lunes, 25 de septiembre de 2017

FESTIVIDAD PATRONAL DE NUESTRA SEÑORA DE LAS MERCEDES DE PUERTO CLARO: Sermón e imágenes

CON MARÍA A LA PRIMAVERA DE LA FE.





Con gran alegría y solemnidad se realizó la Santa Misa el día domingo 24 de septiembre en la Parroquia de Puerto Claro, que atiende pastoralmente tres de los cuarenta y dos cerros de la ciudad de Valparaíso: Cerro Toro, Cerro Mesilla y Cerro Perdices.

Siendo obispo en Valparaiso, el entonces Cardenal Silva Henriquez erigió esta Parroquia para atender a la comunidad de fieles que honraba desde el año 1909, la imagen de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro, la cual, de acuerdo a los datos históricos, es la primera advocación venerada de la Virgen María en nuestro primer puerto del país. Las raíces de esta devoción local se hunden ya a 458 años atrás.

Por esto, desde el 17 de abril de 1791, la Ilustre Municipalidad de Valparaíso, declaró en el primer decreto de su Primer Cabildo, que la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro ocupase el lugar principal en el escudo y emblema de la ciudad, tal como ha sido en los últimos 226 años a la fecha.

Con ocasión de coincidir la Festividad Patronal con el dia Domingo, Día del Señor,  la comunidad parroquial organizó un celebración a la cual se sumaron numerosos fieles, los cuales tuvieron oportunidad de participar en la Santa Misa de Rito Extraordinario, el cual desde el año 2010 se celebra interrumpidamente en este templo cada día domingo a la una de la tarde.


Como homenaje a la Virgen de Puerto Claro cuatro hermanos, que participan del Conservatorio de Música de la PUCV y que actualmente son monaguillos hicieron una hermosa presentación de violín y violoncello con obras de diversos compositores.

Los cantos estuvieron a cargo de la Schola “Cum Júbilo”, que entonó himnos reconocidos en honor a la Virgen Santísima, y con melodías gregorianas que fueron muy bien recibidas por los fieles los cuales agradecieron con su oración la presencia de los integrantes del Coro.


Acabada de celebración, que contó con un grupo de numerosos ministros del altar, los fieles acudieron al comedor parroquial con el fin de participar de un vino de honor y convivencia entre todos  los fieles presentes.

Septiembre del 2017.

                
                          TEXTO COMPLETO DE HOMILÍA PRONUNCIADA POR CURA PÁRROCO.

1                                         Fortalecimiento de la amistad con Dios.



Queridos hermanos: Al inicio del presente milenio, recordábamos el origen de la  fiesta litúrgica que hoy nos convoca, el cual,  en nuestra ciudad coincide con la llegada del tiempo de la primavera. La misma naturaleza salida de las manos del Creador  parece saludar el Mes con mayor número de festividades votivas en honor de la Virgen María a lo largo de todo el Año Litúrgico.

Como una gracia especial, nuestra Parroquia celebra hoy a su Patrona, con la convicción de ser la advocación fundacional que hace 458 años acompaña a esta ciudad, que nació de la mano de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro y donde el primer bautizado fue hecho hijo de Dios y de la Iglesia bajo su mirada protectora.

Sin duda, junto a la imagen de Cristo crucificado que se encuentra en el templo denominado Jesús, Salvador del Mundo, la figura de la Virgen de Puerto Claro constituye  el patrimonio más apreciable del cual todos los demás se han ido sumando hasta hacer de esta ciudad un patrimonio de la humanidad.

Dice un antiguo refrán que “antigüedad constituye grado”, por lo que  nuestra Patrona está presente en Valparaíso desde que el Rey Católico Felipe II, cuya prudencia llevó a fomentar la devoción a la Virgen María, especialmente bajo el título de las Mercedes, como gratitud por su evidente protección en las horas de mayor prueba y persecución.


Ninguna otra devoción hunde en la historia de nuestra ciudad porteña  raíces tan profundas.  Por eso, es necesario en esta oportunidad,  que honramos a la Virgen de Puerto Claro insertos en el Día del Señor, bajo el lema “mi paz les doy” con el cual preparamos la venida del actual Romano Pontífice.
Sabido es que de una familia divida no se construye una nación unida. El origen de la división estriba no sólo en la falta de comunicación, lo cual es una innegable realidad, sino que lo es la carencia de una vida interior, de una preocupación por el crecimiento espiritual que sólo nace de colocar a Dios en el centro de toda iniciativa y de todo logro en nuestra vida. Ningún progreso personal y social puede –entonces- desentenderse de la amistad con Dios.


Lo primero que consideramos, es que la amistad es un don, que busca hacer siempre el bien alzándose como una misión permanente. Conlleva crecer juntos,  a veces, asumiendo y sobrellevando las carencias y en otras, apoyándose en las virtudes.  En este sentido, la experiencia indica que, exceptuando a  nuestro Jesús del Cielo, no hay amigo tan perfecto que no tenga  algún defecto ni que carezca de una virtud que ha de procurar aportar.

