jueves, 27 de febrero de 2020


TEMA  :         “VIDA MATRIMONIAL DESDE EL AMOR A LA TRINIDAD”.  
FECHA: HOMILÍA MATRIMONIAL JEANNERETE & SALINAS FEBRERO 2020
Un salmo nos recuerda que bueno es estar en la Casa de Dios: “Una cosa he pedido y eso buscaré, habitar en la Casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y para meditar en su templo” (Salmo XXVII, 4). ¡Aquí estamos en casa! Como pez en el agua el creyente descubre que el ámbito pleno de su naturaleza religiosa se da al momento de participar en la Santa Misa donde no sólo podemos mirar aquello que está más adelante y sobre nosotros, sino participar de lo contemplado en virtud de la voluntad de Cristo quien en la Última Cena dijo: “Esto es mi Cuerpo y esta es mi Sangre ¡Hagan esto en mi memoria!”
En este lugar Cristo viene a nosotros y nosotros vamos a Cristo. Con toda propiedad podemos repetir lo que los israelitas experimentas como signo: “¡Que nación tiene a su Dios tan cerca como lo tenemos nosotros”.
Este templo, tiene como Patrona la imagen que evoca el dogma de la inmaculada concepción. Como aconteció al inicio de la vida pública de Jesús habiendo sido invitado a una Bodas en Cana de Galilea obra su primer milagro en el contexto de aquella celebración lo cual,  nos permite tomar como realidad vinculante el matrimonio para unir el Antiguo y Nuevo Testamento, toda vez que ambos parten con una bendición hacia el hombre y la mujer unidos por la voluntad de Dios.
Sin duda, esta realidad responde a un designio expreso de Dios creador “que todo lo hizo bien”, incluido el proyecto de vida de cada hombre y mujer llamados a constituir aquella unidad (trinitaria) que expresa, y por qué no decirlo, expande el amor de Dios a su Iglesia.
San Pablo al momento de referirse al santo matrimonio dijo: “Gran sacramento es este”. La cultura actual suele deslumbrarse ante las bellezas que nos presenta la naturaleza, y como una generación privilegiada en orden a conocer hasta los más recónditos lugares y descubrir las imágenes que la técnica nos presenta de parte del universo, hace que uno se alegre, se conmueva, se comprometa a proteger a escala domestica parte de esa obra salida de las manos de Dios.

       CURA JAIME HERRERA GONZALEZ FEBRERO 2020


Pues bien, ¿qué diremos de aquella realidad del santo matrimonio por medio de la cual Dios habla al mundo hoy? Si acaso salvaguardar la naturaleza es un imperativo para la modernidad,  el acto de defender la sacralidad de la familia y dar a conocer su misión insustituible es algo vital.
Así lo señala con fuerza en Papa Juan Pablo II, en su recordada visita a Chile en 1987, cuando dijo: “El futuro del mundo se fragua en la familia”.  En la academia se suele decir que toda traducción implica cierta traición porque nunca se acaba de expresar el concepto original. En este caso, algunos textos traducen la antigua expresión pontificia como que el futuro del mundo “pasa” por la familia, más el Sumo Pontífice usó el término “fraguar” que implica dar a una realidad la consistencia y forma requerida para desarrollarse y producir un resultado.  Según lo anterior, quien ha recibido la vocación al matrimonio descubre una gracia insondable que va de la mano con una misión que ha de procurarse cumplir a la medida de Dios.
Lo anterior podría parecer una simple ilusión para quien carece de la fe, mas quien procura descifrar cada acontecimiento a la luz de las fe comprende que nada es imposible para quien confía y deja sus proyectos en las manos del Señor. Por esto, ambos ven que este caminar tiene sentido si Cristo ocupa un lugar principal no accesorio, utilitario ni decorativo al cual la sociedad actual procura relegar.
“Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles”. ¡Cuánta actualidad tiene esta expresión bíblica, especialmente cuando estamos insertos en un mundo que ufano se alza de espaldas a Dios…Por un tiempo puede edificarse un mundo sin Dios –tal como lo pretendieron los constructores de Babel- más prontamente ese mundo se vuelca contra el hombre mismo. Según esto, el matrimonio que se construye sobre Cristo es semejante a la casa alzada sobre una roca…Sobrevienen sismos, lluvias y vientos pero nada pueden hacer contra una casa de sólidos cimientos.
El matrimonio no es un acto mágico que opera de manera extrínseca a las personas ni es un truco revestido de una apariencia engañosa a los sentidos ¡Es un sacramento! Por tanto, instituido por Cristo es un signo visible que confiere una gracia invisible, que en el caso del Santo Matrimonio les permite ser a los ojos del mundo el rostro del amor de Dios en nuestros tiempos, como una extensión de sus actos y palabras.

