TEMA : “LA VIDA ES UNA CARRERA PARA LLEGAR VA LA
META QUE ES DIOS”
FECHA: HOMILIA (+) CATALINA JIMENEZ PONCE DE LEON / JUNIO 2024
El Evangelio de hoy nos habla de
la ley de retaliación, conocida habitualmente como como del “Talión” que
buscaba moderar la venganza con el fin que no excediera el daño inicial. Aunque
suena extraño era la primera vez que una norma procuraba limitar la venganza.
Bastaría leer las atrocidades de la Guerra Civil Americana que refiere Wittman
o en nuestra Patria los estragos de 1891 que tanta crueldad tuvieron entre las
mismas familias. Por eso, 1800 años antes de Cristo ya se aplicaban algunos
puntos atenuadores de la venganza.
Jesús enseña que requiere mas
valor el no responder una agresión injusta o insulto que el de agredir o
enfrascarse en medio de una pelea. El honor no se mantiene sólo por medio de un
acto violento sino -primero- en la búsqueda, a veces extenuante, de colocarse sobre toda violencia y agresión.
“Si alguien te pide cargan un
milion” equivale a quince cuadras de las nuestras, era lo permitido por
las leyes romanas para llevar una carga pesada (sobre diez kilos) y, por ejemplo,
el requerimiento hecho a Simón de Cirene quien fue “obligado a cargar la
Cruz” puesto que eso estaba permitido exigírselo a cualquier transeúnte
(XXVII, 32). Ninguna necesidad personal estaba sobre esa solicitud hecha: Ni la
enfermedad, ni las ocupaciones, ni la indumentaria…nada era anterior a la orden
dada.
Aquí Jesús nos pide desechar todo
resentimiento, toda ira. Como aquel personaje televisivo que repetía: “La
venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena!”, así nosotros -no
como actores de una comedia infantil- sino como quienes deseamos cumplir lo que
el Señor nos pide, procuraremos alejar de nuestro corazón el mal de la
venganza, púes aquel que tiene una deuda de reconciliación con alguien
debe antes de ir al culto, esforzarse por acercarse a aquel que se siente
distanciado. Ninguna ofrenda es más grata a Dios Padre que aquella que implica
reconciliarse…ponerse en la buena con aquel que se encuentra enemistado.
Es probable que la generalidad de
nuestras desavenencias digan relación con hechos entre “pares”, es decir de
unos a otros, lo que de suyo es grave porque afecta la dignidad, la alegría, la
esperanza, del prójimo en cuya alma vive Dios. Por eso, las faltas a la caridad
con los demás suelen ser de carácter grave y constituyen un pecado mortal. Que
requiere del sacramento de la confesión para borrar esas faltas.
Pero, mayoritariamente por la
formación recibida en catequesis y clases de religión o valores, tendemos a
sobrevalorar las faltas al prójimo en casi total olvido con las cometidas
contra Dios, de tal manera que pensamos como que al Señor le da lo mismo cuando
cometemos una ofensa contra Él, o que está obligado a perdonarnos por lo tanto “ya
se le pasará la molestia y el sufrimiento”.
Olvidamos con ello que todo
pecado cometido conscientemente contra Dios tiene repercusión “eterna”,
y las consecuencias son tan profundas que sólo la sangre derramada por Jesús en
la Cruz hace posible que podamos recuperar en plenitud la original amistad con
Dios que nos creó, y aún mas nos redimió: ¡Mucho hizo con crearnos, mas con
redimirnos! (R.P. Mateo Crawley-Boevey).
Esta Santa Misa la ofrecemos especialmente por
Catalina Jiménez Ponce de León, quien fue llamada por Dios hace un mes -17 de
Mayo- luego de padecer primero una enfermedad terminal, y luego una grave
influenza de la cual no se pudo recuperar. Acompañamos a sus seres queridos,
especialmente, su esposo Diego Pérez, sus padres, familiares y amigos a un mes
de su partida. Lo hacemos con fe toda vez que Jesús nos dijo: “Todo lo que
pidan con fe viva será concedido”, añadiendo que hemos de implorar con la
convicción que lo pedido ya es concedido si es para el bien de nuestra alma.
La vida de nuestra hermana
Catalina nos lleva a recordar aquellas palabras del Apóstol San Pablo que
destacaba la vida del deportista que busca una metra, lo importante es cual es transitoria
y cual es definitiva. El atleta se esfuerza en obtener una corona, una medalla
un primer lugar, por lo que está capacitado para el esfuerzo y la dedicación
sin los cuales no se obtiene la victoria. Trabajando en equipo, con
entrenamiento permanente, el hockey fue un medio de crecimiento y desarrollo
para nuestra hermana a lo cual dedicó grandes afanes.
Hoy rezamos para que ella reciba
del Buen Dios la corona que no se oxida ni se hurta, el premio que es la Bienaventuranza
eterna que es concedido por la gracia del Señor al que le pedimos, a treinta
días de su partida, que repita a ella lo dicho en el Santo Evangelio: “Ven bendita
(Catalina) de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde
la creación del mundo” (San Mateo
XXV, 31-46).
Catalina Jiménez Ponce de León,
descansa en paz. Amén.
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