TEMA : “NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN”.
FECHA: RETIRO SOBRE EL PADRE NUESTRO. PRIMERA PARTE
1.
WEAL TA´ALMA LENISION (No nos dejes caer en la tentación).
San Mateo habla de la tentación, utilizando la misma
expresión que uso al referirse a la triple tentación que padeció Jesús en el
desierto, al inicio de su ministerio público. Aquel lugar era símbolo de
prueba, toda vez que Israel, bajo la dirección del patriarca Moisés –durante
cuatro décadas- experimentó el rigor propio del desierto, tanto en el plano
físico: hambre, sed, frío, soledad; como espiritual: pecado, gracia, dudas,
promesas e incredulidad.
El hombre desde el pecado original quedó frágil: tal
como acontece fisiológicamente con un hueso quebrado que es más frágil que el
resto y proclive a fracturarse nuevamente. Las tentaciones están presentes
hasta el momento de nuestra agonía: habrá alguien que puede imaginar que hay
épocas de mayor “fuerza tentadora”, en algunos aspectos puede ser considerado
de esa manera, pero, años más o años menos, no garantizan ni impecabilidad (no
cometer pecados) ni “intentacionalidad”
(no padecer tentaciones). Es notable descubrir cómo refieren algunos textos
sobre las tentaciones que padecen las almas de los agonizantes: son muchas y
recias.
Analicemos aquellos cuarenta días de Jesús en medio del
desierto:
a). La primera tentación:
Jesús tiene hambre.
El Maligno le dice: “si eres Hijo de Dios di a esas piedras que se conviertan en panes”,
a lo que Jesús respondió: “No sólo de pan
vive el hombre, sino de todo aquello que sale de la boca de Dios”. Tal como
lo hizo con Adán, el Tentador afirma con una condicionalidad: “Si eres Hijo de
Dios”... !Claro que lo es! Más, su
intención es colocar la duda, la posibilidad que irremediablemente al ser
aceptada, hace caer en la tentación. A nuestro Señor Jesús lo tienta para que
satisfaga su beneficio personal, le dice que viva cómodamente y que se olvide
del plan de Dios. ¿Qué sentido tiene pasar hambre? ¿A quién le sirve su hambre?
Hay muchos dones, carismas, y potencialidades que sólo tienen sentido si forman
parte y son usadas en el plan que Dios tiene de cada uno. Jesús podía, por ser
“perfecto Dios y hombre a la vez”, haber transformado aquel frío elemento de
piedra en el mejor manjar que su gusto recibiese. No lo hizo porque su vida era
cumplir la voluntad del Padre.
Nuestra vida no puede quedarse en el simple
cumplimiento de la necesidad de satisfacer apetitos e instintos, pues en el
hombre el instinto no tiene la última palabra ni la mejor: Ceder a la primera
tentación es vivir sumergidos en el ateísmo práctico, que lleva a implementar
una vida que consista exclusivamente en la búsqueda por satisfacer las
conveniencias. El hombre que es esclavo de sus apetitos, termina ciego a la
realidad y evidencia de la trascendencia. El materialismo ideológico suele
llevar al hombre a ser esclavo de todo lo material, y le hace edificar una
sociedad donde priman sesgados principios y valores que esclavizan finalmente
al cristiano.
IMPOSICION DE CENIZAS
b). La segunda tentación: “El
anhelo de una orgullosa superioridad”.
El tentador sube a Jesús al alero del templo y le
dice: “¡Tírate abajo, pues ya está
escrito: sus ángeles impedirán que tu pie tropiece con una piedra, te tomarán
en andas y tu pie no tropezará contra las piedras!”, a lo cual el Señor le
responde: “No tentarás al Señor tu Dios”.
La tentación suele ser fuerte en razón del bien
menguado que posee, y de la ilusión de conseguir algo que parece una
fantasía que una vez consentida la tentación, se transforma en una pesadilla,
Lo que parecía bueno, querible, deseable; luego del pecado, y por causalidad
suya, se transforma en fastidio, llenando al corazón de dolor, ira y soledad –a
la vez.
