miércoles, 18 de noviembre de 2020

 

TEMA  :  “TALENTOS DE DIOS EN NUESTRO TIEMPO”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO XXXIII° TIEMPO COMÚN AÑO 2020

El actual obispo de Roma ha enviado una hermosa carta al Obispo de Punta Arenas, con motivo de la conmemoración de los 500 años de la Primera Msa en Chile. Sin duda, un acontecimiento de real magnitud que para los creyentes marca un antes y después en la vida de esta Patria que nace a los pies de una cruz y al sonido de la recitación de las oraciones de la Santa Misa. Hoy como ayer, en la voz de nuestra Iglesia, celebramos la Eucaristía en el Rito Extraordinario al que Su Santidad Benedicto XVI nos invitó a descubrir hace unos años atrás, y que desde hace una década celebramos ininterrumpidamente en nuestra Sede Parroquial, erigiéndonos actualmente como la única comunidad parroquial de la Diócesis donde cobijamos de modo ininterrumpido el don inestimable de la denominada “Misa en Latín”, lo cual,  evidentemente entraña una gran responsabilidad y misión.



La evidente carencia de una debida y deseable comprensión lectora en las noveles generación nos hace intuir lo que ya se presenta como parte del presente: ser incapaz de pensar por si mismo y razonar, refugiando todo pensamiento racional y discursivo en la mera repetición de lo que los medios de (des) información y de (in) comunicación anuncian.

La docilidad de la cultura actual ante los dictámenes de tales medios resulta repulsiva para cualquier fiel que medianamente reconozca su condición católica: Para muchos lo que dice la Santa Biblia, lo que leemos en el Orden Natural inscrito por Dios, lo que dictamina el sano Sensus Fidelium del verdadero Pueblo (santo) de Dios, lo que unánimemente enseñan los santos y mártires  por medio de sus  vidas, parece desplomarse ante aquella reverencia instantánea con la que se asumen como verdad lo leído superficialmente en las redes sociales y en la prensa masiva.

Parece que para el “catolicismo del libertinaje” resulta más convincente el mundo y sus dictámenes que los de Dios. Eso “otro” elegido por Adán y Eva, ese “otro” que clamaron en el litóstropos de Jerusalén en Viernes Santo, se renueva hoy en medio nuestro: Respecto de nuestra confianza….¿Es mayor a Dios o es mayor a la prensa e Internet? En ocasiones parece que prestamos más diligencia, atención, y seguridad a una página de internet, a una encuesta de las redes sociales, que a lo que el Señor nos refiere en la oración. Simple: ¿Cuánto tiempo de dicamos a uno y lo otro? Esa es la respuesta…

La presencia de Satanás hoy en el mundo aparentemente es de bajo perfil más ello no significa que sea de poca incidencia, toda vez que,  es evidente el debilitamiento de la vida de fe al interior del mundo católico, el cual, no dice relación tanto como los que se incorporan bautismalmente –número de sube por cierto- cuanto permean todas sus acciones, pensamientos y proyectos desde la lógica de Dios, procurando cumplir lo más fielmente su voluntad. ¡Si lo quiere Dios, lo quiero yo! Una vez más el problema no es la cantidad sino la cualidad.

La obra de Dios ha querido que la vida del mundo dependa como una sinfonía lo hace de cada nota o sonido, del talento recibido por gracia: una nota que se reste de la sinfonía produce una merma que se percibe como una grave desafinación.

De modo similar,  acontece si uno sólo oculta sus talentos por falsos temores, respetos humanos, cobardías, estrategias autónomas, pactos con lo que objetivamente encierra males, hace que se vea afectada toda la vida de la Iglesia. Nada de lo que hagamos bien o mal, o dejemos de hacer, dejara de tener eco en la vida de los que están a nuestro alrededor y forman parte de los “prójimos” a los que el Señor ha puesto en nuestro camino para evangelizar hoy.

El Santo  Evangelio nos dice que el dueño del campo entregó –por libre iniciativa- cinco,  dos y,  un talento a cada uno de sus trabajadores, lo que es una cifra generosa que permite vivir ordenadamente. Recordemos que en tiempo de Jesús el talento no era una capacidad sino una medida cuyo valor actual indicaría unos tres millones de pesos. Por lo que en lenguaje económico: tres, seis y quince.

