-TEMA : “TODOS LOS
DIAS…!SON TODOS LOS DIAS!”
FECHA: HOMILÍA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN MAYO 2020
1. “El
Señor reina entre las naciones, Dios sentado en su trono sagrado”
(Salmo XLVII, 9).
Lo
primero que enseña una madre a sus hijos es a decir siempre la verdad aunque
cueste. Para ello, basta que le recuerde al fruto de su vientre- que Dios lo
sabe todo y que está en todas partes, por lo que a Él nada se le puede ocultar.
Por
otra parte, cuando Jesús dice que para ser buen discípulo suyo debemos hacernos
como niños estaba pensando en la pureza de conciencia de todo pequeño que no
comprende el fin de tergiversar la verdad ni el sentido de mentir, no actuando
con segundas intenciones, incluidos los falsos
respetos humanos que el debido hacia Dios que se manifiesta como el Dios veraz.
En realidad, los pequeños suelen hacer pasar momentos muy especiales a sus
padres cuando su natural apego a la verdad envuelta en espontaneidad, evidencia aspectos de la verdad que los
mayores hubiesen preferido ocultar. En
mi experiencia de treinta años de capellán escolar percibo que no es prioridad
de los niños buscar la mejor oportunidad para decir la verdad…Se sabe, se dice.
Por
eso, asumimos que al momento de ascender a los cielos, Jesús no dejaría al azar ni improvisaría cada
una de sus palabras y acciones, según lo cual, si el último gesto fue de
bendecir, sus palabras constituyen una
invitación a crecer en comunión e identificación con El por medio de su
presencia real y substancial, la cual, se da como misterio de la fe, en
cada Santa Misa, en la que se renueva su sacrificio y entrega, como hemos rezado en el prefacio de estas
semana de pascua: “sacerdote, víctima y
altar” a la vez.
De
modo particular, quienes pasamos a diario por el mausoleo de los Héroes de la Esmeralda no olvidamos
como cada uno de ellos un día optaron por dar la vida por los suyos tal como dijo
Jesús al momento de referirse a la
medida del amor verdadero. Esa entrega que hicieron por valores tan nobles como
el amor a Dios, a su Patria y a su familia, podemos pensar cuán sublime ha de
ser si se trata de considerar el amor de Cristo hacia su Padre, que ofrece su propia vida como oblación. Si el ejemplo de entrega de unos hombres pudo
cambiar el rumbo de los acontecimientos de entonces, cómo será el sacrificio
que se revive en cada Santa Misa, si es
ofrecido por quien es Dios y hombre a la vez, con todo su poder, sabiduría, y
eternidad.
Nuestro
Señor no se entregó con cuentagotas:
Sino que lo hace de una vez para siempre, por eso al momento de instituir la Eucaristía
manda “haced esto en mi memoria”, lo
cual, entendemos que es un acto diario,
que sumados los sacerdotes que ofician día a día a lo largo del mundo, intuimos es algo permanente pues, en cada segundo que pasa al menos una Misa se
celebra lo que nos confiere plena seguridad de poder contar con su cercanía y
auxilio de manera permanente: ¡Todos los días…son todos los días!
ASCENSION
DEL SEÑOR PUERTO CLARO
“Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó
Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la plenitud del que lo llena
todo en todo” (Efesios
I, 22-23).
Existe
una estrecha vinculación entre el misterio de la institución de la Eucaristía
con el misterio de la Ascensión que celebramos en estos días toda vez que al
decir respecto de nuestro Señor “parte
para quedarse” se realiza cada vez que comulgamos.
Sin
duda, no es casualidad que tanto en la Última Cena como en lo alto del Monte Tabor donde acontece la Ascensión,
estuviesen presente los Apóstoles, puesto que ambas terminan con un envío en
orden a dar testimonio de lo que han visto, de lo que han vivido, y de lo que han escuchado de la persona de Jesús.
