TEMA : “SANTIDAD EN MEDIO DE UNA GRAN TRIBULACIÓN”
FECHA: HOMILÍA
FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS / 2020.
“Estos son los que vienen en de la gran tribulación, han lavado sus
vestimentas, y las han blanqueado con la sangre del Cordero”. Aquella fidelidad
nutrida del amor del Dios revelado como fiel, tiene como premio la eterna
bienaventuranza, la cual, no se obtiene sin antes haber avanzado por aquella
tribulación (thlipsis) de la que cada momento de prueba, persecución, y
dolor asociado a los “sufrimientos de Cristo en la Cruz”, forman esta cadena
interrumpida que constituye la “madre de
las tormentas del alma” señalada por el Evangelista San Juan en el
Apocalipsis (VII, 14).
Sin duda, ningún padecimiento
actual será comparable con los que sobrevendrán al fin de los tiempos, donde el
verdadero sentido de fe del pueblo santo de Dios, no guardará silencio para
prevenir a quienes se han esmerado y han procurado ser fieles a Dios que no
olvida ni abandona en momento alguno a los que Él acogió como hijos por medio
del bautismo.
La prueba descrita
implica “peligro” y “aflicción”, es decir, un sufrimiento
asumido como angustia ante la incertidumbre de lo que sobreviene y se hace
humanamente incontrolable. Sea un infante o un anciano aquello que no puede
dominar, que es inesperado, y es desconocido siempre causa mayor temor, lo que
para quien carece de una fe sólida ocasiona en el alma lo que en un cuerpo
anémico afecta un virus.
Tal como dice la
escritura: “Será la hora de la tentación
que ha de venir en todo el mundo, para
probar a los que moran en la tierra” (Apocalipsis III, 11). La comunidad aducida
vivía en una localidad situada en una placa tectónica, por lo que vivían en
medio de temblores y terremotos, uno de los cuales destruyó por completo la
ciudad el año 17 d.C, siendo reconstruida por Tiberio, quien pudo alzar nuevas
viviendas pero en modo alguno alejar el temor e incertidumbre de sus escasos
habitantes. Resulta imposible no vincular nuestra vida con la de aquellos
creyentes descritos en el último de los libros de la Santa Biblia, no sólo por
el ambiente sísmico de su geografía sino por el miedo e incertidumbre reinante
que ha rivalizado con la fe y esperanza de esa comunidad, tentada como todo el
mundo, tal como en la actualidad, la pandemia ha hecho dudar, olvidar, y
perseguir la fe que un día se recibió y hasta vivió en su infancia y juventud.
Tardó siglos el
Demonio en asumir que las crueles persecuciones físicas hacia los creyentes, sólo
terminaba haciendo crecer la Iglesia pues, como dijo Tertuliano (+225): “La sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Por
tanto, la gran tribulación va de la mano con la verificación de una corrupción
generalizada en la vida del hombre y de las naciones, lo cual no es patrimonio
exclusivo de organizaciones, agrupaciones o sistemas, sino consecuencia de una
naturaleza debilitada a causa del pecado original que en toda hora busca
mostrar su poder.
ALTAR CONSAGRADO A DIOS |
¡AQUÍ ESTÁ JESUCRISTO! |
En efecto, ninguna
persecución hecha a nuestra Iglesia resulta tan manifiesta como lo
es la que se da en la actualidad. Antaño hubo imperios, naciones y personas que
se esmeraron en hacer infiel a la única Iglesia verdadera fundada por Cristo, más
en todo momento, estuvo ello situado por
tiempo y lugar, muy distinto a la “holística” realidad que vemos hoy donde no
parece haber nación donde no se de la persecución por medio del incentivo de la
corrupción. Así no sólo el Demonio “se pasea como león rugiente sobre los
tejados” –en expresión apostólica- , sino que “humeante entra por ventanas” –en expresión pontificia- y “por las puertas” –en expresión mía- de
los espacios llamados a cultivar la santidad y amistad con Cristo hecho Eucaristía.
Si bien en el Padre
Nuestro el Señor nos enseñó cómo debemos orar, implorando que “no nos dejes caer en tentación y libéranos
del mal”, Dios puede permitir como de hecho lo hizo con su propio Hijo en
medio del desierto, que padezcamos esta “gran
tribulación” como una oportunidad para corroborar la fidelidad, semejante a
cómo el fuego separa un metal noble de la escoria. Por esto, la hora presente
–decisiva por cierto- nos invita a responder respecto de nuestra posición ante
Cristo, tal como lo hizo en Cafarnaúm, de palabra, ahora lo hace “con la vida
misma”.
La lectura del Apocalipsis nos permite vincular de modo necesario el procurar alcanzar la santidad y la piedad eucarística, lo que en la fiesta de Todos los santos nos recuerda que al unísono el testimonio de los mejores hijos de la Iglesia enseñan que “lavaron sus vidas en la sangre del Cordero de Dios”, presente de manera tan real como substancial en cada santa Misa.
