sábado, 27 de febrero de 2016

Feria de Cuaresma, 27 de Febrero 2016


COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 27 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (XV, 1-3, 11-32).



Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con ellos”. Entonces les dijo esta parábola. Dijo: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda.

Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.  “Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.

Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros."

Y, levantándose, partió hacia su padre. ¡”Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.

“Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." Él se irritó y no quería entrar.

Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!".

Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado". ¡Palabra del Señor!


Para todos nosotros ha de ser un regalo del cielo meditar en torno a la parábola del hijo prodigo. Es el Año de la Misericordia cuyo ícono es presentado por Jesús en este día. Hoy no vamos a mirar principalmente la figura de quien da el nombre tradicional de este texto del evangelio, sino que nos avocaremos a descubrir el corazón y acciones del Padre dadivoso que espera, acoge, perdona y privilegia.

Saber esperar: Dios “no tira la toalla” cuando se trata de dar una nueva oportunidad. Sabiendo “de qué estamos hechos”, de tantas buenas intenciones que no llegan a buen puerto, nunca cierra la puerta  de su bondad, gracias a lo cual podemos regresar a casa una y otra vez sabedores que seremos, en todo momento, muy bien recibidos. Es lo que Jesús hoy nos presenta en el ejemplo de ese padre que día y noche esperaba el retorno de su hijo menor... Debió vencer la tentación de aplicar lo que convencionalmente se establecía y dejar a su “benjamín” a su propia suerte. Por el contrario, la espera debe ser el camino que vislumbre quien esta fuera y desea regresar a su hogar. En la actitud de esoera del padre de esta parábola  la justicia se une a la misericordia.

Saber acoger: Implica tomar la iniciativa, para que el reencuentro sea tan verdadero como permanente. Recibir con la generosidad de un amor gratuito, que no requiere más condiciones que el arrepentimiento sincero del hijo que un día dio vuelta la espalda a su padre.

Saber perdonar: El perdón es in imperativo para quien se reconoce discípulo de Cristo. No solo es tema recurrente sino que implica un sendero inevitable para aquel que se quiere identificar como discípulo y apóstol. No es una actitud cristiana dejarse llevar por la cerrazón al perdón, ni la de tardar el perdón por el camino de determinadas condiciones por cumplir. Esa no es la actitud que tuvo el padre de la parábola: Aunque no hay palabras de perdón subyace en todo momento una actitud de perdón que facilita el encuentro con su hijo que no solo creía muy lejos sino muerto. El perdón que recibimos en la confesión es como una resurrección.

Saber privilegiar: a diferencia de nosotros Dios nos puede amar siempre mejor que nadie. Su atención llega perfectamente a cada uno de sus hijos de tal manera que cada cual recibe la gracia necesaria para alcanzar la santidad, para lo cual debemos implorarlas con humildad, insistencia y confianza. Es una realidad: aunque parezca imposible que un padre o una madre se olviden de sus hijos, Dios en todo momento apuesta por cada uno de sus hijos. ¡Viva Cristo Rey!

jueves, 25 de febrero de 2016

Feria de Cuaresma, 26 de Febrero 2016

COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 26 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (XXI, 33-46).

“Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon.

De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.

Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” Dícenle: “A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo”. Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos?

Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos”. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta”. ¡Palabra del Señor!


Los “sumos sacerdotes” son los que especialmente estamos consagrados a Dios, no sólo ministerialmente considerados sino bautismalmente. Y, en esto,  todo feligrés de la Iglesia está llamado en esta parábola. A la vez que  denominados “ancianos” son los que llevan “años de circo” como católicos. La tentación es acostumbrarse a ello, y caer en la tibieza espiritual por una parte al creerse ya salvados, y por otra parte,  a ceder a la tentación de creerse superior al resto de los fieles, pensando que hay Iglesia de primera,  de segunda y de tercera, cuya importancia no está fundamentalmente puesta en lo que Dios mira sino en lo que a los ojos del hombre deslumbra más.