Como no sabemos cuánto tiempo trascurrió hasta el regreso del dueño del  campo, podemos suponer que esa cifra serviría para gestionar un “emprendimiento” que produciría no sólo para la supervivencia del que lo recibió sino para devolver a quien se lo entregó. No cuesta imaginar que si vamos por la calle y damos cifras similares a tres personas distintas habrá unos que lo aprovecharán y otros que lo derrocharán.

a). El Señor toma la iniciativa: Nada y nadie lo obliga a entregar parte de lo suyo, sino que con plena libertad atendiendo las capacidades y necesidades de cada uno, coloca en sus manos diversos talentos (bienes) con el fin que los administren adecuadamente.

b). No entrega indicaciones a ninguno: Porque ha querido confiar en cada uno de sus siervos evitando un seguimiento inmaduro e infecundo. En efecto, recordando las palabras de San Agustín de Hipona: “Aquel que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, asumimos que coloca dichos talentos al libre arbitrio de cada  uno porque “confía” en su buen desempeño, esperando de cada uno sólo  en la medida de los bienes que le ha confiado. Como conoce las capacidades y disposiciones de cada uno “espera” que la respuesta provenga oportunamente en la medida de lo que se les ha confiado.

El hecho de carecer de un manual de uso, antaño dicho como un “Manual de cortapalos”. (Éste era el manual organizacional que dio origen el año 1908  donde se incluía las obligaciones y derechos de los scouts), implica que uno asume la confianza depositada como una seria responsabilidad, donde cada uno está llamado a aplicar de manera generosa y oportuna  aquellas capacidades que hagan multiplicar cada uno de los dones recibidos.

c). Todo don recibido tiene un beneficio a la comunidad: La repetida frase que “nadie se salva solo” conlleva a la vez,  que debemos procurar salvarnos con otros, lo que exige necesariamente un apostolado de iniciativa no de respuesta, de acción no de reacción, de delantera no de defensa. Tal como lo vivieron los Apósteles que fueron por el mundo entero predicando el don de una fe recibida: San Pedro crucificado boca abajo en una cruz en Roma; San Andrés murió dejado en una cruz en Patras, ciudad en Grecia, San Juan Evangelista murió en la Isla de Patmos; Santiago el Mayor murió en Jerusalén degollado por Herodes (Hechos XII, 1-2); San Bartolomé  fue desollado vivo en Israel; San Tomás murió en la India; San Mateo murió lapidado en la ciudad de Nadabao en Etiopía; Santiago el Menor murió crucificado en Egipto; San Judas Tadeo murió lacerado (flechas) en Armenia; San Simón  murió crucificado en Inglaterra; Marcos murió arrastrado por carro en Alejandría, San Felipe murió  por azotes en Asia Menor.



Para cada uno de ellos ser fieles a lo dicho por Jesús constituyó el horizonte de sus prioridades, por lo que ningún respeto humano, les hizo modificar lo que Jesús les enseñó y lo que llevaban en su mente y corazón. ¡Morir antes que renegar! Prueba de ello es que todos fueron martirizados en lugares muy diversos, porque en cada uno de esos lugares buscaron convertir a quienes no conocían aun a Jesucristo. No enterraron su fe como lo hizo aquel temeroso y negligente siervo que recibió solo un talento. Ni él lo uso ni sirvió en beneficio de otros: se limitó sepultar los bienes recibidos, recibiendo un grave castigo.

d). El siervo que recibió cinco talentos actúa de inmediato: Esto le redundó en un beneficio inmediato, porque aquello que nace bien, culmina mejor, por lo que el hecho de asumir que aquellas gracias recibidas vienen de Dios, dispone de inmediato al obrar bien aunque ello no esté de moda: el mal aunque todo lo hagan sigue siendo malo; el bien aunque nadie lo haga sigue siendo bueno.

Lo bueno cuanto antes mejor: Parte del refranero popular nos recuerda que, sin detenernos en otra consideración que la confianza depositada en nosotros hemos de emprender la misión encomendada por el Señor, tal como el primero de los siervos de “inmediato” se puso manos a la obra. La innecesaria dilación implica una falta de consideración hacia quien nos ha invitado a compartir su obra, no como un desconocido sino como quien es parte de su vida misma. Realmente, somos “colaboradores de Dios”, por esto, nuestro apostolado requiere de diligencia.

