martes, 21 de abril de 2020


TEMA  :  “LA MISERICORDIA EUCARÍSTICA DE JESUCRISTO”.
FECHA: SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA / CICLO “A” / AÑO 2020
“Donde quiera alumbra un sol católico hay siempre alegría y buen vino” (Bruce Marshall), salvando la libertad de poder interpretar una novela que describe la vida de un párroco en la lejana Escocia, diré que la alegría y la Eucaristía van de la mano, y cuando se nubla la piedad hacia Cristo como Pan de Vida se entibia la capacidad de ver con claridad, de ser feliz y de contagiar a los demás.
Estoy seguro –queridos hermanos- que esta pandemia Corvid-19 será parte de la historia en unos meses, pero la presencia de Jesucristo en nuestros altares seguirá incólume en el tiempo, pues Jesús Eucaristía vino para quedarse hace cerca de dos milenios. En trece años más celebraremos dos mil años junto a Jesús sacramentado, fiel a su promesa. Cuya fidelidad se ha mantenido prístina  en medio de persecución, epidemias, herejías, guerras, y olvidos.

MISA CELEBRADA POR PAPA FRANCISCO ABRIL 2020

Es impresionante…apasionante leer los relatos de toda una Iglesia que ha mantenido inalterable su amor a Jesucristo a lo largo de este tiempo no sólo en adversidades externas sino en medio de vacilaciones y condescendencias internas. Conviene tener presente que respecto de la Eucaristía los grandes errores y herejías no han provenido de la vereda del frente sino de la propia vereda. No obstante, como acontece con una simple chispa que tiene toda la fuerza de encender una llama entera y permanente, la fidelidad no exenta de sufrimiento de quienes se han puesto del lado de Cristo y de sus promesas han salido siempre victoriosos y han vivido la alegría propia del creyente.
Con el cariño y respeto al testimonio de los mártires, me detengo en el fiel desconocido, que fundó su vida católica a los pies de Jesús Sacramentado, tanto a nivel personal, como familiar y comunitario, entendiendo que no puede haber una vida cristiana al margen de nutrir el alma, la vida y el cuerpo con Aquel que dijo de sí mismo: “Yo soy el Pan de Vida, quien come de este Pan vive para siempre”.
La ligereza de suprimir una acotada participación de los fieles en la Eucaristía, antes de que lo dictaminen las autoridades sanitarias locales, en diversas partes del mundo, entraña un riesgo evidente de aceptar implícitamente  dos graves errores presentes al interior de no pocos creyentes, en la actualidad: Vida cristiana sin Misa y vida interior sin Cristo.

Lo primero casi no requiere de mayor explicación. La ausencia al culto católico es evidente. Es cierto que hay templos que por un tiempo –décadas- “se ponen de moda” y suelen estar colmados de fieles, más con el paso del tiempo y, hasta el cambio de generaciones,  va decreciendo la piedad y la participación evidenciándose la escasa asistencia con el paso de los años. En general, los templos donde actualmente se verifica una mayor asistencia de fieles suelen ubicarse geográficamente en los sectores de crecimiento de las ciudades, en sectores nuevos,  donde se instalan familias jóvenes, incluidos aquellos donde en barrios de antigua data –el centro de la ciudad- se han permitido la edificación en altura marcando con ello la llegada de nuevas y jóvenes familias.
En el mejor de los casos la participación puede llegar al 7% de los bautizados. Por ejemplo,  donde una ciudad o sector tiene 25.000 habitantes, asistirían unos 1800 fieles a la Misa dominical ¿sucede esto realmente? Mucho temo que no, y estamos hablando de un supuesto en el  “mejor” de los casos. ¿Qué acontece con el 93% de los creyentes? ¿Dónde se ubican sus prioridades y las nuestras?
Lo real es que la presencia de Cristo hoy en la Santa Misa es muy poco importante para la gran mayoría del mundo católico, que vive el día a día como si Cristo –verdadero Dios y verdadero hombre-  estuviese ausente en la vida de este mundo, lo cual tiene consecuencias muy concretas en nuestra vida espiritual y en la vivencia de la caridad fraterna. El quiebre de la vida social y el estallido de la violencia en nuestra Patria se debe al proceso de desnutrición espiritual que es renuente a alimentarse con el alimento que sí necesita.
El Señor ha permitido que,  en medio de las particulares circunstancias que vivimos en una nueva pandemia, realidad que por cierto creíamos superada definitivamente, vivamos nuestra fe, nuestro ser católico, nuestro ADN creyente, apoyándonos en la promesa cumplida por Jesús cotidianamente sobre el ara de nuestros altares. ¡Qué don más grande e inmerecido constituye el de poder celebrar en estos días el misterio más insondable que tenemos los católicos para tener vida en abundancia! ¡Nada y nadie nos separará del amor del Dios hecho Eucaristía!