En efecto, a nuestro alrededor vemos que el espíritu farisaico que nuestro Señor constantemente condenó sigue presente en medio nuestro, porque –simplemente- nos hemos acostumbrado a la bondad de Dios y actuamos como hijos consentidos,  desdeñando el Dios de las sorpresas y de la gracia por una falsa deidad que hemos alzado.

Caemos con ello en una ceguera espiritual que nos impide por tanto caminar en la vida cristiana, perdiendo con ello,  no nuestra condición bautismal pero si opacándola seriamente a causa de las múltiples infidelidades que nacen del orgullo y de la soberbia.
Para evitar dichas tentaciones es necesario asumir que formamos parte de una Iglesia a la cual servimos porque estamos consagrados a ella desde el bautismo, por lo cual,  somos corresponsables en todo su quehacer desde los específicos caminos a los cuales nos invita recorrer nuestro Señor.
No solo los muros separan hoy a los hombres, sino que –también- los distancian múltiples vallas y cerrojos, los cuales nos impiden llevar una vida más plenamente cristiana. En ocasiones, incluso,  como realidades ocultas en: justificaciones aparentemente loables como es la dedicación a la labor encomendada, como es el afán por la grandeza de la propia familia, por la expansión de nuestro movimiento, todo lo cual es muy bueno, por cierto, pero, que ello termine constituyendo una  excusa para tender la mano, para acercarse, y para asumir el desafío de expandir el Santo Evangelio en el resto de nuestras comunidades, movimientos y familias.
Si verdaderamente nos sabemos llamados a servir, entonces,  fácilmente desaparecerán las barreras que amarran nuestra caridad en el “metro cuadrado” de nuestro pequeño mundo.

Sin duda, el anuncio del Santo Evangelio en la actualidad implica no sólo riesgos sino que conlleva una real adversidad, toda vez que el seguimiento de Jesucristo nos hace saber que donde esté El,  estarán –también- sus siervos. No puede ir el Señor por una vereda y sus discípulos por otra. Y, como sabemos, Jesucristo para estar sentado a la derecha del Padre debió primero subir el camino del Calvario: de la pasión a la exaltación; de la Cruz al Cielo, desde donde reina para siempre, pues La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido”. ! Viva Cristo Rey!

miércoles, 24 de febrero de 2016

Feria de Cuaresma, 25 de Febrero 2016

 COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 25 DE FEBRERO 2016


Lectura del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Lucas (XVI, 19-31):

“Era un hombre rico que vestía de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le tocaban las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.

Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama." Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros." “Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento."

Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan." Él dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán." Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite.". ¡Palabra del Señor!



Inmersos en el camino cuaresmal, venimos conociendo las enseñanzas de Jesús a sus apóstoles, la cual hoy culmina con un severo llamado de atención nacido de su amor misericordioso: “aunque resucite un muerto…tampoco creerán”. ¿Hasta donde puede llegar la cerrazón del corazón del hombre? Lo hemos visto tantas veces a lo largo de historia: Hay una lógica de quien prescinde de Dios cuya fuerza de gravedad es tan fuerte como la une la roca al suelo.

Quien está instalado:  Habitualmente el hombre es un ser de costumbres, que le gusta echar raíces y con ello apegarse a personas, ambientes y lugares Todo aquello que lo saque del foco de sus apegos suele ser mirado con distancia y rechazo. Dice la parábola que un hombre “todos los días” estaba inmerso en la disipación, en la comodidad y bienestar.


Quien cuenta con seguros: Los países del primer mundo han legado un conjunto de seguros por los cuales el hombre cree vivir liberado de toda preocupación,  de toda incertidumbre, puesto que solamente confía en la fuerza de sus seguros. Esto se aplica a la vida espiritual donde la “riqueza” puede transformarse en una verdadera esclavitud que le impida contemplar la verdad y desear el bien.

Quien festina su vida: En la actualidad sorprende el hambre insaciable por satisfacer la diversión,
 llegando al extremo de hacer realidad sólo dos días de la semana, como si el resto de los días no fuesen una oportunidad para ser felices. El fin de semana, lejos de estar marcado por el cumplimiento del precepto dominical y por ser una instancia para compartir en familia se presenta como un constante conjunto de actividades que suelen alejar del centro el alma del cristiano y termina por enfriar la vida interior. Toda esclavitud resulta nociva siempre, también la de quien festina su vida.

