sábado, 4 de mayo de 2019


TEMA  : TESTIMONIO VIVENCIA SACERDOTAL SEMANA SANTA
FECHA: REUNIÓN DEL CLERO DIÓCESIS DE VALPARAÍSO ABRIL
El Señor Obispo me ha pedido dar un testimonio de la vivencia de Semana Santa. Agradezco la oportunidad de compartir en voz alta lo que he vivido en voz baja.
Quiero detenerme en tres líneas principales.
Primero. Lo vivido en estos días no responde a un hecho del momento sino que es parte constitutiva de un caminar, de una peregrinación iniciada hace ya cuatro décadas. En este sentido no puedo analizar el aquí y ahora sin considerarlo desde una perspectiva más “amplia”, que hunda su raíz desde lo que denomino el primer “sentir vocacional”, en el cual la figura de Juan Pablo II constituye algo basilar. Recordemos que fue electo como Pontífice  en Octubre de 1978, el año de tres Papas: Montini, Luciani y Wojtyla, este último recibió a los Obispos de Chile en visita ad limina (13 Octubre 1979) y les encomendó m  dos tareas: Una evangelización de la primacía de Cristo diciendo que “no hay verdadera evangelización mientras  no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios”, a la vez que pidió impulsar una audaz promoción vocacional, lo cual el recordado Arzobispo Emilio Tagle Covarrubias implementó con la celebración de un Año del Sacerdocio (1981) el que fue precedido por el Congreso Eucarístico Nacional
Por entonces, se hablaba del sacerdocio en todas partes: templos, colegios, grupos eclesiales, catequesis. Era normal escuchar que todo bautizado varón al menos una  vez en la vida debía preguntarse si Dios lo  llamaba a ser sacerdote.
Durante mi vida “consagrada” que suelo incluir desde que ingresé al pre-seminario (17 de Diciembre de 1981), he tenido la posibilidad de tener múltiples “formas” de estar en Semana Santa. Primero con la vivencia al interior del Seminario, con toda su riqueza y rigor litúrgico. Allí estaban los oficios completos, la celebración de todas las misas, incluida las novedades del encuentro de Jesús y la Virgen dolorosa; y de los primeros manuales para el rezo del Vía Lucis. Los himnos y melodías rigurosamente enseñados por el Hermano Antonio Muguerza y el organista Mauricio Perguelier, hoy oficiando de maestro en una iglesia en una parroquia de Austria.
CONVIVENCIA CLERO DE VALPARAÍSO 2019


