martes, 30 de enero de 2018

SE CASAN PARA SER SANTOS

  HOMILÍA MATRIMONIO PARROQUIA LAS MERCEDES DE VITACURA  

La fiesta verdadera en Caná de Galilea.

 SACERDOTE JAIME HERRERA
A los pies de la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes, Patrona de este Templo Parroquial, nos reunimos para participar de la celebración del santo matrimonio de nuestros hermanos, quienes en unos momentos sellarán Sus vidas en presencia de Jesús Sacramentado.

En efecto, el apóstol enseña que “quien se case se case en el Señor”, lo cual confiere una consistencia insospechada al acto de mutua donación que harán en unos momentos, según lo cual, Cristo no será un convidado ocasional a estas bodas sino su primer garante y testigo, ante el quien los esposos darán cuenta (exacta) de las múltiples gracias recibidas hasta el último de sus días.

Durante varias semanas han venido preparando cada uno de los detalles de este día, procurando no dejar nada al azar. Sin duda,  ello es loable, como no deja de serlo el hecho del esmero con el cual prepararon esta celebración litúrgica, en la cual se juega vuestra vida futura en el sentido que las bendiciones obtenidas ahora repercuten decididamente en vuestros sueños, opciones y decisiones venideras.

Qué importante es asumir en nuestro tiempo que esta celebración  religiosa es algo fundamental para la vida matrimonial, la cual no puede ser asumida en toda su hondura si acaso no es colocando la vida (como esposos) en las manos del Señor, que todo lo ve y  que todo lo puede.

IGLESIA PUERTO CLARO CHILE 2018
El matrimonio católico no es un maquillaje para la vida de los nuevos esposos. Fiestas ya abran muchas en el futuro; bailes puede haber cada semana, y cenas no faltarán por cierto a lo largo de la semana…pero, la mutua entrega por la cual se sella el compromiso asumido en orden a “vivir fielmente, en lo favorable y lo adverso,  con salud o enfermedad honrándose mutuamente” es algo para toda la vida.

Para quien carece de una fe arraigada y permanece sumergido en los criterios de un mundo que pasa, el matrimonio religioso es tenido como un adorno más, que luce y  acompaña, pero que no termina de involucrar los diversos aspectos de la vida de un hombre y una mujer.

Entonces, al mirar la definición de Nuestro Señor al ser consultado sobre la consistencia del matrimonio respondió: “Ya no son dos, sino uno solo. No separe el hombre lo que Dios ha unido”. En efecto, el Señor Jesús no usa goma de borrar en esta materia, pues una vez que confiere su bendición ésta permanece vigente a lo largo de toda la vida de quien la imploró y recibió, por lo cual tenemos la seguridad que su mano providente que les ha acompañado hasta hoy no los dejará desamparados en el futuro.

Prueba de ello, es que el primer milagro realizado por el Señor fue en medio de unas bodas en la localidad de Caná de Galilea. ¿Casualidad? Por cierto que no, puesto que  para el creyente sólo existe la causalidad que tiene la gracia de Dios al inicio, durante y como destino de toda obra meritoria y de todo acontecimiento. ¡Dios no pestañea cuando se trata de nuestra salvación!

Lo anterior se enriende aún más, al descubrir que la única bendición que no fue suprimida a causa del pecado original fue la dada a nuestros primeros padres insertos en el paraíso terrenal: “Creced multiplicaos, poblad la tierra y dominadla”.  El acto de  dar la espalda al Señor conscientemente no fue capaz de extinguir la mirada de Dios sobre la realidad  de la unión entre el hombre y la mujer, creados por Dios “a su imagen y semejanza”.

PARROQUIA CERRO TORO VALPARAÍSO

Como entonces, Cristo hoy se hace presente en esta celebración para conceder su gracia con el fin que ambos (Nicolás y Carla) puedan responder fielmente a la medida de Dios mismo, es decir “para siempre”. 

Para ello, procurarán estar enamorados permanentemente, sin el cansancio al que conduce la monotonía, la tibieza de creer haberlo vivido todo, y la somnolencia de los sueños acabados. Por el contrario, serán aquel  aire puro de la gracia, el agua fresca del mutuo espíritu de sacrificio, y la alborada tenue de la vivencia mutua de las obras de misericordia,  los que conjuntamente les permitirán seguir adelante en cada jornada, procurando vivirla intensamente como si fuera la primera, la única y la última vez que se vieran en la vida.

