viernes, 19 de diciembre de 2014

En camino a Belén


                             



RETIRO  A  JÓVENES  DE  “PUNTO CORAZÓN”  (DICIEMBRE 2014).

TEMA :  “EN CAMINO A BELEN”.
FECHA: RETIRO  A  JÓVENES  DE  “PUNTO CORAZÓN”  (DICIEMBRE 2014).
Cuando tenía pocos años me entretenía de jugar con los anteojos de mu abuelo. Con ellos, creía poder alcanzar los años y la sabiduría de él, desde un aire intelectual que suele dar una par de lentes ópticos. Y, estos eran bifocales, es decir,  tenían la propiedad de permitir ver de lejos y de cerca con un simple alzar la mirada. En Adviento la Iglesia nos invita a tener una mirada “de  cerca” y “de lejos” de la venida de Jesús, toda vez que ésta se realiza de modo misterioso en Belén: en el tiempo, en humildad, en misericordia. Nos tiende la mano para perdonarnos y se coloca como víctima eficaz para reparar las consecuencias que tuvo el pecado original en el universo creado por Dios: Nunca acabaremos de sopesar en toda su profundidad el quiebre abismal de ese día que tuvo el hombre: con Dios, consigo mismo, con el prójimo y con la naturaleza.
En Navidad acontece algo realmente hermoso. Una Noche se ilumina: nuestras calles se revisten de una alegría que por unas horas parece cambiar el entorno: donde la inseguridad del simple caminar por una calle se desvanece; donde los desconocidos que pasan a nuestro lado sin saludar ahora entablan un dialogo; el ceño fruncido da paso al esbozo de una sonrisa. Si acaso son las mismas casas, las mismas personas, las mismas calles y veredas. ¿Qué ha pasado?
La respuesta nos la da el Evangelio: “Os anuncio una gran alegría. Veréis a un recién nacido envuelto en pañales”. Dios ha tomado libérrimamente la iniciativa de salvar al hombre, y lo hace asumiendo en todo nuestra condición humana, menos el pecado. En todo semejante a nosotros, por lo que su accesibilidad se nos hace no solo “cercano” sino “nuestro”, lo que implica que desde su prodigiosa gestación por obra del Espíritu Santo en las entrañas virginales de María Santísima, hasta partir a la derecha del Padre el domingo de la Asunción, vivió como uno de nosotros porque, sin dejar de ser Dios, era -realmente- uno de nosotros.
Dos elementos destacan la humildad del Verbo Encarnado: Jesús nació en Belén, una localidad pequeña en tamaño, insignificante diremos mejor en el contexto del resto de las ciudades, cosmopolitas como Jerusalén, o de antigua data como Jericó. Aun así, en ella no hubo lugar para Jesús y sus padres
Muchas veces en la vida quizás hemos experimentado haber quedado fuera de algo que anhelábamos: un trabajo, un centro de estudios, un grupo social, en los cuales –como se dice en nuestra Patria- “no calificamos” para participar y formar parte de ello. Y, entonces, con las manos cerradas por la impotencia, y los labios apretados por la angustia de obtener lo que necesitamos nos alejamos tristes y con un sentimiento de humana frustración.
Entonces, todo nos hace ver el mundo más obscuro de lo que realmente es: “vuelva mañana” lo entendemos como “no regrese más”. El pesimismo, en ocasiones,  es una espiral que parece no tener fondo. La noche es más obscura para un alma sin esperanza.
Pero desde ese día, Belén que cerró sus hogares a la Sagrada Familia, ocuparía un lugar en la historia del hombre marcando un antes y después, porque en ella nació el Redentor del mundo.
Vuestro Fundador, el Padre Thierry de Roucy  señalaba que “este trabajo se realiza en la penumbra, sin ruido” (2006). Es la lógica de Dios. Es parte de la huella trazada por Dios para salvar el mundo, cuya cumbre pasa por la Cruz,  pero,  que también se reviste de la falta de protagonismo, del silencio alejado del mundanal  ruido, de lo que no llama la atención ni sobresale humanamente. La indigencia voluntariamente asumida, que no se apoya en seguridades es el camino que nuestro Señor quiso recorrer al nacer en el caserío betlemita hace dos mil años.
Es recurrente la tentación d apoyarse cuando nos sabemos debilitados: en ocasiones lo que parece más firme resulta desastroso. Hace unos días, en una Misa de campaña con ocasión de la Cena de Navidad a personas en situación de calle, todo lo que estaba a mí alrededor estaba debilitado: el altar se movía amenazante, la silla en el pasto se hundía y cimbraba de solo mirarla. Entonces, lo que eventualmente me daría firmeza para apoyarme ante las rodillas debilitadas, no me servían, pero si aparentaban hacerlo. Algo similar sucede en nuestra vida espiritual: cada uno se sabe debilitado y necesitado de seguridades y certezas, las cuales las procuramos buscar y luego de creer haberlas encontrado,  resultan una simple fantasía. Parecen que son, pero no son de verdad.
En Belén aconteció de manera exactamente diversa a la mentalidad del hombre: lo que no aparentaba era lo verdadero. Lo simple era lo esencial, lo que se perpetuaría de generación en generación era lo más discreto, y alejado del bullicio de las calles y de las modernidades.
Nuevamente recurrimos a la sabiduría de los escritos de vuestro Padre Fundador: “La Obra es muy chi­quita, infi­ni­ta­mente frágil, vive úni­ca­mente de su con­fianza en Dios. Y si se admira, sólo se puede admi­rar en ella la bondad de Dios y el sostén de la Virgen María” (1996).
No hay fuerza del mundo capaz de silenciar el misterio para el cual hoy nos estamos preparando. Este es el camino para la verdadera transformación de nuestra sociedad: lo logró el  Recién Nacido y quienes abrieron la puerta de su corazón y de sus hogares con lo poco que ellos creían tener, pero que resultaba finalmente determinante para poseer una vida plena y feliz. ¡Vida en abundancia! ¡Vida de corazones generosos! ¡Vida de un corazón a punto!

