SEÑORA
MARÍA ANGÉLICA PEIRANO
PRESENTE.
Valparaíso, Martes 25 de Junio
del 2024.
¡Crux Sancta, Spes nostra!
De nuestra consideración,
El pasado día domingo 23 de junio del año en curso, a las 16:15 pm. Ud.
se comunicó a mi celular con el fin de exponer su sorpresa y rechazo ante la transformación
de la imagen de Jesús puesto sobre una cruz, en la misma cruz, con la imagen de Jesús resucitado, lo que a su
entender no corresponde a un sano sentido litúrgico.
Busqué
información en las diversas redes sociales pudiendo verificar lo que Ud. señaló
con la imagen reciente de dicho crucifijo implementado a partir de junio del
año 2024.
Sin duda, se trata de una concepción nueva y que no está en directa
relación con lo que ha sido la historia de la imaginería religiosa en nuestra
cultura, por lo que se hace necesario revisar la oportunidad y la probidad de
dicha iniciativa en relación a lo que la Iglesia ha dispuesto para la
implementación de los templos.
De la,
misma manera atendiendo las indicaciones del denominado Espíritu de “Sinodalidad”
al que el Obispo de Roma ha invitado en
estos últimos años, parece ser un camino impropio el actuar de manera inconsulta
en un tema que resulta de importancia basilar para la fe los feligreses,
develando más que un espíritu de “hacer Iglesia en común” un espíritu
impositivo de un grupo selecto signado por la arbitrariedades.
Resulta
conveniente tener presente algunas consideraciones previas:
a). Porque en ella fue puesto
Jesucristo, que con su sangre derramada para el perdón de los pecados venció
definitivamente el poder del maligno.
b). La cruz es un “campo de
batalla” donde se combate, no es una
vitrina en la que se expone el triunfo logrado, por ello, en el culto privado
se ensalza el sufrimiento que implica el Camino que siguió Jesús crucificado.
Conviene a este respecto tener presente que no es aún la hora de la venida del Resucitado
en todo su esplendor (Parusía), sino que es tiempo de la cruz, tiempo de la búsqueda
de la santidad, tiempo de la recepción de la gracia, es el tiempo de la
conversión y del mérito. Y de ello hay que predicar y enseñar, con la palabra y
los signos litúrgicos.
c). El testimonio de los primeros
relatos sobre la vida de Jesús está marcado por denominarlo como “el
crucificado”, lo que además, está anunciado por relatos paganos contemporáneos
a Cristo que indican que “murió crucificado” y luego, apareció vivo entre los suyos. San Pablo “predicaba
a Jesús y la resurrección” (Hechos XVII, 18), centrando su predicación en “Jesucristo
y Éste crucificado” (1 Corintios II, 2 ), teniendo
la convicción que es la Cruz la perta de
la resurrección.
Jesús resucitó al tercer día señala
el Santo Evangelio: La Sagrada Escritura afirma que lo hizo en el sepulcro no
en el madero de la cruz. Reconocer la divinidad de Jesús no ha de confundirse
con hacerlo respecto de su resurrección. El militar testigo de la muerte de Jesús
dijo: “Verdaderamente este es el Hijo de Dios”, pero sólo los apóstoles
al verificar el sepulcro vacío anunciaron luego “¡Es verdad ha resucitado!”.
Dos momentos y lugares distintos.
d). Los enemigos de Jesús y de su
Iglesia suelen tener odio a la cruz destruyéndola y prohibiéndola en los
diversos lugares del mundo donde se ha perseguido
a la Iglesia tal como acontece en los países mayoritariamente musulmanes. La cruz
es molesta porque Cristo lo es para el mundo.
e). Los verdaderos amigos de Cristo y los mejores hijos de la
Iglesia que son los santos han venerado unánimes a Cristo crucificado. Así lo
escribe San Juan de la Cruz: “Si en algún tiempo alguno le persuadiese, sea
prelado u otro cualquiera, alguna doctrina de anchura, aunque la confirme con
milagros, no la crea ni abrace, sino más penitencia y más desasimiento de todas
las cosas, y no busque a Cristo sin Cruz”-
¿Cómo no recordar a Teresa de los
Andes que porta en sus brazos el crucifijo, a San Alberto Hurtado que ofreció
sus dolores del cáncer hepático a Jesús crucificado, o a Beata Laura Vicuña
Pino que entregó su vida -como Cristo en la cruz- por la conversión de su madre?
Estimada María Angélica Ud. puede
hacer uso de esta carta según estime conveniente, puesto que, lo que en ella
está escrito forma parte de la doctrina revelada y enseñada por nuestra Iglesia
en dos milenios. Sólo le recomiendo no entrar en discusiones que sólo pueden
indisponer su vida espiritual, y centrar la mente y corazón en amar a Jesús
crucificado que ha vencido el poder del pecado y de la muerte al resucitar al
tercer día.
Del mismo modo, se verifica una
vez mas que para evitar arbitrariedades litúrgicas que resultan del todo
inaceptables, se requiere del funcionamiento de una comisión diocesana de
liturgia sagrada que vele por la recta implementación de los elementos del
culto sagrado tal como se solicitó, sin
éxito por cierto, en 1989 con ocasión de la celebración del Primer Sínodo
Diocesano de Valparaíso. Se olvidaba con ello que la imagen de Jesús puesto en
una cruz colocado sobre el altar durante la Santa Misa es del siglo IV, tal
como indica el Concilio de Tours del año 567 canon tercero: “Ut corpus
Domini in Altari, non in armario, sed sub crucis titulo componatur”. (El Cuerpo del Señor sobre el altar no en
un armario)
¡Hace 1457 años, durante la
celebración de la Santa Misa, los fieles han visto la estrecha vinculación
entre el crucificado y el sacrificio renovado que se realiza sobre nuestros
altares!
Por lo anteriormente expuesto, hemos
de reconocer que constituye un grave error y un abuso litúrgico la práctica de
sacar el Cristo crucificado de nuestros altares y retablos sustituyéndolo, de
manera temporal o permanentemente, por la imagen del resucitado. En nuestra
liturgia el Cirio Pascual representa a Jesús Resucitado, recordando que se
presentó así ante sus apóstoles con los signos de su pasión.
Actualmente rige para toda la
Iglesia la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) que establece claramente
que: “Igualmente, sobre o cerca del
altar colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser
vista sin obstáculos por el pueblo congregado. Es importante que esta cruz
permanezca cerca del altar siempre, aún fuera de las celebraciones, para que
recuerde a los fieles la pasión salvífica del señor” (número
308, 117).
Ud. posee de acuerdo al C.I.C.
vigente, pleno derecho como feligrés a escribir con claridad y respeto al señor
rector de la Iglesia citada con el fin de contribuir a su mejor ornato, puesto
que, el aporte de los fieles no se
detiene en el dinero al culto y limosnas dominicales que suelen promocionarse
efusivamente, sino a la edificación integral de la comunidad incluido el templo
donde se realiza el culto sagrado a Dios.
Con afecto, Dios Guarde a Ud. Y Familia.
Pbro.
Jaime Herrera González
Cura
Párroco de Puerto Claro
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