FELIGRESES EN MISA VIGILIA PASCUAL ABRIL 202

Lo anterior,  tiene su fundamento en asumir que la salvación viene de Cristo, que es el único camino puesto por Dios Padre para alcanzar la Bienaventuranza Eterna, que es el fin último para cada creyente. La primacía del amor de Dios nos conduce a reverenciar su presencia eucarística, más,  el colocar múltiples prioridades que entren a rivalizar con el amor debido a Dios, nos conduce a postergar lo único necesario (tal como dice Jesús a Marta de Betania: “una cosa es necesaria, y Ella eligió la mejor parte”) cediendo a lo urgente, lo inmediato, lo fácil, lo atractivo y exclusivamente placentero. En realidad, por experiencia diremos que cuando el amor a Cristo es relegado a un segundo plano y ya no es prioritario en nuestra vida,  cualquier cosa ocupará su lugar, y parecerá ser más importante.
Algo “huele mal”  en nuestra vida espiritual si ante el cierre de un mall, de un campo deportivo y gimnasio, de una plaza pública, o de un pub, nos parece “lógico” la eventual clausura del lugar propio de la celebración de la Santa Misa como es un templo sagrado, porque implica colocar la participación en la Eucaristía al mismo nivel de lo superfluo, de lo que no trasciende, y de lo que tiene una fecha o circunstancia  de vencimiento…que eventualmente: se pierde, se hurta, se añeja, se gasta y se oxida. Ningún bien de este mundo que pasa es superior al menor de los bienes del mundo que no pasa como es el Cielo, cuyo anticipo se vive en cada celebración de la Santa Misa.
El segundo riesgo, que particularmente puede expandirse aún más en este tiempo de pandemia,  es una “religiosidad sin Cristo”, la cual encontramos amplificada en las redes sociales. El gnosticismo viriliza el egoísmo, la tentación del ensimismamiento lleva a sacar a Cristo del horizonte de nuestra vida ofreciendo una vida espiritual de fantasía, que parece que es pero es falsa, toda vez que,  prescinde de la necesaria familiaridad con Dios y con el prójimo.
Cualquier sacerdote que haya visitado casas en los últimos años habrá notado el abundante número de imágenes propias del budismo en su interior, verificando la ausencia de signos religiosos que antiguamente acompañaban. Por otra parte,  todo lo relacionado a la denominada “autoayuda” tiene una misma raíz que es que la felicidad de hombre y el supuesto progreso de toda la sociedad dependen exclusivamente de cada persona, y Dios nada tiene que ver en ello, por lo cual, se despliega una suerte de “espiritualidad laicista”, aunque suene algo disonante la expresión se trataría de una suerte de “ateísmo religioso” o al revés, de una “religión del ateísmo”.
En este domingo de la Divina Misericordia celebramos la bondad de nuestro Dios que se compadece de nosotros, ofreciéndonos la oportunidad de la salvación en la persona de Jesucristo. ¡Es en Él que nos salvamos!
Nuestra confianza en consecuencia ha de ser puesta en su misericordia que puede más que nuestros pecados, toda vez que “un corazón arrepentido el Señor no lo desprecia”, por el contrario, está atento a la menor señal de  arrepentimiento, y ese solo acto es capaz de doblegar a Aquel que hizo el cielo y la tierra, mantiene el universo entero, pues ve como fruto del sacrificio de su Hijo Unigénito ese gesto, esa palabra, esa conversión del corazón del hombre, mutando la dureza de una piedra en un corazón de carne tal como nos enseña el profeta Ezequiel.
La misericordia de Dios supone la conversión, porque el engaste de ese perdón de Dios permanece asentado en el sacrificio de Cristo. Por esto,  recuerda el Santo Evangelio que “valemos la sangre de Cristo”, el precio pagado porque cada uno tenga la posibilidad de la bienaventuranza eterna es la muerte de Jesús en una cruz.
Muy lejos por cierto de la visión de un Dios que no es afectado por nuestras faltas, muy lejos de concebir que la misericordia actúa sin que cada uno se esfuerce en cambiar su conducta pecadora. La síntesis de esta enseñanza es dada por Jesús en las palabras que dice a la mujer adúltera: “Mujer, yo no te condeno, vete y procura no volver a pecar”.
Nuestra Madre del cielo no está ausente en este camino del perdón de Dios, por el contrario, ocupa un lugar privilegiado en virtud de que fue elegida y constituida por Dios como la “Llena de gracia” que llevaría en su vientre inmaculado al autor de la salvación del mundo, por esto,  Aquel le dijo desde lo alto de la cruz: “Mujer, he ahí a tu hijo”, confiriéndole la participación del misterio de la redención de un modo nuevo y único, como nunca nadie más lo tendrá.
Imploremos en este día que la Virgen Santísima nos haga descubrir el valor de la misericordia que Dios ha tenido con nosotros para tener así misericordia con quienes están a nuestro alrededor.
¡Que Viva Cristo Rey!

FIELES DOMINGO PASCUA RESURRECCIÓN AÑO 2020





MEDIDAS DE CUIDADO A QUIEN ASISTE        A NUESTRO TEMPLO A ORAR
¿Para qué ir en este tiempo a nuestro templo?
·        Participación en el Santo Rosario (antes de la Eucaristía). Festividades.

·        Asistencia a la Santa Misa diaria (Acceso restringido)

·        Rezo privado de fieles y confesiones (coordinar directamente con Cura Párroco).

·        Administración Sacramento de la Extremaunción a los enfermos.

