TEMA : “AMAR AL
PRÓJIMO COMO CRISTO”.
FECHA: HOMILÍA QUINTO DOMINGO /
PASCUA RESURRECCIÓN
En
la primera lectura hemos conocido el testimonio que dan los apóstoles una vez
que el Señor ha ascendido a los cielos y les ha enviado a enseñar “todo lo que ello vieron”, a “todo el mundo”. Ellos durante tres años
estuvieron con Jesús: compartieron un estilo de vida y asumieron
intelectualmente una doctrina que Cristo les enseñó, lo que fortaleció su fe, la cual encaminó finalmente los diversos
actos de su voluntad. Por ello, la fe no emerge de un sentimiento, que un día está y al día siguiente ya se evaporó,
sino que es parte de una convicción “capaz
de mover montañas” porque es un don de Dios que ha sido implorado “desde aquí” y concedido “desde allá”.
Esto
hizo que hayan evangelizado una ciudad y conseguido bastantes fieles, no desde
una exclusiva actitud proselitista que tiende a arrastrar y juntar sino desde
el hecho de estar anclados en la persona de cristo que libre y conscientemente
lleva a una forma de vida capaz de incluir los mayores sacrificios y obtener
las mejores bondades. Unido a la vid…enraizados a Cristo su vida tuvo sentido,
porque sólo Él es capaz de dar respuesta a todas las interrogantes, sueños y
vocación.
Entonces,
tempranamente comprendieron que lo que para ellos fue esencial y bueno,
igualmente lo seria para los demás: Apuntando a fortalecer un estilo de vida en
todo momento “buscaron fortalecer en la
fe” plenamente convencidos para
convencer.
Asumieron
que su misión era dar a conocer a Cristo:
Entendieron que era llamados a evangelizar:
Sin lugar a dudas los tiempos recios no son exclusivos de una época
determinada, toda vez que en la vida de la Iglesia han arreciado con fuerza
herejías y persecuciones que han sido capaces de zarandear la navegación de la
barca de pedro, hasta el extremo de acercarse al colapso, más la promesa que “las fuerzas del mal no prevalecerán” se
ha cumplido a cabalidad porque es el mismo Señor quien dio su palabra.
IGLESIA DE
PUERTO CLARO 2019
Miremos
rápidamente parte de nuestra historia
familiar como creyentes: durante la pasión y crucifixión de los doce apóstoles sólo uno permaneció de
pie; en el siglo IV el 75% del episcopado siguió el arrianismo, un obispo santo
se mantuvo fiel a pesar del desprecio y persecución; durante la crisis de
relajación de la vida moral que dio paso
a hondas herejías, el testimonio de Teresa de Ávila, de San Juan de la Cruz,
lograron reformar añosas costumbres de congregaciones que lograron rejuvenecer
con el frescor de una fe más consecuente no más acomodada.
En
la actualidad, desde la fe podemos decir que nunca antes los tiempos han sido
más adversos, ni mayor en el pasado ha sido la extensión de los males. Bastaría
recordar que hace solo unos días recordábamos las palabras que la Virgen María
dirigió a los tres pequeños pastores de Fátima: “Son muchas las almas que se van al infierno porque no hay quien rece y
se sacrifique por ellas” (19 de agosto de 1917)
y “No ofendan más a nuestro Señor que
está ya muy ofendido” (13 de octubre 1917).
Lo
anterior se comprende -aun mejor- si vemos el estado deplorable en que se
encuentra la institución de la familia
en la actualidad, zarandeada por
diversas ideologías y legislaciones que han procurado mutilarla por todos los
medios: Creó Dios al hombre y la mujer y les bendijo…ahora se propone que
cualquier “ente” o “res”
sea sujeto de matrimonio…una mascota, un buen material; luego Dios les
dio al hombre y la mujer el mandato de “crecer
y multiplicarse”…por diversas leyes se autoriza el imperialismo del antinatalismo proponiendo incluso el
crimen del aborto para regular los nacimientos; Dijo el Señor: “lo que Dios unió no lo separe el hombre”…ahora
como antes cualquier razón es causa válida legalmente para el divorcio.
Por
esto, a la luz del mansaje de Fátima la batalla al fin de los tiempos será en
el campo de la vida familiar, no esperando la gratitud ni la aceptación del mundo que necesariamente
estará en contra de lo que la fe dictamine. Sin duda, la defensa de la vida
familiar constituye un imperativo pastoral impostergable, que no admite
ambigüedad alguna en la actualidad pues el futuro del mundo…y la santidad de
las almas se fragua en lo que ella sea en la vida presente, procurando que cada
miembro de la familia se esfuerce por vivir bajo Dios y con Dios.