Quien recibió un talento sólo optó por detenerse en innumerables consideraciones: exigencias, problemas, tiempo, organizaciones, protocolos, y recursos, todo lo cual,  nos hace  descubrir que cuando uno no se apoya en el Señor Jesús, lo más insignificante se presentará como insalvable y lo más secundario se alzará como una urgencia casi enfermiza. Cuando el señorío de Dios se trivializa entonces cualquier cosa se alzará como opción, corroborando lo anunciado por San Juan María Vianey, Patrono del Clero: “Quitadle a Dios a los pueblos y terminarán adorando a las bestias”. Nos preguntamos: ¿No es esto lo que pasa en el mundo actual? Sin duda, añadiremos que nuestra Iglesia no está al margen de ello, por el contrario, tiene gran responsabilidad en lo que pasa.

Consideremos que una empresa tiene un producto para ofrecer, para ello, cuenta con que uno de cada seis vecinos lo consumen. Cualquier publicista y encargado de marketing estaría feliz de partir de una base tan potente, más reconociendo que toda analogía aplicada respecto de las cosas de Dios y su obra siempre son insuficientes, no podríamos siquiera decir respecto del anhelo porque el apostolado en nuestra Iglesia católica considerase que cada creyente asumiera ir en la búsqueda de los que aún no conocen a Cristo, y de cuantos habiéndolo conocido, reniegan obstinadamente de Él. La Evangelización exige que la “cerca” que separa a creyentes y a quienes están llamado a serlo, se mueva para que los incrédulos sean creyentes y no los creyentes se transformen en incrédulos, tal como acontece en no pocos ambientes de antigua raigambre católica.

La tentación de evitar riesgos y hacer el más mínimo esfuerzo por lograr que el talento produzca frutos nace de una falta de fe, de no considerar la gratuidad y la libertad puesta en nuestras manos por medio de los talentos recibidos. La gracia empleada fructifica, en cambio, la gracia enterrada es siempre estéril.

El ejemplo  de diligencia efectiva lo leemos en el episodio de la Visitación de nuestra Madre Santísima a su prima Isabel de Ain Karim, toda vez que tan pronto asumió su realidad de ser llena de gracia y portadora en su vientre del autor de toda gracia, no vaciló ni urdió más razón para emprender el viaje desde su hogar hacia el de aquella que llevaba seis meses de embarazo y “era considerada como estéril”.

Esa prontitud que destaca el evangelista San Lucas no respondió a un entusiasmo fugaz ni tampoco dice relación a un sentimiento que como la hierba un día aparece y otro día ya no está. Sin duda, uno de los mayores desafíos que entraña la vida espiritual en nuestra Patria es fortalecer la voluntad por medio de la docilidad a la gracia, cuyos canales más fructíferos son procurar permanecer en estado de gracia, comulgar lo más frecuentemente que sea posible, confesarse con regularidad, tener devoción al Sagrado Corazón de Jesús por medio de la práctica de los Primeros Viernes de Mes, la manifestación de amor hacia nuestra Madre del Cielo. Siempre tengamos presente que tanto la voluntad como la conciencia se forman a los pies del Señor.

En efecto, si tenemos tales “remedios” ¿qué enfermedad nos puede avasallar? Aún más, la diligencia en responder al amor de Dios nos permite multiplicar las gracias y ser “eficaces” en virtud de los méritos del Señor, lo que lejos de llenar al alma de insano amor propio nos  permite ser agradecidos de la bondad de Señor que nunca defrauda y siempre satisface.

Imploremos a Nuestra Madre Santísima, para tener a lo largo de esta semana la diligencia de quien se puso “manos a la obra” al recibir los cinco talentos como garantía de la predilección, cercanía y confianza que Dios tiene en cada uno de nosotros.

¡Que Viva Cristo Rey!



miércoles, 4 de noviembre de 2020

TEMA  :  “SANTIDAD EN MEDIO DE UNA GRAN TRIBULACIÓN”

FECHA: HOMILÍA FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS  /  2020.

“Estos son los que vienen en de la gran tribulación, han lavado sus vestimentas, y las han blanqueado con la sangre del Cordero”. Aquella fidelidad nutrida del amor del Dios revelado como fiel, tiene como premio la eterna bienaventuranza, la cual, no se obtiene sin antes haber avanzado por aquella tribulación (thlipsis) de la que cada momento de prueba, persecución, y dolor asociado a los “sufrimientos de Cristo en la Cruz”, forman esta cadena interrumpida que constituye la “madre de las tormentas del alma” señalada por el Evangelista San Juan en el Apocalipsis (VII, 14).