·        Quien desee recibir la Sagrada Comunión en Primer Viernes de Mes.
¿Quién debe procurar abstenerse de asistir en este tiempo de cuarentena?
Cualquier persona que perciba uno o más signos que indiquen posibilidad de estar enfermo de Corvid-19.
Las personas enfermas de dolencias a los pulmones, hipertensión, al corazón, e inmunodeprimidos (defensas bajas en la sangre).
Todas las personas que durante el último mes no se encontraran en Chile.
Todo aquel se  haya hecho el examen de Corvid-19 y se encuentre esperando el resultado, y que hayan tenido cercanía estrecha con una persona contagiada.
Los niños menores de siete años cumplidos.
Los adultos mayores de ochenta años. Si persiste en ingresar deberá firmar documento de responsabilidad personal que le será entregado.
Aquellas personas que evidencien no estar en pleno uso de sus facultades mentales por diversas razones (tóxicodependecia, alcoholismo, y demencia).
¿Qué medidas ha tomado nuestra Parroquia de Puerto Claro para este tiempo de cuarentena?
1). Durante el tiempo que duren las restricciones a causa de la extensión del Corvid-19 implementaremos las siguientes acciones espirituales:
Rezo diario por la salud de los feligreses durante la Santa Misa en la Oración Universal.
Rezo diario por la mantención y dignidad del empleo de los feligreses.
Aplicación de la Santa Misa por los difuntos que padecieron enfermedad Corvid-19  (Se confeccionará lista mensual con nombre de cada fallecido).
Visita a los enfermos en sus hogares según solicitud de familiares (comunión del enfermo y sacramento de la extremaunción).
Mantención interrumpida de la sagrada liturgia de acuerdo a las normas litúrgicas vigentes, como real acompañamiento de fieles en el tiempo de emergencia sanitaria local.
Los fieles serán avisados de la hora de las celebraciones del Triduo Santo por uso de las campanas grabadas, de modo que puedan unirse en oración desde sus propios hogares. Jueves Santo 18:30, 18;45, 19:00; Viernes Santo 14:30, 14:45; 15:00; Sábado Santo (Vigilia Pascual) 18:30; 18:45; 19:00. Domingo Resurrección 10:30; 10:45 y 11:00. Rito Extraordinario (Misal 1962).
Realización de catastro de enfermos y personas vulnerables en edad y recursos para colaborar con alimentos no perecibles durante la emergencia sanitaria.
El uso diario del Canon Romano incluirá el memento: “Acuérdate, Señor, de tus hijos “feligreses de Nuestra Señora de Las Mercedes Puerto Claro amenazados por Corvid-19” y de todos los aquí reunidos, cuya fe y entrega bien conoces; por ellos y todos los suyos, por el perdón de sus pecados y la salvación que esperan, te ofrecemos, y ellos mismos te ofrecen, este sacrificio de alabanza, a ti, eterno Dios, vivo y verdadero”.
Aplicación diaria de los méritos obtenidos y sacrificios personales hechos en razón de alcanzar el pronto término del tiempo de prueba Corvid-19 en Chile.
El Vía Crucis se traslada para la Festividad de la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de Septiembre e con el Inicio de la Novena a la Virgen de Puerto Claro.
2). Durante el tiempo de restricción a causa de la extensión del virus  corvid-19 señalamos que hemos tomado las siguientes acciones sanitarias:
Uso de hidrolavadora en el frontis templo, vereda y escala de acceso, con  abundante  cloro (semanal).
Limitar capacidad total del templo 22 bancas (dos personas en cada una). Asistencia normada por Ministerio de Salud emanada en las últimas 24 horas y publicada en Diario Oficial de Chile.
Reubicación de las bancas a un metro y más de distancia de personas de pie y sentadas.
En los días del Triduo de Semana Santa (Jueves, Viernes y Sábado), cierre de reja de acceso a escala del templo durante la celebración de oficios litúrgicos.
Limpieza con cloro de interruptores, pasamanos, manillas de todo el recinto (baños, salones  y  templo).
Uso de hostias “del sacerdote” fraccionadas para fieles de tamaño mayor (doble de las normales).
Colocación de sabanilla desechable en comulgatorio y bancas de uso cotidiano de fieles, si ello lo requiere.
Limpieza diaria de bancas con spray purificador (Lisoforn y alcohol).
Colocación de un limpiapiés con cloro en acceso al templo y otro para secarse.
Las puertas del templo permanecen cerradas desde el inicio de la Santa Misa (sólo se abren cuando sacerdote imparte bendición final).
Por seguridad,  en ocasiones especiales, el acceso de los feligreses será por la puerta de ingreso a los salones y quedará con llave durante la Santa Misa. El sacristán de la parroquia podrá abrir si acaso alguna persona desea salir del recinto pero no podrá abrir para alguien que desee ingresar una vez iniciada la celebración y copada la capacidad permitida por el Ministerio de Salud.
La vía de evacuación en caso de emergencia (sismo de magnitud) será por la puerta principal.  Zona de seguridad demarcada es el atrio del templo.


Entrega gratuita de mascarillas desechable a los feligreses que carezcan de ella y que debe ser usada desde el ingreso al atrio del templo y en su interior.
Entrega gratuita de guantes desechables (tamaño m) a los feligreses que carezcan de ellos y deseen usarlos. Se recuerda que su uso es facultativo.
Aseo completo del templo dos veces por semana (en mobiliario de feligreses uso de alcohol).
Cambio de tela de confesionario (cuatro capas de algodón). Uso obligado de mascarilla de penitente y confesor.
Mientras permanezcan vigentes  las normas restrictivas de cuarentena aplicadas en la Quinta Región (Minsal),  las lecturas desde el ambón,  sólo serán proclamadas por el Cura Párroco. Ningún feligrés podrá subir las por gradas del presbiterio.
Sólo se reserva agua bendita en la sacristía para uso del sacerdote. Los feligreses que la soliciten recibirán un envase que contiene una cantidad que ha sido previamente bendecida. 
   NUESTRA CASA DE NECESIDAD ESENCIAL



TEMA  :  “HACIA UNA ECLESIOLOGIA EUCARÍSTICA”.
FECHA:  TEMA DE FORMACIÓN MES DE ABRIL DEL 2020
1.      “Vamos nosotros contigo”.
El tiempo pascual que hemos iniciado, se extenderá a lo largo de cincuenta días, culminando con la “Fiesta del día cincuenta” como es Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo.   En medio de estas semanas  conoceremos, por medio del relato de San Lucas,   cómo Jesús es reconocido por los discípulos de Emaús “en la Fracción del Pan”, lo que evoca –precisamente-  la celebración de la Santa Misa. El Señor escogió un ámbito “eucarístico” para revelarse a los jóvenes de su Iglesia que comenzaba a crecer en torno al misterio pascual. Como jóvenes, encumbrados en entusiasmos,  retornaban  carizbajos, apesadumbrados por la fuerza de los acontecimientos vividos desde  el fervor del recibimiento aquel domingo donde tendieron a los pies de Jesús sus propias vestimentas y trenzando palmas y ramas para unir los vítores de “Hosanna al viene en el nombre del Señor” al sonido batiente  de sus ramos.
VIGILIA RESURRECCIÓN PUERTO CLARO 2020

