sábado, 1 de junio de 2019


TEMA :  “AMAR AL PRÓJIMO COMO CRISTO”.
FECHA: HOMILÍA QUINTO DOMINGO / PASCUA  RESURRECCIÓN
En la primera lectura hemos conocido el testimonio que dan los apóstoles una vez que el Señor ha ascendido a los cielos y les ha enviado a enseñar “todo lo que ello vieron”, a “todo el mundo”. Ellos durante tres años estuvieron con Jesús: compartieron un estilo de vida y asumieron intelectualmente una doctrina que Cristo les enseñó, lo que fortaleció su fe,  la cual encaminó finalmente los diversos actos de su voluntad. Por ello, la fe no emerge de un sentimiento, que un  día está y al día siguiente ya se evaporó, sino que es parte de una convicción “capaz de mover montañas” porque es un don de Dios que ha sido implorado “desde aquí” y concedido “desde allá”.
Esto hizo que hayan evangelizado una ciudad y conseguido bastantes fieles, no desde una exclusiva actitud proselitista que tiende a arrastrar y juntar sino desde el hecho de estar anclados en la persona de cristo que libre y conscientemente lleva a una forma de vida capaz de incluir los mayores sacrificios y obtener las mejores bondades. Unido a la vid…enraizados a Cristo su vida tuvo sentido, porque sólo Él es capaz de dar respuesta a todas las interrogantes, sueños y vocación.
Entonces, tempranamente comprendieron que lo que para ellos fue esencial y bueno, igualmente lo seria para los demás: Apuntando a fortalecer un estilo de vida en todo momento “buscaron fortalecer en la fe” plenamente  convencidos para convencer.
Asumieron que su misión era dar a conocer a Cristo:
Entendieron que era llamados a evangelizar: Sin lugar a dudas los tiempos recios no son exclusivos de una época determinada, toda vez que en la vida de la Iglesia han arreciado con fuerza herejías y persecuciones que han sido capaces de zarandear la navegación de la barca de pedro, hasta el extremo de acercarse al colapso, más la promesa que “las fuerzas del mal no prevalecerán” se ha cumplido a cabalidad porque es el mismo Señor quien dio su palabra.


      IGLESIA DE PUERTO CLARO 2019



Miremos rápidamente parte de nuestra historia familiar como creyentes: durante la pasión y crucifixión  de los doce apóstoles sólo uno permaneció de pie; en el siglo IV el 75% del episcopado siguió el arrianismo, un obispo santo se mantuvo fiel a pesar del desprecio y persecución; durante la crisis de relajación  de la vida moral que dio paso a hondas herejías, el testimonio de Teresa de Ávila, de San Juan de la Cruz, lograron reformar añosas costumbres de congregaciones que lograron rejuvenecer con el frescor de una fe más consecuente no más acomodada.
En la actualidad, desde la fe podemos decir que nunca antes los tiempos han sido más adversos, ni mayor en el pasado ha sido la extensión de los males. Bastaría recordar que hace solo unos días recordábamos las palabras que la Virgen María dirigió a los tres pequeños pastores de Fátima: “Son muchas las almas que se van al infierno porque no hay quien rece y se sacrifique por ellas” (19 de agosto de 1917) y “No ofendan más a nuestro Señor que está ya muy ofendido” (13 de octubre 1917).
Lo anterior se comprende -aun mejor- si vemos el estado deplorable en que se encuentra la institución  de la familia en la actualidad,  zarandeada por diversas ideologías y legislaciones que han procurado mutilarla por todos los medios: Creó Dios al hombre y la mujer y les bendijo…ahora se propone que cualquier “ente” o “res”  sea sujeto de matrimonio…una mascota, un buen material; luego Dios les dio al hombre y la mujer el mandato de “crecer y multiplicarse”…por diversas leyes se autoriza el imperialismo del antinatalismo proponiendo incluso el crimen del aborto para regular los nacimientos; Dijo el Señor: “lo que Dios unió no lo separe el hombre”…ahora como antes cualquier razón es causa válida legalmente para el divorcio.
Por esto, a la luz del mansaje de Fátima la batalla al fin de los tiempos será en el campo de la vida familiar, no esperando la gratitud  ni la aceptación del mundo que necesariamente estará en contra de lo que la fe dictamine. Sin duda, la defensa de la vida familiar constituye un imperativo pastoral impostergable, que no admite ambigüedad alguna en la actualidad pues el futuro del mundo…y la santidad de las almas se fragua en lo que ella sea en la vida presente, procurando que cada miembro de la familia se esfuerce por vivir bajo Dios y con Dios.

