Con gran alegría y solemnidad se realizó la Santa Misa el día
domingo 24 de septiembre en la Parroquia de Puerto Claro, que atiende pastoralmente
tres de los cuarenta y dos cerros de la ciudad de Valparaíso: Cerro Toro, Cerro
Mesilla y Cerro Perdices.
Siendo obispo en Valparaiso, el entonces Cardenal Silva
Henriquez erigió esta Parroquia para atender a la comunidad de fieles que honraba
desde el año 1909, la imagen de la Virgen de las Mercedes de Puerto Claro, la
cual, de acuerdo a los datos históricos, es la primera advocación venerada de
la Virgen María en nuestro primer puerto del país. Las raíces de esta devoción
local se hunden ya a 458 años atrás.
Por esto, desde el 17 de abril de 1791, la Ilustre
Municipalidad de Valparaíso, declaró en el primer decreto de su Primer Cabildo,
que la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro ocupase el
lugar principal en el escudo y emblema de la ciudad, tal como ha sido en los
últimos 226 años a la fecha.
Con ocasión de coincidir la Festividad Patronal con el dia
Domingo, Día del Señor, la comunidad
parroquial organizó un celebración a la cual se sumaron numerosos fieles, los
cuales tuvieron oportunidad de participar en la Santa Misa de Rito Extraordinario, el cual desde el
año 2010 se celebra interrumpidamente en este templo cada día domingo a la
una de la tarde.
Como homenaje a la Virgen de Puerto Claro cuatro hermanos,
que participan del Conservatorio de Música de la PUCV y que actualmente son
monaguillos hicieron una hermosa presentación de violín y violoncello con obras de
diversos compositores.
Los cantos estuvieron a cargo de la Schola “Cum Júbilo”, que entonó himnos reconocidos en honor a la
Virgen Santísima, y con melodías gregorianas que fueron muy bien recibidas por
los fieles los cuales agradecieron con su oración la presencia de los
integrantes del Coro.
Acabada de celebración, que contó con un grupo de numerosos
ministros del altar, los fieles acudieron al comedor parroquial con el fin de
participar de un vino de honor y convivencia entre todos los fieles presentes.
Septiembre del 2017.
TEXTO COMPLETO DE HOMILÍA PRONUNCIADA POR CURA PÁRROCO.
1 Fortalecimiento de la amistad con
Dios.
Queridos hermanos: Al
inicio del presente milenio, recordábamos el origen de la fiesta litúrgica que hoy nos convoca, el
cual, en nuestra ciudad coincide con la
llegada del tiempo de la primavera. La misma naturaleza salida de las manos
del Creador parece saludar el Mes con
mayor número de festividades votivas en honor de la Virgen María a lo largo de
todo el Año Litúrgico.
Como una gracia especial,
nuestra Parroquia celebra hoy a su Patrona, con la convicción de ser la
advocación fundacional que hace 458 años acompaña a esta ciudad, que nació
de la mano de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro y donde el
primer bautizado fue hecho hijo de Dios y de la Iglesia bajo su mirada
protectora.
Sin duda, junto a la
imagen de Cristo crucificado que se encuentra en el templo denominado Jesús,
Salvador del Mundo, la figura de la Virgen de Puerto Claro constituye el patrimonio más apreciable del cual todos
los demás se han ido sumando hasta hacer de esta ciudad un patrimonio de la
humanidad.
Dice un antiguo refrán
que “antigüedad constituye grado”,
por lo que nuestra Patrona está presente
en Valparaíso desde que el Rey Católico Felipe II, cuya prudencia llevó a
fomentar la devoción a la Virgen María, especialmente bajo el título de las
Mercedes, como gratitud por su evidente protección en las horas de mayor prueba
y persecución.
Ninguna otra devoción
hunde en la historia de nuestra ciudad porteña
raíces tan profundas. Por eso, es necesario en esta
oportunidad, que honramos a la Virgen de
Puerto Claro insertos en el Día del Señor, bajo el lema “mi paz les doy” con el cual preparamos la venida del actual Romano
Pontífice.
Sabido es que de una
familia divida no se construye una nación unida.
El origen de la división estriba no sólo en la falta de comunicación, lo cual
es una innegable realidad, sino que lo es la carencia de una vida interior, de
una preocupación por el crecimiento espiritual que sólo nace de colocar a Dios
en el centro de toda iniciativa y de todo logro en nuestra vida. Ningún
progreso personal y social puede –entonces- desentenderse de la amistad con
Dios.
Lo primero que
consideramos, es que la amistad es un don, que busca hacer siempre el bien
alzándose como una misión permanente. Conlleva crecer juntos, a veces, asumiendo y sobrellevando las
carencias y en otras, apoyándose en las virtudes. En este sentido, la experiencia indica que, exceptuando
a nuestro Jesús del Cielo, no hay amigo tan perfecto que no tenga algún defecto ni que carezca de una virtud
que ha de procurar aportar.