No hay comunión sin misión, ni misión
sin comunión.
El
camino del apostolado es esencialmente consecuencia de una vida en Cristo,
sobre cualquier programación, red social, esquema pastoral y actividad, ser
apóstol implica dar a conocer a Cristo,
y esto sólo lo puede hacer eficazmente quien se esfuerza por vivir de Cristo, asumiendo
su mismo pensar, sentir y obrar, según lo cual, lo que importa no es la adecuación temporal –el
relamido aggiornamento- ni la
eventual originalidad en el uso de los medios del apostolado, toda vez que lo primero que se necesita es una vida espiritual
nutrida por la gracia que viene de lo alto, y que es concedida abundantemente
por un Dios que no se deja vencer en generosidad ni, que desatiende a quienes imploras su gracia de
modo tan perseverante y como humilde.
La
gracia concede poder tener visión unitaria de la fe, donde asumimos que todo lo
que tiene que ver con Dios será nuestro interés y todo lo que nos aleje
procuraremos desecharlo con convicción e inmediatez, pues nos conviene estar
bien con Dios y no sometidos a los criterios y normativas del mundo
Una
y otra vez diremos, y las que sea necesario repetiremos, que “el alma del apostolado es el apostolado del
alma”, lo cual, constituye una
verdad permanente, y que clama ser conocida –también- en este tiempo, en el cual,
la tentación de “apostolarse”
está hondamente enraizada en una tierra debilitada por el modernismo. Para
muchos lo entretenido, lo novedoso, lo masivo, lo atómico son criterios
irrenunciables de la vida actual, sin los cuales nada parece tener sentido.
Con
ello la vida espiritual y nuestro
apostolado se terminan confundiendo en medio de tantas condescendencias,
oportunismos, y abusos, que hacen poco creíble el testimonio afectando la vida
pastoral y misionera: bajan las vocaciones, se paralizan los voluntariados,
nulo interés por participar en catequesis, se imparte formación superficial y
básica que no es capaz de visibilizar a Cristo.
Mas,
lo que gusta, lo que viene, lo que todos aceptan, termina agotando porque no se
apoya en la vertiente que fluye sin agotarse como es la nacida del Corazón de Cristo
del cual, proviene toda gracia necesaria
para alcanzar la santidad y para llevar las almas a Dios, que es el fin de toda
vida apostólica.
Al
Señor no le interesa que sean muchos los que mucho hablen de Él; al Señor no le
importa ocupar las primeras planas de los medios de comunicación…no quiere ser
un simple “influencers”...pues, hasta donde sabemos Cristo vino al mundo para
salvarnos del pecado, de aquella realidad dramática que cruza la historia desde
que los llamados a alabar clamaran al unísono “no serviremos” a Dios y nuestros primeros padres -Adán y Eva- en
el paraíso hiciesen eco común de esas voces.
Cristo
vence definitivamente ese clamor que parecía indestructible, y lo hace por el
camino de su entrega total y voluntaria a los designios del Padre que pasaban
por el patíbulo de una cruz para, al tercer día, resucitar glorioso, y ascender a los cielos
para, desde allí, reinar sentado a la diestra
del Padre Eterno.
De
estas verdades somos testigos y debemos testimoniar por medio de una vida apostólica
tan convencida como convincente, la cual, se nutra en todo momento de la gracia
implorada por la oración y, actualizada
cada vez que comulgamos presencialmente bien dispuestos en el corazón.
Tengamos
presente que aquí recibimos no una bendición, no sólo una gracia, sino que participamos
de la vida misma del Autor de toda gracia, según lo cual, deducimos que nada es
más importante para un creyente que estar en comunión plena con Jesús.
APÓSTOLES CREYENTES Y CREÍBLES
2. “Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”
(San Mateo XXVIII, 20).
