lunes, 25 de septiembre de 2017

FESTIVIDAD PATRONAL DE NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES DE PUERTO CLARO: Sermón e imágenes

CON MARÍA A LA PRIMAVERA DE LA FE.





Con gran alegría y solemnidad se realizó la Santa Misa el día domingo 24 de septiembre en la Parroquia de Puerto Claro, que atiende pastoralmente tres de los cuarenta y dos cerros de la ciudad de Valparaíso: Cerro Toro, Cerro Mesilla y Cerro Perdices.

Siendo obispo en Valparaiso, el entonces Cardenal Silva Henriquez erigió esta Parroquia para atender a la comunidad de fieles que honraba desde el año 1909, la imagen de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro, la cual, de acuerdo a los datos históricos, es la primera advocación venerada de la Virgen María en nuestro primer puerto del país. Las raíces de esta devoción local se hunden ya a 458 años atrás.

Por esto, desde el 17 de abril de 1791, la Ilustre Municipalidad de Valparaíso, declaró en el primer decreto de su Primer Cabildo, que la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro ocupase el lugar principal en el escudo y emblema de la ciudad, tal como ha sido en los últimos 226 años a la fecha.

Con ocasión de coincidir la Festividad Patronal con el dia Domingo, Día del Señor,  la comunidad parroquial organizó un celebración a la cual se sumaron numerosos fieles, los cuales tuvieron oportunidad de participar en la Santa Misa de Rito Extraordinario, el cual desde el año 2010 se celebra interrumpidamente en este templo cada día domingo a la una de la tarde.


Como homenaje a la Virgen de Puerto Claro cuatro hermanos, que participan del Conservatorio de Música de la PUCV y que actualmente son monaguillos hicieron una hermosa presentación de violín y violoncello con obras de diversos compositores.

Los cantos estuvieron a cargo de la Schola “Cum Júbilo”, que entonó himnos reconocidos en honor a la Virgen Santísima, y con melodías gregorianas que fueron muy bien recibidas por los fieles los cuales agradecieron con su oración la presencia de los integrantes del Coro.


Acabada de celebración, que contó con un grupo de numerosos ministros del altar, los fieles acudieron al comedor parroquial con el fin de participar de un vino de honor y convivencia entre todos  los fieles presentes.

Septiembre del 2017.

                
                          TEXTO COMPLETO DE HOMILÍA PRONUNCIADA POR CURA PÁRROCO.

1                                         Fortalecimiento de la amistad con Dios.



Queridos hermanos: Al inicio del presente milenio, recordábamos el origen de la  fiesta litúrgica que hoy nos convoca, el cual,  en nuestra ciudad coincide con la llegada del tiempo de la primavera. La misma naturaleza salida de las manos del Creador  parece saludar el Mes con mayor número de festividades votivas en honor de la Virgen María a lo largo de todo el Año Litúrgico.

Como una gracia especial, nuestra Parroquia celebra hoy a su Patrona, con la convicción de ser la advocación fundacional que hace 458 años acompaña a esta ciudad, que nació de la mano de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro y donde el primer bautizado fue hecho hijo de Dios y de la Iglesia bajo su mirada protectora.

Sin duda, junto a la imagen de Cristo crucificado que se encuentra en el templo denominado Jesús, Salvador del Mundo, la figura de la Virgen de Puerto Claro constituye  el patrimonio más apreciable del cual todos los demás se han ido sumando hasta hacer de esta ciudad un patrimonio de la humanidad.

Dice un antiguo refrán que “antigüedad constituye grado”, por lo que  nuestra Patrona está presente en Valparaíso desde que el Rey Católico Felipe II, cuya prudencia llevó a fomentar la devoción a la Virgen María, especialmente bajo el título de las Mercedes, como gratitud por su evidente protección en las horas de mayor prueba y persecución.


Ninguna otra devoción hunde en la historia de nuestra ciudad porteña  raíces tan profundas.  Por eso, es necesario en esta oportunidad,  que honramos a la Virgen de Puerto Claro insertos en el Día del Señor, bajo el lema “mi paz les doy” con el cual preparamos la venida del actual Romano Pontífice.
Sabido es que de una familia divida no se construye una nación unida. El origen de la división estriba no sólo en la falta de comunicación, lo cual es una innegable realidad, sino que lo es la carencia de una vida interior, de una preocupación por el crecimiento espiritual que sólo nace de colocar a Dios en el centro de toda iniciativa y de todo logro en nuestra vida. Ningún progreso personal y social puede –entonces- desentenderse de la amistad con Dios.


