RETIRO ESPIRITUAL MES DE MAYO 2017.
Nuestra primera
meditación de hoy se centrara en el
episodio ocurrido camino a Emaús (San Lucas XXIV, 13-35).
INTERNADO SAN JOSÉ DE CASABLANCA |
Debo reconocer que es uno
de los primeros textos que recuerdo haber escuchado del Nuevo Testamento, en
parte porque al haber estudiado en el Colegio de los Sagrados Corazones “in
illo tempore” (1974) se enseñaban las nacientes melodías que jóvenes religiosos
entonaban con entusiasmo, una de las cuales era “Peregrinos de Emaús”.
Una segunda noticia que
tuve de infancia sobre Emaús fue la de un reconocido político francés, llamado
Henry Groués, nacido en 1912 y que murió el 2007. Fundó un hogar para
necesitados aplicando el reciclaje de diversos objetos que eran desechados y
dados de baja en las casas. Los llamados “Traperos de Emaús” tuvieron gran
importancia hace unos años en diversas partes de nuestra Patria con gran número
de voluntarios.
La tercera noticia, es
que por ser un texto donde los protagonistas son dos jóvenes peregrinos, era
habitualmente citado por los religiosos para meditaciones y homilías, lo cual
se puede verificar en la actualidad por la inmensa cantidad de literatura al respecto
e imaginería religiosa pues grandes pintores han dejado plasmado el episodio en
sus obras
Emaús es una localidad
palestina, y su nombre significa en hebreo “primavera
templada”. Es un lugar distante a unos once kilómetros de Jerusalén. Camino
de tierra, oscuro y solitario, con todo lo que ello puede implicar: temores,
amores, silencios unían la gran ciudad jerosolomitana de la pequeña localidad
emausiana.
En la tarde de la resurrección. ¿Por qué Jesús se presentó a ellos?
“al caer el día”.
Los jóvenes son
entusiastas. Las pasiones de toda índole son como pasto seco que enciende ante el mas tímido chispazo: una mirada y
están enamorados, una melodía y están enfiestados, una mala cara y comienza la
pelea. El Santo Evangelio muestra múltiples ejemplos de lo avezados e
impulsivos que eran algunos de los discípulos del Señor, entre los cuales bien
podemos incluir a estos dos jóvenes caminantes a Emaús.
…”Vayamos a morir por El” (San Juan XI, 16)…”aunque todos te nieguen yo nunca lo haré” (San Mateo XXVI, 35)… “¿Quieres que caiga fuego sobre todos ellos?”
(San Lucas IX,54) ...
Los “todo”, “nadie”, “nunca”,
“siempre”, “jamás”, “todos”…son adjetivos fáciles de escuchar entre los
jóvenes…de oír pero no de percibir, pues tan fácil se despierta puesto como en
la cima del mundo se constata luego, del
paso del tiempo y sus devenires, estar a
los pies del mundo.
Por esto, San Lucas
describe a los jóvenes peregrinos como “decepcionados”.
Habían depositado sus fichas a Jesús,
todas las carencias serian satisfechas por Aquel que se mostraba poderoso en obras y palabras.
Era la figura del Mesías anhelado que todo israelita anhelaba desde su
infancia, que actuaba muy distinto a los líderes religiosos de entonces que
predicaban pero no practicaban, y cuyas obras solían ser tan breves como mezquinas Había una gran
diferencia entre unos y otro, por esto de inmediato dicen. “era poderoso en obras y palabras” (San Lucas XXIV, 19).
Por esa razón, el cansancio y la frustración imperaban en sus
almas y ello les hizo retomar el camino por el cual un día habían salido llenos
de esperanza. Hace veinte años atrás, conversaba con jóvenes que salidos de su mundo rural costino, se instalaban para
seguir una carrera en educación superior. Ellos encarnaban la esperanza puesta
por sus padres en quienes serían la primera generación profesional de la
familia. Todo un honor, un orgullo, una misión. Con el tiempo algunos lograron
las metas, y otros retornaron a su pueblo con tono nostálgico a sus hogares,
sin haber obtenido la realización de sus sueños…en su mirada, en su tono de
voz, en sus proyectos se percibe el dolor del paso dado. El inicio entusiasta
no fue garantía para culminar el trabajo bien hecho…Se necesita algo más que alegría, algo más que optimismo, algo más que buena onda.
