jueves, 31 de agosto de 2023
TEMA : “YA RABBI YASSON”…”OH, MI SEÑOR JESÚS”.
FECHA:
HOMILÍA DOMINGO VIGÉSIMO PRIMERO AGOSTO 2023
Habiendo trascurrido un
tiempo, marcado por milagros y enseñanzas de Jesús que como un cometa fueron
dejando una “estela” de comentarios a
su paso, el Señor decide detenerse un momento para rectificar el camino que
iban recorriendo. En efecto, muchos con gran entusiasmo le seguían luego de los
numerosos milagros que realizaba, atribuyéndole un carácter mesiánico temporal
que les serviría para recobrar su independencia perdida, otros quedaban
deslumbrados por la novedad de sus enseñanzas dando importancia a lo que decía
como algo estrictamente transitorio. En uno y otro caso nada de reconocer el
ser divino y humano de Jesús.
Jesús hace una primera pregunta,
la cual, obtendrá profusión de
respuestas porque se refería a lo que terceros decían del Señor, por lo que
nada perdían con evidenciar lo que otros decían sobre Cristo, de modo particular
si lo vinculaban con algún personaje del pasado bíblico como fue el caso.
En el mundo de los
periodistas y en las redes sociales se pueden escuchar ácidos comentarios de
personas cuando se refieren a terceros,
llegando al punto que uno piensa si quien las emite está en su sano juicio por
el alto grado de falta de lógica y odiosidad.
Nadie negará que estamos
en medio de una sociedad que hipervaloriza
el grado de conocimiento que se tengan de las acciones realizadas con “me gusta”, “número de comentarios” y “visitas”
a las redes sociales, todo lo cual –en ocasiones- hace creer que lo más conocido
y reconocido es sinónimo que es verdad, como si esta (verdad) estuviese anclada en el número de cuántos la
sostienen que en la certeza misma de la verdad. Una mentira sostenida por una mayoría
nunca será verdad, por lo que la sabiduría y fortaleza de los mártires es una
verdadera escuela para descubrir cómo saber oponerse ante el error masificado hecho estilo de vida.
Lo anterior, nos lleva a
las respuestas dadas por los Apóstoles. Uno afirmó que lo comparaban con Juan Bautista,
por el estilo de vida, de manera
especial, por la exigencia del bautismo
para alcanzar la Vida Eterna, como ejemplarmente enseñó en la riberas del Rio Jordán
y luego, en el dialogo con aquel
magistrado judío de nombre Nicodemo a quien dijo: “Si no renaces del agua y del Espíritu Santo no tendrás vida
verdadera”…Muy claro el sentido de las palabras de Jesús: ¡Fuera de la
Iglesia no hay salvación! ¡Extra Ecclesian nulla salus!
Otro indica que es el
profeta Elías: Nacido en Tishbé cercano al Rio Jordán. Fue un verdadero
“soldado de Dios” frente a las
idolatrías de su tiempo, imperantes en gobernantes y en el pueblo infiel a la
alianza con Dios. Esa radicalidad in dujo a que muchos homologasen la figura de
Jesús expulsando a los mercaderes del templo con aquel profeta que desafió a
los adoradores baalaistas.
Finalmente, uno de los
discípulos recuerda haber escuchado que a Jesús lo asimilaban al profeta Jeremías,
en virtud a que éste como Jesús desenmascaraba la corrupción social,
recriminaba a quienes rompían la alianza con Dios y hablaban de paz y no había.
Sin duda, Jesús como los tres personajes citados por los Apóstoles era un“signo de contradicción” que resultaba
molesto a estas alturas para muchos, por ello, los
judíos lo querían prender, de los pueblos sebastenos o samaritanos
era cuestionado, los habitantes gadarenos
“le pidieron que se fuera de sus tierras”
(San
Lucas VIII, 34) y hasta en su ciudad Nazaret “intentaron despeñarlo por un barranco” (San
Lucas IV, 29).
Cuando todos respondieron
a lo que Jesús preguntó se produjo un silencio, como esperando su aprobación, más
surgió una segunda pregunta: “¿Y ustedes,
quién dicen que soy?”. Nuevo silencio, esta vez más evidente, porque comprendieron
que Jesús requería una respuesta personal, lo cual, los involucraba, a partir
de ese momento de manera decisiva.
La gracia transmitida por
el Espíritu Santo se posa en la mente y corazón de Simón Pedro, a quien Jesús
erigiría como “piedra sobre la cual
edificaría su Iglesia” (San Mateo XVI, 16). Sin duda, el don
del Espíritu Santo de Entendimiento relacionado directamente con la Fe, por
medio del cual, comprendemos lo que de
Cristo refieren las Sagradas Escrituras.
No fue una respuesta
nacida del simple entusiasmo, no fue una respuesta irreflexiva, sino unas
palabras que tienem raíz en Dios que las inspiró: “Esto que dices no te lo ha revelado ni la carne sino Dios” (San
Mateo XVI, 17).