El Dios que todo lo puede, “que nos creó sin nosotros,
no nos salvará sin nosotros”, lo que implica que la gracia supone la
naturaleza, perfeccionándola y elevándola de tal manera que al decir junto al
Apóstol San Pablo: “!Todo es gracia!”
reconocemos que el esfuerzo del hombre en orden a cumplir el proyecto de Dios,
tiene como asistente permanente, al poder de la gracia, de tal manera que,
antes, durante, y al final de cada acto meritorio, Dios obra siempre. “¿Qué tienes tú que no te haya sido dado?”
Cuando la tentación nos lleva a estar en el “techo del
templo”, hay que pensar y calcular desde la gracia de Dios, en qué es lo que
realmente debemos hacer, en tanto que no planteárselo implica una conducta que
entraña una grave irresponsabilidad. Es conocido, a este respecto, aquella
anécdota del hombre que se ahoga por haber esperado la ayuda de Dios al no
haber reconocido las diversas mediaciones que Dios le envió.
La Divina Providencia no sólo actúa de manera de ir
“más allá de la naturaleza” – como era hacer caer mana en el desierto, o hacer
brotar un manantial de una roca inerte- sino que, de manera ordinaria, frecuente,
Dios interviene con su gracia por mediaciones, es decir, por medio de tal o
cual persona, tal o cual circunstancia, teniendo presente que para el creyente
no existen las casualidades sino exclusivamente las causalidades que Dios de
manera providencial establece.
Al afirmar que: “Dios arregla las cosas”, no implica
desconocer su poder cuando el hombre creyente obra, actúa, o hace cosas. Con
cuánta frecuencia escuchamos decir positivamente, lo que no es más que un grave
error: “Ayúdate, que Dios te ayudará”. A este respecto, hay que reconocer que actualmente,
en no pocos ambientes juveniles, se ha instalado una mentalidad que deja de
lado la responsabilidad, mira con desdén el espíritu de sacrificio, lo que
conlleva a adquirir una personalidad que, enfrentada a nuevos y mayores
desafíos, o ante eventuales atisbos de fracasos, produce un anticipado
abatimiento.
Es evidente
constatar una fragilidad en la
personalidad del hombre contemporáneo, en tanto que la vida espiritual suele
estar muy debilitada para responder desafíos porque no ha sido adecuadamente
formada para responder desafíos simplemente porque carece del espíritu de
sacrificio y no se le ha enseñado el valor necesario de la abnegación. La cruz
ha sido dejada de lado, y se opta por bajar a Cristo de la Cruz, tentación que
leemos era propuesta al Señor durante sus horas de agonía en el Calvario…!
Bájate de allí y te creeremos!
En el orden de la naturaleza, hay tiempos específicos
para podar: las rozas en Mayo, de tal manera que si no se hace entonces, la
floración será menor, y carecerán de la lozanía y fuerza de la que su
naturaleza es capaz: del acto de podar dependerá el aroma, la belleza y armonía
a la que está llamada dispensar.
De manera semejante, el fiel cristiano que no hace
penitencia, que se acostumbra a desdeñar, no sólo tácita sino implícitamente
del sacrificio, quedará imposibilitado de dar los frutos debidos para los que
su naturaleza y vocación le asignan y convocan. No se realizará plenamente si
toma atajos para esquivar los tesoros obtenido desde el misterio de la cruz, la
cual, lejos de mermar la autonomía
libertad del discípulo, le garantiza y posibilita su más perfecta y
auténtica realización: la vida que incluye el sacrificio por amor a Dios
conduce a la verdadera libertad.
MIÉRCOLES DE CENIZAS 2019
c). La tercera tentación: La
vanidad reinante del mundo.
La fuerza de la tentación se acrecienta cuando se
procura vivir fielmente a la gracia del Señor. Si el maligno no toma
“vacaciones”, lo hace para provocar y tentar en todo momento. No se da por
vencido con mucha rapidez. Esa insistencia le hace cambiar de estrategia y de
expresiones, por lo que –finalmente- ya desecha decir: “si acaso eres Hijo de
Dios”, tal como ya lo hizo en las dos ocasiones anteriores y seguidas, en las
cuales fracasó en su intento por doblegar la determinación fiel del Corazón de
Cristo. En esta oportunidad, le dice: ¡Cambia de Dios!, para lo cual le muestra
todos los reinos del mundo con toda su gloria”.
