lunes, 21 de abril de 2014

“VALE LA PENA DECIR PARA TODA LA VIDA”.


 
 HOMILIA MATRIMONIO MORALES MUTIS & BAEZA FERENOIS 2014

El templo nos habla de eternidad.

Con inmensa alegría nos reunimos en este templo para celebrar la Santa Misa en la cual estos novios recibirán el sacramento del matrimonio. Tres elementos, que nos resultan evidentes nos hablan de trascendencia: la forma característica del templo que como dos manos parece mirar hacia lo alto. No es fruto de la casualidad ni exclusiva consecuencia de exigencias de estructura que los templos parezcan “mirar al cielo”. Su forma responde a lo que en su interior subyace: el encuentro de nuestra alma con el Dios que la creó. ¡Y  si Dios es eterno, desde que Él nos pensó y nos creó de la nada es que  estamos  hechos para  una vida que no tiene fecha de vencimiento. En todo momento la liturgia hace resonar la pregunta del Apóstol: “¿No sabéis que sois templos de Dios?”(1 Corintios III, 16) y, en consecuencia.  “¡Sois ciudadanos del cielo!” (Filipenses III, 19).
La creación nos habla de eternidad.
De trascendencia nos habla el horizonte, en el cual parece unirse el cielo y la tierra. Pues, donde realmente se une es al momento que comulgamos porque “El Verbo de Dios se hizo carne y habitó en nosotros” (San Juan I, 14). El mensaje central, llamado Kerygma de nuestra fe, dice relación con el Verbo Encarnado, donde Dios no dudó en hacerse semejante en todo al hombre para que cada uno lo fuese de Él. Por lo cual en cada persona subyace un hálito de Dios, y está llamado a ser un destello de su santidad y eternidad, de la cual el horizonte nos habla. Los Santos lo han experimentado permanentemente: ¡Todo lo que veo me lleva a Dios! indicada nuestra Santa Teresa de los Andes.
El alma nos habla de eternidad.
El anhelo por alcanzar una vida mejor, la búsqueda por lograr metas de perfección, son realidades que hablan de nuestra alma  con ansia de eternidad. Sólo Dios da sentido definitivo a la vida humana, desde Cristo se entiende al hombre y la mujer porque sólo en Él puede descansar nuestro corazón. El hombre puede vivir anhelando muchas cosas, puede hacer de su vida una búsqueda permanente de llenarse de cosas, pero una y otra vez constatará que es necesaria una sola: Tener a Dios al interior del alma y arraigado en nuestra sociedad, tal como lo imploramos en la plegaria enseñada y pronunciada por Jesús: ¡Adveniat Regnum Tuum! La insatisfacción del mundo actual, que todo parece tenerlo tan fácilmente nos habla de la necesidad de anclar al alma en aquello que no pasa de moda, que no tiene vencimiento porque es para siempre: es decir, en al Amor de Dios.
Estas tres realidades nos hablan de Eternidad, por cierto, tal como lo hace el acto solemne en el cual un hombre y una mujer dicen aquellas perennes frases que incluye la liturgia esponsal: “Prometo ser fiel, en lo favorable y lo adverso, con salud y enfermedad para así amarte y honrarte para siempre”…
Inmersos en medio de una cultura en la cual todo parece ser desechable, donde los afectos y quereres son un pasatiempo para muchos, donde las promesas se quiebran con la misma facilidad con que la fragilidad de los compromisos se asumen,  el hecho de escuchar con voz firme de estos novios: ¡Si, prometo! ¡Para toda la vida!, es una invitación a considerar aquellas realidades que se requieren para cumplir aquella promesa que tiene a Dios como garante y a la Iglesia como testigo, para que llegue a ser asumida como una realidad no transable.
El actual Sumo Pontífice, el pasado catorce de Febrero, con ocasión de celebrarse el Día de los Enamorados, se reunió con miles de novios a los cuales entregó una serie de consejos emanados de las luces del Espíritu Santo y aplicados en su dilatada trayectoria pastoral.
Hay fiesta cuando el Señor está presente.
El primero consejo es: “Que sea una bella fiesta, pero con Jesús”: No faltan los que por fuerza mayor  no alcanzan a llegar al templo y sólo se hacen presentes en medio de la fiesta. Una y otra vez hemos de recordar que el motivo más profundo de la alegría de este día es que Jesús se hace presente en medio vuestro como lo hizo en las Bodas de Cana tal como escuchamos en el relato del Santo Evangelio.
El Papa Francisco reitera una y otra vez: ¡Hagan de modo que sea una verdadera fiesta! Y, así es, toda vez que han partido con la celebración de la Santa Misa, que es el centro al que se dirige y la fuente de la cual mana la gracia de Dios hacia los esposos. Por esto, todos los signos exteriores serán importantes en tanto cuanto sean “capaces de indicar el verdadero motivo de vuestra alegría: aquella bendición del Señor sobre vuestro amor”.
Buscar juntos la Santidad.
El segundo consejo es procurar crecer juntos: “El marido tiene la tarea de hacer más mujer a su mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre a su marido”. ¡Eso se hace entre ustedes! Por ello,  importa que asuman esta tarea como algo recíproco, de tal manera que no se entiende la vida futura de ambos sin la referencia y  la presencia del esposo y la esposa. Esto es ¡hacerse crecer!   
