viernes, 26 de noviembre de 2021

 

TEMA  :   “DAR A CADA UNO LO QUE DIOS HA QUERIDO”.

FECHA: DIA OCTAVO /VIRTUD DE LA JUSTICIA /MES DE MARÍA 2021

Estamos mediando las virtudes llamadas “morales” o “cardinales” que son esenciales para la relación interpersonal y para la vida en sociedad. La persona no es una “isla”, es decir,  no vive solo en el mundo, por lo que las virtudes cardinales son basilares, de tal manera que la Prudencia, la Templanza, la Justicia y la Fortaleza, constituyen una urgencia para nuestros días en Chile, donde el camino de la violencia se ha instalado en algunos grupos como opción de vida desde hace dos años.

Ante lo anterior, hoy nos detendremos en la virtud de  la justicia, a la que el Papa Juan Pablo II exhortó a vivir a los jóvenes hace tres décadas atrás en su recordada visita: “No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz, en la justicia, en la libertad si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora”…”Cristo no nos pide que permanezcamos indiferentes ante la injusticia,   que nos comprometamos responsablemente en la construcción  de una sociedad más cristiana, una sociedad mejor, para esto es preciso que alejemos de nuestra vida el odio,  que reconózcanos  como engañosa,  falsa,  e incompatible con su seguimiento toda la ideología  que proclame la violencia y el odio como remedios para conseguir la justicia ¡el amor vence siempre!” (Papa Juan Pablo II, Santiago Chile 2 abril 1987).

IGLESIA  PUERTO CLARO VALPARAISO  2021

En la actualidad percibimos que el endiosamiento de lo transitorio, junto con relativizar todo,  termina esclavizando al hombre y la sociedad a las modas, incluida –por cierto- la tentación de hacer de la virtud de la justicia una suerte de “gelatina” que baila al ritmo de los tiempos. Prueba de ello es que la virtud de la justicia es exigible en algunos casos y circunstancias que luego, pasado el tiempo y lugar ya no amerita su obligatoriedad: El germen de la violencia es la falta de la vivencia de la virtud de la justicia de manera permanente.

La justicia es una virtud que se opone a la malicia de nuestra voluntad. Por ello, implica dar a cada uno lo que corresponde y merece. Debemos respetar lo que es de los demás, no sólo en el plano material  como  es la propiedad de una cosa, sino –también- de la fama y la honra, que son bienes ajenos que la calumnia y difamación suelen dañar -severa y masivamente-  por medio de  las diversas redes sociales, cuyo uso no parece tener para la gran mayoría que las utiliza,  un criterio moral que, además, se encamine al respeto del bien común.

 

La virtud cardinal de la justicia respeta la autoridad, tal como lo indica el cuarto mandamiento del dado por Dios en el Monte Sinaí a Moisés. Sin duda, la ideología constructivista hace que esta virtud sea de las que menos se estime y considere en la vida actual. Por esto, recurrimos a la enseñanza segura del Catecismo de Nuestra Iglesia Católica que nos dice: “La justicia es una virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia  para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común” (número 1807).

Entre los aspectos que destaca la Iglesia en la santidad de un creyente está la permanente rectitud de los pensamientos y la conducta hacia el prójimo, lo que el corazón de la Virgen Madre fue único, pues al ser poseedora de la todas las gracias, las virtudes brillaban en cada una de sus acciones.

De modo particular, su disponibilidad y entrega a los designios de la voluntad de Dios, que de modo insospechado para ella, le invitó a ser portadora del Autor de la salvación del mundo. Entregó al Señor lo que le pertenecía (a Dios) por medio de la vivencia de la virtud de la religión, por su arraigada piedad y, por el amor por todo lo relacionado con  el Señor, al que estuvo consagrada desde pequeña.

Por ello, nuestra Madre del Cielo se destacó por su servicio, amor y gratitud al Señor, lo que hizo que enfrentada  ante el más injusto acto de la humanidad de todos los tiempos, como fue condena a quien “todo lo hizo bien”, se mantuviese (Ella) en plena sintonía con Dios y  en plena sintonía con aquellos que Jesús le encomendó desde lo alto del Monte Calvario.

SACERDOTE JAIME HERRERA GONZÁLEZ CHILE 

El enseñamiento, la falta de misericordia, y la venganza, como aquellas recurrentes frases “la justicia en nuestras manos”, “tribunales populares”, “ni perdón ni olvido” son lo totalmente opuesto a un acto de justicia según el querer de Dios, y deben ser desechados prontamente de nuestra alma para que no se transformen en un “cáncer espiritual”.

Según esto, la justicia hacia Dios implica el pilar de la vivencia de la justicia hacia nuestro prójimo: El primer mandamiento es –al decir de Jesús- “amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todo nuestro ser”. Las mismas palabras pronunciadas por el Señor no pueden pretender ser puestas en el “tacho de lo obsoleto”  por cuantos enseñan mutiladamente la virtud de la justicia.