Lo primero que consideramos, es que la amistad es un don, que busca hacer siempre el bien alzándose como una misión permanente. Conlleva crecer juntos,  a veces, asumiendo y sobrellevando las carencias y en otras, apoyándose en las virtudes.  En este sentido, la experiencia indica que, exceptuando a  nuestro Jesús del Cielo, no hay amigo tan perfecto que no tenga  algún defecto ni que carezca de una virtud que ha de procurar aportar.

El Señor Jesús se reveló como el amigo que nunca falla: “Vosotros sois mis amigos” (San Juan XV, 14).  Permanece atento a todas nuestras inquietudes, las cuales nos pueden parecer muy importantes pero sólo Él nos permite dimensionarlas convenientemente;  está vigilante ante cualquier necesidad objetiva, ¡quién no se ha sentido urgido! Allí está el Señor con nosotros, junto a nosotros. Como amigo verdadero –Jesucristo- no huye cuando arrecia  la dificultad, por el contrario, más bien, aumenta  su cercanía en medio de la adversidad.


La verdadera amistad es la que  proviene de Dios. Muchos pueden ser vecinos, colegas, amigos, camaradas, compañeros o simples conocidos, pero la amistad está más allá de vivir en casas cercanas, está más allá de trabajar en un mismo lugar, y más allá de simplemente ubicar el rostro de una persona, por medio de un “me gusta” en Facebook.  Aplicando la consabida frase que encontramos en el libro “El Principito”: “¿Qué es amar? sino mirar juntos lo mismo”, podemos extender dicha frase al plano de la verdadera y sana amistad.


Del hecho de experimentar la amistad con Dios que se llama piedad, y la de nuestros amigos que son un reflejo de aquella, asumimos la necesidad de comunicarla a toda la sociedad pues lo bueno es bueno que se conozca y participe, de tal manera que la convivencia ciudadana se crea desde el amor de Dios hecho amistad y se fortalece por medio la piedad hacia Dios.



La fe en Dios no es la que llama  a los fanatismos del modernismo, pues es el amor de Dios y el amor a Dios el que amplía los horizontes de la mente y del corazón, permitiendo que aquello que dice relación con el misterio de la salvación tenga que ver con lo que uno piensa y con lo que uno quiere. ¡Lo demás, de más está!

2.      Fortalecimiento de la amistad ciudadana.

Ese amistad que nace del amor de Dios no queda encerrada sino que por su misma naturaleza requiere de darse a conocer, de comunicar a los demás el bien descubierto y poseído, en consecuencia, es esa amistad  la que está  capacitada para abrir nuevas perspectivas en el ámbito social, también,  en lo que se denomina la “amistad cívica”, porque valora la verdad y el bien que descubre y que está llamada a comunicar.

Mas,  en la actualidad  subyace  en la vida cívica una amistad cínica, que nace de la enfermedad por la búsqueda y mantención del poder. Entonces,  son las componendas, las verdades a medias o medias mentiras, las que tejen el engranaje de una amistad falseada, cuya existencia está limitada por la sola satisfacción de los intereses personales.


¡Qué distinta es la verdadera amistad! Donde se procura dar sin recibir, en lo más genuino del amor de Dios que es entrega. Nos permite descubrir que donde hay amistad de verdad “Deus ibi est”. Digámoslo claramente. Es en un mundo sin Dios donde se anida la ceguedad del fanatismo, que en nombre del hombre endiosado destruye las relaciones entre las personas.

El oscurantismo contemporáneo nace del encandilamiento de la sociedad a causa de  las verdades impuestas por el relativismo. Esto explica por qué el arte de hoy es tan pobre e inexpresivo, por qué en nuestra Patria el cine y la música resultan  tan monotemáticas.




Es que el relativismo es siempre empobrecedor, hace de la persona humana y de la sociedad una realidad mutilada, que no acaba de tener relaciones humanas verdaderamente fructuosas y enriquecedoras. El alma no crece interiormente en medio de tanta vaguedad y ceguera. Ya lo dijo Jesús: “Un ciego no puede guiar a otro ciego pues ambos caerán al mismo precipicio” (San Mateo XV, 14).
Entonces, el cultivo de una sana amistad, desde la  temprana edad, hasta la vida adulta fortalece nuestra interioridad, permitiendo “llevarnos mejor” al interior del hogar, de la vecindad, de la ciudad, de la nación y del mundo.


