miércoles, 4 de noviembre de 2020

 

TEMA :  “CHILE CON ¿VOTO DE POBREZA?

FECHA: TEMA DE FORMACIÓN CATÓLICA / NOVIEMBRE 2020.

Precedido por un proceso irregular en muchos aspectos y en un acto que, a pesar de los entusiastas organizadores, no logró superar que uno de cada dos votantes acudiese a emitir su opinión a pesar de ser catalogado como un acto histórico, una nueva era en el mundo de la vida política, el cierre de procesos con décadas de implementación, cambios sistémicos, y una casi interminable lista de adjetivos rimbombantes, donde se debe incluir movilización gratuita y, la más sorprendente generosidad del virus mortal más agresivo en siglos, con todo, hubo siete millones de chilenos que no votaron, cambiando la edad de los votantes pero no la apatía ambiental reinante en  las últimas décadas en cada proceso eleccionario.

Ni 30 pesos, ni 30 años ¡Por 30 monedas de plata vendieron a Jesús!

Durante ocho meses gran parte de los chilenos, de todas las edades, vimos limitado por razones de salud el ejercicio de reunión y traslado, pues el poder ejecutivo, asesorado por organismos supuestamente competente, exigió y propiciaron un confinamiento para evitar contagios. Frecuentemente los representantes del Colegio Médico Nacional y Regional daban entrevistas en los Mass Media señalando la gravedad de la pandemia, mas, frente al acto eleccionario dichos representantes que parecían rivalizar en el número de  las apariciones con el primer mandatario y el ministro de salud,  de pronto desaparecieron, y el virus mortal acogió sus súplicas, y autorizó por un día,  con el uso de mascarillas y distancia física de un metro, poder sufragar con aquella esquiva seguridad que obligó durante  meses al más riguroso de los encierros.

¿Habrá que agradecer a San Corvid que tuvo la gentileza de permitir que la mitad del país pudiese ir a votar? O más bien, ¿Pondremos atención al justificado temor de contagio de los adultos que habitualmente sufragaban y que, en esta oportunidad,  constituyen la mitad renuente a este proceso? No hay que olvidarlo: Sólo uno de cada dos chilenos acudieron a sufragar en la más importante de las votaciones. Decir que ello es un éxito es de una mediocridad incuestionable, toda vez que,  esa media verdad es una total mentira.  Los datos son precisos: El Gobierno Militar llamó a votar en un plebiscito  en 1988 y lo hizo el 97.5%, en esta ocasión, sólo el 50.6%. Contra toda inteligencia se argumenta que fue “histórico” porque sufragaron más personas. El resultado respecto del porcentaje de  participación es simplemente mediocre, y aplicada a una nota como la recibida por un escolar sería un reprobable 3.6.

Cualquier estudiante que llegase ante sus padres y les informase que recibió nota de 3.6 en el examen decisivo no creo que esperase ser felicitado, ni estaría orgulloso de su desempeño, ni fundamentaría la fantasía de su logro en que nunca antes hubo tantos que diesen la prueba, lo único que podemos concluir en este aspecto es que se trata de una nota roja…aquí y en la Quebrada del Ají, donde la gente ya no estará tan feliz.

Respecto del ambiente de incertidumbre, algunos analistas  centran su mirada en el desempeño de la Bolsa de Comercio. Como es algo que suele ser sintomático en 1988 el resultado hizo caer el IPSA en un 17% en tanto que al día siguiente del denominado “Plebiscito Constitucional” cayó sólo un 2.7% por lo que se debe considerar el volumen y la estabilidad de la economía de entonces y de nuestros días, de modo especial porque estamos inmersos en una inédita tormenta viral cuyos efectos no terminan de ser descubiertos. Lo cierto es que un caso (1988)  se da en medio de una economía de despegue y la otra (2020) se da en una de aterrizaje, en la cual,  los indicadores de crecimiento, empleo, deuda externa, al unísono pregonan una crisis ineludible.

