TEMA :
TESTIMONIO VIVENCIA SACERDOTAL SEMANA SANTA
FECHA: REUNIÓN DEL CLERO DIÓCESIS DE
VALPARAÍSO ABRIL
El
Señor Obispo me ha pedido dar un testimonio de la vivencia de Semana Santa.
Agradezco la oportunidad de compartir en voz alta lo que he vivido en voz baja.
Quiero
detenerme en tres líneas principales.
Primero.
Lo vivido en estos días no responde a un
hecho del momento sino que es parte constitutiva de un caminar, de una peregrinación
iniciada hace ya cuatro décadas. En este sentido no puedo analizar el aquí y
ahora sin considerarlo desde una perspectiva más “amplia”, que hunda su raíz desde lo que denomino el primer “sentir vocacional”, en el cual la
figura de Juan Pablo II constituye algo basilar. Recordemos que fue electo como
Pontífice en Octubre de 1978, el año de
tres Papas: Montini, Luciani y Wojtyla, este último recibió a los Obispos de
Chile en visita ad limina (13 Octubre 1979)
y les encomendó m dos tareas: Una
evangelización de la primacía de Cristo diciendo que “no hay verdadera evangelización mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la
vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios”,
a la vez que pidió impulsar una audaz promoción vocacional, lo cual el recordado
Arzobispo Emilio Tagle Covarrubias implementó con la celebración de un Año del
Sacerdocio (1981)
el que fue precedido por el Congreso Eucarístico Nacional
Por
entonces, se hablaba del sacerdocio en todas partes: templos, colegios, grupos
eclesiales, catequesis. Era normal escuchar que todo bautizado varón al menos
una vez en la vida debía preguntarse si
Dios lo llamaba a ser sacerdote.
Durante
mi vida “consagrada” que suelo incluir desde que ingresé al pre-seminario (17
de Diciembre de 1981), he tenido la posibilidad
de tener múltiples “formas” de estar
en Semana Santa. Primero con la vivencia al interior del Seminario, con toda su
riqueza y rigor litúrgico. Allí estaban los oficios completos, la celebración
de todas las misas, incluida las novedades del encuentro de Jesús y la Virgen
dolorosa; y de los primeros manuales para el rezo del Vía Lucis. Los himnos y
melodías rigurosamente enseñados por el Hermano Antonio Muguerza y el organista
Mauricio Perguelier, hoy oficiando de maestro en una iglesia en una parroquia
de Austria.
CONVIVENCIA CLERO DE VALPARAÍSO 2019
Todo
funcionaba a la perfección porque el clima era favorable para la oración, la
penitencia y la lectura de obras clásicas:
Recuerdo haber leído La Pasión del Padre La Puente, algo de San Alfonso María
de Ligorio, y soto voce algunos escritos
del Padre Pio de Pietralccina, que por esos años estaba algo vedada su lectura.
Por cierto, bajo la guía del Director Espiritual tenía otros textos: Los
sermones de San Juan María Vianney, el Cura de Ars, los cuales son muy extensos e intensos en su
lenguaje. Así como todos los años por televisión se suelen ver las mismas
películas: Manto Sagrado, Quo Vadis, Los Diez Mandamientos, y el súper bet
seller… Jesús de Nazaret que se da en TV
abierta hace 37 años y es lo más visto hasta este año incluido (2019), tengo la
sana costumbre de retornar la misma literatura espiritual que hace muy bien.
Cobijo
gratitud por aquellas meditaciones, y el salir a rezar –particularmente- el
jueves y viernes santo, donde la luna solía
iluminar el frio propio de Lo Vásquez, con la certeza que aquello que de manera micro
celebramos en un punto del mundo sí tenía incidencia en el universo entero,
pues lo que se pedía en algún lugar del mundo se cumplía; lo que ofrecía no
caía en el vacío porque la misericordia de Dios jamás haría infecunda la sangre
del Cristo. Aprendí que su tiempo podía avanzar a un tranco distinto al que
deseaba, pero siempre Dios era
cumplidor. Como el nombre de Jaime proviene de Jacobo que castellanizado es Santiago, me suelo identificar en algunos
aspectos a mi Santo Patrono, y en ocasiones le imploraba al Señor lo que él y
San Juan preguntaron a Jesús: “¿Quieres
que mandemos que descienda fuego sobre
ellos?” (San Lucas IX, 54). “Hazme
justicia y defiende mi causa”, pero inalterablemente volvía al relato del
patriarca Abraham (Génesis XVIII, 16-33)
quien a los pies de Dios suplicaba: Si en la ciudad se encuentran sólo 50, 45,
40,30, 20, 10 justos, Él actuaria tan
justa como misericordiosamente.
