martes, 30 de mayo de 2023

 

TEMA  : “EL ESPÍRITU NOS LLEVA A VENERAR A LA VIRGEN”.

FECHA: SOLEMNIDAD PENTECOSTÉS Y DEL ROCÍO MAYO 2023

Queridos hermanos y rocieros:

Culminamos en este día lo iniciado en la Vigilia Pascual con la denominada “Fiesta del día cincuenta”. Hoy, en todos los templos católicos se celebra la Solemnidad de Pentecostés, en la cual, el Espíritu Santo se hace presente en la Iglesia con los siete dones de: Sabiduría, Ciencia, Inteligencia, Piedad, Consejo,  Fortaleza, y Santo Temor de Dios (Isaías XI, 2-5).

Estos siete dones llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben por lo que es como Don de Dios,  un bien del que todo bautizado está llamado a ser partícipe, y que entraña una misión, tarea y responsabilidad muy necesaria, particularmente para llevar el mensaje de Cristo de manera fiel en tiempos de tanto relativismo y de tanta acomodación de la verdad a la “música secular” impuesta por lo mundano.

De tiempo inmemorial, la piedad ha vinculado el día de Pentecostés con la fiesta dedicada a la Virgen del Rocío. Es que la obra específica del Espíritu Santo es hacer dócil y diligente al fiel respecto de los designios de Dios. A saber ver nítidamente, a escuchar diáfanamente, y saborear con precisión aquello que Dios nos pide, aplicando el simple principio: “Aléjate de todo lo que no te lleve  Dios, y quédate con todo lo que te lleva a Él”.

La historia suele señalar al Rey san Alfonso X, denominado el sabio, como gestor de la ermita de la Virgen del Rocío hacia el Siglo XIII, constituyendo una de las festividades marianas más importantes de la Madre Patria que alegra el corazón –particularmente- de la región de Andalucía.

Fue aquel monarca quien nos ha legado unas hermosas cantigas dirigidas hacia la Madre de Dios: “Esta es de loor de Santa María, de cómo Dios no puede decir que no a lo que ella le ruega, ni Ella tampoco a nosotros. Más nos valiera, que Dios me ampare, no haber nacido si Dios no nos hubiese concedido a la que rogar suele por nuestros pecados. Por esto, nos hizo Él, el mayor bien que hacer podía, cuando eligió por Madre y nos dio por Señora a Santa María para que le ruegue, cuando esté enfadado con nosotros, que de su gracia ni de su amor no seamos abandonados” (Cantiga número XXX).

De las múltiples gracias que nuestra Señora nos obtiene del Cielo, están aquellas que directamente son para bien de nuestra vida espiritual, y apuntan directamente a la santidad, como aquellas que hacen de “trampolín” y predisponen a bienes mayores. Ente estas se ubican los bienes materiales como el agua abundante para los campos, lo cual,  está muy vinculado a la  advocación  que hoy celebramos puesto que,  en muchas oportunidades se realizó un traslado de la imagen para implorar el beneficio del agua necesaria en épocas de sequía, por lo que la venerada imagen recibió tempranamente el apelativo del “Rocío”.

Los antepasados de Andalucía no dudaron en llamar a la Virgen  como “amparo y remedio” de sus necesidades, entre ellas imploraron “de su Rocío para que la cosecha sea muy colmada” (Municipalidad de Almonte, 25 de Abril de 1653).

Sin duda, el amor hacia la Virgen se vive en la Iglesia desde su mismo  nacimiento, cuando San Juan escucha el mandato del Señor desde lo alto de la Cruz: “Hijo he ahí a tu madre”, ante lo cual,  el discípulo querido por Jesús “la recibió en su hogar”, es decir en su corazón, en su vida y en su piedad. Por ello, resulta imposible  cortar el vínculo existente entre la Madre de Cristo y cada bautizado, porque fue establecido directamente por el Señor aquel Viernes Santo. Nadie podrá nunca separar lo que el Verbo Encarnado dejó unido.

