martes, 2 de julio de 2024

 


SEÑORA

MARÍA ANGÉLICA PEIRANO

PRESENTE. 

                                                      Valparaíso, Martes  25 de Junio del 2024.

                                            ¡Crux Sancta, Spes nostra!

De nuestra consideración,

                                              El pasado día domingo 23 de junio del año en curso, a las 16:15 pm. Ud. se comunicó a mi celular con el fin de exponer su sorpresa y rechazo ante la transformación de la imagen de Jesús puesto sobre una cruz, en la misma cruz,  con la imagen de Jesús resucitado, lo que a su entender no corresponde a un sano sentido litúrgico.

                                             Busqué información en las diversas redes sociales pudiendo verificar lo que Ud. señaló con la imagen reciente de dicho crucifijo implementado a partir de junio del año 2024.

                                             Sin duda, se trata de una concepción nueva y que no está en directa relación con lo que ha sido la historia de la imaginería religiosa en nuestra cultura, por lo que se hace necesario revisar la oportunidad y la probidad de dicha iniciativa en relación a lo que la Iglesia ha dispuesto para la implementación de los templos.

                                            De la, misma manera atendiendo las indicaciones del denominado Espíritu de “Sinodalidad”  al que el Obispo de Roma ha invitado en estos últimos años, parece ser un camino impropio el actuar de manera inconsulta en un tema que resulta de importancia basilar para la fe los feligreses, develando más que un espíritu de “hacer Iglesia en común” un espíritu impositivo de un grupo selecto signado por la arbitrariedades.

                                           Resulta conveniente tener presente algunas consideraciones previas:

a). Porque en ella fue puesto Jesucristo, que con su sangre derramada para el perdón de los pecados venció definitivamente el poder del maligno.

b). La cruz es un “campo de batalla” donde se combate,  no es una vitrina en la que se expone el triunfo logrado, por ello, en el culto privado se ensalza el sufrimiento que implica el Camino que siguió Jesús crucificado. Conviene a este respecto tener presente que no es aún la hora de la venida del Resucitado en todo su esplendor (Parusía), sino que es tiempo de la cruz, tiempo de la búsqueda de la santidad, tiempo de la recepción de la gracia, es el tiempo de la conversión y del mérito. Y de ello hay que predicar y enseñar, con la palabra y los signos litúrgicos.

c). El testimonio de los primeros relatos sobre la vida de Jesús está marcado por denominarlo como “el crucificado”, lo que además, está anunciado por relatos paganos contemporáneos a Cristo que indican que “murió crucificado” y luego,  apareció vivo entre los suyos. San Pablo “predicaba a Jesús y la resurrección” (Hechos  XVII, 18), centrando su predicación en “Jesucristo y Éste crucificado” (1 Corintios II, 2 ), teniendo la convicción  que es la Cruz la perta de la resurrección.

Jesús resucitó al tercer día señala el Santo Evangelio: La Sagrada Escritura afirma que lo hizo en el sepulcro no en el madero de la cruz. Reconocer la divinidad de Jesús no ha de confundirse con hacerlo respecto de su resurrección. El militar testigo de la muerte de Jesús dijo: “Verdaderamente este es el Hijo de Dios”, pero sólo los apóstoles al verificar el sepulcro vacío anunciaron luego “¡Es verdad ha resucitado!”. Dos momentos y lugares distintos.  

d). Los enemigos de Jesús y de su Iglesia suelen tener odio a la cruz destruyéndola y prohibiéndola en los diversos lugares  del mundo donde se ha perseguido a la Iglesia tal como acontece en los países mayoritariamente musulmanes. La cruz es molesta porque Cristo lo es para el mundo.

 

e). Los verdaderos  amigos de Cristo y los mejores hijos de la Iglesia que son los santos han venerado unánimes a Cristo crucificado. Así lo escribe San Juan de la Cruz: “Si en algún tiempo alguno le persuadiese, sea prelado u otro cualquiera, alguna doctrina de anchura, aunque la confirme con milagros, no la crea ni abrace, sino más penitencia y más desasimiento de todas las cosas, y no busque a Cristo sin Cruz”-

¿Cómo no recordar a Teresa de los Andes que porta en sus brazos el crucifijo, a San Alberto Hurtado que ofreció sus dolores del cáncer hepático a Jesús crucificado, o a Beata Laura Vicuña Pino que entregó su vida -como Cristo en la cruz- por la conversión de su madre?

Estimada María Angélica Ud. puede hacer uso de esta carta según estime conveniente, puesto que, lo que en ella está escrito forma parte de la doctrina revelada y enseñada por nuestra Iglesia en dos milenios. Sólo le recomiendo no entrar en discusiones que sólo pueden indisponer su vida espiritual, y centrar la mente y corazón en amar a Jesús crucificado que ha vencido el poder del pecado y de la muerte al resucitar al tercer día.

Del mismo modo, se verifica una vez mas que para evitar arbitrariedades litúrgicas que resultan del todo inaceptables, se requiere del funcionamiento de una comisión diocesana de liturgia sagrada que vele por la recta implementación de los elementos del culto sagrado  tal como se solicitó, sin éxito por cierto, en 1989 con ocasión de la celebración del Primer Sínodo Diocesano de Valparaíso. Se olvidaba con ello que la imagen de Jesús puesto en una cruz colocado sobre el altar durante la Santa Misa es del siglo IV, tal como indica el Concilio de Tours del año 567 canon tercero: “Ut corpus Domini in Altari, non in armario, sed sub crucis titulo componatur”. (El Cuerpo del Señor sobre el altar no en un armario)

¡Hace 1457 años, durante la celebración de la Santa Misa, los fieles han visto la estrecha vinculación entre el crucificado y el sacrificio renovado que se realiza sobre nuestros altares!

Por lo anteriormente expuesto, hemos de reconocer que constituye un grave error y un abuso litúrgico la práctica de sacar el Cristo crucificado de nuestros altares y retablos sustituyéndolo, de manera temporal o permanentemente, por la imagen del resucitado. En nuestra liturgia el Cirio Pascual representa a Jesús Resucitado, recordando que se presentó así ante sus apóstoles con los signos de su pasión.

Actualmente rige para toda la Iglesia la Instrucción General del Misal Romano (IGMR) que establece claramente que: “Igualmente, sobre o  cerca del altar colóquese una cruz con la imagen de Cristo crucificado, que pueda ser vista sin obstáculos por el pueblo congregado. Es importante que esta cruz permanezca cerca del altar siempre, aún fuera de las celebraciones, para que recuerde a los fieles la pasión salvífica del señor(número 308, 117).

Ud. posee de acuerdo al C.I.C. vigente, pleno derecho como feligrés a escribir con claridad y respeto al señor rector de la Iglesia citada con el fin de contribuir a su mejor ornato, puesto que,  el aporte de los fieles no se detiene en el dinero al culto y limosnas dominicales que suelen promocionarse efusivamente, sino a la edificación integral de la comunidad incluido el templo donde se realiza el culto sagrado a Dios.

Con afecto, Dios Guarde a Ud. Y Familia.

 

 

Pbro. Jaime Herrera González

Cura Párroco de Puerto Claro




 

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