sábado, 14 de marzo de 2015

Una alegría verdadera en cuaresma

CUARTO DOMINGO / TIEMPO CUARESMA / CICLO “B”. LAETARE.

1.        “Ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor  contra su pueblo a tal punto que ya no hubo remedio” (2 Crónicas XXXVI, 16).
Este Cuarto Domingo de Cuaresma se denomina “Laetate”, en virtud de la antífona de inicio de la Santa Misa, denominada introito, y que está tomada del libro del profeta Isaías (LXVI, 10): “Laetare, Ierusalen: et conventum facite omnes qui diligitis eam: gaudete cum laetitia, qui in tristitia fuistis: ut exultetis, et satiemini ab uberibus consolationis vestrae”.
“Latetare” es el imperativo del verbo “laetor” que significa: “alegrarse”, “regocijarse”. De ese verbo deriva la expresión “laeticia” (gozo, júbilo). ¿Por qué esa alegría? Hoy lo sabemos, puesto que,  quien morirá, como lo anunció, al tercer día resucitará como lo prometió. Por eso hablamos en este día de una penitencia atenuada, que lleva a una “alegría comedida” mezclada con trazos de tristeza, por lo que nuestra Iglesia nos recuerda lo cerca que está la redención para lo cual ya hemos recorrido parte importante de la Cuaresma.
Tal como lo señalamos al inicio de estos cuarenta días, el pasado miércoles de cenizas, este tiempo del Año Litúrgico es eminentemente penitencial, significado por la austeridad de los signos de luces, flores, música, ornamentos, lo cual en este día se ve algo “atenuado” con el uso del color fucsia, de la temática de los himnos, y del uso de algunas flores en altar, lo cual no implica una detención de la penitencia sino que incluye el recuerdo de que tenemos el deber de aborrecer el pecado, con el firme propósito de no volver a pecar, confesando sacramentalmente nuestros pecados, para procurar vivir en estado de gracia, es decir, en amistad con el Buen Dios que se ha hecho misericordia.
La Primera lectura vincula el espíritu agrio de quien está alejado de Dios y del cumplimiento a sus preceptos, hecho burla, desprecio y mofa. Suele haber una concordancia entre quien se “hecha al bolsillo” los mandamientos, llevando y promocionando una vida contra lo que Dios y nuestra Iglesia nos piden, con un tipo de humor marcado por la burla y el sarcasmo. Es que quien sabe lo que debe hacer, evitará proferir aquellas expresiones, verbales y gestuales, que denigren y menosprecien al prójimo. El germen del bullying nace no por una falta de educación sino por haber impartido una enseñanza carente de trascendencia, de espiritualidad, de sentido de Dios, la cual es la única capaz de garantizar el reconocimiento a la grandeza de toda persona y de toda la persona. ¡Si no queremos bullying, entonces,  comencemos por hablar de Dios!