Todo funcionaba a la perfección porque el clima era favorable para la oración, la penitencia y  la lectura de obras clásicas: Recuerdo haber leído La Pasión del Padre La Puente, algo de San Alfonso María de Ligorio, y soto voce algunos escritos del Padre Pio de Pietralccina, que por esos años estaba algo vedada su lectura. Por cierto, bajo la guía del Director Espiritual tenía otros textos: Los sermones de San Juan María Vianney, el Cura de Ars,  los cuales son muy extensos e intensos en su lenguaje. Así como todos los años por televisión se suelen ver las mismas películas: Manto Sagrado, Quo Vadis, Los Diez Mandamientos, y el súper bet seller… Jesús de Nazaret que  se da en TV abierta hace 37 años y es lo más visto hasta este año incluido (2019), tengo la sana costumbre de retornar la misma literatura espiritual que hace muy bien.
Cobijo gratitud por aquellas meditaciones, y el salir a rezar –particularmente- el jueves y viernes santo,  donde la luna solía iluminar el frio propio de Lo Vásquez,  con la certeza que aquello que de manera micro celebramos en un punto del mundo sí tenía incidencia en el universo entero, pues lo que se pedía en algún lugar del mundo se cumplía; lo que ofrecía no caía en el vacío porque la misericordia de Dios jamás haría infecunda la sangre del Cristo. Aprendí que su tiempo podía avanzar a un tranco distinto al que deseaba,  pero siempre Dios era cumplidor. Como el nombre de Jaime proviene de Jacobo que castellanizado es Santiago, me suelo identificar en algunos aspectos a mi Santo Patrono, y en ocasiones le imploraba al Señor lo que él y San Juan preguntaron a Jesús: “¿Quieres que mandemos que descienda fuego sobre ellos?” (San Lucas IX, 54). “Hazme justicia y defiende mi causa”, pero inalterablemente volvía al relato del patriarca Abraham (Génesis XVIII, 16-33) quien a los pies de Dios suplicaba: Si en la ciudad se encuentran sólo 50, 45, 40,30, 20, 10  justos, Él actuaria tan justa como misericordiosamente. 
Por eso Semana Santa permitía avanzar en confianza y esperanza, aun en circunstancias históricas de un mundo tan cambiante entonces como ahora. Otra historia, el mismo Dios a quien podía acudir a toda hora, en cualquier circunstancia, y con toda necesidad.
Sin duda la realidad “reparadora”, de acompañar a Jesús en las horas del Huerto, y en la soledad del sagrario como que calaba hondamente en los días santos del Triduo, solía decir al Señor donde estés solo, donde nadie te busque, donde nadie te quiera, allí estaré como consagrado, como sacerdote. Lo que decía Juan de Ávila: “Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor(San Juan de la Cruz, 6 de Julio 1591)
Luego,  en algunos años, hubo ocasiones donde se creaba un equipo de ministros para acompañar en los oficios del Triduo Santo que iba celebrando el Señor Arzobispo Valenzuela Ríos. Se implementó que el Obispo celebrase en distintos decanatos para lo cual “salíamos del Seminario” para ejercer un servicio que implicaba una responsabilidad distinta: Ya no había campana para los oficios ni una estructura que ordenara lo que debía hacer, sino que era  de exclusiva responsabilidad de cada uno vincular estos tres días con el sentido de recogimiento y piedad propio de Semana Santa.
Aquí ya comenzaba a perfilarse el contacto espiritual y pastoral con quienes al interior del Seminario rezábamos desde ya: Imploraba que el Señor por medio de su Espíritu abriera el corazón, iluminara la mente y fortaleciera la voluntad para una vivencia cada vez más honda de lo que Jesús había hecho por cada uno y por toda su Iglesia.
Siempre me vuelven a la memoria las palabras del apóstol San Pablo: “La vida que vivo ahora en la carne la vivo en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas II, 20).  Pensar en quién soy y en quién es Él; en lo que hago y en lo que Él hace, todo ello me hace estar endeudado con su misericordia, asumiendo como una realidad personal lo que el actual Romano Pontífice suele señalar: “Dios no se cansa en perdonar, somos nosotros lo que nos cansamos de pedirle perdón” (19 de Marzo del 2013).
Un segundo aspecto es que asumo que no soy activista de la fe sino un creyente que procurar vivir un don inmerecidamente recibido.
Sin duda, constatar cómo en cada parroquia se iba celebrando el triduo con sus tiempos, modos, fieles, sacerdotes y lugares sacros muy diversos. Comunidades en las cuales todo funcionaba a la perfección y otras donde percibíamos que había mucho por hacer, todo lo cual daba una nueva “motivación” para prepáranos mejor para llegar  vivir el futuro sacerdocio.
Personalmente hubo momentos donde aroma de Cristo que se percibe  en cada celebración quedaba disminuido por la inventiva personal, por la aparente espontaneidad, y por el afán de sobresalir del que no estaba ajeno ningún feligrés que participara: sacerdote, seminarista, coro, fieles laicos, acólitos.

