TEMA : “TALENTOS DE DIOS EN NUESTRO TIEMPO”.
FECHA: HOMILÍA DOMINGO XXXIII° TIEMPO
COMÚN AÑO 2020
El
actual obispo de Roma ha enviado una hermosa carta al Obispo de Punta Arenas,
con motivo de la conmemoración de los 500 años de la Primera Msa en Chile. Sin
duda, un acontecimiento de real magnitud que para los creyentes marca un antes
y después en la vida de esta Patria que nace a los pies de una cruz y al sonido
de la recitación de las oraciones de la Santa Misa. Hoy como ayer, en la voz de
nuestra Iglesia, celebramos la Eucaristía en el Rito Extraordinario al que Su Santidad
Benedicto XVI nos invitó a descubrir hace unos años atrás, y que desde hace una
década celebramos ininterrumpidamente en nuestra Sede Parroquial, erigiéndonos
actualmente como la única comunidad parroquial de la Diócesis donde cobijamos
de modo ininterrumpido el don inestimable de la denominada “Misa en Latín”, lo
cual, evidentemente entraña una gran
responsabilidad y misión.
La
evidente carencia de una debida y deseable comprensión lectora en las noveles
generación nos hace intuir lo que ya se presenta como parte del presente: ser
incapaz de pensar por si mismo y razonar, refugiando todo pensamiento racional
y discursivo en la mera repetición de lo que los medios de (des) información y
de (in) comunicación anuncian.
La
docilidad de la cultura actual ante los dictámenes de tales medios resulta repulsiva
para cualquier fiel que medianamente reconozca su condición católica: Para
muchos lo que dice la Santa Biblia, lo que leemos en el Orden Natural inscrito
por Dios, lo que dictamina el sano Sensus Fidelium del verdadero Pueblo (santo)
de Dios, lo que unánimemente enseñan los santos y mártires por medio de sus vidas, parece desplomarse ante aquella
reverencia instantánea con la que se asumen como verdad lo leído
superficialmente en las redes sociales y en la prensa masiva.
Parece
que para el “catolicismo del libertinaje”
resulta más convincente el mundo y sus dictámenes que los de Dios. Eso “otro”
elegido por Adán y Eva, ese “otro” que clamaron en el litóstropos de Jerusalén en Viernes Santo, se renueva hoy en medio
nuestro: Respecto de nuestra confianza….¿Es mayor a Dios o es mayor a la prensa
e Internet? En ocasiones parece que prestamos más diligencia, atención, y
seguridad a una página de internet, a una encuesta de las redes sociales, que a
lo que el Señor nos refiere en la oración. Simple: ¿Cuánto tiempo de dicamos a
uno y lo otro? Esa es la respuesta…
La
presencia de Satanás hoy en el mundo aparentemente es de bajo perfil más ello no
significa que sea de poca incidencia, toda vez que, es evidente el debilitamiento de la vida de fe
al interior del mundo católico, el cual, no dice relación tanto como los que se
incorporan bautismalmente –número de sube por cierto- cuanto permean todas sus
acciones, pensamientos y proyectos desde la lógica de Dios, procurando cumplir
lo más fielmente su voluntad. ¡Si lo quiere Dios, lo quiero yo! Una vez más el
problema no es la cantidad sino la cualidad.
La
obra de Dios ha querido que la vida del mundo dependa como una sinfonía lo hace
de cada nota o sonido, del talento recibido por gracia: una nota que se reste
de la sinfonía produce una merma que se percibe como una grave desafinación.
De
modo similar, acontece si uno sólo
oculta sus talentos por falsos temores, respetos humanos, cobardías,
estrategias autónomas, pactos con lo que objetivamente encierra males, hace que
se vea afectada toda la vida de la Iglesia. Nada de lo que hagamos bien o mal,
o dejemos de hacer, dejara de tener eco en la vida de los que están a nuestro
alrededor y forman parte de los “prójimos”
a los que el Señor ha puesto en nuestro camino para evangelizar hoy.
El
Santo Evangelio nos dice que el dueño
del campo entregó –por libre iniciativa- cinco,
dos y, un talento a cada uno de
sus trabajadores, lo que es una cifra generosa que permite vivir ordenadamente.