El amor manifestado hacia la Virgen no es una opción ni fruto de un gusto particular que puede tenerse o no, porque se inscribe entre los mandatos explícitos del Señor, que apunta a salvaguardar a su Madre dando continuidad al amor profesado por el Hijo fruto de sus entrañas, y por los hijos que le fuimos encomendados en el Calvario: “Mujer, ahí tienes a tu hijo” (San Juan XIX, 26).

Tratándose del amor maternal y filial, tan íntimo y estrecho que existe entre la Virgen y Jesús, es que la Iglesia en tiempos de los Apóstoles, asumió desde un primer momento manifestar una devoción que incluyese: la obediencia, el cariño filial, y el amor como apostolado.

Respecto de la obediencia: El saber escuchar lo que Dios nos pide es fundamental para poder llevar una vida cristiana verdadera, estando atentos a sus palabras y designios.

 

 

Por ello, la oración, la lectura de la Santa Biblia, el conocer lo que enseña el Magisterio de la Iglesia en la voz continua de sus pastores, aprender a acoger las enseñanzas de un Director Espiritual y los consejos de un sacerdote confesor, son los caminos que el Señor habitualmente usa para darnos a conocer su voluntad por lo que hemos de estar prontos a su escucha y seguimiento fiel.

Respecto al cariño filial: No hay imagen que evoque mayor ternura que una madre que cobija en sus brazos a su hijo. ¡Cuánta confianza depositada por Dios a una mujer y madre!  No acabamos de sorprendernos ante lo sublime del misterio que implica que Dios quiso “esperar” un instante a la respuesta de la Virgen Madre, más aún si ese cariño tan personal, se dio a través de los meses donde ese Verbo Encarnado permaneció cobijado en aquel vientre materno hecho sagrario de la vida. La vida del Hijo Unigénito de Dios sostenida por los brazos de una mujer joven, virgen y madre.

A este respecto con su fuerza característica dijo el Papa Juan Pablo II al momento de visitar el Santuario de la Virgen del Rocío: “Esta devoción mariana, tan arraigada en esta tierra de María Santísima, necesita ser esclarecida y alimentada continuamente con la escucha y la meditación de la palabra de Dios, haciendo de ella la pauta inspiradora de nuestra conducta en todos los ámbitos de nuestra existencia cotidiana” (14 Junio 1993).

En este día invocamos  al Espíritu Santo que nos permita sintonizar nuestras acciones y pensamientos, en toda circunstancia y época asumiendo que el verdadero amor a Dios no está supeditado a los gustos, a las ideologías, ni a los sentimentalismos pasajeros. ¡Ven Espíritu Santo! Es lo que clamamos para ser fieles a lo que Dios nos pide.

Finalmente, respecto del amor como apostolado: Subyace en la vida presente una especie de cristianismo marcado por los “espectadores”, que cómodamente sentados entre cuatro paredes de su hogar, insertos en las acciones de la habitualidad, y esclavos del conformismo de seguir lo que dictan las mayorías volubles, pretenden  vivir una fe acomodada y sin problemas. Se opta a un amor que no implica ni sacrificio ni  compromiso, en realidad se busca adecuarse a una espiritualidad que no sea molesta ni sea ajena a los dictámenes modernistas. Se aplican los criterios de la moda a lo que se cree, pues,  para muchos resulta un horror  quedar fuera de lo que se ve, se habla, se usa, se tiene y se quiere. Se olvida que el mayor mal existente es ser infieles a un Dios que nos ha amado de manera “entrañable” dando la vida de su Hijo Único  por nuestra salvación.

El Espíritu Santo con sus siete dones y la Virgen con su ejemplo nos invitan en esta Solemnidad de Pentecostés,  a procurar llevar una vida nueva, a un cambio radical donde toda nuestra conducta esté en sintonía fina con la voluntad de Dios, sabiendo que nadie puede hacer algo mayor y mejor por nosotros que Dios y Aquella a la cual, con toda propiedad denominamos como Madre de Dios y Madre nuestra. ¡¿Quién más que tú, Señor?! ¡¿Quién más que tú Virgen Madre?!