Es precisamente ese amor de primacía a Dios lo que hace posible una profundización en la vida personal y sociedad de la justicia, y la ausencia de la piedad, el alejamiento de Dios, y el eclipse de la fe,  constituyen el caldo de cultivo para la expansión de los virus pestilentes de aquellas ideologías –alguna de ellas condenada por la Iglesia como “intrínsecamente perversa”- añejas y nuevas que terminan edificando una vida personal no sólo menos religiosa sino que por ello menos humana. A pocos días de asumir, en su segunda catequesis, el Papa venido de un país lejano (Polonia)  dijo: “Si se tambalea la justicia, el amor también corre peligro” (8 Noviembre 1978).

No debemos temer a Dios en su justicia porque en su “implementación”  Él es nuestra plena libertad que viene a satisfacer todas nuestras ansias y todas nuestras necesidades. El amor rebasa la justicia. No hay amor sin justicia ni puede haber justicia sin amor.

Recordemos el episodio de Zaqueo quien busca y encuentra a Jesús, en su caso,  porque se convierte a Cristo,  cambia de vida. Por esto, con resolución dice: “La mitad de lo que tengo se lo daré a los pobres”. La primera reacción apunta a la vivencia de la caridad y,  luego se encamina a la virtud de la justicia al prometer “restituir dos veces lo malamente habido”.  

No se puede dar a los demás lo que es de ellos sin la vivencia de la caridad. Concluimos, recordando una de las nueve bienaventuranzas: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de ser justos porque quedarán satisfechos” (San Mateo V, 6).

¡Que Viva Cristo Rey!

COLEGIO MACKAY REÑACA MES DE MARÍA 2021 



 

TEMA  :    “UNO QUIERE LO QUE DIOS QUIERE”.

FECHA:  DIA SEGUNDO /MES DE MARIA / AÑO 2021.

En lo que hoy se denomina una película de culto, filmada el año  1993 teniendo como protagonista a Arnold Schwarzenegger hay una escena donde un niño  es invitado a un estadio en el cual se desencadena una serie de hechos violentos hasta la misma caída de un helicóptero en medio del estadio. A pesar de todo, explosiones, disparos, estampida de asistentes el niño cumple lo pedido por el protagonista de la película: “¡Quédate en este lugar!”  y, el joven así lo hace. ¡Por que no huye como todos? ¿Por qué  permanece en el lugar que le dijeron? Porque esperaba el cumplimiento de la palabra dada por el protagonista de la película que se llama de hecho “El Ultimo Gran Héroe” (Last Action Hero).

Citamos esta película porque hoy nos detendremos en la virtud teologal de la esperanza, la cual,  es necesaria para caminar en la vida en medio de los momentos difíciles.

La virtud que recordamos no se limita a ver algo simplemente como posible o realizable. Como una especie de “corazonada”. La Esperanza sobrenatural implica un grado de certeza que permite vivir en seguridad, siendo como un estanque vital que nos permite subsistir, tal como un pez nada seguro en su interior, el creyente “se mueve por la vida” esperando el pleno cumplimiento de todas las promesas de Dios.

Muchos piensan en ocasiones  que Dios nada puede hacer, olvidando lo que la virtud teologal nos recuerda: Todo hecho negativo siempre es transitorio y limitado. Lo malo es una excepción lo bueno es para siempre.

MISA MES DE MARIA AÑO 2021

El creyente que sabe esperar siempre sabe que hay una salida porque confía en Dios que no abandona. Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia Católica en cinco de sus numerales a partir del 1817. La Esperanza es una virtud por medio de la cual aspiramos a la Vida Eterna como felicidad plena. Es una seguridad apoyada en la gracia que viene de lo alto, que infundida por el Señor en nuestra alma supera todas las capacidades de la naturaleza.

¡Dios es fiel! Sin la fe no hay verdadera esperanza. Esto nos hace afirmar que la esperanza es un deseo confiado que nace de lo que Cristo ha prometido, no reduciéndose al simple cálculo de posibilidades, de evaluación de capacidades, o de variables favorables.  

Nuestra esperanza se funda en el amor y voluntad de Dios: Por lo que debemos esforzarnos por querer lo que Dios quiere. Según esto: Lo que Dios quiere, yo lo quiero, lo que Dios no quiere yo no lo quiero. No espero lo que no deseo.

La esperanza sobrenatural nos libera de egoísmo: Todo lo que resulte según el querer de Dios es prueba de que me quiere. No es lo mismo el conformismo que la conformidad, pues sólo el segundo permanece anclado en la voluntad de Dios.

Deseo de plenitud y felicidad: El hombre actual sueña mucho y despierto vive poco.  Hacemos objetivos, planes, programas, y bien nos podemos preguntar hoy: ¿Qué tienen que ver ellos con la voluntad de Dios?  La esperanza  purifica lo que deseamos. Debemos esperar bien el bien…pero,  hemos de desechar  todo aquello que se transforma –finalmente- en una desgracia.

La esperanza verdadera debe tener las perspectivas del Reino de los Cielos: Sin cielo nuevo no hay tierra nueva. Con el Señor todo se puede esperar. En el libro de los “Ejercicios  Espirituales” de San Ignacio de Loyola, en el capítulo de  Principio y Fundamento, dice que: “El hombre es creado para alabar a Dios y lo demás,  fue hecho como medio para alcanzar el fin. Me acerca a Dios lo tomo,  me aleja de Dios lo dejo”.

Desear lo que nos conduce hacia el fin: La esperanza es infundida por Dios para tener certeza tan necesaria para nuestro tiempo que vive pisando gelatina en sus verdades, acomodables a cualquier molde menos al que Dios ha establecido.