La carencia de lazos de amistad ocasiona la fragilidad de la una sana convivencia cívica, por lo que el experimentar el ambiente de evidente crispación social responde a la ausencia de una verdadera amistad con Dios y a la persistencia de marginar a Dios, su Palabra y sus designios, de nuestra vida. ¿Qué camino queda cuando arrinconamos a Dios en nuestras sacristías, en nuestros conventos, en nuestras aulas, en nuestros movimientos laicales, y hasta en nuestra conciencia?

¡Cristo debe hacerse presente en toda la sociedad! No olvidemos que “El vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (San Juan I, 11-12)…Hoy debemos abrir la mente y el corazón a las cosas de Dios, y en esa medida percibiremos una convivencia más fraterna, que incluya las necesidades más evidentes, priorice las urgencias, y no deje de atender con el corazón en la mano el rostro de quien el Señor golpee el pórtico de nuestras vidas: “Lo que a ellos hicisteis a mi lo hicisteis”. ¡Que se note! ¡Que se muestre! ¡Que se viva nuestra identidad católica!




    3.-.Fortalecimiento de la amistad eucarística y mariana.

Ciertamente, no hay mejor gesto de amistad que caminar junto al Señor tal como lo experimentaron los peregrinos de Emaús. Ellos sintieron que “ardía su corazón”, comprendieron “cuando les explicaba las Sagradas Escrituras”, y “regresaron donde los Apóstoles” (San Lucas XXIV, 13-35).

Es un imperativo el retorno a lo esencial, puesto que,  el futuro se fragua en la conversión del mundo hacia el Señor, de lo cual tan estupendamente lo significa la celebración cara a Dios como es la que tenemos en este día. ¡No demos la espalda a Dios! ¡No demos la espalda a su Palabra! ¡No demos la espalda a su creación! ¡Volvamos al Dios que da la cara!


Se promueve una religión que no incide en la vida social, que no molesta y queda reducida a unos cuantos ritos entre cuatro paredes. Sólo se le permite hablar para entretener, reduciendo la catequesis y homilética a consabidas anécdotas, humoradas,  explicaciones científicas y lingüísticas, pero que no terminan modificando para nada nuestra vida. Cristo vino al mundo para reinar no para entretener, por lo que la Santa Misa no puede ser tenida como una simple entretención o un pasatiempo que ciertamente tiene su rentabilidad social a los ojos de la modernidad.

En la casa del Rey no se aplaude al siervo: Sin duda la Santa Misa tiene como centro el dar el culto debido a nuestro Dios, cumpliendo el precepto: “Amaras al Señor tu Dios con toda el alma, con todo el corazón, y con todo tu ser”. Quien importa y es decisivo en nuestra celebración litúrgica es Dios, es a Él a quien honramos, y de Él es que recibimos toda bendición, y en este caso, al autor mismo de toda gracia.

Nuestra Madre Santísima “primero concibió a Cristo en su alma que en su cuerpo”, por lo que su mayor grandeza la descubrimos originalmente en su entrega en toda época y a todo evento por Dios y su obra. Todo en la Virgen dice relación con el cumplimiento  de la voluntad de Dios. Al leer el Nuevo Testamento y hacer una biografía de ella descubrimos que su vida tuvo sentido desde su unión con Dios, quien la creó y preparó para ser la madre purísima y el seguro refugio  que nos entregaría a su Hijo y Dios.

Así, Ella permanece inclinada a la verdad, al bien, y al amor constituyéndose como el antídoto más oportuno contra todo mensaje disolvente en la vida espiritual y moral; en la vacuna más eficaz que previene de la mentira y la herejía; en el remedio capaz de restablecer la unidad de los hijos de Dios, partícipes de la única Iglesia instituida por Cristo,  fuera de la cual no hay salvación: ¡Extra ecclesiam, nula salus!

Por esto,  cualquier iniciativa pastoral debe tener la devoción a la Virgen como un insigne estandarte, que identifica y defiende, evitando ocultarlo como si fuese un obstáculo para que puedan acercarse a la vida de la Iglesia quienes están llamados a hacerlo. Como hijos de una madre que somos, quien no acepta a nuestra madre no tiene nada que ver con nosotros, de igual manera, quien desecha la devoción a la Virgen como Madre de Dios, lejos permanece de la verdadera comunión de los hijos de Dios y de la Iglesia. ¡Quien saca a la madre, saca al hijo! ¡Quien recibe a la Madre, recibe al Hijo y recibe a Dios!