Es importante considerar
que ellos (los peregrinos de Emaús) un día estuvieron ante Jesús, creyeron en
su persona, percibieron el reconocimiento que había hacia Cristo, prueba de lo
cual eran las multitudes presentes en algunos de sus milagros y en varias de
sus enseñanzas…Tuvieron que hacer esfuerzos enormes para estar cerca de Jesús
como fue el acto de descolgar desde un techo a un paralitico; o subirse a una
barca para ser escuchado y visto por todos. Todo lo cual evidenciaba cómo las muchedumbres
anhelaban estar cerca del Señor. Más eso no bastó –no fue suficiente- en la hora de las opciones definitivas y de
zanjar las fidelidades. ¡El simple entusiasmo nunca da el ancho requerido en
el seguimiento de Jesucristo!
El actual Sumo Pontífice
ha invitado a la celebración de un nuevo Sínodo centrado en los jóvenes, la fe y la vocación. De
algún modo el episodio descrito por este Evangelio nos ubica directamente en
esta triple temática, pues, aunque a estas alturas la edad, para muchos de los
presentes, es cuestión de espíritu, la
fe y la vocación sin duda son realidades
que nos demandan, nos exigen una respuesta de manera permanente.
Cada uno de estos temas
en si daría para un acabado estudio, toda vez que las urgencias pastorales de
nuestro tiempo ameritan ver a los jóvenes como opción del futuro de la Iglesia,
la fe como el alma del creyente, y la vocación como el anhelado sentido de vida
que el hombre actual requiere buscar, encontrar y vivir con “determinada determinación”.
Resulta importante
distinguir debidamente cada uno de los temas propuestos sin disgregar estas realidades
que se necesitan –perdonen la expresión- triestamentalmente.
El joven está en una etapa decisiva, para optar, para seguir, para anhelar,
para buscar, sabiendo que la respuesta plena y definitiva se encuentra en la
persona de Jesucristo, que trasciende toda sabiduría humana. Cristo es la
respuesta definitiva que Dios ha dado al mundo, no hubo otra, no hay otra ni
habrá otra novedad más que Cristo muerto y resucitado.
Vamos por parte. ¿Juventud?
JAIME HERRERA GONZALEZ SACERDOTE |
Insertos en una cultura
que parece endiosar la juventud, por todos medios se trata de apurar su llegada
y evitar su alejamiento. Los mass media
muestran una realidad distorsionada de la sociedad al presentar la juventud como
una etapa permanente de vida, ello lo hacen por interés económico puesto que un
niño –bien sabemos- no decide qué comprar y, por otra parte, un anciano no puede ya consumir como lo hizo en
épocas pasadas. Ni el niño ni el de la
tercera edad deciden. Entonces, se
valora poco su opinión es irrelevante, su presencia resulta incómoda y sus aportes
son tenidos como muy limitados. Quien no es productivo ni es consumista no
tiene derecho a ser considerado en la sociedad actual.
“Juventud
divino tesoro” era el nombre del escrito de Rubén Darío “te vas para no volver”. El libro “Tesoro de la Juventud” fue una
iniciativa enciclopédica editada en 1910. En general, la ideología del “juventudlogismo” se ha desplegado como consecuencia de la
descristianización de la sociedad, toda vez que el hombre nuevo del
liberalismo es siempre idealizado como el hombre joven, rompiendo la unidad e
identidad del fiel bautizado que a la vez es hijo de Dios y de su Iglesia en
toda época.
Los movimientos de Iglesia
suelen partir por atraer a jóvenes, ellos descubren la lozanía que entraña el
ser fieles por el canino de la santa pureza, la virginidad, el retomar nuevos
rumbos. A este respecto diremos que no hay actualmente nada más nuevo que la
originalidad del retorno a lo esencial. Ambos jóvenes con su huida buscaban
una tranquilidad que no sería capaz de colmar sus necesidades ni resolvería sus
más hondas interrogantes.
La juventud de nuestros
días vive huyendo, y nosotros, también, cuando no acabamos de dar tiempo al Señor que está
a nuestro lado y camina junto a cada uno. Es cierto, incluso nos olvidamos de
Él, lo postergamos y en ocasiones, lo escondemos porque cuestiona nuestra
conducta y su sola presencia ahuyenta a los demonios que entran por los recovecos
de la
complacencia, de los exitismos y del dialoguismo
inconducente para el creyente que procura ser plenamente fiel.
a).