Queridos hermanos: La esperanza nos permite valorar el hecho  de que vale la pena sacrificarse durante poco tiempo para vivir –luego- lo que es para siempre.  Siempre recordemos que el tiempo de penurias tiene duración y tiempo de los gozos es eterno. ¿Cómo no darnos cuenta de lo que realmente podemos ganar y de aquello que irremediablemente podemos perder? Para discernir correctamente esto, Dios nos concede la virtud de la esperanza, que debemos implorar con insistencia en este día, especialmente en estos tiempos en los cuales,  algunos se contentan con la mediocridad de despertar la violencia como camino de paz y progreso, olvidando  que el único paraíso esperable  es estar con Dios.

San Pablo Apóstol enseña al respecto que “nuestros padecimientos momentáneos y ligeros nos producen una riqueza eterna” (2 Corintios IV, 17). Sólo es posible esperar lo mejor de quien es el mejor, esto implica: esperar en Dios quien, a su vez, nos permite “anhelar” con seguridad cualquier cosa que nos  quiera conceder, lo cual será tenido por cada creyente como necesario para alcanzar la perfección o santidad.  

Como la Virgen María nos enseña a lo largo de toda su vida, el hecho de quedar en las manos de Dios (¡Hágase en mí según tu Palabra!) es lo más seguro y mejor para nosotros y nuestra sociedad,  y,  esto se logra en virtud de la esperanza.

Chile se ha transformado en un país pesimista: Del consabido “chaqueteo laboral” se ha pasado a uno mayor en su gravedad que es el espiritual: Cuesta decir -por ejemplo- “estoy muy bien” o que “me ha ido magnífico”. Como que en fondo solemos pensar  algo debe ser falso porque no le puede ir bien,  ya se le pasará. La indumentaria gris sea ha mutado a un negro ambiental que presagia una total falta de esperanza. El hermoso emblema de vivos colores tricolor es ondeado por algunos con un paño negro ¿Eso es tener esperanza?  

MISA COLEGIO MACKAY CHILE


San Juan de la Cruz: “Esperanza de Cielo tanto logra cuanto espera”. La esperanza nutre la alegría con una razón irrefutable. Derrotemos el pesimismo, en Chile se promueve aquel personaje “mala suerte” de “Los Picapiedra”. Eso no es propio de quien espera que el Buen  Dios cumpla sus promesas. ¿Se imaginan a Abrahán sin esperanza? ¿Se imaginan a Moisés sin esperanza?

Miremos un momento las características de la verdadera esperanza:

Cierta: Se cumple si o sí. A todo evento Dios no se deja vencer por las fuerzas de Satanás quien, coloca múltiples escollos –aparentemente insalvables- para debilitar la confianza y con ello la esperanza. Mas, nada prometido por el Señor puede dejar de realizarse por ello,  hablamos de una esperanza que está apoyada en lo cierto no en la vaguedad.

Paciente: Tener esperanza implica saber esperar. Son dos cosas distintas, porque se puede esperar en medio de la ansiedad y el desasosiego que impulsan a adelantar acontecimientos y a exigir que Dios actúe cuando y como lo queremos. Ya no se trata de esperar los designios de dios sino del cumplimento de los nuestros.

Audaz: La esperanza fortalece en medio de las dificultades. Por ello, no es una actitud de “cruzarse de brazos” de manera indolente, sino que implica trabajar para cambiar todo lo que es injusto actualmente  según el querer de Dios.

Gozosa: Sabemos que una de las armas poderosas de Demonio es quitar la esperanza en el corazón lo que lleva finalmente a la desesperación. Esto nos hace actual de forma irracional buscando soluciones desesperadas de las c uales luego nos podemos arrepentir, o bien a un conformismo catatónico, donde se paraliza todo afecto y propósito, viviendo un indiferentismo con marcado desinterés en bien del prójimo.

Todo ello, llena de tristeza el corazón, por lo que la virtud teologal de la esperanza al colocar la razón poderosa en la fidelidad de Dios, llena nuestra alma de una alegría que traspasa cualquier eventualidad y se mantiene ante la más extendida de las adversidades. ¡Quién sabe esperar sabe vivir en verdadera alegría! Este es el tono social que tienen las naciones y comunidades mas creyentes.

Firme: El fiel creyente que tiene la virtud de la esperanza no se rinde nunca. No puede claudicar porque Dios es el que se ha mostrado como “fiel” y cumplidor de cada una de sus promesas. Dice el Apóstol Santiago: “Mirad cómo el campesino espera el fruto precioso de la tierra. Tened vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago V, 7-8).


Trascendente:
Las adversidades pueden transformarse en oportunidad solo si el Señor está puesto como sujeto de nuestra esperanza. La vida en la tierra es un bien precioso pero no es un bien supremo porque no es eterno. A este respecto,  diremos que es el Señor nuestro Dios quien marca las horas de nuestra vida, por lo que la esperanza verdadera y firme está puesta en que Dios es fiel a sus promesas, y ningún virus –ni todos juntos- puede hacer retrasar o desviar un ápice la voluntad de Dios.

Culminemos este sermón en el segundo día del Bendito Mes de María entonando el himno Santa María de la Esperanza, que recuerda como Ella esperó cuando todos vacilaban.