Pues, sabido es que en el matrimonio pasan cosas muy raras, como por ejemplo, que en la primera etapa de casados el marido habla y la mujer escucha; luego en la segunda etapa: la mujer habla y el marido escucha, y finalmente, hablan los dos y escuchan los vecinos… Para que esto no ocurra, no coloquen más gruesas las paredes de la casa sino amplíen el corazón para saber esperar y sobre todo escuchar oportunamente.
Es muy significativo el hecho que hayan ingresado separadamente al templo y que salgan de él tomados de la mano, porque desde hoy el camino de perfección, el llamado a la Santidad que Dios les ha hecho será solamente posible si acaso ambos avanzan por la misma pista. No puede el esposo ir por una vereda y su esposa por la contraria, sino que en lo esencial han de ir juntos porque “son uno solo” con la bendición de Dios: “Por eso, dejará el hombre a su padre y su madre y se unirá a su mujer” (Efesios V, 31). Esa unidad les permitirá aprender a compartir las diferencias que no serán tenidas como un obstáculo para vuestra unión, sino como un complemento eficaz que expanda vuestro corazón, por el camino de crecer juntos en todo: Con esto, sabrán enfrentar las adversidades, las contrariedades, y la educación de los hijos que Dios les conceda y que generosamente recibirán.
Para un creyente, y ambos lo son desde que fueron bautizados, la oración es tan vital al alma como lo es el respirar al cuerpo. ¡No es buen síntoma dejar de respirar, como para la salud espiritual no lo es el dejar de rezar! Los esposos descifran la voluntad de Dios, por un acto de mutuo discernimiento, por medio de la oración, por ello en cada jornada recordarán que “familia que reza unida, permanece unida(R.P. Patrick Peyton, CSC).
¿Cómo orar juntos? ¿Por quién debemos rezar? ¿Qué es orar? Parecen ser interrogantes ajenas a los consejos que el shtablisment homilético suele dictaminar, mas, como señalaba un maestro de vida espiritual: “Las crisis del mundo son crisis de oración”, y esto, lo podemos extender a la vida matrimonial y familiar que en nuestros días resulta tan cuestionada como desafiada.
¡Se debe rezar! Clamaba San Juan Pablo II cuando visitó nuestra Patria. ¿Cómo hacerlo? El Santo Padre Francisco nos enseñó a rezar viendo nuestras manos… ¡No se preocupen! ¡No he cambiado el sacerdocio por la quiromancia!  Sino que se trata de destacar un orden en la plegaria, tal como ordenados están los dedos de nuestra mano:
“El pulgar: es el más cercano a ti. Así que empieza orando por quienes están más cerca de ti. Son las personas más fáciles de recordar. Orar por nuestros seres queridos es “una dulce obligación”.
El siguiente es el índice: Orar por quienes enseñan, instruyen y sanan. Esto incluye a los maestros, profesores, médicos y sacerdotes. Ellos necesitan apoyo y sabiduría para indicar la dirección correcta a los demás”. ¡Esto incluye a vuestros padres y abuelos, por cierto!
El siguiente dedo es el más alto. Nos recuerda a nuestros líderes. Estas personas dirigen los destinos de nuestra Patria y guían a la opinión pública. Necesitan la guía de Dios.
El cuarto dedo es nuestro dedo anular: Aunque a  muchos les sorprenda, es nuestro dedo más débil, bien lo saben los pianistas. Debe recordarnos orar por los más débiles de día y de noche. Nunca será demasiado lo que oremos por ellos. También debe invitarnos a orar por los matrimonios amigos. ¡También por mí, que aunque no uso anillo, visto sotana, y por mujer tengo la Iglesia que es fiel para toda la vida!
“Por último, está nuestro dedo meñique: El más pequeño de todos los dedos, que es como debemos vernos ante Dios y los demás. Como dice la Biblia: “Los últimos serán los primeros”. Tu meñique debe recordarte orar por ti”. Esto tiene gran importancia, porque la mirada que uno se hace suele ser distorsionada, a veces una persona delgada se ve gordísima, pero a mí, curiosamente,  me pasa –exactamente- lo opuesto: los demás me ven con un ligero sobrepeso, pero yo me veo delgado…En fin, más allá de esta nota, lo que importa es que ambos sepan saber perdonarse a tiempo, esto es, que la caída del sol no los encuentre mutuamente disgustados. El ejercicio de las virtudes en la vida como esposos nunca puede marginar tres palabras: perdón, gracias y puedo. ¡Quien en la intimidad de la vida familiar  pide permiso no se rebaja a sí mismo sino que, más bien, manifiesta respeto y  reconoce eficazmente a quien ama de verdad!
El Santo Patrono de los abogados, San Ivo de Treguier, escribió doce consejos para sus colegas, dos de los cuales hoy se casan: “El abogado debe amar la justicia y la honradez tanto como la pupila de sus ojos” Los principales requisitos de un abogado son: sabiduría, estudio, diligencia, verdad, fidelidad y sentido de la justicia”. Aunque algunos lo coloquen en duda y se puedan sorprender: ¡Hay abogados que han sido canonizados! ¡Y no son pocos! ¡Tampoco demasiados! A partir de este día confiamos que el Señor les dará las gracias suficientes para que, dóciles al camino de santidad que les invita a recorrer como esposos alcancen a escuchar mutuamente: ¡Seréis bienaventurados! Amén.