Enseña un antiguo refrán, que “la tercera es la vencida”. Era la tercera vez que se presentaba  Jesús a los apóstoles una vez resucitado. El primer milagro hecho en Caná de Galilea parece encontrar un “eslabón eucarístico” vinculante de todos prodigios realizados en el hecho que el  último milagro de Jesús, fue el realizado como  resucitado en la multiplicación de los peces.
Tradicionalmente los Padres de la Iglesia y la enseñanza de la Iglesia ha visto en el signo de la red la imagen de la Iglesia, en este caso,  de una red vacía se pasa, por intervención del Señor, a una  red de pesca abundante (San Juan XXI, 1-8). .
Podemos considerar, entre otros aspectos, que la maravilla del milagro fue que lo hizo Jesús resucitado, el cual, multiplicó aquellos peces que en esa época pululaban por el Tiberíades,  los denominados “bini” (barbo) que median setenta centímetros llegando a pesar cada uno 6.8 kilos. Es decir,  los 153 sumaban una tonelada. ¡Eso es generosidad!
JÓVENES CONFIRMADOS EN PUERTO CLARO 

Sin duda,  este milagro marcó hondamente en el alma de los apóstoles y la vida espiritual de los primeros creyentes. Sabemos que los primeros creyentes usaban el distintivo de un pez para indicar su presencia. En las catacumbas era común su uso, y la catequesis de entonces, es abundante en el milagro de la pesca milagrosa realizada por Jesús Resucitado.
En los tiempos de mayor necesidad tenemos “urgencia de Cristo”, no cancelamos ninguna Santa Misa. Sumamos la opción de quienes están en sus hogares y deseablemente se unen ahora con más facilidad,  toda vez que en sus hogares disponen de mayor tiempo al no tener que ir a trabajar presencialmente o porque están en cuarentena total en su ciudad.
La oración de Cristo es la Santa Misa. Ella no es obra exclusiva de una persona ni es genialidad inventiva de una comunidad. Todas las oraciones del mundo elevadas un día y –más aún- todos los días,  son “pequeños” en comparación al número de gracias que devienen de la celebración una sola Santa Misa, porque el sacrificio de Cristo tiene un valor infinito.  ¿Es esencial para nuestra fe,  para nuestra piedad,  para nuestra vida interior,  la participación “presencial” en la Santa Misa?
Salvando las distancias y diferencias con el país de Norte, un alcalde en Chile sostuvo recientemente que entre las prioridades y “cosas importantes” está sacar a pasear a las mascotas. ¡Hay tiempo, lugar, y permiso para pasear un perro pero,  los templos deben permanecer cerrados, en los lugares de cuarentena total! Entiendo que una persona carente de fe y educación religiosa seria pueda tener una escala de valores, principios y prioridades muy desordenados, por lo que debemos rezar para que ello cambie.
Mas, en el caso del creyente, y particularmente de un  consagrado, independiente del color de su vestimenta, como miembro de la Iglesia,  está llamado a ser “el cable a tierra” de la gracia de Dios al mundo, cuya misión incluya en todo momento,  hablar con Dios y hablar de Dios, siendo el puente que permita transitar a aquel que se convierte y cree,  en aquella perenne verdad que ha vencido la posibilidad y el relativismo imperante.
PEGATINAS DETENTE ANTI CORVID -19

Hoy (lunes) tuve que ir al banco del centro de la ciudad. Había unas cien personas esperando poder ingresar. Por la tarde, en nuestra ciudad, aunque la ley permite reuniones hasta cincuenta personas con uso de mascarilla, guantes y alcohol “gel” (no faltara el que se tome el alcohol), habrá  muchos templos silentes, apagados, y hasta por una doble razón: “el impostergable día del sacerdote”, que es para el…para sus cosas…por lo que, como dramáticamente lo experimentan muchos feligreses,  en aquellas parroquias donde se suprime la celebración de la Santa Misa de los lunes por esta “poderosa” razón. Cuando Nuestro Señor dijo: “Yo estaré todos los días” debió haber añadido: “excepto los lunes”.
Somos creyentes y no debemos entender lo que pasa como simple causa del azar. Siempre el mundo católico ha visto en las pestes –pandemias- como parte de una corrección, de un castigo, y una prueba. ¿Cómo es posible que ello suceda? La respuesta surge leyendo la Biblia, y asumiendo que si el hombre que alza la mano en contra su padre comete una falta atroz, y a todas luces condenable.  ¡Que será hacerlo contra Dios y sus designios!
Ningún virus es más mortal que el pecado: debemos protegernos del pecado, como lo leemos en el Nuevo Testamento. Hay tantos que hablan del Dios del Antiguo Testamento como oponiéndolo al del Nuevo Testamento. …no castiga…no condena…como que le da lo mismo lo que pase con cada uno y la sociedad en su conjunto. Es el dios ¡no problem!  No pasa nada sin uno prescinde de Él.
Hay sacerdotes que al momento de hablar de la pandemia actual  se presentan como expertos en profilaxis, es decir, en todo lo que se refiere al cuidado y prevención, actuando más con el lenguaje de un “prevencionista  de riesgo” que como el de un sacerdote pastor que es.
El hombre en este caso aquejado de una enfermedad (corvid-19) ya no se le invita a aceptar a Jesucristo y ofrecer su enfermedad. Actualmente se habla de “contención” de las personas. ¿Será que una persona ahora es un envase para  llenar su “contenido”  o una masa para ser “contenida”?
Lejos de invitar a tener un espíritu de sacrificio en los momentos difíciles de quien ha enfermado, o de quienes están llamados a servir al enfermo como ha sido la práctica sistemática de nuestra  Iglesia al momento de ayudar al que sufre en tiempos de epidemias, en la actualidad se percibe una vida eclesial de repliegue bajo la consigna de obedecer lo que dictamina la autoridad sanitaria.
Incluso el acompañamiento al enfermo o su visita en el lecho de agonía para administrar los sacramentos es tenido como un acto “irresponsable”, digno de condena “social”. Pero, la pregunta fundamental surge de inmediato, y en parte fue hecha hace unos años,  en la “acontecida” visita del actual Sumo Pontífice a nuestra Patria, repitiendo lo dicho por San Alberto Hurtado Cruchaga: “¿Qué haría Cristo en mi lugar?...¿Que actitud tuvo Cristo con los leprosos de su tiempo…¿Sabía Él que podía contagiarse y –eventualmente- contagiar a otros?