Imploremos en este día que venga el Espíritu de Dios como aquel día en el cenáculo de Pentecostés. Que el don de Sabiduría nos permita entender lo que viene de Dios y desechar lo que nos aleja de Él, especialmente en una época donde los valores y fidelidades están licuadas; que el don de Entendimiento nos haga descubrir la riqueza y profundidad de lo que Dios ha revelado en las Sagradas Escrituras para que sea una Palabra que nos conceda una vida abundante; que el don de Consejo nos permita distinguir la verdad de la mentira y lo bueno de lo malo en tiempos donde reina el relativismo ad intra y ad extra de nuestra Iglesia; que el don de Ciencia nos inserte en el pensamiento de Dios para descubrir lo que hay en el fondo de nuestros corazones; que el don de Piedad podamos colocar a Dios como el centro de nuestras vidas descubriendo la grandeza de su amor entrañable ofrecido en el Calvario; que el don de Fortaleza nos ayude a vencer las tentaciones desde una fe  convencida y convincente abandonada en el amor de Dios que nunca destiñe; y, finalmente, que el don de Santo Temor de Dios nos lleve a navegar en el barco de la fidelidad a los mandamientos de Dios y de su Iglesia,  en momentos de tanta incertidumbre. Alzamos nuestra mirada al invocar al Espíritu Santo hacia la Virgen Santísima, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rocío en el domingo de Pentecostés, para que los hijos que imploran su nombre reciban con abundancia la bendición del Señor.

¡Pues que Viva Cristo Rey! ¡Y que Viva la Virgen del Rocío!

“Dios te Salve María, del Roció Señora, Pura,  Sol,  Norte y Guía,  y Pastora Celestial.  Dios te Salve María, todo el pueblo te adora y repite a porfía: Como Tú no hay otra igual. Olé,  Olé´,  Olé (XV bis).  Al Roció yo quiero volver a cantarle a la Virgen con fe.  Dios te Salve María,  Manantial de Dulzura,  a tus pies noche y día,  te venimos a rezar. Dios te Salve María, un Rosal de hermosura,  eres tu Madre mía  de pureza Virginal. Olé, Ole, Olé (XV bis). Al Rocío yo quiero volver,  a cantar a la Virgen con fe con un olé. Olé, Olé, Olé (XV bis).






 

TEMA  : “UN DIOS CERCANO E ÍNTIMO A NOSOTROS”.

FECHA:   HOMILÍA FIESTA ASCENCIÓN DEL SEÑOR / AÑO 2023

En medio de la celebración de la cincuentena pascual, recordamos en este día la Fiesta de la Ascensión del Señor, la cual,  es una de las más importantes del Año Litúrgico, porque Nuestro Señor entra a la mansión del Cielo de una vez para siempre, donde estará sentado a la derecha de Dios Padre intercediendo ante el Padre por cada uno de nosotros.

¡Se ha ido para quedarse! Lo que a la mente de los hombres puede resultar contradictorio es posible para Dios, de tal manera que desde la fe proclamamos que tan real y presente está junto al Padre como en medio de nuestros altares hechos Eucaristía, como Palabra verdadera proclamada en la Biblia, como vida en el alma que permanece en gracia.   

Nuestro Señor retorna junto al Padre y deja la misión de extender su obra a cada uno de sus discípulos. Lo hace con la seguridad puesta en que el Espíritu Santo “capacitará” a los Apóstoles con los siete  de dones: Sabiduría, Inteligencia, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y santo Temor de Dios, los cuales permiten sostener nuestra vida moral haciéndonos receptivos al seguimiento de la voluntad de Dios.

Durante un breve tiempo –intenso por cierto- de tres años los apóstoles se prepararon para la misión que en este día les confiaría Jesús desde lo alto del Monte de la Ascensión: ¡Yo os envío! ¡Id al mundo entero! Para ello, sólo los envió  cuando estos lo vieron y reconocieron resucitado, con expresiones tan llenos de gozo como de fe: “Hemos visto al Señor”, “Ha resucitado realmente”, “Señor mío y Dios mío”, resultando imposible no vincular esta misión con la venida del Espíritu Santo que “hace nuevas todas las cosas”.

