miércoles, 30 de septiembre de 2020

TEMA  :  “HEMOS DE SERVIR A UN SEÑOR QUE NO SE MUERE”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO XXVI° TIEMPO COMÚN  /  AÑO 2020

Luego del “deslumbrar” de tres milagros, y de las novedosas exigencias que implica el seguimiento a Jesucristo, que hacen implorar la ayuda eficaz para su fiel cumplimiento, en vistas a lo fundamental como es cumplir la voluntad del Padre que está en los cielos.

En la actualidad se suele evaluar todo desde el prisma estrictamente individual: ¿Me gusta? ¿Lo quiero? ¿Me conviene? ¿Lo siento? Sea para cualquier iniciativa, estas preguntan surgen invariablemente al momento de tomar una opción en la vida…para una elección vocacional, para un camino laboral, para un servicio a la comunidad, y hasta el extremo de incluir nuestra vida religiosa en esta perspectiva que conlleva la óptica de  una sociedad abierta.

El orgullo e individualismo exacerbado del que germinan la denominada open mind y una open society prescinden de la pregunta esencial que ha de hacerse todo creyente a la luz del Santo Evangelio  que hoy hemos escuchado: ¿Lo quiere Dios? Todo parece importar más a la hora de las decisiones que lo que entraña cumplir la voluntad de Dios, lo cual, para un católico ha de ser en cualquier circunstancia un imperativo. Si ello es así, entonces,  no hay recreo para hacer lo que Dios nos pide.

Como señalamos el domingo anterior, respecto de los evangelios antecedentes, en momentos donde Jesús se presentaba más exigente, en toda ocasión los doce apóstoles le pidieron que les fortaleciera en la oración y la gracia, puesto que,  se daban cuenta que sin estas “armas del alma” quedaban al arbitrio ciego del enclaustramiento de sus proyectos, intereses, deseos, y pasiones, olvidando totalmente que imitar al Señor incluía hacerlo en  priorizar cumplir la voluntad de Dios y no la nuestra. Tengámoslo claro: Es a Dios al que debemos obedecer y no Dios obedecernos a nosotros.

La santidad, en consecuencia,  implica atribuir a Dios el origen de todas las cosas y situaciones, lo cual,  es causa de múltiples beneficios espirituales.

a). Todo por Dios y para Dios: Esto nos da paz y seguridad, toda vez que estando como greda en las manos de un alfarero, como madera en las de un tallador, o brocha en las de un  pintor, somos capaces por la vía de la docilidad en manos del artista,  ser instrumentos eficaces a la hora de la consecución de una obra de arte.

Una arcilla fosilizada, una madera petrificada, y un pincel gastado impiden al artista ejecutar su obra, del mismo modo, respecto de nuestra vida espiritual, el orgullo hace que el corazón nuestro esté de tal manera cerrado a la gracia, que quien llamado a ser parte de la obra de Dios –que vio todo era bueno- queda como confinado en el abandono a sus poderes, protocolos, historias donde la voz de Dios es relegada a ser nota disonante en el alzamiento de la fantasía de una “sociedad abierta” que encierra la mayor de las cerrazones, la más extendida de las persecuciones, y la más empobrecedora de las realidades como es dejar a Cristo de lado al momento de pensar, proyectar e implementar el desarrollo a nivel personal y social…

Una vez más repetimos…y las veces que sea necesario lo haremos: “En vano se cansan los albañiles si Dios no construye la casa”. Por esto, desear que todo sea para cumplir su voluntad nos atrae múltiples gracias y sobre todo,  nos fortalece en la seguridad en momentos donde,  la supuesta “sociedad abierta” nos ofrece incertidumbre, duda, cuestionamiento y un temor ambiental que en esta hora última del mundo resulta de suyo innegable.

b). Mortificación y penitencia: La acción de cumplir lo que Dios quiere sobre nuestros deseos y gustos, implica un acto pleno de ofrecimiento a Dios y de configuración con el Señor Jesús en la vía a la que invita a caminar con Él: “Aquel que quiera seguirme  tome su cruz, y luego, sígame”.  No existe vida católica alguna que prescinda de la penitencia, ni es posible llegar a Jesucristo por algún atajo que reniegue de la Cruz. Es sorprendente cómo en la actualidad  persisten tantos creyentes por caminos espirituales y movimientos eclesiales que hacen  de la cruz un recuerdo de pared  y no el camino de su vida.

En la escuela infalible de la vida de los mártires en la Historia de la Iglesia,  encontramos muchos ejemplos de quienes ante la disyuntiva de obrar en consecuencia a la fe recibida prefirieron ser asesinados antes de negar una sola verdad de Dios.

Hace sólo una década una veintena de adultos jóvenes católicos coptos de Libia dieron su vida ante la persecución del abortado Estado Islámico. En el dramático video que sus verdugos filmaron se oye el suave susurro de los mártires al decir “Señor Jesucristo”. Para llegar a cumplir hasta ese punto la voluntad de Dios, sin duda no fue por medio de la improvisación sino de la permanente renuncia a si mismo por medio de  la aceptación de lo que el Señor les pedía cotidianamente.