 

jueves, 17 de abril de 2014

Incendio en Valparaíso: El alma y la Familia son nuestro verdadero patrimonio!

 
La tragedia acaecía en nuestra ciudad hace unos días es ocasión para meditar, a la luz de la fe, sobre lo que Dios nos dice a esta hora. Para un creyente, Dios en todo tiene que ver, menos en el pecado.
Sería fácil soslayar una primera pregunta, por medio del uso de palabras tan hermosas como evasivas, y decir:  ¡Dios no castiga! ¡Dios no quiere esto!  Llegando a caer casi en un determinismo ciego afirmando que “las cosas pasan porque sí”, y “lo que no te mata te fortalece”, tan citada en nuestro tiempo.
Pero, más allá de las fuerzas e inclemencias de la naturaleza, que bien lo sabemos quienes habitamos esta tierra, la cual, cada cierto tiempo nos recuerda su presencia, es necesario reconocer que en lo acontecido la “mano humana” algo tiene que ver.
Asumiendo que uno hace el mayor esfuerzo para tener un lugar donde poder cobijar su  propia familia, y que uno construye su casa para quedarse en ella, hubo manos que alzaron viviendas en lugares que revisten evidente riesgo: las razones son múltiples, quizás, sin saberlo, no habiendo profundizado en las consecuencias que parecían humanamente imprevisibles, no pidiendo asesoría, porque simplemente se carece de los medios, recursos, formación y educación menester.
Lo cierto, es que allí estaban las casas por décadas, las cuales no surgieron sin la intervención activa de los que las alzaron y la complacencia pasiva de los que dejaron elevarlas sin dar a conocer, oportuna y claramente, el carácter de riesgo que podían tener ante una situación como la que hemos sido testigos. Hoy fue un incendio, mañana puede ser un deslizamiento de tierra, o un aluvión.
Si uno construye en el lecho de un río o en su inmediata ribera nadie se sorprenderá que esa casa se la lleve el caudal. Porque la naturaleza tiene sus leyes que el hombre, sea a nivel personal o social tiene la responsabilidad de conocer y respetar en todo momento.
La actitud preventiva no implica tener una falta de comprensión sino que abarca la honda madurez de saber exigir lo debido, aunque ello resulte impopular y conlleve el riesgo de la incomprensión. La madre y el padre que realmente quieren a su hijo le hacen saber siempre los modos más adecuados cómo evitar caer en el más mínimo riesgo. Los medios de prevención no pueden quedar solamente enclaustrados al ámbito de las edificaciones sino que también han de estarlo en el plano de la educación.