Los tres elementos citados: estar instalado, estar asegurado y estar festinado, llevan a un olvido de Dios, y en consecuencia de su obra como es la creación entera. La imagen que nos presenta el Santo Evangelio de un hombre que muere de sed y anhela una sola gota de agua nos ayuda a pensar en las promesas de Dios, las cuales muchas veces desdeñamos por bagatelas y simplicidades.

En tanto que las penas del purgatorio, como lugar de purificación previo a la bienaventuranza, son una realidad cuyo mal es superior a cualquier penuria, sufrimiento y malestar que padezcamos  en este mundo toda vez que,  lo que aquí se padece dura un tiempo,  en tanto que en el purgatorio “no hay reloj porque no hay tiempo” por lo que aquello que  se sufre,  se sufre como ilimitadamente en relación a la vida presente, resultando un abismo del cual nos habla el Santo Evangelio: entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros”.

Imploremos al señor que no sólo nos libre de las penas del infierno sino que,  además,  nos exima de las penurias del purgatorio para lo cual la devoción al Santo Escapulario de la Virgen del Carmen y la práctica de los Primeros Viernes de Mes votivos del Sagrado Corazón resultan los mejores de los seguros porque nos han sido dados del Cielo. ¡Viva Cristo Rey!

martes, 23 de febrero de 2016

Feria de cuaresma

 COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 24 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (XX, 17-28).         

Cuando iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomó aparte a los Doce, y les dijo por el camino: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y escribas; le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, para burlarse de él, azotarle y crucificarle, y al tercer día resucitará.

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le dijo: “¿Qué quieres?” Dícele ella: “Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino”.

Replicó Jesús: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?” Dícenle: “Sí, podemos”. Díceles: “Mi copa, sí la beberéis; pero sentarse a mi derecha o mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado por mi Padre. Al oír esto los otros diez, se indignaron contra los dos hermanos.

Mas Jesús los llamó y dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. Palabra del Señor.


Cada uno en su vida ha experimentado la infinita paciencia que ha tenido el Señor, al momento de tendernos la mano para perdonarnos y darnos siempre una nueva oportunidad. También, lo vivieron los Apóstoles, los cuales en más de una oportunidad parecieron colmar al Señor quien les dijo: “hasta cuando tengo que soportaros”…”no veis las cosas como dios sino las veis como los hombres”…Incluso a uno le dio un fuerte reto: “apártate de mí satanás(vade retro).

Y todo esto porque el hombre viejo que subsiste en cada uno no deja nacer plenamente al hombre nuevo que surge cuando la gracia anida en nuestro corazón. Ese hombre viejo o carnal que hablan las escrituras llevó a decir a aquella madre una petición que rompía el espíritu del diálogo que unos momentos antes dijo el Señor en torno a la grandeza del que sirve. A los Apóstoles lo dicho por Jesús el día anterior entró por un oído y salió sigiloso por el otro.

Pudo más en aquella petición el deseo de las consideraciones humanas: ocupar lugares importantes como si estos pudiesen en algo modificar  el corazón de la persona. Es que la tentación del poder suele ser muy agresiva, y en ocasiones capaz de cegar por completo la voluntad, más aún, si consideramos que nuestra cultura exacerba desmedidamente los logros, las grandezas y los primeros lugares. ¿Qué es lo importante? ¿Qué debe ser el objeto de nuestros anhelos e intenciones? ¿Qué debe primerear en nuestras acciones?

A tales preguntas el Evangelio nos presenta la figura del Siervo de los Siervos. Es decir, de Aquel que subirá al Calvario para obtener la salvación de muchos. El camino para ello será ignominioso: “lo entregaran, lo azotaran, le llevarán a los gentiles, se burlaran, le y crucificarán”. Ningún detalle queda al margen del anuncio que hace el señor Jesús.