La confesión de fe de San
Pedro no es algo individual, sino que habla a Jesús a título personal y a
nombre del resto de los Apóstoles, cuyo silencio no era porque nada tuvieran
que decir, sino para ceder que Simón Pedro afirmara con ellos y sobre ellos, lo que le había sido revelado. Este punto
resulta basilar en Cafarnaúm, porque muestra un aspecto fundamental de la fe
que ha de ser vivida en comunidad evitando un individualismo que a la postre
siempre es estéril.
Sin duda, lo anterior
constituye la gran tentación de nuestro tiempo al interior de la vida eclesial,
puesto que, desde hace medio milenio se
instauró desde el protestantismo un individualismo que tiene diversas
variantes, entre otras en el mundo cultural, familiar y cultual. La “solo fe” hace que se esgrima hoy que
podemos tener una perfecta relación con Jesús al margen de la Iglesia, lo que
conlleva olvidar que fue (precisamente) el mismo Jesús quien habló de “instituiré mi Iglesia” (San
Mateo XVI, 18), estableciendo la comunidad de creyentes
como una verdadera embarcación que zarandeada por el secularismo no deja de
navegar con vientos favorables y adversos.
La confianza que muestra
Simón Pedro al reconocer a Jesús como el Mesías esperado, al ser dada, acompañado del resto de los discípulos, nos enseña que la fe se fortalece creyendo, y que
sólo un creyente puede contagiar a quien se encuentra dubitativo y temeroso,
tal como fue esta primera intervención de San Pedro, y como lo haría luego de la irrupción del
Espíritu Santo en el Cenáculo de Jerusalén a nombre de los Apóstoles,
cumpliendo el mandato dado por Jesús: “!
Tú ve y confirma en la fe a tus hermanos! (San Lucas XXII,
31).
¡Cómo cambio la vida de
San Pedro y los Apóstoles al reconocer a Jesús!
Sostenidos por la gracia implorada por Jesús directamente al Padre
Eterno: “Yo he pedido a Dios que te ayude
para que te mantengas firme”( San Lucas XXII, 32) nos esforzaremos por contagiar
esta certeza de sabernos sostenidos por
el Señor en todo momento sabiendo que –como recordábamos la semana pasada en el
episodio de la mujer cananea- al comienzo,
durante y fin de todo acto meritorio siempre permanece el aroma de la
bondad de Dios y su diestra tan poderosa como providente.
Ni ocultos ni
arrinconados: El tiempo que vivimos, con toda sus contradicciones es la mejor
oportunidad que el Señor nos ha dado para vivir la fe que en la Iglesia hemos
recibido, y de la cual, estamos llamados a ser testigos sin dobleces ni
“recreos morales”.
El mundo del relativismo
debe ver en cada católico un ser
irreductible que procura vivir de la gracia de Dios, haciendo (Él
mismo) que nuestros tropiezos y caídas sirvan para nuevos anhelos
y metas de perfección y santidad. No olvidemos que fue a San Pedro quien Jesús
le prometió el don de la infalibilidad, lo que implica no caer en error por
contar con la asistencia directa del Espíritu Santo a la hora de formalmente
enseña una verdad que ha de ser creída, pero Jesús nunca le ofreció el ser
impecable, lo que implica ausencia de pecado. ¿Puede haber un Pontífice
pecador? Sí, San Pedro –el Primer Papa- fue uno.
Conversando con un
conductor de Didi me preguntó algo muy serio: “¿Qué pasa con los chilenos que son tan incrédulos?” afirmando
luego que “de cada diez personas que
llevo, ocho se declaran no solo ateos sino que la gran mayoría son contrarios a
Dios, emitiendo duros epítetos –incluso- a Dios mismo”.
En media hora de viaje
desde Viña del Mar a mi parroquia tuve una muy seria conversación sobre el don
de la fe, recurriendo al testimonio de los Apóstoles tanto como hoy en Cafarnaúm
como luego en el mismo Jerusalén.
¡Que fuerza interior de
San Pedro! Lo vemos en la vida de los mártires y de los mejores hijos de la
Iglesia que son los Santos, que han dado su vida por profesar hasta el último
suspiro que la vida vale la pena vivirla siempre con Dios a nuestro lado.
Recientemente, el quince
de febrero del año 2015 un grupo de veintiún católicos de rito copto fueron
degollados por el grupo islámico Isis en Libia. Al momento de morir se ve que
cada uno de ellos, sin desesperación alguna, repitieron moviendo sus labios: “Ya Rabbi Yassou”, lo que significa: ”Oh, Mi Señor Jesús”.
No sé si puede haber un
momento de mayor crueldad como es la que vivieron este grupo de santos
creyentes, pero estoy cierto que ellos alcanzaron la Bienaventuranza eterna con
un pie puesto en la tierra y otro en el Cielo al momento de ofrecer
voluntariamente su alma a Dios.