¿De qué gloria se habla? Se refiere al poder de influir, de ser no sólo bien
estimado, sino el mejor considerado, de poder decidir siempre y sobretodos, del
acceder a la exclusividad, todo lo cual, surge, irremediablemente de la
tentación de compararse con el prójimo. Bien sabemos cuáles son las
consecuencias que tiene el compararse humanamente con otros: si nos consideramos
mejores, surge la envidia que corroe el alma, y si los estimamos inferiores
emergerá la soberbia. Entonces, para “arriba” y para “abajo” toda comparación
siempre termina siendo no sólo innecesaria sino altamente nociva para nuestra
vida interior, para la vida espiritual.
La ambición del poder es la tentación más fuerte que
suele experimentar el cristiano: El cuerpo puede ser tentado, los bienes
materiales pueden tentar, pero sólo el poder puede cegar totalmente al hombre.
El Maligno promete lo que no le pertenece, promete lo
que no puede, y promete lo que no es, por lo que le dice al hombre: “en vez de rendir obediencia a tu Dios y
Padre, quien te dijo que morirías, yo te ofrezco todo honor y el poder…así
todos te seguirán, pues a un Mesías que va a morir crucificado nadie le va a
seguir”.
Parece tan fácil dejarse seducir por la tercera
tentación, que no han de ser pocos los que se dejen llevar por estas palabras.
También ésta es una tentación al ateísmo que denominaremos “profundo”, el cual, saca a Dios de donde le corresponde y coloca a
ídolos falsos en su lugar, por lo que se experimenta que dicha tentación, una
vez consentida logra que lo que parecía ser vun sueño para ser feliz, se
transforme en la mayor de las pesadillas: ¡Una vida hundida en el ateísmo no es
vida verdadera!
La respuesta que da nuestro Señor a esta tercera
embestida del Maligno será la respuesta definitiva que hará alejar al tentador,
recurriendo –nuevamente- a la Sagrada Escritura. A la vez que nos permite
descubrir cómo incluso sacar provecho espiritual de las tentaciones. El Señor
permite la tentación y se sirve de ella providencialmente para purificarnos,
para llevarnos a la santidad, para desprendernos de las cosas terrenales, para
llevarnos a donde Él quiere y por donde Él quiere, para hacernos feliz en una
vida que nos sea cómoda, y para darnos madurez, comprensión y eficacia en el
apostolado de las almas, por el camino de la humildad.
El que se dedica en serio a ser apóstol no estará
exento de padecer tentaciones: “Fili, accedens
ad servitutem Dei, praepara animam team ad tentationem” (Eclesiástico
II,1).Hijo mío, si te das al servicio de
Dios, prepara tu ánimo a la tentación. Incluso, como acontece con la
plegaria litúrgica de la Santa Misa por los Enfermos, en la cual se les llama a
aquellos pacientes como “bienaventurados”,
lo podemos extender a cuantos son tentados: Será bienaventurado el hombre que
padece tentación, ya que por haber sido probado recibirá como premio la Vida
Eterna.
Entre las almas de los bienaventurados encontramos en
tantos santos y beatos elevados a los altares, cuya virtud y fidelidad a Dios
es garantizada infaliblemente por el Magisterio Pontificio. Ellos han sostenido
las mismas (o semejantes) batallas que nosotros. San Pablo escribió
dramáticamente: “El bien que quiero hacer
no hago y el mal que debo evitar si hago… ¿Quién me librará de este cuerpo de
muerte?”. San Jerónimo a lo largo de su vida austera y penitente en el
desierto fue tentado, Santa Catalina de Siena tuvo fuertes experiencias y enfrentamientos
con el Maligno, San Francisco de Sales fue tentado con la falta de esperanza
durante su período de estudios. Contemporáneamente hemos leído la vida de San
Pío de Pietralccina, religioso estigmatizado capuchino que combatía a Satanás,
y también hemos conocido que la Madre Teresa de Calcuta pasó “la noche oscura del espíritu”, según
expresiones del recordado Pontífice Benedicto XVI.
