lunes, 25 de mayo de 2020


-TEMA  : “TODOS LOS DIAS…!SON TODOS LOS DIAS!”
FECHA: HOMILÍA SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN MAYO 2020
1.     “El Señor reina entre las naciones, Dios sentado en su trono sagrado” (Salmo XLVII, 9).
Lo primero que enseña una madre a sus hijos es a decir siempre la verdad aunque cueste. Para ello, basta que le recuerde al fruto de su vientre- que Dios lo sabe todo y que está en todas partes, por lo que a Él nada se le puede ocultar.
Por otra parte, cuando Jesús dice que para ser buen discípulo suyo debemos hacernos como niños estaba pensando en la pureza de conciencia de todo pequeño que no comprende el fin de tergiversar la verdad ni el sentido de mentir, no actuando con segundas intenciones,  incluidos los falsos respetos humanos que el debido hacia Dios que se manifiesta como el Dios veraz. En realidad, los pequeños suelen hacer pasar momentos muy especiales a sus padres cuando su natural apego a la verdad envuelta en espontaneidad,  evidencia aspectos de la verdad que los mayores  hubiesen preferido ocultar. En mi experiencia de treinta años de capellán escolar percibo que no es prioridad de los niños buscar la mejor oportunidad para decir la verdad…Se sabe, se dice.

Por eso, asumimos que al momento de ascender a los cielos,  Jesús no dejaría al azar ni improvisaría cada una de sus palabras y acciones, según lo cual, si el último gesto fue de bendecir,  sus palabras constituyen una invitación a crecer en comunión e identificación con El por medio de su presencia real y substancial, la cual,  se da como misterio de la fe,   en cada Santa Misa, en la que se renueva su sacrificio y entrega,  como hemos rezado en el prefacio de estas semana de pascua: “sacerdote, víctima y altar” a la vez.
De modo particular, quienes pasamos a diario por el mausoleo  de los Héroes de la Esmeralda no olvidamos como cada uno de ellos un día optaron por dar la vida por los suyos tal como dijo Jesús al  momento de referirse a la medida del amor verdadero. Esa entrega que hicieron por valores tan nobles como el amor a Dios, a su Patria y a su familia, podemos pensar cuán sublime ha de ser si se trata de considerar el amor de Cristo hacia su Padre, que ofrece  su propia vida como oblación.  Si el ejemplo de entrega de unos hombres pudo cambiar el rumbo de los acontecimientos de entonces, cómo será el sacrificio que se revive en cada Santa Misa,  si es ofrecido por quien es Dios y hombre a la vez, con todo su poder, sabiduría, y eternidad.
Nuestro Señor no se entregó con cuentagotas: Sino que lo hace de una vez para siempre, por eso al momento de instituir la Eucaristía manda “haced esto en mi memoria”, lo cual,  entendemos que es un acto diario, que sumados los sacerdotes que ofician día a día a lo largo del  mundo, intuimos es algo permanente pues,  en cada segundo que pasa al menos una Misa se celebra lo que nos confiere plena seguridad de poder contar con su cercanía y auxilio de manera permanente: ¡Todos los días…son todos los días!

ASCENSION DEL SEÑOR PUERTO CLARO


“Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su Cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todo” (Efesios I, 22-23).
Existe una estrecha vinculación entre el misterio de la institución de la Eucaristía con el misterio de la Ascensión que celebramos en estos días toda vez que al decir respecto de nuestro Señor “parte para quedarse” se realiza cada vez que comulgamos.
Sin duda, no es casualidad que tanto en la Última Cena como en lo alto del  Monte Tabor donde acontece la Ascensión, estuviesen presente los Apóstoles, puesto que ambas terminan con un envío en orden a dar testimonio de lo que han visto, de lo que han vivido, y  de lo que han escuchado de la persona de Jesús. No hay comunión sin misión,  ni misión sin comunión.
El camino del apostolado es esencialmente consecuencia de una vida en Cristo, sobre cualquier programación, red social, esquema pastoral y actividad, ser apóstol implica  dar a conocer a Cristo, y esto sólo lo puede hacer eficazmente quien se esfuerza por vivir de Cristo, asumiendo su mismo pensar, sentir y obrar, según lo cual,  lo que importa no es la adecuación temporal –el relamido aggiornamento- ni la eventual originalidad en el uso de los medios del apostolado,  toda vez que lo  primero que se necesita es una vida espiritual nutrida por la gracia que viene de lo alto, y que es concedida abundantemente por un Dios que no se deja vencer en generosidad ni, que  desatiende a quienes imploras su gracia de modo tan perseverante y como humilde.
La gracia concede poder tener visión unitaria de la fe, donde asumimos que todo lo que tiene que ver con Dios será nuestro interés y todo lo que nos aleje procuraremos desecharlo con convicción e inmediatez, pues nos conviene estar bien con Dios y no sometidos a los criterios y normativas  del mundo

