LUNES 11 DE
SEPTIEMBRE 2017 / SAN FRANCISCO DE SALES / VITACURA
PADRE JAIME HERRERA PUERTO CLARO CHILE |
1.
“Confiad el Él, oh pueblo, en todo
tiempo” (Salmo LXII, 9).
Desde que hace
veintisiete años me ordené sacerdote, he procurado tomar el Santo Evangelio del
día para cada celebración de la Santa Misa. Hoy, en el día 11 de un gran mes,
no será la excepción. Nos habla de un enfermo que es sanado por nuestro Señor, lo que provoca molestia e intriga entre
quienes vieron algo cierto e irrefutable…la mano derecha que durante años
permaneció paralizada, ahora estaba completamente restablecida.
A lo largo de la vida,
cuando ya cumplimos varios lustros, recordamos las múltiples dolencias que
hemos padecido ¡quien no! y al momento de ser consultados por nuestro estado
respondíamos…”bien”…”normal”…”mejor”, por lo que para la sociedad de entonces
como la actual el hecho de estar enfermo implica siempre carecer de un bien
debido y de una deseada normalidad.
El hombre enfermo de este
día, de acuerdo a la sociedad no era “normal”. Además, la enfermedad tenía un
estigma moral, pues independiente de la dolencia, ésta siempre era vista como la consecuencia
directa de un pecado personal o familiar. En cualquier caso, el paciente era
culpable de sus dolencias, siendo visto como un pecador que debía ser marginado
del ámbito religioso y social. No lo pasaban bien los enfermos. Sin duda el
mayor drama era que a las dolencias físicas se sumaban las del alma al saberse
despreciado y alejado de los suyos.
SACERDOTE DIOCESANO CHILE |
La actitud de los
fariseos es la misma antes y después del milagro. No cambian a pesar de la
evidencia. Ven y no creen. Las autoridades de entonces, el establishment,
comenzó a buscar razones, a urdir males contra Jesús.
No se preocupaban de las
dolencias sino de la cáscara. No nos
admiremos tanto pues, es probable, que nuestra actitud no hubiese sido muy distinta
de la que tuvieron los fariseos. Con tanto que hacer, con tantas urgencias, con
tantas necesidades, qué importancia tendría una mano paralizada de un simple desconocido.
Era más fácil seguir de
largo, y ni siquiera mirar…nadie ama lo que desconoce…y nadie se preocupa de lo
que no ve, por lo que se invisibiliza la necesidad para anestesiar nuestra
conciencia y callar la voz de Dios. Él es atraído por las necesidades del hombre.
En su corazón todos tenemos un lugar, no tiene los límites de aquella
ley…hecha por hombres, a la medida de
los hombres.
El milagro no lo hace a
solas sino acompañado, por lo que diremos es una acción en un ámbito de la
sociedad, aplicable al que hace cuarenta y siete años hubo en nuestra Patria. La
enseñanza de Jesús indica que todo aquello que deshonra al hombre no puede
honrar a Dios, siendo por lo tanto una exigencia, cuando el hombre y la
sociedad sufren, hacer el bien debido pudiendo buenamente hacerlo.
Una mano paralizada
implica un rostro… Puede acoger, puede advertir, puede señalar, puede aceptar,
puede negar, puede hablar por signos, puede defender, y puede saludar. Y, aquel
hombre que padecía dicha parálisis se veía imposibilitado de expresarse, de dar
a conocer sus sueños, intereses y molestias.
Una mano cerrada que sólo percibía lo gélido de los corazones siempre
interesados en sí mismos y jamás del prójimo, renuentes a aceptar y conceder el
perdón que originalmente anunció Jesús, colocando la capacidad de perdonar como
condición para obtener su misericordia: “perdona
nuestros pecados así como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”.
MISA 11 DE SEPTIEMBRE CHILE |
El actual Romano Pontífice
nos recuerda que aquellos hombres “siempre
cerraban las puertas de la esperanza, del amor, de la salvación…Hombres que sólo
sabían cerrar” (Homilía del Santo Padre Francisco, 31 de
Octubre 2014 en Santa Marta). La vida sin Cristo
conlleva una verdadera esclerosis
espiritual, cuyas consecuencias nos revela el mundo actual en múltiples
signos el drama en que se vive en todo ámbito. Para muchos será sorprendente
que las sociedades como la nuestra, en
la medida que ven fortalecidas sus economías, y sus legislaciones, sintonicen
crecientemente con el modernismo, y experimenten a la vez, un crecimiento exponencial
el estigma de la atomización de la
sociedad: del desinterés por los demás, prontamente se pasa a una animadversión
por los demás; del respeto a los diversos derechos de la vida humana al
desprecio sistemático del primero que se tiene y del último que se posee.
Entonces, en ocasiones nos parece habitar en una verdadera
jungla, donde no es el cumplimiento
de la voluntad de Dios ni la edificación de su Reino lo que guía nuestros pasos, sino que lo es
el ansia del poder ilimitado, del placer
ciego y del tener desenfrenado. Todo
ello, es signo de una deshumanización que es la primera transgresora
sistemática de los derechos del hombre, porque nace de una visión reductiva de
la persona mutilándole su vida interior,
la vida espiritual, la vida de alma.