El hecho de fortalecer la piedad hacia la Virgen en nuestra vida  y en la Iglesia es algo urgente cuando verificamos tanta división sin sentido. Como toda Madre, la Virgen es experta en dificultades, por lo que lejos que los problemas amainen su cercanía, más bien la invitan a intervenir con mayor insistencia y diligencia. ¿No es eso lo que leemos cuando visita con premura a su prima Isabel en la localidad de Ain Karim? Acaso, ¿No irrumpe con fuerza para precipitar el primer milagro de Jesús en la ciudad de Cana de Galilea?

Entonces, ¿por qué no implorar que las bendiciones y mercedes abundantes del Cielo lleguen –también- a nuestra ciudad? , a la cual Ella se presentó hace siglos y cuyo manto nos libere de las modernas esclavitudes y del neo-politeísmo, a nivel personal y social.

Confiamos esta Ciudad de Valparaíso, cuya mirada a la distancia descubre las altas montañas y en lo inmediato  percibe el mar insondable como permanente llamado a una vida espiritual más cierta, más participativa y más caritativa, al manto protector de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro, Patrona y Madre nuestra. ¡Que Viva Cristo Rey!











martes, 12 de septiembre de 2017

“EL MATRIMONIO ES OPCION DE VIDA PARA SIEMPRE”

  BODAS PLATINO  / CHANDIA CASTRO & BELLO AGUAYO / 1956-2017

ACERDOTE JAIME HERRERA CHILE    


Don José  y doña Rosa: Gracias por permitirnos el gozo de celebrar con vosotros y por vosotros las Bodas de Diamante, realidad que sin duda resulta inhabitual en nuestro tiempo.

Ambos fueron el comienzo de una jornada que ya se ha extendido por más seis décadas y que no pretende terminar, pues nos enseña  la Sagrada Escritura que “los pensamientos de Dios son eternos”…como lo es vuestro amor.  Contrajeron el santo matrimonio el 31 de agosto de 1956, en la entonces capilla donde nos cobijamos hoy bajo el patronazgo de nuestra Señora de Puerto Claro.

Lo hicieron en el mes con el mayor número de festividades votivas en honor de la Santísima Virgen María y en la cual  celebramos la fiesta patronal cada 24 de Septiembre: Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro.  Ciertamente, la presencia de la Virgen  fue decisiva en las Bodas de Cana de Galilea, donde gracias a su intervención  Jesús realizó su primer milagro, y lo ha sido a lo largo de vuestra extensa vida matrimonial.  

Ambos han tenido la oportunidad de visitar muchos lugares a lo largo del mundo, han hecho un sin fin de cosas donde lo han pasado muy bien,  pero,  sin duda,  ahora recuerdan tales momentos porque estaban acompañados por aquella persona que Dios les concedió para escribir la vida juntos, la cual permanece  ahora a vuestro lado.

No fue casualidad el hecho de conocerse sino que ello responde a la libérrima voluntad de Dios, que han sabido estar a la altura de esa vocación recibida.

El 1471 un día como  hoy regresaba a la casa del Padre el gran teólogo católico que escribió el texto “La imitación de Cristo”. Un programa de vida estupendo para crecer en la virtud y la santidad, cuyos consejos son aplicables para la vida matrimonial, pues están llamados a ser “imitadores de Dios”, cada uno y juntos que son: “Mucho hace el que mucho ama. Mucho hace el que todo lo hace bien. Bien hace el que sirve más al bien común que a su voluntad propia” (Libro  Primero, número 2).

Sabemos que uno de los frutos preciados del Santo matrimonio es la descendencia. Los hijos son fruto de un amor, que hace visible y mayormente posible la unión como esposos.  Dios les concedió siete hijos, que fruto de un amor generoso supieron recibir y cobijar: Patricia, José, Elizabeth, Guillermo, Juan y Hugo, Leonardo.