Por favor, queridos novios: ¡No sean fomes ni aburridos! Aprendan a entretenerse con la sana alegría que nace de saberse amados en todo momento por Dios. Alejen el prematuro envejecimiento de los ideales que hoy les mantiene atentos, pues se saben mutuamente enamorados. Los peinados pasan de moda, los trajes pasan de moda, la música pasa de moda, pero el amor verdadero siempre permanece como una novedad, siempre es capaz de cautivar los corazones. ¡Siempre puede más! como sentenciaba el Papa Juan Pablo II.

Los novios de Cana de Galilea tenían muchas razones para apesadumbrarse: “No tenían vino” y debían despedir a los convidados…esperemos que eso no se repita hoy, por cierto. Lo que ahora puede ser un momento ingrato, en aquel tiempo constituía  –además-  una obligación legal: El acto de acoger al peregrino que venía de lejos al matrimonio estaba incluido en la legislación que tenía graves sanciones para todo aquel que las incumplía. No era la simple vergüenza de no poder agasajar bien a los invitados, el problema es que podían ir a la cárcel si no acogían a las visitas que anticipadamente debían despedir por no tener más vino.

Junto a ello, al carecer de más vino, que al decir de la Sagrada Escritura “alegra el corazón del hombre”, el ambiente se diluía y “la fiesta se acababa”. Lo que hasta el momento era compartir, estar junto a otros, quedaba cubierto todo por el manto de un sigiloso y silente retorno, aplicando el antiguo refrán: “calabaza, calabaza, cada uno parta su casa”. Es decir, sumergirse al mundo del individualismo, tan característico de nuestro tiempo.

Jesús quiebra el hielo realizando el milagro de la transformación del agua en vino abundante y de calidad, lo cual,  hace retomar aquel ambiente inicial, ahora santificado por la presencia del mismo Jesucristo.

        PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ


Tal como aconteció  aquel día, Nuestro Señor desea cambiar nuevamente el agua de las purificaciones  -que era usada para limpiar las manos, por tanto de desecho-  para colocar el vino de su gracia, siempre eficaz y suficiente, en el alma de estos novios que anhelan la bendición que viene de lo alto y hace posible lo que a los ojos del mundo contemporáneo parece imposible: “amarse en exclusiva para toda la vida”. ¡Todo es posible para Dios y para quienes confían totalmente en su poder  y en su bondad!

El matrimonio como camino de santidad.

Para ello,  es necesario que estos  novios amantes permitan al Señor entrar en sus vidas, transformándola, primero por medio del acto de asumir que la gran fiesta de Bodas en Caná de Galilea sólo se inició cuando Jesús hizo el milagro, por tanto, el matrimonio es un camino de santidad en el cual ambos deben procurar tener un mismo pensar y un mismo vivir en lo relacionado a las cosas de Dios. La piedad no es cosa sólo de mujeres, no es cosa sólo de ancianos, no es cosa sólo de jóvenes, ni es cosa sólo de niños: Es  inherente a todo ser que ha salido de las manos de Dios y está llamado a la Bienaventuranza eterna. Vuestro matrimonio debe tener un lema y este es: “modo mutua santidad”.

El matrimonio como ejercicio de las virtudes.

En segundo lugar,  es muy importante que las virtudes florezcan al interior de la vida familiar. Cualquier jardín requiere cuidado, paciencia y sacrificio. Las flores y frutos no se dan automáticamente sino que sólo emertgen con el paso del tiempo; los huertos suelen ser generosos con quien es generoso en su cuidado. Nada en la vida se obtiene sin el debido sacrificio, el cual,  en el santo matrimonio requiere de un grado no menor pues,  son múltiples las oportunidades que se dan para aprender a practicar la invitación que leemos en los evangelios: “Nadie tiene amor más grande por los suyos que el que da la vida por los suyos”.  En los pequeños detalles al interior  de la vida del hogar es posible –entonces-  practicar la abnegación, la delicadeza, y el servicio hacia quien hoy ocupa un lugar preferencial de vuestra mirada y de vuestro corazón.

Como Dios, procuren imitar aquella característica que le es propia: ¡No se dejen vencer en generosidad!, evitando colocar límites, barreras, exigencias, o condiciones. San Agustín de Hipona solía decir: “Ama y haz lo que quieras”, lo cual,  correctamente entendido,  implica que “la verdadera  medida del amor es amar sin medida”.

