus santísimos pies y manos. Contempla, alma mía, a tu Padre; te espera
con los brazos abiertos. El amor tiene como clavado a Jesús en la Eucaristía.
«Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos»... «Mis delicias son
estar con vosotros, hijos de los hombres». Y la obediencia de Jesús en este
Sacramento, ¡qué incomprensible es! Aunque el sacerdote sea otro Judas, lo
obedece ciegamente ¡Qué responderás de tu falta de sujeción, de tu habitual
desobediencia a tus superiores?
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Para
enseñarme a obedecer, Vos, nuestro Dios, os sujetáis a vuestros verdugos, y yo,
vilísima criatura a Vos mismo desobedezco, como otro ángel rebelde. Pero,
Salvador y modelo mío, ya no será así; os prometo sujetarme pronta, voluntaria
y ciegamente a todos mis superiores, sean quienes fueren. Madre llena de dolor…
Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos.
XII. JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
S. TE ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Jesús muere en la Cruz: «E
inclinando su cabeza, entregó su espíritu». Alma mía, contempla, si puedes, tu
obra. No los sayones, sino tus propios pecados, han arrancado la han arrancado
la vida a tu Salvador. ¿Aunque no estás satisfecha? Jesús no puede hacer nada
más por ti: su inmaculada Madre, su sangre, su vida, todo te han entregado. La
muerte de Jesús se repite sin cesar en nuestros altares. Bajo las especies de
pan y de vino es inmolado por el Sacerdote y ofrecido al Padre como Hostia de
propiciación por los pecados. También aquí se entrega totalmente a sus hijos:
cuerpo, sangre, alma y divinidad; todo se da a quien lo quiere recibir. Jesús,
en el Sagrario, ¿qué más puede hacer por ti?
ORACIÓN: ¡Oh Corazón Eucarístico de Jesús, perdón,
misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Yo, inhumano, os he dado la
muerte, y Vos, misericordiosísimo, me habéis dado la vida y vida eterna. «¿Qué
devolveré al Señor por todos sus beneficios?» Aquí estoy, Señor, dispón de mí
según vuestra divina voluntad. Mas no sé ni puedo deciros. Madre llena de
dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos…
XIII. JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
Bajan de la Cruz el cuerpo divino
del Salvador y lo depositan en los brazos de su afligidísima madre, ¿No
conocéis a vuestro Hijo, Señora? Es el mismo «hermosísimo entre los hijos de
los hombres que llevabais a vuestros pechos virginales». Su amor lo ha desfigurado.
Y tú eres, alma mía, el reo y eres también el verdugo. El sacerdote puede bajas
algunas veces a Jesús, Hostia del Sagrario donde ha sido ultrajado, al corazón
de verdaderos amantes; de almas que saben como María, compadecer a su Dios y
lavar y ungir su destrozado cuerpo con lágrimas de arrepentimiento y con besos
de amor. Sé tú, alma mía, no ya verdugo, sino del número dichoso de estas almas
reparadoras.
ORACIÓN ¡Oh Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón, misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Virgen
dolorosa, yo quiero reparar mi crimen y así mitigar vuestro quebranto. Para
conseguirlo, adoptadme por hijo, hacedme participante de vuestros dolores y
dadme con largueza vuestra compasión y amor siempre que tenga la felicidad de
recibir a vuestro Jesús en la Eucaristía, para consolarlo y amarlo dignamente.
Madre llena de dolor… Jesús mío, misericordia… Las almas de los fieles difuntos.
XIV. JESÚS ES DEPOSITADO EN EL
SEPULCRO.
S. TE
ADORAMOS, OH CRISTO Y TE BENDECIMOS.
R. QUE POR
TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO.
La Santísima Virgen deja el
cuerpo de su Hijo en el sepulcro y ahí deja también su purísimo y lacerado
corazón, como guardia fiel que cuida el más rico de los tesoros. María tiene
que volver al a ciudad deicida. «¡Grande como el mar es su quebranto!»....
«¡Oh, vosotros que cruzáis por el camino de la vida, atended y ved si hay dolor
semejante a su dolor!» El Sagrario es, ¡ay!, por el abandono en que se halla,
un sepulcro para el Corazón amante de Jesús. Ahí está Él, por el amor infinito
que te tiene, real y verdaderamente presente, de día y de noche y siempre
esperándote. Alma mía, enciérrate con Jesús en el Sagrario, haz ahí tu morada
eterna. Jesús es tu tesoro, tu corazón, tu bienaventuranza.
ORACIÓN ¡Oh, Corazón Eucarístico
de Jesús, perdón misericordia; yo soy el verdugo en vuestra Pasión! Recibid, en
reparación de mis crímenes que claman venganza al Cielo, mi última y la más
fervorosa y humilde de mis promesas: llorar mis pecados, nunca más ofenderos,
vivir con Vos en el Tabernáculo y trabajar cuanto pueda, por vuestra gloria.
Corazón Eucarístico de mi Dios, si tengo que separarme del Sagrario por mis
deberes, concededme el inmerecido don de que mi alma jamás se separe de este
divino Nido, testimonio el más elocuente del infinito amor que me tenéis. Ahí
en el Sagrario, quiero vivir eternamente.
VIDA DEL MARTIR JOSE MARÍA
ROBLES HURTADO
Siempre la Cruz y la Eucaristía
van íntimamente unidas, más aún, forman el mismo misterio de Cristo muerto y
resucito. Por eso, en su ferviente devolución eucarística. San José maría
Robles Hurtado, sacerdote diocesano de Guadalajara y mártir mexicano, escribió
un Vía crucis eucarístico para recorrer el camino de la Cruz junto a
Jesucristo, presente en la Eucaristía.
El camino de la Cruz marcó
fuertemente la vida de San José maría Robles: el 3 de mayo de 1888, día de la
Santa Cruz, nació en Mascota, Jalisco, y ese mismo día recibió el Sacramento
del Bautismo, que se sepultura con Cristo para resucitar con Él. La espiritualidad
cristiana del seminarista y el sacerdote José María Robles estuvo fuertemente
marcada por una profunda y ferviente devoción al Sagrado Corazón de Jesús,
presente en la Eucaristía, y estuvo siempre dispuesto a ofrecerse él mismo como
víctima de explicación por los pecados del mundo. Esta devoción trató de
comunicarla constantemente a las comunidades parroquiales donde él ejerció el
ministerio sacerdotal: Nochistlán, Zacatecas, y Tecolotlán, Jalisco; para eso
fundó la congregación religiosa de las Hermanas Víctimas del Corazón
Eucarístico de Jesús, quienes más tarde recibieron el nombre de Hermanas del
Corazón de Jesús Sacramentado, y a quienes siempre recomendó el amor y el
sacrificio por Jesús Eucaristía.
Entre los numerosos escritos,
llenos de piedad, que salieron de la pluma del Padre Robles durante los catorce
años de su vida sacerdotal, se encuentra esta meditación del Vía crucis, en que
nos invita a seguir los pasos de Jesús, cargando la cruz de cada día, como él
mismo lo hizo, soportado pacientemente la persecución y el sufrimiento, hasta
que, en la madrugada del día 26 de junio de 1927, perdonado a sus verdugos y
besando la soga con que sería ahorcado, murió colgado de las ramas de un roble.
El Señor le concedió lo que
ardientemente le había perdido: “Quiero amar tu Corazón, Jesús mío, con
delirio, quiero amarte con pasión, quiero amarte hasta el martirio”.
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