¡Que Viva Cristo Rey!

SACERDOTE JAIME HERRERA 2021 





 

 

TEMA   : “POR LA PRUDENCIA SABEMOS CUAL ES EL CAMINO”.

FECHA : DÍA CUARTO /VIRTUD DE LA PRUDENCIA / MES DE MARIA 2021

Durante este Mes de María estamos meditando las virtudes teologales y morales a la luz de la vida de la Virgen María, quien por haber sido revestido su corazón de toda gracia, pudo tener una vivencia permanente y plena de cada una de las virtudes, primero de las denominadas “virtudes teologales” que buscan directamente la perfección de nuestra amistad con Dios como son la fe, la esperanza y la caridad, y luego, en el ejercicio  de las llamadas virtudes cardinales que buscan una vida virtuosa hacia los demás procurando -con ello-la gloria de Dios.

En la antigua Roma, la avenida principal de una ciudad se llamaba “cardo”, hacia la cual todos los caminos llegaban y partían. Probablemente, de esto deviene parte del refrán: “Todos los caminos conducen a Roma”…Y, con seguridad viene la denominación de los “cuatro puntos cardinales: Norte, Sur Este, y Oeste”. ¿Por qué se llaman “cardinales” a las virtudes de la Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza? Porque como aquella avenida central, que era la columna vertebral de Roma, tales virtudes son el camino principal que conduce las numerosas demás virtudes cuyo número total llega a cincuenta, según Santo Tomás de Aquino.

¿Qué buscamos al crecer en una determinada virtud? Respondemos: “Procurar llegar a ser semejantes a Dios” (San Gregorio de Nisa). Pues,  si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y teniendo en cuenta que Jesús en virtud de su encarnación y redención nos permite tener una segunda naturaleza, al hacernos hijos redimidos en Él y por Él, entonces,  todo nuestro actuar, nuestras palabras, y pensamientos han de buscar la mayor perfección que sólo mora en Dios. No podemos achatarnos en la búsqueda de la santidad, no debemos andar con pequeñeces en lo que se refiere a la búsqueda de identificarnos con Cristo. Quien está llamado a volar como las águilas no puede andar en la vida “a vuelo de gallineta”.

SAINT PETER´S SCHOOL CHAPLAIN

En la antigüedad se decía que esta virtud no se aprende por los libros sino conociendo a personas prudentes. Sólo la capta quien la vive. Es definida como “un hábito propio de la razón práctica”. Esto implica actuar de acuerdo a lo que es mejor en cada situación con el fin de conseguir el resultado deseado.

 

En todo momento debemos pensar en las consecuencias que nuestras palabras y acciones generan en las personas. Esta virtud nos ayuda a saber en qué momento hemos decir y actuar buscando el mayor bien posible, de la misma manera que nos permite evitar hacer el menor daño posible.

Para que nos escuchen bien es necesario ni gritar destempladamente ni susurrar de modo imperceptible, de modo semejante diremos que la virtud cardinal de la prudencia implica discernir  y optar en el aquí y ahora por lo mejor posible.

Quizás el ícono del ejercicio de la virtud de la prudencia en la vida de la Virgen María lo encontramos en el episodio de las Bodas en Caná de Galilea, donde interviene la Madre de Jesús con una claridad, oportunidad, firmeza que sorprenden desde hace dos milenios. ¡Cómo aquel primer milagro de Jesús fue precipitado por las palabras, silencios y espera de la Madre del Hijo!

La Virgen no se acercó a los novios, ni a los dueños de casa, ni a los mayordomos: Sólo se acercó a Jesús, y en privado expuso lo que a todas luces sería un bochorno para los esposos, que hoy daría paso a burlas y memes en abundancia.

Su delicadeza inicial luego se transforma en una audaz convicción que se trasluce en sus palabras: “Hagan ustedes, todo lo que Jesús les diga”. Muy alejada de la simpleza, o de expresiones de pequeñeces que ocultar ilimitados orgullos, por el contrario ordena y refiere a totalidad a la hora de obedecer a su hijo y Dios.

La virtud de la prudencia no puede cobijarse en cálculos humanos, en justificar  usar medios malos  para obtener fines buenos. Eso sería una prudencia prostituida, una prudencia mancillada, y una prudencia caricaturizada.

Dice la Santa Biblia: “El hombre prudente medita sus pasos” (Proverbios XIV, 15). Esto implica que de manera habitual el espíritu de oración nos conduce a evaluar según el querer de Dios nuestros pasos, buscando en todo momento hacer el bien que es el agrado de nuestro Dios.

Por ello, la improvisación anexa a la flojera, el apresuramiento unido a la pasividad, el atolondramiento consecuencia de la distracción, son siempre efectos de la falta de la virtud de la prudencia, en tanto que,  nunca –tampoco- dicha virtud puede ser confundida con la timidez, el temor, el doblez o la simulación.

Nuestra Madre del Cielo a la que honramos en este cuarto día de su Mes Bendito nos da el ejemplo de prudencia cuando San Lucas, su mejor confidente, escribe que Ella: “guardaba todo en su corazón”, por lo que evaluaba cada uno de sus pasos a la luz de lo que el Señor le había pedido: “Serás la Madre del Mesías esperado”. La regla de sus pasos  no usaba la medida de su interés autónomo, ni sus humanas capacidades, ni sus derechos o empoderamientos, sino que,  exclusivamente su caminar estaba dado por la fuerza de su fe.