Con ello, esa comunidad formada y enviada por Jesús está revestida de una coraza que le defiende desde lo alto, lo que les hace enfrentar los ambientes adversos y persecutorios no con la violencia sino con las palabras y medios que enseñó Jesús tanto por los caminos de Galilea como por los sinuosos senderos conducentes al Calvario donde no respondió a los golpes, insultos, desprecios ni traiciones, sino con el bálsamo del perdón y el perfume del silencio.

 

Mas, para poder tener un talante apostólico y misionero al estilo de Jesús se requiere poseer un alma regada por la gracia y unión con el Señor, lo cual, se fortalece por la oración y la penitencia. Son estos dos últimos medios –quizás- los que más urgentemente necesitamos para el apostolado y evangelización en nuestros días, toda vez la autosuficiencia y el hedonismo hechos cultura mutilan cualquier esfuerzo por hacer que las almas tengan como prioridad a Dios y sus caminos. ¡Dios no entra allí donde el hombre está lleno de sí mismo!

Por esto, el testimonio de vidas comprometidas con Jesucristo, signadas con la verosimilitud de lo realizado tiene una fuerza apostólica  que no sólo conmueve sino que mueve  eficazmente a un cambio de vida. Es lo hecho por los Apóstoles que bajando del Monte de la Ascensión, y llenos del Espíritu santo salieron a las calles regadas con la sangre de Jesús ahora impregnadas con su palabra y ejemplo de vida en plena sintonía con el Señor. Del encierro temeroso fueron presurosos a las plazas, de la seguridad de un ambiente conocido al descubrimiento de horizontes inexplorados.

Podríamos pensar que se apoyarían en sus fuerzas autónomas, en sus capacidades personales, pero humanamente no eran líderes ni superhombres. La grandeza de la misión de los apóstoles fue que se apoyaron en la gracia del Señor, que se dejaron moldear por el “Escultor del alma” que es el Espíritu Santo, por lo que sus frutos fueron fecundos.

Hay muchas cosas y momentos de los cuales hoy podemos dar gracias a nuestros jóvenes misioneros de Punto Corazón que partirán de regreso a su tierra natal luego de haber servido un tiempo en nuestras comunidades.

Sin lugar a dudas, nada se obtendría si no hubiesen tenido en sus corazones el latido eucarístico de la comunión frecuente, de la oración comunitaria del Breviario y de la adoración personal, cara a cara ante el Santísimo, sin la lectura espiritual de los santos y, finalmente sin una sana formación en la tradición y enseñanzas continuas del Magisterio de la Iglesia.

Para nadie es un misterio que son menguadas las vocaciones en nuestro tiempo, para la vida consagrada, para el sacerdocio, para diversos voluntariados. Por lo que, tener a jóvenes capaces de dar el paso decisivo de intervenir el camino trazado, colocando un tiempo de servicio y misión, constituye un ejemplo de vida cristiana en momentos donde las prioridades suelen estar muy lejanas de lo que nos enseña el Evangelio.

¡Gracias jóvenes por hacer de nuestras calles un Evangelio! ¡Gracias por llevar esperanza y consuelo a tantos lugares y personas! ¡Gracias por ese tiempo que hizo de nosotros parte del vuestro! ¡Gracias por enseñar que hay jóvenes que cruzan océanos sólo por el interés de dar amistad y cercanía a quienes lo necesitan!

Como los discípulos enviados por Jesús aquel día de la Ascensión debieron ir a lugares muy lejanos, ustedes retornan a las tierras lejanas desde donde provienen, sabiendo que Jesús indicó que aún un simple vaso de agua dado con amor no quedará sin recompensa, aquello que han hecho en este tiempo cada uno recibirá con creces aquel “céntuplo” anunciado en los Evangelios, pues ¡Dios no se deja vencer en generosidad!

El recordado Papa Benedicto XVI decía en Alemania que “los verdaderos revolucionarios son los santos”. No necesitamos de los puños cerrados del egoísmo y la violencia, urge de manos abiertas y generosas,  limpias para dar y sostener, para acoger y guiar.