En vuestras futuras palabras, insertos ya en la vida esponsal, no faltarán las palaras de gratitud, de perdón y de reconocimiento reciproco, toda vez que de tanto tenemos que agradecer a Dios por quién es y por lo que hace en medio nuestro; de tanto hemos de arrepentirnos  e implorar el bálsamo del perdón sacramental y familiar sabiendo que nadie es tan perfecto y valioso como una monera de oro…Por mucho hemos de implorar el perdón, por menos hemos de aprender a conceder el perdón.

Estamos en la Sede Parroquial de Nuestra Señora de las Mercedes, la cual es una antigua denominación que recibe la Virgen Santísima por medio de la cual se destaca su carácter de medianera universal de toda gracia, en especial, de aquella que nos permite  obtener la plena libertad propia de los hijos de Dios. Ella rompe las cadenas del pecado que nos impide amar verdaderamente al Señor, permitiéndonos reconocer que sólo por medio del cumplimiento de los mandamientos alcanzaremos la anhela da libertad como preclaramente nos enseñaba  el Papa Benedicto XVI: “Dios no es rival de nuestra libertad sino su primer garante”.  Así entendemos por qué la Virgen María dice en aquellas Bodas en Cana de Galilea: “! Haced todo lo que Jesús os diga!”. ¡Que Viva Cristo Rey!

  

  

   






domingo, 21 de enero de 2018

LA LOCURA DEL AMOR A DIOS

RADIO STELLA MARIS /  SAN MARCOS III, 30-31.

“Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de Él, pues decían: “está fuera de sí”.


Se trata de un relato muy breve, cuya importancia se esconde tras un par de líneas, por lo que no por lo exiguo deja de tener trascendencia.

Hoy nuestro recuerdo retorna a la infancia de Jesús, cuando pasados varios días se reencuentra con sus padres quienes le preguntan ¿Por qué nos has hecho esto? “! Estábamos muy preocupados!”…No muy distintas deben haber sido las palabras de los parientes que “van a hacerse cargo de Él”.

La razón es tremenda: “porque decían esta fuera de si”. En palabras simples: “Se ha trastornado”. Las amistades y parientes querían hacerse cargo de quien estaba a cargo de ellos, no por un momento, no por una tarde, sino en que virtud del misterio de la Encarnación, al asumir la condición humana sin dejar de ser Dios, El cargo con nuestra miseria, con nuestros dolores y nuestros pecados con el fi n de salvarnos.

Sin duda, ayer como hoy para aquel que carece de una fe arraigada, le parece una locura la proclamación de las palabras que Cristo pronunció a lo largo de su predicación, desde aquel discurso programático conocido como Sermón de la Montaña, donde hablo de los Bienaventurados, entre los cuales incluyó a los pobres de espíritu, a los que buscan la paz, a los limpios de corazón, a los que son justos, todo lo cual resultaba simplemente inaceptable para la religiosidad semita contemporánea al Señor.
En la actualidad resulta incomprensible hablar de austeridad, de limitar los gastos, de no endeudarse, de marginarse de la bancarizacióin, de vivir como si se careciera. Si entonces se marginaba a los pobres, hoy igualmente se hace porque se les trata con desconfianza, como ajenos de la vida que uno lleva, con lo cual, el que asuma la pobreza y proponga como camino de perfección a no dudarlo será tenido como un “demente”.
  
Por otra parte, vivimos pensando cuando se iniciara un nuevo conflicto mundial, por todas partes surgen sentimientos de enfrentamiento de que son síntoma de una creciente crispación social: bullyng, pendencias juveniles, enemistad vecinal. Los que tienen un espíritu pacífico son tenidos como débiles y necios, y para muchos el buscar que reine la paz no tiene cabida en la cultura de la desconfianza que se apoya en la fuerza y astucia para imponerse, en consecuencia quien es pacífico, hoy como ayer,  es tenido como un “lunático”.

No menor es tenido como un “out sider”, un fuera de lugar, aquel que en este tiempo, como entonces, habla de la santa pureza, de la castidad, de la virginidad. Basta que uno defienda el celibato eclesiástico para que sea colocado en entredicho, olvidando que ese fue el estilo de vida que tuvo Jesús, que vivió San Juan Bautista, que llevó San José Custodio, y que luego de ser llamados, vivieron todos los apóstoles. Mas, la “limpieza de corazón” se opone al espíritu suspicaz, desconfiado y celoso, propio de nuestra época, pero presente también en tiempos de Nuestro Señor.