Sin duda, ningún padecimiento actual será comparable con los que sobrevendrán al fin de los tiempos, donde el verdadero sentido de fe del pueblo santo de Dios, no guardará silencio para prevenir a quienes se han esmerado y han procurado ser fieles a Dios que no olvida ni abandona en momento alguno a los que Él acogió como hijos por medio del bautismo.

La prueba descrita implica “peligro” y “aflicción”, es decir, un sufrimiento asumido como angustia ante la incertidumbre de lo que sobreviene y se hace humanamente incontrolable. Sea un infante o un anciano aquello que no puede dominar, que es inesperado, y es desconocido siempre causa mayor temor, lo que para quien carece de una fe sólida ocasiona en el alma lo que en un cuerpo anémico afecta un virus.

Tal como dice la escritura: “Será la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo,   para probar a los que moran en la tierra” (Apocalipsis III, 11). La comunidad aducida vivía en una localidad situada en una placa tectónica, por lo que vivían en medio de temblores y terremotos, uno de los cuales destruyó por completo la ciudad el año 17 d.C, siendo reconstruida por Tiberio, quien pudo alzar nuevas viviendas pero en modo alguno alejar el temor e incertidumbre de sus escasos habitantes. Resulta imposible no vincular nuestra vida con la de aquellos creyentes descritos en el último de los libros de la Santa Biblia, no sólo por el ambiente sísmico de su geografía sino por el miedo e incertidumbre reinante que ha rivalizado con la fe y esperanza de esa comunidad, tentada como todo el mundo, tal como en la actualidad, la pandemia ha hecho dudar, olvidar, y perseguir la fe que un día se recibió y hasta vivió en su infancia y juventud.

Tardó siglos el Demonio en asumir que las crueles persecuciones físicas hacia los creyentes, sólo terminaba haciendo crecer la Iglesia pues, como dijo Tertuliano (+225): “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Por tanto, la gran tribulación va de la mano con la verificación de una corrupción generalizada en la vida del hombre y de las naciones, lo cual no es patrimonio exclusivo de organizaciones, agrupaciones o sistemas, sino consecuencia de una naturaleza debilitada a causa del pecado original que en toda hora busca mostrar su poder.

ALTAR CONSAGRADO A DIOS

¡AQUÍ ESTÁ JESUCRISTO!
 


En efecto, ninguna persecución hecha  a  nuestra Iglesia resulta tan manifiesta como lo es la que se da en la actualidad. Antaño hubo imperios, naciones y personas que se esmeraron en hacer infiel a la única Iglesia verdadera fundada por Cristo, más en todo momento,  estuvo ello situado por tiempo y lugar, muy distinto a la “holística” realidad que vemos hoy donde no parece haber nación donde no se de la persecución por medio del incentivo de la corrupción.  Así no sólo el Demonio “se pasea como león rugiente sobre los tejados” –en expresión apostólica- , sino que “humeante entra por ventanas” –en expresión pontificia- y “por las puertas” –en expresión mía- de los espacios llamados a cultivar la santidad y amistad con Cristo hecho Eucaristía. 

Si bien en el Padre Nuestro el Señor nos enseñó cómo debemos orar, implorando que “no nos dejes caer en tentación y libéranos del mal”, Dios puede permitir como de hecho lo hizo con su propio Hijo en medio del desierto, que padezcamos esta “gran tribulación” como una oportunidad para corroborar la fidelidad, semejante a cómo el fuego separa un metal noble de la escoria. Por esto, la hora presente –decisiva por cierto- nos invita a responder respecto de nuestra posición ante Cristo, tal como lo hizo en Cafarnaúm, de palabra, ahora lo hace “con la vida misma”.

La lectura del Apocalipsis nos permite vincular de modo necesario el procurar alcanzar la santidad y la piedad eucarística, lo que en la fiesta de Todos los santos nos recuerda que al unísono el testimonio de los mejores hijos de la Iglesia enseñan que “lavaron sus vidas en la sangre del Cordero de Dios”, presente de manera tan real como substancial en cada santa Misa.

Entendámoslo claramente: ¡No se llega al Cielo depreciando a Jesucristo en la Eucaristía! Es inimaginable pensar que cualquiera de  los 365 santos que celebra oficialmente la Iglesia cada día del año, sumando un total aproximado a diez mil canonizados en toda la historia, no haya sido piadoso, perseverante, respetuoso –tratando con una delicadeza incomparable hacia cualquier otra persona y realidad de este mundo- con Jesús hecho Eucaristía.