Es el camino sembrado por quienes les han precedido, es la senda que ustedes han seguido, y rezaremos para que por mucho tiempo hayan numerosas nuevas vocaciones de jóvenes misioneros que surjan para que el Santo Evangelio tenga el frescor de la caridad de los jóvenes desde una vida santa y virtuosa.

Nuestra Madre del Cielo será la Madre y Maestra que guíe vuestros pasos y determinaciones, a la vez que agradecida porque han dado a conocer el nombre de su Hijo y Dios, obtendrá las gracias que imploren y necesiten.

“Dobry powrót do domu” (dobry pobrut do domu) “Niech cie Bóg blogoslawi” (Niech chie Bug Buwosuami)

¡Que Viva Cristo Rey!





 

 

 

 TEMA  :  “NO OS LLAMO SIERVOS SINO MIS AMIGOS”.

FECHA: HOMILÍA MISA  (+) BENJAMIN PIAZZANO & CARLOS GÓMEZ 2023 

Queridos hermanos: Porque nuestros queridos Benjamín y Carlos vivieron de manera intensa los años de vida que Dios les concedió, porque sabían disfrutar juntos en momentos favorables como adversos, porque fueron partícipes de una fe común, es que hoy nos reunimos para celebrar la Santa Misa, en medio de la cincuentena de Pasca de Resurrección, en el día de la Festividad de María Madre de la Iglesia, para rezar por el descanso eterno del alma de nuestros hermanos en el primer aniversario de su llamada a la Vida Eterna.

El camino recorrido por Benjamín y Carlos Augusto estaba cincelado por una férrea amistad, la cual es fuente y canal de virtudes. En efecto, vemos que en la vida una sana amistad es realmente un tesoro que debe ser custodiado, como de hecho se hace con todo objeto que para nosotros tiene valor.

De una amistad surge –como de una vertiente-  el frescor de la generosidad, que permite ampliar lo que anida en el corazón humano, que tantas veces permanece encerrado en sí mismo, ensimismado en sus capacidades y eventuales talentos haciendo que el egoísmo impere en los criterios y opciones al momento de privilegiar las amistades, reinando el sólo  interés personal.

Esto hace que,  en determinados ambientes impere la ausencia de la amistad con mayúscula, de la amistad que permite madurar y crecer en virtudes, porque siempre permanece anclada en sí mismo, olvidando que sólo preocupándose del prójimo y saliendo a buscar el bien de los demás, uno crece realmente.

Quizás podríamos decir que las amistades que tenemos son como el termómetro de nuestra vida espiritual porque si acaso son sólidas y duraderas en el tiempo nos evidencian que estamos en el camino que corresponde. La grandeza de la amistad va en estricta relación con los bienes que permite y potencia alcanzar, por lo que toda aquella que nos conduzca a crecer espiritualmente y nos lleve a Dios tendrá el valor de un don inestimable.

Igualmente una sana amistad no sólo es fuente que permite que florezcan las virtudes sino que además es un rio virtuoso que comunica y desarrolla haciendo de la amistad un eficaz instrumento de apostolado.

 

Para nuestro tiempo marcado por el individualismo, el cultivo de la sana amistad es aún más incidente que en otras épocas, púes muchas veces la falta de pares y espacios en el hogar hace que los lazos de amistad sean más necesarios, y ocupen un lugar preponderante en nuestra vida.

Pasado un año desde el día de la partida de Benjamín y Carlos Augusto, verificamos que aunque ha pasado un tiempo, este ha sido sigiloso por lo que fue como ayer aquellas horas que golpearon el corazón y que hoy nos ha convocado para no solo hacer un recuerdo, elevar una plegaria, sino fundamentalmente para estar con Jesucristo, que viene a nosotros como verdadero Pan de Vida, en momentos que lo necesitamos

Para ninguno de los que estamos aquí es desconocido que por  quienes rezamos esta Santa Misa dieron en su vida gran importancia a la amistad, la cual,  no sólo se quedaba anclada en lo lúdico sino que con frecuencia se abría hacia lo importante y trascendente, tal como era conversar respecto de sus estudios, de la política de “pantalón largo”, y  la religión entre otros.