El Señor Jesús se reveló
como el amigo que nunca falla: “Vosotros
sois mis amigos” (San Juan XV, 14). Permanece atento a todas nuestras inquietudes,
las cuales nos pueden parecer muy importantes pero sólo Él nos permite
dimensionarlas convenientemente; está vigilante
ante cualquier necesidad objetiva, ¡quién no se ha sentido urgido! Allí está el
Señor con nosotros, junto a nosotros. Como amigo verdadero –Jesucristo- no
huye cuando arrecia la dificultad, por
el contrario, más bien, aumenta su
cercanía en medio de la adversidad.
La verdadera amistad es
la que proviene de Dios.
Muchos pueden ser vecinos, colegas, amigos, camaradas, compañeros o simples
conocidos, pero la amistad está más allá de vivir en casas cercanas, está más
allá de trabajar en un mismo lugar, y más allá de simplemente ubicar el rostro
de una persona, por medio de un “me
gusta” en Facebook. Aplicando la
consabida frase que encontramos en el libro “El Principito”: “¿Qué es amar? sino mirar juntos lo mismo”,
podemos extender dicha frase al plano de la verdadera y sana amistad.
Del hecho de experimentar
la amistad con Dios que se llama piedad, y la de nuestros amigos que son un
reflejo de aquella, asumimos la necesidad de comunicarla a toda la sociedad
pues lo bueno es bueno que se conozca y participe, de tal manera que la
convivencia ciudadana se crea desde el amor de Dios hecho amistad y se
fortalece por medio la piedad hacia Dios.
La fe en Dios no es la
que llama a los fanatismos del
modernismo, pues es el amor de Dios y
el amor a Dios el que amplía los
horizontes de la mente y del corazón, permitiendo que aquello que dice relación
con el misterio de la salvación tenga que ver con lo que uno piensa y con lo
que uno quiere. ¡Lo demás, de más está!
2. Fortalecimiento de la amistad
ciudadana.
Ese amistad que nace del
amor de Dios no queda encerrada sino que por su misma naturaleza requiere de
darse a conocer, de comunicar a los demás el bien descubierto y poseído, en
consecuencia, es esa amistad la que
está capacitada para abrir nuevas perspectivas
en el ámbito social, también, en lo que
se denomina la “amistad cívica”, porque valora la verdad y el bien que descubre
y que está llamada a comunicar.
Mas, en la actualidad subyace
en la vida cívica una amistad cínica, que nace de la enfermedad por la
búsqueda y mantención del poder. Entonces,
son las componendas, las verdades a medias o medias mentiras, las que
tejen el engranaje de una amistad falseada, cuya existencia está limitada por
la sola satisfacción de los intereses personales.
¡Qué distinta es la
verdadera amistad! Donde se procura dar sin recibir, en lo más genuino del amor
de Dios que es entrega. Nos permite descubrir que donde hay amistad de verdad “Deus ibi est”. Digámoslo claramente. Es
en un mundo sin Dios donde se anida la ceguedad del fanatismo, que en nombre
del hombre endiosado destruye las
relaciones entre las personas.
El oscurantismo
contemporáneo nace del encandilamiento de la sociedad a causa de las verdades impuestas por el relativismo.
Esto explica por qué el arte de hoy es tan pobre e inexpresivo, por qué en
nuestra Patria el cine y la música resultan
tan monotemáticas.
Es que el relativismo
es siempre empobrecedor, hace de la persona humana y de la sociedad una
realidad mutilada, que no acaba de tener relaciones humanas verdaderamente
fructuosas y enriquecedoras. El alma no crece interiormente en medio de
tanta vaguedad y ceguera. Ya lo dijo Jesús: “Un ciego no puede guiar a otro ciego pues ambos caerán al mismo
precipicio” (San Mateo XV, 14).
Entonces, el cultivo de
una sana amistad, desde la temprana
edad, hasta la vida adulta fortalece nuestra interioridad, permitiendo “llevarnos mejor” al interior del hogar,
de la vecindad, de la ciudad, de la nación y del mundo.
La carencia de lazos de
amistad ocasiona la fragilidad de la una sana convivencia cívica, por lo que el
experimentar el ambiente de evidente crispación social responde a la ausencia
de una verdadera amistad con Dios y a la persistencia de marginar a Dios, su Palabra
y sus designios, de nuestra vida. ¿Qué camino queda cuando
arrinconamos a Dios en nuestras sacristías, en nuestros conventos, en nuestras
aulas, en nuestros movimientos laicales, y hasta en nuestra conciencia?
¡Cristo debe hacerse
presente en toda la sociedad! No olvidemos que “El vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron” (San
Juan I, 11-12)…Hoy debemos abrir la mente y el corazón a
las cosas de Dios, y en esa medida percibiremos una convivencia más fraterna,
que incluya las necesidades más evidentes, priorice las urgencias, y no deje de
atender con el corazón en la mano el rostro de quien el Señor golpee el pórtico
de nuestras vidas: “Lo
que a ellos hicisteis a mi lo hicisteis”. ¡Que se note! ¡Que se muestre!