Si al autor de toda gracia ella traería al mundo, como pensaríamos que mediría sus palabras y actos desde la virtud moral de la prudencia. Sin cobardía ni temeridad; sin pausas ni prisas desmedidas, sin arrogancia ni falsos abajismos, vemos que nuestra Madre Santísima supo caminar en este mundo al paso del querer de Dios gracias a la vivencia de la virtud de la prudencia lo que la alza como vivo emblema de amor a Dios.

Nuestro  Catecismo de la Iglesia Católica  nos recuerda que por medio de la virtud cardonal de la prudencia “aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que queremos hacer y el mal que queremos evitar” (número 1086).

En la Biblia encontramos por lo menos 35 versículos que refieren directamente a la virtud de la prudencia, por lo que la vida de un cristiano no puede prescindir del ejercicio  de ella si acaso quiere identificarse con la vida de Jesucristo. Seguir a Cristo es caminar en las vida por la senda de la prudencia, tal como enseñó San José María Escrivá de Balaguer: “Dios y audacia –la audacia n es imprudencia- La audacia no es osadía, no hagas caso. Siempre los “prudentes” han llamado locura a las obras de Dios ¡adelante, audacia!” (Camino,  479).

¡Que Viva Cristo Rey!

ORACION CAIDOS II° GUERRA MUNDIAL 


 

TEMA  :  “MIRAR EL MUNDO DESDE LA PERSPECTIVA DE DIOS”

FECHA: HOMILÍA DON DE CIENCIA / MES DE MARIA  /  AÑO 2021

Continuamos meditando sobre la grandeza del corazón de la Virgen María que ha sido engalanado por Dios con la plenitud de los dones del Espíritu Santo y de las virtudes, tanto teologales como morales (cardinales). Ya hemos visto cómo los dones de entendimiento, Santo Temor de Dios y piedad anidaron en el alma de nuestra  Madre. Hoy nos detendremos en el don de ciencia, mediante el cual,  recibimos una lucidez para ver las cosas de este mundo, de la naturaleza y el universo, como la relación que hay entre estas con nuestra vida e historia personal y social.

Por este don podemos vincular debidamente la fe y la ciencia, la vida y la fe, evitando colocar una separación entre ellas, sin lo cual caeríamos  en una vida doble, falsa y caricaturesca.

PADRE HERRERA SAINT PETER’S SCHOOL VIÑA

Tener “la mente de Cristo”: Esto implica conocer en profundidad las realidades temporales. Siempre me ha sorprendido cómo el Pueblo de Israel, incluidos sus patriarcas, profetas, reyes y jueces, que refiere el Antiguo Testamento,  eran capaces de vincular los acontecimientos de la naturaleza, los episodios de su vida cotidiana, como parte de un proyecto de Dios, cosa que en la actualidad, en medio de una sociedad que reniega de la fe, no acontece sino que se vive experimentando “sorpresas”, “desconciertos”, “incertidumbres” ante lo que no se logra descubrir a la luz de la fe, como parte integrante de la voluntad de lo que Dios permite deseando. Para esto,  el don de ciencia nos permite tener esta “mente de Dios” de la cual habla San Pablo apóstol (1 Corintios II, 16).

Lo anterior nos permite ver la belleza de todo lo creado, que se muestra como huella digital de la bondad de Dios que al finalizar la creación “vio que todo lo hecho era muy bueno”.

PADRE JAIME HERRERA & DIÁCONO FELIX LOPEZ 

Vivir en la “hora de Dios”: Junto a lo hermoso del universo, por su orden y grandeza, asumimos nuestra realidad de creaturas que estamos de paso por el mundo. Por unos años nos preparamos para lo definitivo. El don de ciencia nos permite vivir el tiempo que corresponde, donde las urgencias no desesperan, las prisas no apremian ni las tardanzas nos abruman. Cada acto y realidad a su tiempo: “Nosotros no colocamos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles, pues las visibles son temporales, las invisibles eternas(2 Corintios IV, 18). 

Tener la “perspectiva de Dios”: El don de ciencia nos facilita dar realidad a las cosas desde Dios, tal como la luz en un lugar oscuro da forma a todo lo que está a su alrededor, el don del Espíritu Santo nos entrega la perspectiva y sentido de Dios, a quien todo ha de estar no solamente encaminado sino –también- subordinado. Como creyentes vemos que todo tiene importancia si acaso Dios es el que primero importa, por esto,  la ausencia del don de ciencia en el alma hace que la vida espiritual esté como sonámbula, sin saber dar a las realidades temporales la importancia y transitoriedad que ameritan desde Dios.

Quien sabe medir su vida temporal desde la eternidad de Dios no se detendrá en lo que realmente no tiene importancia ni olvidará ocuparse de lo que es trascendente. En ocasiones, en el origen de las desesperanzas humanas  y de diversos cuadros de depresión subyace la falta de devoción al Espíritu Santo y la nula petición de sus siete dones. Dijo Jesús: “! Pedid y se os dará”! 