 

La calidad de la educación es infinitamente más incidente en la formación de la persona que su eventual gratuidad. Ello hace que a esta hora nos aboquemos a buscar los caminos para reafirmar que el verdadero patrimonio de este Valle evocador del Paraíso, tal como fue reconocido por sus almas fundantes, son las personas y familias que lo habitan. Ningún edificio es mayor que una persona, ninguna ciudad mayor que una familia. Aunque resulte evidente parece conveniente recordarlo: los patrimonios son para las personas no las personas para los patrimonios. La ideologías materialistas y utilitaristas suelen dejan al hombre al servicio de las estructuras estatales, y terminan esclavizándolas a su unilateral arbitrio. Algo de ello se percibe cuando se coloca de modo exclusivo el énfasis patrimonial en la materialidad y no en la grandeza del alma del porteño y del alma porteña.
El lema al que por estos días se recurre es: “Levantemos a Valparaíso”. Al creyente le lleva a recordar lo señalado por el Altísimo: “Despierta tú que duermes”…Por esto, la labor esencial que como sociedad nos corresponde  a futuro estriba en encender el espíritu de cada familia de esta ciudad el ánimo de crecer interiormente, de manera armónica. El cambio de nuestro puerto no puede detenerse sólo en reconstruir viviendas y pintar fachadas, pues ello,  llevaría a la vivencia de un mundo de fantasía donde lo que no es parece que es. No removida la causa, precipita la repetición de efectos ya conocidos.
Lo que el hombre hace o deja de hacer tiene siempre consecuencia. No hay actos inmunes a una debida valoración del “porque si” o “así es la vida”. Debemos revelarnos ante las voces, a veces muy arraigadas, que terminan anestesiando el juicio moral de la conciencia respecto de nuestros actos.
 No es casualidad que en medio de la destrucción se alce como atalaya el antiguo Hogar Arturo Prat, que lleva décadas en ese lugar. No lo es tampoco el que, hace un tiempo, en similares circunstancias el fuego abrasador se detuviese ante aquel terreno que el dueño de casa había preparado con una zanja adecuada y despaste total.
Esto nos lleva a considerar que la elección de materiales, el autocuidado atento, son causa de una seguridad que está garantizada no en lo fortuito sino en la lógica del trabajo bien hecho. Y, esta labor preventiva requiere de disciplina, esfuerzo, y limitaciones, que sólo puede hacerse si acaso incluye y se extiende, desde y hacia una vida comunitaria, en la cual no sean desconocidas las personas. No sería porteño de verdad quien no conociese al menos una familia afectada en su ámbito de vida: Todos hemos sabido de alguien que fue afectado por el 12A.
Pero, ¿Los reconocíamos al pasar por la calle? ¿Los saludábamos al subir en un ascensor, al ir en el trole o al simplemente caminar por una de nuestras calles? El sentimentalismo inicial, que puede conmover ha de llevarnos a mirar que hay realmente tras el bosque, evitando que las ramas nos lo impidan.
A estas horas, recurrir a la oración es para nosotros tan vital como necesario. Bálsamo que refresca el alma y que la fortalece para ir al encuentro no sólo de quien necesita de nosotros algo, sino de quien forma parte de nuestra vida real. La caridad con rostro, la caridad con apellido, es decir, aquella que nace de Dios y nos lleva a Él, haciendo de nuestras actitudes una nueva forma de vida, en la cual el que padece cualquier necesidad, es vitalmente alguien importante en el desarrollo de nuestra vida.
Si algo marca esta tragedia acaecía en Valparaíso es que puede convertirse en una ocasión para rectificar muchas de nuestras conductas. Ojalá,  no sea efecto de un simple entusiasmo de colaborar, sino que, efectivamente,  responda a un nuevo estilo de vida que hemos asumido, el cual venga para quedarse. La inmediatez con que las viviendas se consumieron en instantes, dio paso a la agilidad con la cual se despertó el deseo de colaborar, de tal manera que las cenizas y escombros calcinados son pisados por ríos de esperanza de una juventud que ahora vemos participativa como caudal de nueva caridad. Durante años nos hemos acostumbrado a ver en nuestra ciudad una juventud quejosa y cancina, de la cual los medios de comunicación rubricaban en abundancia.
Las cosas no pasan por que si…tampoco simplemente pasan. De algún modo, lo acontecido evidencia una vida comunitaria debilitada: toda vez que la fuerza de un núcleo familiar, de una sede vecinal cercana, y de otras instancias, incluida la misma vida eclesial, hacen que las instancias de alegrías sean más compartidas, y fluyan tanto en cantidad como en control, a la vez que hacen que una actitud preventiva sea realizable y resulte tan eficaz como oportuna, en todo ámbito, tal como puede ser la construcción, la viabilidad de los accesos, la iluminación de las aceras, y sinfín de otras materias.
Nada nuevo ha pasado. Es cierto, que esto era previsible. Algunos estudios lo indicaron claramente a las instancias debidas. Un mundo de desconocidos es un mundo incierto: el acendrado individualismo en que se vive actualmente hace que subsistan realidades donde pasen cosas que el vecino no se entera. Pero, no basta darse cuenta y constatar algo para hacerse parte de ello. Es necesario, que se asuma que es necesario dar a las instituciones vinculantes la importancia que tienen, que de suyo resulta impostergable.
Cuando hablamos de la familia como célula de la sociedad, es algo que va más allá de una simple frase. Es parte de la naturaleza de la vida del hombre, y para el creyente constituye el camino impostergable por el que debe transitar cada persona para desarrollarse de manera integral y plena. El hombre no acaba en el metro cuadrado de su existencia: fue hecho para crecer en medio de una sociedad de la cual forma parte integrante y, por lo tanto, responsable de su fortalecimiento. La  corresponsabilidad social evita que las tragedias se den y aminora sus efectos, de modo particular, cuando estas adquieren insospechadas consecuencias, tal como ha sido el caso de lo sucedido en nuestra ciudad. 
El día donde se conmemora un nuevo aniversario del Primer Cabildo, celebrado el 17 de Abril de 1791, y en el cual, el primer decreto de la ciudad de Valparaíso declaró a la Virgen Santísima como su Patrona, nuestra mirada, corazón y vida, la  colocarnos en manos de Aquella que desde el Calvario nos fue donada como medianera universal de toda gracia al ser señalada como nuestra Madre.
Y, lo hacemos con la tradicional plegaria redactada por el prolífico escritor y destacado predicador, Monseñor Ramón Ángel Jara, quien de manera explícita nos invita a pedir de manera concreta ser liberados de “terremotos, incendios y epidemias”, invocando por “la abundancia en nuestros campos y montañas”.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN.

