TEMA
: “LA GRACIA SUMA, EL PECADO RESTA”.
FECHA:
SEGUNDO DOMINGO /TIEMPO ORDINARIO /CICLO “C”.
A
lo largo de casi tres décadas que ejerzo como sacerdote, me ha correspondido
celebrar muchas ceremonias de matrimonio, en las cuales de manera unánime se constata la felicidad de los
novios. De hecho si viésemos a uno de
los cónyuges triste probablemente dudaríamos de la validez de esa unión. En
un amor verdadero la fidelidad y la
felicidad sólo pueden ir de la mano.
La
primera lectura nos habla de cómo Dios nos ama en forma “preferente” y “exclusiva”,
como novio ama a su novia. Dios se alegra por la vida de los creyentes que
viven dócilmente procurando cumplir su voluntad a lo largo de toda su vida.
El
amor de Dios no mira el “cupo de las
tarjetas” de quienes Él ha constituido como hijos suyos, tal como lo
recordábamos el domingo pasado el Día del Bautismo del Señor.
SACERDOTE DIÓCESIS VALPARAÍSO JAIME HERRERAvv |
Nuestro
Señor se dirigía a todos: ricos y pobres, podía hablar con Zaqueo o Mateo que
tenían, lo que hoy llamaríamos una condición “profesional”, como con Lázaro y
los humildes pescadores de las riberas del lago de Genesaret a los cuales no dudó
en invitar a ser parte de sus primeros discípulos.
PUERTO CLARO OBISPADO DE VALPARAÍSO CHILE
El
elitismo pastoral en nuestra Iglesia es una tentación que puede darse de arriba hacia abajo como de abajo
hacia arriba, toda vez que en ambos casos prima la lógica de una absurda autonomía
que se erige bajo un falso espíritu de discernimiento en dictaminar respecto de
quién se puede salvar y quién se debe condenar de acuerdo a una lógica materialista.
La opción por Cristo no está en consonancia con elevar muros de segregación al
interior del corazón ni en permitir mayores barreras que las que el amor de
Cristo zanjó en los Santos Evangelios enseñando que la medida del amor de Dios
es el amor sin medida.
CHILE DIÓCESIS DE VALPARAÏSO |
La
denominada Teología de la Liberación termina haciendo inocua la redención en la
vida de aquellas almas que miran exclusivamente lo que subyace en los bolsillos
por lo mucho o poco que contengan. La ideología del “abajimo cultural” conlleva necesariamente a una mediocridad
espiritual que inhibe cualquier espíritu de ansia por alcanzar una mayor perfección
y santidad a la que todos estamos llamados desde el día de nuestro bautismo y
que permanece vigente hasta el último suspiro de nuestro paso por este mundo.
Ha
sido esto último, la implementación de una pastoral elitista de “abajo hacia
arriba” la que ha terminado por provocar que grandes sectores de creyentes sean
tenidos o incluidos entre los descartables del cielo porque no nacieron y no
viven un campamento, no viven en una población o no mantienen una lógica de
oponerse a los que tienen más recursos materiales. A la luz de la primera
lectura de este día, diremos que cualquier predicación que anteponga una lucha
de clases o que tienda a segregar a los ricos o a los pobres no es propia de la
fe católica, que predica la conversión a unos y otros, que invita a la santidad
a unos y otros, y que espera del compromiso apostólico de unos y otros, sin
reducción ni exclusión. Leamos una vez más al profeta Isaías: “Como se casa joven con doncella, se casará
contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia se gozará por ti tu
Dios” (LXII, 5).
La
segunda lectura de este domingo nos invita a valorar la riqueza espiritual que
subyace en todos los hijos de Dios. Nuestra mayor cercanía hacia los hermanos
nace de la condición bautismal, que sobre otra realidad, perfecciona y eleva
aquellas que la naturaleza contiene, por lo que como hijo de Dios amamos a
nuestros padres, como hijo de Dios vemos la grandeza de nuestros hermanos y
como hijos de Dios consideramos a quienes están a nuestro alrededor, todos los
cuales poseen múltiples talentos y son poseedores de gracias que aunque
personalmente destacables son dadas para el bien común y espiritual de todos.