PÁRROCO DE PUERTO CLARO


Cada uno como que en ciertas ocasiones rivalizaba por alcanzar algún protagonismo, olvidando que el único protagonista principal era Jesucristo. Como la túnica de Jesús fue divida en tres partes, cada uno deseaba ser actor principal olvidando que al que se debía procurar servir era a Jesucristo: en su Cuerpo, en  su Palabra, y en su vida palpitante en los más necesitados, en sus cuerpos y en sus almas.
Por aquellos años, daba una material importancia a los gestos, actos, y oraciones litúrgicas, las cuales anhelaba fueran lo más ceñidas al ritual. Realidad que es deseable por cierto, pero he de reconocer que no siempre lo hacía para que Jesús fuese más amado y honrado, sino para que se cumpliese lo establecido. Sin duda, esto fue cambiando y las formas cultuales fueron siendo creciente respuesta a lo que profesábamos, de tal manera que se tendía  a una liturgia en cuanta genuina vivencia de la fe.
!Tratamos con Dios! y ¡Rozamos con lo eterno!. Sin duda muchos hemos leído en el tiempo de formación en el seminario el libro titulado “El Peregrino Ruso”. De autor anónimo de a mediados del siglo XIX. En parte del texto se relata que un hombre de Occidente llega a un antiguo y solitario convento donde un austero monje tarda horas en la celebración de la Santa Misa, la visita se acerca a preguntar por curiosidad por qué razón tarda tanto, recibiendo como respuesta: En la consagración, cuando Dios viene al altar, el tiempo se detiene porque la eternidad llega. En igual sentido,  ocho décadas después San José María Escrivá dice: “La Misa  es larga, dices, y añado yo: porque tu corazón es corto” ( Camino N°529).
Como en una espiral he experimentado que Dios, en su bondad y gratuidad,  me ha dado una profunda fe en la cual me esfuerzo porque la trascendencia del misterio no se pierda en una inmanencia que me lleve a olvidar que Dios ha de estar en todo y sobre todo.
Y, es aquí donde  llegamos al tercer aspecto. De un reciente escrito del Papa Emérito, dice: “nuevamente comencemos a vivir por Dios y bajo Él”.
Esta Semana Santa pudimos colocar la imagen Patronal de nuestra Parroquia en un lugar muy digno y apto para colocar cirios y floreros. Me parecía más hermosa la imagen de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro … ¿Será la luz nueva? ¿Será su nuevo altar? Es que ella está más cerca del sagrario, más cerca del imponente crucifijo, más cerca de Jesús en quien subyace su razón de vivir.
Y esto me ha dado vueltas en esta Semana Santa. ¿Es Jesús Sacerdote mi razón de vivir? ¿Es su vida como Sumo y Eterno Sacerdote lo que mueve mi todo mi ser? ¿Todo?
El haber tenido la oportunidad de dar testimonio público de nuestra fe y compromiso con Jesús, renovando las promesas sacerdotales en circunstancias que para el mundo  pueden ser las menos favorables, es algo que fortalece mi anhelo de ser fiel a Dios, lo que implica primero asumir que somos creyentes, donde seguimos no una opción, una opinión sino a Quien es “el Camino, la Verdad y Vida” (San Juan XIV, 6).
Lo pronunciado un día 17 de diciembre de 1981, al recibir una simple cruz de madera en el ingreso al preseminario resonaba de algún modo el pasado miércoles 17 en la Iglesia Catedral:
Al tercer día, Nuestro Señor resucitó. Muy temprano, por la diferencia horaria, veía con dolor las noticias internacionales provenientes de Sri Lanka. Más de 300 muertos. La parroquia de San Sebastián en la ciudad de Kutuwapitiya totalmente destruida. Les confieso que la imagen de la Catedral de Notre Dame ardiendo, sabiendo que el Santísimo Sacramento y demás reliquias fueron salvadas oportunamente, no tiene comparación alguna con lo sucedido en aquel templo católico en Oriente.
El Viernes Santo desde el Corazón de Jesús salió sangre y agua. Su sangre vertió eficazmente como realidad de salvación. La imagen del Sagrado Corazón de aquella Iglesia quedo salpicada de la sangre de estos mártires de Sri Lanka. Toda una lección para nosotros sacerdotes que hemos sido “lavados con la Sangre de Cristo” (Apocalipsis VII, 14), que hemos recibido la unción para ser pertenencia exclusiva del Señor, y hemos sido puestos para traer a Cristo y llevar a Cristo a nuestros hermanos.
En las actuales circunstancias  en esta semana santa, procure tener presente lo dicho por San Pablo: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,  ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es Cristo Jesús Señor Nuestro” (Romanos VIII, 38-39) a Quien cada día tenemos en nuestras manos y corazón. ¡Que Viva Cristo Rey!


