martes, 12 de septiembre de 2017

“EL VALOR DE LA VERDAD Y LA VERDAD DEL VALOR”

 LUNES 11 DE SEPTIEMBRE 2017 / SAN FRANCISCO DE SALES / VITACURA

PADRE JAIME HERRERA  PUERTO CLARO CHILE

1.     “Confiad el Él, oh pueblo, en todo tiempo” (Salmo LXII, 9).

Desde que hace veintisiete años me ordené sacerdote, he procurado tomar el Santo Evangelio del día para cada celebración de la Santa Misa. Hoy, en el día 11 de un gran mes, no será la excepción. Nos habla de un enfermo que es sanado por nuestro  Señor, lo que provoca molestia e intriga entre quienes vieron algo cierto e irrefutable…la mano derecha que durante años permaneció paralizada, ahora estaba completamente restablecida.

A lo largo de la vida, cuando ya cumplimos varios lustros, recordamos las múltiples dolencias que hemos padecido ¡quien no! y al momento de ser consultados por nuestro estado respondíamos…”bien”…”normal”…”mejor”, por lo que para la sociedad de entonces como la actual el hecho de estar enfermo implica siempre carecer de un bien debido y de una deseada normalidad.

El hombre enfermo de este día, de acuerdo a la sociedad no era “normal”. Además, la enfermedad tenía un estigma moral, pues independiente de la dolencia,  ésta siempre era vista como la consecuencia directa de un pecado personal o familiar. En cualquier caso, el paciente era culpable de sus dolencias, siendo visto como un pecador que debía ser marginado del ámbito religioso y social. No lo pasaban bien los enfermos. Sin duda el mayor drama era que a las dolencias físicas se sumaban las del alma al saberse despreciado y alejado de los suyos.
SACERDOTE DIOCESANO CHILE


La actitud de los fariseos es la misma antes y después del milagro. No cambian a pesar de la evidencia. Ven y no creen. Las autoridades de entonces,  el establishment,  comenzó a buscar razones,  a urdir males contra Jesús.

No se preocupaban de las dolencias sino de la cáscara. No nos admiremos tanto pues,  es probable,  que nuestra actitud no hubiese sido muy distinta de la que tuvieron los fariseos. Con tanto que hacer, con tantas urgencias, con tantas necesidades, qué importancia tendría  una mano paralizada de un simple desconocido.

Era más fácil seguir de largo, y ni siquiera mirar…nadie ama lo que desconoce…y nadie se preocupa de lo que no ve, por lo que se invisibiliza la necesidad para anestesiar nuestra conciencia y callar la voz de Dios. Él es atraído por las necesidades del hombre. En su corazón todos tenemos un lugar, no tiene los límites de aquella ley…hecha por hombres,  a la medida de los hombres.

El milagro no lo hace a solas sino acompañado, por lo que diremos es una acción en un ámbito de la sociedad, aplicable al que hace cuarenta y siete años hubo en nuestra Patria. La enseñanza de Jesús indica que todo aquello que deshonra al hombre no puede honrar a Dios, siendo por lo tanto una exigencia, cuando el hombre y la sociedad sufren,  hacer el bien debido pudiendo buenamente hacerlo.

Una mano paralizada implica un rostro… Puede acoger, puede advertir, puede señalar, puede aceptar, puede negar, puede hablar por signos, puede defender, y puede saludar. Y, aquel hombre que padecía dicha parálisis se veía imposibilitado de expresarse, de dar a conocer sus sueños,  intereses y molestias. Una mano cerrada que sólo percibía lo gélido de los corazones siempre interesados en sí mismos y jamás del prójimo, renuentes a aceptar y conceder el perdón que originalmente anunció Jesús, colocando la capacidad de perdonar como condición para obtener su misericordia: “perdona nuestros pecados así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.

MISA 11 DE SEPTIEMBRE CHILE

El actual Romano Pontífice nos recuerda que aquellos hombres “siempre cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación…Hombres que sólo sabían cerrar” (Homilía del Santo Padre Francisco, 31 de Octubre 2014 en Santa Marta). La vida sin Cristo conlleva una verdadera esclerosis espiritual, cuyas consecuencias nos revela el mundo actual en múltiples signos el drama en que se vive en todo ámbito.  Para muchos será sorprendente que las sociedades como la nuestra,  en la medida que ven fortalecidas sus economías, y sus legislaciones, sintonicen crecientemente con el modernismo, y experimenten a la vez, un crecimiento exponencial el estigma de la atomización de la sociedad: del desinterés por los demás, prontamente se pasa a una animadversión por los demás; del respeto a los diversos derechos de la vida humana al desprecio sistemático del primero que se tiene y del último que se posee.

Entonces,  en ocasiones nos parece habitar en una verdadera jungla, donde no es el cumplimiento de la voluntad de Dios ni la edificación de su  Reino lo que guía nuestros pasos, sino que lo es el ansia del poder ilimitado, del  placer ciego y del tener desenfrenado.  Todo ello, es signo de una deshumanización que es la primera transgresora sistemática de los derechos del hombre, porque nace de una visión reductiva de la persona  mutilándole su vida interior, la vida espiritual, la vida de alma.
Así, aquella creatura que fue hecha por Dios “a su imagen y semejanza” con una vocación muy precisa en orden a buscar, a encontrar y a vivir en Dios,  desde la concepción atea y materialista –como es la marxista- hace ahora que el hombre y los pueblos permanezcan lleno de insatisfacción y de frustración lo cual,  se termina expresando en una crispación social donde la violencia, la venganza, y el odio exudan en todos los ambientes, particularmente en los más alejados del Señor y sus designios.
Seamos claros: “aunque la mona se vista de seda, mona queda”; y aunque el materialista se vista de humanismo, mono se queda. Esto lo constatamos cuando se evidencia una distorsión en el valor de la verdad y en la verdad del valor.