Llevar
el Santo Evangelio a nuestra sociedad es un verdadero desafío, que exige
permanecer unidos a Cristo por medio de
los sacramentos, de la oración y del seguimiento a cada uno de los
mandamientos, uno de los cuales hoy hemos escuchado en el Santo Evangelio: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
En
dos aspectos nos podemos detener: La novedad
que encierra la invitación de Jesús quien habla un precepto “nuevo”, lo cual
implica algo distinto a lo que hubo y que viene a revitalizar la vida de manera
permanente. Quien vive este precepto vive una novedad siempre actual. El amor
que proviene de Dios es siempre creativo, no se aburre, y no se cansa. Lo vemos
cuando uno es capaz de sobreponerse a enormes sacrificios que parecen ir mas
lejos que las solas fuerzas humanas, como si algo impulsase a la voluntad tan
fuera como dentro de sí. Sin duda, la gracia que viene de lo alto, que Dios
concede, opera en nosotros y con nosotros, evidenciando la enseñanza
que tantas veces hemos reiterado citando a San Agustín de Hipona: “Quien te creo sin ti, no te salvará sin
ti”.
El
segundo aspecto, es la necesidad de la gracia para amar de verdad. Sin
Cristo no se puede, y esto lo experimenta el mundo desde el instante mismo que
nuestros primeros padres rivalizaron contra Dios alzando su humana voluntad
contra la de Dios. El postergar al Señor nuestro Dios de la vida cotidiana, tal
como ocurre en nuestro tiempo, el
hombre, la familia y la sociedad experimentan al unísono una verdadera babelización permanente, según la cual todo lo que no es amor prima
e importa.
El
auge de todo sortilegio propio del ocultismo y la moda de las películas de
terror, sumado a infinitud en las redes sociales de videos truculentos y que
escarban en la muerte, son sin duda un signo de estos tiempos, que bien podría
señalar como parte de la recta final…de
los últimos cien metros en la carrera
de la historia.
Sabemos
que lo propio del amor es acoger, cobijar y dar seguridad, tal como lo hace el
padre hacia su familia, la madre hacia sus hijos, y los mayores hacia los
menores. Eso es lo especifico, lo que buenamente
debería hacerse normalmente”, pero como estamos insertos en una cultura
renuente a Cristo entonces, todo se
encuentra trastrocado por lo que el bien se presenta como mal; y el mal se
viste de bien…la pureza se presenta como desconfiable y el desenfreno como
deseable; la fidelidad no parece tener lugar en medio de una sociedad que
presenta el amor como una baraja de
naipes.
Hasta
aquellos colegios emblemáticos por su buen desempeño académico, al interior de
los cuales se formaba lo más preciado de
la intelectualidad local se han transformado en trincheras donde la violencia es el pan de cada día experimentando
de manera germinal que allí donde todos mandan ninguno obedece lo cual, es el caldo de cultivo más apto para la
dispersión social.
¿De
dónde proviene todo esto? Sin duda la
respuesta está a flor de labios. De sepultar las palabras de Jesús dejándolas
como una simple opción entre otras, lo cual se ve en un sincretismo religioso
que atenta con el primer mandamiento de Dios: ¡Sólo a Dios amarás! …En olvidar
que el Señor es un Dios fiel y custodio de nuestro amor, al que se le debe
respeto y adoración, por medio de la liturgia reconocemos con gestos y palabras
que ¡Sólo Dios es adorable!
Entonces,
cuando el Señor nos pide amar al prójimo tal como Él, debemos tener presente
que nadie amo más perfectamente que Jesús, el cual obediente en todo a su
Padre, vivió cumpliendo su voluntad, y entregándose a cada uno de sus designios,
por tanto, no se puede amar de verdad al
prójimo si acaso no se da antes a Dios le que le corresponde por ser el único
Dios. Nuestro verdadero amor al prójimo es consecuencia del amor a Dios, y rodo
acto de caridad que tiene a Dios como su fuente no dejará de servir en todo a
los demás como su fin.
En
nuestro tiempo tenemos un verdadero icono de la caridad como fue Madre Teresa
de Calcuta. ¡Quién más que ella atenta a las cosas de Dios! ¡Quién más que ella
atenta a las cosas de los hombres! Desde temprana edad sus opciones de vida
fueron claras: Si acaso sirvo a Dios,
sirvo a toda su obra, si amo a Dios de verdad debo hacerlo con todo lo que Dios ama.
¡Que
Viva Cristo Rey!
PARROQUIA PUERTO
CLARO
No hay comentarios:
Publicar un comentario