Finalmente, las injusticias que claman al cielo en la vida presente no eran mudas en tiempo de Jesús, porque la naturaleza del hombre herida a causa de las consecuencias del pecado original hace que tendamos más a ser injustos que justos. Bien lo sabemos que al interior de nuestra Patria: Mientras no nos vean, mientras no se den cuenta, aplicamos el axioma de: “hecha la ley, hecha la pillería”, por lo que la falta de justicia se hacen “con zapatos de charol y calamorros”,con combatas y overoles”. Según esto, quien sea se esmere en ser justo, es tenido como un personaje “extraño” ante el cual es mejor alejarse porque no está de acuerdo con nuestro particular modo de vida.

Todo lo anterior nos indica que todo aquel que quiera llevar el estilo de vida de Jesús, y sea radical en sus principios, deberá incluir el alto costo de ser tenido,  a los ojos del mundo,  como un “necio” o “loco”, según lo cual recordaremos que así fue tratado Nuestro Señor, y que las mejores almas de nuestra Patria, hoy elevadas a los altares,  dijeron, en el caso de Santa Teresa de Los Andes: “Cristo, ese loco de amor, me ha vuelto loca” y en palabras de San Alberto Hurtado invitaba a estar “chiflados por el Señor”.
¡Que Viva Cristo Rey!


sábado, 20 de enero de 2018

TENDREMOS LOS SACERDOTES NECESARIOS

 RADIO STELLA MARIS / SAN MARCOS III, 13-19.

“Subió al monte y llamó a los que Él quiso; y vinieron donde Él. Instituyó Doce, para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó”.  ¡Palabra del Señor!


Los llamó, los instituyó y los envió. Todo nos indica que la iniciativa parte de Jesús, que libremente invita a los que Él quiere.

Hace unos días veíamos a muchos jóvenes postular a diversos centros de educación superior. Habitualmente a los escolares se les pregunta ¿Qué quieres estudiar cuando grande? ¿Qué carrera quieres seguir? ¿A qué te quieres dedicar en el futuro?...También, al menos una vez en la vida es necesario cuestionarse con seriedad, si acaso el Señor desea que optemos por una vida consagrada.

Es verdad que hay múltiples formas de consagración, y que en el fondo todo bautizado está llamado a un particular estilo de vida al servicio del Señor, por lo que en toda ocasión es posible “seguir a Cristo” y “estar a su servicio”…Mas, hay una vocación muy especial como es la vida sacerdotal

La pastoral vocación debe ser “pro activa”, toda vez que reconociendo la carencia de un número suficiente de sacerdotes, a lo largo de nuestra Patria, debemos asumir que la conversión pastoral pasa por tener esta realidad,  asumida como una necesidad de todo católico. Se trata de algo esencial para nuestra vida espiritual y para la vida misma de la Iglesia.

“Sin sacerdote, no hay Eucaristía y sin Eucaristía no hay presencia real de Cristo en el mundo” (Arzobispo Emilio Tagle).  La profundidad de la crisis vocacional presente en modo alguno es capaz de extinguir la llama de la fe que enciende la esperanza en los corazones. Por muy extendidos que sean los males nunca doblegarán la promesa hecha por Jesús a su Iglesia cuando señaló: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (San Mateo XXVIII, 20).

En consecuencia, las vocaciones están…escasas pero vigentes; y las vocaciones vendrán,  Dios mediante,  llenas de generosidad y sobre todo de santidad. Por esto debemos trabajar ahora por que se siembre, se abone, y se cultive el germen de las vocaciones sacerdotales que cumplan el mandato del Señor al momento de ir a la diestra del Padre: “Vayan al mundo entero, bautizando en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que yo les he mandado”. (San Mateo XXVIII,  19).

El nombre diverso de cada Apóstol responde a la personalidad distinta que poseían…letrados y analfabetos, audaces y tímidos, aguerridos y ponderados. Un día pedían que cayera fuego sobre los infieles, y luego olvidaban hasta haberlo conocido; por la mañana prometían ir donde quiera que fuese, por la noche apesadumbrados  retornaban alicaídos a sus hogares…Cada uno poseía un historial, que desde el encuentro con Jesucristo, muerto y resucitado,  se transformaba en historia de salvación, proclamando con sus palabras y acciones que “por sus heridas del crucificado hemos sido redimidos” (1 Pedro II, 2).


Cuando el Señor elige y mira a un joven para ser sacerdote, lo hace de manera directa, lo hace de manera permanente, no lo hace “con chanfle” ni con espejo retrovisor, es decir, una vez que se es llamado al sacerdocio, e instituidos como pertenencia suya es para siempre.