¡Oh Virgen Santísima del Carmen!. Llenos de la más tierna confianza como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado. 
Reconocemos humildemente que uno de los mayores beneficios que Dios ha concedido a nuestra Patria, ha sido señalaros a Vos por nuestra especial Abogada, Protectora y Reina. Por eso a Vos clamamos en todos nuestros peligros y necesidades seguros de ser benignamente escuchados. Vos sois la Madre de la Divina Gracia, conservad puras nuestras almas; sois la Torre poderosa de David. Defended el honor y la libertad de nuestra Nación; sois el refugio de los pecadores, tronchad las cadenas de los esclavos del error y del vicio; sois el consuelo de los afligidos, socorred a las viudas, a los huérfanos y desvalidos; sois el auxilio de los cristianos, conservad nuestra fe y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus Obispos, sacerdotes y religiosos.  Desde el trono de vuestra gloria atended a nuestras súplicas, ¡oh Madre del Carmelo! Abrid vuestro manto y cubrid con él a esta República de Chile, de cuya bandera Vos sois la estrella luminosa. Os pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y piedad para los matrimonios y familias; el santo temor de Dios para los maestros; la inocencia para los niños; y para la juventud, una cristiana educación. 
Apartad de nuestras ciudades los terremotos incendios y epidemias; alejad de nuestros mares las tormentas, y dad la abundancia a nuestros campos y montañas.
Sed el escudo de nuestros guerreros, el faro de nuestros marinos y el amparo de los ausentes y viajeros. Sed el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protectora especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio. 
Oídnos pues, Reina y Madre Clementísima! Y haced que viviendo unidos en la vida por la confesión de una misma fe y la práctica de un mismos amor al Corazón Divino de Jesús, podamos ser trasladados de esta patria terrenal a la patria inmortal del cielo, en que os alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Amén.

