EL REINO DE DIOS EN MIGAJAS.
La fiesta de hoy se
centra en un rey. ¿Qué es lo que caracteriza a un rey? Por cierto, nuestra
respuesta será diferente a la que eventualmente podría haber dado una persona
hace unos siglos, o hace mil años. Más allá de las características extrínsecas
hay algo que ha permanecido en común y ello nos habla de soberanía (basileia tou theou), lo cual indica
una realidad absoluta y permanente, pues se reina sin fecha de vencimiento y se
reina en todo.
Es impensable un monarca que sólo reine en su
castillo. Se es rey sobre todas las cosas y no está sujeto a los poderes
terrenos, por lo cual todos tienen el mismo derecho de pertenecer como de
saberse obligados a ser parte de él. La universalidad de derecho y la
obligación es absoluta, según leemos en el Nuevo Testamento: “Que Dios sea
todo en todos” (1
Corintios XV, 28).
Jesucristo es rey. El primero y definitivo
argumento es que lo dijo el mismo Jesús no solo de manera explícita sino de
manera permanente a lo largo de su predicación. Su auto revelación fue darse a
conocer como Aquel que tiene soberanía sobre todo, lo cual para unos, como
testigos del Reino, sería razón suficiente para seguir el camino del martirio,
y para otros la causa definitiva para
condenar a Jesús a morir en la Cruz. Recordemos que sobre la Cruz, visible a la
mirada de todos, se colocó una inscripción en tres idiomas que señalaba: INRI
(Jesús Nazareno Rey de los judíos).
El anuncio del Reino de Dios marca un punto de
inflexión: un antes y después, un todo o nada. Para el creyente y el ateo, el
feligrés y el hereje, el converso y el contumaz, resulta imposible quedar
inmóvil ante lo que nuestro Señor anunciaba: el reino de Dios está cerca, es
decir presente en medio vuestro.
Cincuenta veces aparece la expresión Reino de
Dios en los Evangelios. ¡Es un tema importante y recurrente! Jesús
se expresó con la denominación usada por sus coetáneos, la cual se pronunciaba
en arameo "Malkouta di chemaya"
que significaba "Reino de los Cielos", en la cual con la palabra
"de los cielos" se designaba a Dios. Tan sagrado era para aquellos el
nombre de Dios que optaban por denominarlo con otra expresión.
Cuando Jesucristo dice: “Yo soy Rey”,
desde ese momento su presencia rivalizará con los poderes de este mundo: el
demonio, el mundo y la sensualidad, citados por el apóstol San Juan como
enemigos del alma, de la Iglesia y de Dios. Por esto, quiso dejarnos la imagen de su realeza a lo
largo de todo su camino al Calvario: un manto púrpura, una caña como bastón de
mando, y una corona trenzada de espinas.
Tomando la indumentaria de los reyes de este
mundo (manto, corona y cetro), le dio un nuevo sentido, transformando de una
vez para siempre aquellos signos en hojarasca de fantasía, ante el valor ilimitado que su inmolación
daba desde el trono de la Cruz. Ninguna sede real desde entonces sería
comparable a la que Jesús tuvo aquel Viernes Santo, por medio de la cual, de
una vez para siempre, sería Rey de Universo.
¿Cuáles son las características del Reino de
Dios?
a).
El Reino de Dios crece en todo momento: Tomando el ejemplo de
una simple semilla de mostaza, enseñó la parábola del Reino de Dios que crece
misteriosamente, de manera permanente. ¿Quién se da cuenta como día a día crece
un árbol? ¿Quién percibe diariamente como crece un niño? De modo semejante,
casi sin darnos cuenta el Reino de Dios se expande a lo largo de universo. Mas,
para tomar conciencia de ese crecimiento se requiere de una generosa
disponibilidad, mediante la cual, como
semilla dócil, el creyente se deje
irradiar por la gracia del “sol que viene
de lo alto” e impregnar del “agua fecunda” que es la moción del
Espíritu Santo que hace posible renovar
todas las cosas.
Por ello, la disponibilidad es una virtud que nos
hace ser parte del Reino de Dios, de tal manera que nunca nos acostumbremos a
un modo de entrega determinado, ni nos sintamos que ya hemos hecho suficiente.
El católico siempre debe estar con un corazón disponible a cumplir lo que
Cristo Rey le pida, evitando tanto “dormirse
en los laureles” como “echar raíces”.
La disponibilidad sólo es posible vivirla desde un abandono a los dictámenes
del Espíritu Santo que siempre “hace nuevas todas las cosas”.
b).