Lleno de sí mismo, hastiado de satisfacer sus gustos, el hombre de mente abierta y partícipe de la autodenominada sociedad abierta, inequívocamente se ve imposibilitado de alcanzar una verdadera libertad a la que conlleva hacer lo que Dios quiere. El camino seguido por gran parte del mundo de hoy olvida que la “aritmética del cielo” enseña que mientras mas nos neguemos a nosotros (mismos)  más aceptaremos lo que Dios nos propone. Y ahí está el domicilio de nuestra realización.

c). Ofrenda a Dios: Hacer lo que Dios quiere es la mejor ofrenda hecha a Dios, lo cual,  durante la Santa Misa recordamos que ofrecemos a Dios junto a las especies eucarísticas del pan y vino, los trabajos y sufrimientos padecidos, y el anhelo de hacer todo grato a los ojos de Dios. En otros ámbitos ofrecemos “cosas” aquí,  es algo “personal” lo que se ofrece, no damos algo sino que nos ofrecemos a Dios al cumplir lo que Él quiere, esa es nuestra mayor victoria, nuestra primera necesidad, y la causa de toda alegría. En este sentido diremos que todo es poco cuando se trata de ofrecerlo a nuestro Señor en orden a los sacrificios. ...”Mi yugo es suave y mi carga liviana”, dijo Jesús.

d). Crecer en el amor a Dios: El amor no termina en palabras sino en obras. La experiencia nos enseña que aquello que más cuesta más se termina valorando, a mayor entrega mayor perfección, por lo que,  buscar hacer lo que Dios quiere es prueba veraz de amar a Dios, y además, implica crecer en perfección (/santidad). Recordemos el Mandato de la Caridad que leemos en San Pablo a los Corintos: La falta de amor diluye lo que a los ojos del mundo se presenta como bueno…si no hay amor nada somos ni tenemos.

Prueba del amor de Cristo es haber ido a la Cruz a pesar de la renuencia de su humana naturaleza: “si es posible pase de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la Vuestra”.

Hace un instante señalamos que lo que cuesta poco se valora poco, lo que mucho cuesta, mucho se valora. Quien asume que todo lo que le pasa, todo lo que vive día a día, sea conocido o desconocido por los demás, implique lágrimas de dolor o de felicidad, se extienda por mucho o poco tiempo, si acaso descubre que todo viene de la mano de Dios, reconocerá que ahí está su felicidad y,  es capaz de ser el mejor constructor de una sociedad que incluye como prioridad a Dios en cada uno de sus proyectos.

 

Nuevamente recurrimos a la escuela segura de la vida de los Santos, por medio de los cuales, el Espíritu Santo susurra originalidad y perseverancia, especialmente en las horas de mayor prueba como son las que vivimos como Iglesia de un tiempo a esta parte. San Francisco de Borja llevó a la ciudad de Granada (España) el cuerpo inerte de la emperatriz, que era trasladado en ataúd de plomo. Al abrirlo develó el rostro más lúgubre e irreconocible de quien hasta hace unos días llevaba una hermosa corona. Ante ello, el Santo escribió: “Desde ahora propongo no servir a ningún otro señor  mas que se me pueda morir más que a Dios y su voluntad”.

El servicio como el activismo no garantiza estar obrando de manera virtuosa, como sí lo constituye el hacerlo por amor a Dios,  el seguimiento de su voluntad, de tal manera que,  la pregunta fundamental surge no por lo que hago sino por quién lo hago. Y aquí, si tenemos un ejemplo notable en nuestra Madre del Cielo que fue reconocida por su hijo y Dios como la que cumple en todo la voluntad del Padre que está en los cielos. Amén.

¡Que Viva Cristo Rey!


SU VIDA, SU PALABRA: ¡SEÑOR JESUCRISTO!

CATÓLICOS MÁRTIRES EN LIBIA                        
SAN FRANCISCO DE BORJA (ESPAÑA)              
¡HÁGASE EN MI SEGÚN TU VOLUNTAD!

domingo, 20 de septiembre de 2020


TEMA  : “EL AMOR A LA PATRIA COMO MANDATO DIVINO”.

FECHA:  MEDITACIÓN Y PLEGARIA DE FIESTAS PATRIAS 2020

Queridos alumnos y padres de familia: Al inicio de la Semana donde celebraremos nuestras Fiestas Patrias, hacemos oración por la Patria que Dios nos ha regalado para ser sus hijos y custodios.

San Bernardo de Claraval solía repetir que “la caridad para ser verdadera debe ser ordenada”, expresiones que el Papa Pio XII refirió respecto del amor que todo cristiano ha de profesar hacia la Patria pues –también- la caridad requiere un orden en su práctica: “En el ejercicio de la caridad existe un orden establecido por Dios, según el cual se debe amar más intensamente y ayudar preferentemente los que nos unidos con especiales vínculos. Aún el Divino Maestro dio ejemplo de esta preferencia a su tierra y a su Patria, llorando sobre las inminentes ruinas de la Ciudad santa” (Summi Pntificatus 20 Octubre 1939).

PÁRROCO JAIME HERRERA VALPARAISO

Jesús no sólo amó a todos sin exclusión, sino que en todo momento se supo responsable por la tierra, historia, tradición, y vida del pueblo en medio del cual asumió para siempre la naturaleza humana. Si de algo estamos ciertos es que ello no es casualidad, sino fruto de la plena intencionalidad de Dios que preparó aquella tierra para ser un día apellidada de santa de generación en generación.