Es verdad que son pocos
los casos de martirio en relación al número de creyentes que hay en el mundo,
más, es creciente la cantidad de naciones donde la
fe se encuentra excluida, cuestionada y perseguida. Silenciado por los medios
de comunicación y como naturalizando los hechos que marginan a los creyentes vemos que el Señor nos ofrece una nueva oportunidad de ser sus testigos.
En Nicaragua esta semana
fueron confiscados o “estatizados” todos
los bienes de la Congregación de los Jesuitas; en Estados Unidos fueron recortados
los fondos para las Religiosas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta porque se oponen a
las prácticas abortivas propiciadas por el actual presidente…que se declaró
católico y lloró en medio de un discurso del actual Sumo Pontífice: “¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma?,
y en Chile desde el 2016 a la fecha unas cincuenta capillas y parroquias
han sido quemadas, siendo uno de los países con mayores actos terroristas
adversos a la fe en el mundo.
¡A tiempos recios, corazones recios! San Pedro en Cafarnaúm nos
enseña a “defender nuestra fe” en
toda circunstancia. Mas, el ejemplo de San Bartolomé, Patrono de Galicia, nos
recuerda que el camino del apostolado pasa por una fe que permee toda nuestra
vida, sin dejar al margen nada, sin que haya “cajoneras secretas” a las cuales ni el mismo Dios parezca tener
acceso. Dar al Señor un espacio total en nuestro corazón, otorgar a Dios la primacía
de nuestros pensamientos y afectos, permite que la fe se expanda por aquellas
obras descrita por Jesús en el sermón denominado juicio de las naciones: “Una fe sin obras, es una fe muerta”.
Por esto la clave actual
consiste en integrar la fe en el día a día, pues sólo cuando Dios está en el
centro, las cosas salen mejor y se vive mejor. ¡Por qué sentirse coartados de
decir “voy a la Santa Misa” y no
hacerlo cuando practicamos un deporte cualquiera. ¡Vergüenza para pecar,
más nunca por hacer el bien!
¡Que Viva Cristo Rey!
TEMA : GRANDEZA DE LA VIRTUD DE LA FE Y LA HUMILDAD.
FECHA
: HOMILÍA DOMINGO VIGÉSIMO MES AGOSTO DEL 2023
La importancia de este
episodio se funda en las palabras del mismo Jesús: “Mujer que grande es tu fe!”. Precedido del desencuentro con el fariseísmo
Jesús se encamina a tierras “no judías”,
paganas diríais donde realiza este milagro. Este milagro no es para satisfacer
una necesidad “básica” de vestuario,
alimento o salud, sino se trata de una menor enferma a causa de una posesión diabólica, cosa que el Señor
no mira desde lejos ni coloca en forma humorística como algo irreal, sino que
lo hace al punto de liberar a aquella niña del mal.
En nuestro tiempo al
interior de la Iglesia se cree poco respecto de la existencia del Maligno, lo
cual, está definido como “verdad que ha de ser creída” por el Magisterio
perenne, encontrando en múltiples textos de la Santa Biblia diversos versículos
que confirman con toda claridad la existencia del Satanás y su interés por
alejar las almas de Dios por medio de la tentación
consentida que es el pecado.
Sin duda, la técnica
usada por Satanás puede cambiar dependiendo a quien tienta, y en qué sociedad se mueve, lo cierto es que no
descansa y persiste con furia de manera especial, en aquellas almas y comunidades donde se
procura dar el culto debido a Dios, en aquellos ámbitos como la familia y el
mundo de la educación donde se desea dar a conocer la verdad de Dios en medio
del mundo actual. Son esos “ámbitos”
o “lugares” donde la maldad suele
empecinarse porque mientras aquellos que le sirven ya están esclavizados los
que se esfuerzan por vivir en santidad son para el Maligno una preciada
oportunidad de algo que no le pertenece.
El apostolado nuestro, en
esta época no puede prescindir de esta realidad, que existe el Maligno y la
maldad, contra el que hemos de estar vigilantes y en actitud combativa pues,
como dice el apóstol. “El Demonio anda
como león rugiente buscando a quien devorar”. Por ello, no podemos andar en
la vida como creyentes como aquel turista que camina desprevenido en medio de un zoológico abierto africano donde los leones andan sueltos, con alto grado
de posibilidad que de quien actúa de esa manera termina siendo un festín de las bestias, lo que en el caso de la
vida espiritual, es acabar sucumbiendo
al pecado exponiéndose a la eterna condenación. Jesús dijo: “Estad atentos y vigilantes!