Ser muy distinto no implica ser muy distante: Por el estilo de vida de los doce apóstoles sabemos que sólo “dejándolo todo lo siguieron” (San Lucas V, 11) y que incluso un joven que fue llamado por Jesús no quiso desprenderse de lo que creía tenía mucho valor y amarraba su alma….triste siguió en lo suyo y se alejó del Señor.

Por esto, el camino al que Jesús invita en el sacerdocio hoy como ayer es una realidad para toda la vida, y no sólo nos da un sentido nuevo a la vida sino que la plenifica en toda su grandeza cuando,  por medio de la voz y el corazón, por medio de la vida del sacerdote,  el Cristo total se hace presente en los altares de nuestros templos y en los altares de tantas almas amantes de Dios.


Cada vez que escuchemos este relato de la llamada de Jesús a sus Apóstoles recordemos rezar porque: en nuestras comunidades, al interior de las familias, en los colegios, insertos en el mundo laboral  y en los centros de educación superior florezcan las vocaciones al sacerdocio que nuestra Iglesia en Chile con urgencia necesita y que Nuestro Señor quiere conceder. ¡Que Viva Cristo Rey!

viernes, 19 de enero de 2018

CRECER INTERIORMENTE PARA SERVIR

 RADIO STELLA MARIS / SAN MARCOS III, 7-12.

“Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran muchedumbre de Galilea. También,  de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a Él. Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran. Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran”. ¡Palabra del Señor!

Hasta el momento hemos conocido una serie de textos en los cuales Nuestro Señor “viene”,  “se acerca” y “entra”, ahora se inicia el relato con la expresión: “Jesús se retiró con sus discípulos”.

Luego, dice a sus apóstoles que le preparan “una pequeña barca”. Ambas realidades muestran el deseo de Jesús en orden a invitar a sus cercanos hacia una vida marcada por la interioridad, lo cual implica un crecimiento personal que va de la mano con la búsqueda de la perfección creciendo en virtudes por medio de una cada vez mejor sintonía con la gracia que nos es dada de lo alto.

Al parecer, ya en tiempos de Jesús la posibilidad de tener espacios dedicados en exclusiva para hablar con Dios eran muy escasos, hoy por cierto la sociedad tiene un ritmo que hace de cada oportunidad de estar con Dios un verdadero desafío que es necesario asumir.

Mas, como le seguía una gran muchedumbre, que deseaba escucharlo y ser partícipe de su bendición, les hizo comprender que el verdadero apostolado, es el apostolado del alma.

Hoy vemos que se ofrecen innumerables elementos para el cuidado y desarrollo del cuerpo, se multiplican gimnasios, cirugías, peluquerías, y cosméticos. Todo lo que sea para que el cuerpo se vea más perfecto se promueve permanentemente, pero a la vez, se constata un sistemático descuido de todo aquello que dice relación con la debida atención que requiere el alma, que debe ser cuidada, que debe ser sanada, que debe ser iluminada, que debe ser alimentada, para que pueda crecer.

La vida interior, es una realidad y es un imperativo para cada uno, más aun en una época donde el materialismo y el hedonismo, por medio del desenfreno del placer, asfixian la vida espiritual, la cual sólo puede ser oxigenada por medio del personal acercamiento a la gracia que es Jesucristo, la cual es recibida por medio de la frecuente participación de los sacramentos.

Sin duda,  no pasa desapercibida a nuestra consideración el reconocimiento que hacen aquellos “espíritus inmundos” respecto de la persona de Cristo: “Tú eres el Hijo de Dios”. Lo que ni hasta entonces habían hecho sus discípulos, lo que obtusamente negaban los letrados, escribas y fariseos, lo hacen aquellos posesos que –ciertamente-  pueden afirmar pero están imposibilitados de amar y ser amados. Esclavizados, encerrados, amordazados por el Maligno, permanecían sumergidos en esa realidad sin esperanza.

La presencia de Nuestro Señor irrumpe nuevamente y viene a salvar a quienes se encontraban hundidos en el misterio del mal: “Curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le echaban encima para tocarle”.

El misterio de la Redención no puede ser limitado a una liberación pues la gracia recibida, además: sana, purifica, vivifica, y libera, es decir, es integral. Cuando nos sabemos amados por Dios, y su presencia habita en medio nuestro desde el día del bautismo,  asumimos con urgencia la tarea de crecer “para adentro”, de procurar que la vida espiritual sea ascendente, con hambre de vivir la verdad, la paz y la bondad hecha misericordia.