No es posible mantener una economía sólida y dinámica si no hay una coherente mirada  previa y común de la Patria. Nos enseña el Señor Jesús que un reino divido se tropieza y no puede avanzar, y es lo que ha pasado en Chile,  donde se evidencia que los efectos de la pandemia de gripe Corvid-19 sólo vinieron a acrecentar los graves efectos que ocasiono el estallido violentista pasado, el nefasto 18-O.

La Patria se edifica no sólo amándola sino sacrificándose por ella, aun al costo de estar postergado y recordar que muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán  los primeros, el esfuerzo siempre retribuye con creces, en cambio,  la pusilanimidad, orgullo y negligencia suelen acarrear males tan enormes como permanentes.

Actualmente se suele reverenciar el dictamen de los sentimientos como norma definitiva del actuar, y de la toma de decisiones, olvidando que lo que se percibe por los sentidos y sentimientos con frecuencia va cambiando en el tiempo, por lo que una actitud madura tiende a conjugar los dictámenes de la razón, de la conciencia moral, y de los sentimientos en una sola realidad, en la cual Dios no puede quedar relegado como espectador de nuestra vida pues,  es el protagonista principal del film de nuestra existencia: ¡En El somos, nos movemos y existimos!.

Esta madurez en el ámbito personal ha de impregnarse indeleblemente en la vida social, de tal manera que como la familia se ve enriquecida con el crecimiento y madurez de cada uno de sus integrantes, igualmente se requiere del fortalecimiento de la familia en relación a la grandeza de nuestra Patria.

Como indicó un mandatario del país del Norte hace seis décadas: “No te preguntes que puede hacer tu país por ti, sino lo que tú debes hacer por él”. Sin duda, la hipersensibilidad de ser sujetos de derechos en modo alguno puede asumirse desde una autonomía renuente a los correspondientes  deberes, lo cual,  parece constituir el “talón de Aquiles” de las nuevas generaciones, generosas a lo hora de exigir pero tardíos a la servir.

Ningún conflicto interno o externo, ninguna enfermedad o pandemia, y ningún rigor de la naturaleza, de los cuales, sobrada experiencia tenemos, pueden ocasionar males tan “cósmicos” como los que se obtienen al debilitar la familia tal como Dios la diseñó, al postergar a los más débiles como son quienes no han podido participar del banquete de la vida, pues por tres causales se les ha impedido hacerlo. ¿Creemos que una sociedad que legaliza el crimen trasladando el cuerpo nonato desde el vientre de la vida a un excusado y alcantarilla no tendrá una grave repercusión a nivel personal, familiar y social? 

Limitar nuestros actos morales a los sentimientos conlleva a tener una personalidad inestable donde el instinto suele dictar la última palabra en el obrar. Si ello lo extendemos a la sociedad entendemos que la causa del ahondamiento de las divisiones no surge únicamente de una situación económica cuyo progreso es evidente, pues bien sabemos cómo era la crudeza de la pobreza hace seis décadas a lo que es ahora,  normalmente sucedía que “nacido pobre, muerto pobre”, mas hoy,  puede haber un cambio muy importante en lo que a cuna y tumba se refiere.

 

Tampoco el quiebre actual se debe únicamente a una cuestión de edad y experiencia habida o faltante. En toda época los más jóvenes quisieron ser mayores y los de edad más avanzada añoraron los años de su juventud. La radicalidad en el quiebre intergeneracional hunde sus raíces en una doble causa que es primero, el debilitamiento de la fe y menguada práctica religiosa, y la otra es un la primacía del sentimiento en el discurso racional, de tal manera que lo que se presenta como verdad es aquello que sensiblemente se percibe.

En consecuencia,  la educación del corazón ha de ir de la mano con la educación de la razón, lo cual,  implica hacerlo “cuesta arriba” considerando aquello que Su Santidad Benedicto XVI denominó como “dictadura de  relativismo. Sin duda, un desafío no menor que requiere asumir la misión como una verdadera vocación, que exige de cada uno un grado eximio de dedicación, entrega perseverante y acrecentado espíritu de sacrificio, como de un fe sólida para obtener las gracias venidas de lo alto que son necesarias para hacer bien la tarea de sintonizar la razón y el corazón.

IGLESIA CERRO TORO VALPARAÍSO 

Quienes han dedicado sus mejores esfuerzos en vistas a obtener la independencia nacional haciendo realidad lo que Chile es y será un país en libertad, en todo momento han ido en la primera línea a la hora del espíritu de sacrificio y de servicio,  no en cuantos se han visto masivamente llevados por el vicio y desbocada violencia,  olvidando la  vocación de entendimiento y favoreciendo la del enfrentamiento. Ello se ha hecho en virtud de una organización que a esta hora resulta innegable, y cuya perseverancia sin duda,  no parece haber dejado cabo suelto.

Nos vemos -en consecuencia- exigidos a responder desde la convicción de nuestra fe en Cristo a la doble pandemia del Corvid-19 y del Octubre-18, que a la fecha, han ocasionado similares efectos : Pobreza, incertidumbre, temor, depresión, y angustia.