Mas esa actitud despierta
y vigilante debería estar revestida de una oración
y penitencia tal como fue la que Jesús tuvo en medio del desierto para
enfrentar la triple tentación de Satanás. Las cosas del Maligno no se
solucionan por generación espontánea, tampoco Aquel suele tentar usando una
especie de “tómbola de la suerte”, sino que lo hace buscando a quienes más
despreocupados viven en orden a dar lo que
Dios le corresponde, haciendo de la vida un juego permanente donde a las
realidades referidas al Señor se les deja como algo accesorio o suntuario
(adorno).
El Evangelio nos presenta
a una madre que se acerca a Jesús y le implora: Nada de lo que tenemos es fruto
exclusivo de lo hacemos, porque en ello Dios ha ocupado un lugar decisivo en
todo momento, de tal manera que su mano
providente más que ser un impulso a lo que hacemos, constituye un colocarnos en sus manos, por lo cual, su ayuda está al
inicio, durante y fin de todo acto meritorio, lo cual, nos lleva a reconocer con toda propiedad: “¿Qué tienes tú que no te haya sido dado?”. Humilde es quien sabe se debe a todos y de
todo.
Sin duda, constituye una coraza muy poderosa la virtud de la humildad con la que se
acerca a pedir un milagro la madre descrita por el Evangelio. No expuso ante Jesús
su condición de mujer, que por esos años era muy postergada en toda las
sociedades del Oriente, sino que evidenció
con claridad su realidad de madre,
quizás para hacerle recordar el rostro de aquella que llamarán “Bienaventurada todas las generaciones”, constituida
como medianera universal de toda gracia desde el momento mismo de la Encarnación.
Leemos en el Santo Evangelio que “El Señor Dios miró la humildad de su esclava”, que “Dios ensalza a los que viven la humildad y
abate a los que son soberbios”, sentenciando que: “El que se humilla será ensalzado, y aquel que se ensalza será abatido”.
Esta virtud, tan
agradable a los ojos de Dios, consiste en un laudable rebajamiento de sí mismo
por conocimiento interior, porque se tiene una sabiduría especial para asumir
la propia pequeñez y limitación, oponiéndose con fuerza al deseo personal de
destacarse, ser reconocido, y ser visibilizado. Una persona humilde de verdad
no sólo sonríe y es feliz cuando está rodeado por muchos que le reconocen sino
–también- lo es en medio del silencio y
soledad y eventual postergación. La gran Teresa de Ávila decía sobre la virtud
de la humildad que es “andar en verdad;
que lo es muy grande no tener cosa buena
de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende anda en
mentira”.
En efecto, la virtud de la humildad suele crecer en la medida que mejor nos conocemos y
percibimos las propias limitaciones, cosa que la tentación nos hace hacer exactamente
en manera opuesta: En vez de agrandar las imperfecciones y ser sobrios en los
logros, solemos justificar cada una de las imperfecciones y adornar
profusamente los éxitos, medida
totalmente distinta a la usada hacia el prójimo, a quienes relativizamos su grandeza y
empequeñecemos sus méritos.
Un aspecto muy importante
que destaca el evangelio de hoy, es que la mujer cananea en tres ocasiones
reconoce el Señorío de Jesús al
denominarle como “Señor”, lo cual, a esa
fecha, no lo habían hecho ni sus propios discípulos. ¡Qué grande es tu fe, mujer! Es la respuesta de Jesús, que produjo
la salud total de aquella menor posesa. Mas, no se trata de una fe basada en
entusiasmos ni gustos, sino en la “determinada
determinación” de reconocer a Cristo como “Señor”, lo que implica evidenciar su carácter mesiánico y su
condición de Hijo Unigénito de Dios. ¡Toda una audacia para ser aquella mujer
una persona proveniente del paganismo!
El Apóstol San Pedro nos
dice: “Sed humildes unos con otros”. Si
acaso la virtud de la humildad nace de
conocer nuestras limitaciones, deducimos que al momento de corregir al prójimo
tendremos un corazón amplio para saber hacerlo de modo oportuno y caritativo,
puesto que, aquel que ha recibido mucho
amor al saberse participe de la misericordia se esmerará en vivirlo hacia quien
debe en algún momento guiar, corregir o enseñar. Por lo tanto, la base del
éxito de una corrección fraterna es que nace de un corazón humilde, ello tiene
más incidencia que si se hace incluso de manera oportuna y paciente. Es que si
la virtud de la humildad cautivó el Corazón de un Dios, ¿Cómo no ha de hacerlo con el de una de sus
criaturas?
Con frecuencia vemos que
oración y humildad van de la mano, porque sólo un corazón sencillo es capaz de
doblar sus rodillas y corazón para reconocer a Jesús como Señor, tal como la
mujer cananea lo hace este día donde “gritaba
diciendo: Ten compasión de mí, Señor Hijo de David”…Luego vino a
arrodillarse ante Él y le dijo: “¡Señor,
socórreme!” diciendo finalmente: “!
Hasta los perros comen lo que cae de la mesa de sus amos!”