El más reciente ha sido el joven Carlo Acutis Salzano cuya grandeza y ejemplaridad no está en si vestía buzo, o usaba zapatillas, sino en que ya a los doce años de edad iba a Misa diariamente, y adoraba al Santísimo por largas horas, en tanto que puso al servicio de sus cercanos una catequesis eucarística por internet. No se avergonzaba de juntar sus manos al momento de rezar, no relegaba a Jesús al capricho de sus deseos y sentimientos, no hizo del Señor un mendigo de su tiempo e interés, por el contrario, se esmeró en tratar a Jesús como el Rey de su alma, por quien cualquier sacrificio se justifica

PARROCO PUERTO CLARO
ESTANDARTE SAGRADO CORAZÓN








Ese contacto personal, frecuente, hecho “connatural”, con Jesús colmó sus anhelos de felicidad y e iluminó eficazmente para poder descubrir las necesidades de los más necesitados con quienes compartía lo que mejor tenía: su fe, su tiempo, su alegría, en una palabra,  su amor a Dios, tal como lo han hecho cada uno de los Santos que hoy honramos como “los héroes de la fe”, “los mejores hijos de la Iglesia”, y los “verdaderos amigos de Dios”….tal como dijo Jesús: “Ya no os llamo siervos, sino mis amigos” (San Juan XV, 15).

Sin duda que los Santos “blanquearon sus vestimentas con la sangre del Cordero”, por esto, llegaron a la meta comulgando frecuentemente, lo que les permitió: el mayor ejercicio de las virtudes, la recepción de los dones del Espíritu Santo (Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Piedad, Fortaleza y Tenor de Dios), la vivencia de las obras de misericordia espirituales y corporales, y el fiel cumplimiento de  los mandamientos de Dios y de su única Iglesia.

La cercanía experimentada en la Santa Misa con la persona de Jesucristo, conduce a una verdadera amistad que, con el correr de los años,  va haciendo realidad una vida en abundancia, puesto que,  teniendo el marco del amor de Dios ofrecido como sacrificio en cada altar, da una amplitud al corazón de cada creyente a la hora de buscar apostólicamente atraer a otros hacia aquel bien que hemos descubierto.

¡Cuánta diligencia para enviar triviales mensajes de texto y wasap, cuánta lentitud en lo que se refiere a lo que trasciende! Lo primero a raudales, lo segundo con cuenta gotas.

Navegamos en medio de un oleaje donde el secularismo arrecia con fuerza. Es verdad que el Señor no prometió que estaríamos habituados a las aguas tranquilas, por el contrario, indicó “rema mar adentro” (San Lucas V, 1)....”he venido a traer fuego a la tierra” (San Lucas XII, 49), más,  la abierta exclusión de Dios que percibimos, con particular crudeza en estos días de pandemia,  conlleva necesariamente una visión mutilada de la persona, sin la cual, el hombre se abroga lo que es pertenencia exclusiva de Dios y despoja a su prójimo del fundamento de su dignidad.

IGLESIA EN VALPARAÍSO 2020

SACERDOTE VALPARAÍSO CHILE








Las palabras de Jesús en el Evangelio constituyen no solo el itinerario de lo que será toda su enseñanza, sino que son la mejor señalética para alcanzar la bienaventuranza eterna. A partir de este día, sabemos cuál es nuestra vocación y cómo podemos alcanzarla…Ese camino tiene un nombre y es la Santidad. Esa es la meta a la que Dios nos llama desde el momento de nuestro bautismo.

El aire fresco que la Iglesia necesita en la actualidad no pasa por rendirnos a las modas y avances del progresismo, sino que va por la necesaria sintonía entre vida eucarística y perfección, pues “lo santo lleva a lo santo” –solía repetir el Papa san Pío X. ¡Sancta, sancti! (lo sagrado a los santos y los santos hacia lo sagrado).

Nada hay en este mundo más sagrado que a lo que podamos optar como es a recibir a Jesús Sacramentado, toda vez que aquí no recibimos una gracia, una bendición, ni algo santo, sino a quien es el autor de toda gracia, el origen de cualquier bendición, y el fundamento de lo santo: Cristo, camino, verdad y vida.

Imploremos a la Virgen Santísima, la mujer constituida como la “Llena de gracia” (San Lucas I, 26), cuya santidad, pureza y piedad, puede ser sujeto de imitación más nunca de igualdad, pues,  el amor de Dios quiso tomar morada en su alma y gestarse en su vientre inmaculado de modo privilegia y exclusivo, según lo cual su poder de mediación es tan permanente como pleno, tan cercano como sublime, tan de Dios como de los hombres. Amén.