Hay personas, familias,  instituciones, y empresas que han debido soportar los peores virus de nuestro tiempo, durante los últimos once meses, lo cual, se cumplirá precisamente el día que celebramos la primera independencia nacional, que,  germinalmente se inicia este día para desplegarse en aquel lugar donde se alza hoy el templo votivo de Maipú, como faro mariano de bendición y compromiso.

 

En las horas más “cuesta arriba” de la vida de los hombres y naciones, el acto de implorar a la Virgen ha sido un recurso al que siempre han recurrido los creyentes porque han asumido el poder que tiene la oración hecha por medio de la intercesión de María santísima, que es prontamente atendida por  Jesús que como buen hijo, nada niega a su madre.

Por esto, así como aconteció en la alborada de la independencia, nuevamente llegamos a los pies de Nuestra Patrona, la Santísima Virgen del Carmen, para que asista a quienes tienen cargos de responsabilidad y dirección en la conducción del país, por aquellos que sobrellevan la misión de enseñar en todos los ámbitos y niveles, que en su misión de interpretar a Jesús maestro transmitan aquella única verdad por lo cual si vale la pena vivir, y sin la cual,  no es posible hacerlo buenamente.

Como católicos sabemos que nada hay más urgente y necesario que podamos ofrecer al mundo actual que la persona de Jesucristo, Dios y hombre verdadero. Por ello, protocolos, diálogos, acuerdos, votaciones solo pueden ser validados desde las mismas palabras de la Biblia: “En vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa” (Salmo CXXVI, 1), lo cual,  explica lo estéril que han resultado tantos escritos, declaraciones y acuerdos que suelen,  sino de palabra, en los hechos,  dejar fuera a Dios de la vida del creyente en sociedad.

Esto último lo comprendieron  a cabalidad los mejores hijos de la Patria como son los santos –Juanita Fernández Solar, Alberto Hurtado Cruchaga y Laura Vicuña Pino- y tantos otros “anónimos” que ya están en el cielo, constituyendo la primera línea virtuosa que puede, por su ejemplo de vida y poder de intercesión, producir el cambio verdadero que nuestra Nación requiere.

El debilitamiento de la fe, el liberalismo de las costumbres, el relativismo como norma existencial, hacen que el mal haya adquirido un protagonismo en estos últimos once meses, lo que parece un tiempo interminable, por esto, tal como acontece en las horas cruciales donde se juega “el todo o nada”, llega la hora de implorar a Dios que muestre su poder, su verdad, su misericordia  puesto que sólo en Él hemos puesto nuestra confianza,  toda vez que “sabemos en quien hemos creído” (2 Timoteo I, 12).

¡Que Viva Cristo Rey!

SACERDOTE DE VALPARAÍSO CHILE



 TEMA  :     “HUMILDAD AL CORREGIR Y SER CORREGIDO”.

FECHA: HOMILÍA  VIGÉSIMO  TERCER  DOMINGO   /   AÑO   2020.

La semana anterior vimos la severa reprimenda que hizo Jesús a Simón Pedro, luego que este le insinuara que el camino de la cruz era un contrasentido. Jesús le dijo: “Aléjate de mí Satanás, porque no ves las cosas como Dios sino que las ves como los mundanos”. El consejo de Pedro fue rechazado porque no se fundaba en el amor sino en otras consideraciones, por esto, de inmediato les enseña a sus discípulos el camino edificante de la corrección fraterna  que, sin duda forma parte de un mandato de Jesús, por lo cual, debemos tenerlo como una exigencia en vistas a  alcanzar la perfección, la santidad.

Por principio, el progresismo actual es renuente a corregir a los demás porque suele transitar de lo inmoral a lo amoral, es decir,  no se detiene  en la lucha de lo bueno y  malo sino que todo lo envuelve en el relativismo para quien sólo importa lo que es, independiente de su bondad o maldad.

La consabida expresión inglesa “no problem” y francesa de “laissez faire, laissez passer” apuntan a un elemento común que relega la realidad objetiva de las cosas y de nuestro actuar a un endiosamiento de la conciencia, tal como aconteció en el paraíso terrenal,  con lo cual,  las expresiones como “!me gusta”, “tengo ganas”, “lo siento”, “me nace” se alzan como definitivo argumento ante cualquier situación.

El juicio propio subyugado ante el subjetivo dictamen de quien, a nivel personal y como entidad social,  cierra  sus oídos, sus ojos, su corazón y razón a cualquier designio de Dios, revelado en la naturaleza y en la Sagrada Escritura. Por lo que podemos preguntar: ¿Qué lugar tiene corregir a quien yerra si acaso los actos humanos a nivel social e individual no son sujetos de moralidad ni virtud?

De igual modo: ¿Cómo implementar en este tiempo de abierta relajación de las costumbres, de un declive  evidente en la vida moral y espiritual de la sociedad, el camino de corregir a quien subyace en el error?

Convengamos que el camino fácil es callar para no tener problemas diciendo casi como una actitud digna de ser felicitada: “Yo no me meto con nadie”.  No tengo duda que la gran mayoría estará de acuerdo con estas palabras, pero sabemos que Jesús no guarda silencio ante la evidencia de un mal, ante la realidad de un pecado, si bien,  salvaguarda la necesaria distinción entre quien comete la falta (persona) y el pecado mismo (mal).