La Cruz no es la aplicación instantánea de una pena capital indolora y oculta entre cuatro paredes, por el contrario,  estará inmersa en un proceso público por el cual lo condenarán, y luego de un largo proceso de maltratos se le dejará puesto en la Cruz hasta que muera.

Sin duda, estas palabras constituyeron un verdadero “balde de agua fría” a los cálidos anuncios de la llegada del Reino de Dios, a los signos del advenimiento del Mesías por medio de tantos milagros que cautivaban a las muchedumbres anhelosas de bienes y liderazgos, en una realidad de subyugación, apatía y desinterés generalizada.

Más aún,  si consideramos la petición hecha por una madre en vistas  a ocupar los lugares más importantes en el nuevo Reino de Dios.  La molestia del decanato apostólico restante fue evidente –quizás- porque también en ellos subyacían proyectos semejantes de obtener humanas grandezas. Más de uno percibió que se le anticiparon en la petición. Todo esto muestra que no habían comprendido aun lo que nuestro Señor les estaba pidiendo, cosa que no solo aconteció hace dos milenios, sino que es una tentación vigente y, en oportunidades,  reinante en nuestras comunidades y al interior de nuestros hogares.

Estando en medio del Año de la Misericordia al que nos ha invitado su Santidad el Papa Francisco, vemos que el mejor servicio que podemos hacer hacia el prójimo es procurar vivir intensamente el camino de las obras de misericordia, tanto espirituales como corporales a los que la Iglesia nos exhorta cumplir con fidelidad.

Muchas veces henos escuchado que quien obedece nunca se equivoca, pues buen, ahora añadiremos que aquel que sirve nunca se equivoca, porque forma parte del camino que Jesús recorrió para subir a la cruz y resucitar al tercer día.


No lo olvidemos, particularmente en medio de este tiempo de la Santa Cuaresma: “Servir es reinar”, según leemos en las palabras que Jesús nos dice en este día: “el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos”. ¡Viva Cristo Rey!

lunes, 22 de febrero de 2016

Festividad de San Policarpo, Obispo Mártir


COMENTARIO RADIO STELLA MARIS / 23 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Evangelio de Nuestra Señor Jesucristo según San Mateo (XXIII, 1-12):



Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas. Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres; se hacen bien anchas las filacterias y bien largas las orlas del manto; quieren el primer puesto en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, que se les salude en las plazas y que la gente les llame "Rabbí". “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar "Rabbí", porque uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie "Padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar "Directores", porque uno solo es vuestro Director: el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado”. ¡Palabra del Señor!

Al inicio de la Santa Cuaresma recordábamos que nuestra Iglesia nos pide hacer una penitencia comunitaria a todos los fieles bautizados: comer menos y no comer carne dos días. A muchos parece algo extemporáneo y extraño que la Iglesia imponga una carga sobre sus fieles en medio de una sociedad abiertamente libertina y ajena todo espíritu de sacrificio.

A este respecto, conviene recordar que hay múltiples creencias a lo largo del mundo  que piden a sus fieles una conducta especial en determinadas materias: un mes sin comer carne, no comer jamás carne de vacuno ni de cerdo, contribuir con el diez por ciento de sus bienes, vestir decorosamente, usar la burka femenina, abstenerse siempre de tomar todo tipo de café, té, y alcohol. La lista parece ser interminable. Si observamos lo que nuestra Iglesia pide hoy parece ser el mínimo indispensable, que –incluso- hasta puede ser considerado como demasiado, exagerado, y fanático.

El tema central al que apunta Jesús es mirar cómo se cumple, es decir, procurar espiritualizar el cumplimiento, para lo cual es necesario ser exigente con uno mismo, en primer lugar, en tanto que a la vez se debe buscar e todo momento actuar con rectitud de intención, evitando hacerlo por modas, publicidad, o conveniencias. Hay que agradar a Dios antes que a las muchedumbres!

Dios no necesita de nuestra publicidad para saber lo que hacemos o negligentemente dejamos de hacer: ve en lo secreto, mira nuestro corazón mejor de lo que nosotros podemos hacerlo.

