TEMA :
“VIDA MATRIMONIAL DESDE EL AMOR A LA TRINIDAD”.
FECHA: HOMILÍA
MATRIMONIAL JEANNERETE & SALINAS FEBRERO 2020
Un
salmo nos recuerda que bueno es estar en la Casa de Dios: “Una cosa he pedido y eso buscaré, habitar en la Casa del Señor todos
los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y para meditar en
su templo” (Salmo XXVII, 4). ¡Aquí
estamos en casa! Como pez en el agua el creyente descubre que el ámbito pleno
de su naturaleza religiosa se da al momento de participar en la Santa Misa donde
no sólo podemos mirar aquello que está más adelante y sobre nosotros, sino
participar de lo contemplado en virtud de la voluntad de Cristo quien en la Última
Cena dijo: “Esto es mi Cuerpo y esta es
mi Sangre ¡Hagan esto en mi memoria!”
En
este lugar Cristo viene a nosotros y nosotros vamos a Cristo. Con toda
propiedad podemos repetir lo que los israelitas experimentas como signo: “¡Que
nación tiene a su Dios tan cerca como lo tenemos nosotros”.
Este
templo, tiene como Patrona la imagen que evoca el dogma de la inmaculada
concepción. Como aconteció al inicio de la vida pública de Jesús habiendo sido invitado
a una Bodas en Cana de Galilea obra su primer milagro en el contexto de aquella
celebración lo cual, nos permite tomar
como realidad vinculante el matrimonio para unir el Antiguo y Nuevo Testamento,
toda vez que ambos parten con una bendición hacia el hombre y la mujer unidos
por la voluntad de Dios.
Sin
duda, esta realidad responde a un designio expreso de Dios creador “que todo lo hizo bien”, incluido el
proyecto de vida de cada hombre y mujer llamados a constituir aquella unidad (trinitaria)
que expresa, y por qué no decirlo, expande el amor de Dios a su Iglesia.
San
Pablo al momento de referirse al santo matrimonio dijo: “Gran sacramento es este”. La cultura actual suele deslumbrarse ante
las bellezas que nos presenta la naturaleza, y como una generación privilegiada
en orden a conocer hasta los más recónditos lugares y descubrir las imágenes
que la técnica nos presenta de parte del universo, hace que uno se alegre, se
conmueva, se comprometa a proteger a escala domestica parte de esa obra salida
de las manos de Dios.
CURA JAIME HERRERA GONZALEZ
FEBRERO 2020
Pues
bien, ¿qué diremos de aquella realidad del santo matrimonio por medio de la
cual Dios habla al mundo hoy? Si acaso salvaguardar la naturaleza es un
imperativo para la modernidad, el acto
de defender la sacralidad de la familia y dar a conocer su misión insustituible
es algo vital.
Así
lo señala con fuerza en Papa Juan Pablo II, en su recordada visita a Chile en
1987, cuando dijo: “El futuro del mundo
se fragua en la familia”. En la academia
se suele decir que toda traducción implica cierta traición porque nunca se
acaba de expresar el concepto original. En este caso, algunos textos traducen
la antigua expresión pontificia como que el futuro del mundo “pasa” por la familia, más el Sumo Pontífice
usó el término “fraguar” que implica
dar a una realidad la consistencia y forma requerida para desarrollarse y
producir un resultado. Según lo anterior,
quien ha recibido la vocación al matrimonio descubre una gracia insondable que
va de la mano con una misión que ha de procurarse cumplir a la medida de Dios.
Lo
anterior podría parecer una simple ilusión para quien carece de la fe, mas
quien procura descifrar cada acontecimiento a la luz de las fe comprende que
nada es imposible para quien confía y deja sus proyectos en las manos del
Señor. Por esto, ambos ven que este caminar tiene sentido si Cristo ocupa un
lugar principal no accesorio, utilitario ni decorativo al cual la sociedad
actual procura relegar.