El episodio de la mujer adúltera es elocuente: “Yo no te  condeno, vete y procura no volver a pecar”. En instancias que las leyes de entonces exigían ultimar por lapidación a quien fuese sorprendido en una relación adúltera, nuestro Señor derrama su corazón misericordioso en aquel momento donde reinaban los  dedos acusadores y los puños cerrados, lo cual, de la mano va con la viva exhortación que hace: “Esfuérzate por no volver por el camino del pecado”.

San Agustín de Hipona nos legó unas expresiones fantásticas en medio de la abundancia  de sus escritos, una de ellas es: “dureza con el pecado, largueza con el pecador”. La indulgencia nace una vez que se ha verificado un mal y se ha dado un signo de arrepentimiento y deseo de conversión.

La tibieza a la hora de corregir constituye un grave error porque el guardar silencio ante un mal es homologable al acto de no mirar (ceguera voluntaria) y,  sentencia bíblica es que: “un ciego no puede guiar a otro ciego”. El mal ajeno no resulta inocuo para quien está llamado a corregir.

Ahora bien, a lo enseñado por Jesús en vistas al camino de la corrección fraterna: Primero hablar  a solas, luego con dos testigos, luego decirlo a la comunidad, y finalmente, considerarlo como un pagano. Según esto, veamos qué elementos son importantes al momento de considerar aplicar el mandato de la  caridad por medio de la corrección fraterna que invita Jesús en este día:

a). Quien ama corrige: La caridad es la plenitud de la Ley. Habitualmente existe como un “resquemor” al referirse a la “ley” como una realidad al margen de la vida interior, por lo cual, se suele oponer la ley al espíritu, más,  una fe enraizada en Cristo nos debe conducir hacia  una vida espiritual madura,  en la que se haga realidad lo dicho por Jesús: “no he venido a abolir la ley, sino a darle un pleno cumplimiento”. ¿Qué implica esa plenitud?

Todos los días de estos últimos diez meses he viajado ida y regreso desde la ciudad de Viña del Mar hasta Valparaíso, y he percibido cómo las infracciones del tránsito aumentan en número, flagrancia y gravedad, ante la falta de vigilancia y presencia del personal que corresponde por las razones evidentes de estar sobre exigidos a causa de la pandemia. El punto es que si, muchas personas, no ven control –entonces- hay descontrol vehicular, si no está la policía midiendo nuestra conducta caemos en el libertinaje, lo que es síntoma de una mala formación.

Nuestra visión de creyentes, atendida la invitación del Señor,  nos debe conducir a tener una visión positiva del precepto de la caridad, toda vez que ocupa un lugar de privilegio en la enseñanza de Jesús. En primer lugar, cuando se acerca un joven a preguntar qué hacer para lograr la bienaventuranza, le dice la importancia de una caridad gratuita, donde la medida aplicada sea que no tenga medida alguna (la medida del amor es amar sin medida).

En efecto, la caridad implica desprenderse de lo que poseemos incluida,  aquella pretensión ilusa de  “llevarse bien con todos” (nunca quedas mal con nadie), al precio –en ocasiones- de no decir toda la verdad, de no exigir coherencia entre la fe y la vida, en no valorar identificarnos con el Señor en ambientes adversos, bajo el pretexto de atribuir a Dios sea en su misericordia y paciencia la culpa de nuestra cobardía a la hora de ir a la corrección fraterna.

¿Quién soy yo para callar lo que Cristo quiere decir por medio de nuestro apostolado? ¿Cómo amordazar a Cristo que incluso a sus amigos corrigió con severidad y claridad? ¿Olvidamos que a Simón Pedro denominó Satanás y al apóstol  Felipe indicó que llevaba tanto tiempo y no le conocía aún o,  cuando,  en medio del Huerto de los Olivos les enrostró que preferían dormir a estar en plegaria vigilante junto a Él?

Quien se abstiene por “prudencia”, “conveniencia” o “respeto humano” por corregir fraternalmente es un deudor (Romanos XIII, 8),  adquiriendo una morosidad con Dios que quiere que su Palabra llegue por medio de esta obra de misericordia, lo cual,  puede ser tenido –por lo menos- como parte de los pecados de omisión hasta llegar a ser una negligencia culposa en materia grave.

Dice la Santa Biblia: “Yo reprendo y castigo a los que amo” (Apocalipsis III, 19). Por tanto,  el acto de no hacerlo es signo de menosprecio y abandono, sabiendo que el nombre de Dios es nuestro Padre, que nos ama y corrige a lo largo de toda nuestra vida.  Como Padre que nos ama, Dios nos corrige a lo largo de la vida

b). Seguimiento a la corrección: Algunas virtudes llegan al peldaño anterior del que logra la perseverancia. Tal como acontece en una obra de arte, o una pieza musical, la última nota de la sinfonía, el último brochazo en un óleo, el último golpe en la escultura logran la “obra maestra”, más,  el no hacerlo deja a esa obra como “mocha” e inconclusa. Por ello, si la causa de la corrección es porque se ama de verdad entonces,  no debemos desistir en el empeño por conseguir el cambio de una persona cuando se trata de algo tan fundamental como es la salvación.