SACERDOTE VALPARAÍSO



TEMA  : “EN LA FUERZA DEL CRUCIFICADO”.
FECHA: HOMILÍA CELEBRACIÓN DE LA PASION / ABRIL / 2019
Estamos en la hora decisiva. Aquel, cuyo nacimiento marca un antes y después en la historia humana, voluntariamente asume el camino propuesto por el Padre Eterno. En las horas previas, inserto en un dialogo orante de íntima y plena comunión, imploraba diciendo: “Padre, si es posible que pase de Mi este cáliz, pero no se cumpla mi voluntad sino la vuestra(San Lucas XXII, 42). Con ello, nos invita Jesús, desde su condición de perfecto Dios y hombre a la vez, a seguir el itinerario dictaminado por el Señor para nuestra vida, asumiendo que no somos producto del azar sino de un acto de predilección del amor de Dios que nos ama entrañablemente, por medio del cual nos llamo un día a la existencia y nos encamina en todo momento a estar con Él un día en Cielo, destino final de nuestro hacer y querer.
Al mirar a Cristo en la Cruz descubrimos el sentido de todo sufrimiento humano pues en la persona de Jesús se encuentra la respuesta definitiva dada por Dios Padre a cada misterio de nuestra vida, incluido el de padecer.
La historia personal y social nos entrega innumerables páginas en las cuales, como cuando pequeños leímos un libro de algebra sin comprender nada, quedamos sin respuesta ante la razón de tanto sufrimiento manifestado en guerras, abusos, persecuciones, infidelidades, por una parte,  y enfermedades y desprecios por otra, todas las cuales no parecen tener respuesta convincente en nuestra sociedad actual y en nuestra vida, en ocasiones alejada de Dios.
¿Por qué un niño padece tal o cual enfermedad? ¿Para qué tanto tiempo postrado con una enfermedad? ¿Cómo ver que muere gente de hambre en una cultura que con la tecnología actual podría alimentar al doble de la población? ¿Cómo tantas personas subyacen esclavos bajo la idolatría de las drogas? ¿Cómo tanto tiempo permanece el dominio de las ideologías y la herejía, como caldos de cultivo para un mal vivir?
La lista de preguntas puede resultar interminable e infructuosa a la vez si acaso nuestra mirada evita detenerse en Quien es crucificado en este día. En caso contrario, cederemos a la tentación de las ideologías fundamentadas en el utilitarismo y el pragmatismo por medio de las cuales sólo resulta bueno aquello que es considerado arbitraria y consensuadamente como  beneficioso y útil.
VIA CRUCIS PUERTO  CLARO 2019