martes, 1 de abril de 2014

Es por voluntad de Dios


HOMILÍA CARLOS MARTINEZ ALVEAR & MARIA JOSE CISA SANTANA.
"El matrimonio es un trabajo de todos los días, se puede decir que artesanal, un trabajo de orfebrería porque el marido tiene la tarea de hacer más mujer a la mujer y la mujer tiene la tarea de hacer más hombre al marido. Crecer también en humanidad, como hombre y mujer” (Su Santidad Francisco, 14 de Febrero del 2014).
 
Queridos hermanos: Carlos y María José, estimados padrinos y madrinas. Con inmensa alegría nos reunimos en esta tarde para participar de la celebración de la Santa Misa en la cual estos novios recibirán el sacramento del matrimonio.  Lo hacen en un templo que cobija la imagen de Nuestra Madre Santísima, venerada aquí desde el 8 de Diciembre de 1691,  bajo el título del Santísimo Rosario.

No pasará desapercibido el hecho que la etimología de esta ciudad nos refiera a la palabra “puchuncahuin” que significa: “lugar de fiestas”. Y, es que para los creyentes no hay dicotomía entre tener una fe arraigada en el alma con el hecho de poder participar debidamente de aquellos momentos donde el alma se llena y comparte del gozo de saberse amada por Dios,  y además, de poder compartir esa felicidad con quienes Dios ha puesto a nuestro lado. Si como indica el axioma “es bueno que lo bueno se comunique”, entonces, es bueno hacer fiesta por el gozo de saber que dos  almas se unen en este día bajo la mirada de Dios y de su Iglesia.
Siempre buscamos razones para hacer fiesta: un cumpleaños u onomástico, un aniverario, una graduación, una festividad patria, un logro deportivo. Si celebramos es por algo, no por que sí. Nada más triste y breve que celebrar sin razón. Por esto, lo que hoy nos convoca es el resultado de una doble invitación. La que nos hace Dios y aquella que nos hacen los novios. A estos, se refirió el Papa Francisco hace unos días recomendándoles cómo deberían celebrar su boda: "Hacedla de forma que sea una auténtica fiesta, porque el matrimonio es una fiesta, una fiesta cristiana, ¡no una fiesta mundana!¡Imaginad acabar la fiesta bebiendo té! No puede ser. ¡Sin vino no hay fiesta!” (Su Santidad, Francisco, 14 de Febrero 2014).
En estos días se afanan los autores para dar explicación sobre el origen del mundo. La moderna cosmología sitúa su inicio en unos miles de años. Más, la Biblia nos dice muy simplemente que Dios creó todo e hizo al hombre a su imagen y semejanza. Es decir muy parecido a Él, de tal manera que la única creatura en la cual Dios como en un espejo se contempla es cada persona, de ahí se funda su mayor grandeza y nace su más honda vocación a la santidad, la cual consiste en un parecerse a Dios lo más posible.
Lo anterior puede parecer imposible, y humanamente lo es, pero no para Dios quien todo lo puede porque todo lo es.
Aún, cuando lo inconmensurable que podemos contemplar nos haga -en ocasiones- enmudecer, como puede ser subir a lo alto de una montaña, o explorar los recónditos lugares de nuestro mar el cual -de vez en cuando- “no tan tranquilo nos baña”, aquí desde lo alto del Cerrillo de la Virgen María, ubicado a unas cuantas cuadras,  se divisa todo el valle, y desde los acantilados que verticales caen hacia la Playa de Maitencillo Sur, se avizora la mano poderosa de Aquel que todo lo hizo bien. Más, todo ello resulta muy diminuto  ante lo que para Dios vale el alma de uno solo de quienes colmamos este templo tradicional. Cuánta razón tenía San León Magno al clamar en la Misa de Nochebuena: “¡Reconoce cristiano tu dignidad! Porque el Hijo de Dios se vino del cielo para salvar tu alma” (Sermón I, en la Natividad del Señor 1-3).