¡Que Viva Cristo Rey!

 

Padre Jaime Herrera González, Cura Párroco de Parroquia  Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro


 

TEMA :  “CHILE CON ¿VOTO DE POBREZA?

FECHA: TEMA DE FORMACIÓN CATÓLICA / NOVIEMBRE 2020.

Precedido por un proceso irregular en muchos aspectos y en un acto que, a pesar de los entusiastas organizadores, no logró superar que uno de cada dos votantes acudiese a emitir su opinión a pesar de ser catalogado como un acto histórico, una nueva era en el mundo de la vida política, el cierre de procesos con décadas de implementación, cambios sistémicos, y una casi interminable lista de adjetivos rimbombantes, donde se debe incluir movilización gratuita y, la más sorprendente generosidad del virus mortal más agresivo en siglos, con todo, hubo siete millones de chilenos que no votaron, cambiando la edad de los votantes pero no la apatía ambiental reinante en  las últimas décadas en cada proceso eleccionario.

Ni 30 pesos, ni 30 años ¡Por 30 monedas de plata vendieron a Jesús!

Durante ocho meses gran parte de los chilenos, de todas las edades, vimos limitado por razones de salud el ejercicio de reunión y traslado, pues el poder ejecutivo, asesorado por organismos supuestamente competente, exigió y propiciaron un confinamiento para evitar contagios. Frecuentemente los representantes del Colegio Médico Nacional y Regional daban entrevistas en los Mass Media señalando la gravedad de la pandemia, mas, frente al acto eleccionario dichos representantes que parecían rivalizar en el número de  las apariciones con el primer mandatario y el ministro de salud,  de pronto desaparecieron, y el virus mortal acogió sus súplicas, y autorizó por un día,  con el uso de mascarillas y distancia física de un metro, poder sufragar con aquella esquiva seguridad que obligó durante  meses al más riguroso de los encierros.

¿Habrá que agradecer a San Corvid que tuvo la gentileza de permitir que la mitad del país pudiese ir a votar? O más bien, ¿Pondremos atención al justificado temor de contagio de los adultos que habitualmente sufragaban y que, en esta oportunidad,  constituyen la mitad renuente a este proceso? No hay que olvidarlo: Sólo uno de cada dos chilenos acudieron a sufragar en la más importante de las votaciones. Decir que ello es un éxito es de una mediocridad incuestionable, toda vez que,  esa media verdad es una total mentira.  Los datos son precisos: El Gobierno Militar llamó a votar en un plebiscito  en 1988 y lo hizo el 97.5%, en esta ocasión, sólo el 50.6%. Contra toda inteligencia se argumenta que fue “histórico” porque sufragaron más personas. El resultado respecto del porcentaje de  participación es simplemente mediocre, y aplicada a una nota como la recibida por un escolar sería un reprobable 3.6.

Cualquier estudiante que llegase ante sus padres y les informase que recibió nota de 3.6 en el examen decisivo no creo que esperase ser felicitado, ni estaría orgulloso de su desempeño, ni fundamentaría la fantasía de su logro en que nunca antes hubo tantos que diesen la prueba, lo único que podemos concluir en este aspecto es que se trata de una nota roja…aquí y en la Quebrada del Ají, donde la gente ya no estará tan feliz.

Respecto del ambiente de incertidumbre, algunos analistas  centran su mirada en el desempeño de la Bolsa de Comercio. Como es algo que suele ser sintomático en 1988 el resultado hizo caer el IPSA en un 17% en tanto que al día siguiente del denominado “Plebiscito Constitucional” cayó sólo un 2.7% por lo que se debe considerar el volumen y la estabilidad de la economía de entonces y de nuestros días, de modo especial porque estamos inmersos en una inédita tormenta viral cuyos efectos no terminan de ser descubiertos. Lo cierto es que un caso (1988)  se da en medio de una economía de despegue y la otra (2020) se da en una de aterrizaje, en la cual,  los indicadores de crecimiento, empleo, deuda externa, al unísono pregonan una crisis ineludible.