Es fruto del amor la perseverancia en la corrección fraterna, donde quien es sujeto de la corrección como el que es objeto de ella, perciben finalmente,  la bondad y necesidad de esta obra de misericordia espiritual enseñada por el mismo Jesús toda vez que,  por medio de ella,  nos damos cuenta de lo que falla en nuestra vida.

Solemos decir: “Cuatro ojos ven más que dos”, y “uno no es juez de sus propia causa”, por lo que,  la ayuda de corregir caritativamente a quien está mal, es un imperativo para el creyente que debe sobreponerse al reinado imperante de multitud de los falsos respetos humanos.

El hecho de ser oportuna y caritativamente corregido acrisola el orgullo que aumenta ante la falta de quien nos diga que vamos mal en algo, que no estamos actuando bien. La virtud de la humildad debe hacernos descubrir  que aquel que nos ayuda por medio de la corrección fraterna no es alguien que nos quiere dañar sino más bien, se trata de una eficaz ayuda  en el camino de perfección y santidad. Por esto, cuando es el amor lo que hace ir donde alguien está equivocado en materia fundamental, quien recibe la corrección percibe que permanece en un error y,  el orgullo declina para se alce la virtud de la humildad de reconocer y agradecer, elementos que son genuinamente cristianos.

La Corrección Fraterna nos ayuda a mejorar porque tomamos conciencia que otros se han dado cuenta de nuestro error. Cuando un automóvil tiene una falla en su funcionamiento a veces no nos damos cuenta de un ruido que otra persona sí puede percibir y saber dónde está la falla, de modo semejante pasa con nuestro camino de santidad, en ocasiones a causa de nuestra superficialidad, por acostumbramiento, o por mala formación, no evidenciamos un error, una falla, un pecado, una imperfección que si otros se pueden dar cuenta con facilidad.

c). Sin rezar no corregir: Cuando Jesús pide algo que sabe que nos va a costar siempre nos invita a recordar la necesidad de orar. De manera especial,  al referirnos a la corrección fraterna que exige una disciplina interior muy segura, toda vez que,  es un medio de caridad que supone el cumplimiento de muchas otras virtudes. No se trata de decir: “iré a corregirlo”, porque al igual que en otras materias, se requiere de nuestra oración para colocar en las manos de Dios las palabras y acciones más oportunas, para que el consejo dado no se realice de manera precipitada ni tardíamente, más bien oportunamente,  según el querer de Dios.

En medio de la Novena de la Natividad de la Virgen, imploramos que Ella interceda por nuestra Patria, en orden a iluminar la conciencia moral con las gracias que su Hijo y Dios no le niega, para que la grandeza de haber obtenido nuestra  independencia y libertad en este Mes repercuta en el bien espiritual y material de cada uno de sus habitantes recordando que “en vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa”. Amén.

¡Que Viva Cristo Rey!

 

TEMA  :  “MENTE ABIERTA PARA AMAR Y OBEDECER A DIOS”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO VIGÉSIMO SEGUNDO AGOSTO 2020

“Tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres”. Dura expresión del Señor Jesús hacia aquel que horas antes recibió el encargo de apacentar las ovejas siendo piedra de apoyo y no un corcho que baile al oleaje de los tiempos y poderes de este mundo.

Esta expresión fue precedida por una aún más fuerte: “apártate de mí Satanás”, lo que todo bautizado debe meditar hasta qué punto la mayor cercanía con Jesucristo implica un mayor grado de compromiso y responsabilidad. ¡Con Dios nadie puede jugar!

¿Qué criterios podemos tener para discernir correctamente esta invitación que nos hace el Señor?

a). “Escuchar al Señor”: A diferencia de otras épocas la actual carece del aroma de Dios a nivel social, más bien,  subyace un elemento putrefacto que se esparce por las redes de una sociedad que en ocasiones adquiere la forma de una “alcantarilla” más que “redes sociales”. En nuestra sociedad actual todo parece importar menos lo que realmente lo es, llegando a converger determinados “paradigmas” del mundo secularizado (globalismo ateo) con el neoliberalismo-sicologista en amplios ambientes ad intra ecclesia, entre los cuales, el de los autodenominados “consagrades” parece ser su primera línea.

Por medio de esto,  se busca con denuedo todo aquello que hace “ruido” y que mantiene permanentemente ocupado, conduciendo a la vorágine de un activismo vacío, que ocupa tiempo pero no satisface, que se presenta como fecundo pero en el fondo es estéril…que hace mucho sin  hacer nada….mucha obra social sedienta de vida espiritual…mucha misión sin pasión.   

Este es, en parte, el origen del drama del creyente en sociedad hoy, que prefiere escuchar los dictámenes de las mayorías volátiles, que quema incienso a lo creado olvidando de hacerlo hacia su Creador como tantas veces los salmos y profetas lo señalaron en un lenguaje tan figurado como es menester recordar una vez más: “Sus ídolos son de plata y oro obra de mano de los hombres:  Tienen boca , y no hablan; ojos, y no ven; orejas, y no oyen; narices, y no huelen; sus manos no palpan, sus pies no andan; no sale de su garganta un murmullo. Semejantes a ellos serán los que los hacen, y todos los que en ellos confían” (Salmo CXV, 4-8).