Pidamos que este ejemplo
de humildad y oración sea parte de la vida de nuestra Iglesia, con las palabras
de un santo monje irlandés, beatificado en nuestro tiempo: (Don
Columba Marmion O.S.B.).
Oración: “Jesús, dulce y
humilde de corazón, óyenos. Jesús, dulce y humilde de corazón, escúchanos. Del
deseo de ser estimados, líbranos, Jesús. Del deseo de ser amados líbranos,
Jesús. Del deseo de ser buscados, líbranos, Jesús. Del deseo de ser alabados, líbranos,
Jesús.
Del deseo de ser
honrados, líbranos, Jesús. Del deseo de ser preferidos, líbranos, Jesús. Del
deseo de ser consultados, líbranos, Jesús. Del deseo de ser aprobados,
líbranos, Jesús. Del temor de ser humillados, líbranos, Jesús. Del temor de ser
despreciados, líbranos, Señor. Del temor de ser rechazados, líbranos, Jesús.
Del temor de ser calumniados, líbranos, Jesús.
Del temor de ser olvidados, líbranos, Jesús. Del temor de ser ridiculizados,
líbranos, Jesús. Del temor de ser burlados, líbranos, Señor. Del temor de ser
injuriados, líbranos, Jesús.
Oh María, Madre de los
humildes, rogad por nosotros.
San José protector de las
almas humildes, rogad por nosotros.
San Miguel Arcángel, que
fuiste el primero en abatir el orgullo, rogad por nosotros.
Todos los justos,
santificados por la humildad, rogad por nosotros.
¡Oh, Jesús, cuya primera
enseñanza ha sido ésta: Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón,
enseñadnos a ser humildes de corazón como Vos”
¡Que Viva Cristo Rey!
TEMA
:
“LA FAMILIA COMO SACRARIUM
TRINITATIS”.
FECHA: HOMILÍA CATEDRAL SAN AMBROSIO AGOSTO 2023.
Queridos novios: Con gran
alegría nos reunimos en esta iglesia Catedral de Linares, dedicada a San
Ambrosio, para celebrar la Santa Misa en medio de la cual recibirán el
sacramento del matrimonio, quedando vuestras almas unidas por la gracia de
Dios.
La genialidad del
recordado Papa Benedicto XVI recordaba en un encuentro con las familias de Milán
que eran un “sacrarium Trinitartis” en
palabras del San Ambrosio. En este
sentido, como analogía referida a Dios,
limitada por cierto, un teólogo medieval llama a la familia como “la Trinidad en la tierra”, lo que
conlleva a destacar en toda su amplitud la grandeza del don recibido por estos
novios en este día no exento de una responsabilidad sin fecha de vencimiento.
Son pocas las veces que
en la cultura de la volatilidad que vivimos, donde estamos habituados a tomar,
usar y desechar, constatamos que el entorno sobre el cual se alzan nuestras
relaciones y posesiones es de carácter transitorio, acostumbrándonos con ello a
permear los afectos y sentimientos.
Por ello, resultan
menguados los momentos y actos que tenemos que son trascendentes e
irrevocables, tal como acontece en medio de un juramento, como lo hace un
soldado de sacrificarse “hasta dar vida si fuese necesario”; o el medico a
la hora de proclamar el denominado juramento hipocrático “si cumplo este juramento y no lo quebranto, que los frutos de la vida y
el arte sean míos, que sea siempre honrado por todos los hombres y que lo
contrario me ocurra si lo quebranto y soy perjuro”. De modo similar, el que
opta por la consagración a Dios hace un juramento en orden a llevar una
conducta determinada “para toda la vida”,
teniendo un carácter irrevocable.
Lo que estos novios dirán
escuetamente en dos palabras en unos
momentos, tendrá un eco para siempre, por lo que el mutuo consentimiento dado
es, porque Dios así lo ha establecido desde el inicio de la vida humana, una
realidad permanente para toda la vida.
Así leemos en el libro
del Génesis que “Dios creó al hombre y la
mujer a su imagen y semejanza”, como seres complementarios, que se
necesitan el uno al otro en orden no sólo al crecimiento como familia sino para
el armónico desarrollo personal.
¡Hombre y mujer los
creó!, diciéndoles: “creced, multiplicaos
y poblad la tierra y dominadla”. Toda
una misión, una vocación que Dios confiere y que tiene un carácter
irrevocable, que nada puede
unilateralmente borrar, pues lo que el Señor escribe nadie lo borra. Por ello,
en la plenitud de los tiempos, con ocasión de la máxima revelación de Dios en
la persona de Jesucristo, ante una pregunta hecha, respondió de modo taxativo: “Habéis oído que se dijo: dejará el hombre a
su padre y a su madre y se unirá a su mujer, de manera que lo que Dios ha unido
no lo separe el hombre”.