El Reino de Dios se expande lentamente: La prisa es una de
las características de nuestra época. Para todas las cosas se quisiera tener
una olla a presión que apure la
cocción, por ello no es extraño que se viva tensionado, que el tiempo siempre
sea escaso, y las cosas no siempre salgan al tiempo querido por cada uno. ¿El
hombre es para el tiempo o tiempo es para el hombre? Para evitar ser esclavos
de la prisa, Dios nos ha dejado la presencia de Cristo Rey quien nos invita a
crecer por medio de la virtud de la paciencia, que permite alejar todo
atisbo de tristeza con la certeza de la promesa hecha: “Se sentarán junto a mí en mi Reino” (San Mateo
XIX,28).
Nuestro Señor dice: “Por vuestra paciencia salvaréis vuestras
almas” (San Lucas XXI, 19). Entonces, su
realeza se expande por medio del cumplimiento de su voluntad cuando el creyente
es paciente. Dice la Escritura: “Mejor
que el fuerte es el paciente, y el que sabe dominarse vale más que el que
conquista una ciudad” (Proverbios XVI, 32).
Por esto decían, no sin razón los antiguos que la fortaleza en el obrar es
propia de los romanos y la paciencia en el sufrir es propia de los cristianos.
Así lo vivió el pequeño Silvio Dissegna, de doce años de edad, quien ofreció
sus dolores de cáncer óseo diciendo:
“debo rezar y sufrir mucho para ganar el paraíso” (Turín,
24 de Septiembre de 1979).
Silvio Dissegna, 1979
c).
El Reino de Dios está cerca de nosotros: Nuestro Señor fue claro en decir que “el Reino
de Dios ya está presente en medio nuestro”, con lo cual, tenemos la convicción no solo de que seremos parte de un reino
futuro, sino que ya se ha iniciado y germinalmente está desarrollándose ahora
junto a nosotros. Así, somos miembros vivos del Reino de Dios, por lo cual
nuestra vida presente debe procurar estar a la altura de lo que Cristo Rey nos
pide.
Para asumir esta
realidad se requiere de la virtud de la
sabiduría, la cual se enriquece por medio de la lectura atenta de la
Sagrada Escritura y de la plegaria incesante que no deja de repetir: ¡Adveniat
Regnum tuum! tal como Cristo le enseñó a sus Apóstoles, cuando estos le
imploraron: “Señor, enséñanos a rezar
como tú lo haces” (San Lucas XI, 1). ¿A qué se opone la sabiduría? A la
necedad, la cual surge de hacer pensar al hombre que es un rey, que es el
hombre quien dictaminaba lo que es bueno y verdadero, haciendo que en la
actualidad haya tantas verdades como hombres, lo cual conduce a la
incertidumbre de la falta de certezas. La verdad no es sinónimo de opinión. Por
medio de la oración sincera y la meditación de la Biblia tendremos la luz y
fuerza necesaria para hacer presente el Reino de Dios en un mundo que
masivamente reniega de quien dijo soy “el
Camino, la Verdad y la Vida” (San Juan XIV, 6).
d).
El Reino de Dios en las cosas pequeñas: Aparentemente la
respuesta que da Jesús a Poncio Pilato es contradictoria: Yo soy Rey…pero mi
Reino no es de este mundo. (San Juan
XVIII, 36). Como decía una antigua profesora de teología: un ya pero todavía
no. Es decir, un reino de allá y de acá.
Los caminos de Cristo
Rey son diversos a los que siguen los reyes de ayer y hoy de este mundo. En efecto, la primera lectura dice: “Yo mismo apacentaré mis ovejas, y yo las
llevaré a reposar. Buscare la oveja perdida, tomaré a la descarriada, sanaré a
la herida, confortaré a la enferma” (Ezequiel XXIV, 15). Dios
actúa en primera persona, toma la iniciativa, sirve no es servido; da nuevas
oportunidades; es pronto a perdonar; se toma su tiempo para actuar. Es un Dios
que no quita nada, porque lo da todo; y en nuestro tiempo, no es un Dios que
prohíbe, es un Dios prohibido, al que socialmente se le debe ocultar para que
no resulte molesto ni políticamente incorrecto…
Beato José Sánchez, México |
En esta Solemnidad de
Cristo Rey, recordamos a cuantos, por el
camino de la
virtud de la humildad, han hecho de su vida cotidiana un servicio a
Cristo aprendiendo que realmente “servir es reinar”; que “sufrir es reinar”,
que “amar es reinar”, que “dar es reinar”, que “perdonar es reinar”. Sólo así, -por
la senda de la humildad- un día podremos escuchar la voz y contemplar la mirada
de Jesús, Pastor Bueno, quien nos dirá:
“Venid, benditos de mi
Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo” (
San Mateo XXV, 31-46). Amén.
SACERDOTE
JAIME HERRERA GONZÁLEZ.
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