Por esto,  la esencia del matrimonio se funda en que es un camino de santidad al que Jesús les invita a recorrer. La Sagrada Escritura nos indica -por cita del mismo Jesús-  que “en la antigüedad se dijo: dejará el hombre a su padre y su madre se unirá a su mujer y serán como uno solo” (Génesis II, 24). Todo indica que es una figura, un anuncio de lo que Cristo hace desde el instante  mismo de su Encarnación: “Verbum caro factum est et habitabis in nobis” (San Juan I, 14), según lo cual –en lenguaje analógico- la divinidad se humaniza para que la humanidad se divinice.
Esto confiere a la vida nuestra una realidad por medio de la cual asumimos que “Aquel que nos ha creado sin nosotros no nos salvará sin nosotros”, dando un sentido insospechado a cada acto, a cada palabra, que decimos y hacemos como algo meritorio por medio de lo cual, el Reino de Dios se expande. La primacía de la gracia que reconocemos en nada puede disminuir la necesaria intervención del hombre para alcanzar la santidad, por el contrario, le hace dedicarse con mayor empeño, como si todo dependiese de él,  lo que -a fin de cuentas-  depende  totalmente de nuestro  Creador y Redentor.
Por lo anterior, cuando a Cristo le consultan sobre el matrimonio responde: “Ya no son dos sino uno solo” (San Mateo XVI, 9).  Desde entonces, la misión de los esposos es hacer presente el amor de Dios…la vida divina al interior del hogar y de la sociedad como “uno solo que son”. Ya no es una figura sino la realidad misma del amor de Cristo, tal como lo señaló San Pablo al definir el matrimonio: “Gran sacramento es este que yo lo refiero al amor de Cristo por su Iglesia”.
Insertos en una cultura renuente a lo sagrado y trascendente, no es sorprendente que la realidad del santo matrimonio reciba con frecuencia las saetas virulentas del cuestionamiento y desprecio de quienes proponen una civilización del egoísmo en contraposición a la civilización del amor. Más aun, que como una moda perversa sumada a una ley inicua (pro-divorcio) se presenta lo estable como transitorio desde su origen, lo cual,  sumado a un ambiente de relativismo constituye la tormenta perfecta que exige los mayores sacrificios de los mejores navegantes a la hora de subirme a la barca del matrimonio, tal como lo harán estos novios en unos momentos.
¡Este es el camino de los valientes no el de los audaces!
¡Este es el camino de la fidelidad que no se aburre ni se cansa!
¡Este es el camino escrito con sacrificio no con bagatelas  ni ofertones!

