MISA ACCIÓN DE GRACIAS EMPRESAS TAYLOR GROUP / 2016.
Padre Jaime Herrera González |
1.
“Quiero amor, no sacrificio,
conocimiento de Dios, más que holocaustos” (Oseas VI, 1-6).
Queridos hermanos y hermanas en el Señor: Hace unos
instantes ingresamos a este templo por una de las puertas que luce engalanada,
lo cual no es casualidad toda vez que este lugar ha sido designado como uno de
los templos donde se puede recibir la
Indulgencia a lo largo del Año de la Misericordia, al que el actual Romano Pontífice
nos ha convocado desde la pasada fiesta de la Inmaculada Concepción hasta la
Solemnidad de Cristo Rey.
Durante este Año Jubilar, podemos diariamente obtener no
solo el perdón de nuestros pecados sino la remisión de sus consecuencias, vale decir, que las
huellas o señales de cada pecado personal cometido queda borrada totalmente,
permitiéndonos estar bien preparados al momento de ser llamados a la presencia
de Dios, justo y misericordioso a la vez.
Es, sin duda, un tiempo favorable de la gracia de Dios. Un
tiempo favorable para crecer espiritualmente, para “limar las aspereas del corazón” y así, dejándose reconciliar por Dios se allane el camino hacia quienes
están a nuestro alrededor, todo lo cual precipita aquella felicidad que da el
nombre a este tiempo jubilar. La paz que genera la reconciliación con Dios
tiene como fruto la alegría y el júbilo en el corazón de cada uno.
Por ello el termino de Año Jubilar encierra una doble
dimensión: vivir el gozo durante un tiempo de gracia, y por otra experimentar
los frutos de la misericordia de Dios en nuestra vida cotidiana, en la cual el
trabajo bien hecho ocupa un lugar principal toda vez que desde la creación fue
puesto como un medio privilegiado de buscar la santidad.
Dios dijo: “dominad
la tierra”, con lo cual, nos llamó a trabajar, a colaborar con Él para que
el mundo esté definitivamente sometido al hombre y, por su mediación, al Señor
nuestro Dios.
En todo momento hemos de recordar que el trabajo está al
servicio de Dios, pues nuestras labores han de ser una prolongación de la
acción creadora divina, la “terminación”
de la creación.
Entonces, estamos llamador por Dios a ser “sus ayudantes” por medio del trabajo. Así,
lo describió el recordado Cardenal Stephan Wyszynsky Karp, Primado de Polonia,
cuando luego de mirar su país derrumbado a causa de la Segunda Guerra Mundial, escribió
un hermoso opúsculo sobre el “Espíritu del Trabajo” (Editorial Patmos, página
79).
Reconociendo que Dios hizo todo de la nada y que todo
depende de su poder y de su bondad en el universo, es parte de lo que profesamos en el Credo Apostólico,
a la vez que no dejará de conmovernos el hecho que haya querido tener nuestra colaboración como parte de su Providencia
misma por medio de nuestro trabajo de cada día, el cual adquiere un valor
particular contemplado a la luz de la fe.
Desde esta perspectiva, no hay trabajo secundario ante la
mirada de Dios, ni que carezca de trascendencia la responsabilidad que cada uno
involucra, de tal manera que cada persona en el lugar donde esté en el mundo
del trabajo ha de saberse cumpliendo una
tarea única, indelegable, y eventualmente meritoria si se hace en conciencia, con
recta intención y bien hecho. ¡Qué decir si como el justo Abel se ofrece al
Señor como ofrenda lo mejor y primero para Dios!
2.
“El sacrificio a Dios es un espíritu
contrito; un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias” (Salmo LI, 1-23).
Iglesia de Puerto Claro |
La frase citada del Salmo cincuenta y uno nos sirve como
marco referencial para descubrir lo que Dios aprecia, lo que a Dios le agrada. Si
resultó conveniente ahondar en el espíritu del trabajo resultará
imposible no detenernos en el trabajo del espíritu, pues, la naturaleza nuestra, que difiere de la angelical
porque estos son seres meramente espirituales como se aleja –también- de la
animal en quienes el instinto tiene la última palabra de sus accionar. Nuestra
naturaleza caída por el pecado y elevada por la gracia hace que tras cada trabajo iniciado, se pueda
entrever la huella de Dios, permitiendo comprender en su justa dimensión un
antiguo axioma latino: “Labor onmia
vincit”.
3.
“Todo el que se ensalce, será humillado;
y el que se humille, será ensalzado” (San Lucas XVIII, 9-14).