Nos ha llamado Dios a la vida: ambos fueron un regalo que con seguridad arrancó más de una lágrima de alegría y esbozó una sonrisa en vuestros padres al saber de vuestra existencia y de vuestro nacimiento. La infancia, adolescencia y juventud del novio tuvo grandes momentos en la vecina localidad de Maitencillo. Gratos recuerdos de amaneceres y atardeceres marcados por el sol estival, en la compañía de sus seres queridos, que hoy les acompañan con su fe y oración aquí, y con sus cantos y bailes en forma posterior para hacer gala al nombre de esta festiva ciudad.
Sean agradecidos de lo que Dios les ha concedido: vuestras familias, con sus grandezas, desafíos y carencias. A este mundo nadie viene por casualidad, y tenemos la certeza que toda vida gestada ha contado previamente con la mirada de Dios. Lo que Dios piensa no deja de crear, lo que no deja de crear no deja de amar. El sólo hecho de ser parte hoy del banquete de la vida es prueba fehaciente del amor de Dios. ¡Aquí y ahora nos ama!
Nuestra vida no avanza por la senda del azar. ¡No hay coincidencia sino deicidencia! Dios en nuestra vida en todo tiene injerencia y por lo tanto preeminencia. Según esto, si bien ambos tienen certeza del día que se conocieron, y “atinaron”, del día que se pusieron a andar, a pololear, el día de vuestro noviazgo, nada de lo cual ha dejado de estar en la mirada y bajo la providencia divina. Nuestros pasos Él nos dirige, por lo que el hecho de haberse conocido formaba parte de un proyecto de Dios, de tal manera que para alcanzar la santidad mutuamente Dios preparó el alma de quien en unos momento escuchará de vuestros labios, de una vez para siempre: “Prometo serte fiel, en lo favorable y en lo adverso con salud o enfermedad para así amarte y respetarte todos los días de mi vida”.
Tantas veces escuchamos estas palabras, y en ocasiones, por la premura,  no profundizamos en todo su significado: ¡Por primera vez lo dirán! Vuestros labios y oídos lo dirán y escucharán originalmente. Son palabras que engloban un carácter permanente y definitivo: “Para siempre”
Ambas palabras, resuenan -de modo especial- en medio de una cultura que por todos los medios nos habla de lo transitorio, de lo desechable, de lo limitado. Ambos, en dos palabras: ¡Si, acepto! que esperamos escuchar con fuerza, nos colocarán en una realidad especial. Dios no pasa. Dios no tiene fecha de vencimiento. Dios no pasa de moda. Su amor es eterno.
Y, ambos, por medio de esas dos simples palabras, prometerán -de por vida- hacer mutuamente presente el amor de Dios. Vuestra vida de esposos dirá, por la generosidad, la entrega, la compañía, la paz, la fe, que  efectivamente se pertenecen uno al otro, por lo que la felicidad para ambos  tiene,  a partir de esta celebración, una voz, un rostro, una vida, un alma, un  cuerpo, y una mirada,  cual es la de quien está a vuestro lado…con cara de decir: ¡Si, acepto! lo antes posible.
Enamorados para toda la vida.
El Primer consejo para un matrimonio estable consiste en estar enamorados: que a su vez, rubrica el Papa Francisco, significa pronunciar frecuentemente tres palabras: “permiso, gracias y perdón. ¿Puedo? Es la petición amable  de entrar en la vida de algún otro con respeto y atención…¿Sabemos dar gracias? En vuestra relación ahora y en vuestra futura vida matrimonial es importante mantener viva la conciencia de que la otra persona es un don de Dios…y a los dones de Dios se les dice gracias”.
Mas, añadió el Santo Padre que “no hay ninguna persona que sea perfecta”. Incluso la “mujer diez” que a estas alturas debe ser la “mujer cien…de cien años”. Por ello, el secreto para la felicidad es pedir perdón. Luego, cito textual del Papa: “Todos sabemos que no existe la familia perfecta, ni el marido o la mujer perfectos. No digamos la suegra perfecta…Existimos nosotros, los pecadores. Jesús, que nos conoce bien, nos enseña un secreto: que un día no termine nunca sin pedir perdón”.
