jueves, 24 de marzo de 2016

ESPÍRITU DEL TRABAJO” Y TRABAJO DEL ESPÍRITU



 MISA  ACCIÓN DE GRACIAS EMPRESAS  TAYLOR GROUP / 2016.

Padre Jaime Herrera González
                                                       
1.      “Quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Oseas VI, 1-6).
Queridos hermanos y hermanas en el Señor: Hace unos instantes ingresamos a este templo por una de las puertas que luce engalanada, lo cual no es casualidad toda vez que este lugar ha sido designado como uno de los  templos donde se puede recibir la Indulgencia a lo largo del Año de la Misericordia, al que el actual Romano Pontífice nos ha convocado desde la pasada fiesta de la Inmaculada Concepción hasta la Solemnidad de Cristo Rey.
Durante este Año Jubilar, podemos diariamente obtener no solo el perdón de nuestros pecados sino la remisión  de sus consecuencias, vale decir, que las huellas o señales de cada pecado personal cometido queda borrada totalmente, permitiéndonos estar bien preparados al momento de ser llamados a la presencia de Dios, justo y misericordioso a la vez.
Es,  sin duda,  un tiempo favorable de la gracia de Dios. Un tiempo favorable para crecer espiritualmente, para “limar las aspereas del corazón” y así, dejándose reconciliar  por Dios se allane el camino hacia quienes están a nuestro alrededor, todo lo cual precipita aquella felicidad que da el nombre a este tiempo jubilar. La paz que genera la reconciliación con Dios tiene como fruto la alegría y el júbilo en el corazón de cada uno.
Por ello el termino de Año Jubilar encierra una doble dimensión: vivir el gozo durante un tiempo de gracia, y por otra experimentar los frutos de la misericordia de Dios en nuestra vida cotidiana, en la cual el trabajo bien hecho ocupa un lugar principal toda vez que desde la creación fue puesto como un medio privilegiado de buscar la santidad.
Dios dijo: “dominad la tierra”, con lo cual, nos llamó a trabajar, a colaborar con Él para que el mundo esté definitivamente sometido al hombre y, por su mediación, al Señor nuestro Dios.
En todo momento hemos de recordar que el trabajo está al servicio de Dios, pues nuestras labores han de ser una prolongación de la acción creadora divina, la “terminación” de la creación.
Entonces, estamos llamador por Dios a ser “sus ayudantes” por medio del trabajo. Así, lo describió el recordado Cardenal Stephan Wyszynsky Karp, Primado de Polonia, cuando luego de mirar su país derrumbado a causa de la Segunda Guerra Mundial, escribió un hermoso opúsculo sobre el “Espíritu del Trabajo” (Editorial Patmos, página 79).
Reconociendo que Dios hizo todo de la nada y que todo depende de su poder y de su bondad en el universo,  es parte de lo que profesamos en el Credo Apostólico, a la vez que no dejará de conmovernos el hecho que haya querido tener nuestra colaboración como parte de su Providencia misma por medio de nuestro trabajo de cada día, el cual adquiere un valor particular contemplado a la luz de la fe.
Desde esta perspectiva, no hay trabajo secundario ante la mirada de Dios, ni que carezca de trascendencia la responsabilidad que cada uno involucra, de tal manera que cada persona en el lugar donde esté en el mundo del trabajo ha de saberse  cumpliendo una tarea única, indelegable, y eventualmente meritoria si se hace en conciencia, con recta intención y bien hecho. ¡Qué decir si como el justo Abel se ofrece al Señor como ofrenda lo mejor y primero para Dios!
2.      “El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias” (Salmo LI, 1-23).
 Iglesia de Puerto Claro
                                      La frase citada del Salmo cincuenta y uno nos sirve como marco referencial para descubrir lo que Dios aprecia, lo que a Dios le agrada. Si resultó conveniente ahondar en el espíritu del trabajo resultará imposible no detenernos en el trabajo del espíritu, pues,  la naturaleza nuestra, que difiere de la angelical porque estos son seres meramente espirituales como se aleja –también- de la animal en quienes el instinto tiene la última palabra de sus accionar. Nuestra naturaleza caída por el pecado y elevada por la gracia hace  que tras cada trabajo iniciado, se pueda entrever la huella de Dios, permitiendo comprender en su justa dimensión un antiguo axioma latino: “Labor onmia vincit”.
  3.      “Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado” (San Lucas XVIII, 9-14).
Sacerdote Jaime Herrera