Sin duda, ambos Benjamín y Carlos Augusto, eran capaces de pasarlo bien y de inventar panoramas con una sorprendente facilidad, por lo que la diversión, alegría, y el sólo hecho de compartir con los demás, llevó a los dos a tener en la amistad como un camino de vida lo cual,  queda plasmado en la cantidad de jóvenes que les acompañaron en sus respectivas misas de exequias y en las incesantes oraciones elevadas por sus amigos a lo largo de todo este año.

La amistad es un don, que entraña una grandeza venida de lo alto, pues el mimo Jesús dijo a sus discípulos “no los llamo siervos, sino mis amigos”…”pues un siervo no sabe lo que hace su Señor”. Sin duda, la amistad involucra confianza, adaptación, conocimiento, lo cual,  les permitió a los Doce Apóstoles descubrir en el Señor, el “Amigo que nunca falla”, dispuesto a “apañarlos” en cualquier circunstancia.

Por tanto, la amistad es un don que es tan necesario “cultivar”  como “custodiar”, pues implica multiplicarlo responsablemente toda vez que si lo consideramos como un don o regalo venido de Dios hay que cuidarlo como un tesoro valioso que se tiene.

 

 

Sin lugar a dudas la amistad involucra intereses comunes, que van desde los más esenciales hasta los más secundarios, a la vez que exige la adaptación a eventuales diferencias, que en caso de Benjamín y Carlos Augusto se daban en que eran apasionados amantes del futbol, uno de la Universidad Católica y el otro del insuperable Everton; ambos eran estudiantes de leyes, uno de la UDD y el otro en la PUCV; el uno montemarino, el otro macayino.

Imploramos al Señor que acoja en su Reino  a quienes, enfrentados juntos al momento decisivo, y sin vuelva atrás, de partir de este mundo, les conceda la gracia de poder contemplar el rostro deslumbrante del Señor, de escuchar su voz pacificadora, y percibir el palpitar del Corazón de Jesús, que fue consuelo de aquella madre y aquel joven amigo que de  pie ante la cruz serían preámbulo de cuantos han de presentarse un día ante un Dios que como Padre Eterno nos ama entrañablemente.

Sin duda, nuestros hermanos Benjamin y Carlos desde lo alto desearían que nuestras plegarias mutasen en alabanzas, que las lágrimas de dolor cambiasen a lágrimas de alegría, lo cual,  sólo es posible si abrimos nuestra mente y corazón a las promesas cumplidas que enseñan los evangelios: “Yo soy la resurrección y la vida, todo aquel que se une a mí con fe vida, no muere para siempre” (San Juan XI, 25)…”Confiad, tened animo yo he  vencido   al mundo” (San Juan XVI, 33).

Son estas palabras las que hoy resuenan en este templo, y permiten ver que en ese horizonte  donde el mar parece darse de la mano con el cielo, es como un anuncio de aquella realidad donde sí –efectivamente- se une el cielo y la tierra en nuestra alma en la cual,  el Dios hecho hombre –Jesucristo- viene a él,  como luego a nuestra alma al recibirlo hecho sacramento.

Nuestra Madre del Cielo, bajo la advocación de la Santísima Virgen del Carmen, acoja en su manto maternal a Benjamín y Carlos Augusto, que usaban habitualmente el santo escapulario, y de la conformidad espiritual a su familia y amigos presentes.

¡Que Viva Cristo Rey!  






 

 

TEMA  : “DIOS AMA COMO PADRE CON ENTRAÑAS DE MADRE”

FECHA: CHARLA FUNDACIÓN PRO VIDA VIÑA DEL MAR 2023

“Tan compasivo como es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos” (Salmo CIII, 13).

Como este texto, podríamos citar otros 58 que refieren directamente a Dios con el nombre y figura paterna, lo cual demuestra la riqueza para nuestra vida espiritual al momento de profundizar en esta revelación de Dios como un Padre.