Sin duda, una persona que sufre, que no puede y no tiene ante la mirada del “mileniarismo  social”, y por qué no decirlo, religioso –también- pareciera no tener cabida en su ámbito de aceptación. No ocupan lugar en sus vidas, no tienen importancia siendo sacados fácilmente del espectro (ámbito)  de interés.
Ahí están los no nacidos, los que son inviables, los que no han sido deseados, los que ameritan mucho gasto y deben ser eliminados…Los que no están acordes con los criterios de la modernidad, los que se oponen a construir un mundo secularizado, los que hablan de la riqueza de las virtudes y de la fe como anteriores a los bienes que se oxidan,  se hurtan o son tenidos como obsoletos por las modas.
En realidad…nada importa en sus partes si acaso el todo no es aceptado, lo cual nos hace comprender que allí donde Dios Creador y Redentor es excluido del horizonte de nuestras vidas se terminará inevitablemente trivializando toda vida que sea considerada como “improductiva”.
Esto hace que el conjunto de leyes impulsadas por el progresismo, cuyo origen emerge de una manifiesta marginación  de Dios permita que los niños vivos en el vientre materno y que no son deseados o considerados carentes de salud, sean por una decisión personal eliminados del banquete de la vida llegando al extremo de facilitar más hoy la vida de una foca que la de un niño que está camino a nacer; ese mismo espíritu liberal  propicia que  los niños nacidos no coman un “superocho” pero si se permite que consuman vicios indescriptibles por medio de un desenfreno que no tiene limite; son los mismos progresistas religiosos que han permitido el debilitamiento de la familia como genuina célula de la sociedad promoviendo –incluso-  uniones que pretenden legitimar lo que a los ojos de Dios es algo aberrante.. !Dios castigó a Sodoma no lo bendijo!
En la hora de nuestra salvación, como creyentes,  asumimos que estamos insertos en el tiempo más favorable para “tomar en serio” el precio de nuestra salvación que ha sido saldado por Jesús en lo alto de una Cruz. Es la hora donde la contemplación de paso a la imitación; la admiración ceda espacio al seguimiento, pues si no hacemos parte decisiva de nuestra vida aquello que profesamos terminamos por permitir que la sangre derramada caiga al suelo frío de la indiferencia.
IGLESIA PUERTO CLARO 



La envolvente espiral del proceso secularizador del que somos testigos encuentra su espíritu unificador en la actitud de quienes intervinieron para que Jesús fuese crucificado: Poncio Pilato con su desidia (pereza) por la verdad se lava las manos para desentenderse de lo que percibía como grave injusticia; Judas Iscariote que por la enfermiza inclinación (codicia)  al poder y el dinero vende la amistad y cercanía que durante tres años cultivó junto al Señor; Herodes que deseaba por curiosidad ver al Señor y conocer alguno de los milagros que hizo Jesús, habiendo exterminado a los santos inocentes (soberbia)  se hace cómplice activo de la muerte de quien la Bondad; los discípulos, amigos del Jesús que toman “palco” como espectadores (pereza)  observando todo a la distancia; Simón Pedro habiendo sido alzado para confirmar en la fe a la Iglesia naciente, niega en tres ocasiones haber conocido al Señor.
SACERDOTE JAIME HERRERA CHILE

Ciertamente, podríamos extender esta lista, y ser más acuciosos en el rol cumplido por cada uno, mas ¿Dónde habría estado cada uno de nosotros hace dos milenios atrás? ¿Cuál habría sido nuestra respuesta puestos en iguales circunstancias?
¿Venderlo? ¿Desconocerlo? ¿Abandonarlo? ¿Menospreciarlo? ¿Insultarlo? Sin duda, a lo largo de nuestra vida muchas de estas cosas realmente las hemos hecho a Cristo más de una vez, más por la superficialidad en nuestra vida espiritual no somos capaces de sopesar realmente que el Señor hoy ha muerto por obtener nuestra salvación eterna, por lo que tiene gran provecho espiritual el considerar que por la Padeció Jesús es el camino salvación a la vez que la aceptación y comprensión del sufrimiento como parte de nuestra vida, desde la Pasión de Cristo purifica nuestro amor a Dios y al prójimo, extendiendo su ámbito,
El antiguo  refrán indica que “amor con amor se paga”, y viene a la memoria al contemplar el rostro silente de Jesús silente a esta hora, donde la expectación del mundo comienza a esperar el cumplimiento de los anuncios hechos por Jesús: “Destruyan el templo, y en tres días lo reconstituiré” (San Juan II, 19).
Junto a la Virgen María, en esta tarde de Viernes Santo guardaremos en nuestro corazón  todo lo que hemos visto hoy con el alma llena de una esperanza que se alza contra toda persecución, contra toda duda, y contra toda tristeza pues Cristo se alzará triunfante en unas horas. De esto somos testigos. ¡Que Viva Cristo Rey!
ALTAR DE LA VIRGEN DEL PUERTO CLARO