Más ello no es gratuito ni fortuito: Debemos usar las
armas necesarias para vencer las tentaciones. Estas son, la oración
perseverante, la sinceridad y constancia en la dirección espiritual, la
comunión frecuente, la confesión, un generoso espíritu de mortificación, huir
de ocasiones de pecado y evitar el ocio, crecer en humildad de corazón,
fomentar una tierna y filial devoción a la Santísima Virgen, ajenas a la
frialdad y dureza de secularismo galopante.
PUERTO CLARO CUARESMA
2019
TEMA : “PERDONA NUESTRAS OFENSAS”.
FECHA: RETIRO SOBRE EL PADRE NUESTRO. SEGUNDA PARTE
2.
USHEBOK LANA JOBEINA (perdona nuestras ofensas).
Una de las notas características de nuestros días, al inicio del tercer milenio de la fe, es
la importancia creciente que tiene pedir perdón: periodistas, jefes de estado,
pontífices, líderes religiosos, artistas han sido protagonistas de solicitudes
de perdón, todo lo cual no puede sino destacarse como algo destacable de
nuestra generación. Incluso en el mundo judicial se incentiva que el condenado
pida perdón a su víctima para ser disculpado, acentuando la dimensión
reparadora sobre la punitiva. Con todo, hemos de cuidarnos de convertir los
pedidos de perdón en algo trillado, pues, si existen falsos perdones, existen
también falsos pedidos de perdón.
a). Pedir perdón como simple fórmula de cortesía: El
uso de buenos modales no se debe confundir con pedir perdón. En inglés existe
el término “excusarse” en lugar de pedir perdón. Palabra que viene del latín
“excusare” que literalmente implica “dejar fuera de causa, de acusación”. Si no
hay mala intención en un acto no corresponde pedir perdón sino dar excusas.
PUERTO CLARO VALPARAÍSO CHILE
b).Pedir perdón por haber involuntariamente suscitado
desagrado en otros: No tenemos la responsabilidad en las emociones y
sentimientos de los demás, porque no tenemos poder sobre la vida interior del
prójimo. En este sentido, uno no es responsable de las mociones y de los
sentimientos que despierta en el otro. Es un error decir: “Es mi culpa si te
sentiste herido”.
SACERDOTE JAIME HERRERA
GONZÁLEZ
c). Pedir perdón superficialmente: son peticiones de
perdón expresados sin arrepentimiento, dichos con el fin de terminar el
problema lo más rápidamente (te pido perdón y no se hable más del tema). Lo que
se pretende es sacarse la culpa de encima. Hay que recordar que un pedido de
perdón no deja de ser un pedido: el ofendido sigue siendo libre de otorgar su
perdón, de postergarlo o de guardárselo para sí. Quien solicita el perdón debe
dejar al ofendido la entera libertad de otorgarle su perdón, más allá de la
prisa de verse prontamente librado del “sentimiento de culpa”.
OBISPO PEDRO MARIO OSSANDON CHILE
d). Pedir perdón compulsivamente: Algunos piden perdón
sin cesar como un medio para reducir su angustia (“discúlpame si te pido
perdón”). No son fiables aquellos obsesivos que tratan de liberarse de su
sentimiento de culpa a fuerza de pedidos de perdón.
e). Pedir perdón denigrándose a sí mismo: No cabe
denigrarse cuando se solicita un perdón. Es inútil y sobre todo perjudicial
envilecerse al hacer un “mea culpa”.
f). Pedir perdón de manera condicional: Con frecuencia
al pedir perdón falta convicción. Siembra confusión y suscita un aumento de
decepción y enojo en el ofendido. Junto a un aparente pedido de perdón se
esconde un gran orgullo, y esto se puede descubrir por las condiciones que se
colocan al solicitarlo. En este caso, el ofensor busca justificarse y minimizar
su responsabilidad (“admito mi error, pero usted debe admitir el suyo”).
CURA PARROCO DE PUERTO CLARO 2019
g). Pedir perdón porque el ofendido lo exige: El acto
de obligar un pedido de perdón coloca al ofensor en un punto muerto. Es como si
la víctima reclamara este gesto como algo que se le debe, cuando en realidad se
trata de algo totalmente gratuito. Así como nadie puede obligar a alguien a
amar, nadie puede obligar a pedir perdón.
h). Pedir perdón hechos por un sustituto: No se puede
asumir la responsabilidad de una falta que no se ha cometido. Más allá de la
belleza que puede tener un acto semejante, es imposible en el tema del perdón
sustituir al ofensor (“le pido perdón por lo que hizo mi hijo”).
