TEMA
: “VENID A MÍ YO OS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES”
FECHA:
HOMILÍA III° DOMINGO / TIEMPO COMÚN / AÑO 2023.
Estamos celebrando la
Santa Misa correspondiente al Tercer Domingo del Tiempo Ordinario. De forma
cotidiana, con lo sorprendente del destello que emana de la Palabra de Dios que
proclamamos cada día, nos vemos exigidos por el Señor para responder al llamado
de ser sus testigos en medio de una sociedad abiertamente secularizada, lo que
entraña un desafío para todo bautizado que tiene una misión en el mundo de hoy.
¡Nadie se puede restar!
En la Primera Lectura
leímos el testimonio del profeta Jonás que fue llamado por Dios en dos
oportunidades, en la primera, se cansó
del trajín de una ciudad sin Dios
como era Nínive. En efecto, aquella era
una imponente localidad que se tardaba tres días en cruzarla: con ciento veinte
mil habitantes y noventa y seis kilómetros de circunferencia, tenía fama de ser una cosmopolita ciudad pero
muy marcada con diversos vicios (Jonás IV, 11).
Seis siglos antes de Cristo fue la ciudad más grande del mundo, además, por su
ubicación entre el mar mediterráneo y el índico se alzó como ruta impostergable
del comercio de la época, por lo que sus habitantes vivían con bienes que otras
localidades ni siquiera pensaban que existían.
Fue en esa cultura que
Dios envió a Jonás a predicar la conversión. En un primer momento, el rechazo
estuvo signado más que por el explícito desprecio, más bien, por un abierto indiferentismo, puesto que estaban abocados a sus caminos propios, y el tiempo
para escuchar sobre Dios era algo insignificante.
Ante ello, el profeta se desanimó
y literalmente “se mandó cambiar”
tomando una embarcación que en medio de la navegación enfrentó una tempestad
que hizo que Jonás pidiese al Señor por quienes iban con él, ante lo cual, fue
lanzado al mar y al instante el oleaje se calmó. Tres días después apareció
nuevamente el profeta en la ciudad anunciando que el Señor lo salvó
milagrosamente, ante lo cual, los ninivitas “creyeron
en él y en el Dios que por su medio les hablaba”.
Sin duda, hay una notable
similitud entre aquel relato con lo que nos toca vivir como creyentes en
nuestros días. Nuestras ciudades en general son muy extensas, por lo que
intentar cruzarlas a pie puede llevar largas horas, más en lo particular,
nuestro añorado primer puerto ocupó –unas décadas atrás- un lugar de privilegio
en el contexto del país y de nuestros vecinos.
Bastaría recordar que los
jóvenes de naciones vecinas acudían a colegios fundados en Valparaíso,
destacando dos de ellos que luego fueron presidentes en su tierra natal, a la
vez que todas las “modernidades
tecnológicas” se recibían primero en el puerto y luego iban a la capital.
De algún modo podemos
decir que Valparaíso y Viña tuvieron algo de Nínive en su pasado, pero, además –en la actualidad- constatamos –quizás-
mayores similitudes si vemos cómo se desarrolla la vida religiosa, la práctica
sacramental, y el tiempo dedicado a la oración personal y comunitaria. Sólo
esta semana veíamos que en Italia el 84% de los niños y jóvenes opta por tener
clases de religión católica, en tanto que en nuestra ciudad hay liceos y
escuelas donde ninguno de los alumnos tiene siquiera la posibilidad de asistir.
En realidad Nínive no es
un simple recuerdo del Antiguo Testamento. Hoy nos vemos sumergidos en el ruido
de una cultura que por todos los medios ha tratado de silenciar la voz de Dios
tal como lo experimentó el profeta Jonás
desde un primer momento.