MATRIMONIO SALINAS & JEANNERET FEBRERO 2020

El actual Romano Pontífice suele recordar a los novios tres puntos precisos  en orden a implementarlos durante toda la vida. Es que el amor verdadero no tiene otra frontera más que la abnegación generosa y la carencia de fechas, habida consideración que podemos comparar el amor de los esposos al de Cristo en la Santísima Eucaristía, donde al hacerse (substancialmente) presente sobre el altar,  el tiempo se detiene,  porque la eternidad sobreviene.
¿Estará vedado repetir lo mismo frente al amor de dos personas que sellan sus vidas hoy ante el altar sagrado? Sin duda…si es amor de Dios, es para siempre, por eso, el atributo de la indisolubilidad dado por Jesús al amor conyugal no contiene una fecha de vencimiento.
Por tanto, para siempre vivirán perdonando: Dios no eclipsa su misericordia ante nuestras faltas, porque sabedor de nuestra naturaleza es capaz de tender la mano cuantas veces es necesario y como Padre no se cansa de dar nuevas oportunidades a quienes tiene como sus hijos. A lo largo de nuestra vida sabemos la fuerza que tiene el consabido refrán “toda escoba nueva barre bien”.
Las primeras imágenes y apariencias suelen ser favorables, y los inicios en todo ámbito presentan lo mejor que se tiene, mas pasado el tiempo afloran a la par de las virtudes,  múltiples defectos que exigen -con frecuencia- aplicar el bálsamo del perdón tal como nuestro Señor nos enseñó al momento de orar: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (San Mateo VI, 12).
De igual manera, para siempre vivirán agradeciendo: Es lo propio de un creyente que, con el sólo hecho de mirar a su entorno y recordar su vida pasada descubre innumerables razones para dar gracias a Dios y a quienes ha puesto en medio de nuestra travesía, sin los cuales habríamos  perdido el rumbo hace tanto tiempo.
El Rey David en el Salmo exclama: “Te daré gracias Señor de todo corazón, me arrodillaré en dirección a tu templo, para darte gracias por tu amor y tu verdad” (Salmo CXXXVIII, 1-2). En la vida familiar y social siempre encontraremos a quien agradecer algo que nos ha permitido tener un mejor momento, lo que aplicado a Dios nos lleva al extremo de poder decir por medio del Apóstol: “¿Qué tienes tú que no haya sido dado?” (1 Corintios IV, 7).
Queridos novios: Estén seguros que nunca se arrepentirán de agradecer, pero muchas veces –sí lo harán- de no haberlo hecho oportunamente.
Finalmente, siempre serán respetuosos: Esto implica que procurarán ser fieles en todo momento al código de conducta emanado por la Sagrada Escritura, tanto respecto del Decálogo como al genuino espíritu de la Bienaventuranzas, las cuales se resumen en recordar cómo Dios nos ha considerado. Si miramos la parábola de la misericordia nos preguntamos ¿No podía aquel padre ir en busca de su hijo y traerlo bajo su regazo?, más,  supo esperar. ¡Dios espera de nosotros muchas veces! ¡No se cansa de hacerlo!
El respeto verdadero va de la mano con la caridad y esta,  de la mano con la verdad, según lo cual,  a lo largo de los años de vida matrimonial se esmerarán en ser respetuosos en todo momento y época aprendiendo a preguntar –dice el Santo Padre- “¿puedo?” en las cosas más triviales donde precisamente se juega la grandeza en la vida pues haciendo de manera extraordinaria lo cotidiano evitarán caer en el cáncer de toda relación conyugal como es el acostumbramiento que prontamente precipita en la tibieza y la desidia.
Por el contrario, ambos buscarán aprender a vivir permanentemente enamorados, y al estar unidos en Cristo les permitirá descubrir la genialidad de una comunicación que no se agota y de una entrega que busca primero hacer feliz alejados de todo egocentrismo e individualismo tan característicos de nuestro tiempo.
Nuestro Señor, nos ha dejado a la Virgen Santísima como la Madre que vela por la salud de nuestra alma y de nuestra familia. Ella es refugio seguro para los esposos tal como lo fue aquel día con los novios en Caná de Galilea adelantando la hora del primer milagro de Jesús. Su consejo parece resonar con fuerza en este templo dedicado a Ella: “¡Hagan todo lo que ÉL les diga!”.
¡Que Viva Cristo Rey!

CAPILLA INMACULADA CONCEPCIÓN LIMACHE CHILE



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