Estas formas de pedir perdón, que intencionalmente hemos caricaturizado, se dan en nuestros
ambientes. Pero, una mirada más amplia nos lleva a descubrir cómo la humanidad
tiende a pedir perdón a Dios. Basta detenerse en las grandes confesiones
monoteístas.
El judaísmo: En la festividad del Yom Kippur o fiesta
de expiaciones, los judíos piden perdón a Dios y al prójimo. Como preparación
para esta fiesta solemne del perdón, las reglas litúrgicas piden que se observe
silencio, ayuno, recogimiento e incluso cambio de ropa.
En su cuidadosa descripción de estas reglas de
preparación, se afirma: “El perdón debe merecerse”. Para nosotros, el perdón de
Dios es esencialmente gratuito. Según la ley rabínica, el penitente debe
reconciliarse primero con su prójimo a quien le pedirá perdón hasta tres veces,
y debe realizar este procedimiento antes de atreverse a implorar el perdón a
Dios.
El islamismo: La expresión “Dios es misericordioso” es el de mayor prestigio que tienen los
cien nombres que recibe Dios en la oración musulmana. El pedido de perdón a
Dios no es, sin embargo, objeto de una fiesta especial, sino que se ofrecen
varias oportunidades al fiel para cumplir este deber. Entonces, al final de las
cinco oraciones rituales cotidianas, se le recomienda pedir expresamente perdón
a Dios. El imán, durante la oración del viernes, implora el perdón colectivo a
favor de los creyentes, Finalmente, el ramadán representa en el año un largo
período privilegiado para volcarse hacia Dios e implorar su perdón.
En el Evangelio según San Mateo la palabra “ofensa” se
traduce por “deuda” Y, deuda significa que estoy personalmente obligado, pero
nada dice del acreedor; se pierde en nuestra traducción la riqueza que implica
la liberalidad del ofendido, pues toda ofensa implica un “ofendido”, cuyas
características van desde el dolor, la sorpresa, la desconfianza e incluso la
iracundia. La expresión “deuda” significa que yo debo algo pero no
necesariamente que Dios está ofendido.
“Los pecados son nuestras deudas”: El amor de Dios
puede más que mi pecado. El Señor nos espera siempre y no deja un solo instante
en ofrecer su amor siempre. Dios no se cansa, aunque el hombre puede decir: “me
cansé de colocar la otra mejilla”, “me cansé de perdonar”…Dios no se cansa, por
esto, si alguien está en deuda conmigo, no quiere decir que yo esté molesto ni
irritado con aquel.
El nombre de Dios es Padre, y lo propio del Padre es
el estar llano al perdón, dispuesto en todo momento a ofrecer su perdón. Esto
leemos en una de las parábolas de la misericordia que nos enseñó el Señor: el
Padre dadivoso. La acentuación de todo aquel relato está marcado por la
generosidad y constancia del Padre que espera, acoge y celebra permanentemente
la vida nueva de su hijo.
A todos los hombres, incluidos los santos, les
conviene rezar el Padrenuestro: “si eres
pecador, has de temer y humillarte”. Hay que excluir, por lo tanto, a
Cristo en cuanto hombre y a la Virgen Santísima, la cual en las apariciones de
Lourdes, según atestiguan los documentos de la causa de canonización de Santa
Bernardita Soubirous, no rezaba el Padrenuestro sino que repetía la alabanza
del Gloria.
Esta petición
es una súplica en esperanza, pues, por más que no podamos negar nuestra
condición de pecadores, nunca es lícito caer en la desesperación, la cual nos
puede conducir a nuevos y mayores faltas, tal como escribió a los cristianos de
Efeso el Apóstol de los Gentiles. “Desesperando, se entregaron a la disolución,
hasta practicar toda suerte de inmundicias” (IV, 19). Por muy pecador que pueda
ser un cristiano, debe confiar en que Dios le perdonará, si se arrepiente y
convierte con seriedad. La esperanza se fortalece en cada uno cuando decimos: “perdónanos nuestras deudas”.