Los ojos son la puerta del alma: aprendan a mirarse de manera transparente, de frente, sin doblez ni “con chanfle” como dicen en nuestros campos. En veracidad, sin atisbo de falsedad.
Doble unidad en todas las cosas.
La segunda invitación que hace el Papa Francisco a los novios es reconocer en todo momento lo necesario que es uno para el otro en orden edificar el matrimonio: “El amor es una realización, una realidad que crece y podemos decir, como ejemplo, que es como construir una casa. Y, la casa se construye juntos, ¡No solos!” Todo proyecto, todo deseo, toda vuestra vida a partir de hoy no es ya individual, tampoco es una realidad colectiva, sino que es mutuamente propia, porque “no son como uno,  sino uno sólo” según enseñó Nuestro Señor (San Mateo XIX, 6).
Centrar el matrimonio en Cristo.
La tercera invitación del Sumo Pontífice actual, exhorta a colocar los cimientos del matrimonio sobre Cristo, la roca firme. “No querréis construirla sobre la arena de los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero, el amor que viene de Dios. Pues, para que un matrimonio sea feliz, no basta con que dure para siempre. La cantidad es importante como la calidad. Un matrimonio no tiene éxito sólo si dura, es importante la calidad”. Para esto, es necesario que ambos “miren al Cielo”, que vuestros sentimientos sintonicen perfectamente porque participan de una fe común. Cómo no recordar las palabras que  Antoine de Saint-Exupéry: “La experiencia nos enseña que amar no significa en absoluto mirarnos el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección” (Tierra de hombres, Obras Completas, Editorial Plaza y Janés, año 1967 página 32).
Consagrar la vida esponsal y familiar a la Virgen María.
Ante este hermoso altar de factura tirolesa, vemos en el centro el sagrario, que es el lugar donde guardamos las hostias consagradas, la imagen tricentenaria de la Santísima Virgen María la cual, presidiendo, nos invita a reconocer su fiel compañía a lo largo de toda nuestra vida, a imagen de lo que lo fue a lo largo de la vida pública de Nuestro señor, en cuyo señero inicio lo encontramos en el relato de las Bodas en Cana de Galilea. Cono entonces, imploramos que derrame su bendición y nos enseñe a cumplir “todo lo que Jesús nos enseñe” (San Juan II, 1-11).
Carlos y María José: los invito a juntar vuestras manos, y ante esta imagen repetir la oración que un día pronunció vuestro recordado sacerdote Miguel Ortega Riquelme, el cual durante tanto tiempo acompañó a Carlos en el Colegio Seminario Menor, para su Primera Comunión y la Confirmación, que recibió en el Santuario de la Virgen de San Cristóbal. Con dicho presbítero se granjeó una verdadera amistad. Su recuerdo hoy se hace compañía por medio de la Plegaria que dicho sacerdote escribiese un día a María Santísima:
“Dame tus ojos, Madre, para saber mirar; si miro con tus ojos jamás podré pecar. Dame tus labios, Madre, para poder rezar; si rezo con tus labios,  Jesús me escuchará. Dame tu lengua, Madre, para ir a comulgar; es tu lengua, materna de gracia y santidad. Dame tus labios, Madre, que quiero trabajar, entonces mi trabajo, valdrá una eternidad. Dame tu manto, Madre, que cubra mi maldad; cubriendo con tu manto,  al Cielo he de llegar. Dame tu cielo, Oh Madre, para poder gozar, ¿Si tú me das cielo, qué más puedo anhelar? Dame Jesús, Oh Madre, para poder amar; esta será mi dicha por una Eternidad. Amén”.

Padre Jaime Herrera González, Cura Párroco de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro / Valparaíso.