Como bautizados sabemos que el servicio no es algo facultativo para quienes formamos parte de la Iglesia. Es un deber, una obligación en vistas al camino de santidad que Dios nos invita, por medio de una cada vez más perfecta identificación con la persona de Jesucristo.

Para ello,  debemos constantemente debemos implorar la gracia de ser fieles, a la vez que con “determinada determinación(Santa Teresa de Ávila) dejaremos que Cristo impere en nuestras resoluciones, sabiendo que si alguien quiere nuestro bien es el Señor. Además, no sólo sabe más que nosotros sino que lo sabe a la perfección, por lo que podemos estar seguros de su voluntad.

Para ello, sin duda se requiere de crecer en la oración. El servicio del creyente es orar con las manos, vale decir, se fortalece no haciendo más cosas ni siendo más novedoso, sino amando más a quien se sirve, de tal manera que se realice lo que San Pablo escribió tan hermosamente. “ya no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mí”.


Por esto, para evitar caer en el simple activismo multiplicador de acciones, ni de dejarnos seducir por la tentación de la visibilidad de las obras hechas que sirvan de una cancerígena vanagloria, en todo momento el servicio debe partir de una oración, procurando discernir la mejor manera de colaborar buscando -sobre todo- la perfección y santidad de la persona a la que se sirve, luego, para que en medio del servicio las fuerzas humanas no decaigan,  es necesario “rezar sirviendo” y “servir rezando”, y finalmente, para que los honores no recaigan donde no corresponde es necesario una oración de gratitud y ofrecimiento al Señor.

La grandeza de que sirve es descubrir a quién sirve y por qué sirve. Sobre esto, el ejemplo de los mejores hijos de la Iglesia que son los Santos, nos enseñan inequívocamente que mientras más se ahonda en el misterio de la vida cristiana, que mientras más se crece en espíritu de oración, más y mejor se sirve al prójimo, cumpliéndose a cabalidad la bienaventuranza que nos enseña el Santo Evangelio de este día: “El mayor entre vosotros será vuestro servidos, pues el que se humille será ensalzado”. ¡Viva Cristo Rey!

sábado, 20 de febrero de 2016

Festividad de la Cátedra de San Pedro Apóstol

    
 COMENTARIO RADIO STELLA MARIS /  22 DE FEBRERO 2016.

Lectura del Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo (XVI, 16-39).
“Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.”. Díceles él: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?»”. Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos”. ¡Palabra del Señor!


No era una región más la de Cesárea de Filipo. Confluían muchas personas, provenientes de distintos lugares: idiomas, costumbres, personalidades, todo lo cual daba una cultura muy vasta, que hizo proclive la pregunta de Jesús a sus discípulos. Estos, entusiasmados por tantos milagros, embelesados por la aceptación de las muchedumbres a los beneficios obtenidos de manos de nuestro Señor, les llevó a la tentación que ya, en esos momentos,  muchos anidaban en su interior.

Pensaban  probablemente: Si seguimos con Jesús estaremos “asegurados”, nada nos faltará y obtendremos  bienes mayores de los que ya –prodigiosamente- venían recibiendo simples desconocidos. ¿Cómo ellos van a ser más beneficiados que nosotros que vamos a su lado en todo momento?


Las respuestas en tercera persona es fácil darlas. No nos afecta su resultado pues responden a la opinión que otros han dado, por esto, como alumnos que quieren quedar bien ante el profesor, los discípulos se atropellan para responder inicialmente: Juan Bautista, Elías, Jeremías, y  una nómina que terminaría con el último Apóstol citando alguno de los profetas de la antigüedad.

En ocasiones tendemos a tener una fe  de “butaca”, donde contemplamos un espectáculo que otros hacen sin involucrarnos más que cuando se hace imprescindible. Se aplica el refrán: “¿Dónde está Vicente, donde está toda la gente?” Así, la fe profesada termina siendo como el resultante de lo que las mayorías siempre cambiantes marcan  en el momento. Se esclaviza la verdad a la moda, de tal manera que,  la fe más que proclamar el asentimiento de lo revelado, como parte de una gracia especial de Dios, viene a ser –entonces- una opción, un gusto, un sentimiento que un día está y al siguiente es ya simple  recuerdo,  en el mejor de los casos.