PARROQUIA DE PUERTO CLARO CHILE
En el momento en que pidamos con arrepentimiento,
podremos obtener misericordia. Desde el pecado de Judas Iscariote hasta
nuestros días no han faltado quienes han desconfiado de la bondad y
misericordia de Dios. En el Siglo III, Novaciano, obispo excomulgado el 251 a
causa de su excesivo rigor con los denominados “lapsi” –cristianos débiles
durante las persecuciones, sostuvo que quien peca después del bautismo, jamás
alcanza misericordia. A ello, nuestro Señor dijo: “Toda tu deuda te la perdonaré porque me lo suplicaste” (San Mateo
XVIII, 32).
Caritas omnia sperat: La esperanza hace crecer la
caridad y esta hace aumentar la esperanza. Santo Tomás de Aquino dice: “desde
el momento que esperamos algún bien de otro, comenzamos ya a amarlo”. Por
tanto, el hombre sólo puede confiar en Dios, sólo puede esperar todo de Él, y
sólo –en consecuencia- debe a Dios amar “con
todo el ser y con todo el corazón”,
Esto nos lleva a recordar que cuando el hombre está
lleno de sí mismo, Dios no puede tener lugar en esa realidad. De manera
contraria, en aquel que confía y espera
totalmente en Dios, su gracia anida plenamente, tal como lo señala la Santísima
Virgen en el Magníficat: “despidió vacíos
a los ricos”, entendidos estos últimos, no desde una limitada perspectiva
sociológica, sino desde el ámbito eminentemente espiritual. Aquel Santo,
experto en el servicio a los más necesitados dijo: “estemos sobre aviso para no fundarnos sobre la protección de los
hombres, porque, cuando el Señor ve que nos apoyamos en ella, se aparta de
nosotros”, “por el contrario, cuanto
más confiamos en Dios, tanto más adelantamos en su amor” (San Vicente de
Paul).
El hecho que la petición sea formulada el plural
implica que no es sólo uno el que perdona. Sino que se hace como miembro de la
Iglesia, en la cual donde está uno están todos, de tal manera que tenemos dos
modos de perdonar: el primero, que es de los perfectos, el cual consiste en que
el ofendido va a buscar al ofensor, según ordena el Salmista: “Busca tú la paz” (XXXIII, 15).
Y, el segundo, es de quienes están llamados a la
perfección: conceder el perdón a quien lo pide: “Perdona a tu prójimo que te hizo daño, y entonces, cuando tú lo pidas,
serán perdonados tus pecados” (Eclesiástico XXVIII, 2).
DIÓCESIS DE VALPARAÍSO CHILE
TEMA : “Y LÍBRANOS DEL MAL”.
FECHA: RETIRO SOBRE EL PADRE NUESTRO. TERCERA PARTE
3.
ELA PESHÏNA MIN BISHA (y líbranos del mal).
Con frecuencia en la actualidad se suele afirmar que
el demonio no existe, y que los males sólo se experimentan aquí en la tierra,
porque el infierno sería sólo una invención de los hombres. Incluso, en
ambientes de arraigada tradición católica no parecen faltar quienes miran con
distancia la realidad del infierno y del Maligno. En algunos casos, o se niega
o se vive como si no existiera, lo que
finalmente, tiene evidentes consecuencias para la vida espiritual. No se teme a
lo que no se cree en su existencia, y nadie prepara ni defiende de aquella
amenaza que considera inexistente.
Una nación que viva pensando que sus vecinos no son
ambiciosos como para un día invadirlos, puede terminar su existencia como
acontece con una avestruz que, temerosa de la fuerza del león, esconde su
cabeza para no virar el peligro, “pensando” que con esa actitud los males que
se le avecinan fueran a desaparecer. No porque uno no vea al agresor éste deja
de existir, ni tampoco dejará de agredir. Con el maligno acontece de manea
semejante: es un ser creado, que como de
naturaleza angelical es espiritual, con una existencia tan real como la
nuestra. Su finalidad de hacer el mal le obliga a no tomar descanso, y a esforzarse por
contagiar de su odio y maldad a todo aquello que le no le pertenece. Con fuerza
advirtió Simón Pedro: “Sed sobrios y
velad. Vuestro adversario el Diablo, ronda como león rugiente a quien devorar”
(1 San Pedro III, 8).