CURA JAIME HERRERA GONZÁLEZ
|
En
consecuencia, ninguno puede decir “no
puedo ser apóstol” porque todos estamos llamados a colaborar en el
crecimiento espiritual de la Iglesia, cuya cabeza es Cristo y cuyos miembros
somos nosotros, por lo que Cristo, al
momento de fundar esta Iglesia, la
erigió sabiendo que Él la “encabezaría”,
que el Espíritu santo la “protegería”
y en que cada bautizado la “sostendría”
con las virtudes y dones recibidos…”Todas
estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en
particular según tu voluntad” (1 Corintios XII,
11). Si contamos con Cristo, ¿contará el Señor
con nosotros?
La
exuberancia de la bondad de Dios que nos concede múltiples bienes no puede
recibir como respuesta un saco roto que
desperdicie los talentos dados en bien de toda la Iglesia, de la cual formamos
parte y somos responsables de su crecimiento y perfección. Así enseña San
Pablo: “A cada cual se le otorga la
manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Corintios XII,
7).
El
consabido refrán popular de “amor con
amor se paga”, debe conducirnos a responder en la generosidad del Señor la
grandeza de su amor, es decir implorando la gracia que “gratuitamente” nos es dada podamos ser fieles a Aquel, que a pesar
de tantas miserias, traiciones y pecados nuestros no olvida en tendernos una y
otra vez su mano providente.
Sin
la oración no es posible crecer en perfección y sin la comunión frecuente no
podemos vivir porque el alma queda entregada a merced de cualquier incursión
del Maligno que no pierde oportunidad para desenfocar nuestra alma de lo único
que es realmente necesario, particularmente en estos tiempos de tanta turbiedad
moral, de tanto desquiciamiento espiritual, y de tanto relativismo ambiental.
Precisamente, es ahora donde se más se requiere la vivencia
de la novedad de la fidelidad, toda vez que como acontece con el noble metal
acrecienta su valor en momentos de mayor pobreza. Los verdaderamente revolucionarios que la sociedad requiere
son aquellos que por su próvida fidelidad son capaces de cambiar el ritmo de
los tiempos de acuerdo a la voluntad de Dios y no del deseo de una momentánea
mayoría.
La
Santísima Virgen María nos enseña con su vida, tanto con sus palabras como sus
silencios a realizarnos plenamente desde el seguimiento fiel a lo que el Señor
Jesús nos pide en lo grande y lo pequeño, a lo largo de toda la vida como en
cada momento, cuya importancia adquiere sabor a eternidad cuando se refiere a
Dios y su obra, de tal manera que todo importa para quien Dios importa, a la
vez que nada resulta amable si Dios no es amado primero.
Cada
vez que repetimos las palabras de la Santísima Virgen en medio de las Bodas de
Cana de Galilea: “Hagan todo lo que Él
les diga” debe recordarnos que constituyen un verdadero programa de vida
espiritual para todo Aquel que ha sido bautizado.
¿Sera
casualidad que sea este lugar el primero para realizar un milagro? Sin duda que
no…pues, Jesús todo lo hizo para dar cumplimiento a las Escrituras, por el que
el engaste de Cana de Galilea fue intencionalmente elegido para vincular el
camino de la santidad con la realidad de la familia, cuyo inicio es la unión
bendita por Dios entre un hombre y una mujer que se prometen mutua fidelidad.
Si
lográsemos trazar una línea vinculante (unitiva) entre el Antiguo y el Nuevo
Testamento, descubriríamos la íntima unión que hay entre aquella primera
bendición dada a nuestros primeros padres en el paraíso terrenal con el primer
milagro obrado hoy en una familia de Caná en Galilea, que al igual que Belén
deslumbrada con el misterio de la
Natividad y Nazaret con la sublime vida cotidiana “del más rico humanismo”, se alza como la epifanía (manifestación) del
Señor a la familia, a toda familia que ha de abrir su corazón y toda su vida al
Señor que viene a visitarla para quedarse.
Imploremos
la mirada de nuestra Madre sobre cada familia de nuestra Patria, insertas en
barrios y comunidades para que este tiempo de verano sea ocasión de búsqueda,
encuentro y vivencia que permita estrechar los lazos familiares tan disgregados
a causa de los múltiples afanes que muchas veces se muestrean como
justificativos y licencias falsas para no comprometerse con aquella realidad
que tiene tanto de humano como de divino en virtud de su origen y por su fin. ¡Que Viva Cristo Rey!
No hay comentarios:
Publicar un comentario