Entonces, urge preguntar: ¿Puede un bautizado optar por servir a quien está contagiado de corona virus aun a costa de su propia salud?  Si somos creyentes hemos de procurar actuar como creyentes, hablar con un lenguaje de creyente…casi “transpirar” como creyente, pero a causa de la debilidad de fe en la actualidad, con mucha frecuencia la vida del católico no pasa de ser un simple disfraz que se usa según conveniencia y convergencia con los criterios del mundo.
La fructuosa participación en la Santa Eucaristía puede nutrirse de muchos actos de legítima piedad, pero la Misa no puede suplirse por ninguno de ellos, ni por todos en su conjunto, toda vez que, la presencia de Jesús en la ella confiere fuerza y vida a todo lo que la Iglesia hace. Acuñada una frase, frecuentemente citada del Sínodo Vaticano Segundo, “La Eucaristía hace Iglesia, la Eucaristía hace Iglesia”, adquiere una relevancia en la hora actual donde muchos altares y templos  permanecen sorprendentemente silenciados.
SACERDOTE JAIME HERRERA

En Hillsborough (Inglaterra) en estos días de abril se conmemoraron tres décadas desde la tragedia que le costó la vida a casi noventa personas en un estadio. Las personas estaban en la calle guardando la distancia de un metro cada uno. Eran cientos. Pues bien, ese mismo día aquel país tenía casi 100 mil contagiados de Corvid 19 y sumaba casi trece mil muertos.
¿Llamó “irresponsable” alguna persona a los asistentes al homenaje? ¿Clausuró el evento  y detuvo la policía británica –bastante severa como sabemos- a alguno de los asistentes y organizadores? ¿Algún medio de comunicación o red social censuró aquel acto conmemorativo? La respuesta es obvia.
Como católicos no hacemos un homenaje puramente humano a Dios en la Santa Misa sino que es Cristo quien renueva de modo incruento en el altar su sacrificio. ¡El protagonista el Él! Es evidente que la Iglesia no recibió la Sangre de Cristo para mostrarla al mundo, sino para vivir de Ella, lo cual,  se da de manera presencial y no “espacial” como puede ser por medio de una señal de tv o internet.
Cada fiel católico –en el que se incluyen los sacerdotes- sabe que en los tiempos de mayor necesidad se experimenta una “urgencia de Cristo”,  por lo que no cancelamos ninguna Santa Misa, por el contrario, es el momento de ampliar su celebración con mayor piedad, frecuencia, fervor, respeto y tiempo.  

Si acaso solemos decir que a causa de la falta de tiempo las misas se abrevian bajo la muletilla de que sean“cortitas y fervorositas”… ¡pobre Jesús que paga los platos rotos de nuestras prioridades! En el presente no parece haber excusa suficiente  para no hacer visible  el esplendor de una liturgia en la cual,  el tiempo se detiene porque Jesús, el mismo ayer, hoy y siempre,  se hace presente. Nada de prisa en la Misa, pues como señala un santo contemporáneo: “Si la Misa se te hace larga es que tu corazón es corto”.
Teniendo claro lo anterior, y sólo implementando lo señalado, sumamos la oración de quienes están en sus hogares y deseablemente se pueden unir ahora con más facilidad que en el pasado, toda vez que,  en sus casas  suelen tener más tiempo a su libre disposición. Por mucho que sea el teletrabajo no hay que olvidar que ahora se está en casa, ya no hay excusa para no elevar en familia la oración en el hogar que incluya: gratitud, reparación, plegaria, y alabanza. A lo que además, se pueden añadir tantas otras oportunidades de oración en común como es agradecer los alimentos, rezar el santo Rosario, consagrar el hogar al Sagrado Corazón un Primer Viernes de Mes.
Las autoridades civiles –seculares- en algunas partes del mundo, han permitido lo que quien está llamado a hacerlo,  ha sido “la primera línea” al momento  de aplicar un  criterio restrictivo,  en lo que se refiere a la vida cultual, a la devoción y piedad, particularmente,  en lo referido hacia la Santa Eucaristía.
Dos ejemplos podemos citar: El Gobernador de Texas (USA) favoreció la celebración de la Santa Misa al incluir los servicios religiosos como parte de los “servicios esenciales”. Esto implica asumir que existiendo una oportuna y necesaria norma restrictiva que impide salir del hogar por causas secundarias (recreación, deportes, arte), sí se permite hacer cuando se considera algo como necesario bajo el apelativo de “esencial”. Sin duda, la producción, mantención de servicios y la alimentación son algo “impostergable”, que se deberá realizar con todos los medios disponibles a la fecha para evitar un eventual contagio. ¿Un gobernador secular permite lo que algunos pastores han limitado con prisa?
Como hijos de la Iglesia sólo podemos tener a Cristo presente en la Eucaristía como algo esencial, de quien depende nuestra existencia y vida eterna.
! Que Viva Cristo Rey!