Cuando rezamos el Padre Nuestro encontramos que la
traducción española es: “líbranos del
mal”, en tanto que en otras traducciones se dice: “líbranos de lo malo”. En
latín, que corresponde a la traducción de la Vulgata de San Jerónimo dice:
“Líbranos del Mal”. Nos quedaremos con esta última frase, toda vez que en el
origen de todo mal está el Maligno, el autor último de toda maldad: donde está
el mal, allí está el Maligno. A causa de ello, nuestro Señor enseñó que al
finalizar la plegaria que eleva el discípulo en “espíritu de comunidad”, la
haga desde la perspectiva que la oración sea un “antídoto del pecado”, que
confiera la fuerza necesaria para vencer: el mal, lo malo, y al Malo. Siempre
la oración tiene una dimensión purificadora, es decir, que no sólo coloque las
“vitaminas” necesarias para no enfermar, sino que “sane” realmente el Corazón
en lo más profundo. Sanar del pecado: El Doctor Angélico dice que el pecado es
una falta, una pobreza, “carentia entis”, por el pecado el corazón del hombre
está vacío.
Si en este día miramos la prensa, con la libertad de
elegir cualquier medio escrito o televisivo –salvo los domingos donde la mitad
lo ocupa el deporte-veremos cómo el mal parece sobresalir de la cotidianeidad:
error, maldad, sufrimiento, enfermedad y muerte.
MATRIMONIO ALBISTUR&AGUILA 2019 CHILE
En palabras del Papa Pablo VI “el mal no es solamente una deficiencia, es una eficiencia, un ser
vivo, espiritual, pervertido y que pervierte. Terrible realidad. Misteriosa
persona. El pecado, que es perversión de la libertad humana y causa profunda de
la muerte, y que es, además, ocasión y efecto de una intervención en nosotros y
en el mundo de un agente oscuro y enemigo, el demonio” (15 de Noviembre de 1972).
Todo lo que el hombre vive y es, incluido el misterio
del Divino Redentor y la Redención, no puede ser plenamente ser entendido sin
una referencia explícita al Mal. Esto es necesario tener presente para conocer
bien a nuestro adversario: el Demonio, el mundanismo
y la carne, en palabras del Apóstol San Pablo (Efesios VI, 1 2).
Dios le otorga a todos los hombres el socorro y
auxilio suficiente para hacer el bien que su conciencia le dicta, y sólo
abandona al justo si ha sido abandonado por él (Denzinguer, número 1296). Lo
único grande que el hombre puede hacer, y donde Dios nada tiene que ver, es en
el pecado: “el hombre, que por sí mismo
es impotente para hacer el bien, se basta a sí mismo para caer, para pecar”
(multa Deus facit in homine bona, quae non facit homo. Nulla vero homo bona,
quae non Deus praestat, ut faciat homo).
Así, el hombre incapaz de hacer eficaz la gracia de
Dios, puede por su propia flaqueza voluntaria hacer estériles las solicitudes
de Dios y merecer así que Dios le niegue la gracia eficaz que le habría
salvado. Esto debe hacernos meditar sobre nuestra disposición ante la gracia
que viene de Dios…”Líbranos del mal”,
son las palabras que culminan el Padre Nuestro, y son el comienzo de un nuevo
estilo de vida al que nos invita Cristo.
En el caso de Judas Iscariote, Dios no lo empuja a
traicionarle. Entonces, bien nos podemos preguntar: ¿Recibió aquel apóstol el
auxilio suficiente para evitar el mal?
Horas antes de la traición y entrega por treinta
monedas, Cristo le lavó los pies, y se postró como siervo a sus pies…, aún más,
en horario de tiempo completo, escuchó y presenció las enseñanzas y muchos de
los milagros que Jesús realizó –salvo la Eucaristía y los pascuales- .
El vivió con Jesús, siendo colmado de deferencias y
atenciones, por parte de quien le conocía perfectamente. Aún en el último
instante se pudo arrepentir si no hubiese dudado de la misericordia de Dios. No
fue el Señor quien le abandonó, fue Judas –por su voluntad- quien dio la
espalda a la gracia ofrecida.