Exitismos: ¿Acaso deslumbraremos a Dios con nuestros logros?…Pero,
si bien podemos responder ¿qué tenemos que nos haya sido dado?.. Lo que
poseemos, en todo orden de cosas, debe ser motivo de alabanza y gratitud al
Señor. Más nos corroe la soberbia y el orgullo que al oído nos dicen…te lo
mereces…lo has obtenido…es tuyo…eres único.
En vez de complacer a
Dios como los “siervos inútiles” de
los que habla Nuestro Señor, terminamos por hacer de Jesucristo un esclavo
de nuestras apetencias y requerimientos. Esto se verifica cuando nos salen
mal las cosas, cuando los bemoles emiten una melodía disonante a nuestros
proyectos y se atisba el mérito sin brillo.
Entonces, se enciende el
fervor, tenemos presente que hay un Dios…si en ocasiones pareciera que hasta
ello olvidamos, sino de palabra, al menos con nuestras acciones. Sabio refrán
antiguo: “Ante el peligro el hombre se
acuerda de Dios y del soldado, cuando cesa el peligro, Dios es olvidado y el
soldado despreciado”. Nada más ajeno a la cultura actual que el recordar a
los héroes, el tributar reconocimiento al espíritu de sacrificio de abnegación
llevado hasta el extremo de ofrendar la vida…se menosprecia, se quita valor a
una madre abnegada que es capaz de cuidar de una docena de hijos, y doce hijos
no suelen ser capaces de cuidar una madre; se deprecia el valor de la
penitencia, como aquel que se molesta porque una persona se mortifica por amor
a Dios motejándole de actitudes masoquistas; se burla de quien no logra el
éxito al que el mundo tributa todos sus afanes y somete sus voluntades.
Sin duda, esto último es un signo de los tiempos
anunciados ya en el Apocalipsis donde los que se oponen a la obra de Dios, al amor de Dios creen estar haciendo una hermosa labor, encomiable por
toda la cristiandad, y ante la cual los ángeles deberían entonar loas e
incensarles…si lo hacen tan bien, si todo marcha a la perfección, si nada hay
ya de preocuparse…vanidad del éxito humano, vacío de las grandezas humanas,
ocaso del hombre alzado como estandarte en esta sociedad tan próspera como
decadente.
b) Complacencias: Como aconteció en la localidad de Naim, Jesús va a
buscar a quienes venían a sepultar a un difunto…joven, hijo, único, de una mujer,
viuda y pobre. Camina y escucha sus clamores, sus dolores y
sufrimientos. El drama no podía ser
mayor, como lo era para los Peregrinos de Emaús, luego de los tres días de una
espera que se hizo definitiva para ellos
en un instante, pues retornaban abatidos.
Es en ese momento cuando
Cristo camina con ellos, sin dar una lección inicial, coloca -`primero- toda su atención a lo que ellos le dicen, casi
atropellándose mutuamente al hablar.
Es lo que necesitamos
para anunciar la resurrección de Cristo, saber que somos atendidos en la
oración, que en todo momento confiamos en el Señor, que quiere saber “de nuestra parte” lo que podemos
necesitar. Sin intermediarios
burocráticos ni buzones dilatorios,
en primera persona, Jesucristo camina junto a nosotros y atentamente nos
escucha.
El cristiano actual es
autorreferente y por lo tanto, es auto complaciente. El universo se centra en
torno al metro cuadrado donde nos movemos, dando una importancia ilimitada al
hombre y limitada a nuestro Dios.
Como los automóviles
antiguos requerían ser “puestos a punto”
(afinados), nosotros al centrar nuestra mirada egoístamente, simplemente
diremos que hemos perdido el punto, ocasionando una distorsión existencial que conduce irremediablemente a un
desencuentro del alma, apareciendo:
melancolías, depresiones y tristezas aparentemente de origen desconocido; falseadas alegrías a costa del sufrimiento y
la burla del prójimo por un espíritu mordaz y comparativo; y, una tensión
constante en la relación con el prójimo centrada en competencias y rivalidades
que no parecen tener fin.
¿En qué momento los peregrinos
de Emaús deciden retornar a su ciudad con la derrota a cuestas? En el mismo
instante en que su mirada no se detuvo en Jesucristo, sino en sus propias
realizaciones, solazándose en sus logros y pretendidas autonomías. Su libertad
se transformó en una esclavitud al colocar sus reinos humanos antes que el
Reino de Cristo…olvidando que es Cristo quien debe reinar, quien debe imperar y quien debe vencer, no ellos.
