RETIRO A JÓVENES DE “PUNTO
CORAZÓN” (DICIEMBRE 2014).
TEMA
: “EN CAMINO A BELEN”.
FECHA:
RETIRO A JÓVENES DE “PUNTO
CORAZÓN” (DICIEMBRE 2014).
Cuando tenía pocos años
me entretenía de jugar con los anteojos de mu abuelo. Con ellos, creía poder
alcanzar los años y la sabiduría de él, desde un aire intelectual que suele dar una par de lentes ópticos. Y, estos eran
bifocales, es decir, tenían la propiedad
de permitir ver de lejos y de cerca con un simple alzar la mirada. En Adviento
la Iglesia nos invita a tener una mirada “de cerca” y “de lejos” de la venida de Jesús, toda vez que ésta se realiza de
modo misterioso en Belén: en el tiempo, en humildad, en misericordia. Nos
tiende la mano para perdonarnos y se coloca como víctima eficaz para reparar
las consecuencias que tuvo el pecado original en el universo creado por Dios:
Nunca acabaremos de sopesar en toda su profundidad el quiebre abismal de ese
día que tuvo el hombre: con Dios, consigo mismo, con el prójimo y con la
naturaleza.
En Navidad
acontece algo realmente hermoso. Una Noche se ilumina: nuestras calles se
revisten de una alegría que por unas horas parece cambiar el entorno: donde la
inseguridad del simple caminar por una calle se desvanece; donde los
desconocidos que pasan a nuestro lado sin saludar ahora entablan un dialogo; el
ceño fruncido da paso al esbozo de una sonrisa. Si acaso son las mismas casas,
las mismas personas, las mismas calles y veredas. ¿Qué ha pasado?
La respuesta
nos la da el Evangelio: “Os anuncio una
gran alegría. Veréis a un recién nacido envuelto en pañales”. Dios ha
tomado libérrimamente la iniciativa de salvar al hombre, y lo hace asumiendo en
todo nuestra condición humana, menos el pecado. En todo semejante a nosotros,
por lo que su accesibilidad se nos hace no solo “cercano” sino “nuestro”,
lo que implica que desde su prodigiosa gestación por obra del Espíritu Santo en
las entrañas virginales de María Santísima, hasta partir a la derecha del Padre
el domingo de la Asunción, vivió como uno de nosotros porque, sin dejar de ser
Dios, era -realmente- uno de nosotros.
Dos
elementos destacan la humildad del Verbo Encarnado: Jesús nació en Belén, una localidad pequeña en tamaño, insignificante
diremos mejor en el contexto del resto de las ciudades, cosmopolitas como
Jerusalén, o de antigua data como Jericó. Aun así, en ella no hubo lugar para
Jesús y sus padres
Muchas veces
en la vida quizás hemos experimentado haber quedado fuera de algo que
anhelábamos: un trabajo, un centro de estudios, un grupo social, en los cuales
–como se dice en nuestra Patria- “no
calificamos” para participar y formar parte de ello. Y, entonces, con las
manos cerradas por la impotencia, y los labios apretados por la angustia de
obtener lo que necesitamos nos alejamos tristes y con un sentimiento de humana
frustración.
Entonces,
todo nos hace ver el mundo más obscuro de lo que realmente es: “vuelva mañana” lo entendemos como “no regrese más”. El pesimismo, en
ocasiones, es una espiral que parece no
tener fondo. La noche es más obscura para un alma sin esperanza.
Pero desde
ese día, Belén que cerró sus hogares a la Sagrada Familia, ocuparía un lugar en
la historia del hombre marcando un antes y después, porque en ella nació el
Redentor del mundo.
Vuestro
Fundador, el Padre Thierry de Roucy
señalaba que “este trabajo se
realiza en la penumbra, sin ruido” (2006). Es la lógica de Dios. Es parte de
la huella trazada por Dios para salvar el mundo, cuya cumbre pasa por la Cruz, pero, que también se reviste de la falta de
protagonismo, del silencio alejado del mundanal
ruido, de lo que no llama la atención ni sobresale humanamente. La
indigencia voluntariamente asumida, que no se apoya en seguridades es el camino
que nuestro Señor quiso recorrer al nacer en el caserío betlemita hace dos mil
años.
Es
recurrente la tentación d apoyarse cuando nos sabemos debilitados: en ocasiones
lo que parece más firme resulta desastroso. Hace unos días, en una Misa de
campaña con ocasión de la Cena de Navidad a personas en situación de calle,
todo lo que estaba a mí alrededor estaba debilitado: el altar se movía
amenazante, la silla en el pasto se hundía y cimbraba de solo mirarla.
Entonces, lo que eventualmente me daría firmeza para apoyarme ante las rodillas
debilitadas, no me servían, pero si aparentaban hacerlo. Algo similar sucede en
nuestra vida espiritual: cada uno se sabe debilitado y necesitado de
seguridades y certezas, las cuales las procuramos buscar y luego de creer
haberlas encontrado, resultan una simple
fantasía. Parecen que son, pero no son de verdad.