Recordemos que en tiempo de Jesús el talento no era una capacidad sino una
medida cuyo valor actual indicaría unos tres millones de pesos. Por lo que en
lenguaje económico: tres, seis y quince.
Como
no sabemos cuánto tiempo trascurrió hasta el regreso del dueño del campo, podemos suponer que esa cifra serviría
para gestionar un “emprendimiento” que produciría no sólo para la supervivencia
del que lo recibió sino para devolver a quien se lo entregó. No cuesta imaginar
que si vamos por la calle y damos cifras similares a tres personas distintas
habrá unos que lo aprovecharán y otros que lo derrocharán.
a). El Señor toma la iniciativa:
Nada y nadie lo obliga a entregar parte de lo suyo, sino que con plena libertad
atendiendo las capacidades y necesidades de cada uno, coloca en sus manos
diversos talentos (bienes) con el fin que los administren adecuadamente.
b). No entrega indicaciones a ninguno:
Porque ha querido confiar en cada uno de sus siervos evitando un seguimiento
inmaduro e infecundo. En efecto, recordando las palabras de San Agustín de
Hipona: “Aquel que te creó sin ti, no te
salvará sin ti”, asumimos que coloca dichos talentos al libre arbitrio de
cada uno porque “confía” en su buen desempeño, esperando de cada uno sólo en la medida de los bienes que le ha
confiado. Como conoce las capacidades y disposiciones de cada uno “espera” que
la respuesta provenga oportunamente en la medida de lo que se les ha confiado.
El
hecho de carecer de un manual de uso, antaño dicho como un “Manual de cortapalos”. (Éste era el manual organizacional que dio
origen el año 1908 donde se incluía las
obligaciones y derechos de los scouts), implica que uno asume la confianza
depositada como una seria responsabilidad, donde cada uno está llamado a
aplicar de manera generosa y oportuna
aquellas capacidades que hagan multiplicar cada uno de los dones
recibidos.
c). Todo don recibido tiene un beneficio a la
comunidad: La repetida frase que “nadie se salva
solo” conlleva a la vez, que debemos
procurar salvarnos con otros, lo que exige necesariamente un apostolado de
iniciativa no de respuesta, de acción no de reacción, de delantera no de
defensa. Tal como lo vivieron los Apósteles que fueron por el mundo entero
predicando el don de una fe recibida: San Pedro
crucificado boca abajo en una cruz en Roma; San Andrés murió dejado en una cruz en Patras, ciudad en Grecia, San
Juan Evangelista murió en la Isla de Patmos; Santiago el Mayor murió en Jerusalén degollado por Herodes (Hechos
XII, 1-2); San Bartolomé fue desollado vivo en Israel; San Tomás murió en la India; San Mateo murió lapidado en la ciudad de
Nadabao en Etiopía; Santiago el Menor
murió crucificado en Egipto; San Judas
Tadeo murió lacerado (flechas) en Armenia; San Simón murió crucificado en
Inglaterra; Marcos murió arrastrado
por carro en Alejandría, San Felipe
murió por azotes en Asia Menor.
Para
cada uno de ellos ser fieles a lo dicho por Jesús constituyó el horizonte de
sus prioridades, por lo que ningún respeto humano, les hizo modificar lo que
Jesús les enseñó y lo que llevaban en su mente y corazón. ¡Morir antes que
renegar! Prueba de ello es que todos fueron martirizados en lugares muy
diversos, porque en cada uno de esos lugares buscaron convertir a quienes no
conocían aun a Jesucristo. No enterraron su fe como lo hizo aquel temeroso y
negligente siervo que recibió solo un talento. Ni él lo uso ni sirvió en beneficio
de otros: se limitó sepultar los bienes recibidos, recibiendo un grave castigo.
d). El siervo que recibió cinco talentos actúa de
inmediato: Esto le redundó en un beneficio
inmediato, porque aquello que nace bien, culmina mejor, por lo que el hecho de asumir
que aquellas gracias recibidas vienen de Dios, dispone de inmediato al obrar
bien aunque ello no esté de moda: el mal aunque todo lo hagan sigue siendo
malo; el bien aunque nadie lo haga sigue siendo bueno.