Sin duda los técnicos en materia económica a esta hora deben hacen muchos informes donde ninguna variable parece quedar al azar. Simplemente, me parece importante destacar el temor reinante en amplios segmentos de la población, que no distingue edades ni grupos sociales ni sectores, ocasiona un estancamiento de la macro y micro economía, lo cual –como acontece en el mundo deportivo- lleva a olvidar que “la mejor defensa es el ataque”, que en el mundo financiero implica asumir que el acto de cuidar los recursos en la mano estancan la inversión, por lo que,  la pobreza no sólo no es derrotada sino que comienza a expandirse, de tal manera que el amanecer virtuoso que permitió durante las últimas cuatro décadas  subir peldaños se va transformando en un abrupto descenso vicioso que amplifica la pobreza dura, por lo cual, por ejemplo, aumenta el comercio ambulante, se expanden las tomas de terrenos, crecen las personas solas en situación de calle, se desata el desempleo permanente, y emergen múltiples enfermedades asociadas a todo ello.

Sacerdote Jaime Herrera González

Nuestra ciudad de Valparaíso, declarada Patrimonio de la Humanidad, a la cual, el canto avala que “este puerto amarra como el hambre no se puede vivir sin conocerlo, y no se puede dejar sin que nos falte”, presenta un nivel de pobreza evidente, el que se ha acrecentado en estos últimos años, del cual, algo tiene que ver la Pandemia y Estallido violento, y mucho la deficiente gestión del actual Alcalde Jorge Sharp cuya naturaleza política es empobrecedora y mediocre.

En estas alturas de expansión del “decrecimiento ciudadano”, sin duda, resulta irrelevante que pueda lucir más limpia una ciudad (cosa que no pasa) si acaso los turistas ya no vienen, los cruceros no arriban, las personas no acuden a los servicios por la violencia imperante, la familia no encuentra lugares de común esparcimiento, los cuales o están destruidos por el vandalismo o están “tomados por tomados”. Parece interminable el número de oficinas y empresas que  trasladan sus servicios a ciudades cercanas, trasformando los patrimoniales sitios eriazos  en el  reflejo del obligado exilio en busca de seguridad, limpieza, y aplicación de normativas municipales ajenas a los consabidos y mezquinos intereses frenteamplistas de un regente patagón.  

Sin duda, muy alejado de la búsqueda de crecimiento interior y vivencia más exacta de la vida de Jesucristo, que hacen religiosos y religiosas en la profesión de votos, nuestra ciudad de Valparaíso ha hecho desde hace años un singular “voto de pobreza”, donde la privación de bienes propios no es consecuencia de un libre acto de renuncia y entrega generosa, sino del eventual saqueo producto de una ideología parasitaria y expoliación de bienes debido a una gestión arbitraria y derrochadora tal como ha sido la implementada en los últimos tres años en el otrora primer puerto de Chile.

Como creyentes que nos reconocemos, apoyamos nuestra seguridad en quien no destiñe, no cambia, y permanece como aliado fiel. Jesús, el Señor, cuya presencia eucarística sostiene nuestra vida día a día viene a nuestros altares para que, unido a Él, tengamos aquella “vida en abundancia” que se transforma en el anhelado antídoto contra el virus del pecado e inmuniza contra la tentación.

Por ello, durante los ocho  meses de Pandemia que llevamos, henos procurado celebrar diariamente la Santa Misa sabiendo de ella nace y hacia ella converge toda la vida de nuestra Iglesia, particularmente,  en un tiempo donde la apostasía se ha mostrado con mayor crudeza. Es innegable que la presencia de Satanás se ha expandido en estos meses, toda vez que limitados de poder comulgar sacramentalmente, las gracias reservadas por Dios en este medio, no han sido oportuna ni debidamente recibidas causando una desnutrición espiritual. Tal como el cuerpo físico se debilita al no alimentarlo con las proteínas  necesarias, lo mismo ha pasado con la vitamina del alma que es Jesús Sacramentado. Según esto, al estar con  las defensas bajas, nuestra Iglesia Católica ha constatado la irrupción del Maligno que ha hecho trastabillar y detener a muchos en el camino de la perfección, santidad y virtud. 

Siguiendo con el símil del cuerpo, más grave resulta el pronóstico cuando más tardíamente se realiza, lo que nos lleva a mirar que durante estos largos meses no han faltado quienes no han echado de menos para nada la asistencia a la Santa Misa y la comunión sacramental. Se puede olvidar que es obligación ir a Misa los domingos y fiestas de guardar, se puede olvidar que Jesús prometió estar “todos los días junto a nosotros hasta el fin del mundo”, pero si se recuerda con meridiana precisión respecto del horario de los partidos de fútbol, tenis, y golf. Leo Messi, Arturo Vidal, Joaquín Niemann, y Rafael Nadal ocupan más tiempo en nuestras neuronas que el debido recuerdo de lo que hizo, hace y hará Jesús en nuestra vida.  