El Evangelio de este día,
donde celebramos la Santa Misa de precepto de la Solemnidad de la Asunción de
la Santísima Virgen, nos nuestra que a paso presuroso la Madre de Dios partió
de Nazaret a la localidad de Ain Karen distante unos 145 kilómetros –como ir de Valparaíso a la parte
alta de Santiago- Sin duda, Ella ya estando embarazada, por camino en
pendiente, polvoriento, oscuro, con temperaturas altas durante el día, fue en pronto
auxilio de aquellos
No era una simple visita
de cortesía: Al ser informada por el Arcángel Gabriel la Virgen cumple una
misión, donde el centro es el Verbo Encarnado que lleva en su vientre, y quien
es la causa de su diligencia, atención,
y alegría. El Evangelio dice que “entró
en aquella casa” y culmina recordando que “se quedó allí tres meses”.
En este día, donde
reciben el santo matrimonio, la presencia de Jesús no es algo pasajero, como de
una visita que permanece por un momento,
sino que el Señor viene para quedarse a
lo largo de toda vuestra vida futura, de tal manera que así como pueden saberse
bendecidos por Dios en todo momento, igualmente, han de saberse responsables de
las gracias recibidas permanentemente. Recuerden a este respecto que es el
hombre que se puede olvidar de Dios pero el Señor nunca se olvida de nosotros.
¡Viene Jesús para quedarse en vuestra vida! ¡Viene para quedarse en vuestro
matrimonio! ¡Viene el Señor para quedarse en vuestra familia que hoy inician!
Si algo destaca a lo
largo de todo el relato del Evangelio que hemos escuchado es la presencia de Jesús
en el corazón tanto de la Virgen, como de los esposos que la reciben en su
hogar, lo cual, es causa de una
verdadera alegría. Estamos habituados a quedarnos con los entusiasmos y gozos
de este mundo que culminan ante la primera adversidad, y en ocasiones, se
quedan en reírse de otros y no reír con otros. Allí, en la pequeña casa de
Zacarías e Isabel reinó la verdadera alegría, la que nace del amor de Dios y
del amor a Dios.
Cuánta falta hace hoy al
interior de la familia, y en la vida conyugal, la alegría de tener a Jesús que
haga nuevamente “saltar de gozo” a cada miembro del hogar con la certeza de contar
con el amor de Dios en su interior, el cual es capaz de transformar cualquier
realidad, capaz de cambiar cualquier ambiente marcado por la tibieza, por la
costumbre, y por el hastío. La alegría en Cristo es como el agua pura que
purifica y vivifica todo a su alrededor, en tanto que la alegría mundana es
similar al agua estacada que putrefacta contamina todo en su entorno.
El hecho de tener esa
alegría en corazón es un eco de la participación de la vida divinas por medio
de la gracia, tal como acontece en el sacramento del matrimonio donde Dios hace
morada en el alma, que a partir del mutuo consentimiento dado serán bendecidos
como “uno solo”, procurando tener un
mismo pensar, un mismo sentir y un mismo creer.
Las palabras pronunciadas
por Santa Isabel primero y Nuestra Madre Santísima después, hacen referencia
prioritaria de la obra de Dios en sus vidas, de cómo ha puesto su mirada y ha
intervenido en su caminar de modo permanente, lo que ambas asumen y por tanto,
agradecen y alaban a Dios. Es una oración que nace de lo que han vivido:
“Bienaventurada la que ha creído que se cumplirán las cosas que te fueron dichas de parte de
Dios”…”Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi
Salvador, porque ha hecho en mí maravillas, Santo es su nombre”.
Queridos novios: A lo
largo de los años transcurridos ambos han experimentado cómo el Señor les ha
dado su bendición, también en momentos de prueba y dolor, donde la
incertidumbre fue vencida por la fuerza de la fe. Por ello, verifican que lo
que celebramos hoy no es sólo producto de lo que han decidido autónomamente,
sino que es fruto del querer de Dios, cuya voluntad un Dios los creó por amor
gratuito, e hizo que se conocieran y optaran para vivir permanentemente unidos
en el amor de Dios.
Sin duda, es una gracia
especial el poder hacerlo en esta hermosa catedral, y sobre todo, en medio de la celebración de la Santa Misa en
las Vísperas de la Solemnidad de la Asunción. Aquí en este altar, Nuestro Señor
se hace presente total y realmente, en su Cuerpo y Sangre, humanidad y
divinidad, para que tengan en El las
gracias necesarias en orden a llevar un matrimonio por el camino de la mutua
santidad. Digámoslo con fuerza: Si se casan es para ser santos, esa es la
vocación y meta de vuestro mutuo y libre consentimiento.