2.        “Allí nos pidieron nuestros deportadores cánticos, nuestros raptores alegría: ¡Cantad para nosotros un cantar de Sión!” (Salmo CXXXVII, 3).
Resulta curioso pero no sólo los animales están en extinción en los circos, sino –también-  los payasos. Me llama la atención que muchos niños, que antes reían con los “payasitos” hoy los miran con desconfianza y cierta distancia. ¿A qué se debe? Probablemente a tantas series televisivas donde el payaso termina siendo un personaje siniestro. Por otra parte, en el fondo,  aquel personaje ficticio es alguien que aparenta ser lo que realmente no es. Una suerte de ilusión, que revestida de un buen humor de fantasía, se transforma en una sonrisa sin alma. Si absurdo es regar una flor plástica, o tocar una campana plástica, de la misma manera lo es obligarse a estar sonriente con el corazón lloroso. Y, precisamente, esa dicotomía es lo que produce distancia hacia una alegría artificial, la cual es tan estéril como lo es el permanente el mal humor.
Por esto los israelitas, que padecían el rigor de la lejanía obligada de su tierra en Babilonia, exclaman melancólicamente: ¡como cantar himnos alegres en tierra extranjera! La alegría aparece entonces unida a la libertad, cuya esencia es cumplir la voluntad de Dios. Si la esclavitud les hacía a los israelitas en el exilio estar como ensimismados,  la posterior libertad recuperada, les hizo experimentar el gozo interior nacido de la plena realización, la cual, en todo momento tenía a Dios como protagonista principal. El Buen humor es más que esbozar una sonrisa fácil; el buen humor es más que reír por algo, el buen humor surge por la convicción de estar con bien con Dios. El buen humor cristiano no es circunstancial sino que es relacional: porque amamos a Dios y a su Creación, y porque experimentamos a diario su cercanía es que somos plenamente felices.
Esa libertad no es el fin último del hombre. Fuimos creados para vivir con Dios, por lo que la libertad siempre irá de la mano con la fidelidad. No conozco infiel feliz, pero,  nunca he conocido a alguien que siendo fiel no sea feliz. ¡Se le nota! ¡No lo puede evitar! La infidelidad como toda mentira,  según el refranero popular,  “tiene piernas cortas”: no llega lejos y dura poco, lo mismo pasa con las alegrías superficiales, mundanas y payasescas: son breves y falsas.
Siempre recordamos que el bien es esencialmente difusivo, contagioso. Como solía decir San Alberto Hurtado: “Un fuego que contagia otro fuego”. En una cultura abiertamente renuente a la fe, como nunca antes lo había experimentado la Iglesia en nuestra Patria, se requiere del testimonio de cada bautizado para lograr, apoyados en la fuerza de la gracia, lograr que la llama humeante aún, pueda revitalizarse en el alma de tantos que van por el mundo  alejados de Dios y de su prójimo. Hace unos días me encointre en una transitada avenida con un hombre que estaba durmiendo en la mitad de la vereda. Como me era iumpisible agacharme para preguntarle cómo estaba opté por rápidamente  llamar a un fono de emergencia, los cuales “llegaron más rápido que una piza” en tres veloces motocicletas.
Mas, en los minutos previos a su arribo, observé cómo ninguna persona atinó a mirar siquiera al hombre. No era su problema, seguían su caminar. Bueno, el hombre sólo tenía las consecuencias de un abuso etílico. Pero, el hecho de la carencia total del deseo de ayudar, de hacer algo, de tomar parte de una situación complicada en apariencia es sintomático y extensible a muchas otras que acontecen en la vida diaria.
Han pasado dos milenios y la tarea de impregnar el mundo del espíritu de Cristo sigue plenamente vigente. La historia de un hombre que yace en una calle se repite a diario, como las páginas en blanco de cuantos pasan de largo. Si leemos con detención la segunda lectura de esta Santa Misa veremos la invitación que nos hace San Pablo a ser apóstoles, testigos y misioneros de la verdad de Cristo y de su Iglesia: Con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza de su gracia, Jesús, a fin de por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús” (Efesios II, 6-7).
3.      “El que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (San Juan III, 21).
Ahora bien, ¿de qué manera podemos implementar la invitación que el Señor nos hace? Básicamente,  nos centraremos en dos medios. El primero, ofrecer a Dios una penitencia efectiva, que nos cueste algo que para nosotros es importante y necesario. En esto la creatividad es amplia y hemos de implorar al Espíritu Santo que nos ilumine para optar por aquella penitencia que arrebate la misericordia de Dios. ¡Que por cierto no le cuesta mucho ser arrebatada!  “Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias, Señor”. Todo lo que se revista de esa humildad detiene la mirada de Dios…y lo que El mira, no deja de atender porque está –permanentemente- a la puerta llamando.
El segundo medio para responder a la invitación de este día es acercarnos al sacramento de la confesión.  Recordemos lo que dijo Nuestro Señor: “Hay más alegría en el Cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos”. Cada confesión saca una sonrisa en el cielo. Por tanto, la confesión sacramental instituida por Jesús, es el camino más seguro para fortalecer la vida pastoral de cualquier comunidad, es la senda más poderosa para acrecentar las virtudes, y finalmente es la escuela por donde ningún santo de la Iglesia ha dejado de estar matriculado ni ha dejado de ser un alumno aventajado. ¡No se llega a la Bienaventuranza eterna sin el sacramento de la confesión!
A la Virgen María en este día de Laetare, a quien veneramos en las letanías como “causa de nuestra alegría" y “refugio de los pecadores” encomendamos estos días de Cuaresma donde avanzamos a paso firme hacia el misterio central de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Amén.  
Párroco Jaime Herrera González. Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro


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