¿Será ésta la causa de verificar una pastoral  que parece llenarse de protocolos para abrir “por goteo” los templos habiendo emitido sólo un párrafo para cerrarlos “a raudales”?

¿Será acaso esto el real querer de Dios? O más bien, puede ser parte de la mirada solapada, “con chanfle”, o “ladina”, de quienes obsecuentes hacia una ideología liberacionista, fuertemente desplegada en Chile desde la década del sesenta, han preferido el servilismo al mundo antes que el servicio al Único y Verdadero Señor por quien sí vale la pena vivir y arriesgarlo todo?

La severa reprimenda que hoy hace Nuestro Señor a Simón Pedro, que no dudo algún exégeta renombrado  traducirá como un simple consejo,  es una llamada a cada uno de nosotros en orden a escuchar al Señor, a dejarle hablar en nuestro corazón y en nuestra vida, incluida la que se despliega en sociedad evitando tantos complejos como falsos respetos humanos.

Mas aquí (en Chile) los católicos amordazamos a Dios para que permanezca mudo, para que su voz no tenga repercusión alguna en la vida social excepto en lo referente a aquello que no resulte molesto como perdonar hasta  setenta veces siete, comer y beber su Cuerpo y Sangre en cada Eucaristía, medir a los demás con la medida de Dios para ser tratados en misericordia, cargar con la cruz de cada día, visitar al que está detenido, dar de comer al que tiene hambre, o anunciar la necesidad de la conversión de vida por medio del apostolado.

b). “El Señor lo llevó aparte, a solas”: Toda oración implica siempre un cierto grado de “aplicarse” o “focalizarse” –dirán algunos- , es decir,  de apartarse de lo que nos resulta habitual, para centrarse en el amor de Dios y simplemente conversar con Él, asumiendo que a ese encuentro más vamos a escuchar su voz que a repetir la nuestra.

Esto hace que nuestra sociedad deba aprender lo que es orar para saber que nuestra naturaleza está dotada de dos orejas y una boca para escuchar más de lo que decimos, asumiendo que en el camino de la oración las alas de la alabanza y adoración han de ir a la par con las de la súplica y petición. Una vida espiritual madura, que no dice relación con la dimensión etaria, no deja de exponer lo que necesita reconociendo la grandeza, y la primacía de la voluntad de Dios en nuestra vida orante, tanto a nivel personal como comunitario.

 

 

Particular énfasis damos al valor que tiene la oración litúrgica, en este tiempo de pandemia muy postergada, con toda la sublimidad que encierra,  con la riqueza bimilenaria de textos nutrientes tanto de la Sagrada Escritura como de la vida orante  de los Santos. Esa experiencia concede a cada parte del Misal a erigirse como  trampolín eficaz para aprender en la escuela más segura de oración, donde la que la voz tenue del Espíritu Santo parece resonar con fuerza en cada corazón.  

c). “Negarse a sí mismo”: Sin duda entre los criterios reinantes en la vida actual, está la centralidad del hombre como fin de todo, lo que conlleva dos elementos que la develan inequívocamente: el individualismo y el egoísmo. Ambos guían la conducta particularmente de las generaciones más jóvenes, donde el voluntariado gratuito, -no sólo de lo pecuniario sino de todo lo relacionado a la fama y lo lúdico-  cada vez parece ubicarse entre las especies en extinción.

Y es algo evidente porque la falta de fe en Dios y de reconocimiento de su primacía lleva al hombre a encerrarse en sí mismo olvidando que sólo el amor a Dios libera a cada creyente de la cárcel del egoísmo haciendo de la realeza de Cristo una rareza en nuestros días.

Quien se “niega a sí mismo” es capaz de dar sentido pleno a su vida, a cada momento que vive asumirlo como una oportunidad para hacer algo meritorio por amor a Dios, y en consecuencia, en beneficio de los que están a su alrededor procurando estar atento a las diversas necesidades espirituales y materiales, anticipándose a sus requerimientos, salvaguardando su dignidad desde la gestación hasta la muerte natural, nutriendo de espiritualidad la sociedad de la que forma parte, y se sabe parte en vistas a procurar que siempre Reine el Rey.

d). Tomar la cruz: Luego de los milagros y hermosas palabras de reconocimiento en Cafarnaúm que conocimos la semana anterior, donde todos estaban felices por lo dicho a Simón Pedro, en orden a que nunca el mal prevalecerá sobre la Iglesia, lo señalado por Jesús vino literalmente a “aguarles la fiesta” de la lógica que no acababan de desprenderse. ¿Para qué tomar el signo ignominioso de los condenados por los mayores crímenes como estandarte de vida? ¿Qué sentido tendría “tomar un crucifijo”? ¿Para qué sufrir  si puedo gozar?  Indudablemente, el camino de perfecta configuración con el Señor Jesús pasa por ir con Él por la senda que recorrió. ¡Por medio del atajo “negacionista” del calvario  simplemente no se llega al cielo!

e). Seguir a Jesucristo: Es lo que hicieron los apóstoles y lo que han hecho particularmente los santos mártires que prefirieron vestirse con la indumentaria moral del profeta Jeremías que hemos escuchado en la Primera Lectura que con el disfraz de bufón de las cortes del liberalismo y progresismo. Notable lección del joven Jeremías que reconoce ser “la irrisión (burla) cotidiana: todos me remedan (parodia)” (v8), mas ello constituye  un anticipo de lo que luego enseña el Apóstol en la Segunda Lectura  respecto del seguimiento fiel a Cristo: “No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto” (Romanos XII, 2).