Respecto de vuestros hijos diremos que el número siete implica un sentido de perfección y plenitud. En la antigüedad Dios creó el mundo en siete días; la gran ciudad de Jericó cayó luego de siete días y siete vueltas que el Señor pidió dar a  los israelitas (Josué VI, 15). Ya en el Nuevo Testamento Simón Pedro ante el tema del perdón, como realidad fundamental en la enseñanza del Señor,  le pregunta: ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano…¿Siete veces? A lo que Jesús responde: ¡Setenta veces siete! Recalcando con ello el acto de perdonar de manera indefinida e ilimitada (San Mateo XVIII, 21-22).

No dudamos que han podido experimentar la riqueza de  “ver a los hijos de sus hijos” en cada uno de sus once nietos y de sus ocho bisnietos. Numerosa descendencia que en su origen tuvo a quienes no dudaron en dar un si a Dios y un si recíproco, ambos sin fecha de vencimiento.

La celebración de estas Bodas de Platino las han querido hacer como Dios manda, como la Iglesia vivamente recomienda y como el sentido común lo anuncia…en medio de  la celebración de la Santa Misa, con el fin de alabar a Dios por quien es, con el fin  de agradecer a Dios por tantos dones recibidos, de interceder por las necesidades espirituales y materiales, y para hacer proclive a vuestro favor la gracia de la misericordia que Dios libre y profusamente no deja de conceder.

La presencia del Señor no ha sido una estrella fugaz en la vida de vuestra familia. Dios ha permanecido a vuestro lado a pesar de los silencios y del distanciamiento del caminar a través del paso de los años.

Sin duda, el acto de venir hace sesenta y un años atrás a este lugar sagrado, y de participar en la Santa Misa de manera frecuente, revistió de verdadera vitalidad vuestra unión y fortaleció el compromiso mutuo con la medida del amor de Dios,  que siempre ama sin medida. ¡Grande es el amor de Dios! ¡Todo lo puede, todo lo espera, todo lo perdona! ¡Siempre puede más!

Cara a Dios el sacerdote, y frente a Dios los jóvenes novios de entonces, recibieron la bendición en latín del ministro de Dios.

Para mantener el camino querido por Dios fue necesario incluir unos criterios bien precisos: “El encanto puede ser falso  y la belleza puede ser vana, per la mujer que teme al Señor es la que procura alabanza” (Proverbios  XXXI, 30).  Nuestro Dios dibujó para el hombre una unión perdurable, tal como la describió Jesús: “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”.

Es la voz de Dios la que habla al momento en que el hombre y la mujer sellan sus vidas ante el altar de Dios, por lo que el carácter permanente del compromiso emerge  por el hecho de ser signo y presencia del amor de Dios. Es una decisión de  vida, que no sólo implica el permanecer juntos por un tiempo sino conlleva un ser esposos para siempre.

Entonces la indisolubilidad del santo matrimonio no es una cadena que obliga externamente sino que es una condición que permite la plena libertad de quien se ha casado por la Iglesia ante Dios. Sin duda, “Dios no es rival de nuestra libertad sino que es su primer garante”, también en lo que dice relación con el santo matrimonio.

a). Escuchar la voz de Dios en la Biblia y la oración.
Dirán los medios de comunicación que no es políticamente correcto lo que señalaremos porque está contra lo que masivamente se suele sostener: Muchas veces terminamos descubriendo con el paso de los años  que lo mejor para nosotros quizás no era  lo que al principio deseaba el corazón (Jeremías XVII, 9). Muchos profetas elegidos por Dios inicialmente no acabaron de descubrir cuál era la voluntad de Dios, revelándose a sus designios. Sino que sólo lograron hacerlo cuando siguieron su palabra revelada en la Santa Biblia y en la oración, confiada, perseverante y humilde.  
El matrimonio responde a la necesidad innata de amor y de compañía, este debe hacerse desde un sano discernimiento y la madurez de la fe. ¡El amor ciego no existe! Puesto que sólo se ama lo que se conoce y se ama lo que hay de Dios en cada uno.

b), Escuchar el consejo y experiencia de los mayores.
En segundo lugar, hace seis décadas ambos se vieron enfrentados a una disyuntiva, que plantearon sin duda a sus padres, los cuales siempre quieren lo mejor para sus hijos y constituyéndose como verdaderos “intérpretes del amor de Dios” para su descendencia.
La mocedad es impulsiva y  la juventud inmediatista, por lo que suele sentirse incomprendida y puede ser que la fuerza de la emoción dictamine a seguir ciegamente los impulsos del corazón, asumiendo luego que no se consideró otra perspectiva propuesta por los mayores, haciendo caso omiso de la voz de quienes deseaban sólo nuestro bien, sumergiéndose –con ello-  en una relación sin amor insertos en  una institución divinamente hecha para fraguar la felicidad,  convertida  a causa de la novel obstinación en fuente de aflicción.
¡Jóvenes, escuchen siempre la voz de sus mayores. Vean el ejemplo de estos esposos que dicen con su vida que el amor para siempre es una realidad!