Sabemos que nadie da lo que no tiene. Por esto, sólo en la medida que estemos  llenos del amor a Dios podremos comunicar a los que están junto a nosotros ese amor de Dios. Nunca olvidemos que un canal solo puede irrigar en  su entorno si acaso está unido a una fuente.

Como creyentes subamos a la barca con Nuestro Señor, a la pequeña barca de cuantos procuran serle fieles en amar, y en servir a quienes más lo necesiten, a imagen la Virgen Santísima que hizo de cada oportunidad un medio para dar a conocer a Jesucristo.


¡Que Viva Cristo Rey!

miércoles, 17 de enero de 2018

LEVÁNTATE AHÍ EN MEDIO

 Radio Stella Maris / Miércoles 17  Enero / San Marcos  III, 1-6.

“Entró de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.» Y les dice: “¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos contra él para ver cómo eliminarle”.

La inexpresividad que ocasiona una parálisis conlleva no sólo a la limitación a hacer muchas cosas sino que también conduce a no dar conocer lo que uno tiene presente en su corazón.

Sucede con una parálisis facial, donde las alegrías y tristezas, que cuantos la padecen  suelen tener una misma expresión. En el caso de las manos, éstas  son como el rostro: Plenamente abierta  tiene capacidad para saludar a la distancia; extendida puede acoger a quien viene hacia nosotros; sobre el hombro puede dar aliento al que esta apesadumbrado, cerrada puede manifestar iracundia y cerrazón, en su dedo pulgar puede indicar que vamos bien y  mañana mejor; con dos dedos mostrar un signo de victoria. Las manos hablan... Pero cuando, a causa de una enfermedad estas quedan paralizadas, entonces,  se produce una grave incomunicación.

Lo anterior sin considerar las limitaciones que tiene aquel que ve mermada total o parcialmente la movilidad de sus manos. Estando inmerso “ahí en medio de la Sinagoga” podemos pensar que como todo enfermo, la sociedad lo había arrinconado en un lugar. El evangelio simplemente nos dice: “y había allí un hombre que tenía la mano seca”.

La relación con los demás se veía entorpecida seriamente por esta “limitación”. Era una mano atrofiada, pero debía sumarse el hecho de ser tenido como un impuro, por tanto no digno de ser considerado ni por Dios ni por los demás asistentes a la sinagoga. El enfermo era un pecador, por tanto, alguien despreciable al que se le ensimismaba en un metro cuadrado,  del cual –por cierto- no podría sustraerse ni ser sustraído.

SACERDOTE DIOCESANO DE VALPARAÍSO 2018

La irrupción de Nuestro Señor  en la vida de ese enfermo hace que cambie substancialmente. Hay un antes y un después, que hace que nada sea igual desde aquel día. El estar frente al Señor y contar con la gracia de su presencia hace que podamos tener una vida nueva, lo cual conlleva el desafío de la fidelidad que incluye: la persecución,  el cuestionamiento, la suspicacia, el desinterés,  el desprecio y menosprecio.

El relato de momento del milagro es escueto: “dice al hombre…extiende tu mano…Él la extendió y que restablecida su mano”.

Luego de ser sanado, no solo Jesús fue cuestionado, también lo fue el hombre que ahora podía expresarse con ambas manos pues era a los ojos del fariseísmo más profundo, una imagen viva del poder, de la bondad y de la misericordia de Jesús, lo cual les resultaba una locura y necedad.

Si para los adversarios a Jesús el milagro fue ocasión de confabulación, para cada creyente es una oportunidad para imitar al Señor por medio de la vivencia de las diversas obras de misericordia espirituales y corporales, que como una verdadera “caricia de Dios” presencializan o actualizan lo que el Corazón de Cristo quiere hacer en medio nuestro y por nuestro medio.

En horas en que el Sucesor de Pedro está en nuestra Patria, descubrimos el valor que tiene la vivencia de la caridad como abono para alcanzar la paz: Desde el corazón, desde la familia, desde la ciudad, desde la nación, hacia el mundo entero. Es que “la paz del corazón es el corazón de la paz” (Papa Juan Pablo II), de la cual cada católico está llamado a ser un “artesano de la paz” (Papa Francisco)  en medio de una sociedad marcadamente individualista y cuyo distanciamiento hacia una vivencia integral de la fe ha provocado un notorio debilitamiento de la armonía en la vida de nuestra sociedad.