Por el don de ciencia podemos conocer las cosas creadas sin el trabajo discursivo de la razón, sino por medio de una especial participación que Dios permite con Él. Humanamente hablando,  podríamos decir que adquirimos como un “sexto sentido” que nos da una “connaturalidad” hacia Dios,  la cual,  nos permite ver con facilidad –con “chispeza”- la vida presente en relación con la Vida Eterna.

CAPELLAN HERRERA THE MACKAY SCHOOL 


Por medio de la vivencia de este don del Espíritu Santo evitamos el germen del liberacionismo que falsamente pretende  separar a Dios del mundo y al mundo de Dios, gozando de una autonomía que deriva en apostasía y en un libertinaje de se esclaviza en la actual idolatría progresista.

¡Quien más que la Virgen María tuvo esta mirada! Estamos ciertos que su delicadeza en el trato hacia las personas, su premura en el servicio, su perseverancia junto a Jesús, y su obediencia,  tuvieron como nutriente el don de ciencia que plenamente fue derramado en su alma el día de la Anunciación al ser constituida como “Llena de gracia”.

Recordemos las palabras de Jesús: “En aquella ora se sintió inundado de gozo en el Espíritu Santo, y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños, Si Padre, porque ése ha sido tu beneplácito” (San Lucas X, 31).

¡Que Viva Cristo Rey!

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ CHILE 2021 


 

 

TEMA  :  “NO VAYAS TRAS TUS PASIONES, REFRENA TUS DESEOS”.

FECHA: MES DE MARIA  /  VIRTUD  DE  LA  TEMPLANZA   /  AÑO  2021

Es un hábito,  es decir,  una conducta reiterada y asumida, que “modera” el deseo de los diversos placeres, procurando el buen uso de los bienes creados.

Apunta esta virtud a dar cumplimento, desde Dios,  de lo indicado al comienzo de la revelación: “Creced y multiplicados” y luego: “Dominad la tierra y sometedla”, lo que implica que si fuimos creados luego del resto de la naturaleza estamos invitados a cuidarla diligentemente.

Como virtud, la templanza faculta a tomar “las riendas” de nuestros gustos y deseos. En el Antiguo Testamento se nos dice: “No vayas detrás de las pasiones, tus deseos refrena” (Sabiduría XVIII.30). La templanza nos asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos.

En todo orden de cosas se requiere la moderación de los sentidos, en nuestras mascotas el instinto tiene la última palabra en su actuar, pero,  en el hombre no pueden tener el punto final respecto de lo que debemos hacer. Nuestra vida no puede ser como la de un trompo que gira por la fuerza centrífuga y en el piso se mueve por la fuerza de gravedad.

Las diversas pasiones que toda persona posee, pueden y deben ser encaminadas mediante el ejercicio de la virtudes, especialmente de la templanza cuando se trata de los deseos, por ejemplo, el  de comer, de beber, de divertirse, o de hacer deporte. Puedo ser aficionado al deporte pero si quiero ser bueno debo regular tempranamente su ejercicio. En el plano alimenticio no podemos liberar la pasión de comer y desatar los nudos de los que nos gusta, por ejemplo, comiendo sólo un determinado alimento, pues finalmente enfermaríamos.

Algo semejante pasa con nuestra alma. Por ello, si queremos forjar el carácter y fortalecer la voluntad hay que recurrir a la gracia, la cual  supone y perfecciona la naturaleza. Debemos pedir a Dios la perseverancia en el ejercicio de la fortaleza puesto que una de las debilidades más características en la formación de nuestra Patria,  radica en el “espíritu consentidor” que busca satisfacer ilimitadamente lo que uno se vio privado, no exigiendo esfuerzo ni dedicación alguna en la vida cotidiana. En la base de pretender una vida de derechos sin deberes está la falta del ejercicio de la virtud de la templanza.

 

En la actualidad, se quiere todo fácil e inmediato, y bien sabemos que ni en la naturaleza ni en la vida espiritual es buena la bipolaridad. La virtud no ha de ser vista como un muro sino  –más bien- como un camino que encauza y regula nuestro avance, por lo que podemos gozar de los bienes dados por Dios de modo ordenado sin desviarnos del fin que es alcanzar la felicidad en una vida santa, iniciada aquí y que tendrá su plenitud en la Vida Eterna.

Solemos valorar a las personas cuando  tienen un “señorío”, que no es otra cosa que aquella capacidad de una regulación en su vida que les faculta para enfrentar imprevistos y dificultades por una parte, como también –la ausencia de templanza lleva a una vida cuyos excesos de toda índole afectan la vida, y hasta la salud.

La virtud de la templanza implica poseer un autodominio, al que la Biblia nos invita: “Por lo mismo, poned todo empeño en unir a su fe una vida honrada; a la vida honrada, el conocimiento; al conocimiento, el dominio de sí mismo; al dominio de sí mismo, la paciencia; a la paciencia, la religiosidad sincera; a la religiosidad sincera, el aprecio fraterno; y al aprecio fraterno, el amor. Pues si poseéis todas estas cosas, no quedaréis inactivos ni estériles en orden al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 San Pedro I, 5-7).

Templanza y trabajo: Un medio que resulta muy eficaz para la vivencia de la virtud de la templanza lo constituye el mundo del trabajo, incluido –por cierto- el ámbito de la educación, dónde la relación interpersonal nos ofrece muchas oportunidades para regular nuestros deseos en beneficio del prójimo. Decía San Juan Bosco que “la templanza y el trabajo son los mejores custodios de la virtud”. 