Recordamos, que Nuestra
Madre del Cielo se hace presente en el hogar de Ain Karem constituido por los
esposos Zacarías e Isabel; se hace presente en medio de la celebración esponsal
de los novios en Caná de Galilea, donde Jesús realizó su primer milagro, se
hace presente en medio de la familia y
hogar de Juan Apóstol, que “la
recibió en su casa” luego del drama del Calvario. Siempre
presente, en medio de la familia, particularmente en los momentos de mayor
dificultad, por lo que –en toda circunstancia- podrán recurrir a la Virgen, como Madre que
apaña y Maestra que corrige.
Permítanme recordar tres
consejos, resumidos en tres palabras,
que el actual Sumo Pontífice dijo a un grupo de novios hace varios años
atrás:
Primero, Perdón: Sólo la Virgen María ha
carecido de pecados por ser constituida “llena
de gracia”, por lo que en muchas ocasiones, a lo largo de la vida,
deberemos reconocer que nuestros actos cotidianos, en la vida familiar y social
“no dan el ancho” en ese camino de perfección que recorremos, por lo que con
prontitud pediremos perdón a Dios y al prójimo por el mal hecho.
Segundo, ¿Puedo?: Es una pregunta que nace de la
humildad, y que implica respetar los intereses y deseos con aquel que se vive,
con quien se trabaja y con aquel que se estudia. Muchas veces actuamos de
manera avasalladora, sin preguntar y sólo imponiendo lo que para uno es
prioritario. Algo tan simple como el uso de un control remoto o la
utilización de una tarjeta comercial
puede desencadenar en un innecesario problema con la sólo pregunta “¿puedo?”.
Tercero: ¡Gracias! Es una palabra que despierta
y abre puertas, a la vez que destaca el esfuerzo y dedicación que las personas
tienen hacia cada uno. Muchas veces damos por supuesto que las cosas se hacen
solas, como si un espíritu angelical obrase en la preparación de un almuerzo,
del aseo del hogar, y de un sinfín de actividades en la vida familiar. La
gratitud tiene la fuerza de hacer que el esfuerzo y sacrificios hechos pasen
casi a un segundo plano, por ello, como esposos constantemente procurarán que esta
palabra “gracias” aflore siempre en
el hogar.
Nuestra mirada se dirige ahora, hacia nuestra Madre Santísima para implorar que como en Cana de Galilea obtenga el milagro de permitir la felicidad de unos novios que al momento de implorar la bendición del Señor, escuchan las palabras de la Virgen que repite incesantemente: “!Hagan todo lo que Él les diga!” ¡Que Viva Cristo Rey!
TEMA
: “EDUCADOS PARA LA VIVENCIA DE LA
CARIDAD”.
FECHA:
HOMILÍA DÍA DE CARIDAD FRATERNA AGOSTO
2023
1. “La fe si no va acompañada con obras
está completamente muerta”.
Queridos hermanos y
hermanas, queridos jóvenes y niños: Hoy nos reunimos en este templo para
celebrar el septuagésimo aniversario de fundación del Colegio Alberto Hurtado,
lo cual, han querido hacerlo con el mas sublime
de los actos como es la celebración de la Santa Misa, en la
cual, se hace presente Jesús, no de modo
figurado, ni simbólico, sino real y sustancialmente, por lo que no hay momento
de mayor cercanía con Dios en este mundo como lo es participar en la Eucaristía
establecida por el Señor como puente que une eficazmente desde el Cielo a la
tierra y desde la tierra hasta el Cielo,
A lo largo de la vida de
nuestro Patrono, verificamos que realizó múltiples actividades, al punto que
uno de sus mayores gestos destacados es verlo con una pala trabajando. Mas,
ello no destaca debidamente el que cada jornada que iniciaba lo hacía a los
pies del altar con la celebración de la Santa Misa en latín, y luego, dedicaba un largo momento de oración privada que
culminaba con un generoso tiempo sentado en el confesionario de la Iglesia.
Para muchos sólo existe
un Padre Alberto Hurtado “hacedor de
cosas”, pero ello, es como ver los
frutos de un árbol olvidando que existe un tronco unido a las profundas raíces
que le dan vida. Un fruto sin raíz prontamente se descompone, algo similar
enseña nuestro Santo Patrono respecto a las obras: “Una acción llega a ser dañina cuando rompe su unión con Dios”.
En efecto, fue esa intimidad
con Dios nutrida con la Acción de Gracias en la Misa, sumada a una frecuente
vida de oración personal, la que le dio luces para descubrir horizontes que
hasta entonces permanecían cubiertos por el desconocimiento, la avaricia, la superficialidad,
o el egoísmo. Lo cierto es que como acontece en aquella parábola enseñada por
el Señor llamada “El Buen Samaritano”,
muchos ante las necesidades de una empobrecida sociedad no veían, no acogían, a
los más pequeños que pernoctaban en las riberas del Río Mapocho. De algún modo,
ello estaba aceptado y no era motivo de escándalo como sí lo sería –probablemente- en nuestros días.