Sacerdote Jaime Herrera |
Inmersos en este tiempo estrictamente penitencial, de cual
muchos parecen hacer abstracción, ahora contemplamos el trabajo del espíritu
que puede hacerse en cada labor cotidiana, sin necesidad de modificar nuestro
lugar de trabajo ni nuestro horario mayormente.
En efecto, la gran
Teresa de Ávila, cuya imagen honramos en ese templo, al hablar de la penitencia
hacia mención a aquella que involucra la cotidianeidad y la vivencia de las
obras de misericordia exigibles en la
vida comunitaria, lo cual podemos extenderlo –por cierto- con todo aquel
que trabaje diariamente junto a
nosotros.
Nadie es una moneda de oro, que a todos agrada siempre, por
el contrario, cada uno ha de reconocer que posee múltiples deficiencias,
algunas que pueden ser muy evidentes y otros que quedan al reconocimiento de la
propia conciencia.
Sin duda, la jornada diaria requiere del ejercicio de las múltiples
obras de caridad, en especial a lo largo del Año de la Misericordia, y que nuestro Señor Jesús en el Evangelio nos
pide cumplir a cabalidad (San Mateo XXV, 35-36).
·
Acoger al peregrino: procurando
recibir con afecto y simpatía al que se incorpora por primera vez en la
empresa, y saludando a todos al inicio de la jornada laboral.
·
Enseñar al que no sabe:
implica dar el tiempo necesario para dar a conocer las responsabilidades de
quien debe aprender un nuevo puesto como el tener la humildad de preguntar oportunamente aquello que se desconoce.
·
Corregir al que se equivoca: Aplicando el camino trazado por Jesús respecto de la
corrección fraterna en cada uno de sus pasos, buscando el mejor desempeño de
cada funcionario para el mejor resultado de la empresa. Cuando se corrige con
amor se enmienda con amor.
·
Consolar al que esta triste: Esto conlleva revestirse de los mismos sentimientos del
Corazón de Jesús que ante la partida de su amigo Lázaro no dudó en acompañar su
familia amiga de Betania, como de dar
ánimo al padre atribulado que recurría a Él por la vida de hija.
·
Dar de comer y beber a quien lo requiere: Sin duda el trabajo permite que cada persona tenga el
sustento para sus propias necesidades y las de los suyos, por lo que el hecho
de hacer que una empresa funcione y se expanda, implica no sólo que cada uno
tenga convenientemente lo que requiera, sino que pueda adquirir lo preciso para
la necesidad de su alma como es el “Pan
de Vida Eterna” y aquella Palabra de
la cual “brotan ríos de agua viva”.
·
Tener paciencia de los defectos ajenos: Aunque puede parecer difícil de cumplir resulta muy fácil
hacerlo si acaso cada uno hace un examen
de conciencia y descubre las múltiples carencias y debilidades que posee, por
lo que si muchas oportunidades Dios nos ha mostrado de su paciencia, no debemos
ser mezquinos con nuestros vecinos de trabajo.
·
Visitando al que está enfermo: Sin duda, no parece
haber una medicina más útil que la cercanía
afectiva y efectiva con quien está enfermo. De modo especial, en una
empresa se ha de asumir que la duración de las licencias estarán en relación
con la preocupación que se tenga con quien está enfermo.
Todo lo anterior es consecuencia de la primacía que demos a
Jesucristo en nuestros pensamientos, anhelos, y acciones. Entonces, el trabajo
del espíritu permite fortalecer el cuidado de los valores, lo cual se termina
constituyendo como la columna vertebral
del proyecto ético de hacer empresa que se alza más allá de modelo consumista
del beneficio a toda costa.
Ciertamente, el bien común debe ser la brújula que encamine toda actividad
productiva, entendiendo el bien de todos los que interactúan con ella y el bien
de todo el hombre, primereando la vida espiritual en su relación con Dios,
con su familia. Por ello, el actual
Pontífice advierte que muchos viven la fe hasta la puerta de la empresa: la fe
debe vivirse igual fuera y adentro de la empresa. Entonces, una empresa que se
plantea así será exitosa, más rentable y más sostenible a largo plazo.
Por esto, colocamos a Empresas Taylor a la
protección de Nuestra Señora del Carmen, Patrona de nuestra Patria y de los
navegantes, para que en todo momento inspire los mejores propósitos en quienes
dirigen el rumbo de la empresa, a la vez que elevamos una gratitud por los
largos años cumplidos en beneficio del crecimiento de toda nuestra sociedad. !
Viva Cristo Rey!
.
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