Lo
bueno cuanto antes mejor: Parte del refranero popular nos recuerda que, sin
detenernos en otra consideración que la confianza depositada en nosotros hemos
de emprender la misión encomendada por el Señor, tal como el primero de los siervos
de “inmediato” se puso manos a la obra. La innecesaria dilación implica una
falta de consideración hacia quien nos ha invitado a compartir su obra, no como
un desconocido sino como quien es parte de su vida misma. Realmente, somos “colaboradores de Dios”, por esto, nuestro
apostolado requiere de diligencia.
Quien
recibió un talento sólo optó por detenerse en innumerables consideraciones:
exigencias, problemas, tiempo, organizaciones, protocolos, y recursos, todo lo
cual, nos hace descubrir que cuando uno no se apoya en el
Señor Jesús, lo más insignificante se presentará como insalvable y lo más
secundario se alzará como una urgencia casi enfermiza. Cuando el señorío de
Dios se trivializa entonces cualquier cosa se alzará como opción, corroborando
lo anunciado por San Juan María Vianey, Patrono del Clero: “Quitadle a Dios a los pueblos y terminarán adorando a las bestias”. Nos
preguntamos: ¿No es esto lo que pasa en el mundo actual? Sin duda, añadiremos
que nuestra Iglesia no está al margen de ello, por el contrario, tiene gran
responsabilidad en lo que pasa.
Consideremos
que una empresa tiene un producto para ofrecer, para ello, cuenta con que uno
de cada seis vecinos lo consumen. Cualquier publicista y encargado de marketing
estaría feliz de partir de una base tan potente, más reconociendo que toda
analogía aplicada respecto de las cosas de Dios y su obra siempre son
insuficientes, no podríamos siquiera decir respecto del anhelo porque el apostolado
en nuestra Iglesia católica considerase que cada creyente asumiera ir en la
búsqueda de los que aún no conocen a Cristo, y de cuantos habiéndolo conocido,
reniegan obstinadamente de Él. La Evangelización exige que la “cerca” que separa a creyentes y a
quienes están llamado a serlo, se mueva para que los incrédulos sean creyentes
y no los creyentes se transformen en incrédulos, tal como acontece en no pocos
ambientes de antigua raigambre católica.
La
tentación de evitar riesgos y hacer el más mínimo esfuerzo por lograr que el
talento produzca frutos nace de una falta de fe, de no considerar la gratuidad
y la libertad puesta en nuestras manos por medio de los talentos recibidos. La
gracia empleada fructifica, en cambio, la gracia enterrada es siempre estéril.
El
ejemplo de diligencia efectiva lo leemos
en el episodio de la Visitación de nuestra Madre Santísima a su prima Isabel de
Ain Karim, toda vez que tan pronto asumió su realidad de ser llena de gracia y
portadora en su vientre del autor de toda gracia, no vaciló ni urdió más razón
para emprender el viaje desde su hogar hacia el de aquella que llevaba seis
meses de embarazo y “era considerada como
estéril”.
Esa
prontitud que destaca el evangelista San Lucas no respondió a un entusiasmo
fugaz ni tampoco dice relación a un sentimiento que como la hierba un día
aparece y otro día ya no está. Sin duda, uno de los mayores desafíos que
entraña la vida espiritual en nuestra Patria es fortalecer la voluntad por
medio de la docilidad a la gracia, cuyos canales más fructíferos son procurar permanecer
en estado de gracia, comulgar lo más frecuentemente que sea posible, confesarse
con regularidad, tener devoción al Sagrado Corazón de Jesús por medio de la práctica
de los Primeros Viernes de Mes, la manifestación de amor hacia nuestra Madre
del Cielo. Siempre tengamos presente que tanto la voluntad como la conciencia
se forman a los pies del Señor.
En
efecto, si tenemos tales “remedios”
¿qué enfermedad nos puede avasallar? Aún más, la diligencia en responder al
amor de Dios nos permite multiplicar las gracias y ser “eficaces” en virtud de los
méritos del Señor, lo que lejos de llenar al alma de insano amor propio
nos permite ser agradecidos de la bondad
de Señor que nunca defrauda y siempre satisface.
Imploremos
a Nuestra Madre Santísima, para tener a lo largo de esta semana la diligencia
de quien se puso “manos a la obra” al
recibir los cinco talentos como garantía de la predilección, cercanía y
confianza que Dios tiene en cada uno de nosotros.
¡Que
Viva Cristo Rey!
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