Llevar el Santo Evangelio a nuestra sociedad es un verdadero desafío, que exige permanecer  unidos a Cristo por medio de los sacramentos, de la oración y del seguimiento a cada uno de los mandamientos, uno de los cuales hoy hemos escuchado en el Santo Evangelio: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
En dos aspectos nos podemos detener: La novedad que encierra la invitación de Jesús quien habla un precepto “nuevo”, lo cual implica algo distinto a lo que hubo y que viene a revitalizar la vida de manera permanente. Quien vive este precepto vive una novedad siempre actual. El amor que proviene de Dios es siempre creativo, no se aburre, y no se cansa. Lo vemos cuando uno es capaz de sobreponerse a enormes sacrificios que parecen ir mas lejos que las solas fuerzas humanas, como si algo impulsase a la voluntad tan fuera como dentro de sí. Sin duda, la gracia que viene de lo alto, que Dios concede, opera en nosotros y con nosotros, evidenciando la enseñanza que tantas veces hemos reiterado citando a San Agustín de Hipona: “Quien te creo sin ti, no te salvará sin ti”.
El segundo aspecto, es la necesidad de la gracia para amar de verdad. Sin Cristo no se puede, y esto lo experimenta el mundo desde el instante mismo que nuestros primeros padres rivalizaron contra Dios alzando su humana voluntad contra la de Dios. El postergar al Señor nuestro Dios de la vida cotidiana, tal  como ocurre en nuestro tiempo, el hombre, la familia y la sociedad experimentan al unísono  una verdadera babelización permanente, según la cual todo lo que no es amor prima e importa.
El auge de todo sortilegio propio del ocultismo y la moda de las películas de terror, sumado a infinitud en las redes sociales de videos truculentos y que escarban en la muerte, son sin duda un signo de estos tiempos, que bien podría señalar como parte de la recta final…de los últimos cien metros en la carrera de la historia.
Sabemos que lo propio del amor es acoger, cobijar y dar seguridad, tal como lo hace el padre hacia su familia, la madre hacia sus hijos, y los mayores hacia los menores. Eso es lo especifico, lo  que buenamente debería hacerse normalmente”, pero como estamos insertos en una cultura renuente a Cristo entonces,  todo se encuentra trastrocado por lo que el bien se presenta como mal; y el mal se viste de bien…la pureza se presenta como desconfiable y el desenfreno como deseable; la fidelidad no parece tener lugar en medio de una sociedad que presenta el amor como una baraja de naipes.
Hasta aquellos colegios emblemáticos por su buen desempeño académico, al interior de los cuales  se formaba lo más preciado de la intelectualidad local se han transformado en trincheras donde la violencia es el pan de cada día experimentando de manera germinal que allí donde todos mandan ninguno obedece lo cual,  es el caldo de cultivo más apto para la dispersión social.
¿De dónde proviene todo esto?  Sin duda la respuesta está a flor de labios. De sepultar las palabras de Jesús dejándolas como una simple opción entre otras, lo cual se ve en un sincretismo religioso que atenta con el primer mandamiento de Dios: ¡Sólo a Dios amarás! …En olvidar que el Señor es un Dios fiel y custodio de nuestro amor, al que se le debe respeto y adoración, por medio de la liturgia reconocemos con gestos y palabras que  ¡Sólo Dios es adorable!
Entonces, cuando el Señor nos pide amar al prójimo tal como Él, debemos tener presente que nadie amo más perfectamente que Jesús, el cual obediente en todo a su Padre, vivió cumpliendo su voluntad, y entregándose a cada uno de sus designios, por tanto,  no se puede amar de verdad al prójimo si acaso no se da antes a Dios le que le corresponde por ser el único Dios. Nuestro verdadero amor al prójimo es consecuencia del amor a Dios, y rodo acto de caridad que tiene a Dios como su fuente no dejará de servir en todo a los demás como su fin.
En nuestro tiempo tenemos un verdadero icono de la caridad como fue Madre Teresa de Calcuta. ¡Quién más que ella atenta a las cosas de Dios! ¡Quién más que ella atenta a las cosas de los hombres! Desde temprana edad sus opciones de vida fueron claras: Si acaso sirvo a Dios,  sirvo a toda su obra, si amo a Dios de verdad  debo hacerlo con todo lo que Dios ama.
¡Que Viva Cristo Rey!


PARROQUIA PUERTO CLARO


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