viernes, 9 de febrero de 2024

 

TEMA  : “VENID A MÍ YO OS HARÉ  PESCADORES DE HOMBRES”

FECHA: HOMILÍA III° DOMINGO  / TIEMPO COMÚN  / AÑO  2023.

Estamos celebrando la Santa Misa correspondiente al Tercer Domingo del Tiempo Ordinario. De forma cotidiana, con lo sorprendente del destello que emana de la Palabra de Dios que proclamamos cada día, nos vemos exigidos por el Señor para responder al llamado de ser sus testigos en medio de una sociedad abiertamente secularizada, lo que entraña un desafío para todo bautizado que tiene una misión en el mundo de hoy. ¡Nadie se puede restar!

En la Primera Lectura leímos el testimonio del profeta Jonás que fue llamado por Dios en dos oportunidades, en la primera,  se cansó del trajín de una ciudad sin Dios como era Nínive. En efecto, aquella  era una imponente localidad que se tardaba tres días en cruzarla: con ciento veinte mil habitantes y noventa y seis kilómetros de circunferencia,  tenía fama de ser una cosmopolita ciudad pero muy marcada con diversos vicios (Jonás IV, 11). Seis siglos antes de Cristo fue la ciudad más grande del mundo, además, por su ubicación entre el mar mediterráneo y el índico se alzó como ruta impostergable del comercio de la época, por lo que sus habitantes vivían con bienes que otras localidades ni siquiera pensaban que existían.

Fue en esa cultura que Dios envió a Jonás a predicar la conversión. En un primer momento, el rechazo estuvo signado más que por el explícito desprecio, más bien,  por un abierto indiferentismo,  puesto que  estaban abocados a sus caminos propios, y el tiempo para escuchar sobre Dios era algo insignificante.

Ante ello, el profeta se desanimó y literalmente “se mandó cambiar” tomando una embarcación que en medio de la navegación enfrentó una tempestad que hizo que Jonás pidiese al Señor por quienes iban con él, ante lo cual, fue lanzado al mar y al instante el oleaje se calmó. Tres días después apareció nuevamente el profeta en la ciudad anunciando que el Señor lo salvó milagrosamente, ante lo cual, los ninivitas “creyeron en él y en el Dios que por su medio les hablaba”.

Sin duda, hay una notable similitud entre aquel relato con lo que nos toca vivir como creyentes en nuestros días. Nuestras ciudades en general son muy extensas, por lo que intentar cruzarlas a pie puede llevar largas horas, más en lo particular, nuestro añorado primer puerto ocupó –unas décadas atrás- un lugar de privilegio en el contexto del país y de nuestros vecinos.

Bastaría recordar que los jóvenes de naciones vecinas acudían a colegios fundados en Valparaíso, destacando dos de ellos que luego fueron presidentes en su tierra natal, a la vez que todas las “modernidades tecnológicas” se recibían primero en el puerto y luego iban a la capital.

De algún modo podemos decir que Valparaíso y Viña tuvieron algo de Nínive en su pasado, pero,  además –en la actualidad- constatamos –quizás- mayores similitudes si vemos cómo se desarrolla la vida religiosa, la práctica sacramental, y el tiempo dedicado a la oración personal y comunitaria. Sólo esta semana veíamos que en Italia el 84% de los niños y jóvenes opta por tener clases de religión católica, en tanto que en nuestra ciudad hay liceos y escuelas donde ninguno de los alumnos  tiene siquiera la posibilidad de asistir.

En realidad Nínive no es un simple recuerdo del Antiguo Testamento. Hoy nos vemos sumergidos en el ruido de una cultura que por todos los medios ha tratado de silenciar la voz de Dios tal como lo experimentó el profeta  Jonás desde un primer momento.

Como aquel profeta podemos experimentar el sabor amargo de su cansancio, y caer en la tentación de volver a los “caminos propios” desoyendo la invitación hecha por el Señor a todos nosotros desde el día de nuestro bautismo, por lo que,  el ser cristiano implica ser su apóstol en toda circunstancia: ¡Ante quienes aceptan y ante quienes rechazan! ¡Ante caritas tristes y ante cartitas contentas!

La razón para seguir adelante y no claudicar subyace en que la misión fue encomendada por Dios mismo, y en que el mensaje que debemos procurar transmitir no es de nuestra autoría, por lo que el dueño de nuestras palabras ha de ser quien las ha dado a conocer en la Sagrada Escritura.

Nuestra tarea no es inventar nuevas verdades,  son que consiste en transmitir con fidelidad  a Jesucristo, quien es la verdad definitiva del Cielo al mundo de ayer, hoy y siempre. Sin duda, la pretensión de hacer ofertantes de salvación ante un mundo renuente a Dios inventando nuevas verdades es una actitud trucha. En este sentido, diremos que “el Buen  Dios no nos quiere truchos sino que nos quiere duchos”. ¡Despiertos, ágiles, y dispuestos para servir a la verdad de Dios, jamás torcidos para tanta torpeza como es la que vemos propagada  hoy!

 

Con frecuencia hemos recordado el libro escrito por el religioso trapense Jean Bautiste  Chautard: “El alma de todo apostolado es el apostolado del alma”. Sin duda, esta frase encierra una verdad que no se doblega ante la insistencia de quienes -de modo ya majadero-  pretenden colocar el germen del apostolado en programas, diálogos, aperturas y actualizaciones, postergando la preocupación por la salvación de las almas y presentando la tarea prioritaria de su cuidado como algo “etéreo” y secundario.

Jesucristo en todo momento habló de la prioridad de la salvación, por eso, cuando llamó a sus primeros discípulos, estando estos en sus labores cotidianas de la pesca, les dijo “Vengan a mí, Yo os haré pescadores de hombres”. Atrás quedaban las barcas y redes, porque ahora iban tras los pasos de Jesús.

Tal seguimiento exigía la radicalidad de la decisión pero –también- ameritaba la diligencia a la hora de responder. Si el amor es verdadero tiende a la posesión y a la inmediatez. Sabido es que quien está enamorado trata de estar lo más posible con la persona querida y lo más pronto posible, sería un síntoma  de desamor que careciera de cualquiera de los dos signos: una polola que siempre llega tarde cuando se junta con su pololo requiere tarjeta amarilla como un novio que permanentemente antepone otras actividades antes que juntarse con su novia requiere de tarjeta amarilla. Ante el llamado que Jesús hace acontece algo similar, no podemos dejar en espera a quien es ¡El Señor!

Los Apóstoles dice el Santo Evangelio “dejando sus redes siguieron a Jesús”, lo que muestra una opción clara por procurar estar con el Señor. Ninguno de ellos le dijo: “Dame tiempo para pensarlo mejor”, tampoco,  le pidió hacer cosas buenas como despedirse de sus familiares o finiquitar transacciones del producto de su trabajo de pesca. Dilatar la respuesta a la llamada que Jesús hace  nos lleva a pensar que Dios no es prioridad en nuestras vidas. ¡Si Él no lo es, cualquier baratija lo será!

Por ello, la respuesta de Samuel que hemos conocido a lo largo de esta semana es un verdadero lema de vida: “Habla Señor que tu siervo escucha”, de modo especial en este día que celebramos el Domingo de la Palabra  de Dios, realzando la presencia de Dios en nuestras vidas por medio de la Santa Biblia, que ha de estar en nuestras casas no como un adorno, o un libro más entre otros, sino como lo que es: La carta que Dios ha dado al mundo para conocerle plenamente en la persona de Jesús, en quien Dios Padre  habló de una vez para siempre. ¡Que Viva Cristo Rey!



















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