c). Escuchar la fe del cónyuge elegido.
El ámbito de ayer y hoy permanece inalterable: mismo esposos, mismo templo, misma promesa mismo Dios. Con El paso de los años `puede envejecer el cuerpo pero no el alma, porque ésta goza de la lozanía propia de la piedad verdadera.
En efecto, los novios deben prestar atención respecto de la fe de quien será su cónyuge para toda la vida. Muchos hogares suelen quedar a medio construir porque les faltó el material especial del amor por las cosas de Dios y del procurar cumplir su voluntad en todo.
Al consultar hoy sobre el destino de la vida del hombre de inmediato se nos responde respecto de la felicidad…y se olvida que el primer fin nuestro es alabar y agradecer a Dios los dones recibidos. Ya lo dijo nuestro recordado San Alberto Hurtado: “La vida fue dada para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo y la eternidad para poseerlo”. A veces el deber y el programa del Señor pasa por lágrimas de dolor y sufrimiento que sólo luego de un tiempo transcurrido, se trasforman en lágrimas de respuesta de felicidad.
Las cosas que más cuestan esfuerzo, dedicación y atención, son las que más terminamos valorando.  El camino expedito de la facilidad atrae una felicidad fantasiosa, que parece que es,  pero no es verdadera. ¡Es la felicidad payasesca! Que por dentro llora y por fuera ríe. Y eso no sirve para fundar una familia para seis décadas. Es necesario entonces, tener un mismo pensar, un mismo sentir respecto de las cosas de Dios, de su Iglesia y del orden de la sociedad.
Imploramos al finalizar nuestra meditación invocando el auxilio de Nuestra Patrona, la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro, cuya mirada se detuvo hace sesenta y un años en la de dos jóvenes que siguieron la aventura desafiante de cumplir un programa de vida permanente en el Santo Matrimonio.
Que ese manto protector los cuide en todo momento, y les anime en la adversidad a implorar a Aquella Madre nuestra de la cual nunca se ha oído decir que quien recurriese a Ella, su plegaria fuese desatendida.
Hoy estas seis décadas son el regalo que estos esposos colocan a los pies de la Virgen, para agradecer los múltiples dones recibidos a lo largo de estos años. ¡Que Viva Cristo Rey!
    
          

“EL VALOR DE LA VERDAD Y LA VERDAD DEL VALOR”

 LUNES 11 DE SEPTIEMBRE 2017 / SAN FRANCISCO DE SALES / VITACURA

PADRE JAIME HERRERA  PUERTO CLARO CHILE

1.     “Confiad el Él, oh pueblo, en todo tiempo” (Salmo LXII, 9).

Desde que hace veintisiete años me ordené sacerdote, he procurado tomar el Santo Evangelio del día para cada celebración de la Santa Misa. Hoy, en el día 11 de un gran mes, no será la excepción. Nos habla de un enfermo que es sanado por nuestro  Señor, lo que provoca molestia e intriga entre quienes vieron algo cierto e irrefutable…la mano derecha que durante años permaneció paralizada, ahora estaba completamente restablecida.

A lo largo de la vida, cuando ya cumplimos varios lustros, recordamos las múltiples dolencias que hemos padecido ¡quien no! y al momento de ser consultados por nuestro estado respondíamos…”bien”…”normal”…”mejor”, por lo que para la sociedad de entonces como la actual el hecho de estar enfermo implica siempre carecer de un bien debido y de una deseada normalidad.

El hombre enfermo de este día, de acuerdo a la sociedad no era “normal”. Además, la enfermedad tenía un estigma moral, pues independiente de la dolencia,  ésta siempre era vista como la consecuencia directa de un pecado personal o familiar. En cualquier caso, el paciente era culpable de sus dolencias, siendo visto como un pecador que debía ser marginado del ámbito religioso y social. No lo pasaban bien los enfermos. Sin duda el mayor drama era que a las dolencias físicas se sumaban las del alma al saberse despreciado y alejado de los suyos.
SACERDOTE DIOCESANO CHILE


La actitud de los fariseos es la misma antes y después del milagro. No cambian a pesar de la evidencia. Ven y no creen. Las autoridades de entonces,  el establishment,  comenzó a buscar razones,  a urdir males contra Jesús.