Transcurridos setenta
años debemos situar la fundación del Colegio como una verdadera “inspiración de Dios” hecha a su
fundadora Señorita Clara Luz Meneses Gamboa, la cual, solía recordar que habiendo asistido a una
conferencia donde el protagonista principal fue San Alberto Hurtado, vio con
claridad el que Dios la llamaba a fundar el Colegio para recibir a los niños y jóvenes
de los cerros vecinos: Cerro Mesilla,
Cerro Perdices, Cerro Toro, Cerro Santo Domingo, y Playa
Ancha.
¿Cómo era la sociedad de entonces?
¿Cómo vivían las familias de nuestro sector hace siete décadas? Aunque ya
mayores un día fuimos jóvenes, y conocemos cómo ha progresado en algunos puntos
la vida de ayer a hoy. Conviene recordar
que en el año 1971 nuestra Patria estaba ubicada entre las dos naciones más
pobres de toda América junto con Haití. El cineasta Joris Ivens en 1961 hizo un
icónico film donde dice respecto de Valparaíso que “La
miseria no se ve bajo el sol, ni tampoco los ascensores”. Calles polvorientas,
con escasa iluminación, y una casi inexistente locomoción.
Es en esa realidad donde
fue fundado nuestro Colegio, no esperó un cambio del modelo de la sociedad ni momentos
más favorable, para abrir sus puertas a las familias que deseaban libremente educar a sus hijos bajo la inspiración de San
Alberto Hurtado. Con diligencia procuró
que la caridad fraterna fuese la columna vertebral de la educación impartida –inicialmente-
en un par de salas, que albergaron a los abuelos y padres de muchos de los
alumnos que hoy asisten.
Nuestro Señor nos pide
que a lo largo de nuestra vida procuremos hacer que las acciones y la fe
caminen por la misma senda, evitando la dicotomía que da origen al libertinaje
conducente a una doble vida y a una fantasía que parece por fuera lo que no es
por dentro, transformándose en una pesadilla.
La base formativa dada
por la fundadora en todo momento procuró ceñirse a las enseñanzas dadas por San Alberto Hurtado, cuya vida hoy se alza no
sólo como un modelo ejemplar de vida cristiana aplicable a nuestra época, sino
que además, como Santo canonizado por la Iglesia, es fuente de múltiples gracias como intercesor
nuestro. A Él hemos de recurrir pues tiene la “experticia” que lo que ya hizo aquí, desde el Cielo hoy lo puede
multiplicar. ¡Si hizo bien aquí, más puede desde Allá!
Lo anterior se logra
priorizando la vida espiritual en el camino de la formación. Este Colegio ha
sido obra de mucho esfuerzo, de mucha dedicación, pero –también- es fruto de
una fe convencida y convincente, tanto de su Santo Patrono al que honramos en este día de la
Caridad Fraterna en Chile, como lo fue de nuestra recordada fundadora. Ella
hoy, como San Pablo podría repetir aquellas palabras que escuchamos en la
Primera Lectura: “Yo por medio de las
obras te mostraré mi fe”.
2.
“Feliz el hombre que teme al Señor y se
complace en sus mandamientos”
Queridos alumnos: Nada en
la vida que tenga algún valor es fácil de alcanzar, siempre las realidades más
sublimes suelen ser más escasas y difíciles de conseguir, por lo que han de
esforzarse y pedir a Dios que les conceda la gracia necesaria para no dejarse
abatir en la búsqueda de la perfección y de los sueños por obtener un mundo
mejor que necesariamente pasa porque Dios sea respetado y honrado. Por ello, el
Salmo Responsorial nos dijo: “¡Feliz el
hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos!”.
En pedagogía sucede algo
semejante a lo que acontece en la vida espiritual lo que importa no es saber
demasiado, sino gozar interiormente. Este conocimiento vivo, sentido en forma
casi connatural, desemboca en la acción. “Los
santos, los grandes pedagogos, son hombres que han realizado una idea”. Si,
hoy verificamos que tanto nuestro Santo Patrono como la Fundadora del Colegio no se quedaron
estáticos ante las dificultades, no guardaron silencio ante las persecuciones,
por el contrario, apoyados en el amor de Dios pregonaron por una cultura basada
en el amor a Dios, especialmente, entre las generaciones más jóvenes.
Son muchas las
generaciones de nuestro sector que aprendieron las primeras lecciones en las
aulas de San Alberto Hurtado, y hoy pedimos por intercesión de la Virgen
Santísima, bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro
que ilumine a los maestros y proteja a los jóvenes y niños recordando que son
los que quiere el Señor sean preservados de toda corrupción y abuso, tal como
ha dicho el Evangelio: “Os aseguro que
cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron
conmigo”.
Por ello, la caridad
fraterna consiste en extender el amor del Corazón de Jesús hacia cuantos no
sólo más carencias tienen sino a quienes más aman a Dios y son amados por
Dios. ¡Que Viva Cristo Rey!