En Belén
aconteció de manera exactamente diversa a la mentalidad del hombre: lo que no
aparentaba era lo verdadero. Lo simple era lo esencial, lo que se perpetuaría
de generación en generación era lo más discreto, y alejado del bullicio de las
calles y de las modernidades.
Nuevamente
recurrimos a la sabiduría de los escritos de vuestro Padre Fundador: “La Obra es muy chiquita, infinitamente
frágil, vive únicamente de su confianza en Dios. Y si se admira, sólo se
puede admirar en ella la bondad de Dios y el sostén de la Virgen María” (1996).
No hay
fuerza del mundo capaz de silenciar el misterio para el cual hoy nos estamos
preparando. Este es el camino para la verdadera transformación de nuestra
sociedad: lo logró el Recién Nacido y
quienes abrieron la puerta de su corazón y de sus hogares con lo poco que ellos
creían tener, pero que resultaba finalmente determinante para poseer una vida
plena y feliz. ¡Vida en abundancia! ¡Vida de corazones generosos! ¡Vida de un
corazón a punto!
El
segundo elemento que destaca la humildad de nuestro señor es que se presentó
como un recién nacido. Todos hemos visto cómo las crías al poco tiempo corren y
aletean. Salvo los inmediatos cuidados en orden a asegurar la oportuna
alimentación y adecuada temperatura,
cualquier animalito sale adelante con presteza y diligencia, cosa que no ocurre
con el hombre recién nacido. Bien sabemos que durante meses y los primeros años
de vida se depende en forma casi exclusiva de los cuidados recibidos. Nada
parece y es más indefensa que una creatura en su primera etapa de vida.
Pues
bien: Cristo por ser Dios pudo haber venido al mundo por cualquier otro camino,
más eligió el que resultaba más arduo, creciendo como cualquier niño tal como
lo reconocen los evangelios: “Crecía en sabiduría
ante Dios y los hombres”. Las personas que lo vieron se sorprendían al
escuchar la profundidad de sus enseñanzas y se preguntaban. “¿No es éste el hijo de José el carpintero?
¿No vive su madre en medio nuestro?” No
extrañará que se dijese luego de l: “Natun
ex mulieribus”…un hombre nacido de mujer.
Como
recién nacido podemos sacar varias enseñanzas: primero la confianza depositada
en su Madre santísima. La devoción a la virgen no es algo añadido ni un simple
adorno a la piedad católica, es algo esencial, que no puede faltar ni fallar,
como tampoco el amor a nuestras madres puede ser colocado en el campo de lo
opcional. Nunca podemos decir que hemos hecho lo suficiente en orden a
manifestar el amor hacia nuestra madre santísima, porque nos trajo a Jesús en
Belén y nos conduce a Él para participar en cada Santa Misa.
La
tradicional Novena al Niño Dios que celebramos en nuestros templos y colegios,
tuene su origen en cómo la piedad popular ha leído la vida litúrgica de nuestra
Iglesia con la fidelidad de su participación. Por cierto, el amor crece amando,
la oración, rezando, y la piedad se
fortalece siendo piadosos.
Así,
desde el Siglo VII al interior de los conventos se comenzó a rezar las
denominadas “Antífonas de Adviento”,
usadas en el Breviario en el rezo de vísperas de los últimos días antes de
Nochebuena. También, se les llama las “antífonas
Oh” porque así comienza cada una de las siete que son.
Cada
una nos entrega una denominación de los atributos de Jesús: Sabiduría, Adonai,
Raíz de Jesé, Llave de David; Amanecer, Rey de las Naciones, Dios con nosotros.
Si tomamos cada palabra en la legua latina y leemos d manera invertida se junta
el acróstico de “Ero Cras” que significa: Mañana vendré lo cual nos hace ver
que por medio de estas jaculatorias en honor a los nombres de Jesús no solo
crecemos en preparación sino nos acercan gradualmente a la Natividad de quien
es anunciado y reconocido. (O Sapientia; O Adonai; O Radix Jesse; O Clavis
David; O Oriens;
O Rex
Gentium; O Emmanuel)
Culminamos
esta meditación recitando en nuestra alma cada una de las antífonas:
1.
Oh,
Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro
confín; y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino
de la salvación.
2.
Oh
Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza
ardiente, y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu
brazo.
3.
Oh
Renuevo de Jessé, que alzas como un signo para los pueblos; ante quien los
reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a liberarnos, no
tardes más.
4.
Oh
Llave de David y cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir: ven y libera a los cautivos que viven en tinieblas
y en sombra de muerte.
5.
Oh
Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven
ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sobra de muerte.
6.
Oh
Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que
haces de dos pueblos uno solo: vez y salva al hombre que formaste del barro de
la tierra.
7.
Oh
Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los
pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
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