Nuestra sociedad hace casi cinco décadas se vio hondamente quebrantada, pues ello era el resultado del intento de implantar una ideología  “intrínsecamente perversa”(Divini Redemptoris, S.S Pio XI, 19 Marzo de 1937), que por su misma naturaleza atenta contra la dignidad del hombre porque nace de “un error antropológico” (Juan Pablo II, México 1979).

En el pasado hubo una revista editada mensualmente que tenía una sección denominada: “La risa remedio infalible”.  El buen humor es sano y sana.  Entonces, recordemos  la anécdota contada hace unos años sobre tres perritos: uno de un país libre, otro de Venezuela y otro de Corea del Norte: Visitan al perrito de un país libre, y este les dice: las cosas aquí funcionan así, si ladráis lo suficiente alguien vendrá y os dará carne…el perrito venezolano pregunta ¿qué es carne?...y de inmediato el perrito de Corea del Norte pregunta ¿Qué es ladrar?

PADRE JAIME HERRERA CHILE
Más allá de esta nota, sabemos del drama enorme que vivimos cuando estuvimos al borde de una guerra civil, a la cual se animaba desde la lógica del ateísmo marxista, olvidando que una guerra fratricida siempre es más cruel y grave en sus consecuencias que cualquier otro tipo de conflicto. Recordemos que la única guerra civil en Chile (1891) ocasionó más víctimas que la guerra entre tres naciones vecinas (1879). Dos meses antes de aquella “intervención providencial” (Arzobispo Emilio Tagle) el Episcopado en Chile claramente dijo que “la peor desgracia que a un país puede acontecer, y esto todos los sabemos,  es una guerra civil” (16 Julio 1973).

Para evitar el desenlace obvio de aquella grave “crisis institucional” se produce la intervención que conmemoramos en este día, recordando las palabras de los Obispos emitidas horas después de dicha jornada: “confiando en el patriotismo y el desinterés que han expresado los que han asumido la difícil tarea de restaurar el orden institucional y la vida económica del país tan gravemente alterados, pedimos a los chilenos que, dada las actuales circunstancias, cooperen a llevar a cabo esta tarea. Y, sobre todo con humildad y con fervor pedimos a Dios que los ayude” (13 Septiembre 1973).

2.        “Nosotros anunciamos, amonestando e instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a todos perfectos en Cristo”. (Colosenses I, 28).

La celebración de esta Santa Misa vespertina, la hacemos en el templo dedicado a San Francisco de Sales, quien fuese un insigne predicador del llamado universal a la santidad, al que Jesús nos invita desde el momento de nuestro bautismo. ¡Esta es la voluntad de Dios, que seáis perfectos como mi Padre de los cielos es perfecto! (San Mateo V, 48).

Solía recordar este santo patrono que “la santidad se encuentra  en el camino que nos abre cada uno de nuestros días”. Así,  descubrimos que es en la vida cotidiana, donde se juega nuestro destino eterno, por lo que evitaremos la búsqueda de ocasiones propicias y  de quiméricos  momentos ideales para ser santos. Dios está en lo que no llama la atención, en lo que no mete ruido.

CHILE MISA 11 SEPTIEMBRE 2017
Entonces,  no cedamos a la mundana tentación  de la frenética búsqueda de lo novedoso, de lo sorprendente,  de lo exclusivo y de lo moderno. Sino que procuremos aquí y ahora cumplir la voluntad de Dios, haciendo de lo ordinario de cada día lo extraordinario que es amar a Dios sobre todas las cosas.

Con nuestra vida el Señor quiere caminar por nuestras ciudades; quiere hacerse presente en nuestras aulas, en los municipios, policlínicos y cuarteles. En todo lugar es posible buscar la santidad, sabiendo que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los suyos” (San Juan XV, 13).

Por esto, hoy rezamos por quienes, han caído  en virtud del fiel cumplimiento del deber. Imploramos para que Dios tenga infinita misericordia de ellos, y  puedan estar gozando  de la bienaventuranza eterna.

Confiados en el poder de la oración prometido por Nuestro Señor quien señaló que “donde dos o más se reúnan en mi nombre allí estaré yo en medio de ellos” (San Mateo XVIII, 20) y que “todo lo que pidan en mi nombre les será concedido” (San Juan XIV, 13) , recurrimos para orar por nuestros valientes soldados, recordando  las palabras pronunciadas por el Papa Juan Pablo II al retornar a su tierra natal  ante el monumento al soldado desconocido: “En cuantos campos de batalla ese soldado ha dado testimonio de los derechos del hombre, grabados profundamente en los inviolables derechos del pueblo, cayendo por nuestra y vuestra libertad”. (Varsovia, 2 de Junio 1979).

Por nuestros hombres de armas, que un día como hoy nos obtuvieron la libertad.   ¡Que Viva Cristo Rey!




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