Hemos
de comprender la entrega de Cristo como una cadena ininterrumpida, que se “actualiza” cada vez que se celebra una
Santa Misa, por eso dice: “estaré todos
los días”, cumpliendo su cometido sobre cada ara, sobre cada altar. Esto
nos da una certeza que constituye el anticuerpo
o vitamina espiritual necesaria para
enfrentar cualquier virus que
pretenda alejarnos de quien es la fuente de nuestra salud como es la persona de
Jesucristo, se fortalece de la unión que tengamos con El, y se expresa hacia
quienes están a nuestro alrededor.
Este
día de la Ascensión asumimos que permanecer es estar, y quien opta por dar
lugar a Cristo no duda en estar con los que han abierto su vida a su Persona.
La primera lectura nos relata que los Apóstoles quedaron como “marcando
ocupado” al ver a Jesús subiré a los cielos, al punto que dos ángeles les preguntaron
¿qué hacen mirando el cielo?.
Esta
pregunta, al igual que otras que vemos en el Evangelio, encierra un desafío, cual es entregar lo contemplado por medio de un
estilo de vida que sólo tienda a repetir lo que San Pablo sintéticamente
señaló: “Mi vivir es Cristo, y Cristo
crucificado”.
Para
esta Solemnidad queremos rezar por un programa de caridad fraterna que Dios
mediante implementaremos en nuestra comunidad parroquial bajo el título de tres
ciudades donde estuvo Jesús: Nazaret (trabajo) , Tiberíades (alimento) y
Betania (vestimenta) , cada una de las cuales tendrá la misión de responder en
la mejor medida de lo posible a las necesidades surgidas con ocasión de la
creciente pandemia y que como sabemos tienen el agravante de haber sido
precedida por el estallido de la violencia de octubre pasado, que ocasionó la
pérdida de muchos empleos en nuestra ciudad de Valparaíso. A estas alturas
nadie duda de la dramática situación en que se encuentra el que fuera reconocido
como el Primer Puerto de Chile: Cuántas edificaciones paralizadas, cuantos
emprendimientos frustrados, cuanto comercio mutilado, cuántos espacios públicos
banalizados y espacios privados vandalizados.
El
desafío es “cuesta arriba” lo
sabemos, más primero vamos a rezar para que resulte lo que Dios permita,
segundo daremos un tiempo adecuado de organizar cada aspecto, procurando
abordar el mayor número de posibilidades, invitando en ese tiempo a un grupo de
personas que en diversas circunstancias han colaborado y participado en
determinadas celebraciones litúrgicas, incluida -por cierto- la santa Misa en Latín como fue el deseo del
Romano Pontífice desde 2007, y que en este año cumplimos una década de
ininterrumpida celebración, siendo la única parroquia de la de nuestra diócesis
lo que entraña una gracia de Dios que conlleva una gran responsabilidad.
La
oportunidad de nutrir el alma con la oración y los sacramentos, evidencia una
gran verdad de nuestra Iglesia cual es la catolicidad que nos permite ser parte
de una misma comunidad en el lugar donde participamos.
En
nuestra Iglesia parroquial no hay extranjeros, no hay foráneos, no hay fieles
de primera ni de segunda, la ciudadanía
espiritual la confiere la condición bautismal no la residencia que
temporalmente se pueda tener. Por esta
razón no hacemos aduanas para el
acceso, no pedimos otro “carnet de
pertenencia” más que la voluntad de libremente participar junto a nosotros,
realidad que algunos hoy quieren evitar porque temen lo que siempre han
desconocido: La santa libertad de los hijos de Dios.
A la Virgen Madre que reina junto a su hijo y
Dios en los Cielos, colocamos nuestra vida y proyectos, especialmente en medio
del fragor de una pandemia que hemos
enfrentado desde la fe y recibiendo a Cristo presente diariamente quien nos
dice: “Yo estaré con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo”.
¡Que Viva Cristo Rey!
PROMESA CUMPLIDA EN CADA MISA
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