“Si el Señor no construye la casa en vano se cansan
los albañiles”. ¡Cuánta actualidad tiene esta
expresión bíblica, especialmente cuando estamos insertos en un mundo que ufano
se alza de espaldas a Dios…Por un tiempo puede edificarse un mundo sin Dios
–tal como lo pretendieron los constructores de Babel- más prontamente ese mundo
se vuelca contra el hombre mismo. Según esto, el matrimonio que se construye
sobre Cristo es semejante a la casa alzada sobre una roca…Sobrevienen sismos,
lluvias y vientos pero nada pueden hacer contra una casa de sólidos cimientos.
El
matrimonio no es un acto mágico que opera de manera extrínseca a las personas
ni es un truco revestido de una apariencia engañosa a los sentidos ¡Es un
sacramento! Por tanto, instituido por Cristo es un signo visible que confiere
una gracia invisible, que en el caso del Santo Matrimonio les permite ser a los
ojos del mundo el rostro del amor de Dios en nuestros tiempos, como una
extensión de sus actos y palabras.
Por
esto, la esencia del matrimonio se funda
en que es un camino de santidad al que Jesús les invita a recorrer. La Sagrada
Escritura nos indica -por cita del mismo Jesús- que “en
la antigüedad se dijo: dejará el hombre a su padre y su madre se unirá a su
mujer y serán como uno solo” (Génesis II, 24). Todo
indica que es una figura, un anuncio de lo que Cristo hace desde el
instante mismo de su Encarnación: “Verbum caro factum est et habitabis in
nobis” (San Juan I, 14),
según lo cual –en lenguaje analógico- la divinidad se humaniza para que la
humanidad se divinice.
Esto
confiere a la vida nuestra una realidad por medio de la cual asumimos que “Aquel que nos ha creado sin nosotros no nos
salvará sin nosotros”, dando un sentido insospechado a cada acto, a cada
palabra, que decimos y hacemos como algo meritorio por medio de lo cual, el
Reino de Dios se expande. La primacía de la gracia que reconocemos en nada
puede disminuir la necesaria intervención del hombre para alcanzar la santidad,
por el contrario, le hace dedicarse con mayor empeño, como si todo dependiese
de él, lo que -a fin de cuentas- depende totalmente de nuestro Creador y Redentor.
Por
lo anterior, cuando a Cristo le consultan sobre el matrimonio responde: “Ya no son dos sino uno solo” (San
Mateo XVI, 9).
Desde
entonces, la misión de los esposos es hacer presente el amor de Dios…la vida
divina al interior del hogar y de la sociedad como “uno solo que son”. Ya no es una figura sino la realidad misma
del amor de Cristo, tal como lo señaló San Pablo al definir el matrimonio: “Gran sacramento es este que yo lo refiero
al amor de Cristo por su Iglesia”.
Insertos
en una cultura renuente a lo sagrado y trascendente, no es sorprendente que la
realidad del santo matrimonio reciba con frecuencia las saetas virulentas del
cuestionamiento y desprecio de quienes proponen una civilización del egoísmo en contraposición a la civilización del amor. Más aun, que como una moda perversa sumada
a una ley inicua (pro-divorcio) se presenta lo estable como transitorio desde
su origen, lo cual, sumado a un ambiente
de relativismo constituye la tormenta
perfecta que exige los mayores sacrificios de los mejores navegantes a la
hora de subirme a la barca del matrimonio, tal como lo harán estos novios en
unos momentos.
¡Este
es el camino de los valientes no el de los audaces!
¡Este
es el camino de la fidelidad que no se aburre ni se cansa!
¡Este
es el camino escrito con sacrificio no con bagatelas ni ofertones!
MATRIMONIO SALINAS & JEANNERET FEBRERO 2020
El
actual Romano Pontífice suele recordar a los novios tres puntos precisos en orden a implementarlos durante toda la
vida. Es que el amor verdadero no tiene otra frontera más que la abnegación
generosa y la carencia de fechas, habida consideración que podemos comparar el
amor de los esposos al de Cristo en la Santísima Eucaristía, donde al hacerse (substancialmente)
presente sobre el altar, el tiempo se
detiene, porque la eternidad sobreviene.