                                     Inmersos en este tiempo estrictamente penitencial, de cual muchos parecen hacer abstracción, ahora contemplamos el trabajo del espíritu que puede hacerse en cada labor cotidiana, sin necesidad de modificar nuestro lugar de trabajo ni nuestro horario mayormente.
En efecto, la  gran Teresa de Ávila, cuya imagen honramos en ese templo, al hablar de la penitencia hacia mención a aquella que involucra la cotidianeidad y la vivencia de las obras de misericordia exigibles  en la vida comunitaria, lo cual podemos extenderlo –por cierto- con todo aquel que  trabaje diariamente junto a nosotros.
Nadie es una moneda de oro, que a todos agrada siempre, por el contrario, cada uno ha de reconocer que posee múltiples deficiencias, algunas que pueden ser muy evidentes y otros que quedan al reconocimiento de la propia conciencia.
Sin duda, la jornada diaria requiere del ejercicio de las múltiples obras de caridad, en especial a lo largo del Año de la Misericordia, y  que nuestro Señor Jesús en el Evangelio nos pide cumplir a cabalidad (San Mateo XXV, 35-36).
·        Acoger al peregrino: procurando recibir con afecto y simpatía al que se incorpora por primera vez en la empresa, y saludando a todos al inicio de la jornada laboral.
·        Enseñar al que no sabe: implica dar el tiempo necesario para dar a conocer las responsabilidades de quien debe aprender un nuevo puesto como el tener la humildad de  preguntar oportunamente  aquello que se desconoce.
·        Corregir al que se equivoca: Aplicando el camino trazado por Jesús respecto de la corrección fraterna en cada uno de sus pasos, buscando el mejor desempeño de cada funcionario para el mejor resultado de la empresa. Cuando se corrige con amor se enmienda con amor.
·        Consolar al que esta triste: Esto conlleva revestirse de los mismos sentimientos del Corazón de Jesús que ante la partida de su amigo Lázaro no dudó en acompañar su familia amiga de Betania, como  de dar ánimo al padre atribulado que recurría a Él por la vida de hija.
·        Dar de comer y beber a quien lo requiere: Sin duda el trabajo permite que cada persona tenga el sustento para sus propias necesidades y las de los suyos, por lo que el hecho de hacer que una empresa funcione y se expanda, implica no sólo que cada uno tenga convenientemente lo que requiera, sino que pueda adquirir lo preciso para la necesidad de su alma como es el “Pan de Vida Eterna”  y aquella Palabra de la cual “brotan ríos de agua viva”.
·        Tener paciencia de los defectos ajenos: Aunque puede parecer difícil de cumplir resulta muy fácil hacerlo si acaso cada uno hace un  examen de conciencia y descubre las múltiples carencias y debilidades que posee, por lo que si muchas oportunidades Dios nos ha mostrado de su paciencia, no debemos ser mezquinos con nuestros vecinos de trabajo.
·        Visitando al que está enfermo: Sin duda,  no parece haber una medicina más útil que la cercanía  afectiva y efectiva con quien está enfermo. De modo especial, en una empresa se ha de asumir que la duración de las licencias estarán en relación con la preocupación que se tenga con quien está enfermo.
Todo lo anterior es consecuencia de la primacía que demos a Jesucristo en nuestros pensamientos, anhelos, y acciones. Entonces, el trabajo del espíritu permite fortalecer el cuidado de los valores, lo cual se termina constituyendo como  la columna vertebral del proyecto ético de hacer empresa que se alza más allá de modelo consumista del beneficio a toda costa.
Ciertamente, el bien común debe ser la brújula que encamine toda actividad productiva, entendiendo el bien de todos los que interactúan con ella y el bien de todo el hombre, primereando  la vida espiritual en su relación con Dios, con su familia.  Por ello, el actual Pontífice advierte que muchos viven la fe hasta la puerta de la empresa: la fe debe vivirse igual fuera y adentro de la empresa. Entonces, una empresa que se plantea así será exitosa, más rentable y más sostenible a largo plazo.
Por esto, colocamos a Empresas Taylor a la protección de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de nuestra Patria y de los navegantes, para que en todo momento inspire los mejores propósitos en quienes dirigen el rumbo de la empresa, a la vez que elevamos una gratitud por los largos años cumplidos en beneficio del crecimiento de toda nuestra sociedad. ! Viva Cristo Rey!




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