Entendámoslo
claramente: ¡No se llega al Cielo depreciando a Jesucristo en la Eucaristía! Es
inimaginable pensar que cualquiera de
los 365 santos que celebra oficialmente la Iglesia cada día del año, sumando
un total aproximado a diez mil canonizados en toda la historia, no haya sido
piadoso, perseverante, respetuoso –tratando con una delicadeza incomparable
hacia cualquier otra persona y realidad de este mundo- con Jesús hecho
Eucaristía.
El más reciente ha
sido el joven Carlo Acutis Salzano cuya grandeza y ejemplaridad no está en si
vestía buzo, o usaba zapatillas, sino en que ya a los doce años de edad iba a
Misa diariamente, y adoraba al Santísimo por largas horas, en tanto que puso al
servicio de sus cercanos una catequesis eucarística por internet. No se avergonzaba
de juntar sus manos al momento de rezar, no relegaba a Jesús al capricho de sus
deseos y sentimientos, no hizo del Señor un mendigo de su tiempo e interés, por
el contrario, se esmeró en tratar a Jesús como el Rey de su alma, por quien
cualquier sacrificio se justifica
PARROCO PUERTO CLARO |
ESTANDARTE SAGRADO CORAZÓN |
Ese contacto personal,
frecuente, hecho “connatural”, con
Jesús colmó sus anhelos de felicidad y e iluminó eficazmente para poder
descubrir las necesidades de los más necesitados con quienes compartía lo que
mejor tenía: su fe, su tiempo, su alegría, en una palabra, su amor a Dios, tal como lo han hecho cada uno
de los Santos que hoy honramos como “los
héroes de la fe”, “los mejores hijos
de la Iglesia”, y los “verdaderos
amigos de Dios”….tal como dijo Jesús: “Ya
no os llamo siervos, sino mis amigos” (San Juan XV, 15).
Sin duda que los
Santos “blanquearon sus vestimentas con
la sangre del Cordero”, por esto, llegaron a la meta comulgando
frecuentemente, lo que les permitió: el mayor ejercicio de las virtudes, la recepción
de los dones del Espíritu Santo (Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia,
Piedad, Fortaleza y Tenor de Dios), la vivencia de las obras de misericordia
espirituales y corporales, y el fiel cumplimiento de los mandamientos de Dios y de su única
Iglesia.
La cercanía
experimentada en la Santa Misa con la persona de Jesucristo, conduce a una
verdadera amistad que, con el correr de los años, va haciendo realidad una vida en abundancia,
puesto que, teniendo el marco del amor
de Dios ofrecido como sacrificio en cada altar, da una amplitud al corazón de
cada creyente a la hora de buscar apostólicamente atraer a otros hacia aquel
bien que hemos descubierto.
¡Cuánta diligencia
para enviar triviales mensajes de texto y wasap, cuánta lentitud en lo que se
refiere a lo que trasciende! Lo primero a raudales, lo segundo con cuenta
gotas.
Navegamos en medio de
un oleaje donde el secularismo arrecia con fuerza. Es verdad que el Señor no
prometió que estaríamos habituados a las aguas tranquilas, por el contrario,
indicó “rema mar adentro” (San Lucas V, 1)....”he venido a traer fuego a la tierra” (San Lucas XII, 49), más, la abierta exclusión de Dios que percibimos,
con particular crudeza en estos días de pandemia, conlleva necesariamente una visión mutilada de
la persona, sin la cual, el hombre se abroga lo que es pertenencia exclusiva de
Dios y despoja a su prójimo del fundamento de su dignidad.
IGLESIA EN VALPARAÍSO 2020 |
SACERDOTE VALPARAÍSO CHILE |
Las palabras de Jesús
en el Evangelio constituyen no solo el itinerario de lo que será toda su
enseñanza, sino que son la mejor señalética para alcanzar la bienaventuranza
eterna. A partir de este día, sabemos cuál es nuestra vocación y cómo podemos
alcanzarla…Ese camino tiene un nombre y es la Santidad. Esa es la meta a la que
Dios nos llama desde el momento de nuestro bautismo.
El aire fresco que la
Iglesia necesita en la actualidad no pasa por rendirnos a las modas y avances
del progresismo, sino que va por la necesaria sintonía entre vida eucarística y
perfección, pues “lo santo lleva a lo
santo” –solía repetir el Papa san Pío X. ¡Sancta, sancti! (lo sagrado a los santos y los santos hacia lo
sagrado).
Nada hay en este mundo
más sagrado que a lo que podamos optar como es a recibir a Jesús Sacramentado,
toda vez que aquí no recibimos una gracia, una bendición, ni algo santo, sino a
quien es el autor de toda gracia, el origen de cualquier bendición, y el
fundamento de lo santo: Cristo, camino, verdad y vida.
Imploremos a la Virgen
Santísima, la mujer constituida como la “Llena de gracia” (San Lucas I, 26), cuya santidad,
pureza y piedad, puede ser sujeto de imitación más nunca de igualdad,
pues, el amor de Dios quiso tomar morada
en su alma y gestarse en su vientre inmaculado de modo privilegia y exclusivo,
según lo cual su poder de mediación es tan permanente como pleno, tan cercano
como sublime, tan de Dios como de los hombres. Amén.
¡Que Viva Cristo Rey!
Padre Jaime Herrera
González, Cura Párroco de Parroquia
Nuestra Señora de las Mercedes de Puerto Claro
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