IGLESIA DE CERRO TORO CHILE




lunes, 20 de abril de 2020


TEMA  :  “CERTEZA DE LA FIDELIDAD DE JESÚS EN LA CRUZ”.
FECHA:  VIERNES SANTO / CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN  /  2020
El versículo con el que culmina el extenso relato de la Pasión encierra cuatro realidades que,  para los ojos del mundo,  se presentan como definitivas: Fueron ¿Quiénes? Los enviados de los que gritaron: “Su sangre caiga sobre nosotros y nuestra descendencia”; y “aseguraron el sepulcro”: Tal como acontece en los más sencillos bajo tierra hasta los más monumentales que la historia nos muestra, hasta ese momento de un sepulcro no sale nadie para no volver a morir, “sellando la piedra” para eso se requería de un gran número de personas; y “pusieron una guardia”: Estos garantizaban y testimoniaban que nada de lo que el establishment imperante se viese modificado.
Como en una película la palabra “fin” marca que no hay más, las acciones relatadas en las últimas líneas nos hace ver con qué grado de certeza habrán retornado a sus hogares y poblados los que vieron lo acontecido desde el pretorio hasta el calvario.
De ello,  encontramos  las palabras de dos jóvenes peregrino, que suelen ser los más impetuosos y audaces, pero cuyo “talón de Aquiles” suele ser la perseverancia y la esperanza. Recordemos que a Jesús Camino a Emaús ambos le cuentan lo acontecido diciéndole: “¡ya han pasado tres días  y nada ha cambiado!”.  Por eso retornaban cabizbajos, abatidos, tristes, y hasta algo malhumorados  ante el desarrollo de los acontecimientos.
Estamos celebrando la Pasión del Señor, iniciada el domingo pasado con la llegada de Jesús a Jerusalén, la ciudad cosmopolita, donde todo pasaba: comercio, cultura, templo, vida religiosa. Dirían algunos: “Todo pasando”…un ambiente “cool”.  Más aún,  que se desarrolla en medio de las fiestas de la pascua semita a la cual,  convergían peregrinos de muchos lugares, todos ellos parte  de la diáspora que constituían los israelitas provenientes de los más recónditos lugares del mundo conocido. 

AFICHE EN UN TEMPLO “NO HAY MISAS”


Ha culminado la cuaresma: Durante cuarenta días avanzamos por la senda del ayuno, la caridad fraterna y la penitencia, realidades que resultan indispensables para el crecimiento interior y necesarios para la conversión que es  tarea que cotidianamente debemos hacer, teniendo presente que desde que Jesús asumió la condición humana, asemejándose en todo a nosotros menos en el pecado, dispone que libremente podamos emprender el camino de regreso hacia la casa paterna, abriendo nuestro corazón al que nunca permanece cerrado porque está esperando nuestro regreso.
Este Triduo Santo es un tiempo de retorno a casa: ¿No es acaso en este lugar santo donde reposa nuestra alma? Si la casa del hijo es la de su padre, ¿no es la Casa de Dios el hogar de nuestras almas?  ¿Somos hijos o hijastros de Aquel que llamamos nuestro Padre?
Nuestros templos como el Corazón de Jesús  no cierran las puertas porque están permanentemente abiertos. ¡Nadie abre una puerta que no se cierra! Esto que resulta tan dramático para los católicos,  nos ha hecho tener una celebración acotada de acuerdo a las normas dadas –hasta hoy al menos - por la autoridad de salud en nuestra Patria para nuestra Quinta Región.
No por voluntad humana, ni parte exclusiva parte de una antigua tradición  vigente por ya dos milenios, sino como un acto plenamente consciente, en un ambiente marcado por la cercanía e intimidad, Jesús instituyó la Eucaristía, por medio de la cual,  Él pasa a ser el Cordero anunciado “que quita los pecados del mundo” por medio de su único y definitivo sacrificio. Recordemos que Juan Bautista lo anuncia y señala con estas palabras al inicio del ministerio público de Jesús.
La figura del cordero está puesta a los pies de la puerta del sagrario de nuestro templo parroquial. Casi parece pasar inadvertida por muchos, pero ahí está, pequeña y desapercibida, como mudo testigo de Aquel que permanece vivo en medio nuestro, en modo misterioso, en todo su cuerpo, toda su sangre, alma y divinidad. ¡Todo Jesús cumpliendo la promesa de estar junto a nosotros hasta el fin del  mundo!



Cumpliendo el acto de humildad de quedar a manos del santo que bendice, alaba y agradece, como del pecador por cuya boca salen blasfemias, ingratitudes y maldiciones; Cristo no duda en hacerse presente. Nos preguntamos: ¿Por qué lo hace? Por amor a nosotros, conocedor de una naturaleza fragilizada a causas del pecado original.
Jesucristo en la Eucaristía es alimento que nutre especialmente a quien está debilitado, a quien camina cansado por la vida.
Las debilidades del hombre no sólo se experimentan  en el cuerpo, a causa de enfermedades, accidentes, y agresiones,  las cuales –generalmente- vienen del “exterior”.
En tales circunstancias, uno es objeto de una realidad que no esperaba, en la gran mayoría de los casos no deseada. La audacia  que no suele medir consecuencias, es origen de muchas tragedias; el exceso o carencia de determinados alimentos y ejercicios pueden ser la causa de múltiples dolencias; y la falta de pleno uso de razón por efecto de las drogas y el alcohol, una falta de educación en los valores, el egoísmo ideologizado del progresismo, y una casi nula vida espiritual conducen a guerras, violencia que nacen de un alma belicosa, que no vive ni deja vivir el paz.
Más aun,  en nuestra sociedad actual en las cual,  la conflictividad y la crisis es tenida como algo positivo desde la mirada dialéctica de la lucha de clases ampliada –ahora- a lucha generacional y  confesional: ricos y pobres…viejos y jóvenes…creyentes y no creyentes.