El Señor invitó al “hombre de la mano seca” que diese vuelta la página de toda su vida pasada, alejado de todo resentimiento y rencor. Por esto pudo retomar el verdadero rumbo de su existencia, lo cual se produjo porque Jesús ingresó aquel día en el templo de su corazón. Imploremos a la Virgen María cuya mano protectora ha guiado los pasos de nuestra vida, que  nuestra vida personal y social avance “por el camino de la paz”. ¡Que Viva Cristo Rey!

martes, 16 de enero de 2018

SER TRIGO DE DIOS

 Radio Stella Maris / Martes 16 de Enero / San Marcos II, 23-28.


“Y sucedió que un sábado cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?» Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?» Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado”.
Cumplimiento y transgresión, son dos realidades que se pueden dar al olvidar la causa por lo que se hacen. Sabido es que los fariseos eran renuentes a las enseñanzas dadas por Jesús porque no supeditaban sus criterios, sus proyectos, sus intereses a la voluntad de Dios, sino que terminaban arrinconando a Dios en sus programas, actividades y normas.  Ellos, eventualmente, se salvaban en virtud exclusiva de un conjunto de preceptos que a su vez se imponían. Más de seiscientos debía cumplir todo fariseo que se preciase de tal, con ello olvidaban que es Dios el que salva, que la redención nos viene de la mano y Corazón de Jesús pues sabemos que “no nos ha sido dado otro mediador,  otro nombre para alcanzar la salvación que el de Cristo, y este crucificado” (Hechos IV, 12).
El hecho que Nuestro Señor  pase por medio de los sembrados y la presencia de aquellas abundantes espigas en manos de los Apóstoles nos hace vislumbrar este episodio desde una manifiesta perspectiva eucaristía. Aun mas, diremos que la presencia de los doce apóstoles “arrancando las espigas” anunciaría el episodio de la multiplicación de los panes en el cual Jesús le encomienda a sus discípulos la misión de repartir los panes, pues “ellos se lo dieron a la gente”.
El hambre y necesidad experimentada por el Rey David, explícitamente  citada por Jesús,  nos hace tener presente el hecho que no podemos vivir sin la Santísima Eucaristía.  El alma no sólo se debilita sino que se expone a ceder fácilmente a las tentaciones si persiste negligentemente en no acudir a Misa ni comulgar frecuentemente.
Jesús dijo respecto de sí mismo: “Yo soy el pan que da la vida”, “el que come de este pan vive para siempre”. El plano de la vivencia eucarística es de vida y muerte. El pan sacado de las espigas del trigo no solo  da nuevas fuerzas, sino que, transformado en nuestros altares en el Cuerpo de Cristo, es un pan que conduce y confiere una vida verdadera, que cada creyente puede resumir en las palabras de San Pablo: “Ya no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”.
Procuremos mirar las entrelineas de este relato, y sin duda descubriremos la razón del por qué las primeras comunidades católicas se reunían en torno al altar de manera cotidiana, lo cual a su vez les llevaba a compartir la vida, sus tiempo, sus afectos y bienes con quienes lo necesitaban.  Nuestra participación en la Santa Misa debe conducirnos a una caridad cada vez más perfecta, donde no sean los necesitados  quienes golpeen nuestros hogares sino que seamos nosotros los urgidos en golpear aquellos hogares urgidos del pan de la verdad, del pan de la vida, del pan de la acogida, del pan del perdón, pues si comulgamos -debidamente preparados-  nos hacemos participes de la vida del mismo Cristo que es el “Camino, la Verdad y la Vida”.

Colocando nuestra mirada en el contexto donde se desarrolla la conversación que relata el Evangelio de este día, vemos a Jesús que “cruzaba por los sembrados”. Lo que para nosotros implica que en todo momento el Señor viene a nosotros, y está en nuestra búsqueda, manifestándose de manera cotidiana como lo imploramos en la oración al decir: “Danos hoy nuestro pan de cada día”, y teniendo presente que da permanentemente cumplimiento a su promesa de “estar junto a nosotros hasta el fin de los tiempos”, tal como se verifica al constatar que cada segundo que pasa, a lo menos cinco misas se están celebrando por la salvación del mundo.

Con la alegría inmensa de saber que en este día el Sumo Pontífice celebra la Santa Misa en nuestra Patria, acudamos a nuestros templos, y de rodillas ante el sagrario que cobija a Jesús Sacramentado, coloquemos toda nuestras alegrías y esperanzas, nuestros éxitos y realizaciones, como también tantas miserias y necesidades, con la certeza que viviendo como “trigo de Dios” por el sacrificio asumido y ofrecido,  llegaremos a ser un día el “pan limpio de Cristo”  (San Ignacio de Antioquía). ¡Que Viva Cristo Rey!

lunes, 15 de enero de 2018

“VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS”


Radio Stella Maris / Lunes 15 de Enero / San Marcos II, 18-22.