Sin duda los técnicos en materia económica a esta hora deben hacen muchos informes donde ninguna variable parece quedar al azar. Simplemente, me parece importante destacar el temor reinante en amplios segmentos de la población, que no distingue edades ni grupos sociales ni sectores, ocasiona un estancamiento de la macro y micro economía, lo cual –como acontece en el mundo deportivo- lleva a olvidar que “la mejor defensa es el ataque”, que en el mundo financiero implica asumir que el acto de cuidar los recursos en la mano estancan la inversión, por lo que,  la pobreza no sólo no es derrotada sino que comienza a expandirse, de tal manera que el amanecer virtuoso que permitió durante las últimas cuatro décadas  subir peldaños se va transformando en un abrupto descenso vicioso que amplifica la pobreza dura, por lo cual, por ejemplo, aumenta el comercio ambulante, se expanden las tomas de terrenos, crecen las personas solas en situación de calle, se desata el desempleo permanente, y emergen múltiples enfermedades asociadas a todo ello.

Sacerdote Jaime Herrera González

Nuestra ciudad de Valparaíso, declarada Patrimonio de la Humanidad, a la cual, el canto avala que “este puerto amarra como el hambre no se puede vivir sin conocerlo, y no se puede dejar sin que nos falte”, presenta un nivel de pobreza evidente, el que se ha acrecentado en estos últimos años, del cual, algo tiene que ver la Pandemia y Estallido violento, y mucho la deficiente gestión del actual Alcalde Jorge Sharp cuya naturaleza política es empobrecedora y mediocre.

En estas alturas de expansión del “decrecimiento ciudadano”, sin duda, resulta irrelevante que pueda lucir más limpia una ciudad (cosa que no pasa) si acaso los turistas ya no vienen, los cruceros no arriban, las personas no acuden a los servicios por la violencia imperante, la familia no encuentra lugares de común esparcimiento, los cuales o están destruidos por el vandalismo o están “tomados por tomados”. Parece interminable el número de oficinas y empresas que  trasladan sus servicios a ciudades cercanas, trasformando los patrimoniales sitios eriazos  en el  reflejo del obligado exilio en busca de seguridad, limpieza, y aplicación de normativas municipales ajenas a los consabidos y mezquinos intereses frenteamplistas de un regente patagón.  

Sin duda, muy alejado de la búsqueda de crecimiento interior y vivencia más exacta de la vida de Jesucristo, que hacen religiosos y religiosas en la profesión de votos, nuestra ciudad de Valparaíso ha hecho desde hace años un singular “voto de pobreza”, donde la privación de bienes propios no es consecuencia de un libre acto de renuncia y entrega generosa, sino del eventual saqueo producto de una ideología parasitaria y expoliación de bienes debido a una gestión arbitraria y derrochadora tal como ha sido la implementada en los últimos tres años en el otrora primer puerto de Chile.

Como creyentes que nos reconocemos, apoyamos nuestra seguridad en quien no destiñe, no cambia, y permanece como aliado fiel. Jesús, el Señor, cuya presencia eucarística sostiene nuestra vida día a día viene a nuestros altares para que, unido a Él, tengamos aquella “vida en abundancia” que se transforma en el anhelado antídoto contra el virus del pecado e inmuniza contra la tentación.

Por ello, durante los ocho  meses de Pandemia que llevamos, henos procurado celebrar diariamente la Santa Misa sabiendo de ella nace y hacia ella converge toda la vida de nuestra Iglesia, particularmente,  en un tiempo donde la apostasía se ha mostrado con mayor crudeza. Es innegable que la presencia de Satanás se ha expandido en estos meses, toda vez que limitados de poder comulgar sacramentalmente, las gracias reservadas por Dios en este medio, no han sido oportuna ni debidamente recibidas causando una desnutrición espiritual. Tal como el cuerpo físico se debilita al no alimentarlo con las proteínas  necesarias, lo mismo ha pasado con la vitamina del alma que es Jesús Sacramentado. Según esto, al estar con  las defensas bajas, nuestra Iglesia Católica ha constatado la irrupción del Maligno que ha hecho trastabillar y detener a muchos en el camino de la perfección, santidad y virtud. 

Siguiendo con el símil del cuerpo, más grave resulta el pronóstico cuando más tardíamente se realiza, lo que nos lleva a mirar que durante estos largos meses no han faltado quienes no han echado de menos para nada la asistencia a la Santa Misa y la comunión sacramental. Se puede olvidar que es obligación ir a Misa los domingos y fiestas de guardar, se puede olvidar que Jesús prometió estar “todos los días junto a nosotros hasta el fin del mundo”, pero si se recuerda con meridiana precisión respecto del horario de los partidos de fútbol, tenis, y golf. Leo Messi, Arturo Vidal, Joaquín Niemann, y Rafael Nadal ocupan más tiempo en nuestras neuronas que el debido recuerdo de lo que hizo, hace y hará Jesús en nuestra vida.  