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ 2020

También,  las debilidades del hombre están en el plano espiritual. Se diferencian de las anteriores porque en vez de provenir desde el “exterior” subyacen  incoadas en el alma y se expresan hacia el entorno. Jesús enseña que nuestro principal enemigo no es el que quita la vida física, sino en el que además, hace perder la vida espiritual. ¡Ese es el demonio!
¿Es grave el Sida…desde 1981 al 2020: ¡36 millones! de muertes? ¿Es grave el anta? ¿Es grave el ébola….83% de letalidad? ¿Es grave la lepra? ¿Es grave el Sars? ¿Es grave el Zika…4.000 muertos?  ¿Es grave el dengue? ¿Es grave el Corvid-19…250.000 a la fecha? Todas estas enfermedades son contagiosas. Todas conducen en parte a la muerte. Tienen un inicio y un fin, en cambio,  el pecado hace que a causa de una debilidad,  el mal se perpetúe irremediablemente.
Como creyentes debemos tomar conciencia real de los males que nos afectan, teniendo presente que cuando cada uno cede ante una tentación y comete un pecado no es solo producto de lo que uno voluntariamente hace sino  que satanás lo promueve. Ante un pecado Dios nada tiene que ver, un pecado tiene dos autores: el hombre y Satanás, por esto,  decir que es humano equivocarse, y colocar al pecado el nombre de un error constituye una grave reducción toda vez que el pecado no es equivocación sino acción deliberada de hacer algo malo, que va contra uno de los designios y mandamientos de Dios.
Tras cada pecado mortal el hombre cree que será como Dios, según lo cual, diremos que en todo pecado subyace una idolatría a los bienes, personas o acciones, donde el tener, poder y placer cautivan el corazón nuestro para reiterar lo acontecido un día en el paraíso terrenal: no servir a Dios.
En lo anterior,  está la mayor nocividad del pecado, que es vencido desde la Cruz por nuestro Señor: a la idolatría del placer la vence desde su condición de varón de dolores; a la idolatría del poder quedando en manos arbitrarias de pecadores; y a la idolatría del tener despojándose de todo, ofreciendo su vida misma en rescate por muchos: “qui pro vobis et pro multis effundetur in remissionen peccatorum”, según expresión de la consagración.
A lo largo de todo el Misal Romano encontramos que tres palabras se repiten: sacrificio, perdón y misericordia, las que, tanto en el Calvario como en cada altar “vemos” y “participamos” palpablemente al asumir cada uno que esa sangre derramada por Cristo fue a causa de cada uno de nosotros que ocupamos un lugar en su mirada y en el palpitar de su Sagrado Corazón que tanto ha amado al mundo.
A la hora que Cristo dice: “En tus manos encomiendo mi espíritu” dirigimos nuestra mente hacia la Virgen Madre que permanece de pie junto a la Cruz. ¡No estaba sola ni abatida! Constituida como “llena de gracia”  era poseedora de una fe lo suficientemente poderosa como para permanecer acompañando a su Hijo y Dios en ese momento, constatando el olvido de unos y la  odiosidad de muchos. Su gran amor contó con el joven Juan Evangelista, en esta hora, en un mundo que camina en incertidumbre,  cuenta con nosotros, con nuestro amor,   quienes cada vez que hemos recurrido a Ella,  jamás hemos sido defraudados ¡Que Viva Cristo Rey!

LITURGIA PASIÓN DEL SEÑOR ABRIL 2020


jueves, 2 de abril de 2020


TEMA:   “SORPRENDIDO POR LA ALEGRÍA”.
FECHA: HOMILIA EXEQUIAL SR. HERNÁN ORTIZ ALGARROBO MARZO 2020
Querida Neny Pereda Foweraker de Ortíz, hijos y nietos. Hermanos en el Señor:
Hace unos años recibí como regalo en el Día del Libro un texto titulado: “Sorprendido por la alegría”, de Clive Staples Lewis (claiv Sterpiz Luis)   que traza parte de la vida y conversión del conocido escritor de las “Crónicas de Narnia”. Allí señala que dos factores marcaron su caminar hacia Dios: la belleza y la alegría.
Ambas realidades las encontramos insertas en el discurso llamado programático que hemos escuchado en el Santo Evangelio. Marca el inicio de las enseñanzas del Señor. Desde lo alto de un monte donde se podía contemplare visiblemente parte de las hermosas tierras que Dios le había prometido a Abrahán al salir de Urde de Caldea, pasando por el caminar de cuatro décadas del Pueblo elegido hasta llegar a aquellas tierras descritas tan estupendamente por el salmista, de las cuales todo peregrino puede dar cuanta al llegar a ellas.
Nuestro hermano, por quien hoy elevamos la Santa Misa de Exequias y ahora damos cristiana sepultura, respondiendo a la obra de misericordia que nos enseña la Iglesia, tuvo la oportunidad de recorrer aquellos lugares santos, e incluso, estar en ese mismo Monte en el cual Jesús dio a conocer las Bienaventuranzas que, imploramos a Dios, tan justo como misericordioso, acoja en su Reino por los méritos obtenidos por Cristo.
Por tanto, a la luz de la fe,  descubrimos que lo que aquel misterio que se renueva en cada altar en medio del cual Cristo se hace presente es visto simultáneamente por quienes vamos a la Casa del Señor, por los que están en el atrio de esa morada, y por los que ya entraron un día a Ella, algunos de los cuales nuestra Iglesia reconoce como ejemplares por sus virtudes e intercesores eficaces.
En efecto, la Iglesia militante de quienes estamos en el tiempo de la conversión; la Iglesia de las benditas ánimas en el Purgatorio, y la triunfante de los mejores hijos de la Iglesia, tenemos un momento pleno y real de participación del misterio de Cristo en cada Santa Misa.