Templanza y caridad: La voluntaria moderación ante un placer puede subliminarse si de aquella privación somos capaces  de ir en auxilio de quien lo necesita. Una voluntaria privación que se ofrece constituye una verdadera liberación de aquellas pasiones y deseos que en ocasiones desean mantener esclava nuestra voluntad. Los diversos voluntariados existentes en la década del setenta y ochenta en Chile, que abarcaron múltiples campos, se caracterizaron por tener gran eficacia a la hora de servir porque subyacía la convicción que uno se privaba de algo propio, legítimo en bien de quienes con urgencia lo requerían. El individualismo de una sociedad pagana ha terminado con muchos voluntariados  porque resulta casi imposible que del desenfreno moral lleno en la vida personal tenga como fruto el bien de los que están a su alrededor.

Templanza y disciplina: No menor resulta el mundo donde la disciplina se vive como camino progresivo de formación. Habitualmente la familia es la primera fuente educativa donde se aprenden distintas normas disciplinares que resultan necesarios para la vida al interior del hogar, por ello  los padres de familia no pueden abstraerse de aplicar en justicia, con prudencia, con templanza, la disciplina en casa, lo cual,  no puede dejar de implementarse –sin grave daño al no hacerlo- en bien de quienes están formándose. Por esto, el mundo de la educación o invita a vivir positivamente la virtud de la templanza o termina esterilizando  todo proceso formativo, no hay posibilidad intermedia en este ámbito.

Nuestra Madre del Cielo, resulta imposible no verla como dueña de sí misma, con pleno señorío en cada uno de sus actos. Por esto,  la denominamos  “Nuestra Señora”. Etimológicamente “señorío” proviene de “Dominus”, que es el nombre con el cual reconocemos el poder de Dios mismo, de tal manera que, asociada la Virgen Madre al misterio de la redención desde el primer instante de la Encarnación del Verbo,  puede y ha de ser reconocido su señorío bajo el nombre de Nuestra Señora, y por la huella de Dios –el Señor- en todas sus palabras y en cada una de sus acciones.

Imploremos al Señor Jesús poder participar de cada una de las virtudes cardinales (morales) en este Mes de María, puesto que,  en la oración de inicio hemos dicho que “el mejor regalo de tus hijos son las virtudes”, una de la cuales es la de la templanza que hoy hemos recordado.

Los Invito en este noveno día del Bendito Mes de María a hacer oración: ¡Señor, concédeme la gracia de cdrecer cada dia a tu lado; envíame a tu santo nEspíritu para que mis efuerzos cotiodianos me lleven a ser mejor cristiano, a no dejarme llevare por lo negarivo, a que me venzan los caprichos y los deseos mundanos, a tomar aquello que no es agradablke a Dios! ¡Concédeme la gracia Señor, de dominar mis impulsos y ser siempre dieño de mi no dejándome vencer por las acechanzas del demonio! ¿Envíame, Señor, a tu Santo Espíritu para que sea siempre consecuente con mis pensamientos, palabras y acciones! ¡No permitas, Señor, que vaya siempre justificando mis actos y dando falsos pretextos cuando he hecho mal las osas o no simplemente no he actuado bien! ¡No permitas que mi voluntad venza por ello ayúdame, Señor,  a hacer la voluntad de tu Padre!

 

¡Concédeme Señor, la humildad para darme a los demás, para que sea consiente de mi pequeñez, de mis debilidades, de mi necesidad de Ti! ¡Dame el don del respeto al prójimo para valorarlo y no juzgarlo! ¿Permíteme tener siempre una conciencia recta que no navegue entre las olas del qué dirán!  ¡Ayúdame a comprender al prójimo, al que más cerca tengo, y dame la sabiduría para saber orientarle siempre en sus necesidades! ¡Concédeme la gracia de saber sacrificarme y mortificarme por Ti y por el prójimo! ¡Borra de mi corazón la soberbia y el egoísmo, mis comodidades, mis autosuficiencias, mi utilitario, mi permisividad, mi tibieza porque quiere acercarme más a Ti! ¡Ayúdame, Señor, a mantenerme siempre firme en mis principios y a controlar impere lo que pienso, lo que digo y lo que hago por mi propio bien y para honrarte a Ti y a los demás! ¡Bendíceme, Espíritu Santo, con esta valiosa virtud!

 

¡Que Viva Cristo Rey!



 

TEMA  :   “SIMPLEX INTUITUS VERITATIS”.

FECHA: MES DE MARIA / DON DEL ENTENDIMIENTO  / AÑO 2021

El don de entendimiento nos permite escuchar a Dios en todo lo que nos pasa. Como sucede con una radio antigua en la cual, al acto de girar el dial se afinaba la frecuencia, este don venido del Espíritu Santo nos  permite estar “en sintonía” con Dios, aprendiendo a ver su libérrima voluntad en los diversos acontecimientos, no importando si son adversos o favorables, sorpresivos o inesperados.