¿Cuáles son los antecedentes de Judas? Entre los Doce
sólo él era originario de Judea que pretendía tener la dirección espiritual de
Israel y consideraban “rústicos” a los habitantes de otras regiones, particularmente
a los Galileos. Hijo de un curtidor de Geriot –localizada a pocos kilómetros
del Mar Muerto- su relativa cultura y sus talentos prácticos le hacen sin duda
estimarse superior a los once artesanos y pescadores galileos.
No es casual que no haya sido elegido Mateo como aquel
que manejaba las cuentas de los Doce
Apóstoles. Judas poseía en verdad ciertas cualidades, sin las cuales nuestro
Señor no lo habría elegido: generosidad, fe inicial, confianza. No en vano
estuvo tres años acompañando a Jesús, compartiendo la vida dura y sus peligros.
Probablemente, como el resto de los discípulos hizo algunos milagros.
De carácter frío y reflexivo, su cabeza gobernaba al
corazón y terminará por devorarlo. ¿Tenía defectos? Ciertamente: interesado,
vanidoso, ambicioso, espera de Jesús el restablecimiento del reinado de
Salomón, que asegurará el triunfo del verdadero Dios, de Israel y su propia
victoria. Ambiciones que, aunque presentes quizás en otros discípulos, eran
agravadas por la avaricia y simulación. Se vislumbra esto durante la visita de
Jesús a Betania, donde Judas Iscariote protesta el hecho que María de
Magdala cubriese los pies de Jesús con
un perfume de 300 denarios (unos $ 150.000 chilenos).
La Magdalena fue liberada de siete demonios, y Judas
abrió paulatinamente su corazón a una legión infernal. Los demonios del orgullo
y la envidia le ciegan por la ambición de creer que merece el primer puesto,
toda vez que tiene méritos de sobra para ello, no como aquel pescador de
Galilea llamado Simón Pedro.
De manera semejante, no fue Dios quien empujó a Simón
Pedro a la triple negación que leemos en el relato de la Pasión. El Príncipe de
los Apóstoles, a quien nuestro Señor llamó y designó preferentemente, también
recibió los auxilios necesarios y las advertencias suficientes para evitar
dicha caída. Más, el problema de Simón Pedro es que tenía excesiva confianza en
sus propias fuerzas, y aprendió por experiencia que por sí sólo no podía menor
que caer, y desde entonces procuró colocar toda su confianza en la gracia del
Divino Redentor.
PUERTO CLARO CATEQUESIS
BAUTISMAL
De manera resumida, detengámonos en aquello que
escribió Simón Pedro en el Nuevo Testamento. Siete son las cartas que reciben
en nombre de “católicas”, porque estas no se destinaban a comunidades o
personas particulares, sino a todos los bautizados en general. Dos de ellas son
del Apóstol Pedro, y de la Primera Carta sabemos que fue escrita para sostener
la fe de los destinatarios en medio de las tribulaciones que les asaltaban,
cuyo origen no eran las persecuciones extrínsecas, que padecería ampliamente
la naciente comunidad cristiana, sino
que se refiere a confortar a aquellas violencias privadas, de injurias y
calumnias que la pureza de vida de los conversos les suscitaba de parte de
aquellos cuya conducta desarreglada abandonaron. Las envidias y desconfianzas
presentes en aquellos tiempos, probablemente no son distintas de las que hoy se
pueden encontrar por ello, nos sirve esta primera carta como corolario
de nuestras meditaciones del Padre Nuestro.
Culminamos como iniciamos, pues la mirada al Padre
Dios sólo puede llevarnos a descubrir y profundizar en nuestra condición de
hijos.
Desde la paternidad divina valoramos la realidad
filial nuestra, que nos descubre la llamada a la santidad, procurando asumir
ahora las exigencias que entraña una vida libremente entregada a Dios: “Por lo tanto, ceñíos los lomos de vuestro
espíritu (alma). Sed sobrios, poned toda vuestra esperanza en la gracia que se os procurará
mediante la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os amoldéis a
las apetencias de antes, del tiempo de vuestra ignorancia, más bien, así como
el que os ha llamado es santo, así también vosotros sed santos en toda vuestra
conducta, como dice la Escritura: Seréis santos, porque santo soy yo”.
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