Dio ha capacitado al hombre para que por medio de la razón natural conozcamos a Dios por sus obras. El obrar sigue al ser, por lo que todo lo que realizamos de alguna manera tiene la huella y manifiesta lo que uno es. Así, desde una escultura, una pintura, una composición musical, o una obra literaria, pasando por una simple carta y hasta un mensaje de wasap, todo ello da a conocer lo que subyace en cada persona. Por las obras podemos percibir algo de quien las hizo.

Semejante acontece respecto de Dios que en la creación se revela y da a conocer. Mas, el entendimiento humano queda limitado ante la grandeza del misterio revelado por lo que requiere de una “auxilio eficaz” que libremente Dios concede.  

Toda manifestación de Dios de sí mismo tiene como centro a Jesús, la segunda persona de la Santísima Trinidad. Desde el Génesis al Apocalipsis debemos leer la revelación escrita desde la persona anunciada y presente que es Cristo. Centrar nuestra fe en la persona divina de Jesús que es la palabra definitiva de Dios al mundo.

¿Para qué se muestra Dios al hombre? Para hacerle consorte, es decir,  estar unido, vinculado, asociado, a la  naturaleza divina, según lo cual, puedan “conocerle”, “amarle” y “responderle” desde una condición filial de hijos (adoptivos) en el Hijo Unigénito.

En un texto muy hermoso de San Ireneo de Lyon se refiere a la pedagogía divina manifestada para acostumbrar al hombre a los designios divinos: “ El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre” (Adversus haereses 3,20).

 

La revelación tiene como fin y plenitud a Jesucristo: Dios Padre “nos habló por su Hijo” (Hebreos I, 1-2). El Catecismo es claro a este respecto, lo cual tiene efecto a futuro: “En Él lo dice todo y no habrá otra Palabra que esta” (número 65).

Si hablamos de una “pedagogía divina” entendemos hay unas etapas de la revelación de Dios, donde se manifiesta de modo gradual. De las obras creadas pasó a darse a conocer con quien tendría una relación personal por medio de la gracia.

Ese vínculo no se perdería a causa de la gravedad del pecado original. Dios movió a nuestros primeros padres (Adán y Eva)  a la esperanza de la salvación, cuidando de la humanidad de modo permanente,

Alianza con Noé: Inicio de la denominada “economía de salvación” con los hombres agrupados según países, lengua, clanes” (Génesis X, 5). La Biblia nos muestra que grado de virtud y santidad pueden obtener los que obedecen a Dios. Abel (Génesis XIV, 18); Melquisedec como figura de Cristo (Hebreos  VII,3); Job (Ezequiel XIV,14). Todos ellos esperan que sea “el Mesías Cristo quien junte a los hijos dispersos” (San Juan XI, 52).

Alianza con Abraham: Para ser padre de una muchedumbre Dios eligió a Abrahán. Un Dios y un pueblo elegido, desde el cual bendeciría a todo el mundo (Génesis XII, 1). Será la raíz donde serán injertados los paganos hechos creyentes (Romanos XI, 17-24). Los patriarcas, profetas y demás personajes bíblicos son venerados como “santos” por toda la liturgia eclesiástica.

Alianza con Moisés: Dios hace un pacto con su pueblo liberándolos de la esclavitud de siglos en Egipto. Entregó el Decálogo como parte de la promesa, buscando el bien de su pueblo elegido. Es decir, Dios se muestra como un Padre providente.

Alianza con Profetas: Dios da forma a su pueblo que espera la salvación. Los profetas exhortarán a la fidelidad, llamarán a una conversión (Ezequiel XXXVI), invitarán a todas las naciones (muy distinto a la actitud timorata de muchos creyentes en nuestro tiempo), son aquellos que viven una pobreza desde la humildad (Sofonías II,3), sostienen la esperanza verdadera, muy distinta al entusiasmo pasajero.

 

Alianza con mujeres: Estas conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel (Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester). La Virgen María es la plenitud de la fidelidad femenina del Antiguo Testamento, en Ella se realizan las promesas cumplidas de Dios Padre (San Lucas I, 38). Al leer la Biblia entera descubrimos que es imposible no reconocer el papel protagónico que tienen la mujer en la revelación de Dios, al punto que la vida del Verbo Encarnado se sostiene en la vida de su madre –la Virgen María- desde el inicio.