Lo más  dramático de este extenso tiempo ha sido el desinterés eucarístico, que es un síntoma preciso del debilitamiento de la fe al interior de nuestra Patria, sobre la cual,  se cierne la mayor de las pobrezas que es la incontrolada extensión del pecado, que en jerga actual podríamos definir como una pandemia espiritual.

En la Santa Misa vespertina del día lunes 27 de Octubre, en el Templo Parroquial tuvimos la presencia de diez fieles. Un matrimonio se ubicó en el lugar habitual de los reclinatorios que tiene cada uno un cojín, los cuales movieron de su lugar para instalar un parlante y un atril. Durante todo el tiempo de la pandemia, nuestra mascota parroquial tomó la “costumbre” de entrar al templo y ubicarse sobre los cojines mencionados. En medio de la celebración note la intranquilidad de nuestra mascota porque le habían “usurpado” su lugar ante lo cual,  se ubicó en el mismo lugar donde antes estaban los reclinatorios pero ahora sobre las baldosas del suelo.

Las migajas que caen de la mesa

Bastaron unos meses para que nuestra reconocida mascota tomase el hábito de entrar al templo, ubicarse en un reclinatorio, y salir terminada la Santa Misa.  Como católico hemos verificado que muchos bautizados –con primera comunión- han “olvidado” casi por completo el hecho de estar en la Misa con Jesús sacramentado. Siquiera que anhelásemos por costumbre ir a la Eucaristía constituirá en la hora presente la fuerza emanada de una pequeña llama humeante, más esto,  parece ser parte de una ilusión que se diluye ante el amanecer de la realidad: Cada vez menos se interesan por estar con Cristo, lo cual,  no parte de los fieles laicos sino que, el drama es que surge por la actitud de quienes debiendo hacerlo no dan  prioridad a la vida eucarística en el alma y la Iglesia.

Prueba de ello es que con una premura que fue más allá de lo exigido por la autoridad sanitaria nacional se cerraron los templos -¡casi por ocho meses!- y, luego, con la implementación de rebuscados protocolos se ha diferido la apertura de los templos con argumentos  que no resisten mayor análisis. Ojala se sincerasen aquellos que por (de) formación o por descuido en la piedad y devoción,  por flojera y comodidad, sostienen que la vida de la Iglesia  no pasa necesariamente por la Eucaristía, llegando a preguntar ¿Cuántas misas celebró Jesús en su vida?  con  el fin de relativizar y depreciar la necesidad de la centralidad eucarística en nuestra  vida espiritual y pastoral actual. Según esto, nos preguntamos respecto del origen de esta tentación de protestantización de la Iglesia.

Quisiera ver en la “primera línea” de los interesados por la reapertura de nuestros templos a quien corresponde hacerlo, más constato que se han adelantado deportistas, artistas, comerciantes, y educadores, como si un bar, un gimnasio, un motel, o una piscina, fuesen más importante y necesario para las personas que los templos, relegados “para el final” porque han sido tenidos, quizás por qué razón, como lugares de contagio, lo que a todas luces, es falso pues la enfermedad viral se ha expandido teniendo los templos cerrados al acceso público durante ya varios meses.

El acto electoral al que acudimos convocó la mitad de los eventuales ciudadanos con derecho a sufragar. La mesa de votación a la que acudí a las siete y media de la tarde tenía 324 inscritos y yo fui el número 160. Pero quien tuvo la gentileza de llevarme  hacia el lugar debió hacer una fila para sufragar de cuatro horas, donde el virus mutó su maldad altamente contagiosa en bondad inmune. Hoy sigue el toque de queda, y los días domingo permanece vigente la cuarentena…extraño mal que deja votar y no rezar, extraño mal que invita votar a los jóvenes y a cuidarse a los adultos, extraño mal que se expande sólo en los templos y no fuera de ellos; extraño mal que por sólo veinticuatro horas jugó a las escondidas con el Colegio Médico, los Ciudadanos Inteligentes y otros.

Como dijo un buen amigo avecindado en el país del Norte: “Chile hizo voto de pobreza”…y tal como suele repetirse en una broma entre sacerdotes diocesanos y los miembros de la vida religiosa: “Ellos hacen el voto, y nosotros lo vivimos” ¿Dirán esto las próximas generaciones por la opción del 39.5% del total de habitantes mayores de edad  con derecho a sufragar?

¡Que Viva Cristo Rey!

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