¡Que se viva nuestra identidad católica!
3.-.Fortalecimiento de la amistad
eucarística y mariana.
Ciertamente, no hay
mejor gesto de amistad que caminar junto al Señor tal como lo experimentaron
los peregrinos de Emaús. Ellos sintieron que “ardía su corazón”, comprendieron “cuando les explicaba las Sagradas Escrituras”, y “regresaron donde los Apóstoles” (San
Lucas XXIV, 13-35).
Es un imperativo el
retorno a lo esencial, puesto que, el
futuro se fragua en la conversión del mundo hacia el Señor, de lo cual tan
estupendamente lo significa la celebración cara a Dios
como es la que tenemos en este día. ¡No demos la espalda a Dios! ¡No demos
la espalda a su Palabra! ¡No demos la espalda a su creación! ¡Volvamos al Dios
que da la cara!
Se promueve una religión
que no incide en la vida social, que no molesta y queda reducida a unos cuantos
ritos entre cuatro paredes. Sólo se le permite hablar para entretener, reduciendo
la catequesis y homilética a consabidas anécdotas, humoradas, explicaciones científicas y lingüísticas,
pero que no terminan modificando para nada nuestra vida. Cristo vino al
mundo para reinar no para entretener, por lo que la Santa Misa no puede ser
tenida como una simple entretención o un pasatiempo que ciertamente tiene su
rentabilidad social a los ojos de la modernidad.
En la casa del Rey no se
aplaude al siervo: Sin duda la Santa Misa tiene como centro el dar el culto
debido a nuestro Dios, cumpliendo el precepto: “Amaras al Señor tu Dios con toda el alma, con todo el corazón, y con
todo tu ser”. Quien importa y es decisivo en nuestra celebración litúrgica
es Dios, es a Él a quien honramos, y de Él es que recibimos toda bendición, y
en este caso, al autor mismo de toda gracia.
Nuestra Madre Santísima “primero concibió a Cristo en su alma que en
su cuerpo”, por lo que su mayor grandeza la descubrimos originalmente en
su entrega en toda época y a todo evento por Dios y su obra. Todo en la
Virgen dice relación con el cumplimiento
de la voluntad de Dios. Al leer el Nuevo Testamento y hacer una biografía de ella descubrimos que su
vida tuvo sentido desde su unión con Dios, quien la creó y preparó para ser la
madre purísima y el seguro refugio que
nos entregaría a su Hijo y Dios.
Así, Ella permanece
inclinada a la verdad, al bien, y al amor constituyéndose como el antídoto más oportuno contra todo
mensaje disolvente en la vida espiritual y moral; en la vacuna más eficaz que previene de la mentira y la herejía; en el remedio capaz de restablecer la unidad
de los hijos de Dios, partícipes de la única Iglesia instituida por
Cristo, fuera de la cual no hay salvación:
¡Extra ecclesiam, nula salus!
Por esto, cualquier iniciativa pastoral debe tener
la devoción a la Virgen como un insigne estandarte, que identifica y defiende,
evitando ocultarlo como si fuese un obstáculo para que puedan acercarse a la
vida de la Iglesia quienes están llamados a hacerlo. Como hijos de una
madre que somos, quien no acepta a nuestra madre no tiene nada que ver con
nosotros, de igual manera, quien desecha la devoción a la Virgen como Madre
de Dios, lejos permanece de la verdadera comunión de los hijos de Dios y de la
Iglesia. ¡Quien saca a la madre, saca al hijo! ¡Quien recibe a la Madre,
recibe al Hijo y recibe a Dios!
El hecho de fortalecer la
piedad hacia la Virgen en nuestra vida y
en la Iglesia es algo urgente cuando verificamos tanta división sin sentido.
Como toda Madre, la Virgen es experta en dificultades, por lo que lejos que
los problemas amainen su cercanía, más bien la invitan a intervenir con mayor
insistencia y diligencia. ¿No es eso lo que leemos cuando visita con premura
a su prima Isabel en la localidad de Ain Karim? Acaso, ¿No irrumpe con fuerza
para precipitar el primer milagro de Jesús en la ciudad de Cana de Galilea?
Entonces, ¿por qué no
implorar que las bendiciones y mercedes abundantes del Cielo lleguen –también-
a nuestra ciudad? , a la cual Ella se presentó hace siglos y cuyo manto nos
libere de las modernas esclavitudes y del neo-politeísmo, a nivel personal y
social.
Confiamos esta Ciudad de
Valparaíso, cuya mirada a la distancia descubre las altas montañas y en lo
inmediato percibe el mar insondable como
permanente llamado a una vida espiritual más cierta, más participativa y más caritativa,
al manto protector de Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro, Patrona y
Madre nuestra. ¡Que Viva Cristo Rey!
No hay comentarios:
Publicar un comentario