Entonces, no solo se engañaban de creer estar haciendo todo muy bien, sino que
además se “gozaban” de ello. De regreso a Emaús eran los autocomplacientes del
mundo, no esperar un minuto más, no dieron un paso más en Jerusalén…sus
confianzas eran medibles con cuentagotas.
En esos momentos todo lo
hecho para Dios parece mucho y lo que cada uno hace parece demasiado, al revés
de lo que un alma generosa hace con Dios y por amor a Dios: todo es poco para el
Señor, y nunca acabaremos de sopesar la grandeza de su amor.
En la vida presente, tendemos usar un embudo invertido cuando se refiere a lo
que hacemos a los demás y lo que hace el prójimo hacia nosotros.
Las pobrezas del corazón
nacen de esa distorsión espiritual
que anida en nuestros corazones que suele estar “dichoso”, “entusiasmado”, “cegado” de lo bueno, generoso y
caritativo que es. ¡Dios debe ser el norte de nuestra complacencia, no lo que
creemos haber hecho! ¡El del mérito es el Señor, no lo somos nosotros! Esto
último es lo que les recrimina Jesús a ambos jóvenes: “! Qué torpes sois para comprender y qué cerrados estáis para creer lo
que anunciaron los profetas!”.
PROCESIÓN SAN JOSE DE CASABLANCA
|
c). Dialoguismo:
Con frecuencia escucho
repetir que todo se soluciona dialogando. Pero, en ocasiones, constatamos
que por más que se hable, por más encuentros que se programen y organizaciones que
promuevan el diálogo, las enemistades no sólo no disminuyen sino hasta parecen
acrecentarse.
Las naciones experimentan
desavenencias más que por nos no haber hablado por el hecho de no haber tomado
resoluciones fundamentales, las cuales se dan de la relación que cada uno tiene
con Dios.
El vacío interior es el
que lleva al horror de una guerra. En la medida que nos encontremos con
Jesucristo descubriremos que la paz no es fruto de componendas ni de
transacciones. Los peregrinos de Emaús una vez que estuvieron con
Jesucristo comprendieron que el acto de hablar de Dios y de hablar
con Dios siempre resulta fecundo,
por lo que es necesario en toda circunstancia.
Experimentaron la fuerza
de la enseñanza que Jesús les había dado…”En
vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa”. ¿Se puede
aplicar esto a lo que conversaban ellos antes de que se les presentara Jesús en
su caminar? Por cierto. Puesto que la esterilidad del diálogo que llevaban les hacía
estar carizbajos y desesperanzados. ¿Cuál es entonces la razón de ello?
El mundo actual es
ruidoso, no está ausente el dialogo: se conversa, se comunica, se habla, pero, permanecemos sumergidos en un silencio vacío. Los que caminan
cansados y frustrados deben enmendar el rumbo hacia Jesucristo, cuyas palabras
son de Vida Eterna, en tanto que, las
palabras del mundo son muchas veces, vacías y sólo duran lo que dura su misma
pronunciación.
¿No ardía nuestro corazón
mientras nos hablaba en el camino?
(v.32).
Esta frase encierra el
fuego de una verdadera esperanza, la cual ha guiado a las generaciones de
creyentes a lo largo de toda la historia de la Iglesia. Su
fundamento nace de una mirada en perspectiva, es decir, no hay esperanza
verdadera sin unirla a la Vida Eterna.
a).
Esperanza y eternidad: Los jóvenes emausitas sintieron “arder su corazón” cuando la Eternidad
se hizo presente en medio de su caminar, cuando Cristo, el mismo “ayer, hoy y siempre” lo reconocieron en
la Fracción del Pan. La Santa Misa tiene la fuerza misteriosa de contener no
sólo una gracia sino al autor de todas ellas, lo que encamina el corazón por la
certeza de participar ya de lo esperado.
b).
Esperanza confiada: Sin duda, la esperanza del católico
es muy distinta al optimismo del mundo secularizado. Los Peregrinos de Emaús
vieron a Jesucristo, presente en las Escrituras y en la Eucaristía,
descubriendo en Él al definitivo revelador de Dios Padre, que hablo en Él de
una vez para siempre. Ese “ardor del
corazón” emerge al descubrir que
Dios es bueno, que nos creó, que es infinito, que es todopoderoso, y que es siempre
fiel.
¡Que Viva Cristo Rey!
Sacerdote Jaime Herrera
González / Cura Párroco de Puerto Claro / Valparaíso / Chile
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