Conocedor de nuestra humana naturaleza, Jesús hace una nueva pregunta a sus discípulos. Esta vez hace ir “mar adentro” la voluntad y la inteligencia de sus Apóstoles. Entonces, oh sorpresa, un silencio total resuena en aquel lugar. Los que tanto respondían han optado por callar. ¿Qué ha pasado? ¿Qué los hizo silenciar sus diálogos? Sin duda fue la pregunta hecha por el Señor. Y vosotros, ¿Qué dicen de mí? Ahora es en primera persona, por lo que perciben que la nueva respuesta que eventualmente darán, sí les involucra directamente, develando todas las intenciones ocultas, los proyectos propios tantas veces silenciados, los respetos humanos que esterilizan las buenas iniciativas.

De pronto, como acontece en el mejor de los engastes, el silencio de muchos hace destacar la palabra de uno: es Simón Pedro, que acompañará al Señor en los momentos cumbres, tal como aconteció en la notable jornada del Monte Tabor como en el caminar doloroso hacia el Calvario.

Por especial asistencia del Espíritu Santo, que directamente habla en la voz de Pedro, con la fuerza que emana de una convicción con aroma de cielo, señala, primero y a nombre del resto de los Apóstoles: “Tu eres el  Cristo”, es decir, reconoce a Jesús como el Mesías esperado por generaciones, como aquel el que venía a quitar el pecado del mundo, quien vino a sanar los corazones desgarrados, quien iba a instaurar un reino de santidad y vida.

Decirlo hoy no entraña -al menos en nuestra Patria- los riesgos que entonces involucraba decir que Jesucristo era el Mesías verdadero, reconociendo con ello, el misterio del Verbo Encarnado presente en medio del mundo. A fin de cuentas, el primero que lo hace en las riberas del Río Jordán terminó decapitado…y si acaso alguien escuchaba tal afirmación bien podría seguir él que lo decía,  el mismo camino de San Juan el Bautista.

Como Simón Pedro, a tiempo y destiempo, hemos de reconocer a Jesucristo en el mundo presente, allí donde con agrado lo deseen escuchar y allí donde las puertas parezcan estar irremediablemente cerradas a todo anuncio.


Nada ha de ser impedimento para hacer de nuestros hogares, de nuestros colegios, de nuestras universidades, de nuestros trabajos, de nuestros parlamentos, de nuestras bancas, un nuevo Cesarea de Filipo donde proclamemos no solamente la universalidad del mensaje de Jesucristo sino, también,  su especifico camino para alcanza la salvación como miembros de su Iglesia que es: Una, Santa, Católica, Apostólica, y cuya Sede visible -en nuestros días- está en la ciudad de Roma. ¡Viva Cristo Rey!

miércoles, 17 de febrero de 2016

Foto histórica de la Parroquia de Puerto Claro, 1965


Hacia ti, Señor, levanto mi alma

 HOMILÍA EXEQUIAL PARROQUIA CASTAÑOS DE VITACURA 2016

1.        “Recrea el alma de tu siervo, cuando hacia ti, Señor, levanto mi alma” (Salmo 86,4).


Locura y necedad representó para el mundo la realidad de la Cruz. Lo que hasta Cristo era signo de sufrimiento y  castigo por medio del acto voluntario de subir a ella y padecer hasta la muerte, transformó dos simples maderos en el más bello estandarte de quien asumiendo la maldad del mundo entero sobrellevó la miseria de toda generación.

Obispado de Valparaíso, padre Jaime Herrera

Dice la Santa Biblia, en expresión del profeta Isaías que el Siervo Sufriente “casi no tenía figura” a causa de los padecimientos. En realidad es inimaginable pensar como el Dios hecho hombre cumplió desde la Cruz el llamado que sentencia el Evangelio de este día: “No he venido a llamar a conversión a los justos, sino a los pecadores”.