El Señor Jesús se reveló como el amigo que nunca falla: “Vosotros sois mis amigos” (San Juan XV, 14).  Permanece atento a todas nuestras inquietudes, las cuales nos pueden parecer muy importantes pero sólo Él nos permite dimensionarlas convenientemente;  está vigilante ante cualquier necesidad objetiva, ¡quién no se ha sentido urgido! Allí está el Señor con nosotros, junto a nosotros. Como amigo verdadero –Jesucristo- no huye cuando arrecia  la dificultad, por el contrario, más bien, aumenta  su cercanía en medio de la adversidad.


La verdadera amistad es la que  proviene de Dios. Muchos pueden ser vecinos, colegas, amigos, camaradas, compañeros o simples conocidos, pero la amistad está más allá de vivir en casas cercanas, está más allá de trabajar en un mismo lugar, y más allá de simplemente ubicar el rostro de una persona, por medio de un “me gusta” en Facebook.  Aplicando la consabida frase que encontramos en el libro “El Principito”: “¿Qué es amar? sino mirar juntos lo mismo”, podemos extender dicha frase al plano de la verdadera y sana amistad.


Del hecho de experimentar la amistad con Dios que se llama piedad, y la de nuestros amigos que son un reflejo de aquella, asumimos la necesidad de comunicarla a toda la sociedad pues lo bueno es bueno que se conozca y participe, de tal manera que la convivencia ciudadana se crea desde el amor de Dios hecho amistad y se fortalece por medio la piedad hacia Dios.



La fe en Dios no es la que llama  a los fanatismos del modernismo, pues es el amor de Dios y el amor a Dios el que amplía los horizontes de la mente y del corazón, permitiendo que aquello que dice relación con el misterio de la salvación tenga que ver con lo que uno piensa y con lo que uno quiere. ¡Lo demás, de más está!

2.      Fortalecimiento de la amistad ciudadana.

Ese amistad que nace del amor de Dios no queda encerrada sino que por su misma naturaleza requiere de darse a conocer, de comunicar a los demás el bien descubierto y poseído, en consecuencia, es esa amistad  la que está  capacitada para abrir nuevas perspectivas en el ámbito social, también,  en lo que se denomina la “amistad cívica”, porque valora la verdad y el bien que descubre y que está llamada a comunicar.

Mas,  en la actualidad  subyace  en la vida cívica una amistad cínica, que nace de la enfermedad por la búsqueda y mantención del poder. Entonces,  son las componendas, las verdades a medias o medias mentiras, las que tejen el engranaje de una amistad falseada, cuya existencia está limitada por la sola satisfacción de los intereses personales.


¡Qué distinta es la verdadera amistad! Donde se procura dar sin recibir, en lo más genuino del amor de Dios que es entrega. Nos permite descubrir que donde hay amistad de verdad “Deus ibi est”. Digámoslo claramente. Es en un mundo sin Dios donde se anida la ceguedad del fanatismo, que en nombre del hombre endiosado destruye las relaciones entre las personas.

El oscurantismo contemporáneo nace del encandilamiento de la sociedad a causa de  las verdades impuestas por el relativismo. Esto explica por qué el arte de hoy es tan pobre e inexpresivo, por qué en nuestra Patria el cine y la música resultan  tan monotemáticas.




Es que el relativismo es siempre empobrecedor, hace de la persona humana y de la sociedad una realidad mutilada, que no acaba de tener relaciones humanas verdaderamente fructuosas y enriquecedoras. El alma no crece interiormente en medio de tanta vaguedad y ceguera. Ya lo dijo Jesús: “Un ciego no puede guiar a otro ciego pues ambos caerán al mismo precipicio” (San Mateo XV, 14).
Entonces, el cultivo de una sana amistad, desde la  temprana edad, hasta la vida adulta fortalece nuestra interioridad, permitiendo “llevarnos mejor” al interior del hogar, de la vecindad, de la ciudad, de la nación y del mundo.


La carencia de lazos de amistad ocasiona la fragilidad de la una sana convivencia cívica, por lo que el experimentar el ambiente de evidente crispación social responde a la ausencia de una verdadera amistad con Dios y a la persistencia de marginar a Dios, su Palabra y sus designios, de nuestra vida. ¿Qué camino queda cuando arrinconamos a Dios en nuestras sacristías, en nuestros conventos, en nuestras aulas, en nuestros movimientos laicales, y hasta en nuestra conciencia?