Por
eso Semana Santa permitía avanzar en confianza y esperanza, aun en circunstancias
históricas de un mundo tan cambiante entonces como ahora. Otra historia, el
mismo Dios a quien podía acudir a toda hora, en cualquier circunstancia, y con
toda necesidad.
Sin
duda la realidad “reparadora”, de
acompañar a Jesús en las horas del Huerto, y en la soledad del sagrario como
que calaba hondamente en los días santos del Triduo, solía decir al Señor donde
estés solo, donde nadie te busque, donde nadie te quiera, allí estaré como consagrado,
como sacerdote. Lo que decía Juan de Ávila: “Donde
no hay amor, pon amor y sacarás amor” (San
Juan de la Cruz, 6 de Julio 1591)
Luego,
en algunos años, hubo ocasiones donde se
creaba un equipo de ministros para acompañar en los oficios del Triduo Santo que
iba celebrando el Señor Arzobispo Valenzuela Ríos. Se implementó que el Obispo
celebrase en distintos decanatos para lo cual “salíamos del Seminario” para ejercer un servicio que implicaba una
responsabilidad distinta: Ya no había campana para los oficios ni una estructura
que ordenara lo que debía hacer, sino que era de exclusiva responsabilidad de cada uno
vincular estos tres días con el sentido de recogimiento y piedad propio de
Semana Santa.
Aquí
ya comenzaba a perfilarse el contacto espiritual y pastoral con quienes al
interior del Seminario rezábamos desde ya: Imploraba que el Señor por medio de
su Espíritu abriera el corazón, iluminara la mente y fortaleciera la voluntad
para una vivencia cada vez más honda de lo que Jesús había hecho por cada uno y
por toda su Iglesia.
Siempre
me vuelven a la memoria las palabras del apóstol San Pablo: “La vida que vivo ahora en la carne la vivo
en la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas
II, 20). Pensar en quién
soy y en quién es Él; en lo que hago y en lo que Él hace, todo ello me hace
estar endeudado con su misericordia,
asumiendo como una realidad personal lo que el actual Romano Pontífice suele
señalar: “Dios no se cansa en perdonar,
somos nosotros lo que nos cansamos de pedirle perdón” (19
de Marzo del 2013).
Un
segundo aspecto es que asumo que no soy
activista de la fe sino un creyente que procurar vivir un don inmerecidamente
recibido.
Sin
duda, constatar cómo en cada parroquia se iba celebrando el triduo con sus
tiempos, modos, fieles, sacerdotes y lugares sacros muy diversos. Comunidades
en las cuales todo funcionaba a la perfección y otras donde percibíamos que
había mucho por hacer, todo lo cual daba una nueva “motivación” para prepáranos
mejor para llegar vivir el futuro
sacerdocio.
Personalmente
hubo momentos donde aroma de Cristo que se percibe en cada celebración quedaba disminuido por la
inventiva personal, por la aparente espontaneidad, y por el afán de sobresalir
del que no estaba ajeno ningún feligrés que participara: sacerdote,
seminarista, coro, fieles laicos, acólitos.
PÁRROCO DE PUERTO CLARO
Cada
uno como que en ciertas ocasiones rivalizaba
por alcanzar algún protagonismo, olvidando que el único protagonista principal
era Jesucristo. Como la túnica de Jesús fue divida en tres partes, cada uno
deseaba ser actor principal olvidando que al que se debía procurar servir era a
Jesucristo: en su Cuerpo, en su Palabra,
y en su vida palpitante en los más necesitados, en sus cuerpos y en sus almas.
Por
aquellos años, daba una material importancia a los gestos, actos, y oraciones
litúrgicas, las cuales anhelaba fueran lo más ceñidas al ritual. Realidad que
es deseable por cierto, pero he de reconocer que no siempre lo hacía para que
Jesús fuese más amado y honrado, sino para que se cumpliese lo establecido. Sin
duda, esto fue cambiando y las formas cultuales fueron siendo creciente
respuesta a lo que profesábamos, de tal manera que se tendía a una liturgia en cuanta genuina vivencia de
la fe.