“Al ver que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron: ¿Cómo es que los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan, pero los tuyos no? Jesús les contestó: ¿Acaso pueden ayunar los invitados del novio mientras él está con ellos? No pueden hacerlo mientras lo tienen con ellos. Pero llegará el día en que se les quitará el novio, y ese día sí ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un retazo de tela nueva. De hacerlo así, el remiendo fruncirá el vestido y la rotura se hará peor. Ni echa nadie vino nuevo en odres viejos. De hacerlo así, el vino hará reventar los odres y se arruinarán tanto el vino como los odres. Más bien, el vino nuevo se echa en odres nuevos”.

Con dos preguntas se inicia el relato de este día. Una profunda inquietud subyace en el corazón del hombre. Podemos definir la humana naturaleza como un buscador de Dios, pero también como quien es buscado por Dios. Pues si algunos se acercaron a Jesús y le preguntaron, lo hicieron porque sabían que en El encontrarían una respuesta, que no sería una más entre muchas sino la respuesta definitiva.
En medio de un ambiente marcadamente relativizado, donde para muchos todo da lo mismo, el hecho de ir hacia Jesucristo, el acto de buscarle y esperar de Él una respuesta de suyo es una gracia que Dios concede como primer peldaño en el camino hacia Él…Ya lo describía un sabio pensador católico francés: “Consuélate, si le buscas es porque le has encontrado”.
Para nuestra Patria la visita del actual Romano Pontífice constituye una preciada oportunidad para escuchar en primera persona las enseñanzas que el Sucesor de Pedro entregue, en especial en lo relativo a una vida católica más convencida y convincente, la cual pasa por la vivencia de la fe en toda su grandeza y en cada una de sus exigencias.
La expresión dada por Jesús en el último versículo de hoy sin duda ha de ser una verdadera consigna para nosotros: “Vino nuevo, en odres nuevos”….Lo cual implica una conversión profunda, permanente y que involucre todos los aspectos de nuestra vida, donde no queden “espacios”,  “lugares”,  “tiempos” en los cuales la palabra y persona de Jesucristo no imperen.
Es sabido que una de las mayores debilidades de nuestra vida como católicos en la Iglesia es la tentación de licuar la fe y los mandamientos practicando  una religiosidad a la medida de nuestros gustos, de nuestros proyectos y de  tantos deseos personales, olvidando  que, nuestra vocación es imitar a Cristo, según lo cual: “nuestra voluntad ha de ser cumplir la voluntad de Dios”.

Si en el pasado existió el galicanismo y el americanismo, nosotros tenemos el “chilenismo”, que tantas veces recurre al argumento de “soy católico a mi manera”La doctrina “del más o menos” llevado al ámbito  de  la fe ocasiona su trivialización que –finalmente- no es capaz de convencer a nadie. Hay que ser creyente a la medida de Dios y no a la medida del orgullo personal, lo cual necesariamente conlleva un nuevo modo de vivir porque se tiene una vida nueva que es Jesucristo en nuestro corazón. Por esto. “Vino nuevo en odre nuevo”.
La conversión para un creyente constituye un itinerario, que puede estar jalonado por múltiples momentos importantes a lo largo de nuestra vida espiritual, como son la recepción de un sacramento, las opciones de vida asumidas en un retiro espiritual, mas hay una realidad que subyace en todas ellas y es la de dar a Cristo el primer lugar en cada una de nuestras palabras, pensamientos  y acciones.
Y, lo que es bueno y necesario para nosotros, lo ha de ser –también- para los que están a nuestro alrededor, por esto,  una persona que vive su conversión siempre está abierto al mundo del apostolado y de la misión porque asume como un imperativo dar a conocer la grandeza, gratuidad, y solidez que implica procurar llevar una vida nueva en Jesucristo. 
En este día donde los pasos del Santo Padre comenzarán a recorrer nuestras ciudades, ofrezcamos a Dios una semana completa de conversión verdadera, procurando que en nuestra alma reine la paz que eficazmente deviene de una buena confesión sacramental, que los buenos propósitos envuelvan las acciones de misericordia nacidas de la bondad experimentada del amor de Dios, bajo la inspiración de nuestra Madre Santísima, la Virgen María que a lo largo de su vida “todo lo guardaba en su corazón” tal como “el vino nuevo se guarda en un odre nuevo”. ¡Que Viva Cristo Rey!