TEMA : “MIRAR LA SOCIEDAD A LA LUZ DE LA FE”
FECHA: HOMILIA DÍA MIERCOLES 11 SEPTIEMBRE 2024
“Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, dijo: Bienaventurados
los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis
hambre ahora porque seréis saciados” (San Lucas VI, 20-26)
Queridos hermanos: El mensaje del
Evangelio de este día nos ubica en el contexto del primer mensaje dado por Jesús,
cuyo encabezamiento nos recuerda el llamado universal a la santidad. De algún
modo la identificación con cristo por medio de la gracia va de la mano siempre
con la invitación al apostolado. Quien busca la santidad no queda encerrado en
una autosatisfacción ciega, sino que procura buscar que el mayor número posible
alcance el bien al que aspira. No
esconde el tesoro encontrado de la fe sino la difunde como prioridad.
El odio, la segregación, y la
mentira son el aroma pestilente y frecuente de una sociedad que se ha edificado
al margen de la voluntad de Dios. El Antiguo Testamento nos muestra tres
momentos donde el hombre y la sociedad se han alzado contra Dios:
Adán y Eva, la primera comunidad
decide mutuamente no obedecer los dictámenes de Dios, quien los creó a su
imagen y semejanza, quien conversaba con ellos demostrando una cercanía
especifica a diferencia del resto de las creaturas. Nunca parece ser suficiente
para un corazón que se llena de sí mismo, por lo que todo pasa a un segundo
plano ante el reinado del orgullo. Por eso, al creerse superiores y autónomos,
desechando los dictámenes de Dios, terminaron experimentando las inevitables consecuencias
del acto de sublevarse contra Dios.
El desenfreno al que conduce un
mundo sin Dios nos lleva prontamente a detenernos en el episodio de los
vetustos poblados de Sodoma y Gomorra, sobre las cuales Dios hace caer fuego
para hacer desaparecer sus abominaciones. A este respecto, diremos que el Señor
Dios merece todo respeto, obediencia y el primero de nuestros afectos, por lo
que nunca se puede pasar a llevar sus mandamientos sin no experimentar la
consecuencia de ello, tal como lo experimentaron los habitantes de aquellas
ciudades citada.
En igual sentido escribía en una
de sus homilías San Juan Maria Vianney, el Santo Cura de Ars: “Quítenle a
Dios al pueblo y se comportarán como bestias”. Eso es lo que pasa con los
pecados que claman al cielo.
El tercer episodio que recordamos
en esta tarde es aquel donde un pueblo quiso rivalizar con Dios alzándose por
medio de una edificación que parecía no tener otro limite que la aspiración
humana de pretender superar a su Dios. Es la consabida historia de Babel, ubicada
en una llanura de la tierra de Sinaí. Etimológicamente aquella torre dice
relación con la confusión surgida que hace finalmente colapsar la pretensión de
ser rival de Dios.
Y, como dijo Su Santidad el Papa
en su homilía a los jóvenes en Chile el año 1987 en el Estadio Nacional: “El
hombre por un tiempo puede construir un mundo sin Dios, pero prontamente ese
mundo se vuelca contra el hombre mismo”.
Es lo que experimenta nuestra
sociedad cuando no acoge la llamada a la santidad, cuando no reconoce la
primacía de la voluntad de Dios en su alma personal y social, haciendo que el
crecimiento tenga “piernas costas” y pronto sea sobrepasado por la
miseria y la violencia como los frutos inmediatos del secularismo impuesto.
¡Que decir del respeto a la persona humana si no se respeta a su mismo Creador!
Lo anterior, resulta importante
destacar pues como sabiamente describiera el pensador católico hispano Salvador
Donoso Cortes en su libro sobre el cristianismo: “Tras cada política subyace
una teología”. Hay una visión de Dios en el trasfondo de la vida del hombre
en sociedad que resulta imposible desconocer, por lo que, más temprano que tarde, aflora o el amor a Dios prioritario o la
postergación de Dios y su obra.
Sin duda, cuando hoy recordamos
lo acontecido en Chile hace más de cinco décadas, tenemos presente lo dicho por
el Papa Pio XI respecto de una ideología que fue categóricamente definida como “intrínsecamente
perversa”, tal como lo han experimentado tan dramáticamente aquellas
naciones que han permanecido por décadas bajo su influjo pestilente del cual,
nuestra Patria se vio liberada en el mismo umbral.
Nuestra mirada como creyentes nos
permite valorar en real justicia y verdad lo que ha significado aquel día undécimo
de un gran mes, donde se produce una inmediata transformación significada en el
masivo uso del emblema Patrio, como signo de unidad. Nadie puede negar que las
banderas rojas fueron prontamente abandonadas dando paso al tricolor del mes
que nos trae la primavera con su aroma y luminosidad.
El florecimiento de una nueva
manera de procurar ordenar la sociedad surge de la mano con la invocación
recurrente a Dios, y particularmente a la Virgen Santísima en orden a dar su
gracia en las diversas iniciativas implementadas.
Por eso, la visión del hombre, de
la familia y de la Sociedad surge desde una previa concepción de Dios presente
en medio de nosotros.
Aquellos tres años previos
sirvieron definitivamente para descubrir que el hombre con sus proyectos ateos
puede sumergirse en la orfandad, pero
Dios -finalmente- siempre está pronto a
atender al primer clamor de quienes le reconocen como su Padre, por lo que este
día, nuestro Señor -como sentenció en una oportunidad el recordado arzobispo
obispo en Valparaíso (Emilio Tagle Covarrubias)- actuó “providencialmente”
haciendo encender en nuestros corazones una llama de amor y libertad que permanece
inalterable en el tiempo tal como nuestra fe en Dios se fortalece con tantas
bondades que nos concede día a día.
En esta tarde, invocamos a
Nuestra Señora del Carmen que nos obtenga del Cielo la protección a cada hijo
de esta tierra, toda vez que previo a esta jornada y luego de ella, se alzaron miles de rosarios para obtener
nuestra Segunda Independencia Nacional, la cual, no se obtuvo sin el
sufrimiento, dolor y sacrificio que nos invita al compromiso de estar siempre
al servicio de Dios primero y de esta Nación, llamada un día a reconocerle como
prioridad, confesando su Nombre Santo.
Este Año celebramos las Bodas de
Oro del cumplimiento de la promesa hecha a la Virgen del Carmen por nuestro primer
Padre de la Patria Bernardo O? Higgins en campo de batalla de Maipú. Es una
oportunidad para renovar nuestra piedad y obediencia hacia la Madre de Dios y
Madre nuestra.
¡Virgen del Carmen Reina de
Chile, Salva a tu pueblo que clama a ti!
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