Lo más  dramático de este extenso tiempo ha sido el desinterés eucarístico, que es un síntoma preciso del debilitamiento de la fe al interior de nuestra Patria, sobre la cual,  se cierne la mayor de las pobrezas que es la incontrolada extensión del pecado, que en jerga actual podríamos definir como una pandemia espiritual.

En la Santa Misa vespertina del día lunes 27 de Octubre, en el Templo Parroquial tuvimos la presencia de diez fieles. Un matrimonio se ubicó en el lugar habitual de los reclinatorios que tiene cada uno un cojín, los cuales movieron de su lugar para instalar un parlante y un atril. Durante todo el tiempo de la pandemia, nuestra mascota parroquial tomó la “costumbre” de entrar al templo y ubicarse sobre los cojines mencionados. En medio de la celebración note la intranquilidad de nuestra mascota porque le habían “usurpado” su lugar ante lo cual,  se ubicó en el mismo lugar donde antes estaban los reclinatorios pero ahora sobre las baldosas del suelo.

Las migajas que caen de la mesa

Bastaron unos meses para que nuestra reconocida mascota tomase el hábito de entrar al templo, ubicarse en un reclinatorio, y salir terminada la Santa Misa.  Como católico hemos verificado que muchos bautizados –con primera comunión- han “olvidado” casi por completo el hecho de estar en la Misa con Jesús sacramentado. Siquiera que anhelásemos por costumbre ir a la Eucaristía constituirá en la hora presente la fuerza emanada de una pequeña llama humeante, más esto,  parece ser parte de una ilusión que se diluye ante el amanecer de la realidad: Cada vez menos se interesan por estar con Cristo, lo cual,  no parte de los fieles laicos sino que, el drama es que surge por la actitud de quienes debiendo hacerlo no dan  prioridad a la vida eucarística en el alma y la Iglesia.

Prueba de ello es que con una premura que fue más allá de lo exigido por la autoridad sanitaria nacional se cerraron los templos -¡casi por ocho meses!- y, luego, con la implementación de rebuscados protocolos se ha diferido la apertura de los templos con argumentos  que no resisten mayor análisis. Ojala se sincerasen aquellos que por (de) formación o por descuido en la piedad y devoción,  por flojera y comodidad, sostienen que la vida de la Iglesia  no pasa necesariamente por la Eucaristía, llegando a preguntar ¿Cuántas misas celebró Jesús en su vida?  con  el fin de relativizar y depreciar la necesidad de la centralidad eucarística en nuestra  vida espiritual y pastoral actual. Según esto, nos preguntamos respecto del origen de esta tentación de protestantización de la Iglesia.

Quisiera ver en la “primera línea” de los interesados por la reapertura de nuestros templos a quien corresponde hacerlo, más constato que se han adelantado deportistas, artistas, comerciantes, y educadores, como si un bar, un gimnasio, un motel, o una piscina, fuesen más importante y necesario para las personas que los templos, relegados “para el final” porque han sido tenidos, quizás por qué razón, como lugares de contagio, lo que a todas luces, es falso pues la enfermedad viral se ha expandido teniendo los templos cerrados al acceso público durante ya varios meses.

El acto electoral al que acudimos convocó la mitad de los eventuales ciudadanos con derecho a sufragar. La mesa de votación a la que acudí a las siete y media de la tarde tenía 324 inscritos y yo fui el número 160. Pero quien tuvo la gentileza de llevarme  hacia el lugar debió hacer una fila para sufragar de cuatro horas, donde el virus mutó su maldad altamente contagiosa en bondad inmune. Hoy sigue el toque de queda, y los días domingo permanece vigente la cuarentena…extraño mal que deja votar y no rezar, extraño mal que invita votar a los jóvenes y a cuidarse a los adultos, extraño mal que se expande sólo en los templos y no fuera de ellos; extraño mal que por sólo veinticuatro horas jugó a las escondidas con el Colegio Médico, los Ciudadanos Inteligentes y otros.

Como dijo un buen amigo avecindado en el país del Norte: “Chile hizo voto de pobreza”…y tal como suele repetirse en una broma entre sacerdotes diocesanos y los miembros de la vida religiosa: “Ellos hacen el voto, y nosotros lo vivimos” ¿Dirán esto las próximas generaciones por la opción del 39.5% del total de habitantes mayores de edad  con derecho a sufragar?

¡Que Viva Cristo Rey!