f). Perder la vida por amor al Señor: El último punto nos refiere a nuestra Madre del Cielo, aquella que en la antigüedad se solía representar con el motivo iconográfico de  la odighitria es decir,  la que (con su mano derecha) nos indica el camino. Ese es el papel de nuestra madre de guiar, abrir senderos, encaminar con  sabiduría, suavidad y constancia, tal como lo hace la Virgen con cada uno y con la Iglesia, cumpliendo la misión encomendada por Jesús en la Cruz: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, a la vez que tomando morada en el hogar del joven apóstol Juan Evangelista que “la recibió en su hogar”.

Por singular designio de Dios –que siempre es libre para hacer el bien que quiera- fue la Virgen la que desde el amanecer de su vida fue capaz de donar su vida, por lo que no solo es el mejor ejemplo que podemos tener sino la más eficaz intercesora para obtener cuanto requiere nuestra alma para crecer en santidad, de modo especial, sintoniza con el que deposita todo su interés por cumplir la voluntad de Dios.

Lo anterior conduce al creyente a una disposición permanente de servicio hacia los demás, con el claro propósito de ser un medio facilitador de la bendición de Dios preferencialmente hacia quienes deambulan en el cruce de caminos  entre la nostalgia de lo sagrado esquina pesadumbre del egoísmo.

Para ello, vemos que como toda madre, la Virgen ejerce una eficaz e insustituible mediación en orden a sacar “brillo” a aquellos talentos concedidos por el Señor, los cuales,  de suyo,  son dados para bien toda la Iglesia, por lo que así como la madre “saca el trote” a sus hijos en orden al cumplimiento de los deberes, la Madre del Cielo lo hace respecto a la abnegación, entrega y sacrificio, realidades tan postergadas frecuentemente en el léxico y cultura actual. Por esto, Jesús indica que “aquel que pierda su vida –por su causa- la encontrará”, y es –precisamente- lo que celebramos hace unos días cuando contemplamos el misterio de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma a los cielos, recibiendo el premio de la bienaventuranza…ganando lo que perdió. Una vez más, pedimos a nuestra Madre Santísima la gracia de la perseverancia, particularmente en este tiempo. ¡Que Viva Cristo Rey!  Amén.





 Actividades Septiembre 2020













jueves, 3 de septiembre de 2020


CARTA DEL OBISPO EDUARDO TAUSSIG

  A CURA PÁRROCO DE PUERTO CLARO 


San Rafael, Mendoza. Martes 1 de Septiembre 2020.


Querido Padre Jaime:


He recibido hoy su carta del pasado 7 de agosto y me disculpo por responderle por este medio, a riesgo de no llegar a hacerlo nunca de otro modo. 


Recuerdo nuestro encuentro en Viña del mar, cuando fuimos de vacaciones con el Seminario. 


Le agradezco su carta, comprendo su dolor y las tremendas dificultades que afronta su diócesis por los errores y males del pasado. Me hago cargo de su dolor, su angustia y su aprensión y los hago míos. 


Le agradezco sus oraciones, su delicadeza en las apreciaciones y su amor a la Iglesia. 


Rece mucho para que pueda cuidar del mejor modo a los seminaristas en la futura etapa que debemos afrontar. 


También por el clero, por la diócesis de San Rafael, que sufre con mucho dolor y desconcierto el cierre del Seminario. 


De todos modos, estoy seguro que Dios sacará bienes mayores de los males que no ha querido, que permite como una poda para frutos más abundantes y excelsos en el futuro.


 Fraternalmente suyo,



+ Eduardo María Taussig

     Obispo de San Rafael





CARTA DEL RECTOR PONTIFICIA UNIVERSIDAD

CATÓLICA DE SANTIAGO A CURA PÁRROCO

                                                                                               

Santiago, 25 de agosto de 2020 GR.118.20


Pbro. Jaime Herrera González

Parroquia Puerto Claro

Calle Santos Tornero 215 Cerro Toro

VALPARAÍSO

Estimado Padre Jaime:

Junto con saludarlo, acuso recibo de su carta de fecha 17 de julio, referida al profesor Sebastián Gray Avnis, académico de nuestra Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos.

Junto con agradecer su misiva, quisiera manifestarle que genuinamente creemos que las expresiones del profesor Gray fueron desafortunadas y un error; no obstante consideramos también que habiendo presentado sus disculpas, es justo reconocer que en su trayectoria ha evidenciado un férreo compromiso con la misión de nuestra Universidad, siendo un aporte en la docencia con nuestros estudiantes.

Por otra parte, como universidad nos encontramos abocados a temas de gran relevancia para el contexto social y sanitario del país que nos ha impuesto la pandemia y que exigen que nuestros esfuerzos se encuentren orientados en esa dirección. Confiamos en Dios que situaciones como esta no vuelvan a ocurrir con miembros de nuestra comunidad. Reciba un cordial saludo, 


                                        Ignacio Sánchez D.

                                                   Rector