miércoles, 4 de noviembre de 2020

TEMA  :  “SANTIDAD EN MEDIO DE UNA GRAN TRIBULACIÓN”

FECHA: HOMILÍA FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS  /  2020.

“Estos son los que vienen en de la gran tribulación, han lavado sus vestimentas, y las han blanqueado con la sangre del Cordero”. Aquella fidelidad nutrida del amor del Dios revelado como fiel, tiene como premio la eterna bienaventuranza, la cual, no se obtiene sin antes haber avanzado por aquella tribulación (thlipsis) de la que cada momento de prueba, persecución, y dolor asociado a los “sufrimientos de Cristo en la Cruz”, forman esta cadena interrumpida que constituye la “madre de las tormentas del alma” señalada por el Evangelista San Juan en el Apocalipsis (VII, 14).

Sin duda, ningún padecimiento actual será comparable con los que sobrevendrán al fin de los tiempos, donde el verdadero sentido de fe del pueblo santo de Dios, no guardará silencio para prevenir a quienes se han esmerado y han procurado ser fieles a Dios que no olvida ni abandona en momento alguno a los que Él acogió como hijos por medio del bautismo.

La prueba descrita implica “peligro” y “aflicción”, es decir, un sufrimiento asumido como angustia ante la incertidumbre de lo que sobreviene y se hace humanamente incontrolable. Sea un infante o un anciano aquello que no puede dominar, que es inesperado, y es desconocido siempre causa mayor temor, lo que para quien carece de una fe sólida ocasiona en el alma lo que en un cuerpo anémico afecta un virus.

Tal como dice la escritura: “Será la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo,   para probar a los que moran en la tierra” (Apocalipsis III, 11). La comunidad aducida vivía en una localidad situada en una placa tectónica, por lo que vivían en medio de temblores y terremotos, uno de los cuales destruyó por completo la ciudad el año 17 d.C, siendo reconstruida por Tiberio, quien pudo alzar nuevas viviendas pero en modo alguno alejar el temor e incertidumbre de sus escasos habitantes. Resulta imposible no vincular nuestra vida con la de aquellos creyentes descritos en el último de los libros de la Santa Biblia, no sólo por el ambiente sísmico de su geografía sino por el miedo e incertidumbre reinante que ha rivalizado con la fe y esperanza de esa comunidad, tentada como todo el mundo, tal como en la actualidad, la pandemia ha hecho dudar, olvidar, y perseguir la fe que un día se recibió y hasta vivió en su infancia y juventud.

Tardó siglos el Demonio en asumir que las crueles persecuciones físicas hacia los creyentes, sólo terminaba haciendo crecer la Iglesia pues, como dijo Tertuliano (+225): “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Por tanto, la gran tribulación va de la mano con la verificación de una corrupción generalizada en la vida del hombre y de las naciones, lo cual no es patrimonio exclusivo de organizaciones, agrupaciones o sistemas, sino consecuencia de una naturaleza debilitada a causa del pecado original que en toda hora busca mostrar su poder.

ALTAR CONSAGRADO A DIOS

¡AQUÍ ESTÁ JESUCRISTO!
 


En efecto, ninguna persecución hecha  a  nuestra Iglesia resulta tan manifiesta como lo es la que se da en la actualidad. Antaño hubo imperios, naciones y personas que se esmeraron en hacer infiel a la única Iglesia verdadera fundada por Cristo, más en todo momento,  estuvo ello situado por tiempo y lugar, muy distinto a la “holística” realidad que vemos hoy donde no parece haber nación donde no se de la persecución por medio del incentivo de la corrupción.  Así no sólo el Demonio “se pasea como león rugiente sobre los tejados” –en expresión apostólica- , sino que “humeante entra por ventanas” –en expresión pontificia- y “por las puertas” –en expresión mía- de los espacios llamados a cultivar la santidad y amistad con Cristo hecho Eucaristía. 

Si bien en el Padre Nuestro el Señor nos enseñó cómo debemos orar, implorando que “no nos dejes caer en tentación y libéranos del mal”, Dios puede permitir como de hecho lo hizo con su propio Hijo en medio del desierto, que padezcamos esta “gran tribulación” como una oportunidad para corroborar la fidelidad, semejante a cómo el fuego separa un metal noble de la escoria. Por esto, la hora presente –decisiva por cierto- nos invita a responder respecto de nuestra posición ante Cristo, tal como lo hizo en Cafarnaúm, de palabra, ahora lo hace “con la vida misma”.

La lectura del Apocalipsis nos permite vincular de modo necesario el procurar alcanzar la santidad y la piedad eucarística, lo que en la fiesta de Todos los santos nos recuerda que al unísono el testimonio de los mejores hijos de la Iglesia enseñan que “lavaron sus vidas en la sangre del Cordero de Dios”, presente de manera tan real como substancial en cada santa Misa.