El segundo elemento que destaca la humildad de nuestro señor es que se presentó como un recién nacido. Todos hemos visto cómo las crías al poco tiempo corren y aletean. Salvo los inmediatos cuidados en orden a asegurar la oportuna alimentación y adecuada  temperatura, cualquier animalito sale adelante con presteza y diligencia, cosa que no ocurre con el hombre recién nacido. Bien sabemos que durante meses y los primeros años de vida se depende en forma casi exclusiva de los cuidados recibidos. Nada parece y es más indefensa que una creatura en su primera etapa de vida.
Pues bien: Cristo por ser Dios pudo haber venido al mundo por cualquier otro camino, más eligió el que resultaba más arduo, creciendo como cualquier niño tal como lo reconocen los evangelios: “Crecía en sabiduría ante Dios y los hombres”. Las personas que lo vieron se sorprendían al escuchar la profundidad de sus enseñanzas y se preguntaban. “¿No es éste el hijo de José el carpintero? ¿No vive su madre en medio nuestro?” No extrañará que se dijese luego de l: “Natun ex mulieribus”…un hombre nacido de mujer.
Como recién nacido podemos sacar varias enseñanzas: primero la confianza depositada en su Madre santísima. La devoción a la virgen no es algo añadido ni un simple adorno a la piedad católica, es algo esencial, que no puede faltar ni fallar, como tampoco el amor a nuestras madres puede ser colocado en el campo de lo opcional. Nunca podemos decir que hemos hecho lo suficiente en orden a manifestar el amor hacia nuestra madre santísima, porque nos trajo a Jesús en Belén y nos conduce a Él para participar en cada Santa Misa.

La tradicional Novena al Niño Dios que celebramos en nuestros templos y colegios, tuene su origen en cómo la piedad popular ha leído la vida litúrgica de nuestra Iglesia con la fidelidad de su participación. Por cierto, el amor crece amando, la oración, rezando,  y la piedad se fortalece siendo piadosos.
Así, desde el Siglo VII al interior de los conventos se comenzó a rezar las denominadas “Antífonas de Adviento”, usadas en el Breviario en el rezo de vísperas de los últimos días antes de Nochebuena. También, se les llama las “antífonas Oh” porque así comienza cada una de las siete que son.
Cada una nos entrega una denominación de los atributos de Jesús: Sabiduría, Adonai, Raíz de Jesé, Llave de David; Amanecer, Rey de las Naciones, Dios con nosotros. Si tomamos cada palabra en la legua latina y leemos d manera invertida se junta el acróstico de “Ero Cras” que significa: Mañana vendré lo cual nos hace ver que por medio de estas jaculatorias en honor a los nombres de Jesús no solo crecemos en preparación sino nos acercan gradualmente a la Natividad de quien es anunciado y reconocido. (O Sapientia; O Adonai; O Radix Jesse; O Clavis David; O Oriens; O Rex Gentium; O Emmanuel)

Culminamos esta meditación recitando en nuestra alma cada una de las antífonas:
1.      Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín; y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación.
2.      Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente, y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo.
3.      Oh Renuevo de Jessé, que alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a liberarnos, no tardes más.
4.      Oh Llave de David y cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libera a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
5.      Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sobra de muerte.
6.      Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: vez y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.
7.      Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.



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