!Tratamos
con Dios! y ¡Rozamos con lo eterno!. Sin duda muchos hemos leído en el tiempo
de formación en el seminario el libro titulado “El Peregrino Ruso”. De autor
anónimo de a mediados del siglo XIX. En parte del texto se relata que un hombre
de Occidente llega a un antiguo y solitario convento donde un austero monje
tarda horas en la celebración de la Santa Misa, la visita se acerca a preguntar
por curiosidad por qué razón tarda tanto, recibiendo como respuesta: En la
consagración, cuando Dios viene al altar, el tiempo se detiene porque la eternidad
llega. En igual sentido, ocho décadas
después San José María Escrivá dice: “La
Misa es larga, dices, y añado yo: porque
tu corazón es corto” ( Camino N°529).
Como
en una espiral he experimentado que Dios, en su bondad y gratuidad, me ha dado una profunda fe en la cual me
esfuerzo porque la trascendencia del misterio no se pierda en una inmanencia
que me lleve a olvidar que Dios ha de estar en todo y sobre todo.
Y,
es aquí donde llegamos al tercer
aspecto. De un reciente escrito del Papa Emérito, dice: “nuevamente comencemos a vivir
por Dios y bajo Él”.
Esta
Semana Santa pudimos colocar la imagen Patronal de nuestra Parroquia en un
lugar muy digno y apto para colocar cirios y floreros. Me parecía más hermosa
la imagen de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro … ¿Será la luz nueva?
¿Será su nuevo altar? Es que ella está más cerca del sagrario, más cerca del
imponente crucifijo, más cerca de Jesús en quien subyace su razón de vivir.
Y
esto me ha dado vueltas en esta Semana Santa. ¿Es Jesús Sacerdote mi razón de
vivir? ¿Es su vida como Sumo y Eterno Sacerdote lo que mueve mi todo mi ser?
¿Todo?
El
haber tenido la oportunidad de dar testimonio público de nuestra fe y
compromiso con Jesús, renovando las promesas sacerdotales en circunstancias que
para el mundo pueden ser las menos
favorables, es algo que fortalece mi anhelo de ser fiel a Dios, lo que implica
primero asumir que somos creyentes, donde seguimos no una opción, una opinión sino
a Quien es “el Camino, la Verdad y Vida” (San
Juan XIV, 6).
Lo
pronunciado un día 17 de diciembre de 1981, al recibir una simple cruz de
madera en el ingreso al preseminario resonaba de algún modo el pasado miércoles
17 en la Iglesia Catedral:
Al
tercer día, Nuestro Señor resucitó. Muy temprano, por la diferencia horaria,
veía con dolor las noticias internacionales provenientes de Sri Lanka. Más de
300 muertos. La parroquia de San Sebastián en la ciudad de Kutuwapitiya
totalmente destruida. Les confieso que la imagen de la Catedral de Notre Dame
ardiendo, sabiendo que el Santísimo Sacramento y demás reliquias fueron
salvadas oportunamente, no tiene comparación alguna con lo sucedido en aquel
templo católico en Oriente.
El
Viernes Santo desde el Corazón de Jesús salió sangre y agua. Su sangre vertió
eficazmente como realidad de salvación. La imagen del Sagrado Corazón de
aquella Iglesia quedo salpicada de la sangre de estos mártires de Sri Lanka.
Toda una lección para nosotros sacerdotes que hemos sido “lavados con la Sangre de Cristo” (Apocalipsis
VII, 14), que hemos recibido la unción para ser
pertenencia exclusiva del Señor, y hemos sido puestos para traer a Cristo y
llevar a Cristo a nuestros hermanos.
En
las actuales circunstancias en esta
semana santa, procure tener presente lo dicho por San Pablo: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la
vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por
venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna
otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es Cristo Jesús Señor
Nuestro” (Romanos VIII, 38-39) a
Quien cada día tenemos en nuestras manos y corazón. ¡Que Viva Cristo Rey!
SACERDOTE VALPARAÍSO
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