¡Cristo debe hacerse presente en toda la sociedad! No olvidemos que “El vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (San Juan I, 11-12)…Hoy debemos abrir la mente y el corazón a las cosas de Dios, y en esa medida percibiremos una convivencia más fraterna, que incluya las necesidades más evidentes, priorice las urgencias, y no deje de atender con el corazón en la mano el rostro de quien el Señor golpee el pórtico de nuestras vidas: “Lo que a ellos hicisteis a mi lo hicisteis”. ¡Que se note! ¡Que se muestre! ¡Que se viva nuestra identidad católica!




    3.-.Fortalecimiento de la amistad eucarística y mariana.

Ciertamente, no hay mejor gesto de amistad que caminar junto al Señor tal como lo experimentaron los peregrinos de Emaús. Ellos sintieron que “ardía su corazón”, comprendieron “cuando les explicaba las Sagradas Escrituras”, y “regresaron donde los Apóstoles” (San Lucas XXIV, 13-35).

Es un imperativo el retorno a lo esencial, puesto que,  el futuro se fragua en la conversión del mundo hacia el Señor, de lo cual tan estupendamente lo significa la celebración cara a Dios como es la que tenemos en este día. ¡No demos la espalda a Dios! ¡No demos la espalda a su Palabra! ¡No demos la espalda a su creación! ¡Volvamos al Dios que da la cara!


Se promueve una religión que no incide en la vida social, que no molesta y queda reducida a unos cuantos ritos entre cuatro paredes. Sólo se le permite hablar para entretener, reduciendo la catequesis y homilética a consabidas anécdotas, humoradas,  explicaciones científicas y lingüísticas, pero que no terminan modificando para nada nuestra vida. Cristo vino al mundo para reinar no para entretener, por lo que la Santa Misa no puede ser tenida como una simple entretención o un pasatiempo que ciertamente tiene su rentabilidad social a los ojos de la modernidad.

En la casa del Rey no se aplaude al siervo: Sin duda la Santa Misa tiene como centro el dar el culto debido a nuestro Dios, cumpliendo el precepto: “Amaras al Señor tu Dios con toda el alma, con todo el corazón, y con todo tu ser”. Quien importa y es decisivo en nuestra celebración litúrgica es Dios, es a Él a quien honramos, y de Él es que recibimos toda bendición, y en este caso, al autor mismo de toda gracia.

Nuestra Madre Santísima “primero concibió a Cristo en su alma que en su cuerpo”, por lo que su mayor grandeza la descubrimos originalmente en su entrega en toda época y a todo evento por Dios y su obra. Todo en la Virgen dice relación con el cumplimiento  de la voluntad de Dios. Al leer el Nuevo Testamento y hacer una biografía de ella descubrimos que su vida tuvo sentido desde su unión con Dios, quien la creó y preparó para ser la madre purísima y el seguro refugio  que nos entregaría a su Hijo y Dios.

Así, Ella permanece inclinada a la verdad, al bien, y al amor constituyéndose como el antídoto más oportuno contra todo mensaje disolvente en la vida espiritual y moral; en la vacuna más eficaz que previene de la mentira y la herejía; en el remedio capaz de restablecer la unidad de los hijos de Dios, partícipes de la única Iglesia instituida por Cristo,  fuera de la cual no hay salvación: ¡Extra ecclesiam, nula salus!

Por esto,  cualquier iniciativa pastoral debe tener la devoción a la Virgen como un insigne estandarte, que identifica y defiende, evitando ocultarlo como si fuese un obstáculo para que puedan acercarse a la vida de la Iglesia quienes están llamados a hacerlo. Como hijos de una madre que somos, quien no acepta a nuestra madre no tiene nada que ver con nosotros, de igual manera, quien desecha la devoción a la Virgen como Madre de Dios, lejos permanece de la verdadera comunión de los hijos de Dios y de la Iglesia. ¡Quien saca a la madre, saca al hijo! ¡Quien recibe a la Madre, recibe al Hijo y recibe a Dios!

El hecho de fortalecer la piedad hacia la Virgen en nuestra vida  y en la Iglesia es algo urgente cuando verificamos tanta división sin sentido. Como toda Madre, la Virgen es experta en dificultades, por lo que lejos que los problemas amainen su cercanía, más bien la invitan a intervenir con mayor insistencia y diligencia. ¿No es eso lo que leemos cuando visita con premura a su prima Isabel en la localidad de Ain Karim? Acaso, ¿No irrumpe con fuerza para precipitar el primer milagro de Jesús en la ciudad de Cana de Galilea?

Entonces, ¿por qué no implorar que las bendiciones y mercedes abundantes del Cielo lleguen –también- a nuestra ciudad? , a la cual Ella se presentó hace siglos y cuyo manto nos libere de las modernas esclavitudes y del neo-politeísmo, a nivel personal y social.

Confiamos esta Ciudad de Valparaíso, cuya mirada a la distancia descubre las altas montañas y en lo inmediato  percibe el mar insondable como permanente llamado a una vida espiritual más cierta, más participativa y más caritativa, al manto protector de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro, Patrona y Madre nuestra. ¡Que Viva Cristo Rey!











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