Como aquel profeta
podemos experimentar el sabor amargo de su cansancio, y caer en la tentación de
volver a los “caminos propios”
desoyendo la invitación hecha por el Señor a todos nosotros desde el día de
nuestro bautismo, por lo que, el ser
cristiano implica ser su apóstol en toda circunstancia: ¡Ante quienes aceptan y
ante quienes rechazan! ¡Ante caritas tristes y ante cartitas contentas!
La razón para seguir
adelante y no claudicar subyace en que la misión fue encomendada por Dios
mismo, y en que el mensaje que debemos procurar transmitir no es de nuestra autoría, por lo que el dueño de
nuestras palabras ha de ser quien las ha dado a conocer en la Sagrada
Escritura.
Nuestra tarea no es inventar nuevas verdades, son que consiste en transmitir con
fidelidad a Jesucristo, quien es la
verdad definitiva del Cielo al mundo de ayer, hoy y siempre. Sin duda, la
pretensión de hacer ofertantes de
salvación ante un mundo renuente a Dios inventando nuevas verdades es una
actitud trucha. En este sentido, diremos que “el Buen Dios no nos quiere
truchos sino que nos quiere duchos”. ¡Despiertos, ágiles, y dispuestos para
servir a la verdad de Dios, jamás torcidos para tanta torpeza como es la que
vemos propagada hoy!
Con frecuencia hemos
recordado el libro escrito por el religioso trapense Jean Bautiste Chautard: “El
alma de todo apostolado es el apostolado del alma”. Sin duda, esta frase
encierra una verdad que no se doblega ante la insistencia de quienes -de modo
ya majadero- pretenden colocar el germen
del apostolado en programas, diálogos, aperturas y actualizaciones, postergando
la preocupación por la salvación de las almas y presentando la tarea
prioritaria de su cuidado como algo “etéreo”
y secundario.
Jesucristo en todo
momento habló de la prioridad de la
salvación, por eso, cuando llamó a sus primeros discípulos, estando estos
en sus labores cotidianas de la pesca, les dijo “Vengan a mí, Yo os haré pescadores de hombres”. Atrás quedaban las
barcas y redes, porque ahora iban tras los pasos de Jesús.
Tal seguimiento exigía la
radicalidad de la decisión pero
–también- ameritaba la diligencia a la hora de responder. Si el amor es
verdadero tiende a la posesión y a la inmediatez. Sabido es que quien está
enamorado trata de estar lo más posible con la persona querida y lo más pronto
posible, sería un síntoma de desamor que
careciera de cualquiera de los dos signos: una polola que siempre llega tarde
cuando se junta con su pololo requiere tarjeta
amarilla como un novio que permanentemente antepone otras actividades antes
que juntarse con su novia requiere de tarjeta
amarilla. Ante el llamado que Jesús hace acontece algo similar, no podemos
dejar en espera a quien es ¡El Señor!
Los Apóstoles dice el
Santo Evangelio “dejando sus redes
siguieron a Jesús”, lo que muestra una opción
clara por procurar estar con el Señor. Ninguno de ellos le dijo: “Dame tiempo para pensarlo mejor”,
tampoco, le pidió hacer cosas buenas
como despedirse de sus familiares o finiquitar transacciones del producto de su
trabajo de pesca. Dilatar la respuesta a la llamada que Jesús hace nos lleva a pensar que Dios no es prioridad
en nuestras vidas. ¡Si Él no lo es, cualquier baratija lo será!
Por ello, la respuesta de
Samuel que hemos conocido a lo largo de esta semana es un verdadero lema de
vida: “Habla Señor que tu siervo
escucha”, de modo especial en este día que celebramos el Domingo de la Palabra
de Dios, realzando la presencia de Dios
en nuestras vidas por medio de la Santa Biblia, que ha de estar en nuestras
casas no como un adorno, o un libro más entre otros, sino como lo que es: La
carta que Dios ha dado al mundo para conocerle plenamente en la persona de
Jesús, en quien Dios Padre habló de una
vez para siempre. ¡Que Viva Cristo Rey!
No hay comentarios:
Publicar un comentario