Entendámoslo claramente: ¡No se llega al Cielo depreciando a Jesucristo en la Eucaristía! Es inimaginable pensar que cualquiera de  los 365 santos que celebra oficialmente la Iglesia cada día del año, sumando un total aproximado a diez mil canonizados en toda la historia, no haya sido piadoso, perseverante, respetuoso –tratando con una delicadeza incomparable hacia cualquier otra persona y realidad de este mundo- con Jesús hecho Eucaristía.

El más reciente ha sido el joven Carlo Acutis Salzano cuya grandeza y ejemplaridad no está en si vestía buzo, o usaba zapatillas, sino en que ya a los doce años de edad iba a Misa diariamente, y adoraba al Santísimo por largas horas, en tanto que puso al servicio de sus cercanos una catequesis eucarística por internet. No se avergonzaba de juntar sus manos al momento de rezar, no relegaba a Jesús al capricho de sus deseos y sentimientos, no hizo del Señor un mendigo de su tiempo e interés, por el contrario, se esmeró en tratar a Jesús como el Rey de su alma, por quien cualquier sacrificio se justifica

PARROCO PUERTO CLARO
ESTANDARTE SAGRADO CORAZÓN








Ese contacto personal, frecuente, hecho “connatural”, con Jesús colmó sus anhelos de felicidad y e iluminó eficazmente para poder descubrir las necesidades de los más necesitados con quienes compartía lo que mejor tenía: su fe, su tiempo, su alegría, en una palabra,  su amor a Dios, tal como lo han hecho cada uno de los Santos que hoy honramos como “los héroes de la fe”, “los mejores hijos de la Iglesia”, y los “verdaderos amigos de Dios”….tal como dijo Jesús: “Ya no os llamo siervos, sino mis amigos” (San Juan XV, 15).

Sin duda que los Santos “blanquearon sus vestimentas con la sangre del Cordero”, por esto, llegaron a la meta comulgando frecuentemente, lo que les permitió: el mayor ejercicio de las virtudes, la recepción de los dones del Espíritu Santo (Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Piedad, Fortaleza y Tenor de Dios), la vivencia de las obras de misericordia espirituales y corporales, y el fiel cumplimiento de  los mandamientos de Dios y de su única Iglesia.

La cercanía experimentada en la Santa Misa con la persona de Jesucristo, conduce a una verdadera amistad que, con el correr de los años,  va haciendo realidad una vida en abundancia, puesto que,  teniendo el marco del amor de Dios ofrecido como sacrificio en cada altar, da una amplitud al corazón de cada creyente a la hora de buscar apostólicamente atraer a otros hacia aquel bien que hemos descubierto.

¡Cuánta diligencia para enviar triviales mensajes de texto y wasap, cuánta lentitud en lo que se refiere a lo que trasciende! Lo primero a raudales, lo segundo con cuenta gotas.

Navegamos en medio de un oleaje donde el secularismo arrecia con fuerza. Es verdad que el Señor no prometió que estaríamos habituados a las aguas tranquilas, por el contrario, indicó “rema mar adentro” (San Lucas V, 1)....”he venido a traer fuego a la tierra” (San Lucas XII, 49), más,  la abierta exclusión de Dios que percibimos, con particular crudeza en estos días de pandemia,  conlleva necesariamente una visión mutilada de la persona, sin la cual, el hombre se abroga lo que es pertenencia exclusiva de Dios y despoja a su prójimo del fundamento de su dignidad.

IGLESIA EN VALPARAÍSO 2020

SACERDOTE VALPARAÍSO CHILE








Las palabras de Jesús en el Evangelio constituyen no solo el itinerario de lo que será toda su enseñanza, sino que son la mejor señalética para alcanzar la bienaventuranza eterna. A partir de este día, sabemos cuál es nuestra vocación y cómo podemos alcanzarla…Ese camino tiene un nombre y es la Santidad. Esa es la meta a la que Dios nos llama desde el momento de nuestro bautismo.

El aire fresco que la Iglesia necesita en la actualidad no pasa por rendirnos a las modas y avances del progresismo, sino que va por la necesaria sintonía entre vida eucarística y perfección, pues “lo santo lleva a lo santo” –solía repetir el Papa san Pío X. ¡Sancta, sancti! (lo sagrado a los santos y los santos hacia lo sagrado).

Nada hay en este mundo más sagrado que a lo que podamos optar como es a recibir a Jesús Sacramentado, toda vez que aquí no recibimos una gracia, una bendición, ni algo santo, sino a quien es el autor de toda gracia, el origen de cualquier bendición, y el fundamento de lo santo: Cristo, camino, verdad y vida.

Imploremos a la Virgen Santísima, la mujer constituida como la “Llena de gracia” (San Lucas I, 26), cuya santidad, pureza y piedad, puede ser sujeto de imitación más nunca de igualdad, pues,  el amor de Dios quiso tomar morada en su alma y gestarse en su vientre inmaculado de modo privilegia y exclusivo, según lo cual su poder de mediación es tan permanente como pleno, tan cercano como sublime, tan de Dios como de los hombres. Amén.

¡Que Viva Cristo Rey!

 

Padre Jaime Herrera González, Cura Párroco de Parroquia  Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro


No hay comentarios:

Publicar un comentario