Así, aquella creatura
que fue hecha por Dios “a su imagen y
semejanza” con una vocación muy precisa en orden a buscar, a encontrar y a
vivir en Dios, desde la concepción atea y materialista –como
es la marxista- hace ahora que el hombre y los pueblos permanezcan lleno de insatisfacción
y de frustración lo cual, se termina
expresando en una crispación social donde la violencia, la venganza, y el odio
exudan en todos los ambientes, particularmente en los más alejados del Señor y
sus designios.
Seamos claros: “aunque la mona se vista de seda, mona queda”;
y aunque el materialista se vista de humanismo, mono se queda. Esto lo
constatamos cuando se evidencia una distorsión en el valor de la verdad y en la
verdad del valor.
Nuestra sociedad hace
casi cinco décadas se vio hondamente
quebrantada, pues ello era el resultado del intento de implantar una
ideología “intrínsecamente perversa”(Divini Redemptoris, S.S
Pio XI, 19 Marzo de 1937), que por su misma naturaleza atenta
contra la dignidad del hombre porque nace de “un error antropológico” (Juan Pablo II, México
1979).
En el pasado hubo una
revista editada mensualmente que tenía una sección denominada: “La risa remedio
infalible”. El buen humor es sano y
sana. Entonces, recordemos la anécdota contada hace unos años sobre tres
perritos: uno de un país libre, otro de Venezuela y otro de Corea del Norte:
Visitan al perrito de un país libre, y este les dice: las cosas aquí funcionan
así, si ladráis lo suficiente alguien vendrá y os dará carne…el perrito
venezolano pregunta ¿qué es carne?...y de inmediato el perrito de Corea del
Norte pregunta ¿Qué es ladrar?
PADRE JAIME HERRERA CHILE |
Más allá de esta nota, sabemos
del drama enorme que vivimos cuando estuvimos al borde de una guerra civil, a
la cual se animaba desde la lógica del ateísmo marxista, olvidando que una
guerra fratricida siempre es más cruel y grave en sus consecuencias que cualquier
otro tipo de conflicto. Recordemos que la única guerra civil en Chile
(1891) ocasionó más víctimas que la guerra entre tres naciones vecinas (1879). Dos
meses antes de aquella “intervención
providencial” (Arzobispo Emilio Tagle)
el Episcopado en Chile claramente dijo que “la
peor desgracia que a un país puede acontecer, y esto todos los sabemos, es una guerra civil” (16
Julio 1973).
Para evitar el desenlace
obvio de aquella grave “crisis
institucional” se produce la intervención que conmemoramos en este día,
recordando las palabras de los Obispos emitidas horas después de dicha jornada:
“confiando en el patriotismo y el
desinterés que han expresado los que han asumido la difícil tarea de restaurar
el orden institucional y la vida económica del país tan gravemente alterados,
pedimos a los chilenos que, dada las actuales circunstancias, cooperen a llevar
a cabo esta tarea. Y, sobre todo con humildad y con fervor pedimos a Dios que
los ayude” (13 Septiembre 1973).
2.
“Nosotros anunciamos, amonestando e
instruyendo a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de presentarlos a
todos perfectos en Cristo”. (Colosenses
I, 28).
La celebración de esta Santa
Misa vespertina, la hacemos en el templo dedicado a San Francisco de Sales,
quien fuese un insigne predicador del llamado universal a la santidad, al que
Jesús nos invita desde el momento de nuestro bautismo. ¡Esta es la voluntad de Dios, que seáis perfectos como mi Padre de los
cielos es perfecto! (San Mateo V, 48).
Solía recordar este santo
patrono que “la santidad se
encuentra en el camino que nos abre cada
uno de nuestros días”. Así,
descubrimos que es en la vida cotidiana, donde se juega nuestro destino
eterno, por lo que evitaremos la búsqueda de ocasiones propicias y de quiméricos
momentos ideales para ser santos. Dios está en lo que no llama la
atención, en lo que no mete ruido.
CHILE MISA 11 SEPTIEMBRE 2017 |
Entonces, no cedamos a la mundana tentación de la frenética búsqueda de lo novedoso, de lo
sorprendente, de lo exclusivo y de lo
moderno. Sino que procuremos aquí
y ahora cumplir la voluntad de Dios, haciendo de lo ordinario de cada día
lo extraordinario que es amar a Dios sobre todas las cosas.
Con nuestra vida el Señor
quiere caminar por nuestras ciudades; quiere hacerse presente en nuestras
aulas, en los municipios, policlínicos y cuarteles. En
todo lugar es posible buscar la santidad, sabiendo que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los suyos” (San
Juan XV, 13).
Por esto, hoy rezamos por
quienes, han caído en virtud del fiel cumplimiento
del deber. Imploramos para que Dios tenga infinita misericordia de ellos,
y puedan estar gozando de la bienaventuranza eterna.
Confiados en el poder de
la oración prometido por Nuestro Señor quien señaló que “donde dos o más se reúnan en mi nombre allí estaré yo en medio de
ellos” (San Mateo XVIII, 20) y que “todo lo que pidan en mi nombre les será
concedido” (San Juan XIV, 13)
,
recurrimos para orar por nuestros valientes soldados, recordando las palabras pronunciadas por el Papa Juan
Pablo II al retornar a su tierra natal
ante el monumento al soldado desconocido: “En cuantos campos de batalla ese soldado ha dado testimonio de los
derechos del hombre, grabados profundamente en los inviolables derechos del
pueblo, cayendo por nuestra y vuestra libertad”. (Varsovia,
2 de Junio 1979).
Por nuestros hombres de
armas, que un día como hoy nos obtuvieron la libertad. ¡Que Viva Cristo Rey!
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