Y, es que desde que Jesús asumió todo sufrimiento humano hizo que cada dolencia, cada limitación, cada enfermedad adquiriese un rostro rejuvenecido y una identidad nueva ya que ello va indisociablemente unido con el misterio de la Redención. Por esto, el hombre que sufre no es alguien marginado del amor de Dios sino,  más bien,  integrante dilecto de los bienaventurados del Evangelio. De hecho, la Sagrada Liturgia en la Misa por los enfermos habla explícitamente del que padece como un “predilecto de Dios”, lo cual en tiempos de nuestro Señor no sólo era algo inusual sino tenido como impropio puesto que estaban sumergidos en un profundo exitismo, carente de todo pesar, de toda pobreza, de toda enfermedad.

Sin duda fue toda una sorpresa cuando Jesucristo dio a conocer en lo alto de una loma el sermón inaugural conocido como las Bienaventuranzas, señalando que serían “felices los que sufrían”, tanto en su alma como en su cuerpo. Esa lógica del Cielo fue considerada “locura” para el mundo, y la sabiduría divina como “simple tontera”.

Mas, el amor vence siempre, y se termina imponiendo  no con la fuerza disuasiva de quien actúa primero, ni de quien es más agresivo, tampoco –por cierto- de aquel que goza de mayor originalidad. El amor de Dios es claro, es auténtico y “no mira con chanfle”. Se impone y doblega por la fuerza de su convicción, cautivando por medio de la irradiación de la verdad unida al bien. Todo esto, nos ayuda a descubrir parte del misterio de lo que nos enseña el retorno a la Casa de Dios de nuestro hermano, quien a los veinticuatro años, luego de sobrellevar en silencio el misterio de lo que nuestro Señor padeció le dice; “ven bendito de Padre, al lugar preparado para ti desde toda la eternidad”.
En efecto, la súplica que hace David en el salmo de este día encierra el anhelo que tiene todo hombre desde el momento en que Dios lo ha creado y constituido, en expresión de San Agustín de Hipona un “Dei capax”. Salidos de las manos de Dios, nuestra existencia tiene sentido si vamos de Su mano providente avanzando.

Por ello, clamamos: “recrea el alma de tu siervo”, es decir, que la gracia de lo alto haga nueva la vida de aquel que un día fue llamado al banquete de la vida, a la vez que le introduzca a la morada santa de la cual la Iglesia fue su anticipo desde el día de su bautismo, por medio del cual paso a ser hijo de Dios y miembro vivo de su Iglesia.

“Hacia ti Señor levanto mi alma”: A diferencia de nosotros que debemos esforzarnos por elevar nuestra alma a Dios y sus realidades, siendo muchas veces negligentes en ello, nuestro hermano a lo largo de su vida experimentó de manera tan misteriosa como real aquella habitación trinitaria de la cual refieren las almas grandes, viviendo en presencia de Dios de manera permanente, no perdiendo a causa de pecado alguno la inocencia, pureza y gracia recibida el día de su bautismo, de tal manera que si hay un alma que pueda partir derecho al Cielo ha de ser la de nuestro hermano por quien aplicamos esta Santa Misa.

2. “Entonces te deleitarás en el Señor, y yo te haré cabalgar sobre los cerros de la tierra” (Isaías 58, 14).
Con este versículo vemos como resumido el misterio de la Bienaventuranza eterna a la que estamos llamados. Vivir en el Cielo es estar con Dios, y ello, resulta indescriptible en palabras nuestras, tal como lo experimentó el apóstol San Pablo al decir que “ni ojo ha visto, ni mente ha llegado a  ¡imaginar lo que Dios tiene preparado para cuantos procuran serle fieles”. Lo único que podemos añadir al respecto es que la menos de las alegrías del Cielo es mayor a todas los gozos de una entera en este mundo, puesto que aquí todo acaba, incluida la felicidad; más en el cielo, todo es para siempre.