No se preocupaban de las dolencias sino de la cáscara. No nos admiremos tanto pues,  es probable,  que nuestra actitud no hubiese sido muy distinta de la que tuvieron los fariseos. Con tanto que hacer, con tantas urgencias, con tantas necesidades, qué importancia tendría  una mano paralizada de un simple desconocido.

Era más fácil seguir de largo, y ni siquiera mirar…nadie ama lo que desconoce…y nadie se preocupa de lo que no ve, por lo que se invisibiliza la necesidad para anestesiar nuestra conciencia y callar la voz de Dios. Él es atraído por las necesidades del hombre. En su corazón todos tenemos un lugar, no tiene los límites de aquella ley…hecha por hombres,  a la medida de los hombres.

El milagro no lo hace a solas sino acompañado, por lo que diremos es una acción en un ámbito de la sociedad, aplicable al que hace cuarenta y siete años hubo en nuestra Patria. La enseñanza de Jesús indica que todo aquello que deshonra al hombre no puede honrar a Dios, siendo por lo tanto una exigencia, cuando el hombre y la sociedad sufren,  hacer el bien debido pudiendo buenamente hacerlo.

Una mano paralizada implica un rostro… Puede acoger, puede advertir, puede señalar, puede aceptar, puede negar, puede hablar por signos, puede defender, y puede saludar. Y, aquel hombre que padecía dicha parálisis se veía imposibilitado de expresarse, de dar a conocer sus sueños,  intereses y molestias. Una mano cerrada que sólo percibía lo gélido de los corazones siempre interesados en sí mismos y jamás del prójimo, renuentes a aceptar y conceder el perdón que originalmente anunció Jesús, colocando la capacidad de perdonar como condición para obtener su misericordia: “perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.

MISA 11 DE SEPTIEMBRE CHILE

El actual Romano Pontífice nos recuerda que aquellos hombres “siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación…Hombres que sólo sabían cerrar” (Homilía del Santo Padre Francisco, 31 de Octubre 2014 en Santa Marta). La vida sin Cristo conlleva una verdadera esclerosis espiritual, cuyas consecuencias nos revela el mundo actual en múltiples signos el drama en que se vive en todo ámbito.  Para muchos será sorprendente que las sociedades como la nuestra,  en la medida que ven fortalecidas sus economías, y sus legislaciones, sintonicen crecientemente con el modernismo, y experimenten a la vez, un crecimiento exponencial el estigma de la atomización de la sociedad: del desinterés por los demás, prontamente se pasa a una animadversión por los demás; del respeto a los diversos derechos de la vida humana al desprecio sistemático del primero que se tiene y del último que se posee.

Entonces,  en ocasiones nos parece habitar en una verdadera jungla, donde no es el cumplimiento de la voluntad de Dios ni la edificación de su  Reino lo que guía nuestros pasos, sino que lo es el ansia del poder ilimitado, del  placer ciego y del tener desenfrenado.  Todo ello, es signo de una deshumanización que es la primera transgresora sistemática de los derechos del hombre, porque nace de una visión reductiva de la persona  mutilándole su vida interior, la vida espiritual, la vida de alma.
Así, aquella creatura que fue hecha por Dios “a su imagen y semejanza” con una vocación muy precisa en orden a buscar, a encontrar y a vivir en Dios,  desde la concepción atea y materialista –como es la marxista- hace ahora que el hombre y los pueblos permanezcan lleno de insatisfacción y de frustración lo cual,  se termina expresando en una crispación social donde la violencia, la venganza, y el odio exudan en todos los ambientes, particularmente en los más alejados del Señor y sus designios.
Seamos claros: “aunque la mona se vista de seda, mona queda”; y aunque el materialista se vista de humanismo, mono se queda. Esto lo constatamos cuando se evidencia una distorsión en el valor de la verdad y en la verdad del valor.

Nuestra sociedad hace casi cinco décadas se vio hondamente quebrantada, pues ello era el resultado del intento de implantar una ideología  “intrínsecamente perversa”(Divini Redemptoris, S.S Pio XI, 19 Marzo de 1937), que por su misma naturaleza atenta contra la dignidad del hombre porque nace de “un error antropológico” (Juan Pablo II, México 1979).