Basta saber que vienen de Su mano providente para acogerlo como algo bueno para nosotros. El “entender” las cosas  fue lo que Jesús le dijo a Simón  Pedro cuando le pide que no asuma el camino de  la pasión. ¡Eso no te puede pasar a ti ¡De  inmediato Jesús lo corrige y dice: “! Apártate de mí –Satanás- porque no ves la cosas como Dios la ve sino las ves como los hombres!” (San Mateo XVI, 23).

Inmerso en una ceguera espiritual vive aquel que carece de la mirada según Dios que da el don del entendimiento.

PARROQUIA PUERTO CLARO 2021

Nuestra alma con avidez puede ver si lo que acontece es o no venido de Dios, lo cual,  no es por medio de un análisis exhaustivo de pruebas y datos múltiples,. No responde –tampoco- a un razonamiento, sino es un percibir instantáneamente  lo que dice relación con Dios,

El nombre del don de entendimiento llamado igualmente de “inteligencia” deriva del latín “intus legere”, que significa “leer dentro”, lo que implica “profundizar” tal como enseña el Apóstol San Pablo: Por el Espíritu Santo “escrutamos las profundidades de Dios” (1 Corintios II, 10). Por medio de un saber sobrenatural instantáneo nos permite:

Vivir con certeza: En medio de la cultura de la vaguedad, donde las verdades son permanentemente cuestionadas, a lo que Su Santidad Benedicto XVI denominó: “Dictadura del relativismo”, el don del entendimiento nos permite vivir con claridad y una seguridad alejada de toda duda sobre las verdades de la fe, al punto de llegar a afirmar que es más fácil que los sentidos físicos se puedan equivocar a que nos deje de dar certeza el don de inteligencia.

El ruido interno y externo al corazón le impide poder escuchar non nitidez la voz del Espíritu Santo, que suele hablar bajo y lento. Si queremos vivir del Espíritu Santo y de los siete dones recibidos el día de la confirmación,  debemos valorar el silencio.

Vivir de la Eucaristía: La apostasía, cono negación de parte de los bautizados de diversas verdades revelas iniciada “de un tiempo a esta parte”, tiene como foco central depreciar la realidad de la presencia de Jesús en la Eucaristía.

De múltiples maneras se relativiza las mismas palabras del Señor al decir: “Yo soy el Pan que da la Vida”…”Tomad y comed es mi cuerpo…es mi sangre”. Sin duda, la fe nos asegura esta presencia como real y substancial como enseña la Iglesia, mas, por medio del don de entendimiento se disipa toda duda y nos permite ser adoradores y contemplativos del milagro de los milagros como es la Santa Eucaristía. Cuenta el Santo Cura de Ars que un simple campesino ante el Santísimo expuesto en la custodia sobre el altar le dijo: “le miro y me mira”.

VIRGEN DE PUERTO CLARO CHILE

Vivir de la Sagrada Escritura: En la tarde del domingo de la resurrección se apareció Jesús  a dos jóvenes que iban caminando a la ciudad de Emaús. Se pudo junto a ellos y converso con ambos, al reconocer a Jesús dijeron: “Les abrió la inteligencia para que comprendieran las Escrituras” (San Lucas XXIV, 45).

En ocasiones, el liberacionismo deprecia la capacidad que tiene quien ha recibido los dones de Espíritu Santo para –por el don de entendimiento- comprender en toda su hondura el  sentido de la Palabra de Dios. La Biblia no es un libro de ocultismo, ni tendría sentido alguno buscar a un Dios que se esconde y huye del que quiere conocerle. Precisamente, el don de entendimiento nos permite conocer el sentido más exacto de lo que el Señor nos ha revelado por medio de su Palabra.

Es necesario pedir con insistencia a Dios las gracias de poder “ir mar adentro” en plano del conocer más sobre el Señor y sus misterios. Recordemos que los “misterios” no son verdades escondidas sino verdades reveladas, y lo han sido para que bien dispuesta nuestra alma no deje de implorar y descubrir el sentido de las Escrituras Santas: “! Habla, Señor, que tu siervo escucha!” (1 Samuel III, 10).

 

 

 

Vivir en Estado de Gracia: Nuestra Madre del Cielo reconoció que las generaciones la llamarían “bienaventurada”  por haber escuchado la voz de Dios. Jesús en el sermón de la Montaña señaló: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”, lo que implica que la pureza  devela con mayor nitidez aquellas verdades reveladas por Dios.

Subyace en la vida presente el virus de la ceguera espiritual cuya raíz está en el desenfreno sensual (lujuria), la gula y diversas conductas socialmente aceptadas que a los ojos de Dios y de la naturaleza resulta una aberración. La castidad perfecta, permite mirar con claridad y “entender con facilidad “las verdades de Dios, particularmente el celibato sacerdotal que “acrecienta la idoneidad para oír la palabra de Dios y para la oración” (Sacerdotalis caelibatus número 27).

Es fundamental ser perseverantes en la amistad con Dios para procurar tener una vida en estado de gracia que predisponga y facilite a nuestra alma recibir por el don del entendimiento,  lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. La recepción de este don hace que un bautizado aunque carezca de palabras y recursos para explicar con claridad lo que sabe, puede poseer una gran intuición  espiritual que le permite entender las realidades más sublimes inherentes a nuestra fe.

¡Que Viva Cristo Rey! Amén.

PADRE JAIME HERRERA VALPARAÍSO