Ahora, nuestro hermano verá a Dios “cara a cara”, donde las razones ya no serán necesarias porque comprenderá plenamente a Aquel que contempla ya de frente. Lo que para nosotros puede llevarnos una vida en encontrar una respuesta a tanta pregunta, respecto de la fe, nuestro hermano ahora descubre como ya resuelto todo dilema: ni preguntas, ni respuestas, ni argumentaciones, ni raciocinios…sólo mirar y ser mirado, amar y ser amado. De algún modo, se cumple en la vida de nuestro hermano lo anunciado por el profeta Isaías. “te deleitarás en Señor” y  “yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra”.

Al cielo ha de llegar para acompañar a su querida abuela, por quien rezamos hace solo unas semanas atrás. Su padre recordaba, en aquella oportunidad, que la paz se le había acabado a don Ernesto  ante la llegada de su esposa…pues bien, Dios sabe hacer perfecto todo, por ello,  ahora,  a ambos les agrega la compañía de su nieto, al que tanto quisieron: allí Aurelia le hablará de los Talleres de Oración y Vida, de la grandeza del amor de Dios, y por cierto del Padre Ignacio Larrañaga, en tanto que su abuelo Ernesto lo vemos explicándole los últimos pormenores de su equipo favorito, que me abstengo de nombrar. Si aquí por veinticuatro años el velo de una enfermedad les impedía hablarse, junto a Dios no sabemos cuál de ellos tres guardará silencio…

3.        “No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores” (San Lucas 9, 32).
Esta Santa Misa de Exequias que celebramos, la ofrecemos en sufragio de nuestro hermano que retorna a la Casa del Padre Eterno, a la vez que oramos por el consuelo espiritual de sus padres, familiares y amistades.

Si bien, toda celebración eucarística encierra la gratitud, la alabanza, la imploración por las gracias necesarias, la petición del perdón por los pecados conscientemente cometidos, al momento de recibir la Hostia Santa constatamos que verdaderamente es el Pan que da la vida en abundancia, el único capaz de nutrir el alma y la familia cuando las fuerzas se ven debilitadas. Por ello, teniendo presente las promesas del Señor que confirió a la oración un poder ilimitado,  resulta un imperativo pedir por los padres de nuestro hermano que hoy, en el mismo espíritu del patriarca Abrahan ofrecen a quien les fue ofrecido, toda vez que Dios al momento de crear el alma de nuestro hermano lo colocó al cuidado de sus padres quienes, con generosidad lo esperaron, con abnegación lo cuidaron y con esperanza hoy lo colocan en las manos del Buen Padre. En efecto: “Nos hiciste para Ti Señor, e inquieto estará nuestro corazón mientras no descanse en Ti”.

Como padres de familia han sabido interpretar fidedignamente el amor de Dios no sólo para sus hijos, sino que de manera ejemplar, no exentos de dudas e incertidumbres, son un modelo fidedigno para tantos que, con ocasión de tomar la Cruz lo hacen unilateralmente olvidando que en su condición de esposos son uno sólo al momento de subir al Gólgota como al instante de reconocer la evidencia del sepulcro vacío. Sin duda, no quedará exento de un premio muy grande en el Cielo y en la tierra la dedicación con que ambos se esmeraron en cuidar a vuestro hijo, lo cual ciertamente conoció de fortalezas e incertidumbres, nunca de claudicación siempre de abnegación.

Sólo desde la fe hoy constatamos que las mismas lágrimas de una momentánea despedida se transforman en las lágrimas ante la bienvenida que recibe por quienes, no por un tiempo, sino para siempre le acompañarán adorando a Quien sólo no puede dejar de amar a aquel que un día no dejó de crear.
Nuestra mirada se di
rige entonces, hacia la Virgen María, que en esta parroquia se venera bajo la advocación de Nuestra Señora de las Mercedes, en cuyo regazo nadie sobra y en cuyo corazón todos ocupamos un lugar principal. Imploramos que la delicadeza del alma de la Madre de Dios, constituida llena de gracia y medianera universal de toda gracia, presente el corazón privilegiado de nuestro hermano ante el Señor de la  Divina Misericordia. ¡Viva Cristo Rey!