SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA.
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“Puerta hacia la
gracia y la verdad” (San
Andrés de Creta).
Habiendo meditado diariamente en la Santa Novena
sobre las virtudes con que Dios adorno el corazón de su Madre, celebramos
solemnemente la Solemnidad de la Natividad de la Virgen Santísima, que, junto
al nacimiento de Cristo, y de San Juan Bautista, durante cada Ano Litúrgico nos
hacer mirar el natalicio como una verdadera puerta
hacia la gracia y la verdad.
Ya lo dice el poeta: “Hoy nace una clara estrella, tan divina y celestial, que con ser una
estrella, es tal, que el mismo Sol nace de ella”. El hecho de celebrar el
aniversario de la Natividad de la Madre de Dios implica honrar el misterio de
salvación que encerraba aquella niña de Nazaret. En efecto, “Purísima debía ser la que diese origen en
sus entrañas al Salvador del Mundo, Jesucristo”. Si bien la liturgia de la
Iglesia a lo largo del Ano nos invita a honrar a la Virgen bajo diversas
advocaciones y misterios, es evidente que no podría quedar fuera el recuerdo de
su nacimiento. Lo mismo pasa en nuestros hogares: aunque hay muchos motivos
para celebrar, como aniversarios, onomásticos, graduaciones, es frecuente que el cumpleaños sea siempre el
primero en ser recordado.
En este sentido, resulta lógico que deseemos
anualmente celebrar el propio nacimiento toda ver que Dios quiso que
naciéramos, y porque nos llama a una vocación universal de santidad. Así sucede
con la Virgen: ya que la llegada al mundo de la que fue constituida como Madre
de Dios, indicaba el anuncio y anticipo de la redención obrada por Jesucristo.
Libre de todo pecado, la Virgen nacía como llena gracia y santidad. Con la
Natividad de María se aproximo la hora de la salvación.
Si Dios quiso honrar a María como la propia Madre
del Unigénito, entonces, cuanto mas como hijos
en el Hijo deberemos hacerlo: María, la que no conocería en si misma ni la
mas breve brisa de mal pensamiento, aquella cuya única debilidad seria
desbordar en amor y atención hacia Dios y sus hijos bautizados, aquella que en
el instante de su concepción era alzada como el Templo de la Santísima
Trinidad, aquella que con el ramo de virtudes que fue revestida hace que la
sombra del pecado se retire ante la llegada de su luz de su graciosa
intercesión.
En este Mes de Septiembre, que tradicionalmente
encierra el mayor número de fiestas dedicadas en honor de la Virgen Santísima,
recordamos como la Santa Biblia anunció la grandeza de su alma denominándola,
en la antigüedad como “la toda bella”,
“la elegida que es bella como la nieve
del Líbano”, y finalmente, la comparo
como “la que avanza como un sol”.
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