En forma posterior, María es decisiva en diversas etapas de la vida de Jesús. Belén, Egipto, Nazaret, Caná, el Gólgota. Todo ello nos refiere de la Virgen, que como Madre verdadera está en todo momento presente en la vida de su Hijo y Dios.

Ninguna revelación privada puede pretender superar, corregir o aumentar lo hecho y dicho por Jesús. Sí,  hay momentos donde Dios ha permitido que para vivir mejor lo revelado en una época precisa, se da una señal que la Iglesia reconoce presente en el sentido de fe manifiesto en la Iglesia.

Dios se muestra como un Padre (Catecismo 232 a 267).

El día de nuestro bautismo fuimos incorporados como hijos de Dios y de la Iglesia en el nombre del Padre, Hijo y Espíritu Santo”. Sin duda, la Trinidad es el misterio central y basilar de la fe católica, del cual emerge y converge toda enseñanza de la Iglesia. Por ello, saludar con la asignación a Dios Padre es el primer gesto que tenemos honrando a Dios como todopoderoso y creador de todo.

Dios Padre realiza su designio amoroso  de creación, redención y santificación por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo.

Respecto de la paternidad de Dios esta es reconocida  en el pueblo de Israel como Creador del mundo (Deuteronomio XXXII, 6). Se suelo destacar a Dios como “Padre de los vulnerables”, especialmente los huérfanos y viudas que eran muy débiles en la vida social de oriente en general e Israel en particular (Salmo LXVIII,6).

 

 

 

La Biblia por dos razones habla de Dios como Padre: Dios es inicio de todo, autoridad de todo, y del mismo modo es bondad y solicitud hacia sus hijos. Aquí conviene detenerse literalmente en las palabras del Catecismo de la Iglesia que indica: “Esta ternura de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (Isaías LXVI, 13 y Salmo CXXXI, 2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la maternidad y de la paternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios trasciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Trasciende también la paternidad y la maternidad humana (Salmo CXXVII, 10). Aunque sea su origen y medida (Efesios III, 14). Nadie es Padre como lo es Dios” (número 239).

La fidelidad de Dios hace que la imagen dl amor de Dios como Padre sea “entrañable“ o “visceral” tal como indicó hace un tiempo el actual Romano Pontífice el Jueves 22 del 03 del 2018:  “Este es el amor de Dios, como el de la madre: Dios no se olvida de nosotros, nunca, no puede, es fiel  a su Alianza. Esto nos da seguridad, tanto que de nosotros podemos decir, pero mi vida es muy fea, estoy en esta dificultad, soy un pecador, una pecadora. Pero, Él no se olvida de ti, porque tiene ese amor visceral y es Padre y madre: eso es todo”.

Ciertamente, Dios nos ama entrañablemente, y esta verdad hace que un motivo muy antiguo como fruentemente usado sea el pelícano. Un antiguo texto del siglo segundo  narra que para evitar que sus crías mueran de hambre, ante la falta de comida, es capaz de herir su pecho con su propia boca y les alimenta con su propia sangre. Los primeros cristianos vincularon a Cristo con el signo del pelícano, el Divino Redentor que ofrece su propia vida para rescatar a cada uno de nosotros de la muerte que es el pecado, y nos alimenta con su propio Cuerpo y su propia Sangre en la Eucaristía (Gálatas II, 20).En la i,agen del “pelícano” se muestra el mensaje de Cristo, que se da a sí mismo por los hermanos (San Juan XV, 3): “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Por ello se encuentra esta imagen en muchos lugares de culto cristiano y manuales de catequesis. San Agustín dice en el comentario del Salmo CI y Santo Tomas de Aquino lo hace en Adorote Devote mostrando a Jesús como “Pelicano pie”, imagen  de amor “entrañable” como el de madre hacia sus hijos.                                                                                                                                                                                  

                                                                                                                                                        PADRE JAIME HERRRERA GONZÁLEZ








ACTIVIDADES PARROQUIALES MAYO 2023