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ 2020

Queridos hermanos: En la Eucaristía se expande la caridad fraterna  haciendo visible la identidad de cada creyente, permitiendo que cuando un católico “hace el bien” sea el Señor quien hoy “refresque” su caminar, su compañía, su sabiduría visibilizando a Dios por medio de la verdadera caridad. ¿Cómo decir que amamos a Dios que no vemos si acaso dejamos de hacerlo con nuestros hermanos a los que sí vemos? (1 San Juan IV, 20). El fruto de cada encuentro con Jesucristo debe inducir a un cambio total de nuestra manera de pensar, y por lo tanto,  de vivir toda vez que “el obrar sigue al ser” (operari sequitur esse), y si nos sabemos pertenencia de Cristo ¿cómo no revestir nuestras acciones de sus “intenciones”?
Es cierto que en virtud de ser partícipes de una naturaleza humana debilitada por el pecado original podemos caer muchas veces en contradicción con lo que Dios quiere, de tal manera que experimentamos “en carne viva” lo que San Pablo enseñó con meridiana claridad: “El bien que quiero hacer no hago y el mal que quiero evitar si hago, ¿Qué es esto? Sino la concupiscencia”.
Según esto, el católico no es impecable como sí lo puede ser un prístino cristal o un metal noble, que cautiva por su pureza e integridad, mas,  desde que Cristo asumió la condición humana, Él se hizo semejante a nosotros para que nosotros fuésemos semejantes a Él. Sólo hace dos días celebramos la Solemnidad de la Anunciación: “Verbun caro factum est et habitavis in novis”.
Lo anterior nos lleva a descubrir la belleza del caminar del creyente, tal como lo fue para el autor C. S. Lewis que hemos citado: “Debes imaginarme solo, noche tras noche, sintiendo, cada vez que mente se apartaba por un momento de trabajo, el acercamiento continuo, inexorable, de Aquel con quien, tan encarecidamente, no deseaba encontrarme. Aquel a quien temía profundamente cayó al final sobre mí. Cedí, admití que Dios era Dios y, de rodillas, recé; quizá fuera, aquella noche, el converso más desalentado y remiso de toda Inglaterra”.
Nuestro hermano, desde niño tuvo oportunidad de encontrarse con Aquel que tardíamente muchos lo han hecho. Recuerdo cuando me comentaba cómo fue su paso por el Colegio Menor de los Religiosos Redentoristas, donde participaba activamente en la interpretación de las melodías más tradicionales de la sagrada liturgia. En ocasiones, citaba las respuestas de la Misa en Latín del Rito de san Pio V que aprendió desde pequeño.
El sacerdote dice en el rito tradicional: “Introibo ad altare Dei”, a lo que el acólito responde: “Ad Deum qui laetificat juventutem meam”…Al Dios que es la alegría de mi juventud. Más que la simple respuesta consabida de memoria constituía un programa de vida propuesto desde temprana edad, que permanece vigente a lo largo de todo nuestro paso por el mundo. De la belleza de la liturgia transitó a la alegría genuina del creyente.
Colocar a Dios como prioridad necesariamente conlleva la vivencia de una sana alegría, tal como lo celebramos en esta semana,  en la cual,  podemos ver cada día como la extensión del Domingo de Laetare.
Sabemos que cada “Bienaventuranza” en su raíz semántica implica una invitación a la felicidad, porque Dios quiere que tengamos ese gozo  de sabernos amados por Él y protegidos hasta el más mínimo detalle. En el Evangelio leemos que “los lirios del campo” y “las aves del cielo” forman parte de la mirada providente del Creador, ¿cuánto mas no ha de serlo respecto de aquel que es nuestro Divino Redentor? El valor para Dios que tiene el alma de una persona, en cualquiera de sus etapas de vida, es más valiosa que toda la naturaleza que nuestros ojos pueden contemplar y deducir.
Por esto, a lo largo de nuestra vida somos sorprendidos por la alegría de sabernos amados de Dios, también,  en las particulares circunstancias en que un ser querido es llamado a presentarse ante Dios sólo con las obras que haya realizado a lo largo de su vida. ¡Nada traemos, nada llevaremos! Por tanto, diremos que a los ojos de Dios cada uno vale lo que hay en su corazón, cada uno vale lo que de Dios hay en el alma.
Nuestro hermano vivió seis décadas con su esposa, fundando un hogar en el cual el amor hacia la Virgen María fue una nota característica desde aquel día que cruzaron el umbral del templo al interior del cual sellaron sus almas. “Contra viento y marea” navegaron en las aguas tranquilas y acogedoras como turbulentas donde se fraguan las virtudes y las mayores enseñanzas.
Imploremos a la Virgen María que conceda el consuelo espiritual a su esposa y familia. Que la oración hecha en este día sirva de medio eficaz para que nuestro hermano pueda gozar de la Bienaventuranza prometida en lo alto de una montaña,  que nuestro hermano tantas veces escuchó: ¡Subiré al altar de Dios, al Dios de mi juventud!
¡Que Viva Cristo Rey!

“YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”