Una y otra vez diremos, y las que sea necesario repetiremos, que “el alma del apostolado es el apostolado del alma”, lo cual,  constituye una verdad permanente, y que clama ser conocida –también- en este tiempo,  en el cual,  la tentación de “apostolarse” está hondamente enraizada en una tierra debilitada por el modernismo. Para muchos lo entretenido, lo novedoso, lo masivo, lo atómico son criterios irrenunciables de la vida actual, sin los cuales nada parece tener sentido.
Con ello la vida espiritual y nuestro  apostolado se terminan confundiendo en medio de tantas condescendencias, oportunismos, y abusos, que hacen poco creíble el testimonio afectando la vida pastoral y misionera: bajan las vocaciones, se paralizan los voluntariados, nulo interés por participar en catequesis, se imparte formación superficial y básica que no es capaz de visibilizar a Cristo.
Mas, lo que gusta, lo que viene, lo que todos aceptan, termina agotando porque no se apoya en la vertiente que fluye  sin agotarse como es la nacida del Corazón de Cristo del cual,  proviene toda gracia necesaria para alcanzar la santidad y para llevar las almas a Dios, que es el fin de toda vida apostólica.
Al Señor no le interesa que sean muchos los que mucho hablen de Él; al Señor no le importa ocupar las primeras planas de los medios de comunicación…no quiere ser un simple “influencers”...pues,  hasta donde sabemos Cristo vino al mundo para salvarnos del pecado, de aquella realidad dramática que cruza la historia desde que los llamados a alabar clamaran al unísono “no serviremos” a Dios y nuestros primeros padres -Adán y Eva- en el paraíso hiciesen eco común de esas voces.
Cristo vence definitivamente ese clamor que parecía indestructible, y lo hace por el camino de su entrega total y voluntaria a los designios del Padre que pasaban por el patíbulo de una cruz para, al tercer día,  resucitar glorioso, y ascender a los cielos para, desde allí,  reinar sentado a la diestra del Padre Eterno.
De estas verdades somos testigos y debemos testimoniar por medio de una vida apostólica tan convencida como convincente, la cual,  se nutra en todo momento de la gracia implorada por la oración y,  actualizada cada vez que comulgamos presencialmente bien dispuestos en el corazón. 
Tengamos presente que aquí recibimos no una bendición, no sólo una gracia, sino que participamos de la vida misma del Autor de toda gracia, según lo cual, deducimos que nada es más importante para un creyente que estar en comunión plena con Jesús.

APÓSTOLES CREYENTES Y CREÍBLES

2.     “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (San Mateo XXVIII, 20).
Hemos de comprender la entrega de Cristo como una cadena ininterrumpida, que se “actualiza” cada vez que se celebra una Santa Misa, por eso dice: “estaré todos los días”, cumpliendo su cometido sobre cada ara, sobre cada altar. Esto nos da una certeza que constituye el anticuerpo o vitamina espiritual  necesaria para enfrentar cualquier virus que pretenda alejarnos de quien es la fuente de nuestra salud como es la persona de Jesucristo, se fortalece de la unión que tengamos con El, y se expresa hacia quienes están a nuestro alrededor.
Este día de la Ascensión asumimos que permanecer es estar, y quien opta por dar lugar a Cristo no duda en estar con los que han abierto su vida a su Persona. La primera lectura nos relata que los Apóstoles quedaron como “marcando ocupado” al ver a Jesús subiré a los cielos, al punto que dos ángeles les preguntaron ¿qué hacen mirando el cielo?.
Esta pregunta, al igual que otras que vemos en el Evangelio,  encierra un desafío, cual es entregar lo contemplado por medio de un estilo de vida que sólo tienda a repetir lo que San Pablo sintéticamente señaló: “Mi vivir es Cristo, y Cristo crucificado”.
Para esta Solemnidad queremos rezar por un programa de caridad fraterna que Dios mediante implementaremos en nuestra comunidad parroquial bajo el título de tres ciudades donde estuvo Jesús: Nazaret (trabajo) , Tiberíades (alimento) y Betania (vestimenta) , cada una de las cuales tendrá la misión de responder en la mejor medida de lo posible a las necesidades surgidas con ocasión de la creciente pandemia y que como sabemos tienen el agravante de haber sido precedida por el estallido de la violencia de octubre pasado, que ocasionó la pérdida de muchos empleos en nuestra ciudad de Valparaíso. A estas alturas nadie duda de la dramática situación en que se encuentra el que fuera reconocido como el Primer Puerto de Chile: Cuántas edificaciones paralizadas, cuantos emprendimientos frustrados, cuanto comercio mutilado, cuántos espacios públicos banalizados y espacios privados vandalizados.
El desafío es “cuesta arriba” lo sabemos, más primero vamos a rezar para que resulte lo que Dios permita, segundo daremos un tiempo adecuado de organizar cada aspecto, procurando abordar el mayor número de posibilidades, invitando en ese tiempo a un grupo de personas que en diversas circunstancias han colaborado y participado en determinadas celebraciones litúrgicas, incluida -por cierto-  la santa Misa en Latín como fue el deseo del Romano Pontífice desde 2007, y que en este año cumplimos una década de ininterrumpida celebración, siendo la única parroquia de la de nuestra diócesis lo que entraña una gracia de Dios que conlleva una gran responsabilidad.
La oportunidad de nutrir el alma con la oración y los sacramentos, evidencia una gran verdad de nuestra Iglesia cual es la catolicidad que nos permite ser parte de una misma comunidad en el lugar donde participamos.
En nuestra Iglesia parroquial no hay extranjeros, no hay foráneos, no hay fieles de primera ni de segunda, la ciudadanía espiritual la confiere la condición bautismal no la residencia que temporalmente se pueda tener.  Por esta razón no hacemos aduanas para el acceso, no pedimos otro “carnet de pertenencia” más que la voluntad de libremente participar junto a nosotros, realidad que algunos hoy quieren evitar porque temen lo que siempre han desconocido: La santa libertad de los hijos de Dios.
 A la Virgen Madre que reina junto a su hijo y Dios en los Cielos, colocamos nuestra vida y proyectos, especialmente en medio del  fragor de una pandemia que hemos enfrentado desde la fe y recibiendo a Cristo presente diariamente quien nos dice: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.       
¡Que Viva Cristo Rey!

PROMESA CUMPLIDA EN CADA MISA



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