¿Estará
vedado repetir lo mismo frente al amor de dos personas que sellan sus vidas hoy
ante el altar sagrado? Sin duda…si es amor de Dios, es para siempre, por eso, el
atributo de la indisolubilidad dado por Jesús al amor conyugal no contiene una fecha
de vencimiento.
Por
tanto, para siempre vivirán perdonando:
Dios no eclipsa su misericordia ante nuestras faltas, porque sabedor de nuestra
naturaleza es capaz de tender la mano cuantas veces es necesario y como Padre
no se cansa de dar nuevas oportunidades a quienes tiene como sus hijos. A lo
largo de nuestra vida sabemos la fuerza que tiene el consabido refrán “toda escoba nueva barre bien”.
Las
primeras imágenes y apariencias suelen ser favorables, y los inicios en todo
ámbito presentan lo mejor que se tiene, mas pasado el tiempo afloran a la par
de las virtudes, múltiples defectos que
exigen -con frecuencia- aplicar el bálsamo del perdón tal como nuestro Señor
nos enseñó al momento de orar: “Perdona
nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (San
Mateo VI, 12).
De
igual manera, para siempre vivirán
agradeciendo: Es lo propio de un creyente que, con el sólo hecho de mirar a
su entorno y recordar su vida pasada descubre innumerables razones para dar
gracias a Dios y a quienes ha puesto en medio de nuestra travesía, sin los
cuales habríamos perdido el rumbo hace
tanto tiempo.
El
Rey David en el Salmo exclama: “Te daré
gracias Señor de todo corazón, me arrodillaré en dirección a tu templo, para
darte gracias por tu amor y tu verdad” (Salmo
CXXXVIII, 1-2). En la vida familiar y social siempre
encontraremos a quien agradecer algo que nos ha permitido tener un mejor
momento, lo que aplicado a Dios nos lleva al extremo de poder decir por medio
del Apóstol: “¿Qué tienes tú que no haya
sido dado?” (1 Corintios IV, 7).
Queridos
novios: Estén seguros que nunca se arrepentirán de agradecer, pero muchas veces
–sí lo harán- de no haberlo hecho oportunamente.
Finalmente,
siempre serán respetuosos: Esto
implica que procurarán ser fieles en todo momento al código de conducta emanado
por la Sagrada Escritura, tanto respecto del Decálogo como al genuino espíritu
de la Bienaventuranzas, las cuales se resumen en recordar cómo Dios nos ha
considerado. Si miramos la parábola de la misericordia nos preguntamos ¿No
podía aquel padre ir en busca de su hijo y traerlo bajo su regazo?, más, supo esperar. ¡Dios espera de nosotros muchas
veces! ¡No se cansa de hacerlo!
El
respeto verdadero va de la mano con la caridad y esta, de la mano con la verdad, según lo cual, a lo largo de los años de vida matrimonial se
esmerarán en ser respetuosos en todo momento y época aprendiendo a preguntar
–dice el Santo Padre- “¿puedo?” en
las cosas más triviales donde precisamente se juega la grandeza en la vida pues
haciendo de manera extraordinaria lo cotidiano evitarán caer en el cáncer de toda relación conyugal como es
el acostumbramiento que prontamente precipita en la tibieza y la desidia.
Por
el contrario, ambos buscarán aprender a vivir permanentemente enamorados, y al
estar unidos en Cristo les permitirá descubrir la genialidad de una
comunicación que no se agota y de una entrega que busca primero hacer feliz
alejados de todo egocentrismo e individualismo tan característicos de nuestro
tiempo.
Nuestro
Señor, nos ha dejado a la Virgen Santísima como la Madre que vela por la salud
de nuestra alma y de nuestra familia. Ella es refugio seguro para los esposos
tal como lo fue aquel día con los novios en Caná de Galilea adelantando la hora
del primer milagro de Jesús. Su consejo parece resonar con fuerza en este
templo dedicado a Ella: “¡Hagan todo lo
que ÉL les diga!”.
¡Que
Viva Cristo Rey!
CAPILLA INMACULADA CONCEPCIÓN LIMACHE CHILE
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