En el pasado hubo una revista editada mensualmente que tenía una sección denominada: “La risa remedio infalible”.  El buen humor es sano y sana.  Entonces, recordemos  la anécdota contada hace unos años sobre tres perritos: uno de un país libre, otro de Venezuela y otro de Corea del Norte: Visitan al perrito de un país libre, y este les dice: las cosas aquí funcionan así, si ladráis lo suficiente alguien vendrá y os dará carne…el perrito venezolano pregunta ¿qué es carne?...y de inmediato el perrito de Corea del Norte pregunta ¿Qué es ladrar?

PADRE JAIME HERRERA CHILE
Más allá de esta nota, sabemos del drama enorme que vivimos cuando estuvimos al borde de una guerra civil, a la cual se animaba desde la lógica del ateísmo marxista, olvidando que una guerra fratricida siempre es más cruel y grave en sus consecuencias que cualquier otro tipo de conflicto. Recordemos que la única guerra civil en Chile (1891) ocasionó más víctimas que la guerra entre tres naciones vecinas (1879). Dos meses antes de aquella “intervención providencial” (Arzobispo Emilio Tagle) el Episcopado en Chile claramente dijo que “la peor desgracia que a un país puede acontecer, y esto todos los sabemos,  es una guerra civil” (16 Julio 1973).

Para evitar el desenlace obvio de aquella grave “crisis institucional” se produce la intervención que conmemoramos en este día, recordando las palabras de los Obispos emitidas horas después de dicha jornada: “confiando en el patriotismo y el desinterés que han expresado los que han asumido la difícil tarea de restaurar el orden institucional y la vida económica del país tan gravemente alterados, pedimos a los chilenos que, dada las actuales circunstancias, cooperen a llevar a cabo esta tarea. Y, sobre todo con humildad y con fervor pedimos a Dios que los ayude” (13 Septiembre 1973).

2.        “Nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo”. (Colosenses I, 28).

La celebración de esta Santa Misa vespertina, la hacemos en el templo dedicado a San Francisco de Sales, quien fuese un insigne predicador del llamado universal a la santidad, al que Jesús nos invita desde el momento de nuestro bautismo. ¡Esta es la voluntad de Dios, que seáis perfectos como mi Padre de los cielos es perfecto! (San Mateo V, 48).

Solía recordar este santo patrono que “la santidad se encuentra  en el camino que nos abre cada uno de nuestros días”. Así,  descubrimos que es en la vida cotidiana, donde se juega nuestro destino eterno, por lo que evitaremos la búsqueda de ocasiones propicias y  de quiméricos  momentos ideales para ser santos. Dios está en lo que no llama la atención, en lo que no mete ruido.

CHILE MISA 11 SEPTIEMBRE 2017
Entonces,  no cedamos a la mundana tentación  de la frenética búsqueda de lo novedoso, de lo sorprendente,  de lo exclusivo y de lo moderno. Sino que procuremos aquí y ahora cumplir la voluntad de Dios, haciendo de lo ordinario de cada día lo extraordinario que es amar a Dios sobre todas las cosas.

Con nuestra vida el Señor quiere caminar por nuestras ciudades; quiere hacerse presente en nuestras aulas, en los municipios, policlínicos y cuarteles. En todo lugar es posible buscar la santidad, sabiendo que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los suyos” (San Juan XV, 13).

Por esto, hoy rezamos por quienes, han caído  en virtud del fiel cumplimiento del deber. Imploramos para que Dios tenga infinita misericordia de ellos, y  puedan estar gozando  de la bienaventuranza eterna.

Confiados en el poder de la oración prometido por Nuestro Señor quien señaló que “donde dos o más se reúnan en mi nombre allí estaré yo en medio de ellos” (San Mateo XVIII, 20) y que “todo lo que pidan en mi nombre les será concedido” (San Juan XIV, 13) , recurrimos para orar por nuestros valientes soldados, recordando  las palabras pronunciadas por el Papa Juan Pablo II al retornar a su tierra natal  ante el monumento al soldado desconocido: “En cuantos campos de batalla ese soldado ha dado testimonio de los derechos del hombre, grabados profundamente en los inviolables derechos del pueblo, cayendo por nuestra y vuestra libertad”. (Varsovia, 2 de Junio 1979).

Por nuestros hombres de armas, que un día como hoy nos obtuvieron la libertad.   ¡Que Viva Cristo Rey!